Manos.
¿Qué se cuentan? Varios me preguntaron cuándo es mi cumpleaños después de decir aquello en el cap anterior. Así que para los que se quedaron con la duda o no entendieron, tengo dos cumpleaños jojo (así de especial soy). Verán, en mi documento dice que mi cumpleaños es el 7 de Marzo, pero la verdad es que nací el 17 de Marzo. Un error de tipeo xDD Así que ustedes elijen cuando saludarme, si bien toda mi familia y conocidos me saludan el 17, legalmente (al menos hasta que corrija mi DNI) cumplo el 7. Soy como Alicia, tengo un no cumpleaños xDD
Ok, después de esa aclaración que no viene mucho al caso con lo que ustedes vienen hacer acá, ahora los dejo con el nuevo cap. Prometo que el próximo es más largo, este tenía que ser cortado acá.
Capítulo XIII: Manos.
Mis dedos se aferraban furtivamente a la carbonilla, mientras mis movimientos parecían estar siendo diagramados por alguien más allá. Me aparté impacientemente un cabello de la frente y seguí delineando contornos, oscureciendo imperfecciones, detallando hasta la última esquina en aras de intentar ser fiel a la imagen en mi mente. Observé el papel críticamente retocándolo aquí y allá con mis dedos manchados de negro.
Las pocas veces que me atacaba el impulso artístico debía darle rienda suelta y dejarlo fluir hacia donde más le gustara, normalmente no tenía idea de lo que estaba dibujando sino hasta mucho tiempo después, cuando algún interruptor mental se apagaba diciéndome que lo había conseguido. Tenía tres hojas descartadas en mi carpeta de dibujos, sabiendo que a todos aquellos bosquejos le faltaba algo. Llevaba quizá unas cuatro horas, sentada en el alfeizar de la ventana trabajando. Sentía los dedos ligeramente entumecidos y la nuca algo adolorida por la continúa inclinación de mi cabeza. Y si bien había conseguido lo que buscaba, no estaba conforme en lo absoluto con la imagen.
Negando lentamente, la deslicé dentro de la carpeta con el resto de dibujos sueltos. Muchos los traía desde Seattle, pues francamente no había tenido cabeza o tiempo para intentar trazar algo de lo visto en Portland. Era una ciudad costera, ¡por amor de Dios! Había ciento de potenciales paisajes esperándome puertas afuera, pero me había confinado en ese hotel sin tener una oportunidad de apreciar el entorno. Al menos no más allá de la ventanillas de las automóviles que nos llevaban de un lado a otro. ¿Quién diría que una boda tendría tanto ajetreo? Había sido lo suficientemente ilusa, como para pensar que podría disponer de una tarde de aburrimiento para visitar el puerto y quizá ver un pez. Pero Lucas me había pedido que no saliera, pues debíamos estar en el salón de eventos del hotel a las siete de la tarde y aventurarme fuera con ese límite de tiempo, sería igual que salir a hacer un triatlón por la ciudad.
—Te llevaré a alguna parte esta noche—prometió él justo antes de salir de la habitación para dejarme “descansar”.
El descanso se había volcado completamente a una necesidad inhumana por papel y carbonilla. Tras horas de ensuciar mis dedos, sin darme tregua en busca del dibujo perfecto, me había encontrado confusa con el resultado. No era un mal dibujo, sólo era un dibujo básico… pero no por su trazado sino por su significado. Había dejado de dibujar manos hacía muchos años, cuando descubrí que era buena con casi cualquier otra parte del cuerpo. Y cuando entendí que otras partes del cuerpo servían doblemente mejor para expresar emociones, las manos eran parte de un todo y no un dibujo en sí. Pero mi mente no dejaba de arrojarme diseños del mismo calibre: manos abiertas, manos tocando una superficie casi como el roce de una pluma, manos acariciando otras manos, manos, manos y más manos. ¿Qué se suponía que haría con tantas manos?
Lo peor era que tras el segundo dibujo supe casi con certeza a quien pertenecían las manos; manos masculinas de dedos largos e inquietos. Y aunque sabía que los dibujos no podían captar algo así, sospechaba… e incluso no me cabían dudas de que eran manos frías. Sabiendo que había tantas partes de él dignas de ser dibujadas, yo me enfocaba en sus manos. ¿Qué rayos pasaba conmigo? ¿Por qué no su trasero o sus ojos? Esos habrían sido modelos vendibles al menos, pero ¿sus manos?
Me di un golpecito en la frente, tratando de esfumar mis pensamientos tontos y olvidarme de las condenadas manos. Aunque… debía de ser porque siempre estaba tocando todo como si le buscara melodías a las cosas, seguramente por eso mi mente estaba tan abstraída por ellas. Manos de músico, casi podía asegurarlo.
—Suficiente de esto, Keila—me regañé obligándome a abandonar el papel dentro de la carpeta de forma indefinida, no me atrevería a mirar esas imágenes en ningún momento pronto. Quién sabe… tal vez terminaría colgada de sus manos, como una loca adoradora de un objeto. Manofilia[1], ¿será que existe esa clase de obsesión?
Y entre todas las cosas, ¿debían de ser sus manos? Habiéndome podido fijar en algo más sano o cálido, siquiera levemente más cálido. El aleteo de mi móvil junto a mi pierna fue la perfecta excusa para no pensar más, toqué el botón para leer el mensaje con cuidado de no manchar la pantalla.
¿Bajas?
Presioné mi labio entre el pulgar y el índice de forma algo compulsiva, sin saber exactamente porqué le estaba sonriendo a mi teléfono como una estúpida. En realidad, tenía una leve sospecha de la razón pero luego de haber dibujado sus manos, todo parecía bastante insustancial como para pensar en ello. Me limpié rápidamente en mis pantalones de chándal y le respondí.
¿Ya es hora?
Tienes un poco de tiempo aún.
Entonces voy en quince minutos.
De acuerdo, te espero.
Y la inexplicable, vergonzosa y completamente inapropiada sonrisa regresó a mis labios conjurada con algo como un “te espero”. ¿Qué podría significar esto? ¿Acaso comenzaba en verdad a sentirme a gusto con él? ¡Jesús! Espero que esto sea tratable…o exorcizable.
***
Tras un pase rápido por la ducha, eliminé la mayor cantidad de ideas, manchas y extraños pensamientos sobre manos. Intentando ser fiel a los quince minutos estipulados, salí de la habitación colocándome una chaqueta de jean sobre el vestido amarillo pálido de la colección de Lucas; junto con mis botas marrones yo era toda una femme fatale de la moda.
Me metí en el elevador jugueteando con mi cabello aún húmedo y me dispuse a bajar para el ensayo de la boda. Era curioso que una boda necesitara ser ensayada, no es como si requiriera mucha preparación decir un “acepto”. Pero para Lara todo debía ser diagramado, incluso hasta los pasos que debíamos dar hasta el altar. Ni uno más ni uno menos. Ella realmente necesitaba encontrarse un pasatiempo.
Justo cuando las puertas comenzaban a cerrarse delante de mi rostro, una mano se interpuso a medio segundo de ser aplastada. Alcé la vista hacia el hombre que me estaba retrasando, descubriendo al instante una cara familiar.
—Hola—saludó reconociéndome también.
—¿Vas al ensayo?—pregunté intentando ser amigable, nadie podía negar mi dedicación para seguir al pie de la letra los pedidos de la lista. El hombre, cuyo nombre no recordaba, sonrió casi con resignación.
Lo había visto antes en la tienda de los vestidos, acompañando a Jace y a los demás muchachos. Y estaba segura de que alguien me lo había presentado pero simplemente no podía dar con su identidad. Al menos podía asegurar que se trataba del padrino, o sea el padrino oficial, no los otros dos del cortejo.
—Lara está bastante entusiasmada con la organización—Él presionó el botón de la planta baja, mientras el ascensor con un sonido suave se ponía en movimiento.
—¿Entusiasmada es sinónimo de…?
—Obsesionada, sí—me interrumpió dándome nuevamente una sonrisa cómplice—. Aun así, se toma todas esas molestias por Sam, ella quiere que sea perfecto para su hermana.
—Lo sé, es un gran detalle.
Lejos estaba de poder criticar a Lara por su empeño en hacer de nosotros un grupo presentable para la boda. De haber tenido una hermana menor, tal vez yo habría tenido una reacción similar. Bueno, no tratando de organizarle la boda, Dios sabe que la organización no es mi fuerte. Pero quizá me llevaría hasta el límite buscándole un regalo o asegurándome de hacer de su día algo mágico. Mi hermana ficticia sería muy feliz conmigo y tal vez por eso no tenía una, el mundo era de todo menos un lugar para hacer a otros felices.
—Eres de Seattle, ¿verdad? ¿Estás teniendo una buena estadía en Portland?
—No tuve oportunidad de ver mucho aún, pero lo poco que vi me encantó.
—Deberías visitar la bahía de noche, la forma en que la luna resplandece sobre el agua es digno de una pintura…—Sus ojos dorados me enfrentaron mientras hablaba, haciendo que las palabras lentamente se convirtieran en un murmullo de anticipación.
—Sin duda lo voy a incluir en mi lista de por hacer antes de regresar a casa y voy a llevar mi cuaderno de dibujos—Le espeté devolviéndole la soñadora mirada a modo de burla, él sonrió.
—Una cámara también lo haría—reflexionó en voz baja.
—Pero nada como un buen dibujo—admití, dejando que el recuerdo inadecuado de una hoja llena de manos se interpusiera en mis pensamientos. «¡Estúpido dibujo!»—. A decir verdad una cámara también lo haría.
Él se giró lo suficiente para evaluarme con la mirada, algo en su rostro me decía que no estaba comprendiendo mi contradicción en el tema del dibujo y la cámara, pero elegí ignorar su pregunta tácita. Pues no iba a abrir esa lata de gusanos con un completo extraño, hasta alguien tan insensato como yo sabía dónde debía marcar esa línea.
Sus ojos se estrecharon imperceptiblemente y yo hice lo propio, por un momento creyendo que nos estábamos intentando comunicar con la mente. Él soltó una leve risilla, haciéndome reír a la par.
—Mm…tienes…—murmuró esforzándose por enmascarar su sonrisa, para luego señalar algo encima de mí. Confusa alcé una mano aplanando mi cabello, pero él negó dudoso entre acercarse y hacerlo por sí mismo o seguir con sus instrucciones sin mucho sentido.
—¿Dónde?—pregunté tocando distintas partes de mi rostro, a lo que él respondió bajando mi mano con impaciencia y extendiendo la suya hacia mi cara. Alcé la mirada expectante, teniendo una buena panorámica de su barbilla mucho más cerca de lo que había esperado. Él comenzó a pasar su dedo pulgar sobre mi frente en suaves círculos y me sobresalté ganándome una ceja enarcada por su parte—. ¿Qué es?
Bajó la mirada hasta mis ojos, una sonrisa divertida destellaba en ellos de forma amistosa. Me hubiese gustado saber su nombre, me era un poco incómodo estar en el ascensor con su rostro tan cerca del mío y su pulgar acariciándome de esa forma, sin tener idea de cómo se llamaba.
—Creo que es… alguna especie de pintura.
—Carbonilla—musité logrando que volviera a sonreír. Tenía una bonita sonrisa, de esas fáciles y para nada pretenciosas, combinaba perfectamente con sus ojos miel. No había ni amenaza ni recelo en su sonrisa, no había una emoción pretendida como otra sonrisa que yo conocía.
Sentí una punzada de recelo en el pecho, pero me forcé por aplacarla. Definitivamente yo no estaba comparando la sonrisa de dos hombres, definitivamente yo no estaba pensando en él mientras alguien más estaba tocándome. ¡Oh Dios! Soy un asco de persona.
—Entonces supongo que un dibujo también lo haría—No era estúpida como para no notar la ligera insinuación en su tono, él era lindo y él sabía como explotar aquello.
En silencio arrastró su dedo pulgar desde mi frente todo a lo largo de mi mejilla, acabando su viaje casualmente en mi barbilla. Su tacto era suave e inquisidor, casi como si estuviera preguntándome si podía hacerlo. Y no hubo nada en mí con ganas de negarle esa pequeña concesión. No es como si yo le rindiera cuentas a alguien ¿verdad?, no es como si estuviera en esa posición a menudo. Un chico lindo, caliente como el fuego, borrándome manchas del rostro mientras me regalaba una sonrisita sexy. No había nada de malo en esto, ¡nada!
—Supongo…
Pero entonces lo vi, antes incluso de ser capaz de poner en funcionamiento mi cerebro. Vi como las puertas del elevador de abrían y a la figura que nos esperaba a pocos metros posicionado en una viga. Vi como esa misma figura se erguía, vi el momento justo en que mi compañero de viaje también lo notaba, me sonreía incómodamente y daba un paso hacia atrás. Vi todo esto, pero no fui capaz de procesarlo a tiempo.
Lucas se cruzó de brazos sin avanzar o retroceder en su lugar, sus ojos verdes se fijaron en los míos por una fracción de segundo antes de llevar su atención al otro hombre. No hubo una alteración real en su postura, quizá había sido sólo ese lapsus en que nuestras miradas se encontraron en que me dijo más que en todo el tiempo que pasamos juntos. Pero la emoción le duró tan poco, que hasta podría haberme imaginado aquella brecha en su semblante.
—¿Qué hay?—dijo el desconocido sin nombre, pasando a su lado como si nada.
—¿Qué hay, Neil?—respondió Lucas en el mismo tono de voz desinteresado. Se hicieron un saludo con la cabeza y Neil—¡claro, así se llamaba!—siguió de largo camino al salón de eventos.
—Lucas…—comencé, lanzándome a una explicación que no estaba segura de cómo dar o por qué siquiera intentar darla. Él alzó una mano frente a mi rostro, cortando mi diatriba de raíz.
—Estamos tarde—informó, atrapando mi brazo para jalar de mí hacia el salón donde debíamos encontrarnos con el resto.
Intenté detenerlo, intenté deshacerme de su amarre, plantar mis talones en el suelo y pedirle que al menos me dejara decirle algo. Pero sólo necesité una de sus miradas frías como el hielo, para saber que él no tenía ganas de escucharme ni en ese momento ni en ningún otro próximamente.
Solté un suspiro dejándole que me arrastrara, sintiéndome mal por algo de lo cual no podía dar una justificación. ¿Traición? La palabra resonó en mi mente, pero me negué a aceptarla. Yo no le debía nada, él ni siquiera era alguien fácil de tolerar… ¡no era nada mío! Aun así me fue imposible aplacar el sabor amargo que se deslizó por mi garganta, mientras su mano—aquella de la que tenía tantas visiones—se enlazaba fuertemente con la mía.
[1] Esta palabra inventada surge del término objetofilia, que consiste en sentir atracción emocional y sentimental hacia un objeto.
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Vamos a dejar en claro que todas las palabras que aparecen en cursiva y tienen un sonido medio absurdo o raro, son palabras inventadas. Si bien nunca expliqué esto, en la otra historia hacía lo mismo. Es una manía mía, no se tomen esas palabras muy en serio ¿ok? Saludos, espero les haya gustado y... oh, oh... problemas xDDD
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