Epílogo. Un poco más idiota
3 años después.
—¿Era necesario todo esto?—gruñí, aguantando rodar los ojos a la par en que señalaba hacia la pareja.— No era necesario...
—No seas así, Rome.—dijo la morena con cierto regaño. No obstante, sus labios no tardaron en fruncirse antes de que me atrapara entre sus brazos.—Te voy a extrañar.
—Igual yo, Nao.—murmuré, aceptando su abrazo.
—No puedo creer que estemos haciendo esto...—dijo Rusev, con su ceño algo fruncido incrédulo.— Hace tan solo unos meses nos graduamos ¿y ya te vas a Pensacola?
Apreté mis labios una vez que solté a su novia, tomándome el lapso necesario de respirar y tomar la fuerza necesaria para responder.
—La universidad me aceptó con una beca y...—hice una pausa, sintiendo que mi boca se secaba al instante.— Después de lo de mi papá... Creo que necesito un descanso y reiniciar de alguna manera.
Papá había fallecido en un accidente de camino a otro campo de batalla, o al menos eso fue lo que pude escuchar antes de abandonar la habitación el día en que nos visitaron unos oficiales de su escuadrón.
Prefería no escuchar más.
La mano de Naomi se posó en mi brazo, dando un toque cariñoso mientras me miraba algo preocupada.
—Aún lamento mucho lo de tu padre.
—Sí, Rome.—se unió el Búlgaro.— No habrá nadie como él.
Suspiré, tratando de sobrellevar el nudo que se formaba en mi garganta de manera lenta y tortuosa.
—Lo sé.—asentí, manteniendo mi vista a mis pies.— Mamá se quedará con su hermana, dijo que necesita tiempo para pensar.
—Es comprensible.—Naomi retomó el habla.— Por favor, dime que ya no te sientes culpable.
Mi suspiro y mirada silenciosa fueron suficiente respuesta.
Naomi soltó un sonido exasperado y pareció contenerse a regañarme demasiado fuerte en medio del aeropuerto.
—Roman.
—No lo puedo evitar ¿de acuerdo?—me defendí de inmediato.— Tal vez... Algún día lo supere, tal vez no...
—Lo que importa.—Rusev me interrumpió, abrazando mis hombros amistosamente y sonriendo de la misma manera.— Es que siempre estaremos para ti, en las buenas y en las malas.
Sonreí de lado.
—Pasajeros con vuelo a Florida, prepararse para acceder a la plataforma de embarque. Pasajeros con vuelo a Florida, por favor prepararse.
La voz electrónica resonando a nuestro alrededor me recordó que no nos quedaba mucho tiempo.
Giré a ver a Rusev con mi ceño ligeramente fruncido.
—¿Algo sobre Seth?
El chico de camiseta gris miró su celular rápidamente, a lo que no tardó en negar con la cabeza y hacerme respirar con cierta desilusión.
Incluso después de que les contara sobre la muerte de mi padre y mi entrada a la universidad, Seth se había mantenido bastante distante.
Tampoco apareció para despedirme en el aeropuerto.
La idea de irme sin decirle adiós causaba un nudo en mi garganta que no era capaz de esconder a esas alturas.
—Tal vez está ocupado.—comentó la morena luego de un silencio que me pareció durar una eternidad.
—Ocupado.—bufó molesto Rusev mientras guardaba el celular en su bolsillo una vez más.—Ocupado estará cuando lo encuentre, le rompa el cuello y lo meta en...
—¿En donde?
Giramos bruscamente al escuchar esa voz.
Nos encontramos rápidamente con el ex bicolor llevando su cabello en una coleta baja, una camiseta de rock bajo una chaqueta de cuerina y jeans rasgados.
Se colocó sus lentes de sol sobre la cabeza, mirándonos con un alzar de ceja. Bufó y sonrió con notoria ironía.
—Qué alegría saber que incluso me amenazas cuando no estoy presente.
—¿¡D-Donde carajos estabas!?—le gritó el grandote a pesar de su comentario sarcástico.— ¡Eres un pésimo amigo, maldita pulga de mar, y...!—se interrumpió al mirarlo detenidamente.— ¿¡Y-Y a dónde crees que vas con esa jodida maleta!?
Seth se encogió de hombros con simpleza.
—No eres el único que busca otro inicio.
—¿De qué hablas?—murmuré.
—Mi papá está en Iowa.—comenzó a explicar.— Viviré con él un tiempo.
—¿¡Qué cosa!?
—¡Tú no te vas!—gritó el ex miembro de la Lista A, agregando al sorprendido hablar de su novia.— ¡Ya tengo suficiente con que Roman se vaya, no te irás tú también!
Seth lo miró inalterado por un par de segundos, para a continuación alzar su dedo medio con una expresión de espera en su rostro.
Y, como por arte de magia, esa voz anunciadora volvió a hablar.
—Pasajeros con destino a Iowa...
—Creo que no me queda más opción.—dijo, con una sonrisa de lado creciendo en su labio perforado.— Tampoco es como que te tenga que pedir permiso.
Rusev apretó sus labios de mala gana antes de girar hacia mí.
—Nunca pensé que diría esto pero...—suspiró.— Extraño al otro Seth.
Solo le sonreí, palmeando su hombro antes de que el ex bicolor se me acercara.
Se veía serio, pero no podía ocultar el encontrarse frustrado por algo.
Lo conocía muy bien.
—Lamento que pensaras que no vendría. Decidí ir a Iowa hace poco y... Sabes que no soy bueno con las despedidas.
Fruncí mis labios, mirándole en silencio.
Desde su rompimiento con Randy, Seth había cambiado bastante. Tanto externa como internamente.
Decidí que las palabras estaban demás, acortando la distancia entre nosotros y enredando mis brazos a su alrededor. No tardé en sentir sus manos apoyarse tímidamente en mi espalda, correspondiendo a mi gesto.
—En serio estamos tomando caminos distintos ¿no?—murmuró por sobre mi hombro.
—Eso parece.
Seth dejó salir una cautelosa risa, quedándose nuevamente en silencio.
—Vamos, van a hacerme llorar.—se quejó Naomi.
Sonreímos, separándonos suavemente de los brazos del otro justo al momento en que la voz de los anuncios volvía a hacer eco por el concurrido lugar.
—Último llamado para los pasajeros del vuelo a Florida.
—Bien...—agarré mi maleta y mochila, apretando brevemente mis labios y girando a ver a mis amigos una última vez.— Creo que ya es hora.
Naomi asintió, Seth respiró profundamente y Rusev no tardó en abrir sus brazos con una temblorosa sonrisa gracias a las posibles lágrimas que quería soltar.
—¡Abrazo de grupo!
Sonrisas aparecieron en nuestros rostros, Naomi se quitó una lagrimita y yo dejé de lado la maleta por un momento, acercándome a todos y dejando que nuestros brazos se enredaran en esos abrazos que Rusev amaba.
—Aww, voy a extrañar esto.—murmuré entre pequeñas risas.
—Yo no extrañaré el aroma apestoso de la axila de Rusev.—Rollins recibió un pequeño pisotón en la punta de sus vans.— De acuerdo, de acuerdo. No es cierto... También los extrañaré.
—Estaremos esperando aquí, no lo olviden.
Lentamente nos alejamos de los brazos del otro, dejando una sensación de tristeza que me recorrió el pecho y amenazó con derribar cualquiera de mis barreras.
Me dolía pensar en lo mucho que extrañaría a cada uno, a mi mamá, mi hogar...
Incluso los recuerdos buenos y malos que había creado en la ciudad.
—Volveremos.—les dije a la pareja de pie al borde de las lágrimas.— Cuenten con eso.
—Sí...—Seth murmuró, mirándome con una entretenida sonrisa.— ¿Quién te dijo que volvería?
No dudé en seguirle el juego, empujando hacia abajo su gorra de lana y cubriéndole los ojos mientras sonreía burlón.
—Lo harás, aunque tenga que traerte a rastras.
Una última mirada, ya que sabía que tenía que tomar ese avión.
—Nos vemos, rey de la Lista A.
—Hey, yo soy el rey ahora.
—A mí me sigues pareciendo una pulga de mar.
—¡Rusev, te juro que...!
Y tan familiar como siempre, con mis amigos discutiendo por tonterías, Naomi sonriendo y diciéndoles que pararan, me aleje con esa imagen hacia la plataforma de embarque y me dije a mí mismo que no miraría atrás.
En su lugar, mi mirada cayó en los alrededores del aeropuerto. Muchas personas iban apresuradas a tomar sus vuelos o esperaban sentadas que estos llegaran.
Sin embargo, mi corazón dio un pequeño salto cuando creí haber visto cierta cabellera castaña desordenada en la multitud.
Cargaba una maleta detrás de sí, sus ojos estaban cubiertos por unas gafas de sol mientras que en su otra mano llevaba un ticket de avión.
Me dije a mí mismo que estaba alucinando, continuando mi camino hasta la plataforma y repitiéndomelo en la ventana del avión.
No era él, no era él, no era él.
Pero las mentiras no suelen funcionarme del todo bien, especialmente conmigo mismo.
Podría haberme engañado... Si no hubiese visto la gastada pulsera azul alrededor de esa muñeca izquierda libre de vendajes.
Tomamos caminos distintos... ¿Verdad, Dean?
Mis ojos se movieron con cierta incomodidad, cubriendo estos con el dorso de mi mano gracias a los rayos de sol que entraban por las persianas del departamento.
—Ugh... Chris ¿por qué abres la persiana tan tempra...? ¿¡Qué carajo!?
Gruñía, todavía preso del sueño, hasta que mis ojos se encontraron con la escena de mi compañero de piso debajo de los brazos de su novio que me miró sorprendido.
—Oh. Ya estás despierto, Rome.
—¿¡Eso es todo lo que dirás!? "Oh. Ya estás despierto, Roman".—lo imité con molestia.— ¡Estaré dormido pero eso no les da derecho a coger en el mismo cuarto el que estoy!
—Es el cuarto de Chris también.—se encogió de hombros el castaño sin camiseta, sin alejar sus manos de la cintura desnuda del rubio.
—¡Cállate, AJ! ¡Estoy hablando con mi compañero de piso!—exclamé, haciendo un gesto con mis dedos en señal de que mantuviera su boca cerrada.— Chris, estuve de acuerdo con que AJ viniera al departamento, pero no a que... Prácticamente...
—Por favor, Rome.—Chris rodó brevemente los ojos.— No seas tan aburrido.
Me contuve a seguir gritándole, ya que posiblemente se me hacía tarde para ir a clases.
Después de todo, solo soñé eso que pasó hace tres años.
Desde entonces, existió la casualidad de que Chris y yo estudiamos en la misma universidad y acordamos compartir una renta, un trato que nos vino bien a ambos.
Pero que la primera imagen al despertar fuera verle a punto de coger con su antes tutor y ahora novio, no era lo más agradable del mundo.
—Okay, como sea.—bufé, sabiendo que no hacía más que perder mi tiempo.— Mientras no lo hayan hecho en mi cama, yo no...
Pero el que Chris apretara sus labios con sus mejillas coloradas y AJ aguantara su risa en un intento totalmente fallido me hizo perder la calma una vez más.
—¿¡En serio!? ¿¡En mi cama!?
—Amigo, no es la gran cosa.—intentó sonreír Chris, pero se veía que solo quería estallar en carcajadas.
Maldito hijo de puta.
—¡Yo no cojo en tu cama, Chris!—me quejé.
—No tienes con quién...Auch.
El rubio le había dado un manotazo a su pareja en cuanto dijo eso. Hice lo posible por no darle gran parte de mi atención.
—Como sea.—bufé ya resignado.— No me quedaré a escucharlos. Llegaré tarde a mi clase.
—¿No vas a ducharte?
—Le diré a Ronda que me preste su ducha.—respondí a mi compañero de piso, a la par en que agarraba rápidamente mi mochila y un par de prendas. A continuación lo apunté con mi dedo.— En mi cama no.
—Ya entendimos, emperador romano.—se burló AJ.
—Y no me llames así.—les di una última mirada.— Nos vemos más tarde.
—Nos vemos, Ro... ¡AJ,basta! ¡Espera a que se vaya!
Los gritos entre carcajadas de Chris me hicieron rodar los ojos, a la par en que me dedicaba a caminar fuera de mi apartamento y dirigirme al que se encontraba al final del pasillo junto al elevador.
No me importó caminar por el lugar con mi pijama, pantuflas de gato y cabello desordenado, hasta que la fémina de cabello rubio oscuro no tardó en recordármelo tras abrir la puerta.
—Mierda, Roman. No me quejo pero...—murmuró tras mirarme de pies a cabeza.— ¿Vienes de una fiesta nudista o algo?
—Sabes que no es así, Ron.
La fémina suspiró, manteniendo su mano en el marco de la puerta.
—Chris de nuevo ¿verdad?
—Yep.
—Pasa, te serviré café.
Ronda se hizo a un lado, dejándome pasar y agradeciéndolo internamente ya que las personas que pasaban ya empezaban a mirarme raro por mis pijamas y apariencia.
—¿Crees que pueda ducharme?—le pregunté casi con ruego.— Llegaré tarde a mi clase de aritmética, estoy seguro.
—No seas paranoico.—respondió con un ademán de mano.— Siéntate, tengo el desayuno casi listo.
Decidí escucharla. Tomé un suspiro y dejé que de a poco eso me calmara.
Caminé por el departamento perfectamente ordenado hasta el sofá, dejando ahí mi mochila y la toalla que había estado cargando.
Ronda no mentía respecto al desayuno, olía a tostadas recién hechas y a huevos friéndose en la sartén, además del aroma a café que de a poco despertaba mis sentidos además de mi estómago vacío.
En casa solo yo cocinaba, porque Chris ya había quemado tres sartenes en sus intentos por voltear un simple hot cake.
Escuchaba a la fémina tararear una cancionsita, mientras me dedicaba a pasear por la sala que ya había visto más de mil veces.
Sin embargo, no tardé en notar algo nuevo junto a la foto enmarcada que Ronda tenía junto al televisor.
Tomé en mis manos la delgada caja y sentí que mi interior se revolvía.
—Oh ¿viste mi disco nuevo?—comentó Ronda, probablemente al verme de pie sin moverme y con mi mirada paralizada en la caja del disco.— Adoro a esa banda ¿tú no?
—No.
Mi brusquedad llamó de inmediato su atención.
—Wow... Okay, grandote. Tranquilo.—dijo con perplejidad en su voz cantarina.— ¿Qué tienes? ¿Odias tanto a Down with the F?
Down with the F, ese nombre estúpido y obvio que me había perseguido por casi tres años que se sentían eternos.
Al igual que la sonrisa del vocalista en la portada sosteniendo un micrófono de manera socarrona.
—No los tolero.—escupí, esperando que ese fuera el final del tema.— Creo que debería ducharme antes de desayunar.
—Claro, cariño.—respondió ella, que había empezado a servir café en una taza roja.— Solo espera a que...
—¡Roman, mi amigo!
No tuve el tiempo de girar cuando los brazos de aquel chico fornido en solo una toalla en su cintura me rodearon y apretaron con más fuerza de la que necesitaba esa mañana.
—R-Roderick, estás mojado... Y me ahogo, ya suéltame...
—Amor, basta ya.—comentó Ronda, a lo que el chico pronto obedeció y me soltó aún con una sonrisa.— El pobre chico no ha tenido una buena mañana.
—Nada que no pueda arreglar.—sonrió Roderick, para a continuación girar a verme.— ¿Qué ocurre? ¿El rubio te echó otra vez?
Fruncí el ceño automáticamente.
—No puede echarme, es mi apartamento también.—me quejé.— Aunque parece que me quiere fuera la mayoría del tiempo.
—¿Te puso una bomba en la habitación?
—No...
—¿Una chica estaba en su cama?
—Rick.—intentó detenerlo la fémina.
—¡Claro que no! ¡Chris es más gay que la palabra misma!—casi chillé por la molestia.— Ya es la tercera vez en que despierto y los veo a punto de coger. Joder ¡Yo también vivo ahí!
—Al menos no los viste mientras pasaba.—comentó Ronda, apoyada de la isla de la cocina mientras bebía un sorbo de café.
—De todas formas, es incómodo.
—¿Incómodo? ¿O te molesta?
—¡Rick!
—¿Qué?—se encogió de hombros.— Quiero saber.
Estaba enojado, pero tenía que admitir que Roderick tenía un poco de razón.
Me molestaba. No por Chris, sino por mí mismo. Los envidiaba.
—Como sea, mejor voy a ducharme de una vez.
—De acuerdo, te esperaremos para desayunar, amigo.
Ronda y Roderick eran mis amigos, los conocí desde que ingresé a la universidad de Florida y un año después empezaron a salir. Ambos eran una pareja dispareja, al punto que pensaba que explotaría una bomba antes de que esos dos terminasen juntos.
Pero se llevaban bien, con los altos y bajos, sus diferencias y cualquier tipo de inconveniente.
Confiaban en el otro... Algo que a estas alturas ya había olvidado cómo se sentía.
No obstante, seguía en contacto con mis amigos. Naomi había entrado a la universidad y Rusev consiguió una beca deportiva y de fotografía, lo cual nos puso contentos a todos... A todos menos a Seth.
Seth había desaparecido de la vida de todos, o al menos eso es lo que parecía haber escogido.
Desde ese vuelo en el cual tomamos caminos distintos, nadie volvió a saber de él. Bloqueó su número, no contesta correos. Como si se lo tragara la tierra.
Y aunque intenté preguntar con Randy, este solo terminó más deprimido de lo que ya y me dijo que tampoco sabía nada de él desde su última discusión antes de la graduación.
Estuve asustado, pero las responsabilidades me ahogaban al punto que tuve que suprimir aquello en mi cabeza y concentrarme por lo que tenía que lograr.
Cuando salí de la ducha Roderick ya estaba vestido y sentado al lado de su novia en la isla de la cocina, mordía sonriente una tostada mientras Ronda le hablaba sobre algo.
Ambos me miraron en cuanto me aparecí con mi camiseta ya puesta, mis jeans y el par de vans que había conseguido tomar antes de huir de mi apartamento.
—¿No te secas el cabello?—me regañó la fémina, bajando la taza de café de la que se disponía a beber.
Me encogí de hombros.
—No vi tu secadora de pelo.
Ronda rodó los ojos, para a continuación saltar de su banquillo y acercarse a mí. Ya era normal verla gruñir entre dientes y hacer las cosas por nosotros.
Comenzó a secar mi cabello ondulado con la toalla, mientras que veía a Roderick aguantar una sonrisa mientras masticaba.
—¿Saben qué?—comenzó a decir, luego de tragar la tostada.— Estuve pensando en algo y ya sé lo que necesitamos para...
—No.—lo callamos al unísono.
Roderick se quedó perplejo, alzando sus brazos.
—Ni siquiera me han escuchado...
—No, pero te conocemos.—dije con seriedad.—Sabemos que todas tus ideas son pésimas.
—¡Eso no es cierto!—exclamó con el ceño fruncido hacia mí. A continuación miró a su novia.— ¿Verdad, nena?
Pero Ronda solo torció los ojos y volvió a secar mi cabello. Eso bastó para que Roderick dejase caer sus hombros con decepción.
—¡Ronda, por favor! ¡Creí que me amabas!
—Te amo, Rick. Pero Rome tiene razón.—se encogió de hombros con una sonrisa de disculpa.— Tus ideas no son las mejores.
—P-Pero... A ver, nombren una en la que...
—¿Recuerdas esa fiesta de la fraternidad de la otra ciudad? Terminaste desnudo colgando de una estatua, Ronda rompió todos los vasos de la barra y tuve que convencer a los chicos de que no publicaran las fotos que te tomaron.
—¡Eso solo fue un accidente de cuentas!
—Hace una semana nos dijiste que fuésemos de fiesta con tus amigos, los putos trataron de tirarse a Roman, a mí y tú estabas muy ebrio para si quiera golpearle la cara a Cole.—se me unió la fémina, que había empezado a peinar mi cabello.
Roderick apretó los labios, como un niño al que han descubierto robando galletas de la cocina.
—Al menos le golpeé en las pelotas...
—Adam te golpeó en las pelotas.—corrigió Ronda.
—¡Bueno ya, bueno ya! ¡Paren ya de regañarme!—exclamó, harto de nuestra evidencia.—Me equivoqué, lo admito. Pero esta idea es mucho mejor que las otras...
—¿Incluye fiesta?
—...Tal vez.
—Paso.
—¡Vamos, Roman!—chilló, saltando de su asiento y mirándome con un mohín de labios.— Necesitas diversión urgente y lo sabes.
—No.—lo corté de mala gana.— Lo que necesito es que mi compañero de piso deje de usar nuestro departamento como motel barato, un poco de cafeína y llegar a tiempo a mi clase de hoy.
—Y una buena revolcada no te haría mal tampoco...
—¡Roderick!—le gritó Ronda.
—¡Solo digo!—se intentó excusar de inmediato.—Conozco a algunos chicos que son buen partido y...
Ronda terminó por lanzarle uno de los cojines sobre el sofá, haciéndole callar y diciendo que lo mejor era ir a desayunar de una vez por todas.
La apoyé completamente.
No estaba de humor para fiestas, ni para citas, ni menos para revolcones. Tal vez era un amargado, pero prefería que fuera de esa manera.
Desde lo pasado con Dean, me había concentrado en mis estudios y en lograr graduarme como profesor de matemáticas. Incluso si su voz resonaba en los pasillos, incluso si su imagen aparecía en las noticias y en revistas.
Continué mi vida, sin Dean Ambrose en ella. Y estaba perfectamente de esa forma.
Fue una suerte que consiguiera llegar a la universidad a tiempo para mi clase de aritmética, estacioné mi auto y a paso rápido me dirigí hacia mi salón.
Ronda y Roderick me seguían el paso a unos metros atrás, bromeando que me caería o que me explotaría una vena por estresarme de sobre manera.
No los escuché. Hasta que cierto sonido de aplausos me hizo detenerme en medio del pasillo y prestar atención a la pantalla plana en la que un par de estudiantes se reunían a mirar lo que pasaba.
Pude ver público mientras me acercaba, saltaban y gritaban como en un concierto. Lo cual, al caminar más cerca y detenerme frente a la pantalla, comprobé que era.
Se trataba de un concierto. Posiblemente, de rock. Todos estaban felices e incluso las chicas que estaban cerca de mí sonreían maravilladas y chillaban por lo bajo.
Les di una pequeña mirada y volví a mirar a la pantalla.
Mi garganta se torció, a la par en que Roderick aparecía a mis espaldas con un brazo detrás de la cintura de Ronda y decía:— Hey, son Down with the F.
Su comentario no me afectó demasiado, sino que la imagen en la pantalla bastó para destruirme internamente... como el resto de las millones de veces en que había visto esos ojos azules y divertidos.
Ahí estaba él, con su cabello castaño ahora corto, su sonrisa amplia y socarrona, sus ojos azules bajo las luces de un escenario.
Dije que había continuado mi vida sin Dean Ambrose en ella y estaba bien con ello luego de estos tres años.
También olvidé decir que me había vuelto el mentiroso más grande con el pasar de estos años.
Dean sonreía hacia la audiencia frente a él, un poco de sudor caía por su frente y podía ver que su respiración era agitada por su pecho subiendo y bajando bajo su camiseta negra ajustada.
Pensé que me desmoronaría, que mis piernas se habían vuelto gelatina, pero no tardé en sentir la mano de Ronda en mi espalda y girar bruscamente hacia ella.
Me miró con su entrecejo fruncido y preocupación en su mirada.
—¿Estás bien, Rome?
¿Lo estaba?
—¡Gracias, Toronto!—gritó con fuerza el Dean de la pantalla, llamando mi atención otra vez.
Su voz sonaba casi como recordaba, aunque un poco rasposa. O tal vez no la capté bien por los gritos emocionados de sus fans.
Detrás de él se podían ver más músicos, aquellos que conformaban su banda. Un chico bastante musculoso en el bajo, una chica rubia con labios rojizos en la batería, aquel castaño de mirada divertida que recordaba era buen amigo de Dean con una guitarra eléctrica y finalmente el vocalista de la banda, sonriendo al público y buscando las palabras.
Todos aparecían en el disco de Ronda y eran una banda muy famosa que comenzaba su apogeo musical.
Dean era un cantante reconocido.
—¡Espero que se la estén pasando tan bien como nosotros!—agregó, escuchando más gritos. No obstante, el ojiazul relamió sus labios antes de volver a acercar sus labios al micrófono.—Esta noche... es especial para mí. Además de estar aquí, hay algo que no puedo olvidar y tiene que ver con una persona.
Mis ojos no se apartaron de la pantalla, concentrándome en respirar lentamente mientras la mano de Ronda seguía en mi tensa espalda.
—Hace años, cuando estaba en la secundaria, conocí a alguien muy especial en un día como este...—murmuró, la audiencia prestando completa atención a sus palabras.—Un completo imbécil, aburrido y controlador... Pero al mismo tiempo, el amor de mi vida.
Sentía que me congelaba, como si me hubiesen lanzado un balde de agua fría encima.
—Roman era la persona más testaruda y perfeccionista que podías conocer, pero con un corazón de oro que tuve la crueldad de romper.
Los murmuros comenzaron en ese concierto, al igual que al otro lado y a nuestro alrededor. Más de alguno que sabía mi nombre giró a verme, pero no tenía la capacidad de prestarles atención en ese instante.
—Cuando conocí a Roman, era un completo imbécil. Le dije que tenía que ser un poco más idiota y yo mismo me asusté de eso.—continuó el ojiazul, apretando brevemente sus labios.—Pero... Luego aprendí algo.
Esa sonrisa, esa sonrisa que tanto adoraba y que logró que mi corazón latiera con fuerza incluso después de tres años, volvió a aparecer en sus labios.
—Nunca es malo ser un poco más idiota, mientras que exista esa otra persona para contenerte. Tú eras esa persona, Roman.
Los aplausos volvieron, mientras que Finn le entregaba a Dean una guitarra gastada y algo vieja. Su guitarra.
—Para celebrar este día tocaré NUESTRA canción favorita en el mundo.—sonrió junto al micrófono, para luego mirar directamente a la cámara.— Esto es para ti, Roman... ¡Esto es Can't Help It!
Los fanáticos volvieron a gritar mientras la banda iniciaba con esa melodía que era tan familiar para mí y que me dispuse a odiar todos estos años.
Pero era imposible.
—I never wanted it to be this way, I thought I loved her. And it's hard for me to say, but I found another...
Su voz sonaba igual que en esos días que pasamos juntos, en esas tardes en las que tocaba su guitarra y me invitaba a cantar junto a él, o que simplemente nos dormíamos en los brazos del otro y me cantaba en voz baja.
Me sentí en esos momentos otra vez, y mi corazón comenzó a doler.
—Roman ¿a dónde vas?
—¡Amigo, espera!
Pero ignoré los llamados de mis amigos, caminando lo más rápido que pude hasta la salida del establecimiento en busca de aire.
Mi corazón latía con fuerza y sentía mi pecho oprimirse con cada paso que daba por el campus. Más de alguno de los estudiantes que pasaba se me quedó viendo perplejo al respirar con tal rapidez que parecía estar hiperventilando.
Y lo estaba.
En cuanto llegué a una de las bancas bajo la sombra de un árbol, lancé mi mochila con fuerza y no me importó donde cayera.
—¡Maldito seas! ¡Eres un...! ¡UGH! ¡Todo es tu puta culpa! ¡No mía!—comencé a gritar, caminando de un lado a otro y oprimiendo mis sienes con frustración.—¡Hijo de la gran...! ¿¡El amor de tu vida!? ¡Amor de tu vida mi...!
—Aunque eso también me gusta de ti, te aconsejo no terminar esa frase.
Mis pies dejaron de moverse por el césped, a la par en que levantaba la vista y sentía el estómago aún más revuelto.
Tenía que ser una jodida broma.
Sonrió de lado.
—No sabía que todavía tenía ese efecto en ti, emperador Romano.
Mierda.
Mi ceño estaba fruncido con fuerza, mi mandíbula apretada y mi rostro enrojecido. Quién sabe si por la ira o por algo más.
Sin embargo, con sonrisa o sin ella, seguía sumamente enojado.
Caminé hasta mi mochila tirada a unos pasos de mí y la agarré con brusquedad, echándomela al hombro y disponiéndome a salir de ahí lo antes posible.
—¿Vas a ignorarme?—preguntó el castaño a unos pasos de mí, casi con voz cautelosa.
—Eso es lo mejor que puedo hacer después de lo que tú hiciste.
Mi respuesta fue brusca y desinteresada, en tanto caminaba a pisotones lejos de él y su presencia que no hacía más que sarcarme de quisio.
Odiaba esto. Odiaba a mi corazón. Odiaba que su presencia me hiciera sentir así.
Odiaba el puto efecto Ambrose.
También odié que Dean se me adelantara y colocara en mi camino, apoyando sus manos libres de vendajes sobre mis hombros y consiguiera detenerme.
Sus ojos se encontraron con los míos, y entendí que tenían el mismo efecto después de esos tres años.
Maldición.
—Roman, por favor.—murmuró, sin quitarme la mirada de encima y con cierto ruego en su voz.— He regresado... He regresado por ti.
La forma en que dijo mi nombre luego de tanto tiempo alteró cierta parte de mi cuerpo, no voy a mentir.
—Oh ¿En serio?—dije con el sarcasmo desbordando en mi voz.— Tres años tarde, Dean.
Me quité sus manos de encima, dispuesto a retomar mi camino.
Sin mirar atrás...
—¡Estaba asustado!—exclamó con fuerza.—Estaba asustado de no ser suficiente para ti.
Pero él siempre me hacía mirar atrás. Justamente como hice en ese momento.
Giré lentamente sobre mis talones, encontrando su mirada una vez más y sintiendo que mi ceño fruncido se debilitaba.
Dean apretaba sus labios, mirándome con tristeza en sus ojos azules y sus manos en el interior de los bolsillos de sus jeans en un acto de nerviosismo.
—Te mereces el mundo, Roman...
—¡Tú eras mi mundo!—grité, sintiendo como si algo en mi interior estallara por fin.— ¡Tú eras mi mundo entero y me abandonaste!—mi voz se rompió en un chasquido y no tenía el control para hacer nada cuando ya había empezado a sentir el llanto llenándome la garganta.— Mi papá murió, tú me rompiste el corazón... Me sentí tan solo. Era como si no pudiera respirar por tanto tiempo...
Las lágrimas amenazaban con salir, y el que se acercara hasta mi y colocara una de sus manos en mi cabeza y dejara que mi frente chocase con la suya no ayudaba en nada.
—Lo siento... Lo siento...
Su voz sonaba ronca, pero no podía ignorar que esta retumbara en mis oídos y que la hubiese extrañado tanto.
—¿Sobre qué?—murmuré, sintiendo que mi garganta seca me traicionaba.— ¿De qué te disculpas? ¿De haber actuado como un imbécil? ¿De lo que pasó entre nosotros?
—Lo que pasa entre nosotros es lo más bello que he tenido en la vida.—habló sin titubeos, tragando con rapidez antes de continuar.— Me disculpo por esto.
Y antes de que pudiese seguir interrogándole, Dean se inclinó un par de centímetros y presionó sus labios sobre los míos.
Incluso si llegaba a tener el instinto de apartarlo, fue imposible.
Sus labios sabían tal y como recordaba, como Skittles y rebeldía, mi sabor preferido en el mundo.
Mis manos no parecían responderme, por lo que solo moví una de ellas hasta su nuca y le di un pequeño apretón, profundizando nuestro beso para sorpresa del castaño.
Sin embargo, le tomó un par de segundos para responder y besarme con más fuerza, como si su vida dependiera de eso.
La mía, tal vez lo hacía.
Nos separamos solo por la falta de aire. Dean apoyó su frente contra la mía una vez más, su pecho se movía a un ritmo agitado mientras que yo no podía esconder mis rápidos respiros similares tras ese beso que creí jamás volvería a sentir.
—Te prometo...—susurró, sentí su cálido aliento acariciar mis labios temblando y palpitando.— Te prometo que no volveré a dejarte solo, jamás.
—¿Cómo puedo creerte?—dije con un sorbeteo de por medio.— ¿Cómo... Cómo esperas que confíe en ti? No puedo hacer eso, Dean.
—Lo sé... Sé que no puedes hacerlo ahora.
Él no se movió, solo se quedó en silencio un par de segundos que me parecieron eternos antes de volver a hablar.
—¿Recuerdas cuando te dije que quería preguntarte algo después de la graduación?
Solo asentí, ya que era algo que en serio no había olvidado aunque me doliera el corazón. Daba vueltas en mi cabeza todo el tiempo, a pesar de que me dijera a mí mismo que estaba siendo un idiota.
Sentí su mano buscar la mía, tocando esta tímidamente mientras que había dado un pequeño salto por la sorpresa. Sin embargo, mis dedos encontraron los suyos y no tardamos en entrelazarlos. Sentí su mano, deleitándome con esa calidez que tanto extrañé aunque me dijera lo contrario.
—Cuando te sientas listo, cuando puedas perdonarme...—murmuró, sin moverse ni un centímetro más que para darle un apretón a mi temblorosa mano.— Comparte tu vida conmigo.
—¿A qué te refieres?
—Cásate conmigo, Roman.
Mi corazón dio un vuelco.
—Te prometo que no volveré a dejarte solo nunca.—nuestros ojos se encontraron, sabía que más de alguna lágrima me recorría la mejilla y él no dudó en quitarla mientras me observaba con dulzura.— Eres mi mundo... Y siempre lo serás.
No podía responder a eso... Realmente no tenía palabras para ello.
Entonces, completamente guiado por lo que sentía en mi corazón, lo callé con mis labios impactando los suyos.
Se sintió como la primera vez que nos besamos y, esta vez, sentía que era lo correcto sin duda alguna.
Lo quería en mi vida, ya no podía mentir.
Nuestros labios se acariciaron por minutos que desee fueran eternos, separándonos por la falta de aire y manteniendo mi rostro ruborizado cerca del suyo.
—Sigo enojado contigo.—murmuré, viendo cómo sus labios se extendían en una sonrisa.
—Lo sé.
—No voy a darte una respuesta a... Tu propuesta.-tragué con suavidad.— Al menos no por ahora.
Sus labios se fruncieron en esa sonrisa que me hacía perder la noción de cualquier cosa.
—Está bien...—rozó su nariz con la mía en un tierno gesto.— Mi propuesta no tiene fecha de caducidad, Rome.
—Te ves estúpido con ese corte.
—Seguro que sí.—respondió con la misma sonrisa, manteniendo sus manos en mi espalda mientras nuestros pechos se tocaban.
—Te extrañé...
—No tienes idea de cuanto.
Diga lo que diga, mintiera o no lo hiciera...
Siempre sería Dean.
El idiota rey de la Lista F que me hizo perder el control y, después de todo, me demostró que no está mal ser un poco más idiota.
Well... Podría ser esta la despedida y agradecerles todo con un discurso conmovedor.
Pero no lo haré :) Se joden.
Porque todavía nos quedan tanto el extra Ambreigns y un extra Ortollins. Sin embargo, quiero de todas maneras agradecer todo lo que me han apoyado hasta este momento, son lo mejor de este mundo <3
Quiero saber ¿qué opinaron del final y el epílogo?
¿Qué esperan de la relación de Dean y Roman ahora? ¿Algo en especial que les gustaría ver?
También ¿qué opinan sobre Seth y su "desaparición"? Los voy a estar leyendo ;)
Espero tener los extras pronto y que hayan disfrutado List A hasta este momento.
Se les ama <3
Se despide, Rock.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro