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8. Somos dos

—¿Comiendo solo?

Levanté la vista por aquella voz, encontrando a la rubia de trenza junto a Randy. Ambos tomaron asiento frente a mí dejando su mochila y bolso sobre la mesa.

Lana me sonrió como saludo mientras masticaba y golpeaba el puño del tatuado.

—Tampoco es normal que llegues temprano, Ambrose.—agregó, ahuecando su rostro entre sus manos.

—No dormí en toda la noche.—dije con la boca llena, disponiéndome a comer otro bocado de la magdalena de azúcar que devoraba desde hace 20 minutos.

—¿Y eso?—comentó Randy, con su vista en un libro y con su otra mano sacando un emparedado de su mochila.—Usualmente duermes como tronco, Ambrose.

Me encogí de hombros con simpleza, esta vez tragando antes de responder.

—No lo sé. Insomnio, supongo.

Muchos creían que era un experto en el antiguo arte del mentir. Y tenían razón.

Prefería no decirle a ambos que me había metido en otra pelea con Baron y terminé con mis nudillos ardiendo, siendo el dolor la razón de que no pudiera pegar ojo la noche anterior.

Por supuesto que la rubia que me había abandonado también tenía parte de la culpa, no voy a mentir.

Le di otro mordisco a mi postre, antes de darme cuenta que tanto Lana como Orton me acusaban con la mirada.

—¿Qué?

—Mejor te pregunto por qué.—la pelirrubia cruzó sus brazos sobre sus pechos.—¿Por qué se pelearon ahora?

—No sé de qué me hablas, Barbie.—bromeé, a lo que Randall me pateó ligeramente la pierna por debajo de la mesa.

Lo miré con el ceño ligeramente fruncido aunque él siguiera con sus ojos en el libro con tapa azul que tenía en su mano. Lana tampoco parecía haberle hecho gracia mi broma barata. 

—No lograrás mentirnos, Ambrose.—pasó la página sin siquiera mirarme.—Sabemos que te peleaste con Corbin.

Mierda.

—Vamos, chicos. No tiene importancia.

—¿No tiene importancia dices?—casi chilló la fémina con la exasperación llenando su rostro. Miró hacia atrás y luego volvió a mí.—Dame tu mano.

—Lana, no...

—Que me muestres tu mano, Dean.

—No lo hará, Lana.—habló de nuevo el tatuado, esta vez haciendo a un lado su libro y mirando a la rubia y luego a mí.—Nunca le ha mostrado lo que tiene debajo de esas vendas a nadie.

Lana alzó sus cejas, Orton me miró y yo solo me dediqué a ocultar mis manos entrelazadas bajo las mangas de mi sudadera.

La rubia se vio algo exasperada al soltar una respiración y negar con la cabeza.

—Ese no es el punto.—se quejó, volviendo a envenenarme con sus ojos castaños.—Nos preocupamos por ti, Dean. Y nos damos cuenta que desde Renee...

Mis ojos se encontraron con los de ella en cuanto la nombró, a lo que sus labios carmín se paralizaron y pareció retractarse de sus palabras. 

Todavía dolía, aunque tratara de mentirme a mí mismo al decir que no o ignorarlo con las varias botellas de cerveza que dejé en casa aquella mañana. Seguía doliendo como un demonio.

—L-Lo que quiero decir es que estoy muy preocupada por ti, Dean. En serio lo estoy. 

Fruncí mis labios en una pequeña pero falsa sonrisa antes de decir:—No tienen por qué. 

El resto del desayuno lo pasamos en silencio. Corbin llegó solo al comedor, dándome una venenosa mirada a pesar del morado adornando uno de sus párpados tras nuestra pelea. 

Le sonreí mientras que Randy solo me daba una mirada en silencio. 

Solía pelear mucho con Baron, teníamos una relación de ami-enemigos después de todo y todos lo sabían. Sin embargo, no era algo de lo que me preocupara realmente. Teníamos nuestras diferencias y solo lo podíamos arreglar con nuestros puños. 

Movía mis pies apoyados sobre la mesa en un lento ritmo que tenía en la cabeza, hasta que una mano se apoyó bruscamente a un lado de ella y me robó el contacto visual. 

Esa chica de piel morena y mirada fastidiada que recordaba era del equipo de porristas. 

— Eres tú.—le sonreí de lado, a la par en que bajaba mis converse de la mesa del comedor.—¿Qué haces en territorio enemigo, chica A? 

—Mi nombre es Naomi, cabeza de repollo. N-A-O-M-I.—aclaró con furia, a lo que solo le seguí sonriendo para su real fastidio.—Necesito que vengas conmigo ahora mismo. 

—¿Y eso?—enarqué una ceja, para tras segundos solrtar una carcajada.—No me digas que Reigns te envía.

—No metas a Roman en esto, porque te matará por lo que hiciste. 

Lana dejó de beber de su botella con agua, Randy apartó levemente su mirada de su libro y yo me quedé paralizado, mirando a la fémina de top fosforita como un total imbécil. 

Abrí la boca, pero Randall me ganó. 

—¿Ahora que hiciste?

—Qué se yo.—solté con un encogimiento de hombros. Luego miré a Naomi, el enfado seguía en su rostro.—¿Qué fue lo que hice?

—Lo sabes, Ambrose. No caeré en tus truquitos, no soy ninguno de los perros que te sigue la cola.—miró por sobre mi hombro brevemente.—Sin ofender, chicos. 

Randy apretó sus labios y Lana jugó con su trenza, pareciendo pensar muchas veces la opción de sentirse ofendida por las palabras de la morena. 

Esta volvió hacia mí con una seria mueca. Preferí adelantarme a lo que sea que me fuera a decir:—Mira, créeme al menos esta vez, chica A. No tengo idea de lo que me hablas. 

La fémina se cruzó de brazos con clara incredulidad y molestia.

—He estado aquí desde temprano.

—Es cierto, ya estaba aquí cuando llegamos.—aportó Lana. 

—Tal vez lo hizo antes de venir aquí y ustedes no tienen idea.—refutó.

—Pero no sé lo que hice si quiera, Naomi.—exclamé, ya un poco exasperado y curioso por saber de qué me culpaban.

Ella se quedó en silencio, su pecho subía y bajaba por sus respiraciones mientras me observaba en busca de algún signo en mi cara. Finalmente soltó un pequeño suspiro. 

—Lo mejor es que vengas conmigo.— se dispuso a caminar.—Esperemos Roman no te golpee. 

No pude evitar soltar una sonora y sarcástica carcajada. 

—Yo no le tengo miedo a Reigns.

—Pero no puedes arriesgarte a que te pateen fuera de aquí.—comentó Orton de la nada, tan solo en ese momento me di cuenta de que había guardado su libro y se echaba la mochila al hombro.—Iré contigo para que no te salgas de control. 

—No necesito una niñera, Orton.—gruñí. 

A pesar de ello, el tatuado me ignoró y siguió a Naomi por el espacio entre las mesas en dirección a la salida del comedor. El silencio se había extendido por el lugar y los ojos de cada uno de los integrantes de la lista F presentes estaban sobre mí. 

No tuve más opción, suspirando exasperado y apresurándome a alcanzar a esos dos antes de que el resto de la lista F me comiera con los ojos.

Nadie dijo nada el resto del camino, Randall caminaba con las manos en sus bolsillos y la capucha de su chaqueta puesta, mientras que Naomi nos guiaba con su porte elegante como para ser una nerd. Yo solo gruñía entre dientes respecto a lo que estaba pasando. 

No le tenía miedo a Reigns, ni mucho menos a sus golpes o ira. La idea de ser guiado por una de la lista A tampoco me era muy agradable. Pero una parte de mí solo quería tener algo con lo que distraerse luego de ver a su ex novia con otro tipo. 

Finalmente llegamos a aquella puerta con el cartel escrito a mano diciendo "Club de periodismo"

Naomi abrió la puerta sin siquiera tocar, pero eso bastó para que Randall me agarrara de la sudadera como para evitar que escapara. Le di una mirada poco amistosa pero solo me dejé llevar antes de caminar al otro lado de la puerta plenamente abierta. 

La escena no era bonita. 

Miles de papeles revueltos y rotos en el suelo, algunas lentes de cámara desparramadas y unos pequeños objetos negros que parecían ser teclas. 

Sin embargo, lo que más me asustó fue que unas manos grandes me agarraran del cuello y mi espalda se estampara contra la pared con un sonido casi sordo. 

  —¡Rusev!—escuché chillar a la morena, pero no fue de gran ayuda. 

Mis dedos de inmediato trataron de incrustarse en aquellas manos, pero lo primero que vi fue la furiosa mirada de uno de los Lista A. Creo que era Búlgaro o algo por el estilo, ya que me había empezado a gruñir y casi escupir en la cara cosas en un idioma raro. 

—N-No entiendo qué es lo que dices, amigo...—balbuceé como pude, quedándome lentamente sin aire. 

—¡Te digo que voy a hacerte pedazos la garganta, microbio! ¡Te arrepentirás de haber hecho esto!

—P-Pues ya me arrepiento...— intenté tomar una respiración, incrustando mis uñas sobre su piel y casi sintiendo que mis pies abandonaban el suelo.—M-Me estoy ahogando. 

—Rusev, ya fue suficiente.—advirtió la fémina, por primera vez en un largo rato. 

Me sorprendió un poco que creyendo que mi rostro podría estar morado por la falta de aire, fui capaz de girar mi mirada por el lugar y encontrar la escena de lo que pasaba a espaldas del mastodonte que me tenía de rehén. 

Había un bicolor sentado en el suelo abrazando sus rodillas, mantenía su frente contra las mismas y se le veía temblar bajo los brazos de Reigns, el cual parecía tratar de calmarlo con sus palabras.

—Suelta a mi amigo.

Giré rápidamente ante la voz de Randall. Había puesto su mano posesivamente sobre uno de los brazos del tal Rusev, el cual lo miraba como si él fuera el siguiente en su lista de víctimas. Pero el tatuado no se veía para nada asustado. 

—No sé qué pasó aquí, también sé que ustedes no confían en nosotros.—miró a Naomi y luego de nuevo a Rusev.—Pero les digo la verdad, Dean no hizo esto.

—Tú lo dijiste, Orton. Mi jefesito no confía en ti, el enano tampoco ni mucho menos la mujer esta. 

Naomi lo miró con poca simpatía, pero el grandote seguía apretando mi cuello como si no hubiese un mañana. 

—¡Y lo que es yo, ahora mismo te patearía el culo mientras le rompo el cuello a tu amigo!  

—Rusev, suéltalo ya. Se está poniendo pálido.—exclamó alarmada la morena. 

Era verdad, incluso ya veía borroso. 

—Suéltalo, Rusev. 

Otra voz llamó la atención de todos, rota y entre sollozos. Los dedos del Búlgaro dejaron de apretarme, permitiéndome tomar aunque fuese una bocanada pequeña de aire en tanto miraban al bicolor que había hablado desde su posición indefensa en el suelo. 

Seguía sin levantar la mirada, abrazaba más fuerte sus rodillas y Reigns se veía más preocupado que antes. 

  —Él no fue quién lo hizo, suéltalo.

—Pero, enano...

—¡Te dijo que él no fue, Rusev! ¡Suficiente de violencia por hoy! 

El chico A por fin obedeció ante los gritos de Naomi, soltándome y que volviera a estar sobre mis desgastadas zapatillas. Tosí varias veces en tanto Randall me ayudaba a mantenerme de pie. 

  —G-Gracias, Orton...— murmuré como pude. 

Él solo apretó los labios y comenzó a encaminarme hacia donde estaba Reigns y el resto. 

—¿Qué fue exactamente lo que pasó aquí?—preguntó el tatuado, llamando la atención de todos. 

—¿A ti qué te importa, microbio? Tu amigo ya no es sospechoso, úchale de aquí.

—¡Rusev!—chilló Naomi. 

El Búlgaro se cruzó de brazos y prefirió guardar silencio. En tanto, yo trataba de volver lentamente a respirar y recuperar los sentidos. 

Randall le dio una mirada algo tensa al miembro del club de periodismo y luego volvió su semblante al líder de ellos. 

—Tú nos llamaste, Reigns. Dinos qué ocurrió. 

El pelinegro se veía consternado, no molesto a diferencia de Rusev o asustado como el otro chico que no recordaba su nombre. Él negó para sí y alzando sus cejas recobró la palabra. 

—Alguien se metió en el salón y...— miró brevemente al bicolor entre sus brazos.—Seth estaba aquí. 

—Lo encontramos todo golpeado y alguien rompió sus lentes junto a la máquina.—agregó Rusev, completando molesto las palabras de su compañero de club.—Desde entonces no se quiere levantar de ahí. 

Efectivamente, el bicolor, además de no moverse más que para sollozar, apretaba el marco de unos lentes rotos entre sus heridos dedos. Parecía aterrorizado. 

No me esperé que Orton girara a verme, para luego dejar que me apoyara por mi cuenta cerca de una mesa y luego se encaminara cautelosamente hacia el herido chico A. 

Tras darle una mirada a Reigns, se colocó de cuclillas frente a él para quedar a aquella altura. Mi amigo lo miró en silencio por un instante, para a continuación acercar lentamente su mano a las suyas. 

En cuanto tocó su piel, Seth levantó la cabeza con brusquedad y lo miró horrorizado con aquellos ojos cristalizados todavía soltando lágrimas. Para mi sorpresa, el tatuado le sonrió. 

—Te está sangrando la nariz.—dijo con un bajo tono de voz, sacando rápidamente un pañuelo de papel del bolsillo trasero de sus jeans y acercándose cuidadosamente a Seth.—Quédate quieto...

El bicolor dio un pequeño saltito, como si quisiera alejarse pero algo se lo impidiera. Pero, por alguna razón, no tardó en soltar una respiración y ceder a la delicadeza con la que Orton puso aquel pañuelo bajo su nariz herida.

—Necesitas ir a la enfermería.

—Yo lo llevaré.—ofreció de inmediato Rusev, sin embargo, recibió un golpe de Naomi.—¿¡Y a ti qué te pasa, mujer!?

—Ya haz hecho bastante por hoy, mejor mantén tus manos lejos de Seth. Ya está lo suficientemente asustado.—Naomi lo miró con el ceño fruncido y luego este se disipó al girar hacia el chico A.—Seth, cielo ¿Te puedes levantar? 

Seth negó con suavidad, manteniendo el pañuelo de Randall contra su nariz y cerrando con fuerza sus ojos. Orton había tomado sus manos mientras que Reigns le quitaba lentamente los lentes ya arruinados que antes sostenía. 

—Está temblando mucho.—comentó Randall, para a continuación tomar sus manos un poco más fuerte.—Yo me encargo. 

El tatuado pasó delicadamente los brazos del indefenso chico detrás de su cuello, para que estos se engancharan y su cabeza se apoyara débilmente en su hombro. Luego, con el mismo cuidado de antes, pasó su brazo libre bajo la hendidura de sus rodillas y comenzó a ponerse de pie. Con él entre sus brazos me dio una pequeña mirada. 

La interpreté de alguna manera y solo hice un movimiento con mi mano de que estaría bien, antes de que se encaminara en silencio hacia la puerta que Naomi abría y desapareciera rápidamente de la habitación.  

La chica A miró a Rusev, el cual solo gruñó algo en otra lengua y finalmente se dirigió en la misma dirección que Orton. Naomi me miró por un momento y luego a Reigns que seguía de cuclillas en el suelo, para acto seguido imitar al grandote.

Nos quedamos Reigns y yo en el salón y supe que no pintaba para bien.

La ira me quemaba por alguna razón y ni soltar una gran respiración me ayudó.

—No puedo creerlo.—hablé, mirando al techo como una forma de no soltar toda mi furia de golpe.

—No sé de qué hablas.

Me hirvió la sangre.

A la mierda el control.

—¡Por favor, Reigns!—grité a todo pulmón, girando furioso hacia el moreno que solo se había levantado del suelo sin decir nada.—¡Fui al primero que culpaste! ¿¡Es una maldita broma!?

El ojiazul solo me observó, pareciendo no tener palabra que decir en su defensa.

—¿¡Qué mierda te crees!? ¡Tú no eres el señor perfección! ¿¡Sabías eso!?

—Eres el principal causante de muchas de las cosas que han pasado por aquí, Ambrose.—interrumpió mis gritos, mostrándose tranquilo y sin pizca de remordimiento por muy enojado que le mirase.—Y si a alguien puedo culpar por muchas razones, ese eres tú. No confío en ti.

—¿¡Y por qué destruiría tu club de cerebritos!? ¡Tú dime!

Él calló. Realmente no llegaría a ni un lado con esto.

—Vale, Reigns...Siempre es mi culpa ¿cierto? Sé que me odias y todo pero no tengo ningún interés en tu valioso club o en ti ¿sabes? Tengo asuntos más interesantes.

—¿Como tus faltas a mi tutoría?

Su seriedad me hizo enmudecer, incluso si tan solo segundos atrás hablaba con sumo sarcasmo.

Giré hacia él, pero seguía igual de tranquilo. Incluso cuando apretó brevemente la mandíbula antes de decir: —Tú y tu equipo de idiotas se arrepentirá de todo. Empezando por ti cuando le diga...

—¿Cuándo qué?—me carcajeé en su cara sin miedo alguno.—¿Cuándo le digas a Anderson? Pff...No me jodas, Reigns. Qué táctica más barata es esa.

El moreno frunció el ceño.

—¿Qué acaso no te importa nada? ¿¡Nada en lo absoluto!?—su voz subía de intensidad, incluso cuando solo lo miraba con mi satírica sonrisa.—¡No eres más que un hijo de puta incapaz de pensar en nadie más que no seas tú!

La curvatura continuó en mis labios cuando avancé hacia él, al punto de tan solo dejar una distancia de un par de metros entre ambos. Acerqué mi rostro al suyo, justo cuando nuestras narices se rozaban y nuestras miradas estaban más que conectadas.

La mía con diversión, mientras que sus ojos bizarramente grises reflejaban gran ira como la de un animal salvaje.

—¿Crees eso, Reigns?—sonreí de lado aguantando otra risotada en mi interior.—Me lo dicen mucho.

Se quedó en silencio, con su entrecejo fruncido y la oscuridad de su mirada reflejada en la mía.

—No te vuelvas a acercar a mi club.—gruñó luego de un rato.—Si lo haces u otra de tus ratas lo hace...Yo mismo te rompo los huesos.

Con una dramática mueca de sorpresa, me alejé de él y me abracé a mí mismo.

—Dios, Roman Reigns me ha amenazado. El gran rey de la Lista A me detesta...

—¡Deja de decirme así!

—Eso es lo que somos.—lo apunté con mi dedo.—Tú gobiernas a un montón de fracasados y nerds.-me apunté a mí mismo.—Mientras que yo soy el rey de la diversión porque soy el mejor para pasar el rato.

Reigns rodó los ojos ante mi aire de superioridad, echando atrás algunos cabellos que escapaban de su perfecta coleta.

—No tienes idea de lo que dices, Ambrose.—dijo, ya sonando agotado cuando dijo lo último.—Tú solo...



—Haz lo que quieras.

Repetí aquello que, por alguna razón que no comprendía, se quedó pegado en mi cabeza el resto del fin de semana.

Bufé para mí mismo, bebiendo el último rastro de cerveza que me quedaba hasta el fondo y luego apretando la lata en mi mano.

Haz lo que quieras, haz lo que quieras... —repetí, imitando sarcásticamente la voz del rey de la lista A. —No tienes que decirme eso, Reigns. 

Con fuerza eché mi brazo atrás y luego lancé la lata aplastada, esta se perdió en la oscuridad de la noche bajo el balcón e hizo gritar a un gato. Esperaba no haberle dado o me volverían a regañar por lanzar basura. 

Pasaban de las tres de la mañana y seguía sin poder dormir. Culpaba un poco a Reigns de eso. 

Usualmente nada de lo que me dicen me es importante, menos una orden viniendo de él. Sin embargo, no podía dejar de escuchar su voz en mi cabeza con esa frase. Sin parar y sin dejarme dormir, tan solo haciéndome beber una y otra cerveza sin señal de control alguno. 

Ya no las contaba, pero sabía que tenía aguante. 

Me dispuse a tomar otra de las latas de por ahí hasta que escuché un quebradizo sonido, el de una botella al hacerse pedazos, muy familiar para mí.

No quería ponerme a recordar los muchos traumas y razones por las cuales mis manos siempre estaban vendadas, pero había alguien con más problemas que yo en la casa que estaba detrás de la mía.

No tardé en escuchar algunos gritos bastante agudos, unos pasos acercarse a la puerta como pisotones y luego esta siendo azotada.

Aquella pelinegra se puso su chaqueta con exasperación, gruñendo entre dientes hasta que me vio y dejó de caminar por la parte trasera de su casa.

Le sonreí ligeramente de lado, a lo que bajó sus brazos notoriamente harta.

—¿Tú también, Ambrose?—exclamó, lo suficiente para que la escuchara. Me encogí de hombros y ella soltó una respiración.—¿Tienes otra de esas para mí?

No dije nada, solo agarré otra de las latas de cerveza a mis pies y me encaminé lo más rápido posible por la casa. 

Todo estaba tan desordenado y oscuro como siempre, pero fui capaz de no tropezar en tanto bajaba las escaleras sin preámbulo y me colocaba mi gastada chaqueta de cuero. 

Era fácil darse cuenta que no había nadie más en esa casa aparte de mí, también el hecho de que tener orden o limpieza no estaba en mis planes incluso aunque me interesara. Estaba bien viviendo de esa manera aunque Randall tratara de convencerme de lo contrario en las pocas veces que había venido a una fiesta a mi casa. 

Bajé los escalones y me dirigí a la puerta trasera que me llevaría a la parte de atrás, la brisa nocturna me golpeó con algo de fuerza, alborotándome el cabello ya desordenado mientras caminaba a pisotones sobre el cemento del jardín. No tardé en ver aquella figura femenina apoyada de la única cerca de metal que separaba nuestras casas, con su cabello cayendo como cascada y sus pálidos dedos casi brillando sobre sus brazos cruzados a causa de la oscuridad. 

Siguió dándome la espalda incluso cuando estuve a tan solo pasos de ella, a lo que simplemente tomé una pequeña cantidad de aire por mi nariz y giré sobre mis talones. Con suavidad apoyé mi espalda contra la de Paige, al igual que levanté mi vista al cielo y me quedé mirando las brillantes estrellas brillando en el cielo sobre nuestras cabezas. 

Paige no tardó en alzar un poco su brazo, estirando sus delgados dedos hacia mí. Entendí inmediatamente el mensaje y le entregué la lata de cerveza que había traído conmigo. 

Nos quedamos así, tal y como varias veces en las que más de alguno se ha sentido agobiado y no ha podido cerrar los ojos para dormir. Siempre terminábamos así, apoyados contra la espalda del otro como si eso nos evitara caer. 

Y lo hacía. 

Aunque todos me creyeran un cretino, por razones que no me interesa averiguar, Paige había sido un gran apoyo para mí desde...desde...

—Dean. 

Salí de mi ensueño justo a tiempo, no quería pensar mierda inservible. 

—¿Sí?

—¿Haz pensado en...simplemente correr lejos de aquí?—dijo con su voz casi mezclándose con el ligero viento.—¿Correr y correr hasta que no puedas más?

Sonreí lentamente hacia el cielo, algo dentro de mi pecho se sentía extraño de pensar en ello. Irónico.

—Si me dieran un dolar cada vez que lo he pensado...Créeme, Paige, sería millonario y no viviría ya aquí. 

Escuché una pequeña risita escaparse por sus labios, justo antes de que su cabeza se apoyara ligeramente contra la mía. Cerré mis ojos y tomé un respiro, el viento nocturno a veces lograba calmar mis ansias. 

Ella parecía tener mayores problemas que yo. 

—Paige.—me relamí los labios.—¿Qué sucedió?

La fémina soltó un suspiro, antes de beber un trago de su cerveza y luego dignarse a hablar sin moverse de su posición. 

—Lo de siempre.—sus hombros se fruncieron ligeramente.— Mi padre es un cerdo alcoholico y mi corazón está hecho un desastre. 

Abrí uno de mis ojos antes de preguntar:—¿Qué viste hoy?

—La vi besándose con Corbin. 

La tristeza al decir aquello derramaba en su voz, aunque ella lo quisiera ocultar con sus suspiros o detrás de sus constantes tragos de cerveza. 

—No tengo ni oportunidad ahí.—soltó nuevamente, esta vez un poco más exasperada que antes.—Yo...No sé por qué me preocupo por ella si quiera. 

—Porque tienes corazón, Paige.—solté una respiración.—Y te guste o no, él te dice que estás enamorada de Nikki. 

La bicolora se quedó en silencio, solo señalándome que tenía razón y me golpearía cuando se sintiera mejor. 

—Detesto cuando tienes razón, Ambrose.—dijo con una minúscula risa. 

Sonreí de lado.

—Me detestas todo el tiempo, Paige.—la imaginé rodando los ojos y solo reí ligeramente. 

Otra vez ese silencio, podía sentir que mi mente comenzaba a tener aquella imagen que trataba de olvidar con el alcohol. Mi estómago se revolvió. 

—¿Así se sentía?

La pregunta de Paige me dejó algo perplejo, girando mis ojos hacia a un lado como si pudiera verla. 

—¿Qué?

—Cuando te rompieron el corazón.—agregó.—¿Así se sentía? 

¿Así me sentía? Miré mis nudillos vendados y luego apreté mis labios ya partidos.

Yo diría que peor, sin embargo le respondí algo fastidiado: 

—Odio tener corazón. 

Ella sonrió y giró su cabeza por primera vez, luego alzó su lata de cerveza hacia mí. No tardé en imitarla, acercando la mía y chocándola ligeramente.

—Somos dos, Ambrose.  

 






¡HE REGRESADO A LA VIDA! :) 

Lamento la demora, pero ya saben, lo de siempre. Intentaré actualizar más seguido. 

Tenemos nueva portada y publicaré unas cositas que hice para presentar a nuestro actual elenco tanto de la Lista A y F.

Mantengan la calma, que la acción ya viene 7u7  Como pregunta para ustedes ¿quién más creen que podría unirse al elenco? Si aciertan a alguna o dan una idea muy buena, les doy un regalito misterioso y una galletita <3

Gracias por leer y les mando un montón de besos y una F para que sean como Dean ;)

Se despide, Rock. 

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