James Dean.
¿Qué se cuentan? Yo la verdad tuve una semana puaj, estoy enferma con estas gripes de ¿otoño? No estoy muy segura en que estación estamos, en fin... eso. Pero tenía que escribir, con fiebre, con gripe o sin ella xDD Saludos, disfruten de la lectura... o no xD
Capítulo XX: James Dean.
Keila.
Comenzaba a entender porque las bodas tenían el efecto llanto incluido, era como una condición o quizá una tradición, pues hasta donde veía ningún ser humano con una pizca de sentimientos podría evitar que sus ojos se humedecieran. La imagen de Jace estrechando la mano de Sam mientras se giraban al unísono para enfrentar al cura, el hermoso vestido griego que cubría sutilmente un hombro de la novia, la gran sonrisa demasiado feliz del novio y el momento de los votos…
Ese momento que más o menos fue así:
Cura—: Sam y Jace, ¿vienen a contraer Matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?
Ellos—: Sí, venimos libremente.
Cura—: ¿Están decididos a amarse y respetarse mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del Matrimonio, durante toda la vida?
Ellos—: Sí, estamos decididos.
Cura—: ¿Están dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?
Ellos—: Sí, estamos dispuestos.
Cura—: Así, pues, ya que desean contraer santo Matrimonio, unan sus manos y manifiesten su consentimiento ante Dios y su Iglesia.
Y está fue la parte en donde las lágrimas comenzaron a picar en más de una mirada a mi alrededor. Había una pequeña variación de lo que estuvimos ensayando, pero dudo que alguien en verdad lo hubiese notado o que Bill realmente se hubiese aprendido tanto diálogo.
—Yo, Jace Di Lauro, te recibo Samantha Hassan, como esposa y me entrego a ti, tal y como aquel primer día en el que cruzamos palabra y me convencí que nunca iba a poder tener suficiente de ti. Fuiste mi vecina, amiga, crítica culinaria y de la vida en general, pero nunca ninguna opinión me pareció tan importante como la tuya. Siempre supe que ibas a ser mía, sólo que me tomó un poco de tiempo hacerte saber que debía ser tuyo. Y lo soy, Sam—su mirada fija en la de ella—. Cada parte de mí te pertenece y te pertenecerá siempre que tú así lo quieras, y en caso de que no lo quisieras te recordaría constantemente porque debes de amarme y dejarme que te ame. Prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Sam le sonrió cubriéndose la boca con la mano libre, casi como si estuviera intentando sofocar una risa o sólo mantener las lágrimas a raya, era difícil decirlo con ellos dos.
—Yo, Samantha Hassan—inició con voz insegura—, te recibo Jace Di Lauro, como esposo y me entrego a ti…—Hizo una pausa sacudiendo la cabeza a lo cual Jace respondió con una breve risita, parecía ser una cuestión privada entre ellos—. Una vez me dijiste que en un arrebato de honestidad, lograba demostrarte más cosas que con cualquier intento de afecto. Y es cierto, no podría poner en palabras lo que haces por mí, lo que hiciste por mí… o lo que siento en este momento. Tú eres el de las palabras lindas y las confesiones románticas, pero quiero que sepas que mi necesidad de ti es infinita. Y he escrito estos patéticos votos y estoy haciendo el ridículo ante tanta personas, sólo por ti. Haría cualquier cosa por ti…—Él le acarició la mejilla dulcemente atrayéndola como si estuviese por besarla, pero no lo hizo—. Incluso casarme para que no sintieras que estamos viviendo en pecado…
Hubo varias risas desde la multitud y Jace en esa ocasión no se contuvo, la tomó de las manos jalándola decididamente hacia sus labios. El cura sonrió muy a su pesar, sabiendo que acababan de echarle a perder la ceremonia a la mitad.
—Quiero hacerlo bien contigo—añadió Sam, una vez que él la hubo liberado. Entonces miró al cura, repentinamente recordando que debía concluir el discurso del modo tradicional—. Prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.
—El Señor confirme con su bondad este consentimiento que han manifestado ante la Iglesia, y les otorgue su copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Suspiros y algunos cuchicheos se elevaron desde la hilera de personas en el público. El sobrino de Lucas se acercó a su tío, el cual le entregó los anillos bendecidos previamente y entonces los novios intercambiaron las hermosas alianzas. La mirada de Sam viajó hasta la de su hermano cuando tuvo el anillo en sus manos, y hubo una conversación muda entre ellos. Algo que dudaba pudiera llegar a comprender.
Luego de que el cura dijera algunas otras cosas sobre Dios y los anillos, los invitados estallaron en aplausos, Jace atrapó a su esposa en un sólido abrazo de oso y hubo más besos, más aplausos y lágrimas. Joder, si no hubo lágrimas allí.
***
Me paseaba por entre los bancos blancos que habían sido puestos a un lado luego de la gran comilona, la gente se había amontonado entorno al bar libre y muchos otros hacían de las suyas en la pista de baile. Ya había caído la noche y todo se veía iluminado por antorchas de jardín clavadas estratégicamente en la arena, el mar rompía no muy a lo lejos ayudando a crear el ambiente. Creo, bueno en realidad estoy segura, de nunca haber visto una boda tan bonita. El decorado, la comida, el vestido, incluso la ropa del novio… todo había sido perfecto. Jace sin duda sabía presumir su título de hombre perfecto, sólo alguien muy enamorado tendría tal despliegue para un acontecimiento de un día. Venga, ya sé que es un asunto de toda la vida, pero la boda en sí sólo es un día.
Suspiré, pasándome las manos por los brazos desnudos. Tenía un chal para ponerme, pero el vestido me lucía y yo quería lucirlo. Lo sé, está mal que yo lo dijera, pero no es como si alguien estuviese lanzándome cumplidos.
Llevándome la copa de vino a la boca, observé a mi falso novio haciendo girar a su sobrina en los brazos. No es que él me hubiese dejado de lado, en realidad habíamos estado bailando por largo rato hasta que Mani—debería preguntar su nombre, Mani debía de ser su apodo—, reclamó un baile con su tío favorito. Era su único tío hasta la llegada de Jace, así que no sé cómo tomar su comentario. Él me atrapó mirándolos y me guiñó un ojo, volviendo su atención a la conversación de la niña. Pasaron otros cinco minutos de canción, hasta que ella se sintió satisfecha o en realidad sintió ganas de ir al baño, sea lo sea él regresó sonriendo.
—Ella lo tiene en la sangre—le dije al verlo limpiarse distraídamente el sudor de la frente. Sólo Lucas el frío, estaría sudando con un clima casi invernal.
—Será toda una bailarina algún día. —Me quitó la copa de vino tan rápido que no llegué a procesarlo, pensaba que me echaría otra regañina por eso de romper las reglas. Pero me contenté sabiendo que aún podía sorprenderme, él se bebió mi vino casi como si se tratara de agua.
—Tranquilo, campeón. —Le golpeé el pecho en burla y él me disparó una mirada llena de significado, no la típica mirada arisca sino una de… no quieras jugar conmigo. Esa misma mirada retadora que a veces aparecía de la nada y lo peor de todo, esa mirada que comenzaba a gustarme sacar a la luz cada vez más.
—Lo siento, ¿estabas tomando eso?
Puse los ojos en blanco pasando de enseñarle el dedo medio como se merecía que hiciera.
—Podrías ser un caballero y conseguirme más.
—Podría, pero entonces echaría a perder todo el trabajo que me costó hacerte pensar que no soy un caballero.
Sonreí, mirándolo irónicamente.
—Créeme, Lucas, no importa lo que hagas… jamás me convencerías de eso. —Lucas se llevó una mano al pecho jadeando en ofensa.
—Bueno, sinceridad extrema ¿no es así?—Él realmente no estaba ofendido ¿o si? Lo miré, tenía su expresión inescrutable de siempre. Bien podría estar pensando en robar un banco o adoptar un perrito, todo era posible en ese momento.
—Si quieres que te mienta…—comencé, para luego dejar la frase colgando en el aire.
Me di media vuelta intentando atravesar sin perturbar, la pista de baile y a sus bailarines, él me siguió. Claro que sí.
—¿Adónde vas?—preguntó cuando mis pies finalmente llegaban a la parte de la playa que no había sido modificada para el evento. La arena se tragaba la parte baja de mis zapatos y deseé sacármelos para hundir los dedos como una cría.
No era la primera vez que visitaba la playa, pero había algo ciertamente particular en esta. Quizá era la luna grande y brillante sobre nosotros, quizá las antorchas con su aire romántico y tranquilizante, quizá era el vino… o lo oscuro y negro que se veía el mar frente a mis ojos.
—Tenía ganas de ver el mar.
—Se ve desde allí—apuntó a mis espaldas, al parecer se había detenido en la última línea de antorchas—. Donde está la gente y el piso no te traga…
Oh, al parecer a mi falso novio no le gustaba la arena en los zapatos. Mal por él.
—Tal vez, pero yo quiero echar un verdadero vistazo. —Me volteé notando cuánto nos habíamos alejado de la fiesta, a la distancia la música aún resonaba fuerte pero este sector se sentía privado. Muy privado para amigos, creo—. Puedes volver si quieres, sólo voy a tocar el agua.
—Mierda.
Reí entre dientes al oírlo avanzar en mi dirección, ni por un segundo realmente pensé que se pegaría la vuelta y regresaría, pero era bueno tener la confirmación.
—¿Tocas el agua y ya?—Él se veía tan lindo cuando tenía esperanzas. Sacudí la cabeza caminando más y más en dirección a la oscuridad de la noche, Lucas me seguía a unos pocos pasos, murmurando cosas sobre vino, comida y un ambiente más cálido—. Keila, ¿por qué no tocas el agua y regresamos?
—Porque estoy escogiendo un sitio—respondí sin más. El mar se arrastraba perezosamente con cada ola más cerca de mis pies, sólo debía inclinarme para tocar la espuma pero yo no quería ser tan simple. O quizá sólo quería ponerlo incómodo obligándolo a seguirme, lo sé… soy mala.
—No pienso avanzar más, no veo ni dónde estoy pisando. —Pero él siguió avanzando al menos unos diez metros más, que fue donde escogí detenerme.
—Aquí está bien.
—Sí, puedo notar cuánto difiere este lugar a los muchos exactamente iguales más atrás.
Solté una carcajada, aunque estaba segura de que él no intentaba hacer una broma y que en verdad estaba indignado por tener que caminar en medio de la playa. Pero, diablos si esto no era gracioso.
—¿Qué haces ahora?—inquirió, pero hice caso omiso de su pregunta y me dejé caer de trasero en la arena.
Oh, sí, sin duda ese era el sitio.
—Siéntate conmigo…—Palmeé la vasta superficie a mi lado, invitándolo a que me acompañara.
—No, yo estoy bien así.
—Eres tan divertido, Luke. —Él hundió las manos en los bolsillos de sus pantalones beige, perfilando su rostro hacia el mar a unos escasos dos metros de donde estábamos. Llevaba el chaleco abierto y éste se sacudía cada vez que el viento lo golpeaba, haciendo que la camisa hiciera lo suyo pecaminosamente bien contra su cuerpo. Aparté la mirada antes de soltarle un piropo como los marineros, yo me sentía tan capaz de hacerlo en ese momento—. ¿Qué te pareció la boda?
—Estuvo bien, la ceremonia fue concisa… y la fiesta se ve bien desde aquí.
Pasé por alto su poco disimulado intento de regresar.
—Yo creo que fue hermoso, no que te interese…—Lucas bajó la mirada hacia mí automáticamente, un gesto culpable atravesó su rostro y reí para alivianarle la carga. Estaba acostumbrandome a su manera de no hacer preguntas, a su modo de responder sin esperar nada a cambio—. Pero supongo que en mi caso, habría escogido algo más tradicional.
—¿Una iglesia?
—Sí, creo que sí. —Doble las piernas, llevando las rodillas hasta mi pecho—. Aunque dudo que pueda entrar en una.
Él no respondió y tras pasar el peso de un pie a otro varias veces, terminó por suspirar y dejarse caer a mi lado. Parecía reticente a sentarse demasiado cómodamente, extendió y dobló las piernas, hasta que optó por una posición medio recostada sobre la palma de sus manos.
—Yo no tengo idea, supongo que cualquier lugar está bien si estás casándote con alguien que quieres, ¿no?
Me volví abruptamente mirándolo estupefacta, ¿ese razonamiento había salido de Lucas? No había dicho nada trascendental, pero viniendo de él todo parece demasiado insustancial y extraño.
—Supongo—musité, cuando él me devolvió una mirada vacilante. Nos quedamos en silencio después de eso, aún cuando sentía la necesidad de hablar más y descubrir cosas sobre su persona. Sobre la boda que no fue, sobre su casi prometida, todo eso venía carcomiéndome las ideas y quería saber. ¡Diablos! ¿Está tan mal ser curiosa? Mejor no respondan a eso—. ¿Cómo es su nombre?
La pregunta brotó sin más de mis labios y me sentí incapaz de mirarlo entonces, incluso sabiendo que sus ojos estaban fijos en mi perfil. Si no contestaba simplemente dejaría el asunto correr. Una vez que el avión aterrizara en Seattle él y yo no tendríamos nada que ver, así que esta era mi oportunidad de llevar la amistad a un nuevo nivel. Pero si él decidía no confiarme eso, entonces estaríamos en paz. No tenía derecho a hacer aspavientos, ¿verdad?
—Gabrielle—murmuró con voz ronca, tras lo que pudieron ser horas de análisis.
—¿Francés?
—Sus padres lo son…—Bien, eso era mucho más de lo que esperaba obtener. Me atreví a darle una miradita, luego de cerciorarme de que él aún guardaba la calma, hablé:
—Hm…y…—¿Y qué? No podía simplemente soltarle el “por qué te rechazó”, incluso yo tenía más tacto que eso. Me aclaré la garganta, agradecida de que Lucas estuviese mirando la arena que apretaba con su mano—. ¿Cuánto tiempo salieron?
Él alzó la cabeza lentamente, estudiando mi rostro con detenimiento letal. ¿Estaba midiendo las posibilidades de ahogarme en el mar por metiche? ¿Era una advertencia para que me callara o qué?
—Bueno… oficialmente le pedí que fuera mi novia cuando tenía catorce años…
—¿Catorce?—exclamé sin poder disimular la sorpresa, él sonrió vagamente—. ¿O sea que fue tu primera novia?
—Fue mi primer todo…—Nuevamente dejó caer la vista en su mano, yo me tomé un segundo para asimilar aquello. Su primer todo… joder—. La conocí cuando teníamos diez años y a los once nos dimos nuestro primer beso.
—Y te demoraste tres años en pedirle ser tu novia, pillo.
—Estaba explorando las posibilidades…—respondió con la sonrisa bailando en sus labios, había un dejo de felicidad en su voz. Habría pensado que hablar de su ex lo pondría de mal humor, pero él parecía orgulloso de aquellos años—. En realidad quería pedírselo antes, pero me costó un poco dejar de pensar que las niñas eran tontas y más si consideras que tenía que lidiar con muchas diariamente.
—Suena como todo un infierno—bromeé, logrando que riera suavemente—. Así que salieron por mucho tiempo… comenzaron a los catorce, tú tienes…
—Veintiocho—completó él, porque de algún modo estúpido se me había olvidado rellenar aquel pequeñísimo dato.
—Entonces salieron durante…—Intenté sumar los números en mi cabeza, pero honestamente nunca fui buena con eso—. Mucho tiempo…—concluí sabiendo que sería inútil tratar con las matemáticas a esas horas.
—Fueron doce años.
¡Doce! Mi mente se negó a la idea tan rotundamente que hasta me sorprendí ante el choque de la realidad, doce años era mucho tiempo. Demasiado.
—Aguarda…—Las viejas clases de tengo tantas manzanas y pierdo otras tantas, llegaron desde algún lugar escondido en mi cabeza—. Doce y catorce no son veintiocho, son veintiséis.
—Lo sé—musitó enarcando las cejas como si me estuviera diciendo: piensa un poco. Y entonces las fichas del puzle comenzaron a encajar en su lugar, eso significaba que la relación y el rechazo, todo eso había sido hacía dos años.
La primera pregunta que saltó a mi mente fue, ¿todavía no la había superado? Pero entonces hubo otra cuestión, yo nunca había tenido relaciones tan largas. ¿Sería tan difícil olvidarte de alguien que te acompañó durante doce años? Supongo que no, supongo que dos años no serían fáciles de pasarlos lejos de la persona que quieres. No lo sabía, simplemente no lo sabía.
—¿Eso significa que durante toda tu vida sólo has tenido una novia?—Todavía me costaba pronunciar esa palabra sin sentir algo desagradable en la lengua.
—Sí.
—Joder…—Era el hombre más extraño que había conocido. O sea, sabía que había parejas de esas, pero normalmente pensaba que ya estaban en vía de extinción. Ya saben, las típicas parejas de instituto que sólo conocen una opción para el resto de su vida. ¿Qué tan triste es eso? ¿Se imaginan? ¿Una sola durante toda tu vida? Y sí, me refiero a eso—. ¿Te has acostado con una sola mujer en tus veintiocho años?
Era una pregunta peligrosa, pues nuestro nivel de amistad aún era precario como para andar contándonos intimidades. Pero yo necesitaba saber, o sea como que ne–ce–si–ta–ba saberlo.
—Yo no dije eso—respondió categóricamente, el brillo de chico malo destellaba en sus ojos de gato. Así que tenemos a un tramposo.
—No puedo creer que hayas engañado a tu única novia—le dije sintiéndome ofendida en nombre de Gabrielle. Ahora comenzaba a comprender porque lo había rechazado.
—Tampoco dije eso, hubo un año cuando yo me fui a la universidad en que nos separamos. Ella era un año menor que yo, así que acordamos terminarlo para no tener que dejar que todo muera lentamente como suele pasar. Pero si aún sentíamos interés lo intentaríamos de nuevo cuando ella acabara el instituto…
—Suena lógico. —Y práctico, muy a lo Lucas—. ¿Y qué pasó?
—Era la universidad—dijo como si eso lo explicara todo—. Estaba solo, aburrido, nunca había estado con ninguna otra mujer y me cansaba escuchar a mis compañeros hablando de…
—Aja—lo corté esperando que llegara a la parte interesante.
—Así que tenía esta compañera que se ofreció a llenar los ratos de aburrimiento y estuvo bien…
—Pero…—Por alguna razón presentía que había un pero llegando.
—Pero no era Gabrielle, ninguna otra lo era y no se sentía correcto…—Me miró, tal vez esperando que dijera algo pero mi mente estaba en blanco, absorta en el relato—. Sabía que no debía sentir culpa, pero lo sentía… así que decidí esperarla.
—Eso te deja con la exorbitante suma de dos chicas. ¡Estoy indignada, Lucas!—Él se encogió de hombro, juntando un montoncito de arena y haciéndolo correr entre sus dedos.
—En realidad tres, este año…—Mis ojos volaron a su rostro y él se detuvo como si acabara de blasfemar al mismísimo Papa—. Bueno, tú preguntaste.
Sí, pero no quería saber que ese mismo año había estado indagando en otros cuerpos. En ese momento sí me sentía indignada, la historia del pasado era el pasado, pero él estaba hablando de algo o alguien reciente.
—De acuerdo, eres un autentico gigoló. —Prefería cortar ya con el tema, lo que menos quería era oír el nombre de su amante de turno. Debía ser alguien importante si Lucas la había escogido, estaba claro para mí que no se tomaba el sexo a la ligera. Él prácticamente competía en castidad con un monje.
—¿Qué hay de ti?
Claro, amigo, sueña si crees que te diré mi número de conquistas. Había cosas que una dama debía tener bien guardadas, más cuando superaba el promedio del hombre a su lado.
—¿Qué hay de mí?
—Pues… ¿tienes novio?
—¿Realmente me haces esta pregunta ahora? ¿Cuando ya me hiciste pasar por toda esta odisea? Sabes que sí, tengo novio y estará muy cabreado cuando regresemos a Seattle, vas a tener que vigilar tu trasero.
—Puedo lidiar con ello—espetó sin creerme lo del novio. Porque, vamos, obviamente no tenía uno—. Pero, ¿hay alguien?
—No, no hay nadie…—Por más triste que sonara eso.
—¿Y tu primer beso?
Ahora eso era algo que sí podía responder.
—Mi primer beso fue en cuarto grado…
—Precoz—interrumpió en tono burlón, lo ignoré.
—Bueno, no fue un gran beso… uno de los niños, Aron Lee había apostado que podía hacerlo y entonces, ¡bum! Me encontré con su babosa boca de niño sobre la mía…
—Todo un trauma infantil. —Sonreí sacudiendo la cabeza.
—Ahora si hablas de besos reales, mi primer beso fue con un chico súper guapo por el que todas estaban coladas. Se llamaba James Dean…
—¿Bromeas?—preguntó soltando una gran carcajada.
—Oye, creo que su mamá escogió a su padre basándose en el nombre. —No me cabía dudas de que el nombre de James Dean no podía ser casualidad—. En fin, yo tenía quince y trabajaba en esta tienda de ropas de la mamá de James. Así que un día estaba preparando los maniquíes del escaparate y él abre la puerta, y se me queda viendo vestir al maniquí. Entonces dice con su voz patentadamente sexy: si te expusiéramos en ese escaparate, nunca nos faltaría clientela. Y por supuesto yo me derretí como toda quinceañera a la que un chico dos años mayor mira. Se acercó y me dio de esos besos de telenovela—Lucas enarcó una ceja sin decir nada y yo continué—: Te lo juro, había tenido hasta el último componente para hacerlo perfecto. Y fue primer beso con lengua, hasta la actualidad creo que el mejor…
—¿Y qué pasó con James Dean? ¿Salieron?
—No, él trabajaba en el cine local y se liaba con cualquier chica que iba a comprar palomitas. Aunque sí nos besuqueamos algunas otras veces…—No podía creer que estuviera hablando de mi primer beso de película con Lucas, era irreal y al mismo tiempo divertido.
—Suena como todo un partido. —La ironía bañaba su voz, y me pregunté vagamente a qué venía eso.
Pero tras mirar el mar una vez más, aparté cualquier pensamiento de mi cabeza. Deseaba tener un lienzo y oleos, deseaba al menos el cuaderno de bosquejos, cualquier cosa donde poder dibujar para hacerle justicia a esa escena. El agua se veía calma con el reflejo de la luna jugando con ella, la arena ligeramente humedecida parecía esperar por el roce de las olas. Oh, mierda, ¿cuándo iba a tener otra oportunidad como esta? Me puse de pie.
—¿Ya volvemos?—preguntó un distraído Lucas, incorporándose a mis espaldas. No respondí, dejando que la energía magnética del océano me guiase. Comencé a tirar la cinta que cerraba la parte de atrás del vestido y ésta cedió sin mucha dificultad, jalé la parte de la falda hacia arriba sintiendo el golpe del viento en mis piernas desnudas—. ¿Keila?—su voz parecía lejana, mientras el agua acariciaba la punta de mis dedos; mis zapatos olvidados unos pasos más atrás, el vestido ejerciendo algo de resistencia a la altura de mi tórax. Aún y con todo eso seguí jalando y caminando—. ¿Qué demonios?
Y entonces estuve libre de prendas, a no ser por las bragas negras de encaje que había decidido usar para esa ocasión. Obviamente el vestido no funcionaba con sostén, así que inspiré dos veces antes de dejarlo caer sobre la arena y brincar al agua casi como Dios me trajo al mundo. Y, ¡oh mierda!
—¡Está congelada!—exclamé ni bien fui consciente de la estupidez que estaba haciendo.
—¡Keila!—Él aún estaba en la playa, podía vislumbrar su silueta en la ropa de color claro moviéndose intranquila—. ¡Vuelve aquí, vas a pescar una pulmonía!
Eso era posiblemente cierto, mis dientes comenzaba a castañear para confirmarlo. Pero era el atlántico de lo que estamos hablando, debía probarlo antes de marcharme.
—¿Dónde está tu espíritu aventurero?—le grité de regreso, haciendo algunas brazadas en el agua.
Lucas no respondió y yo me limité a mirar la luna, dejando que sus rayos golpearan sobre mí. Sí, el agua estaba helada pero la sensación era indescriptible. Nunca se me habría ocurrido nadar semi desnuda en el océano atlántico, eso era lo positivo de no prever las cosas. Luego parecía que la vida simplemente me presentaba las opciones y me era imposible darle vuelta el rostro.
—Mierda…—Me volteé mirando hacia la playa, pero no pude divisar el cuerpo de Lucas. ¿Me había alejado tanto? Entonces sentí el sonido del agua agitándose a unos pocos metros de mí y me giré en redondo, tratando de localizar al responsable del sonido. No habría tiburones por aquí, ¿o si?
Y en tanto esa pregunta tocaba mi mente, algo indiscutiblemente solido apretó mi pantorrilla. Solté un grito agitándome inútilmente para liberarme y la presión disminuyó hasta ser un leve roce, entonces una cabeza rubia emergió de las profundidades oscuras haciéndome querer golpearlo con fuerza.
—¡Estúpido! ¡Casi me matas de un susto!—Comencé a descargarle puñetazos allí donde mis manos alcanzaran y él sólo rió, sacudiendo la cabeza para apartar las gotitas de agua.
—Tendrías que haber regresado cuando te dije…—Sus labios estaban pálidos y le temblaban mientras hablaba—. Hace mucho frío, Keila.
—No es para tanto…—A decir verdad, sí, pero él se había metido en el mar conmigo no iba a terminarlo sólo por la posibilidad de perder mis pulmones—. Pensé que alguien tan frío como tú, no se estaría quejando.
—No soy frío—musitó, moviendo sus manos a mi cintura para ayudarme a flotar más alto—. Pero creo que esta es una pésima idea.
—Quería nadar…
—Cariño, te llenaré la bañera si quieres…—El vaivén de las olas nos acercaba con sutileza y él no parecía darse cuenta que no llevábamos más que ropa interior, y yo ni siquiera el conjunto completo—. Salgamos de aquí.
Jaló de mí más cerca de su cuerpo y carraspeó un gruñido, cuando el mismo movimiento hizo que mi pecho desnudo golpeara el suyo. Bajé mí vista hacia sus ojos esperando a que me apartara, pero no se movió. Los dedos de Lucas se clavaron en la piel de mis caderas, enganchando casualmente el encaje de mis bragas, él seguía sin mirarme.
—Lucas…—Me sostuve de sus hombros, logrando llamar su atención de ese modo. Su mirada quemaba sobre mi rostro a pesar del frío y antes de que pudiera decirle algo más, él tiró de mí sin reparos chocando su boca contra la mía sin avisos.
El contraste entre esa sensación y el clima externo era abismal, sus labios se movían hambrientos sobre los míos, mientras una de sus manos cogía mi cabello y me inclinaba más hacia él. Su lengua penetró en mi boca, haciéndome soltar un gemido y empujar mis caderas contra las suyas. Lucas hizo descender una rápida caricia por mi espalda, hasta arrastrarse por la curvatura de mi trasero. Cerró su mano posesivamente, impulsándome con su fuerza más cerca y entonces lo sentí alzándome lo suficiente para que cerrara mis piernas en torno a su cintura. Él gruñó contra mis labios cuando nuestros cuerpos estuvieron perfectamente alineados, sentía la presión de su erección apretada en mi entrepierna. Sus besos bajaron de intensidad, pero sólo lo suficiente como para trasladarse a mi cuello y de allí cada vez más abajo. Clavé mis dedos en sus hombros a tiempo que él me alzaba aún más, para luego llevarse delicadamente uno de mis pechos a sus labios. Rasgó con sus dientes la carne que parecía más pálida bajo la luna y yo cerré mi mano en su cabello rubio, empujándolo más contra de mí. Él empujó de regreso, haciendo que me doliera y gimiera de necesidad.
—Lucas…—protesté, porque no sabía de qué otro modo decírselo. ¿Tómame? ¿Hazme tu cuarta? Todo sonaba mal.
—Lo sé, cariño…—Él bajó una mano a ese punto donde tanto lo estaba necesitando y yo me arqueé ante el contacto de su palma, mis bragas estaban húmedas en todos los sentidos—. Dios, vas acabar conmigo…
—Eso intento…—le dije entre dientes, consiguiendo que riera roncamente junto a mi oído.
—No aquí, no así…—Volvió a presionarme con sus largos dedos, pero sin romper la barrera de la ropa interior y entonces apartó la mano—. Salgamos de aquí…
Asentí bruscamente, las palabras coherentes estaban más allá de mí en ese instante. Lucas me soltó lentamente no sin antes tomar mi rostro entre sus manos y comerme y desarmarme completamente con otro beso.
—¿Mejor que James Dean?—preguntó al cabo de un minuto. Abaniqué mis pestañas hasta lograr enfocar la vista.
—¿Quién?
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Bueno, eso es todo por ahora. Si quieren ver el vestido de Sam, lo dejo al lado... no acepto criticas al respecto, esta es una elección personal xDDD Si no lo pueden ver acá, lo dejo en twitter. Saludos ^^
@tammy_tf88
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