Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Intenta ser.

¡¡Hola!! Bueno, honestamente hace mucho calor para sentarse a escribir y como que con mis continuos cortes de luz, se hace más y más complicado. Pero, a pesar de las adversidades, ya tengo un nuevo cap. Espero les guste ^^

Capítulo IV: Intenta ser.

—¿Has perdido el juicio?

—Suena como si nunca te hubiesen pedido una cita.

Fruncí el ceño ante esa observación y luego sacudí la cabeza, no, definitivamente no iba recorrer ese camino.

—No así…—espeté tratando de hallarle lógica a su propuesta. Al fin y al cabo no me estaba pidiendo nada del otro mundo, hasta donde tenía entendido los humanos normales solían relacionarse en citas como forma de cortejo. Él parecía normal y yo, bueno, hacía lo mejor que podía. Pero aún así, algo no cuadraba.

—¿Entonces cómo? ¿Hay alguna forma que llenar?

—Mira—Lo detuve alzando una mano frente a su rostro y comencé a enumerar con los dedos—. En primera no te conozco de nada, en segunda se supone que íbamos a tener una relación de negocios y en tercera…—negué suavemente—. Bueno, qué va. Aún no pensé una tercera, pero cuando la tenga…

—Escucha, estás pensando esto de un modo incorrecto.

—Claro, amigo, dame cinco mil dólares y luego pídeme salir contigo. ¿Es que no te suena espelúznate?

Lucas tuvo el detalle de asentir levemente, creo yo, acordando con mi observación.

—No intento comprar tus favores, ¿podrías escucharme un segundo?

Me aparté colocando un brazo de distancia entre nosotros, ante todo era una chica precavida (o lo intentaba, ¿vale?). Y no importaba que tan amable y lindo se viera en su jersey de lana azul, Ted Bundy[1] también lucía adorable.

—Si quieres el dinero de regreso…—comencé, aunque el cheque profirió un gemido en desacuerdo dentro de mi bolsillo. Bien, tal vez no fue el cheque, pero me gustaba creer que él también quería quedarse conmigo.  

—No se trata del dinero, eso es tuyo. Yo…

—Eh Kei, te llaman atrás.

Lucas y yo observamos hacia las puertas del restaurante a mis espaldas, en donde una de mis compañeras golpeaba tranquilamente el marco con sus uñas esculpidas. Regresé mi mirada a él automáticamente, recordándome que no debía perderle la pista.

—Voy a en un segundo—respondí y luego dejé ir un suave suspiro entre dientes. Por ninguna razón iba a intentar comprender mi repentina falta de ánimo—. Tengo que irme—mascullé girándome para tomar los tres escalones de la entrada.

—Aún no me respondes…

Di un respingo completamente estúpido, al sentir su mano cerrándose sobre mi brazo y jalándome hacia atrás. Me volteé al segundo, tratando de empujar mi corazón de nuevo hacia abajo por mi garganta, y le envié una mirada asesina.

—¡Joder, hombre! No me gusta que me toquen…

Lucas alzó ambas manos al instante, dejándome un margen de un escalón para calmarme.

—Necesito una respuesta—informó implacable. Al parecer no le importaba un cuerno el hecho de que me estuviese poniendo nerviosa.

—Bueno, entonces no. No quiero una cita contigo…comienzas a asustarme.

Él frunció el ceño como primera respuesta y yo supe que algún parentesco con Ted Bundy debía tener, pues su rostro evidenciaba lo mucho que lo fastidiaban mis palabras y aún así fue capaz de esgrimirme una sonrisa. ¡Una sonrisa! ¿Qué estaba mal en su cabeza?

—No escuchaste lo que tengo que decirte.

—Es porque no me interesa.

—No te creo—Y el escalón de distancia entre nosotros se esfumó. Él se inclinó en mi dirección, hasta que nuestros ojos se encontraron—. Si no te interesara, ya te habrías marchado.

—¿Qué te crees? Si no me voy es porque temo que ataques por la espalda.

—Ya te gustaría—su mano fue a caer justo en mi lateral izquierdo, aunque en ningún momento tocó mi cuerpo. Lo miré enarcando una ceja y él sólo continuó rascando la puerta con sus dedos, tal y como hacía mi compañera antes—. No es nada por lo que tengas que temer…

—Seguro que en la cárcel hay cientos de hombres que comenzaron con esa línea.

Él rió, haciendo que su aliento rozara mi mejilla. Condenado, también olía bien. 

—Te aseguro que no pienso hacerte nada malo.

—¿Y entonces?

—¿Acaso un hombre no puede invitar a una hermosa chica de cabello azul a una cita de tres días?

—¡¿Tres días?!—exclamé, ignorando el momento en que Lucas pasó su mano libre por sobre mi hombro para reposar su peso contra la puerta. Él, literalmente, me estaba enjaulando—. ¿Te has vuelto loco?

—Tal vez…—ironizó, aunque a mi parecer no había sonado muy irónico—. La cuestión es que pensé que eras aventurera. —La mano que descansaba junto a mi cabeza logró atrapar un mechón de mi cabello y yo me aparté deliberadamente—. Nunca había visto un cabello como el tuyo.

—No es azul, es negro azulado—aclaré sólo para tener algo que decir. Él en verdad, en verdad, comenzaba a ponerme los vellos de punta.

—Me gusta.

Alcé mis ojos hacia los suyos intentando comprende algo, pues toda la situación me parecía absurda. Estaba medio apretada contra una puerta de vidrio, con un hombre que me sacaba al menos una cabeza, cerniéndose sobre mí. Oh sí, y con toda la clientela obteniendo una buena panorámica de mi culo presionado contra el cristal.  

—Lucas…—Posé una mano sobre su pecho, la cual él miró instantáneamente. No podría asegurarlo, pero fue casi como si me abofeteara simbólicamente para que no lo tocara—. Apártate.

—¿Vendrás conmigo?

—¡No! ¿Es que no lo entiendes? No salgo a citas con extraños que regalan dinero…

—Invierten—me corrigió categóricamente.

—Lo que sea, no lo hago, no es lo mío.

—¿Te gustan las mujeres?

Rodé los ojos y en esa ocasión me importó una mierda que tan mal me pudiese mirar, lo aparté decididamente algunos pasos.

—De ser el caso, no sería tu problema.

—Bien…—Su mirada verde extraña, cayó al piso con tanta desilusión que una parte casi perdida en mi cerebro deseó consolarlo. Algo raro, porque normalmente no solían despertarme compasión las personas—. Pensaba que no te costaría tanto hacerme un favor.

Ahí estaba de nuevo con eso del favor. ¿Quién salía con alguien como favor? ¿Era su modo de recordarme que yo le debía algo?

—Me estás manipulando.

Repentinamente alzó la vista haciendo un gesto que podría pasar por ofensa, de no ser por esa nota particular en sus ojos. No estaba ofendido, ni siquiera dolido, todo indicaba que estaba actuando como tal para despertarme culpa.

—¿Cómo podría? Tú no me debes nada.

Sí, sin duda lo estaba haciendo. Y… diablos, era bueno. Pero yo no llevaba sobreviviendo los últimos veinticuatro años sola, para dejarme embaucar por un supuesto niño bonito. Cada segundo que pasaba, esa teoría se tambaleaba más y más sobre sus bases.

—No lo entiendo…—susurré escéptica.

—Si me dieras tiempo de explicártelo—La puerta se abrió en ese momento, dándome una leve nalgada y empujándome hacia Lucas. Afortunadamente me detuvo del brazo, antes de que impactara contra su pecho.

—Oh, lo siento…—Se disculpó una clienta, aunque ella no había abierto la puerta sino el pequeño diablillo que al parecer la acompañaba.

—No hay problema—Lucas me estabilizó en mis dos pies, para luego dedicarme una interrogante mirada—. No voy a…

—Escucha lo que tengo que decirte, si luego te niegas… lo entenderé.

Hasta el último vello de mi cuerpo se erizó advirtiéndome sobre esa decisión, todo indicaba que sería una terrible idea. Pero entonces la parte temeraria en mí, esa que me había llevado a salones de tatuajes, me había impulsado a tintarme el cabello de un color extravagante y agujereado mi ombligo, esa parte gritaba eufórica por aceptar su cita. ¿Qué podía perder?

No todos los días un chico lindo se presentaba en mi trabajo para subvencionar mi arte e invitarme en una cita. A pesar del aura de inocencia que poseía a primera vista, había algo más y… joder, mi chica rebelde interna quería saber qué era eso.

—De acuerdo.

—¿Si?—parecía genuinamente sorprendido.

—No a la cita, sólo a escuchar lo que tengas que decirme—Lucas sonrió—. Pero no ahora, tengo que volver al trabajo.

—Bien, ¿a qué hora sales?

Sacudí la cabeza automáticamente.

—Ni ahora ni hoy, Niño Bonito—Él presionó los ojos en finas líneas, noté entonces que no le fascinaba el mote que le había escogido. Sonreí para mí misma, satisfecha—. Mañana… pasa a almorzar y hablaremos.

Se llevó una mano a la barbilla como si estuviese sopesando sus opciones, luego asintió levemente antes de ofrecerme un apretón para cerrar el trato. Tomé su mano con algo de recelo, pero él no la presionó con fuerza, simplemente se limitó a rozar mis dedos antes de soltarme.

—Yo me encargo del almuerzo—diciendo eso, guardó ambas manos en los bolsillos y se internó entre los peatones que llenaban la acera.

Abrí la boca completamente confusa, esperando poder tener la última palabra, pero luego sólo pude reír como tonta. No tenía idea en qué me estaba metiendo, pero fuese lo que fuese, iba a sacarle partido. Lucas tenía razón en algo, yo era aventurera. Negarme a una posible aventura de tres días con él, nunca había sido una de las posibilidades más fuertes. Pero una chica tiene que actuar recato frente a un desconocido, esa era una regla inquebrantable. Junto a la de no perder las bragas en la primera cita, pero eso se las explico en otra ocasión.

                                                             ***

Había decidido tomarme ese día libre, no porque creyera que de alguna forma milagrosa Lucas me mantendría ocupada todo el día, sino que ya que iba a pasar mi almuerzo con él era mejor que el tiempo sobrara. No podía dejar de preguntarme qué clase de cita duraba tres días y por qué quería que yo lo acompañara. Definitivamente una conversación sobre ese tema requeriría más de una hora de análisis, ¿verdad? Y yo no podría robarle más tiempo a mis eternos descansos, sin importar qué tan bien le cayera a la no prometida del dueño.

En ese momento Paula y el resto del personal me observaban atentamente a través de las puertas de vidrio. Realmente deberíamos pensar en colgar unas cortinas, esas estúpidas puertas no proporcionaban nada de intimidad. Ellos parecían mis padres, enviándome a mi primer baile con un adolescente cachondo y posible asesino de jóvenes ingenuas. No podía evitar sentirme ridícula viéndolos viéndome.

Pero es que cuando Lucas me propuso comer en otro lado, mis compañeros de trabajo se revolucionaron hasta conseguir que dudara de haber aceptado: “¿Por qué no quiere que estemos nosotros?” “¿Acaso te quiere llevar a su zona de confort?” “Ten cuidado, si conduce en dirección a un bosque brinca del auto”

Esos y muchos otros comentarios extraños—sobre Lucas intentando mutilarme luego de divertirse con mi cuerpo—tuve que escuchar toda la mañana, mientras mi familia restaurantera se encargaba de darme una lección sobre el mundo y lo que los chicos querían de las chicas. Francamente me habían hartado, por eso decidí por el bien de mi salud mental y la integridad física de Lucas, aguardarlo fuera.

Un Nissan color borgoña se detuvo en la calzada y noté muy a mi pesar, como mis compañeros se deslizaban con nada de sigilo hasta la puerta para poder obtener un mejor vistazo. Les envié una mirada de advertencia, la cual recibió todo tipos de respuestas que mejor no voy a detallar. Lucas bajó la ventanilla tintada, pasando sus ojos de mí a mis nuevos diez padres a mis espaldas.

—Ignóralos—mascullé, abriendo la puerta del acompañante de un tirón para salir de allí cuanto antes.

—Bueno—Se limitó a responder él, antes de poner la primera marcha.

Suspiré con más tranquilidad, en realidad prefería pasar mi almuerzo con un asesino en potencia que con mis sobreprotectores compañeros. Nunca antes había hecho algo por el estilo, digo, salir con alguien del restaurante. Tampoco era como si esto fuese una cita, sólo había accedido a comer con él para poder discutir la posibilidad de una cita. Tiene sentido, ¿cierto?

—¿Adónde vamos?—pregunté, notando que no había bosque pero tampoco una gran concentración urbana.  

—A mi casa.

No pude evitar abrir los ojos como plato frente a su respuesta. ¿Su casa? ¿Estaba de broma? Su casa era peor que ir a la boca del lobo, era como restregarme tentadoramente contra sus colmillos.

—¿A tu casa? Oye… no creo que eso haya sido parte del plan.

Él me miró de soslayo, sin apartar por completo la vista del camino.

—Te dije que yo me encargaría del almuerzo, pensé que había quedado implícito.

—¡Qué implícito ni que nada! Esto es un truco barato, Lucas—Su vista volvió a mí pero por un lapso más largo que el anterior, parecía bastante interesado en alguna parte de mi rostro que yo no lograba ver. Por supuesto.

Me pasé disimuladamente la lengua por la boca, pensando que tal vez había vestigios del pequeño tentempié que tomé en el restaurante. De acuerdo, lo admito, había hecho trampa. Pero es que tenía hambre.

—No hay trucos, Keila, ordené comida China.

Entonces volvió a concentrarse en la carretera y supe que ya no íbamos a tener un viaje conversado. Era como si con esa frase hubiese zanjado la discusión. No es que yo creyera lo que me decía, pero tampoco tuve ganas de discutir con él. Sí era un truco, pues estando en su casa y con él como piloto, obviamente no podía negarme a su cita de tres días y luego hacer una salida digna. Él era doblemente más tramposo que yo.

                                                             ***

No era una casa propiamente dicha, era un piso de un antiguo hotel reformado al cual convirtieron en condominios o algo así. Lucas vivía en el piso más alto, el que usualmente cuesta más por las excelentes vistas. Y este, obviamente, no era una excepción. Me preguntaba si sería adinerado, es decir me había regalado… vale “invertido” cinco mil dólares, eso debía de decir algo sobre su cartera.

—Bonito lugar—murmuré repentinamente incómoda en mis zapatos de feria y mi chaqueta de falso animal.

Él se quitó el saco negro que llevaba y lo tiró sobre unos de los sofás, igualmente negro. No había mucho mobiliario en su casa, el recibidor sólo contaba con una mesa en la que descansaba silenciosamente el teléfono. Luego había dos sofá, un televisor y un aparador que cubría casi toda la pared que los enfrentaba. Tras un escalón que jugaba de división, se encontraba una larga mesa de vidrio y entonces las vistas panorámicas. Lo único verdaderamente destacable de su hogar.

—Bonita vista…—agregué acercándome con más confianza.

—Gracias, ¿quieres beber algo?

Me giré para enfrentarlo y sonreí con algo de malicia.

—¿Tienes jugo de arándanos?—Él me dedicó una mirada confundida, para luego sacudir la cabeza y perderse en la cocina.

Nunca nadie tenía jugo de arándanos, era uno de los pocos caprichos que me permitía con mi escaso sueldo. Pero extrañamente no a muchas personas les gustaba, lo cual por supuesto no puedo explicar. Jugo de arándanos con unas deliciosas Oreos, lo juro, el paraíso.

Al ver que Lucas no regresaba, comencé a inspeccionar el lugar con mayor detenimiento. El aparador estaba lleno de libros y fotografías, en una se podía ver un grupo de tres chicas abrazadas y sonriéndole a la cámara. Otra era un poco más antigua, tenía a una pareja de novios (o sea vestidos como novios) de la mano y también grandes sonrisas. Fruncí el ceño, levantando esa imagen y dándole la vuelta. Supuse que debía tratarse de los padres de Lucas, parecían personas agradables y felices, algo que por un momento me hizo tragar con fuerza.

La volví a depositar en su lugar y en un parpadeo fugaz, noté que había otro marco más pequeño casi oculto detrás de esa imagen. En esa ocasión tuve que contener una sonrisa boba, era Lucas. Un Lucas mucho más joven, adolescente; salía de una piscina con el cabello mojado y una camisa blanca pegada a su cuerpo.

Voy a admitir otra cosa aquí y ahora; el Lucas joven mojado estaba muy bien, realmente muy, muy bien. Si ustedes me entienden. 

Una mano me arrebató el cuadro repentinamente y volví a brincar en mi lugar de esa forma patética que ya parecía una marca registrada en mí.  

—Me asustaste—Le espeté molesta, tratando de aplacar el continúo palpitar errante de mi corazón. No tenía nada que ver con su cercanía, lo aseguro.

—¿Encontraste algo divertido?—Su pregunta no parecía ir con ánimos de ser respondida, por eso mismo le respondí.

—Es una foto muy tierna.

Lucas entrecerró los ojos, dejando la fotografía oculta detrás de la otra. ¿Por qué tenía una foto de sí mismo en su sala si iba a ocultarla?

—Mi madre la puso ahí—musitó respondiendo inconscientemente mi duda—. Ella puso todas esas fotos ahí…—añadió en un tono de voz reflexivo, como si no comprendiera del todo por qué su madre había hecho aquello.

—¿Qué edad tenías en esa foto?—Sea lo que sea que lo había tenido pensativo, se esfumó ante mis palabras.

—Era mi cumpleaños dieciocho, mis hermanas pensaron que sería divertido arrojarme al agua con la ropa puesta—sacudió la cabeza, parecía tan ajeno a esa imagen que por un segundo me pregunté si eran la misma persona—. La comida está lista…

Observé las fotografías y luego a él con curiosidad por saber más, pero como no añadió ni una sola palabra sobre el tema, me resigné a seguirlo hasta la cocina en completo silencio. Me encargaría de ese enigma más tarde.

El concepto de “comida lista” de Lucas, consistía en darme una cajita en donde se veían algunas verduras y arroz, acompañada de unos palillos con los que nunca en mi vida sería capaz de levantar un arroz.

—¿No tienes un tenedor?—Él se levantó de su taburete junto a la isla, el cual enfrentaba al mío, y se deslizó hasta un cajón de la mesada para sacar el tenedor. Nuevamente no hubo intercambio de palabras, mientras reemplazaba mis palillos por algo mucho más práctico y occidental.

Comimos con el sonido de la calle haciendo de cortina para nosotros, en ocasiones se escuchaba un bocinazo, insultos o piropos, también los chirridos del ascensor y luego… el timbre. Miré a mi compañero silencioso, a pesar de que él no me correspondió la cortesía y lo seguí con la vista hasta que la pared fue un impedimento. Descubrí entonces que Lucas era una persona de contadas palabras y al parecer, no estaba dispuesto a desperdiciar ni una de más conmigo. «Extraño»

—Ten…

Brinqué en mi culo nuevamente, a tiempo que él pasaba su brazo por encima de mi hombro para servir algo en mi copa vacía. ¡Jesús! ¿Este hombre no sabía lo que era no asaltar a la gente distraída? Al terminar esa comida, necesitaría un trasplante al corazón.

Una vez que fui capaz de controlarme, bajé la vista a mi copa ahora repleta de un líquido rojo. No podía ser cierto…

—¿Es jugo de arándanos?—pregunté, aunque reconocería una botella de Ocean Spray en cualquier lado. Él asintió y yo en agradecimiento tomé un buen y largo trago.

Lucas había pedido que le trajeran jugo de arándanos a la puerta, para poder cumplir con mi peculiar pedido. Bien, acababa de ganarse un punto de agrado, no que eso restara algo a su mutismo. Pero si él hablara más, estaría peligrosamente cerca de ser “demasiado bueno para ser real” y prefería que de momento, al menos lo real siguiera siendo la parte más importante.

La comida se acabó demasiado rápido para mi gusto, pero al menos Lucas había bebido conmigo jugo de arándanos a pesar de que ponía mala cara siempre que le daba un trago. Extrañamente su comportamiento extraño, no me ponía nerviosa. Estaba comenzando a sentirme cómoda en su silencio analizador, en sus maneras moderadas de hacer casi todo. Como cuando se levantó para buscar el jugo, o cuando cogió los restos para lanzarlos al bote. Todo había sido tranquilo, calculado y premeditado. No podía evitar preguntarme qué cosa lo alteraría y cómo se vería fuera de sí.

—¿Todo estuvo bien?—inquirió una vez que hubo ocupado su lugar nuevamente.

—Sí, delicioso—me empiné los restos de jugo que quedaban en mi copa, captando al instante su mueca de desagrado. Casi río, casi. Pues una vez que la comida estuvo, bueno… comida, la isla limpia y el jugo bebido, sólo restaba una cosa por hacer. Discutir el asunto de la cita.

Había llegado a expulsar mi interés por el tema, mientras me concentraba en descubrir si Lucas rompía en algún momento su semblante de chico correcto. Buscando si mascaba con la boca abierta, si bebía con sorbos ruidosos o si intentaba enmascarar algún eructo. Pero nada, él se había comportado todo el tiempo como un correcto caballero en la mesa. Hasta ahora, el instante en donde diría la locura de la cita de tres días y entonces yo comenzaría a verlo como un rarito excéntrico.

—Acaba ya con esto—dije arrellanándome mejor en mi silla. En verdad quería oír lo que se traía entre manos.

—De acuerdo, ayer te pregunté si tenías el fin de semana libre.

—Lo recuerdo—Lo interrumpí, haciendo un gesto con mi mano para que continuase. Lucas colocó los codos sobre la isla, inclinándose hacia adelante.

«Los codos en la mesa, ja, eso era romper la etiqueta, chico»

—Bien…necesito que seas mi cita el viernes, el sábado y buena parte del domingo.

Aunque esto ya me lo había figurado, no sonó menos loco que la vez anterior.

—¿Por qué?

—¿Por que, qué?

—No voy a entrar en este juego contigo, dime para qué quieres una cita de tres días. ¿Sexo desenfrenado? ¿Estás queriendo ocultar algo? ¿O queriendo probar algo?

Él me observó como si estuviese hablando con una completa lunática, ¡pero oigan! yo no era la que estaba invitándolo a una cita extraña de tres días.

—No es nada de eso.

—¿Y qué es?

Lucas se pasó una mano por la nuca, haciendo por primera vez que sus cabellos rubios bien peinados se dispararan en distintas direcciones. Pasé saliva fuertemente, sin saber por qué y negándome rotundamente a descubrir el por qué.

—Mi hermana va a casarse, necesito que alguien me acompañe.

Bien, de acuerdo, eso sí que no me lo estaba esperando. Incluso la teoría de una sesión de sexo desenfrenado me sonaba más plausible.

—¿Quieres que te acompañe a la boda de tu hermana?

—Sí.

—¿Por qué?—pregunté sin poder creerme lo absurdo de su propuesta. Claro, y yo aquí pensando que le gustaba al menos un poquito. ¡Qué ridícula!

—Es complicado.

—Bueno, amigo, hazlo simple porque no veo con qué necesidad tú…

—Escucha—me interrumpió poniéndose de pie y llevándose ambas manos al rostro en un gesto de frustración. Pues mal por él, porque no importaba que tan bien se viera su abdomen cuando subió los brazos dejando una porción al descubierto, mi respuesta seguía siendo: ni en tus putos sueños—. No quiero que se preocupen por mí, es su día y me gustaría que toda la atención se centrara en ella. Pero sé que si voy solo, no podré sacarme a mi madre y a mis hermanas de encima…

Había mucho más allí de lo que me estaba diciendo. ¿Por qué su familia se preocuparía de que llegara solo? ¿Qué les escondía?

—¿Y no puedes ir con otra persona? No sé… alguien que conozcas quizás, un amigo o amiga—Me resultó difícil no soltar aquello con cierto toque de ironía.

Lucas se encogió de hombros, denotando que eso de hablar de sí mismo para convencerme no le estaba haciendo mucha gracia.

—No tengo amigos.

—No me sorprende—¡Joder! ¿Dije eso en voz alta?—. Es decir…

—No importa, no me molesta.

A decir verdad sonó honesto al decir aquello y me sorprendí a mí misma sintiendo algo raro en mi estomago. Como si los ácidos allí dentro se hubiesen rebelado en contra su dueña, para dejarme ver lo perra que acababa de ser con Lucas.

—Oye, seguro eres un tipo fenomenal…

—No lo soy—me cortó él abruptamente—. Y ciertamente, no estoy buscando tu aprobación, sólo dime si irás conmigo o no.

Vaya, él iba de cero a cien en un minuto. Me quedé muda por un largo rato, sin saber qué decirle. En parte estaba ofendida por sus palabras tan directas y sin una pizca de humildad, y por el otro, me sentía un tanto mal por eso de que no tuviese amigos. ¿Sería tan así? ¿Ni uno solo?

—Yo no sé…—farfullé con mi cerebro trabajando a mil por hora.

¿Si o no? No era una pregunta tan difícil, sería una boda, nada más. Seguramente tendría bar libre, lo cual ya de por sí era un gran incentivo. Y también sería una posibilidad de pasar más tiempo con Lucas, conocerlo y quizás ser su primera amiga. Pero entonces, ¿quería yo ser su amiga? Dudaba que él lo quisiera.

—Sé que lo que te pido no es algo simple, pero sólo tendrás que estar allí. No vas a tener que hacer nada más, sólo acompañarme y del resto me encargo yo.

—¿En plan de qué?

—¿Disculpa?

También me puse de pie, pues esta clase de conversaciones no podían tenerse sentada. Aunque en cualquier momento mis piernas decidieran dejar de responderme, para salir huyendo de la casa de este tipo.

—En el hipotético caso de que aceptara, ¿quién sería para tu familia? ¿Tu amiga o…?

—Mi novia—Él no estaba completando mi frase, él efectivamente estaba respondiendo mi duda—. Mi compañera—se apuró a aclarar—. No es necesario que le pongamos una etiqueta de ningún tipo, ellos se calmaran si me ven con alguien.

Asentí levemente, dejando que los engranes dentro de mi cabeza comenzaran a trabajar con mayor efectividad. ¿Por qué alguien llevaría a una desconocida a la boda de su hermana? ¿Por qué se esforzaría tanto en aparentar algo que no era verdad? Miré a Lucas y luego en un acto involuntario, jugueteé con mi labio presionándolo entre mis dedos. Era mi asunto, ya saben, un tic que no es tic pero que se denomina tic para no ser rarito.  

—¿Eres gay?

Él enarcó ambas cejas ante mi pregunta, pero luego esbozó una leve sonrisa.

—De ser el caso, no sería tu problema—respondió haciendo eco de mis palabras del día anterior.

No pude evitar sonreír a la par. Esto era una locura, realmente una verdadera locura.

—De acuerdo.

—¿Sí?—preguntó nuevamente con ese gesto de incredulidad, que casi podía pasar por esperanzado.

—Sí, será una aventura y no puedo negarme a una aventura—Me arrepentiría después de mis palabras, estaba casi completamente segura de ello. Pero si Lucas quería engañar a su familia por un tiempo, entonces ¿quién era yo para negarle esa concesión?—. Pero recuerda que se vive más libre cuando aceptas quien eres.

Los ojos de Lucas me escrutaron por un largo instante, como si no entendiera del todo mis palabras. Pero luego me recompensó con un asentimiento en acuerdo.

—Lo tendré presente.

Suspiré, dando un golpecito en la mesa.

—Y bien…dime qué es lo que tengo que hacer, novio.

Él sonrió haciéndome un gesto con la mano para que lo siguiera, entonces me indicó que me sentara en uno de los sofás, dejándose caer luego en la mesita de café que lo enfrentaba.

—No te preocupes, lo tengo todo planeado—Y con esas palabras se volteó para tomar una hoja de papel de la mesita, que un segundo después se encontraba oscilando peligrosamente en mis manos.

—¿Estás de broma?—Negó, o eso creí yo, porque en ese instante me encontraba demasiado ocupada leyendo una lista que llevaba en el título las ridículas palabras: Intenta ser.

Bien podría decir; intenta no matarme después de esto, y habría tenido el mismo efecto en mí. Me eché a reír.

[1] Un conocido asesino en serie norteamericano, que fue ejecutado por sus crímenes hacia mujeres. Se lo reconocía por su atractivo físico, el cual utilizaba para atraer a sus víctimas. 

_________________________

Bueno... espero que les haya gustado el cap. ¿Adivinen quiénes se casan? Yo sé que saben xDDD 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: