Chica exploradora.
Estoy teniendo esta insana necesidad de escribir y mientras tengo a las musas atadas de pies y manos, siempre digo que se tiene que aprovechar el momento. Así que les dejo un nuevo cap. como siempre es un gusto escribir para ustedes. Aunque todavía no hayamos arreglado la cuestión del oro ;)
Capítulo X: Chica exploradora.
A pesar de que la conversación tenía todos los componentes para desarrollarse de un modo tenso, me sorprendí a mí misma revelándole con completa tranquilidad los detalles de mi trato con Lucas. Jace resultaba ser una persona que sabía guardar silencio para escuchar, interrumpir en los momentos pertinentes y opinar cuando la ocasión se daba. Mientras nos comíamos los sándwiches fuimos haciendo un pequeño inventario de las razones para mandar a Lucas al diablo, o para continuar con la farsa. Hasta el momento, la balanza se inclinaba avariciosamente hacia el sector de mandarlo al diablo.
Noté de forma casual, que Lucas nunca quedaba bien parado en esta cuestión de los pros y contra.
—Sabes que no estás obligada a hacerlo, por mucho dinero que te haya dado. Puedes regresárselo…—murmuró Jace suavemente, para luego darle un gran trago a la botella de champán que había logrado robar de la cocina.
—Lo sé, pero están todas estas cuestiones de que…
—Si necesitas dinero, yo puedo dártelo.
Lo miré automáticamente boquiabierta, esperando que riera y me dijera que estaba bromeando, pero no, él me devolvía el escrutinio con una seriedad implacable.
—¿Qué pasa con los hombres de esta familia? ¿Andan por ahí dándole dinero a la gente sin más?
—No suelo ser tan desprendido como nuestro amigo Lucas, pero creo que no deberías estar en lo posición que te ha puesto.
—¿Y aceptar dinero tuyo sería muy diferente?
Jace se encogió de hombros, pasándome el plato para que cogiera otro sándwich. Alcancé uno de tomate y atún, reparando vagamente en lo ridículo de la escena. Había una fiesta en pleno apogeo a unos metros de nosotros, y allí estábamos, comiendo sándwiches de atún mientras discutíamos algo de finanzas extravagantes.
—Yo no te pediría nada a cambio—repuso entre bocados.
—Bueno, por muy generosa y entrañable que suene tu oferta, prefiero dejar de aceptar dinero de desconocidos—me detuve abruptamente para darle una mirada de disculpa—. Sin ánimos de ofender.
—Ninguno, no te preocupes.
Permanecimos en un apacible silencio después de eso, verdaderamente me sorprendía lo tranquila que me sentía luego de haber dejado correr al caudal de ideas que tenía en mi cabeza. No es que Jace me hubiese brindado alguna respuesta para el extraño comportamiento de Lucas, él había admitido que no lo conocía en lo absoluto y que Sam, su prometida, prácticamente no hablaba de su hermano. Aunque aseguraba que le tenía mucho cariño y que el nombre de Lucas era traído a colación para remarcar cosas notables, para Jace su cuñado era una especie de sombra que velaba por la seguridad de su familia pero sin interponerse ante nadie. Y por extraño que sonase, me pareció una definición por demás acertada. Estaba allí para quien lo buscara, podía ser visto y fácil de localizar, pero no interfería por voluntad propia; como la sombra de la pérgola, prodigaba un cuidado que sólo alguien que lo necesitase notaría.
No era un bonito pensamiento, no podía decir si el resto de la familia pensaba lo mismo que Jace, pero el hecho de que tanto Sussy, como Jane y Lara básicamente hicieran caso omiso de su presencia daba cuenta de algo. Algo que obviamente yo no era capaz de ver. Y algo que sin duda no debería importarme, porque Lucas era una mierda conmigo que no merecía siquiera que estuviera intentando sonsacarle algo de información a su cuñado. Pero ese pensamiento no me detuvo.
Suspiré sonoramente, llamando la atención de Jace. Él me regaló una simple sonrisa, para luego clavar la vista en algún punto de la casa.
—¿Por qué estás aquí?—pregunté, casi reproduciendo su pregunta de un rato antes.
—Es mi casa—rió, porque él bien sabía que no era eso lo que preguntaba.
—Lo sé, pero… ¿no deberías estar allí dentro?—Apunté casualmente a la pecera de cristal de la cual salían risas y música casi como si estuvieran tocando un ritmo en concordancia.
—Debería—me miró frunciendo los labios, atrapado quizá en una decisión de la cual ni él estaba seguro—. Pero preferí darme un momento, les dije a todos que mi avión aterrizaba en dos horas, porque estoy intentando retrasar lo inminente.
—¿Lo de tu padre?
Asintió ausentemente.
—Sam tiene esta inclinación natural de darle importancia a cosas que carecen completamente de ella—Jace se pasó una mano por el cabello, dejándose llevar por el impulso de sus propias palabras. En parte parecía que no hablaba conmigo, yo era como una espectadora de una película en la cual no podía ejercer cambio alguno—. Sé que cuando le diga lo que ocurrió con Fabrizio, tendrá toda esta descabellada idea de que necesitaré tiempo…
—¿Y no lo haces?
—No me siento mal por él, si eso es lo que preguntas. En realidad me es indiferente, pero casi apostaría mi trasero a que ella dirá que me estoy evadiendo—sonrió, aunque el gesto fue más bien inocuo—. Entonces tendremos toda esta conversación de aplazar la boda, lo cual no estoy dispuesto a consentir. Pero allí hay una discusión en ciernes, que seguramente abalarán los demás… alguien querrá que rinda alguna especie de luto y probablemente me ofusque. Y pierda todo mi bonito humor, cuando lo único que quiero para estar en paz conmigo mismo en este momento, es saber que Sam es oficialmente mía y poder presumir de ello abiertamente.
Durante su pequeño discurso apasionado sólo fui capaz de pestañar ligeramente azorada, ¡él estaba irrevocablemente enamorado de la hermana de Lucas! Y ese descubrimiento fue tan extraño para mí; sentí envidia (sana de algún modo retorcido), alegría por él, por ella, por eso que tenían que yo nunca comprendería en toda su magnitud.
Me sorprendí amargamente pensando: así que esto es amor. Para luego oír a mi demonio interno chasqueando la lengua, ante la cursi línea que había brotado de la nada.
—Deberías decírselo—musité negándome a indagar mucho en mi propio revoltijo mental. Él alzó la mirada repentinamente, luciendo sorprendido de oírme hablar—. Cualquier mujer con dos dedos de frente haría lo que sea por ti, si tan solo repitieras esa última oración. Dile que si te quiere feliz, se case contigo sin demoras…
—Es mi intención.
—¿Entonces qué diablos sigues haciendo aquí?
Jace sonrió, una amplia y cegadora sonrisa, se puso de pie colocando el plato y la botella sobre el banco de granito para luego sacudirse en su lugar, casi como si estuviese por entrar en el cuadrilátero. No estaba segura si había influenciado su decisión o si finalmente su lapso de espera había caducado, fuese lo que fuese esperaba que le saliera bien.
—Deséame suerte.
—Ve por ella, tigre. —Él dio un paso en mi dirección, deteniéndose abruptamente cuando nos encontramos a casi un metro de distancia.
—Te daría un abrazo por ser tan comprensiva y todo eso, pero no quiero que parezca raro. Luego de lo que Lucas hizo contigo, no pretendo restarle más puntos a la familia.
Me reí con fuerza, importándome poco si alguien allí nos veía u oía. Entonces abrí los brazos dejándole claro que no me importaba, y era verdad, no me importaba recibir un abrazo de él. Por alguna extraña razón, Jace poseía una especie de aura de sosiego que hacía demasiado fácil cogerle confianza. Nos abrazamos torpemente y justo antes de apartarse él me murmuró una simple frase, reforzando así cualquier idea que me estuviese formando de su persona. Comprendí que acababa de ganarme un aliado en Portland y eso logró que el fin de semana que me aguardaba, se viera mucho menos amenazador. Con o sin bipolar Lucas al acecho.
***
“La cena” no duró mucho después de la aparición de Jace; Sam y su hermana Lara—también conocida como Mujer gritona—se apoderaron de él ni bien cruzó el umbral. Hubo preguntas y reacciones variadas, que iban desde el asombro hasta la incredulidad en casi todos los presentes. En cierto momento un hombre grande de bigote espeso, se enfrascó con Jace en una perorata que sonó muy lindo, pero de la cual no entendí una palabra. Ambos hablaban italiano de forma fluida y mientras que el hombre se mostraba preocupado enfatizando todo lo que decía con las manos, mi recientemente descubierto aliado mantenía una actitud indiferente. Luego otro hombre mucho más joven y de mirada adusta, se llevó a Jace también haciéndole conversación en italiano.
Tanta interacción en otro idioma pareció ser como la bandera de salida para Lucas, quien me buscó entre la pequeña multitud congregada alrededor de Jace, haciéndome un gesto con la mirada que expresaba más que cualquier frase dicha.
Por suerte la procesión para salir de la casa resultó ser simple, todas las féminas del clan Hassan se encontraban atendiendo distintos asuntos, dejando cada vez más patente el estatus de sombra que parecían atribuirle a Lucas. Su despedida pasó casi complemente desapercibida, ni siquiera Sam le puso marcada atención, lo cual me desanimó un poco. Incluso cuando no quería sentir ni la más mínima inclinación de pena hacia él, comencé a comprender mejor aquello que me había dicho más temprano. Las pocas miradas que recibía de su familia eran cautelosas, casi a regañadientes y siempre con ese toque de… pena. A falta de mejores palabras, esa era la adecuada. Y la curiosa que llevaba dentro, justo a un lado del diablillo que gustaba de murmurarme malas ideas, se retorcía de ansiedad. Esperando un momento para poder descubrir un algo más, porque sin importar cuán indiferentes todos lucieran, yo podía dar fe de que ahí había algo más.
Llegamos al hotel faltando un cuarto para la media noche, era increíble como el tiempo se pasaba volando cuando los cigarrillos hacían de intermediarios. Por cierto, hasta que decidimos marcharnos la boda seguía en pie, al parecer Jace había tenido éxito en manifestar su necesidad de felicidad sólo aparejada a Sam.
Me deslicé fuera de mis zapatos, ni bien atravesamos la puerta. Ok, atravesar, ni que fuéramos fantasmas. Obviamente no la habíamos atravesado, pero tengo una cuestión moral que me empuja a buscar sinónimos para no sonar repetitiva. ¿A poco ya olvidaron que al iniciar dije lo de Jace cruzando el umbral?
En fin, a pesar de la excesivamente relajante siesta que había tomado, seguía estando cansada. No es como si pudiera culpar al jet lag, nosotros seguíamos estando en la misma banda horaria y eso hacía que mi cansancio resultara algo ridículo.
Escuché el ligero suspiro de Lucas a mis espaldas, descubriendo que me había seguido hasta la habitación. Vale hacer una aclaración de espacio aquí, nuestro cuarto estaba compuesto de un pequeño recibidor y algo que podría pasar por sala de estar/comedor, de ella se desprendían dos puertas: el baño y la habitación. En esa última estaba yo y por consiguiente también él.
Para minimizar las posibilidades de iniciar una conversación, me deslicé por los pies de la cama hasta encontrar el mini-bar que se escondía hábilmente en el mueble de madera. Había todo tipo de pequeñas botellitas que demandaban ser bebidas, aún cuando eso sólo sumara ceros a la cuenta de la habitación. Pero no es como si yo fuese a pagarla de todos modos.
—¿Keila?
Me volví lentamente sobre el hombro, pensando por un segundo que había imaginado que me hablaba. Y bien, segunda aclaración de la noche, él no me había dirigido ni una palabra desde el incidente con los cigarrillos. Obviamente yo tampoco lo había hecho, porque estaba en mi derecho de ignorarlo. Se había comportado como un idiota, por razones que—¡vamos a ser honestos!—eran completamente estúpidas.
—¿Hm?—regresé la atención a las botellitas, encontrándome con un viejo conocido. Pues… hola allí, Johnnie[1].
—Yo…—Su pausa me hizo volverme nuevamente, para observarlo de forma inquisitiva. Lucas se balanceó sobre los talones, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones de vestir, ¿nervioso?—. Creo que estaré en el bar.
Entonces asintió a nadie en particular, dándose la vuelta como si todo ya estuviese dicho y hecho. ¿Por qué era tan rarito? Él le cumpliría el sueño a tantos psiquiatras.
—Lucas—Le llamé sin darme el tiempo a pensar en lo que iba a decir, sólo que la conversación con Jace parpadeó frágilmente un instante y quise hacer algo por el chico sombra. No sabía qué, pero la postura que había adoptado su familia no me agradaba y si iba a pasar dos días con él, al menos iba a intentar otro enfoque—. ¿Conseguiste algo de comida en la cena?
Encogió un hombro de cierto modo haciendo ver demasiado trabajosa la tarea de utilizar los dos. Y esa no era la primera vez que lo hacía, ¿era tan perezoso que no podía encogerse de hombros como la gente normal? ¿O es que había perdido el interés incluso en un simple acto mundano como ese?
—Conseguí que me cenaran, pero no específicamente comida…—Abrí los ojos, sin comprender del todo lo que había querido decir. ¿Alguien lo había intentado cenar? Venga, ¿ni siquiera puedo controlar a mi novio de mentira?—. El bebé—añadió con una nota indefinida en su timbre. Regocijo, ¿quizá?
Se estiró el cuello de la camisa, aún húmedo por el entusiasta bebé que había decidido usarlo de chupete. Puse los ojos en blanco, intentando ignorar la evidencia de mi propia estupidez. Hay ciertos pensamientos que deberían ser censurados sin lugar a dudas, pero mi maldita honestidad no me permite pasar por alto la molestia que picó en mi mente al pensar que alguien se había cenado a Lucas. Por muy patético que sonara, él era “mío” ese fin de semana y nunca fui muy buena con eso de compartir.
—Bueno, pensaba que podíamos abusar un poco del servicio a la habitación. La cena no fue específicamente…
—Cena—terminó él, dando un paso casual en dirección a la cama—. Supongo que podríamos pedir algo.
—¡Bien!—«Vaya, Keila, pareces un perrito excitado» Era cierto, debía modularme un poco y no entusiasmarme por una falsa sensación de calma, Lucas ya había hecho algo así antes y no le había durado mucho tiempo.
—Entonces ordena algo, voy a sacarme esto—Se dirigió a la sala de estar—en donde previamente habíamos abandonado las maletas—dejando la puerta levemente entornada.
—¿Algo en particular?—grité cogiendo el teléfono junto a la cama y el menú.
—Comeré lo que tú comas.
Sonreí involuntariamente ante esa respuesta.
—¿Tienes problemas con la carne? Este es tu momento para decírmelo—Presioné el número nueve para hablar con la recepción o quien fuera que hacía la comida allí, esperaba que el bufet no cerrara aún.
—Me has servido carne al menos una vez al mes durante el último año, ¿realmente me estás preguntando ahora?
Reí entre dientes al escuchar la voz del recepcionista preguntándome qué deseaba y a la vez la queja de Lucas desde el otro cuarto. Bueno en algo tenía razón, yo lo había visto comer carne varias veces.
—Oye, no puedes esperar que recuerde lo que comen todos los clientes—murmuré sabiendo que él había vuelto a entrar en algún momento mientras yo hablaba con la recepción.
El hombre del otro lado de la línea dijo que el pedido estaría en veinte minutos y tras agradecerle por atendernos a horas tan inadecuadas, colgué.
—¿O sea que no te acuerdas?—Me giré encontrándolo de pie en medio de la habitación, tenía una camiseta de manga corta en sus manos y unos pantalones de gimnasia gris colgando de sus estrechas caderas—. Y yo aquí sintiéndome especial.
Mi cerebro dio la orden pero mi boca se negó a acatarla de primera mano, una parte de mí quiso decirle: claro, nene, te haré sentir especial cuando quieras. Pero afortunadamente la razón se interpuso ante la estupidez y me obligué a apartar la mirada. Ese torso y yo debíamos dejar de tener estos encuentros, no eran saludables para ninguno de los dos. ¡Joder!
—Bueno…—Pasé saliva, dándome una segunda oportunidad para no sonar como una triste forma de vida asexuada—. Sé que te gustan los postres que tengan fresas, casi de cualquier forma.
—¿Cómo lo sabes?—inquirió con el asomo de una sonrisa.
—Has pedido todos los que hay en la carta.
Sin ponerse la camiseta, se dejó caer en un lateral de la cama mientras se estiraba y aplastaba contra las almohadas para luego llevarse las manos detrás de la cabeza, dándome una apreciación completa de su todo él en posición horizontal. Enarqué una ceja con suspicacia; estando junto al teléfono había por lo menos media cama de distancia entre nosotros, pero eso no significaba que no estuviésemos sentados en el mismo sitio.
—Oye, ¿has pensado dónde vas a dormir?
Él me observó de reojo, dándole un aire de confundida inocencia a su mirada.
—Normalmente no pienso en esas cosas, ¿no se dan por sentadas?
—No te hagas el tonto conmigo, sabes a lo que me refiero.
—¿O sea que vas a ponerte en plan virginal y deberé dormir en el piso?
De no estar intentado ganar esa discusión me habría reído por su elección de palabras. Yo podía ponerme en muchas cosas, pero recuperar un grado virginal para algo estaba mucho más allá de mí.
—Me alegra que lo hayas entendido—dije con falsa dulzura, ganándome un bufido en respuesta.
—¿No hay forma de que pueda persuadirte de dejarme dormir en la cama? Digo, entran al menos tres personas aquí…
Sacudí la cabeza resueltamente, al principio tenía bastante asumido que compartiríamos la cama y no me molestaba. Pero, oigan, ¿no estarían conmigo de encontrarse en esta situación? Lucas merecía un castigo por haberme dicho aquello en la fiesta/cena. Y no sólo por ser desgraciado, sino por haber lastimado a unos indefensos cigarrillos que nada malo habían hecho.
—Lo siento, pero la primera regla de una chica exploradora es: nada de compartir camas en la primera noche.
—¿Significa que mañana ya podré dormir aquí?—inquirió incorporándose sobre sus codos para estar casi a mi misma altura, me limité a rodar los ojos como respuesta—. Ni siquiera sabía que las chicas exploradoras dormían en cama, ¿qué pasó con eso del contacto con la naturaleza?
—Bueno, si sigues con el tema lo experimentarás de primera mano, porque terminarás durmiendo en el balcón.
—Qué cruel—masculló de forma teatral, deslizando casualmente una mano por su barbilla como si estuviese analizando sus posibilidades. Entonces volvió a echarse sobre las almohadas, clavando una ausente mirada en el cielo raso.
Los músculos de su pecho se contraían y estiraban en cada movimiento que hacía, pero estaba resuelta a no volver a fijar mi atención allí. Tenía cierto efecto hipnotizante, o idiotizante en mi caso.
—¿Lucas?
—Hm-um.
Subí los pies a la cama, posicionando la espalda contra el respaldo buscando la posición cómoda que las exploradoras usaban en los hoteles.
—¿Por qué no me dijiste que iba a ser parte del cortejo de la novia?—Bajé la vista lo suficiente para encontrarme con sus ojos fijos en mí, tenía un leve enrojecimiento por la falta de sueño que sólo acentuaba el color avellana.
—Honestamente, pensé que Lara olvidaría todo el tema y lo dejaría correr.
—¿Qué tema?
—Ella quiere que todos acompañemos a Sam en el altar, creo que es un modo de compensar su pequeña y modesta boda con Bill—musitó depositando algo de sarcasmo a la última parte.
—Así que…
—Así que hay un padrino, una dama de honor y un cortejo de cuatro personas.
—Eso sí que es mucha gente en el altar.
Él rió suavemente volviendo a llevar sus manos hacia su nuca, un gutural gemido escapó de sus labios mientras se desperezaba.
—Siempre que sea lo que Sam quiere, ahí estaré.
—Te importa mucho ella—espeté no como pregunta, si no como una simple e innegable verdad. Me habría gustado saber si Sam le dispensaba ese mismo interés a él.
—Hay sólo dos años de diferencia entre nosotros, siempre fuimos más unidos. Lara y Sussy tienden a ser un tanto apabullantes, no es que no las quiera por igual, sólo que… es complicado ser el único hombre entre tantas mujeres.
—Tenías a tu padre.
—Claro, cuando cumplí doce años finalmente supe su secreto—me observó como si estuviera a punto de revelar el lugar escondido de un tesoro pirata—. Los fines de semana de pesca, en realidad no tenían nada de pesca. Él iba a una pequeña cabaña completamente amueblada para que un hombre se sienta hombre. No me dejó entrar allí hasta que estuvo seguro que lo merecía.
—¿Así que pasaste doce años con cuatro mujeres mientras tu padre escapaba a la cabaña de la pesca?
—La cabaña de la pesca—repitió con esa leve muequita tirando de la comisura de sus labios—. Sí, puede decirse que pasé doce años intentado ganarme el derecho de escapar a la cabaña de la pesca.
—No puedo imaginar lo que es crecer con tantas personas—Lo triste era que en verdad, no podía ni imaginar lo que era crecer junto a una persona, mucho menos con cuatro (eventualmente cinco).
—No te pierdes de mucho.
Asentí, pensando que quizá tenía razón, quizá hubiese sido peor tener que compartirlo todo con un hermano o hermana. Realmente debía admirar la atinada decisión de mi madre, al no quedarse embarazada luego de tenerme a mí. Era imposible que un bebé hubiese podido salir bien parado en esa situación.
Sentí un leve roce en mi lado derecho y automáticamente dirigí la mirada hacia allí, el índice de Lucas había encontrado su camino hasta mi brazo causándome un leve escalofrío. Fruncí el ceño, pasando mi vista de su dedo reclamando mi atención, a sus ojos.
—Lamento lo que te dije antes en el jardín, no estoy acostumbrado a pedir cosas—comenzó él, dejándome helada por el abrupto cambio en su actitud.
Pasó de ese relajado hombre que hablaba de masculinas casas de pescas, a este completamente serio y… ¿honesto? Al menos lo parecía.
—De acuerdo—musité atrapada en la intensidad de aquella extraña mirada.
—Sé que no es excusa, no puedo pretender que entiendas todo de un momento a otro. Pero, Keila…—negó lentamente, extendiendo la mano que me rozaba y haciéndome sentir el frío inusual de su tacto—. Yo… no puedo concebir la idea de que alguien voluntariamente maltrate su cuerpo. Sólo no…no estoy bien con eso, no lo decía por fastidiarte antes…— repentinamente se detuvo, para comenzar a juguetear con la cadena de su collar—. Es que eso saca la peor parte de mí, ¿entiendes?
—Si…—Aunque no lo hacía en absoluto, él intentaba decirme algo que en su ansiedad le salía como un cumulo de palabras sin mucho sentido. Estaba claro para mí que Lucas no acostumbraba a dar grandes discursos.
Asintió una vez más a nadie, casi como si estuviera asintiendo a sí mismo por un trabajo bien logrado. Entonces se incorporó por completo y se salió de la cama, al llegar a la puerta se detuvo, dándole un golpecito rítmico al marco.
—Me portaré lo mejor que puedo contigo, no soy un imbécil que no sabe actuar en sociedad. —Se giró para obsequiarme una tímida sonrisita—. Es que estoy algo fuera de práctica.
Y tras oír eso comencé a tener una idea general de lo que me esperaría en los siguientes días, sabiendo desde ese mismo instante que no iba a poder refrenar mi curiosidad sobre él. Porque si había descubierto más temprano que Jace tenía algo, acababa de admitirme a mí misma que Lucas tenía un algo aún más llamativo para mí. Y definitivamente lo mejor sería no indagar en lo que se presentaba obviamente como poco accesible. Pero por supuesto, nada podía aplacar el espíritu inquisitivo de una chica exploradora. Mucho menos de ésta.
[1] Se refiere al whisky Johnnie Walker.
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Saben que a pesar de que pongo fotos representativas de algún momento del capítulo, nada los obliga a imaginar a los personajes como yo los veo. Es que a veces a mí se me hace más fácil enfocar un capítulo a partir de una imagen. Manías mías... xDDD Nos leemos ;)
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