Luke.
Bueno antes que nada, mil millones de gracias a todos los que me saludaron por mi cumpleaños por todos los medios que consiguieron. Les juro, creo que nunca en mi vida tuve tantas felicitaciones así que muchas gracias. Ahora, les dejo un cap que es como... bueno ya saben un interludio. Espero les guste, he tenido varios problemas esta semana y recién hoy pude escribir algo. Saludos ^_^
Capítulo XVIII: Luke.
—¿Lucas?—murmuré desde mi lugar en la cama, mientras lo veía deambular de un lado a otro armando su “nido”.
Estábamos inmersos en ese proceso silencioso post confesión absolutamente desconcertante, en el que ninguno sabía bien qué decir o cómo sin traspasar la frontera de la amistad. Bueno, al menos yo no lo sabía. No es un tema que se aborde a la ligera, simplemente no podía soltarle la gran pregunta y esperar que me respondiera. Aunque lo curiosidad estaba quemando mis entrañas y tal vez quizá el alcohol también, pero no se fijen.
—¿Hm?
Bien, esto era ridículo por todos los cielos. Íbamos a ser amigos, ¿cierto? Sin duda yo debería ser la primera en establecer los límites de esta lo–que–sea–cosa que estábamos pretendiendo.
—No tienes que dormir en el piso—dije a toda prisa, antes de que la idea y el coraje de la bebida me abandonasen—. Es decir, aquí entran como tres personas…
Hice un gesto ondulante con la mano y él me observó enarcando una ceja suspicazmente, aun teniendo una única lámpara encendida en la habitación fui capaz de ver su rostro dubitativo. Dejó caer el cojín que sostenía entre sus manos y lentamente se fue acercando.
—¿En serio?—Uf estaba bastante escéptico conmigo, ¿realmente había actuado tan mojigata en este viaje?
—Claro. —Para darle mayor credibilidad a mis palabras, abrí el lado de la cama que todavía seguía correctamente hecho y lo insté con una miradita—. En aras de fortalecer esta amistad, no sería justo dejarte dormir en el piso un día antes de la boda.
Tal vez en un análisis más profundo de ese razonamiento, le hallaría un sentido rotundamente diferente a la frase, pero en ese instante juro que hasta yo me la creí.
—Me ganaste con eso—musitó él brincando, o sea literalmente brincando, al lado desocupado—. ¿Luces?
—Por favor. —Entonces se estiró para matar la última chispa de claridad en la habitación y todo se volvió demasiado oscuro como para ser amistoso. Sí, sin duda algo había fallado en la formulación del plan en mi cabeza y la realización del mismo, pero no es como si pudiera echarme atrás ahora.
Solté un insonoro suspiro, tratando de ocupar la menor parte de superficie de lo que era capaz. Aun así sentía el frío mezclado con el calor emanando de su cuerpo como olas hacia el mío, ¿siquiera era eso posible? Seguramente no debía ser natural.
Entonces él se movió arrastrando un milímetro de la colcha en su dirección, y me petrifiqué. Él volvió a moverse, en esa ocasión llevándose—supongo—las manos a la nuca. Cada ondulación de su cuerpo parecía maximizarse en la oscuridad, me preguntaba por qué esto era así. No era tan consciente de su persona a plena luz del día, es más me atrevería a decir que ni estando abrazados lo sentía tanto como ahora. ¡Dios! ¿En qué estaba pensando al invitarlo a la cama? Yo no dormiría esa noche, ya estaba dicho.
Lucas dio un giro completo, casi como si le costara encontrar una posición y en ese segundo su pie golpeó el mío, me contraje cual ratón atrapado robando en la cocina. Yo era patética.
—Lo siento—murmuró, voz ronca de por medio. Obviamente por el sueño, eso era sólo por el sueño.
—No pasa nada.
Y no lo hacía, estábamos compartiendo la cama. Yo había pensando que lo haríamos desde el inicio, así que en verdad no pasaba nada. Este no era el primer hombre que dormía conmigo, esto debería ser un juego de niños para mí. «¡Actúa como una mujer adulta, Keila!»
—¿Quieres…?
—¡Auch!—Sentí el jalón de su mano y volví a retirarme hacia una esquina segura—. ¿Qué estás haciendo?
Él soltó una breve risita y sacudió la mano que se había enganchado a mi cabello.
—Me gusta abrazar la almohada—explicó ahora con la voz ahogada. ¿Estaba boca abajo? ¡Jesús! Se movía mucho y yo estaba como demasiado petrificada en mi rincón, acabaría llena de nudos si no me relajaba un poco. Era Lucas, ¡por dios del cielo! Mi futuro y aún no oficial, amigo—. Tu cabeza estaba en mi almohada.
—No es cierto—bufé indignada, si me echaba más hacia el costado terminaría con la cabeza sobre le mesa de luz.
—Lo es…
—Claro que no. —Y allí dejaría esa conversación. Tenía la extraña sensación de que él sólo buscaba picarme.
—De acuerdo. —¿Había una sonrisa en su tono? Habría matado por poder verle el rostro en ese instante.
¿Sería esta otra versión de Lucas? ¿Se sentiría ahora más relajado tras aclarar las cosas entre ambos? No podía decir que estaba relajada, eso no parecía que pudiera ocurrir en ningún momento pronto. Sé que está mal pensarlo, pero habíamos estado armando todo esto en los pasados días, algo que comenzaba a sentirse autentico. Y luego, bum. Saber que Lucas pertenecía a otra persona no debía importarme, pero me importaba. Me preguntaba por qué ella no estaba aquí con él padeciendo su inquieta presencia en la cama, por qué había decidido no quererlo. Lucas era taciturno y distante, pero ¿habría sido así siempre? Nunca había sentido nada fuerte por otra persona, por lo que me era bastante difícil saber la dimensión del dolor que puede causar un rechazo. Dios, tenía tantas preguntas.
Coloqué mis manos sobre mi abdomen, jugueteando con mis dedos. Esto era genial, había cogido una de sus manías casi sin darme cuenta. Detuve mis dedos y giré mi rostro en su dirección, ¿estaría dormido?
—¿Luke?
—¿Hm?—Él debía patentar esa respuesta.
—¿Te puedo hacer una pregunta?—esperé un segundo mientras lo sentía volteándose levemente para enfrentarme, aún cuando no podíamos vernos él me estaba dando la cara.
—Adelante.
—¿Por qué una llave?—Recordaba haberme enfocado en su collar antes, pero sin darle verdadera atención. Él llevaba esa llave todo el tiempo colgada al cuello y siempre lo veía acudir a ella, casi como si tuviera que verificar que estuviese allí.
Era un regalo de compromiso un poco peculiar, debemos admitirlo.
—Mm… creerás que es un poco tonto. —Se detuvo a sí mismo, dejándome un momento para interrumpir o sólo aguardar. Decidí darle su tiempo—. Ahora que lo pienso, sé que es tonto y cursi…
—¿Por qué?
—Bueno, era… la llave de mi corazón…—Él rió avergonzado por sus propias palabras, pero aunque quise darle una sonrisa de aliento no pude hacerlo. ¿Lucas era capaz de tener detalles así? La idea de él ofreciéndose de ese modo romántico no me cuadraba y aún así, no dudaba que estuviese diciéndolo en serio—. Quería que sólo ella tuviera acceso directo a él.
—No creo que sea cursi—espeté sin vacilar. Él no dijo nada, tal vez como yo necesitando de ese instante para procesarlo todo.
Definitivamente esta era una versión nueva de Lucas, una que jamás pensé en conocer. Había tanto más de las personas que no se captaba a primera vista, me parecía imposible pensar que dos días atrás yo creía que fuera un ser desprovisto de emociones. Lo había juzgado duramente, cuando ni siquiera sabía qué lo llevaba a ser como era. No lo estaba excusando, porque cada quien elije lidiar con los problemas de la forma que mejor le convenga, pero era un motivo que no podía ignorar. Lucas era capaz de sentir algo, algo fuerte y legitimo.
—¿Por qué dijo que no?—Maldita curiosidad, no tendría que haber preguntado. Pero una vez que las palabras salieron de mi boca, fue demasiado tarde para retractarse.
—No lo sé… sólo ella conoce los motivos. —Sabía que había mucho más allí de lo que estaba diciendo, pero para ser honesta me sorprendió que respondiera siquiera—. Le gustaba mucho lo que hacía, por eso le hice la llave—su voz cortó a través de la oscuridad como si estuviera hablando consigo mismo—. Nunca antes le había hecho algo a alguien que conociera, normalmente todo termina en manos ajenas… nunca sé qué ocurre con mis trabajos. Pero la llave, iba a ser suya…
No entendía a qué se estaba refiriendo y de no ser por su silencio repentino, ni me habría atrevido a interrumpirlo.
—¿Hecho algo?—inquirí suavemente.
—Mm sí, ya sabes… hacer un presente…
—No entiendo.
—Bueno, básicamente todo lo que hago es para vender y nunca sé adónde va. —¿Se refería a su empleo? Yo todavía no tenía idea a qué se dedicaba.
—Como… en tu trabajo, ¿dices?
—Claro en mi trabajo. —Parecía extrañado por tener que aclararlo, pero un segundo después cayó en cuenta de con quién estaba hablando—. Tú no tienes idea de lo que hago, ¿cierto?
—Atrapada.
—Hago joyas, trabajo en una joyería…—¿Joyas? ¿Estaba de broma? ¿Lucas y las joyas tenían alguna relación? Bueno a decir verdad, no tenía idea cómo reaccionar ante eso. En ningún momento hice amago de intentar adivinar su profesión, así que esto resultaba ser un dato interesante—. ¿Por qué crees que soy el encargado de los anillos?
—¿Los has hecho tú?—Genuina sorpresa retocando mi timbre. Claro, no había visto los anillos pero que mi “novio” fuese el encargo de hacerlos, bueno no era un detalle menor. Podía sentirme indirectamente orgullosa de él, ¿verdad? ¿Eso hacían los amigos?
—Sí, son mi regalo para Sam y Jace… bueno, nuestro regalo—añadió nuevamente con ese toque de diversión en la voz. Así que él también pensaba en ambos como una pareja, al menos en lo concerniente a la boda. Esto era nuevo.
—¿Los tienes aquí?
Una pausa.
—Claro, ¿te gustaría verlos?
—¿Joyas y mujeres? ¿Estás preguntando en serio?
Él salió de la cama tan rápido como había entrado y yo me estiré hacia su lado para encender la lámpara, Lucas fue hasta su maleta envestido en un simple par de bóxers a cuadros. ¿Estaba acostado sólo con bóxers? ¡Qué dios se apiadara de mí! Tratando de mantenerme lo más digna—y amigable—posible, aparté la mirada de su turgente trasero en tanto que me daba la espalda. Pero mis ojos se desviaban casi sin permiso, siguiendo la línea invisible de su columna hasta unas estrechas y masculinas caderas. Los bóxers estaban perfectamente presionados contra las curvas de una retaguardia digna de pasarelas, no podía ser legal que un hombre presumiera tremendas posaderas. Entonces él se giró atrapando mi mirada al instante, no dijo nada y básicamente se lo agradecí. Porque sabía que no había absolutamente nada amistoso en mis pensamientos y quizá, sólo quizá eso le había agradado.
—Aquí están. —Me tendió un estuche de terciopelo negro, lo bastante grande como para que cupieran las dos alianzas allí.
Empujando a un lado la pecaminosa visión de su culo en bóxers escoceses, me regodeé con la idea de ver los anillos antes que nadie más. Esto de ser novia falsa del joyero tenía sus ventajas. Abrí suavemente el estuche y me quedé mirando con reverencia las dos bandas que había en su interior. No eran específicamente doradas como las que se suele ver comúnmente, eran más bien plateadas con toques difuminados de dorado.
—Wow…—musité incapaz de decir algo más coherente. Eran hermosas, no voy a negarlo o a exagerarlo, eran perfectas—. Son…
—¿Te gustan?—preguntó él casi como sintiera dudas al respecto. Lo miré estupefacta, estaba sentado a mi lado en la cama con los ojos fijos en mi rostro.
—Son… estupendas, Luke.
Sonrió, una de sus sonrisas no patentadas pero sin duda genuinas. Tenía casi la certeza de que le agradaba que usara ese apodo, su rostro se veía distinto cuando me oía decírselo, incluso mi voz se sentía distinta. Era como un modo implícito de marcar un antes y un después, Luke era mi manera de decirle que estábamos comenzando a intentar esa amistad que él necesitaba.
Pasé mi dedo por la alianza más grande—la de Jace—, ambas tenían un grabado en ellas… pero no estaba segura de lo que eran.
—¿El latido de sus corazones?—El grabado atravesaba la alianza y por la oscilación irregular, parecía el latido de un corazón.
—No—musitó sacando la más pequeña del estuche para observarla—. Es el sonido de sus voces al decir: acepto.
—¿Grabaste el sonido de sus voces en los anillos?—Él rió jugueteando con la alianza como si fuese la cosa más común del mundo.
—No es un grabado, es un calado. —Ahora estaba presumiendo sus conocimientos—. El grabado no atraviesa la joya, sólo la marca.
—Cualquiera diría que sabes de lo que hablas. —Puse la cabeza de lado burlándome de él y Lucas me dio un empujoncito en el hombro.
—Soy un experto…—Y aunque no parecía decirlo en serio, sabía que no cualquier persona haría anillos tan bonitos sin saber sobre el tema.
—¿Qué material es?
—Oro blanco.
Ambos guardamos las alianzas en sus lugares nuevamente y le devolví el estuche como si estuviera pasándole la llama olímpica. Era la importancia y la reverencia con la que se debía tocar algo así, no podía siquiera imaginarme la presión que tendría Sam al lucir eso todos los días de su vida.
—Me encantan—Le dije mientras lo observaba retirarse nuevamente hacia su maleta—. Debe ser muy costoso lucirte.
Él se volteó para darme una mirada confusa y no pude más que soltar una carcajada ante su expresión.
—Algún día te haré algo.
Y aunque no era una promesa de que tendríamos más días luego de la boda, había un algo más en sus palabras. Quizá esto de la amistad podría seguir en Seattle, quizá había un algo más para nosotros.
***
Lo único positivo de despertar por obra y gracia de la naturaleza es que tu cerebro no resiente algún sacudón inoportuno. Me tallé los ojos con las manos, intentando dirimir dónde estaba y con qué propósito; cuando las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar, me espabilé. ¡Hoy era la boda! Y no sé por qué estaba emocionada al respecto, no iba a casarme yo. Pero sin duda quería que esto ocurriera y no ocurriera, esto segundo por motivos que no pienso explicar.
—¿Luke?—Llamé sentándome en la cama en busca de mi novio falso, pero no hubo respuesta. «Extraño»
Esperaba sentirme ligeramente mareada por la ingesta algo indiscriminada de alcohol de la noche anterior, pero mi estomago y mi cabeza se sentían en el lugar correcto (para variar). ¿Quién dice que años de práctica no mejoran la resistencia? ¿Y dónde rayos estaba Lucas? ¿Es que no podíamos comenzar un día bien?
—¿Lucas?—Me salí de la cama directo a la sala, pero allí estaba tan vacío como el resto de la suite. ¡Hombre que me haría ganar paciencia a pulso!
Estaba apunto de ir por mi celular cuando sentí que llamaban a la puerta. ¿Se habría olvidado su tarjeta magnética? Como la gran mayoría de las cosas en mi vida, abrí sin siquiera preguntarme quién podría estar llamando o por qué, pero cuando me encontré con un completo desconocido frente a mis ojos comencé a replantearme eso de ser tan incauta.
—Buenos días, señorita.
Al menos podía decir que era un desconocido educado y vestía como uno de los botones del hotel, lo cual descontaba que estuviese allí con ánimos de hacerme daño.
—Hola…—musité encogiéndome en mis pies descalzos, ¿se habría dado cuenta que sólo estaba llevando una camiseta—sin sostén—y shorts de deporte? Pues si lo hizo atinadamente no lo mencionó.
—Servicio a la habitación—indicó empujando una mesita que tenía hábilmente oculta en el pasillo.
Me encogí de hombros dejando al hombre hacer su trabajo, mientras disponía mi “pedido” en el centro de la suite. Luego de una sonrisa educada y una cosa muy parecida a una reverencia, él se marchó, sin pedir propina lo cual también fue un punto a su favor. Miré el carrito que tenía una bandeja repleta de comida que no entraría en mí ni a empujones y en la esquina de la misma había un papel blanco doblado pulcramente. Haciendo caso omiso de la comida, fui directo a la nota como cualquiera con un poco de sentido común haría.
“Espero que algo de la bandeja sea de tu agrado, te estaré esperando abajo cuando termines. Tomate tu tiempo y búscame en la calle.
Besos, Lucas.”
Ahora, eso era totalmente injusto. ¿Quién podría desayunar tranquilamente así? ¿Y por qué la nota? No me di tiempo de analizar nada, como tampoco de preguntarme ¿cómo supo el momento exacto en que despertaría? No, no iba a pensar nada de eso.
Me empujé dos donas azucaradas por el tracto digestivo (eso espero) y algo de Ocean Spray que las ayudara a encontrar su destino, para luego deslizarme en unos bonitos jeans azules y una blusa gris con un águila negra que resaltaba a la chica mala en mí. No estaba segura si ese era un atuendo aprobado por Lucas o no, los jeans eran de su colección eso debía de contar, ¿cierto? Una vez que tuve mi cabello correctamente despeinado—¡Dios adoraba mis mechas libres!—salí de la habitación a la carrera. Tenía todas estas preguntas y teorías conspirativas que explicaban la razón del desayuno y la nota, pero esperaba que la realidad me sorprendiera… para variar.
Una vez que estuve en el hall eché una mirada a todos los rostros que pululaban por doquier, pero no había rastros de Lucas. Aunque su nota decía que lo buscara en la calle, lo cual haría a pesar de que no me sonara con mucho sentido. Uno de los mozos, botones o lo que rayos fueran me abrió la puerta principal y me precipité hacia la fría mañana. «Oh sí, era de mañana» Tras estudiar a la multitud de carros aparcados en la media luna que enfrentaba al hotel, me paré en la punta de mis pies tratando de obtener una visión mayor del entorno. ¿Dónde podía estar?
Y mientras esa pregunta tocaba mi mente, mis ojos chocaban con un cabello rubio algo desalineado pero indiscutiblemente familiar. Lucas estaba al final de la media luna, pero no en un carro sino posicionado cómodamente sobre una motocicleta roja y negra que consiguió despertar un antiguo y tonto pensamiento en mi cabeza: Lucas despeinado, conduciendo una Harley Davidson hacia el atardecer, con una chaqueta de cuero y un arete en su ceja. No había arete, ni atardecer y estaba bastante segura de que esa no era una Harley Davidson, aún así la visión fue bastante inspiradora.
—¿Qué…?—comencé a preguntar en tanto me acercaba vacilante a este hombre que sin duda había sido cambiado una vez más sin que yo lo notara.
—Sé que tienes ganas de ver la ciudad antes de irnos, así que… tengo un itinerario. —Levantó con su mano lo que parecía un mapa—. Bastante gasolina, está motocicleta y un casco extra, ¿qué dices?
¿Acaso esperaba que dijera que no?
—¿De dónde sacaste la moto?—musité con una estúpida sonrisa insistiendo en curvar mis labios.
—Tengo mis métodos—respondió él todo misterioso, para luego entregarme un casco blanco—. Entonces, ¿te quieres perder conmigo unas horas?
Jalando el casco de sus manos me apresuré a meter mi cabeza en él, un segundo después crucé una pierna por sobre el asiento instalándome perfectamente a sus espaldas. Tras enlazar mis brazos a su cintura, coloqué mis labios cerca de su barbilla ligeramente ensombrecida por la barba de un día.
—Perdámonos—susurré, notando y compartiendo la media sonrisa en su boca.
—Hagámoslo.
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Ahora bien, tenía estas dos imagenes ilustrativas del capítulo... y no sé muy bien cuál dejar. Así que opté por los anillos, así tienen una idea de como se ven. En cuanto a la otra imagen, la dejo en mi twitter, es la visión inspiradora según Keila.
@Tammy_TF88
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