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Limbo mental.

¡Feliz sábado a todos! En realidad no tengo mucho que decir en este momento, sólo que disfruten su fin de semana, del capítulo y de la vida también xDD Me dijeron que diga cuánto falta para el final, pero honestamente no sé. Tuve una visión del final, sé cómo y dónde va a ser, pero aún no sé cuánto me va a tomar en capítulos. Técnicamente este cap tendría que haber sido más largo, pero en mi cabeza siempre parecen más cortos de lo que resultan en papel. Espero entiendan, a leer... xD

Capítulo XXXIII: Limbo mental.

—Paula, ¿qué tienes que hacer el viernes por la noche?

—Si esa pregunta viniese de un hombre, diría: todo lo que tú quieras, cielo. —Se volteó para otorgarme un gesto irónico, mientras paseaba su mirada por mi cuerpo—. Pero te falta demasiado abajo y te sobra arriba, como para poder tener suerte conmigo.

—Muy graciosa—musité, sentándome en uno de los taburetes que enfrentaban la barra—. ¿Tienes o no algo que hacer el viernes?

—Dices además de llenar mi trasero de grasas saturadas, no, ¿por qué?

Medio intenté una sonrisa en tanto que sacaba las entradas para la exposición de mi bolsillo y las deslizaba hasta ella.

—¿Museo de arte? ¿Exposición nocturna? ¿Tal vez unos mojitos de ese lugar que te gusta luego?—Coloqué mis manos juntas delante de mi rostro en forma de ruego y esperé. Ella estudió las entradas por un largo segundo y luego observó mi expresión de forma vacilante.

—¿Arte, cariño? ¿Un viernes por la noche?—Hice todo lo posible por pasar por alto ese comentario tan poco culto por su parte, en serio a veces no tengo idea cómo es que ella y yo somos mejores amigas. Más cuando mi nivel cultural se extendía hasta el segundo de preparatoria—. Creo que me tienta más todo eso de tú coqueteando conmigo.

Rodé los ojos.

—Vamos, no me dejes tirada. No quiero quedarme en casa mirándome las uñas mientras…—Me detuve abruptamente, puesto que me negaba rotundamente a cargar a Paula con todo mi drama existencial. Ni siquiera yo entendía aún lo que había pasado como para intentar ponerlo en palabras claras para otro.  

—¿Mientras qué?—me aguijoneó obviamente notando mi traspié.

—Nada—mascullé haciéndome la tonta—. ¿Me acompañas o no?

Paula comenzó a pasar el trapo que tenía en la mano a lo largo de la barra, como esos camareros de películas que siempre están dispuestos a prestar una oreja y no juzgar a los parroquianos necesitados de consuelo. En este caso, yo me sentía como uno de esos que deben expiar culpas aunque eso no sirviera de mucho.

—Cuéntame…—Una frase a la que una mente atormentada como la mía, no podía resistirse por más que quisiera. Y a decir verdad, no quería.  

Cerré los ojos apuntando ausentemente hacia una botella que tenía en el exhibidor. Ella la tomó, colocó un pequeño vaso de medidas de vodka delante de mí y sirvió el contenido transparente hasta el tope. Hubiese estado genial que en verdad fuese vodka, pero estábamos en horario laboral así que debía conformarme con un poco de agua tónica y esperar que surtiera el efecto dramático deseado.   

—Lucas me obsequió las entradas—comencé mediando un sorbo para darle soltura a mi lengua—. Al principio íbamos a ir juntos, pero en plena madrugada recibió una llamada telefónica y me dijo que ya no podía ir.

—Oh…

Sentí que alguien se arrimaba a nosotras y al levantar la mirada de mi pequeño vaso, noté que Georgi se encontraba limpiando una copa como si en realidad la copa estuviese sucia mientras me observaba atentamente. Esto cada vez se parecía más a una escena muy chabacana sacada de la peor telenovela, pero me valía una mierda.

—Cuando le pregunté qué había ocurrido, me pidió disculpas y dijo que era un compromiso que no podía rechazar. Intenté no presionarlo, porque esperaba que me lo dijera él solo… pero no lo hizo—me encogí de hombros y vacié el contenido de mi vasito, con un gesto le pedí otra ronda a Paula—. Sólo hizo de cuenta que nada había pasado, me dijo: invita a Paula, dile que vaya contigo. No quiero que te lo pierdas por mi culpa. A lo que yo respondí o al menos pensé en responder: pero me importa un cuerno la exposición, la emoción estaba en ir contigo.

—¿Se lo dijiste?—preguntó ella calmadamente. Sorbí un trago para coger coraje y negué.

—No, sólo lo pensé.

—¿Y no te dijo adónde iba?

—Dijo que era una caridad.

—¿Caridad?—interrumpió Georgi por primera vez, lo miré dándole a entender que para mí esa mierda tampoco había tenido mucho sentido—. ¿Y no te invitó?

—No…—Honestamente el hecho de que Lucas ni siquiera planteara la posibilidad de que lo acompañara, me enrabió. O sea, le habría dicho que no, pero el gesto habría sido bonito. Todo había estado tan bien, hasta que ese maldito teléfono sonó.  

—Mm…

Alcé la vista, atenta a cada suspiro o mirada conspirativa que se echaban entre ambos.

—No hay motivos para desconfiar—les informé, pero al segundo supe que esa no había sido una decisión atinada por mi parte. Ellos estrecharon los ojos suspicazmente, como si estuviesen viendo algo que a mí se me escapaba por completo. Odiaba cuando hacían eso—. ¿Qué?

—¿Dices que él te invitó, te dio las entradas y luego se echó para atrás?

Visto así no sonaba muy bonito.

—Sí.

—¿Y todo después de que recibió una llamada telefónica de un anónimo a altas horas de la madrugada?—prosiguió Paula, abandonando su posición de cantinero que escucha para convertirse en el próximo abogado del diablo.   

—Bueno… sí—musité, sintiendo como el taburete se volvía el banquillo de los acusados justo debajo de mis posaderas—. ¿Qué con eso…?

—Nada, Kei, es sólo extraño.

—Todo lo referente a Lucas lo es—espetó Paula hacia mi compañero, para luego apuntarme con su índice—. ¿Sabes con quién habló?

—Ya te dije que no, pero…

—¿Sabes de qué es la caridad?—me interrumpió mientras cogía carrera.

—Bueno… no, pero…

—¿Entonces cómo sabes que va a donde dice que va?—No lo sabía, eso era obvio pero confiaba en él—. ¿Cómo sabes que no va a ir a ver a cierta fulana? Es decir… sí, lo que ustedes tienen es lindo pero qué pasó con su ex. ¿Le preguntaste sobre ella?

—¿Por qué iba a hacerlo?—¡Dios! No comenzaba a gustarme para donde iba esta conversación, ¿acaso era mucho pedir que mi amiga me acompañara a una exposición sin que hiciera una autopsia de mi relación en el proceso?

—Keila—me reprendió frunciendo el ceño, simbólicamente la vi sosteniendo mi corazón y el de Lucas en sus manos como un carnicero—. Ese tío te dijo que estaba enamorado de su ex cuatro meses atrás, ¿crees que alguien se desenamora así de fácil? ¿Por qué no aclaraste esas cosas?

—Estamos hablando del hombre que estuvo doce años con la misma mujer—añadió Georgi, como si la herida no tuviera ya suficiente sal—. Yo pienso que es sospechoso que no te haya invitado a una caridad, es decir… es una caridad siempre se necesita más gente que done algo.

—Tal vez no podía…—razoné, ganándome dos pares de miradas incrédulas.

—No me malinterpretes, Kei, me gusta Lucas—espetó mi compañero, dándome una sonrisita de aliento—. Pero analizando lo que sabes de él, ¿realmente crees que te está diciendo la verdad?

—Es como la “reunión nocturna”—señaló Paula a Georgi—. Todo ese chiste de que tenía una reunión de trabajo, no se lo traga ni el más estúpido.

—Bueno, gracias por eso. —Aunque mi comentario pretendió ser sarcástico, había una parte de mí que se sintió herida por las palabras de Paula. Es decir, en aquel momento decidí dejarlo pasar porque no éramos nada y porque en verdad pensaba que la relación no iba a ningún lado. Luego él me pidió que formalizáramos la cosa y de algún modo vi eso como nuestro verdadero inicio, casi hasta el punto de olvidar lo de la extraña reunión nocturna.

—No te estoy juzgando, cariño—Ella me estrechó una mano cariñosamente, obligándome a sacar mi vista del infinito y posarla en su rostro—. Pero nadie merece estar metido en un limbo durante una relación, sé que ese chico te gusta y por muy dura que seas, hay tanta mierda que uno debe soportar del otro. Si él no está haciendo las cosas bien, ten por seguro que seré la primera en ir a cortarle las bolas.

—Pau…—comencé, pero ella me detuvo con un ademan.

—Sólo pregúntale o…—se encogió de hombros casualmente—…síguelo.  

—¡Oh, sí. Esa es la solución, nena!—Georgi alzó una mano y Paula le dio los cinco sonriendo con satisfacción, casi como si acabaran de descubrir la solución a las infidelidades allí mismo—. Cuando se vaya el viernes, sólo síguelo y ve dónde va. Si resulta que termina entrando en un hotel con una rubia piernuda con tres vaginas, entonces ya sabes cuánto vale como hombre y el tipo de caridad que hace.

¿Por qué Gabrielle era rubia para Georgi? ¿Por qué ambos la pensamos del mismo modo? Diablos.

—No—sacudí la cabeza con vehemencia, intentando espantar el fantasma de Gabrielle de paso—. Definitivamente no voy a seguirlo, eso es desesperado…

—No has tenido una relación real, hasta que no seguiste a uno de tus novios. Eso solía decir mi madre…

Miré a mi amigo con la boca ligeramente entreabierta. No sabía si por lo que me estaba proponiendo, o porque su madre lo aconsejara seguir novios. ¡Joder! Sí que me relaciono con gente extraña.

—Es igual, independiente de lo que dijera tu madre… no voy a seguir a nadie. Ahí planto mi bandera.

—A decir verdad—me acalló Paula—. No es una mala idea, es decir… si lo ves entrando en un evento de caridad entonces no hay daño y si lo ves en otra situación, al menos vas a saber lo verdad. ¿No quieres saber la verdad sobre esas saliditas nocturnas?

«No» Mi mente respondió antes que mi boca, agitando la cabeza y cruzándose de brazos tozudamente. Aún cuando sabía que era una actitud estúpida y masoquista, si Lucas estaba viéndose con su ex realmente no quería saberlo. ¡Oh, dios! Nunca pensé que llegaría a un nivel tan alto de patetismo, ¿cómo era posible que estuviese siquiera considerando vivir en la ignorancia?

—Sí me gustaría saberlo—dije más para acallar la voz en mi cabeza que no quería saber, que para ellos—, pero no de ese modo. No quiero seguirlo como una paranoica, prefiero sólo hablarlo con él.

—Eso también puede funcionar—murmuró Georgi, claramente no tan a favor de la conversación. Por supuesto, para él una buena persecución le pondría algo de sazón a la relación y era justamente por eso que no pensaba hacerlo.   

Paula me dio una palmadita en la mano, mientras sonreía de esa forma que muchas veces terminaba por meterme en problemas.

—Iré contigo a la exposición y si por esas casualidades cambias de opinión sobre…—Hizo una pausa, inclinándose sobre el mostrador para hablarme al oído—…lo otro, llenaré el deposito del auto.

Con un pequeño guiño cómplice, ella se alejó para hacer sus tareas y Georgi se fue por el otro lado tan sigiloso como había llegado. Me quedé un segundo más en mi taburete pensando en todo lo dicho, entonces simplemente sacudí la cabeza. Porque no había una posibilidad en mil en que considerara seguir a Lucas, eso era… mierda, eso era desesperado por decir poco. Y yo aún no llegaba a ese punto de desesperación, creo.

                                                                ***

Me atusé el cabello mientras me echaba una valorativa mirada en el espejo, me gustaba llevar el cabello corto pero había ocasiones en las que una melena larga se echaba de menos. Ocasiones como esa, en las que quería sacudir la cabeza y sentir que todas las personas en un radio de cinco metros se volteaban a verme. No sé por qué, pero siempre pensé que sacudir una cabeza de melena larga, brillosa y sedosa causa ese efecto. No que lo hubiera probado, pero yo le decía el efecto diva. Tal vez con mi cabello corto no podría causar el efecto diva, pero no que eso fuese a detenerme.

Abrí la puerta del cuarto de baño, precipitándome a la habitación con los brazos abiertos. Esperaba alguna palabra de aprobación o en su defecto un silbido, pero no hubo nada de eso. Lucas ya no estaba en la cama como lo había dejado antes de meterme en el baño, a decir verdad… ¿dónde estaba Lucas?

—¿Luke?—pregunté arrastrando mi mirada hacia la puerta, entonces sentí un sonido a mis espaldas y automáticamente me volteé.

—Wau…—Él estaba, literalmente, de rodillas ante mí. Bueno, no ante mí, sino más bien unos pasos más allá, enfrente de la puerta de su armario. Pero de rodillas al fin y al cabo—. Te ves… wau…

Sonreí dándome una vuelta para que pudiera apreciar la obra completa, él paseó la mirada por mi silueta lentamente para luego observarme a los ojos. Ok, mejor dicho a su versión de los ojos que estaban por debajo de mi cuello aparentemente.

—Oye… estoy aquí—lo reprendí sacudiendo la mano para que elevara su cabeza.

—Lo noto—susurró a tiempo que se ponía de pie, y me arrastraba hacia él por la cintura—. Te ves hermosa, creo que debería darle un arma a Paula para que mantenga a cualquier idiota a raya.

—¿Eso te incluye a ti?—pregunté en broma, buscando un lugar de él en donde colocar las manos y que esto no supusiera una invitación. Es decir, no me había esforzado por verme así para que él lo disfrutara, este era el castigo porque no me acompañara esa noche. Era mejor que supiera lo que se estaba perdiendo.

—Ay…—se quejó mordiéndose la esquina del labio. No me dejé doblegar, por muy sexy que se viera haciendo esos gestitos—. ¿Cuánto tiempo vas a castigarme?

—El tiempo que sea necesario—le di una palmada en el hombro, deshaciéndome de su amarre—. ¿Qué hacías metido en el armario?

—Buscaba una carpeta de diseños, pero es un caos—Sacudió la mano y volvió a cogerme por la cintura—. ¿Puedo persuadirte de que me dejes explorar ese vestido unos minutos?

—Ni de broma—lo corté, escurriéndome nuevamente—. Tú tienes cosas que hacer, yo tengo cosas que hacer y no vas a arruinar mi trabajo.

—Yo no diría que arruinar, sino más bien disfrutar.

—No vas a sacarme el vestido, Lucas, desiste. —Le eché una severa mirada, yendo hacia el armario pero él se interpuso en mi camino antes de que pudiera ir muy lejos—. ¿Qué?—inquirí captando un brillo cauteloso en sus ojos—. Sólo voy a sacar mi abrigo.

Lo había metido en el armario hacía unos días, para que no estuviese tirado en el apartamento. No es que yo estuviese invadiendo su espacio, puesto que él había dicho que no había problemas.

—Yo lo saco.

Lo miré hacer el camino hasta el armario, sacar mi abrigo y sigilosamente patear una caja hacia el fondo, todo en un acto que intentó esconder detrás de la puerta abierta. No entendí a qué iba tanto misterio, no es como si no hubiese visto ya el lío de ropas y papeles que tenía metido allí. Era el único hombre que guardaba papeles en el ropero, o sea ¿qué demonios? Hasta donde yo sabía ese sitio era para la vestimenta, quizá alguna caja fuerte en caso de necesitarla, pero Lucas parecía que lo usara de ático, sótano y despacho.  

—Aquí está—me tendió mi abrigo con una sonrisa de triunfo y yo le fruncí el ceño como toda respuesta—. Tengo que ducharme… ¿a qué hora viene Paula?

—En una hora—respondí escuetamente, saliendo de la habitación para dejarme caer en el sofá.

Él se perdió en el cuarto de baño para preparase para su evento de caridad, mientras yo repasaba la grilla de canales esperando encontrar algo de los felinos que tanto amaba. Después de que hubiese pasado cuatro días de su sorpresa y posterior arrepentimiento, estaba tratándolo de un modo amablemente frío. Él sabía porque y no se quejaba al respecto, sino que se mantenía dócil, amable y solícito como aguardando el momento justo para avanzar sobre mí. Lucas era como vivir con un felino en vivo y en directo, no necesitaba tanto el programa con él en los alrededores. Y si bien aún me mantenía firme en mi postura de tratarlo como se merecía por dejarme en la estacada, una pequeña parte de mí disfrutaba de él arrastrándose para variar y a otra casi le daba pena. Casi, era la palabra clave.

Me enfoqué en una película que ya había visto, intentando no pensar en el momento en que finalmente cediera ante su expresión de cachorro apaleador. Es decir, incluso aunque no me acompañara él había tenido un bonito gesto. La exposición del museo de arte sería algo estupendo, no lo pasaría a su lado pero iría. Y luego tal vez con mis humos atenuados, le agradecería como era debido. Pero no ahora, no cuando podía hacerlo sentir mal por su falta.

El sonido de pianos que ya reconocía como su tono de llamada, me sacó de mis pensamientos. Me levanté del sofá en piloto automático y me dirigí hasta el móvil que tocaba una versión en vivo de “Colorblind”, miré la pantalla donde destellaba la llamada entrante y mi mano que ya se dirigía hasta el aparato se detuvo a medio camino. Leí dos veces el nombre en la pantalla, sólo para estar segura de que no era mi mente haciéndose la graciosa. ¿Qué demonios…?

No iba a contestar. Ese no era el plan de todos modos, sólo iba a llevarle el móvil al baño para que él hablara, pero ahora nada más podía mirarlo con la boca abierta. ¿Por qué ella lo llamaba? Mi mente arrojó la pregunta, mientras otra parte de mi cerebro asociaba el nombre a un rostro, perfume y atuendo difíciles de olvidar. A una sonrisa y a una conversación que en su momento no había tenido ningún sentido para mí, y aún seguía sin tenerlo. Miré mi mano, el móvil, el nombre, sintiendo como un sabor amargo subía hasta mi garganta. No comprendí de dónde venía ese sentimiento, pero hizo que mi estomago se apretara en un puño y que una no muy sana sensación de posesividad quisiera aventar el móvil por la ventana.

Escuché la puerta del cuarto de baño abriéndose y rápidamente volví en mí, brincando sobre mis pies directo hacia el sofá. Acababa de acomodar el trasero, cuando él salió de la habitación mirándome de soslayo y luego al teléfono. Se había puesto sólo los pantalones de vestir antes de salir, lo cual decía que esta era una llamada que había estado aguardando. Y el puño en mi estomago se apretó incluso más.

—Eh, hola…—respondió dirigiéndose a la cocina—… me estaba duchando, tú muy oportuna…

No pude seguir la conversación, aunque no lo necesitaba. Sabía con quién estaba hablando y sabía que era muy posible que ella fuese la responsable de la llamada del otro día. En realidad, estaba casi segura de que ella había sido la causa de que él cambiara los planes que había hecho conmigo. Desgraciados idiotas, él y ella. Me fastidiaría menos saber que se trataba de Gabrielle, al menos para mi cabeza ella seguía siendo alguien sin rostro, voz, tono de cabello u ojos. Pero el hecho de que conocía a Eva, le daba un matiz demasiado real como para sólo ser ignorado. Y yo aquí como estúpida pensando que Lucas se sentía culpable. Sí, ¡culpable y un cuerno! Él estaba incluso esperando que ella se pusiera en contacto, seguramente todo el asunto de la caridad era tan cuento como la reunión nocturna. Paula tenía razón, todo lo concerniente a Lucas era un misterio y yo era la idiota que asentía a cualquier cosa que dijera, como si se tratara de palabra divina. ¡Dios! Nunca me sentí tan enrabiada como en ese momento, por supuesto que él no me había invitado. La cuestión es que tenía que verse con Eva, ¿para qué? ¡A quién mierda le importa! Tenía que hacerlo para luego regresar a su casa y meterse en la cama conmigo. Pues buena suerte con eso, amigo. Podía tolerar su mierda en muchos aspectos, pero tendría que estar descerebrada para dejarlo que me tocara luego de que pasara la velada haciendo “caridad” con otra.  

Él pasó directo al cuarto sin mirarme y lo preferí así, porque era muy capaz de sacarle los ojos si intentaba siquiera dar un paso en mi dirección. Cogí mi móvil, lista para decirle a Paula que viniera cuanto antes y me sacara de allí, pero en el segundo que inicié el mensaje lo borré y comencé uno nuevo.

Ven ahora, esta mierda se acaba hoy.

No estaba segura de si ella comprendería o no el mensaje, no sabía si pensaría que había enloquecido o qué, pero voy a admitir que no estaba pensando mucho en ese instante.

Llevaré los binoculares.

Sonreí irónicamente ante su respuesta, aunque sentía la picazón propia de las lágrimas amenazando con arruinar mi elaborado maquillaje. Tomé una profunda inspiración, porque llorar no entraba en mi repertorio. A decir verdad, odiaba el papel de damisela lastimada y traicionada. Si bien así me sentía, moriría y me echaría la tierra yo misma, antes de demostrarle a alguien que estaba herida. Esto era mi culpa, sólo mi culpa. Yo había decidido apostar a este hombre, cuando muy dentro de mí sabía que no valía la pena, cuando sabía que de algún modo u otro lo echaría a perder. Pero me había metido en la cabeza que podía conseguir algo o simplemente salirme cuando me diera de bruces con la realidad, pues allí estaba la realidad, señoras y señores. Ahora era el momento de salirme o hundirme de lleno en ella.

—¿Qué tal luzco?—La puerta de la habitación se abrió, revelando a un Lucas en pantalones de vestir negros, camisa blanca y un saco negro que parecía resaltar su belleza para burlarse de mí.

De acuerdo, admito que Dios tiene un sentido del humor retorcido.

—Bien…—susurré forzando una sonrisa, él puso la cabeza de lado acercándose con paso lento hacia el sofá.

—Sé que esto apesta, Kei, pero prometo que es la última vez que te voy a decepcionar con algo. A partir de mañana seré el novio ejemplar, te voy a compensar por esto.

Por extraño que parezca, sabía que lo decía honestamente. Sabía que haría que todo fuese perfecto como las pasadas semanas, que pasaríamos tiempo juntos, que nos reiríamos y saldríamos a pasear, que nos enrollaríamos casi en cualquier superficie de la casa y que todo eso sería estupendo. Haría que pareciera posible, para luego llegar un día y echarme la noticia de que iba a regresar con su ex, o alguna mierda por el estilo. Era como era, Lucas era un potencial caso de decepción. Y tendría que dejarlo antes de que realmente pensara en soportar sus idas y venidas, sólo para tener la satisfacción de disfrutar de los buenos ratos.

—No te preocupes, no hay nada que compensar—dije, levantándome para arreglarle el cuello de la camisa. Él se inclinó para darme un beso y lo acepté, porque yo no era de las que hacía escenas, ni de las que lloraba, ni las que reclamaba atención que obviamente no iba a tener. No, si él prefería estar con Eva o con Santa Claus esa noche en vez de conmigo, pues bien. Lo que lo hiciera feliz.

—¿Estás bien?—preguntó tomándome por los hombros, asentí y él presionó sus ojos verdes con suspicacia—. Te veo más tarde entonces, ¿de acuerdo? Intenta tomar muchas fotos mentales de la exposición, quiero saberlo todo.

—Claro—le sonreí, aunque se sintió falso hasta para mí—. Tú disfruta tu velada.

—Af… dudo que sea posible, pero gracias.

Volvió a depositarme un fugaz beso en los labios, se estiró las mangas del saco y se dirigió tranquilamente a la puerta. Observé su espalda mientras se alejaba, sintiendo el frío que dejó el tacto de su mano sobre mi hombro, sintiendo la tibia humedad de su beso en mi boca y el leve gusto salado que irrumpió sin previo aviso.

¡Estoy abajo, apresúrate!

 

Alcé el móvil para decirle a Paula que olvidara todo, que no quería seguirlo, que me llevara a casa para que pudiera analizar las cosas con calma y tal vez algo dulce. Pero contrario a todos los pensamientos racionales que estaba teniendo, mi cuerpo se movió por sí solo, bajando las escaleras y tomando la salida de emergencia en un último acto desesperado. ¿Cuál era el propósito de esto? ¿Verlo encontrase con Eva? ¿Y luego qué? ¿Acaso lo enfrentaría y le diría que se fuera al diablo? ¿Acaso una pequeña parte de mí realmente esperaba verlo entrar en un evento caritativo y que todo tuviese una muy buena explicación? ¿Y qué pintaba Eva en ese caso? No tenía respuestas para ninguna de esas preguntas, pero mientras cerraba la puerta del carro de Paula y le apuntaba que siguiera a mi novio, la verdad es que no me importó actuar así.

Seguramente cuando reflexionara sobre el tema me sentiría como una estúpida, pero de momento imperaba saber qué estaba pasando, necesitaba tener respuestas de algún tipo. Y si para eso debía seguirlo, pues bien… al menos saldría del limbo por mucho que eso pudiese doler.  

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Bien... supongo que en el próximo capítulo vamos a seguir a Lucas hasta el final y ver qué hace en realidad. No sé cuántos de ustedes estén de acuerdo con este método, pero... supongo que a tiempos desesperados, medidas desesperadas xDD Saludos, alguien me dijo que nunca mando besos así que... ¡BESOS! xDDD

Ahí la foto de Lucas hablando por teléfono. 

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