Epílogo.
¡Ok, es momento! Definitivamente hoy se termina la historia, de corazón espero que hayan disfrutado la lectura. Ya saben que esto es un pasatiempo para mí, el hecho de encontrar gente con ganas de compartirlo conmigo es estupendo. No voy a irme en palabras, ya saben que estoy feliz por terminar y que fue un placer tenerlos del otro lado. Gracias por los comentarios, los votos y por el simple hecho de esperar para leer. Fue un gusto tocar en este barco con ustedes xDD
Epílogo.
—Kei, despierta.
Era la tercera vez desde que había empezado el día en que escuchaba esas palabras: “Kei, despierta”, seguidas por el frío roce de su mano en mi mejilla. Cualquiera le respondería que se dejara de fastidiar y que por Dios del cielo, no tocara partes sensibles mientras dormía. Pero ese cualquiera obviamente no estaría familiarizado con la sensación de saber a quién pertenece esa mano como el hielo. Abrí los ojos lentamente, dándole una somnolienta sonrisa para que supiera que ya estaba regresando del país de las maravillas.
—¿Ya?—pregunté con la voz apagada. Lucas asintió, haciendo un gesto con su mano para que me incorporara.
—Sí, ya está aquí.
Sólo eso fue suficiente para que me espabilara y pegara un brinco fuera de mi silla de plástico, tomé la mano de Lucas y ambos salimos a la carrera detrás del resto de personas que comenzaban a aventajarnos. Su madre estaba de pie junto a una puerta blanca que tenía colgada una cigüeña azul de patas muy largas, la cual llevaba un cartel en su pico que rezaba “es un varón” con letra algo torpe. La mujer difícilmente cabía en sí misma de lo orgullosa que estaba de su hija, estaban en el hospital desde las seis de la mañana y ya eran las nueve de la noche. Era obvio que el pequeño Di Lauro/Hassan sintió ganas de crear expectativa y darnos tiempo para llegar. Sam nos había llamado el día anterior, pues le había prometido a Lucas que en cuanto sintiera la más mínima molestia se lo haría saber. Cogimos el avión del jefe de Lucas dos horas después de la llamada de Sam, y arribamos al hospital con el tiempo suficiente como para detenernos por un oso azul para el pequeño y un ramo de flores para la madre. E incluso para que cabeceara en la sala de espera, eso sí que había sido un gesto previsor por parte del bebé.
—Oh, Lucas… es hermoso—exclamó Jane con una enorme sonrisa, mientras se hacía a un lado para dejarnos pasar.
Al principio me fue algo difícil localizar al nuevo integrante de la familia, pues la habitación estaba a desbordar de personas. Pude ver a Bill, Lara, Sussy, Neil, Ezio, Gael, a su esposa cuyo nombre había olvidado (otra vez), a Alessia, Daniel, los pequeños de Lara y a los padres/tíos de Jace.
—Parecíamos menos en la sala de espera—susurró Lucas en mi oído, colocándome delante de él para empujarme a través del gentío.
Tuve un vistazo parcial de Sam en la cama soltando un bostezo y más allá, a su izquierda, se encontraba un sonriente Jace sosteniendo lo que supuse debía ser el bebé. Aunque desde mi perspectiva parecía un montón de mantas con orejitas de oso.
—Muy bien…—Cuando Jace habló todos centramos la atención en él, no había alzado la voz pero eso no le supuso un problema al hacerse oír—. Todos…—Paseó su mirada de una esquina a la otra asegurándose que no faltara nadie, para luego terminar posándola en el bebé—. Es un placer para mí, presentarles al pequeño Bruno Sebastián Di Lauro Hassan.
Las manos de Lucas en mis caderas se tensaron un instante al oír el nombre completo del niño, lo miré con curiosidad pero él parecía absorto en el interior de su cabeza y no reparó en mi escrutinio.
—¿Sebastián?—preguntó Jane, haciendo eco de mis propios pensamientos y seguramente el de algunos otros.
—Bueno…—Esta vez fue Sam la que habló, echando una mirada de reojo hacia donde nos encontrábamos nosotros—. Con Jace decidimos que Bruno debía tener algo de su padrino…
—Y puesto que la belleza la heredó de mí—añadió Jace con una sonrisita petulante—. Le dimos su segundo nombre.
—¿Padrino?—La voz de Lucas fue difícilmente audible, pero Sam le sonrió para dejarle claro que lo escuchaba.
—Sí…—Ella sacó una mano fuera de la cama, haciéndole un gesto para que se acercara. Lucas aspiró profundamente junto a mi cuello antes de ir a reunirse con su hermana—. Si no te molesta, me gustaría que lo fueras.
—¿Molestarme? ¿Qué tontería es esa?—Él se inclinó depositándole un beso en la frente de Sam y ella lo retuvo un instante a su lado, murmurándole algo al oído que se mantuvo sólo para ellos.
Jace le dio un golpecito en el hombro a Lucas y esté se incorporó para tomar a Bruno de los brazos de su padre.
—Dicen que los bebés recuerdan a las primeras personas que lo cargan, estás entre los cinco primeros, amigo.
—Gracias—musitó Lucas, tan conciso como siempre pero sonriendo obviamente halagado por el detalle de Sam y Jace.
Alguien se aclaró la garganta sonoramente interrumpiendo el dulce momento, y al voltearme pude ver a Ezio y Gael de brazos cruzados dándole una no tan amistosa—ni fraternal—mirada de reproche al nuevo padre.
—¡Venga, ya!—les respondió él agitando una mano en el aire—. Soy italiano, tendremos al menos cuatro o cinco más.
—¿Disculpa?—jadeó Sam, pareciendo consternada por su atrevimiento.
Jace se volvió obsequiándole una sonrisa pícara a su esposa.
—Amore, no podemos decepcionar a la familia. —Acalló su protesta con un ligero beso—. No me pongas en esta posición, es imposible que vaya en contra de la tradición.
—La tradición son cuatro o más—informó el señor mayor al que reconocía como el padre de Jace, mientras se acercaba para echarle un vistazo al bebé—. Buen comienzo—Los alentó con esa clase de asentimiento italiano que parece decir mucho más que sólo un asentimiento.
—Parece un ancianito—Cam y Mani habían obligado a Lucas a bajar al bebé a una altura un poco más accesible. Y en ese momento lo observaban con la usual curiosidad de los niños.
—Tú te veías así cuando naciste—le informó él, logrando que el niño frunciera el ceño no muy conforme con esa aseveración.
Me acerqué hasta Lucas, y la mitad de los concurrentes allí presentes también tuvieron la misma idea. Todos nos quedamos mirando fijamente al pequeño bulto en los brazos de mi novio, todavía era algo pronto para poder decir si se parecía más a Jace o a Sam. Para mí se veía como un ancianito también, un ancianito jodidamente adorable con mejillas regordetas, una mata de cabello castaño y las manitos fuertemente apretadas en puños. Lucas le tocó la barbilla con suma delicadeza y automáticamente Bruno respondió abriendo la boca para perseguir el dedo. Frente a esa escena hubo un conjunto de “aw” completamente cursis, pero que ninguno pudo contener. El efecto bebé estaba activado, no había ser humano con algo de corazón que no sucumbiera ante tanta belleza.
Pero entonces la puerta volvió a abrirse con un chirrido, rompiendo el hechizo y trayendo consigo a una gran y ceñuda enfermera.
—¿Pero qué es esto? Esta madre acaba de dar a luz, necesita descansar—La mujer se colocó las manos en las caderas, no teniendo reparos en enfrentar al gran número de familiares cogidos por sorpresa—. No pueden estar todos en la habitación.
Señaló la puerta decididamente, en tanto que nos volteábamos hacia Jace como esperando que él confirmara aquella orden.
—Venga, chicos, lo podrán ver cuando lo lleven al nido…—Él hizo un gesto para despedirnos, acercándose a Lucas para tomar al bebé.
Antes de que Jace depositara a Bruno en los brazos de Sam, me acerqué pidiéndole un segundo para poder saludarlo como era debido. Besé la frente del niño y éste emitió un suave sonidito muy parecido al maullido de un gatito, miré a Lucas preguntándome si lo había oído y por su sonrisa supe que así fue. Me abrazó por la cintura, descansando su mentón sobre mi hombro.
—Hay otro felino en la familia—bromeé, haciendo alusión a los sonidos guturales que él solía soltar cuando dormía.
—Es genial.
Sabía que quería decir mucho más con esas simples palabras, sabía que había un caudal de emociones en su mirada. Me había tomado un tiempo entender que Lucas hablaba así, que si realmente quería saber lo que decía debía mirar dentro de sus ojos.
Jace se acercó a nosotros repentinamente, robándome de los brazos de Lucas para atraparme entre los suyos.
—Tenía la certeza de que nos volveríamos a ver—Besó mis dos mejillas con la confianza típica que brotaba de él.
—¿Ah si?—pregunté apartándome lo suficiente para sonreírle.
—Completamente, reconozco a un luchador cuando lo veo.
—También yo—aseguré palmeándole el hombro en compresión. Él me guiñó uno de sus ojos grises y yo le correspondí el gesto, aunque de forma un poco más torpe.
—Recuerda, amiga—miró a Lucas que se encontraba unos pasos más atrás—. Si se pone difícil, sólo dale un papel y que haga una lista.
—¿Eso funciona con tu esposa?
Jace soltó una breve risita, para luego asentir en complicidad.
—Se caso conmigo, ¿no?
Felicitándolo una última vez por el bebé, saludé a la pareja y me reuní con Lucas en el pasillo. Él dejó caer uno de sus brazos sobre mis hombros, guiándome hacia la ventana que daba al nido de los recién nacidos. Bruno no estaba allí aún, pero había otros padres y abuelos mirando al grupo de ancianitos que ahora compartían el cumpleaños con mi sobrino. No sabía si estaba bien pensarlo así, pero Cam y Mani me consideraban su tía, y puesto que había viajado toda la noche para conocerlo al menos me merecía ese título ¿verdad?
—Espero que todos ellos viajen a Seattle cuando nazcan los nuestros—Lucas murmuró de repente, casi como si fuese consciente de lo que estaba pensando. Entonces me detuve, repasando en mi cabeza una vez más esa frase.
—¿Los nuestros?—inquirí, empujándolo hasta que su espalda dio contra la pared. Él me tomó por la cadera, obligándome a entrar en el espacio entre sus piernas.
—¿Demasiado pronto?—Enarcó las cejas de modo expectante, y no pude más que reírme por su expresión cautelosa.
—No lo sé, nunca he pensado en niños…—admití pasando mis manos casualmente por su pecho—. No creo que tenga material de madre.
—¿Bromeas?—Alcé la mirada negando suavemente—. Eres la mujer más dulce y paciente que he conocido, serías una gran madre.
—Hm…—Por muy lindo que sonara él hablando de nuestros niños, tenía mis reservas.
—Es más, puedo decírtelo con certeza.
—Con certeza, ¿eh?—Me puse a pasar mi índice sobre la hebilla de su cinturón, tratando de no darle tanta trascendencia a esta conversación. Estaba por cumplir veinticinco años y llevaba dos meses en la escuela, todavía me parecía un pensamiento lejano el de los niños.
—Sí, ¿nunca te dije que tengo el don de la visión?
Fruncí el ceño, confusa, obligándome a posar mi atención en su rostro.
—¿La visión? ¿Como un gitano?
—Mejor que un gitano, cariño—Lucas me dio un breve beso en los labios para despistarme y nuevamente se echó hacia atrás contra la pared—. El otro día mientras dormías, tuve una visión de tu futuro.
—¡Estás de juego!—Sabía que estaba bromeando, pero quería ver adónde iba a parar con todo esto.
—En lo absoluto—espetó con pretendida seriedad—. Te vi… nos vi, a decir verdad. Teníamos como cincuenta años más que ahora…
—¿O sea que voy a tener que soportarte cincuenta años más?—Lo interrumpí, fingiendo estar horrorizada. Lucas alzó las manos en disculpa, como diciendo que él no controlaba eso.
—Sí, me temo que sí. Pero estabas bastante feliz, ¿sabes? Y nos encontrábamos en nuestra bonita casa de campo, con unos cuantos niños sentados a nuestro alrededor.
—¿Niños?—¿En cincuenta años? Vamos, tampoco quería esperar tanto.
—Sí, eran nuestros nietos—Sacudí la cabeza sin poder contener una risa y él continuó—. Les estábamos contando de este día.
—¿Del día que Bruno nació?
—Aja… ellos querían saber del día en que finalmente te propuse matrimonio. Ya sabes como son los niños, les gustan los detalles…—Abrí la boca con sorpresa al oír la palabra con M, pero Lucas no pareció notarlo—. Así que les contamos que luego de salir del hospital, te invité a caminar por la playa y que allí te dije que en ese preciso lugar seis meses atrás, fue la primera vez que pensé que estaba volviéndome loco por ti. Cuando te vi sentada contándome de tus primeros besos, me di cuenta que me habías atrapado por completo y que no estaba seguro qué hacer. Así que te llevé allí para decirte eso, y también porque me pareció que era el lugar perfecto para pedirte que me regalases tu presencia por el resto de mi vida.
—¿Y qué pasó luego?—pregunté con un hilo de voz. Lucas sonrió de medio lado.
—Bueno, esa parte no se la contamos a los niños porque tal vez podíamos traumatizarlos. Pero… luego de responder el llamado de la pasión, me quité el collar que me había puesto la noche anterior y saqué el anillo que llevaba colgado. Había previsto que nos íbamos a meter en el agua, y no quería arriesgarme a perder el anillo en el mar.
—Oh…—Sentía que había lágrimas en mis ojos y al bajar la vista hacia su cuello, noté que tenía una cadena dorada que se perdía en el interior de su camisa. Jesús, no podía ser cierto.
—Así que fue entonces cuando te lo propuse.
—¿Y qué respondí?
Él cerró los ojos un instante, suspirando entre sus labios ligeramente abiertos. Tuve la certeza de que estaba nervioso, supe que había una pequeña brecha de duda al no estar del todo seguro sobre qué le respondería. Me puse de puntillas para rozar sus labios con un cauteloso beso y Lucas sonrió abriendo los ojos para mí.
—Dijiste…—se aclaró la garganta, estrechándome un poco más cerca de su pecho—. Al principio me hiciste esperar, disfrutando de mi sufrimiento pero luego dijiste que sí. Lo dijiste varias veces, mientras me besabas…
Asentí, incapaz de no sonreír. Esta era, sin ánimos de exagerar, la propuesta más extraña que jamás había escuchado.
—¿Luke?
—¿Hm?
—Te amo. —Él se inclinó para besarme pero en ese justo momento vimos que la enfermera/sargento que nos había corrido de la habitación, llevaba a Bruno hacia el nido. Así que nos desplazamos como tontos hacia la ventana, pues el efecto bebé se había activado nuevamente.
El resto de la familia también pegó la nariz contra el cristal, haciéndole caras al niño como si él comprendiera quienes eran esos lunáticos. Mi sobrino se limitó a mascar su labio inferior, para conformar a su audiencia y Lucas rió a mi lado golpeando el vidrio para llamar su atención. Estreché su mano y él entrelazó sus dedos con los míos de un modo por demás familiar. No estoy segura de cuánto tiempo pasamos allí observando a Bruno dormir, pero emanaba tantas paz de él que ninguno parecía ansioso por retirarse.
—¿Kei?
—¿Si?—Lo miré por sobre el hombro, dándole un beso en el cuello movida por la simple tentación de tenerlo cerca.
—¿Quieres ir a la playa?
Me di la vuelta, soltando una carcajada y él tiró de mí hacia sus labios, manteniéndolo lo más casto posible teniendo en cuenta a los niños del otro lado del vidrio.
—Sí, quiero.
Comenzamos a caminar hacia la salida, no sin antes informarle a Jane que estaríamos de regreso a primera hora de la mañana. Nos despedimos prácticamente a la carrera y al llegar a las amplias puertas de cristal, Lucas se detuvo obligándome a parar en el proceso.
—¿Qué?—le espeté confusa.
—Vas a fingir sorpresa, ¿no?—Iba a reírme y luego decirle que lo diera por hecho, pero entonces recordé el dicho “lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”. Así que poniendo la cabeza de lado, me encogí de un hombro y lo miré con mi mejor expresión en blanco.
—¿Sobre qué?
***
Puedo asegurarles que no todo siempre fue perfecto entre nosotros, que hubo buenos y malos momentos, pero que cualquier mal momento fue ampliamente compensado por los buenos. Puedo decirles que no hubo fuegos artificiales y que casi nos coge la guardia costera nadando desnudos en el mar. También puedo agregar que hubo risas, hubo besos y hubo una promesa de más. No sé si eso sea suficiente para ustedes, pero teniendo en cuenta que ninguno estaba esperando o buscando al otro… creo que el destino se portó condenadamente bien con este par de despistados. Supongo que inconscientemente ambos queríamos encontrarnos, pero a veces es conveniente tomar el camino más largo, disfrutar incluso los aspectos menos agradables del paseo, para asegurarte de que cuando te topes con una salida no pierdas el sentido de la ubicación en el universo.
¡Oh, sí! Me olvidaba, ¡el anillo fue sorprendente! Una banda de plata de medio centímetro de ancho con diseño de tablero de ajedrez, la cual destellaba en negro azulado al contacto con la luz. En su interior llevaba una inscripción grabada con su propia caligrafía. Lucas dijo que sería nuestro pequeño secreto, algo que debía mirar si alguna vez tuviese una mínima duda sobre él o sobre lo que sentía por mí:
“Déjame ser tuyo”
No que eso supusiera una gran dificultad, ¿no?
Fin.
__________________________________
Sé que dije que tengo un capítulo extra de Lucas, pero de momento estoy viendo si subirlo o no. Tengan por seguro que si quedo conforme con el cap. lo voy a subir. En fin, espero que hayan disfrutado de la historia, más allá de la trama y todo eso, lo que en verdad importa es que se vayan con un poquito más de esperanzas hacia las personas. Les dejo un beso a todos, gracias por leer y compartir mi locura... xDDD Tammy ^^
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro