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17 de Mayo.

Buenos y tardíos domingos para algunos, y para otros tempranos lunes. Espero que tengan un buen inicio de semana, este capítulo peleó un poco conmigo más que los últimos días me envicié con la serie Resurrection. Y no podía dejar de mirar xDD Espero les guste, ya me dirán. 

Capítulo XXXI: 17 de Mayo.

Buenos días, princesa![1]

 

Eres consciente de que “la vida es bella” no tiene un final feliz, ¿no?

 

Arruinas mis romanticismo, mujer!

 

Sólo quería que lo supieras ñ_ñ

 

Estoy enterado, paso por ti en la tarde?

 

Tengo que tomarme un rato para pintar, ¿cena? ¿mi casa?

 

Hecho! Ten un buen día, princesa ;)

 

Jajaja usa otras películas para inspirar tu romanticismo, por favor.

 

Veré qué hay en mi repertorio, besos.

—Ahora, me pregunto si las latas de conserva vienen con chistes incorporados.

Dando un brinco me pegué la vuelta, encontrándome a Paula de pie bajo el umbral de la puerta de la despensa.

—¿Qué?—pregunté a tiempo que metía mi celular en el bolsillo trasero de mi jean.

Ella dio un paso adentrándose al lugar, mientras tranquilamente pasaba un dedo por sobre las etiquetas de los productos en los anaqueles.

—Digo, debe ser la única razón por la que te encuentro riendo en medio de la oscuridad con una lata de arvejas en la mano.

Bajé la vista hacia mi mano izquierda en donde, efectivamente, tenía una lata de arvejas. Sonreí.  

—Pues, no, no tienen chistes pero deberían.

—¿A qué se debe tanta felicidad?—me picó sonriendo y robando mi lata de arvejas—. ¿Tiene que ver con cierto rubio que viene por aquí prácticamente todos los días?

—No viene aquí todos los días—protesté, recuperando mi lata en el proceso—. Y no tiene absolutamente nada que ver con él, ¿acaso no puedo tener un buen día?

—No—respondió sin más—. Puedes tener buen sexo matutino, lo cual muchas veces mejora el día, pero ¿un buen día junto a las latas de conserva?—negó como si la idea le pareciera absurda—. No, cielo, eso significa buen maldito sexo toda la semana.

—Eres una cerda, recuerdo a esa mujer que no me dejaba decir maldiciones.

—¿Y qué tiene de desagradable la palabra “sexo”?—replicó con la voz en alto—. Sexo, sexo, sexo, sexo… s–e–x–o. Tú más que nadie debes estar amando esa palabra.  

Sacudí la cabeza, mordiéndome la lengua para no decirle que sí. Para no gritarle, ¡sí, maldita sea! Porque…vamos a ser honestos, Paula no merecía saber lo que pasaba entre Lucas y yo en la habitación. Ella y su bocaza no soportarían la presión de mantener eso en secreto.  

—Sólo estoy teniendo un buen día—respondí encogiéndome de hombros y regresando mi atención hacia las latas. Cogí otra de arvejas y una de maíz para alguna receta que no estaba segura de conocer, pero que Chad moría por poner en el menú.

—Has estado teniendo una serie de jodidos buenos días, últimamente. Pero es raro eso considerando que día es hoy.

Me detuve a medio camino de la segunda lata de maíz, para echarle una mirada de advertencia a mi amiga.  

—Estoy intentando romper un viejo hábito. —Recordaba que Lucas una vez había usado esa frase para referirse a sus visitas dominicales en el restaurante, y no fue hasta hace unos días en que realmente comprendí el significado de aquello. Era como una necesidad de divorciarse del pasado, alejarlo para que no pudiera manchar lo que fuera que venía más adelante. Si Lucas había podido salir de su atolladero para buscar nuevas cosas, entonces yo también podía. Y estaba decidida a que eso comenzara ese día, un 17 de mayo.

—¿Eso significa que no vas a ir hoy?

—Sí voy a ir, sólo que no voy a quedarme allí todo el día. Tengo muchas cosas que hacer, así que trabajaré hasta las dos y luego…—Sacudí una mano en el aire, como para dejar en claro que no quería entrar en detalles.

—Ya—aceptó calmadamente, lo cual me sorprendió un poco—. ¿Quieres que te acompañe?

—No será necesario. —Me volví al notar que eso quizá había sonado un poco desabrido, más considerando lo sensible que se ponía Paula con ciertos temas—. Pero gracias.

—Claro, cielo—Ella avanzó lo suficiente como para rodearme en un medio abrazo, y apretar las latas que llevaba en los brazos con su generoso pecho—. Sabes que si necesitas algo, sólo debes pedirlo. El hecho de que estés toda enamorada de ese chico, no significa que dejes de necesitarme.

—No estoy toda…—Me liberé de su abrazo, a tiempo para captar su sonrisa burlona—. Lo que sea, pero gracias de nuevo.

—Bien, ten un buen día…—Esperé un segundo, casi creyendo que acabaría su frase de otra forma pero afortunadamente terminó allí—. “Princesa”—O no.

                                                                ***

Tenía toda la intención de cambiar el significado de ese día para bien, pero eso no evitaba que estuviese algo ansiosa. A las dos en punto huí del restaurante y de las cejitas enarcadas que recibía de Paula, cada vez que me veía. Al parecer el que yo estuviese feliz era motivo de extrañeza, y más de un empleado me preguntó si todo estaba bien. Lo más raro es que a ninguno le respondí con una grosería o mi dedo medio, lo cual era un jodido avance en mi mundo. Pero es que no iba a dejar que nadie echara a perder mi buen humor y aunque sé en que deben estar pensando, permítanme decirles que no tiene nada que ver con él.

De acuerdo, Lucas había sido un precursor de mi nuevo y mejorado yo, pero no era la causa. No iba a admitirme tan patética de mí misma, como para decir que mis ánimos estaban intrínsecamente vinculados a mi vida romántica. ¡Por favor! No me ofendan con pensamientos como esos.

Aunque como bien dije, él podría decirse el precursor de todo esto. Luego de contarme la razón por la cual no tenía una joyería—algo que les juro debieron haber presenciado—, una idea quedó rondando en mi cabeza durante toda la semana. Voy a resumirles el cuento para no perder el rumbo; Lucas había aprendido la gran mayoría de las cosas que sabe sobre joyas de su tío, Ralph. Su tío trabajaba en un taller justo como en el que trabaja Lucas, pero le había dicho al joven Lucas que debía aspirar a más y no quedarse metido toda su vida en un taller. Esto lo llevó a la universidad con la idea de conseguirse un título en administración de empresa, al tenerlo podría asociarse al dueño de la joyería de Ralph y seguir diseñando en caso de que así lo quisiera. La cuestión es que, como ya sabemos, Lucas dejó la universidad luego de hacer un año y medio. Ahora se preguntaran, ¿por qué? Y es aquí donde entra la “chica que no debe ser nombrada” Una maldita versión personalizada de Voldemort.

Gabrielle hablaba con Lucas cuando estaban separados—¡Oh, gran sorpresa! lo sé—y ella estaba muy al tanto de la poca gana que Lucas le tenía a los números y a esa carrera. Porque como él dijo: estaba haciendo algo que me aconsejaron. Así que ella le dio una solución; cuando supo que había sido aceptada en la universidad de Seattle, le propuso que él dejara sus estudios y se mudara a Seattle con ella.

¡Aguarden! Aquí viene lo mejor.

Lucas aceptó ir con ella, porque no quería estudiar lo que su tío le había dicho y porque, básicamente, la seguiría a través de todo el camino al infierno y de regreso. Si bien no dijo puntualmente eso, más o menos lo deduje por mis propios medios. Gabrielle estudiaría administración de empresa, mientras Lucas se dedicaba a lo que en verdad quería, que era diseñar. Serían socios y abrirían una joyería conjuntamente.

Al llegar a Seattle, Lucas consiguió empleo con Valentín en tanto que Gaby—así comenzó a llamarla él a mitad del relato—estudiaba. Pero para resumir aún más todo esto, ella nunca llegó a obtener su título por cuestiones que Lucas no aclaró.

Las cosas se complicaron. —Había dicho—. Y entonces me di cuenta que el sueño de la joyería propia siempre había sido de otros y no mío. Lo único que quería era diseñar, no quería ser un empresario.   

Suena lógico.

De todos modos volví a la universidad por mi título, se lo debía a mi tío. Además es como un soporte, ¿sabes? Si en algún momento me aburro de esto, sé que puedo iniciar mi propio negocio o asociarme al de Valentín.

¿Te aceptaría?—le pregunté algo dubitativa.

Claro, ya me ha ofrecido para que comprara acciones de la empresa antes de que intente una expansión. Pero no estoy seguro de querer eso… ¿crees que debería hacerlo?

Su pregunta me había tomado desprevenida, pero intenté responderle desde una parte de mí que hace mucho tiempo no recordaba poner en práctica. La que aconsejaba.

Debes hacer lo que tú quieras, Luke. Lo que sientas correcto, no lo que los demás crean correcto para ti.

No lo sé, supongo que no estoy acostumbrado a tomar decisiones por mi cuenta. Pero nunca le he volteado la cara a un reto.

Y allí había estado la parte que realmente me dejó pensando el resto de la semana. La parte que me motivó a buscar algo más para mí también, mi soporte. Claro, el paso de tener mi propia exposición fue clave en mi vida, pero podría conseguir tanto más. Nunca antes me había creído merecedora de más, pero se lo había aconsejado a él y debía de usar la misma política conmigo misma, ¿cierto? Si no estaría siendo una hipócrita. Lucas no le volteaba el rostro a ningún reto, entonces yo debía adquirir una posición similar. Era imposible de creer, pero mi chico roto me había inspirado más allá de una pintura. Me había devuelto algo de la ambición que tenía cuando pequeña.

Así que eso explicaba el porque de mi primera parada, tenía que terminar un pendiente, un muy antiguo pendiente, un muy doloroso, puntiagudo y picador de culos pendiente.

—Hola, ¿puedo ayudarla?

Le sonreí a la mujer del otro lado del mostrador, convenciéndome que no había motivos para sentirme avergonzada.

—Sí, me gustaría inscribirme en la escuela de adultos.

                                                                  ***

Había logrado mucho en mi día de romper hábitos, había trabajado, hablado bien con la gente, iniciado mis tramites para finalizar la escuela y sonreído en el proceso. Si eso no contaba como un esfuerzo por mejorar mi situación, entonces yo no sabía nada sobre esforzarme. Tenía que hacer mi última parada, dejando de lado que no mencioné la parte en que fui a ver a Julio y discutimos algunas pinturas para exponer en su local. Ni tampoco mencioné cuando hice una parada técnica en el tocador de niñas, pero se darán cuenta que no todo tiene que ser dicho. ¡Por Dios!

—Buenas tardes, señorita Cabot.

—Hola, Sean—saludé agitando mi mano hacia él.

—La esperaba antes—murmuró mientras se acercaba con paso lento hacia donde yo me encontraba.

—Pues, tuve algunas cosas que hacer pero no iba a faltar.

—Sin duda—respondió con una sonrisa que arrugó los contornos de sus ojos negros—. No ha faltado ningún 17 de mayo desde los últimos nueve años. —Ambos caminamos por el delgado camino de cemento, como muchas veces lo habíamos hecho en el pasado—. La he arreglado hoy para usted, para que luzca sus mejores galas.

—Eres muy amable, Sean.

Dándome una leve palmada en el brazo a modo de despedida o bienvenida, el anciano se retiró silbando en tono bajo como si no quisiera perturbar a sus inquilinos—no que eso fuera muy posible, a mi parecer—. Lo observé marcharse, hasta que mi vista se perdió en los árboles que decoraban intermitentemente los laterales. Entonces me volví para observarla; como bien había dicho Sean, se notaba que ese día le había otorgado atención especial. Me puse de cuclillas pasando una mano por su fotografía enmarcada en plateado y luego coloqué las flores en el soporte que había dejado allí unos años atrás.

—Feliz aniversario, mamá…—No había terminado de hablar cuando mi teléfono vibró en mi bolsillo, reclamando mi atención.

  

Cuando lleguemos a casa, diré que tuvimos una pelea de amantes. Que escapaste, yo te fui a buscar y te traje de regreso. Eso le encantará a mi padre. Admira la acción. Después, explicaré que nos casaremos antes de terminar la semana. Que te quedarás aquí porque no soporto perderte de vista. Él también admira la sana lujuria animal. Nos casaremos tan pronto la ley lo permita. Iremos en un crucero. ¿Adónde quieres ir? ¿Has ido a los Mares del sur?[2]

 

Sabía de un modo casi visceral que esto pertenecía a alguna película, pero no lograba recordar cuál y mi cerebro pos saludo a mamá, estaba algo embotado. Maldición, estaba poniendo a prueba mis conocimientos cinematográficos y no podía dejarlo ganar tan fácilmente. Intenté una evasiva.

¿Los Mares del sur?

Respuesta incorrecta, princesa.

 

¡Dímelo!

 

Protesté, mirando de forma expectante la pantalla de mi celular como si pudiera forzarlo a distancia a que me respondiera.

Mi querida... ¿por qué no has vuelto a mí? Cada día espero por ti. Mi único pensamiento al despertar es para ti. Debes encontrar la forma de volver a verme. Mi vida no comenzó hasta que vi tu rostro. ¿Por qué aún no has vuelto a mí? He esperado mucho tiempo.[3]

—Jodido tramposo—musité para mí misma, notando que no tenía ninguna intención de decirme a qué película pertenecía la primera frase—. Este es Lucas, Ma. Es un dolor de cabeza casi todo el tiempo, pero te habría agradado. Es de esos pocos dolores de cabeza que valen la pena sentir.  

Tecleé rápidamente mi respuesta.

¿Escoges tragedias adrede? Definitivamente puedes competir por el lugar de Heathcliff.

 

Esa fue fácil.

 

¿Cuál fue la anterior?

 

Tendrás que adivinar. Porque sigo…esperando, esperando, esperando. Nunca me iré de aquí.[4] 

 

¡Tócala otra vez, Sam! Puedes hacerlo mejor ;)

 

Me burlé con una frase celebre de la película Casa Blanca, entonces me llevé el teléfono contra el pecho siendo repentinamente consciente de que estaba riendo frente a la tumba de mi madre, estaba coqueteando con Lucas mientras presentaba mis respetos en el cementerio. ¡Jesús! ¿Quién era yo? Ok, tal vez mentí un poco con esto de que él no era el responsable, por extraño que sonase me estaba haciendo sonreír más de la cuenta. ¡Jodida mierda! No me gustaba nada para donde estaban apuntando mis pensamientos o en realidad, me gustaban mucho más de lo que deberían.

Una noche como ésta no sucede muy a menudo.

Oh, bien, él no estaba ayudándome precisamente a pasar este pequeño lapsus de revelación.

Los hombres son el enemigo.

Respondí reconociendo al instante la frase de Jerry Maguire, y de algún modo retorcido pensando que esto me ayudaría a mantener mi mundo en una pieza. Porque definitivamente no podía querer “querer” a este infeliz, ¿no? «¿Entonces por qué le sigues sonriendo a tu móvil?» Diablos, estaba hasta las cejas.

No, no son el enemigo.

Él también sabía que esto era parte del diálogo de una película y como era correcto en el juego, debía responder dando cuenta de la misma. Así que lo hice dejando que la interpretación quedara libre a su criterio, porque claramente el mío ya no sabía nada con claridad:

Pero...pero aún amo al enemigo.[5]

[1] En la película “La vida es bella” (La vita è bella en italiano), el protagonista Guido Orefice se enamora de una profesora y hace lo posible por conquistarla, llamándola princesa y saludándola alegremente con la frase ¡Buenos días, princesa! cada vez que la ve.

[2] Cita de la película Marnie de Alfred Hitchcock.

[3] Cita de la película Cumbres Borrascosas, basada en el libro de Emily Brontë.

[4] Cita de la película Casa Blanca.

[5] Los últimos cuatros mensajes pertenecen a un diálogo de la película Jerry Maguire.

_______________________________

Lamento que tenga tantas notas al pie, pero hay muchas citas "textuales" de las películas. Y vale señalar que eso no es mío, además de que quizá quieran tomar notas de las películas. No sé, a mí me gustaron... pero sobre gustos ya saben lo que dicen xDD Les dejo un beso a todos, buena semana. Y nos vemos cuando nos veamos, y si no nos vemos (decía un amigo mío) nos tocamos ;) 

Oh y para los que querían tener una idea de cómo era el dibujo de Keila, pueden verlo por acá o en twitter. :D

Y sí, ya sé que el cap es corto en comparación a otros, pero era lo que tenía que escribir hoy. Tal vez el próximo toqué doblemente más largo, pero es que así son los ritmos míos xDD

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