7. ¡Usa la cabeza!
—Muero de hambre.—gruñó el bicolor al lanzar su mochila sobre su escritorio y luego dejarse caer en su silla giratoria.
—Estoy de acuerdo con el microbio.—comentó Rusev, recibiendo una mala mirada de Seth pero siguiendo con lo suyo.—Aunque a mí no me robaron el dinero del almuerzo...
Rodé un poco los ojos hacia Seth, el cual solo había girado hasta darnos la espalda en su silla.
—Dijiste que no dejarías que se metieran contigo otra vez.—le recordé con seriedad, a lo que escuché un bufido por su parte.
—¡Esos cerebros de cacahuate me tomaron por sorpresa! ¡Lesnar casi me rompe los lentes y no pude hacer nada! No tuve de otra.
—¿Con esto admites que les tienes miedo?
—¡Que no les temo!—gritó, al mismo tiempo en que de un golpe se levantaba de su escritorio y nos miraba con fastidio.—¡No hay forma de que les tenga miedo a un montón de imbéciles con cerebro de goma!
—Seth, deja de gritar.
Pero de la misma manera me hizo callar:—¡No estoy gritando, Roman!
Claro que no.
Sabía que Seth ocultaría su fobia por los miembros de la Lista F sin importar qué, sin embargo, no siempre podría estar ahí para defenderlo de los abusos de Corbin y Lesnar.
—Oiga, jefesito.—miré a Rusev con curiosidad.—¿Qué tal su primera lección con el burrito?
—¿Con el burrito?—solté una pequeña carcajada.—Supongo que te refieres a Ambrose.
—Yo también quiero saber detalles.—Rollins se apoyó ligeramente contra la pared detrás de él.—Me estoy quedando sin ideas para el artículo del próximo mes.
Suspiré, tratando de no volver a gritarle que no éramos revista de chismes. Así que solo tomé asiento frente a mi escritorio y dejé caer mi espalda contra el respaldo de mi silla.
—Seth, sabes que no escribimos sobre esas cosas.—aún con mis ojos cerrados, lo imaginé refunfuñar entre dientes.—La lección estuvo tal y como esperada. Este tipo es un desastre de los pies a la cabeza.
—¿Qué tanto?
—No ha aprobado ninguna materia.—los ojos de ambos se abrieron de par en par, compartiendo una mirada con el otro antes de volver a mí.—Lo sé, también me costó creerlo a la primera.
—¿Y-Y qué piensa hacer, jefesito?—habló el Búlgaro.—¿No quiere que lo golpee en la cabeza a ver si se arregla?
—¿Acaso no haces más que pensar con tus puños, imitación de Hulk?
Eso lo enfureció al instante.
—¿¡A quién vienes a tratar así, enano!? ¡Ni te atrevas a usar las palabras de esa detestable mujer!
—Ya cálmense los dos, ¿quieren? Y no hablen así de Naomi.—los interrumpí. Ambos se quedaron en silencio, volviendo a sentarse en sus respectivos escritorios.—No, Rusev, golpearlo no servirá...
—Tú ya lo intentaste de todas formas.
Giré hacia el bicolor, mirándolo con el ceño algo fruncido y que eso bajara sus aires de superioridad de inmediato.
—¿Quieres que te lance un libro, Rollins?
—Lo siento.
Mordí el interior de mi mejilla, para a continuación retomar la palabra.
—Mi plan es intentarlo y que él coopere...aunque no tengo mucha fe en lo segundo.
—¿Cómo piensa hacer eso, jefesito? ¿Tiene algún plan?
¿Lo tenía?
—Por primera vez...—solté un largo suspiro.— No tengo ninguno, Rusev.
Ayudar a Ambrose se veía como una de las cosas más difíciles del mundo, incluso para mí. Era distraído, un aragán cualquiera y para más se creía el mayor rey del mundo solo por liderar a un montón de imbéciles con una calificación sobre sus cabezas.
Pero lo que muchos no sabían de mí, es que me gustaban los retos.
Habíamos empezado a trabajar en el artículo, tan solo nos faltaban algunos párrafos escritos por Seth y podríamos mandarlo a la edición para que fuera la nueva noticia del periódico escolar. Al final, hablar sobre Ambrose no nos pareció lo más conveniente, además de que Rusev insistía en la promesa que le hice a Lana, por lo que terminamos escribiendo sobre el misterio de la mascota del equipo de la escuela.
Tal vez encontraríamos algo más interesante en el próximo artículo.
Revisaba las páginas que Seth había escrito días atrás cuando tocaron la puerta.
Levanté la vista de los papeles, dispuesto a atender primero.
—Tranquilo, yo voy.—la maquina de escribir hizo un ruidito cuando Rollins presionó un par de botones antes de deslizarse en su silla hacia la puerta. Se levantó solo para abrirla y entonces temí que volviera a ocurrir lo de hace días.—Oh, es solo Jericho.
El bicolor se hizo a un lado, dejando pasar al pelirrubio de elegante chaqueta de futbol con brillos que probablemente él mismo confeccionó. Incluso al no ser parte del equipo le gustaba llevar una.
Chris miró al chico de lentes con su ceño fruncido algo perplejo.
—"Oh, es solo Jericho"—lo imitó antes de bajar los hombros con notable fastidio.—Cuando ves a uno de la Lista F siempre sales corriendo, viejo. ¿Por qué no te pasa eso conmigo?
Seth se encogió de hombros, sosteniendo todavía la puerta antes de responder:—Es que eres tú.
Chris rodó los ojos, caminando al interior del salón y dejando que Rollins por fin cerrara la puerta de nuestra oficina.
—Hola, chicos.—se acercó rápidamente a Rusev, estrechando su mano y luego caminando hacia mi escritorio.—Hey, Roman.
—Hey.—le sonreí de lado.—¿Qué tal te fue en la vista de hoy, Chris?
El rubio frunció sus labios, buscando en el bolsillo de su chaqueta hasta encontrar su celular. Tocó un par de veces la pantalla antes de enseñármela. No me fue difícil ver que se trataba de una fotografía a la actualización de las listas en el pasillo.
—Sigo en la F.—murmuró con desánimo.
—Yo sigo en la A.—canturreó Rusev, guardando unos rollos fotográficos en algunas cajas.
—Yo sigo segundo.—comentó Seth, levantando su mano sin dejar de escribir en la máquina con la otra.
—¡Me importa un pepino!—les gritó Chris, haciendo que ambos volvieran en silencio a sus asuntos. Suspiró antes de volver a mí.—Roman, ¿qué se supone que haga?
—Te faltó solo un punto.—traté de animarlo.—Debes sentirte orgulloso de eso, Chris.
—Siempre estoy a un punto.—guardó el teléfono de vuelta en su bolsillo, para a continuación cruzarse de brazos exasperado.—Siempre estoy a un punto de entrar a la Lista A con ustedes. Pero esta vez olvidé poner mi nombre en el examen de esta mañana y eso me va a descontar más puntos...
—Ya entiendo por qué estás en la Lista F.
No fue sorpresa que Jericho escuchara el susurro de Rollins, ganándose que agarrara uno de los libros que tenía sobre mi escritorio y lo lanzara en su dirección. Se salvó del golpe solo porque se levantó de su asiento justo a tiempo, encogiéndose en el rincón de su escritorio antes de que el rubio lo atacara más.
—C-Creo que mejor me callaré y escribiré aquí abajo si no les molesta...—murmuró, tomando la máquina y sacándola de su escritorio con cautela. Lo único que siguió de eso fue el sonido de las teclas.
Seth siempre tenía ese problema, que a pesar de ser una buena persona y alguien obstinado, solía abrir la boca cuando no era el momento indicado.
Me acaricié la sien, mientras que el chico F le daba una última mirada envenenada al lugar en que solía estar Seth y volvía a girar lentamente sobre sus talones.
—¿Cómo pudiste olvidarlo de nuevo, Chris?—murmuré, cerrando brevemente los ojos en espera de sus balbuceos.
—¡E-Estaba muy concentrado!—chilló.—Te juro que hice todo bien, pero al salir del salón me percaté de que empecé tan rápido que ni mi nombre pude ponerle.
—¿Por qué no hablaste con el maestro?
—Lo intenté, pero solo me regañó y dijo que afrontara las consecuencias.
Le di una mirada, decidí ordenar los papeles antes de que terminara lanzándolos también en caso de que Rollins abriera la boca de nuevo.
—Bueno, a menos que tengas un plan malévolo o planees infiltrarte a la oficina de los profesores, supongo que por ahora estás perdi...
Me interrumpí, en cuanto alcé la mirada Jericho ya había comenzado a mostrar esa perfecta sonrisa que volvía loco a todo el mundo.
Oh no...
—Jericho...no...
Por favor, no...
—Jefesito...lamento decirlo, pero creo que le acaba de dar una idea.
Diablos, era justamente eso.
—Acompáñame.—exclamó emocionado el rubio.
—Ni soñarlo.—gruñí poniéndome de pie, dispuesto a sacarlo de ahí lo antes posible.
—Por favor, Rome. Es una gran idea, eres un genio después de todo.
—Un genio que tuvo una mala idea y al que no deberías hacerle caso.—comencé a empujarlo por los hombros en dirección a la puerta del salón.—Si te descubren estarás perdido y ahí si terminarás al fondo de la Lista F.
—Me descubrirán si voy solo.
Jericho logró safarse de mis agarres, girando sobre sí y deteniendo mis empujones. Sonrió esperanzado, como si realmente quisiera convencerme.
—Si voy con alguien más, podré hacerlo. Solo necesito que alguien vigile mientras le pongo nombre a mi examen, es todo.
—¿Y qué hay de mí?—me quejé de brazos cruzados.— Si me descubren en una conducta inadecuada, podrían condenarme a mí y al club para siempre. No voy a arriesgarme otra vez.
—Prometo que no pasará nada malo.
Lo observé todavía inseguro, había juntado sus manos en súplica y murmuraba varios "por favor" bajito.
Miré a Rusev, el cual solo observaba todo en silencio al igual que Seth asomando ligeramente su vista por encima del escritorio. Finalmente suspiré resignado, echando mi cabeza atrás con exasperación.
—Nunca más te doy ideas...
—¿Te dije lo genial que eres?
—Eso no cambia nada, Jericho.
Ambos caminábamos por el pasillo, manteniendo el perfil bajo entre los estudiantes que iban a sus clubes y otros que se retiraban para almorzar antes de volver a las últimas clases de la tarde. Aunque pasar desapercibido era bastante complicado tomando en cuenta la vestimenta de Chris y esa sonrisa que le mostraba a todo aquel que conocía.
—Hey.—gruñí enrtre dientes y lo atraje del brazo, al mismo tiempo en que apresuraba nuestros pasos.—Te dije mantener perfil bajo, Chris.
—Vamos, Roman, cálmate.—sonrió de lado.—Solo estamos caminando a la oficina de maestros, a hablar sobre un asunto...
—Y a infiltrarnos de manera ilegal en una oficina.
—Conste que fue tu idea.
—¡Te dije que no era en serio!
—Ya, ya.—soltó una carcajada. Realmente no le veía el chiste.— A veces tienes que arriesgarte y correr riesgos. Es parte de la secundaria, hombre.
Me quedé en silencio con su mano en mi hombro, no dudé en retirarla y mirarlo con la misma seriedad.
—Sacaste eso de un libro, o de una película. No estoy seguro.
—De una película.—sonrió de lado y luego giró sobre sus zapatillas.—Andando, compañero.
Razonar con esa personalidad excéntrica y jovial de Jericho no era realmente mi fuerte. Pero había accedido a abandonar el club por un rato y ayudarle gracias a mis principios como amigo.
Rendido solo solté una respiración, resignándome a apresurarme para no quedarme atrás de camino a la oficina.
No tardamos en encontrarnos frente a la puerta por la que siempre veíamos a los profesores acceder, teniendo un cartel que expresaba perfectamente que era solo acceso del personal educativo.
Contuve la presión en mi pecho, tragando con fuerza cuando Chris se colocó un poco de puntillas para mirar por la pequeña ventana y luego mover su mano al picaporte.
—No veo a nadie.—giró este, produciendo un sonido que me perforó en lo profundo de mi cabeza y aumentó el pulso en mi corazón.—Es nuestra oportunidad.
—Bien, yo me quedo aquí vigilando.
El pelirrubio giró sobre su hombro, arqueando una ceja y luego sonriendo.
—¿De qué hablas, Lista A?—sin que pudiera evitarlo, jaló de mi brazo cubierto por la chaqueta y me obligó a seguirle a través del umbral de la puerta.—Tú vienes conmigo.
—Jericho, es peligroso.
—No hay nadie, estaremos bien.
Su canturreo no me relajó para nada, solo aumentaba esa voz en mi cabeza que gritaba el peligro en el que me había metido.
No era parte de mí romper las reglas, menos una como esta. Ya lo había hecho una vez al golpear a Ambrose, no me arriesgaría a perder mi reputación y destruir nuestro club.
Pero no podía decir ningún comentario, solo estar tenso mientras seguía los pasos de un Jericho silbando y paseándose como si nada por la habitación.
Ya comenzaba a irritarme.
—Chris ¿podrías apresurarte? Alguien podría venir.
—Tranquilo, Rome. Tengo todo bajo control.—dejó de silbar, al mismo tiempo en que colocaba correctamente una carpeta que había hojeado.—No están en el escritorio del señor Evans.
—Tal vez los trae consigo.—comenté en tanto miraba preocupado por sobre mi hombro cada medio minuto.
Chris solo pensaba, moviendo su pie a un ritmo que posiblemente tenía en la cabeza y acabando con mi paciencia.
Le iba a gritar que ya era suficiente hasta que cierta puerta captó mi atención.
—Oye.—golpeé su hombro para sacarlo de su trance.—¿Qué hay de eso?
Chris siguió la dirección de mi campo visual, sus cejas se alzaron al ver otra puerta con el enunciado "confidencial".
Los labios del chico F se alzaron en una victoriosa sonrisa.
—Suena a lo que buscamos.
Comenzó a caminar en esa dirección, viéndome obligado a seguirlo e intentar no tropezar con nada gracias a mis nerviosos pasos. Sin embargo, no podía evitar sentirme de esa manera al estar prácticamente yendo en contra de las leyes de la escuela.
Una vocesilla en mi cabeza gritaba que estaba cometiendo uno de los peores errores, que esto me costaría caro y que nunca debí abandonar el seguro salón del club.
—¿Y ustedes qué hacen aquí?—exclamó una voz que no conocía.
Volví de mi ensueño, dándome cuenta tan solo en ese instante que Chris ya había abierto la puerta "confidencial" y dejaba ver lo que había detrás. Un escritorio lleno de papeles acumulados, llaves entre restos de bolsas de frituras y varias latas de soda. Pero lo más importante, un chico gordito con cabello corto se encontraba detrás de una computadora con una mirada poco amistosa para mi gusto y, a juzgar por el rodar de ojos de Chris, también para él.
—No esperaba encontrar a una rata aquí.—gruñó el rubio, cruzándose de brazos mientras el chico detrás del escritorio fruncía el ceño.—¿Acaso no te acuerdas de mí?
—Claro que me acuerdo, Jericho. Eres uno de los alumnos peor calificados en matemáticas, historia, biología...
—¡Para tu información...!
—Literatura, música, arte.—el castaño seguía enumerando y haciendo enojar más a Chris, decidí interferir antes de que hubiera un desastre. Con cuidado hice a un lado al ojiazul y tomé el control de la situación.—Vaya, vaya. Jamás creí que encontraría a alguien como Reigns rompiendo las reglas.
Que sonriera victorioso al decir eso no me ayudaba nada.
—Disculpa, pero ¿te conozco de algún sitio?—pregunté perplejo, a lo que él solo soltó un bufido y cerró de golpe su computadora.
—Eres el rey de la Lista A, deberías saber el nombre de tus súbditos, ¿no lo crees?—dijo con sarcasmo.
—Yo no soy el rey de nada, amigo.—me crucé de brazos, ya un poco molesto de su irónica actitud.—¿Puedes decirme quién eres?
—Se llama Kevin Owens.—respondió Chris por él, tomando una bolsa de frituras de por ahí y mirando el interior.—Es mi compañero en química y deportes, además de ser una rata.
—¿Una rata?
Kevin soltó una pequeña carcajada entre dientes y giró su vista hacia mí:—Soy algo así como el guardia de seguridad de aquí, cuido los archivos de los maestros.
—Una rata.—insistió Jericho con un encogimiento de hombros en tanto lamía sus dedos con queso de frituras.
—Me encargo de que información confidencial como la de los exámenes o expedientes no salgan de aquí. Nadie más aparte de mí pasa más allá, así que...—Owens se estiró por sobre su escritorio y sin delicadeza alguna le arrebató la bolsa de frituras de la mano a mi amigo. Este seguía lamiendo sus dedos a pesar de eso.—Largo de aquí, ambos. En especial tú, Jericho.
—¿Sabes? Además de ser una rata traicionera que siempre se dedica a cambiar los resultados de nuestros exámenes...—Chris lo miró y pude encontrar la furia en sus ojos.—No eres más que la maldita mascota de los maestros.
Kevin dejó de lado la bolsa con sus aperitivos, para a continuación dejarse caer nuevamente en la silla de su escritorio con una risa.
—Hablaremos cuando estemos al mismo nivel, ¿quieres, Lista F?
—¡Te crees mucho porque siempre me superas! ¡No te mereces estar en la misma lista que Rome!—comenzó a gritar.
Esta vez no dudé en agarrarle del brazo antes de que atentara contra él.
—O tal vez él no se merece estar en mi lista.—agregó Owens y supe que la había jodido por completo cuando Chris apretó la mandíbula e intentó quitarse la chaqueta con tal de librarse de mis agarres.
—¡Ahora si te parto la cara, hijo de puta!
—¡Hey, hey! ¡Basta ya, Chris!—intentaba mantenerlo a la raya por muy difícil que fuera y mucha fuerza que tenía de pronto.
Kevin ya se había cubrido cobardemente con su computadora en cuanto el rubio dio indicios de golpearlo, pero poco a poco y con manos temblorosas fue bajando el objeto mientras arrastraba a Chris conmigo unos metros más allá.
Seguía pataleando cuando nos detuvimos lo suficientemente lejos como para que no escuchara nuestra conversación.
—Juro que voy a golpearlo...—gruñó entre dientes.
—Chris, eso no es importante ahora. No podemos entrar mientras él esté ahí.
—¿Y qué es lo que sugieres, Rome?—soltó un bufido.—No creo que vaya a moverse aunque se lo ruegen.
—Tal vez si te calmas un poco y...—apreté mis labios en una mueca.—Tratas de hablar con él más civilizadamente.
—Yo soy una persona con mucha civilización, Roman. Ese maldito gordo es el que me saca de casillas.
—¿Acaso quieres que llame a Seth para que te de una definición de lo que civilizado es, Chris?—amenacé con seriedad, cruzándome de brazos aunque siguiera viéndome sin importarle.
—Joder, amigo. Claro que sé lo que "civilizado" significa.—enarqué una ceja, esperando a que sus labios se apretaran y terminara por ceder. Lo hizo luego de segundos, gruñendo algo incomprensible entre dientes y comenzando a ponerse correctamente su chaqueta.
—¿Quieres tu examen o no?—pregunté con una pequeña sonrisa desafiante.
—Cállate ya, voy a intentarlo.
Me miró molesto una última vez, para a continuación soltar un gran suspiro y encaminarse con una gran sonrisa hacia el gordito detrás de su escritorio. Había dejado de usar su computadora y ahora leía una libreta con quién sabe qué escrito.
Chris, sonriendo con esa mueca digna de comercial, se apoyó de su escritorio en espera de que levantara la mirada. Kevin lo hizo luego de un par de segundos, pero no tardó en fruncir el entrecejo.
—¿Qué quieres ahora? Ya les dije que...
—Escúchame, Kevin. En serio cometí un error que me puede costar ese examen, solo quiero entrar y poner rápidamente mi nombre en la hoja de papel. Es todo.—siguió sonriendo, forzado pero funcionaba de alguna manera.—Si nos dejas pasar, te traeré lo que quieras. Comida para que sigas engordando, te consigo una cita que no vomite al estar contigo, tal vez algún lugar en el equipo de fútbol, tú eliges.—extendió su mano.—¿Tenemos un trato amigo?
El gordito lo miró y soltó sin vacilar:—Nah.
Oh no...
El rostro de Chris comenzó a tornarse rojo y la sonrisa desapareció tan rápido como lo que tardó en forzarla. No pude decir nada cuando ya había agarrado a Kevin del cuello de su camiseta y jalado violentamente de él al punto de levantarlo de su silla giratoria.
—¡Chris!
—¿¡Cuál es tu maldito problema, estúpido cerdo!? ¡Dije que nos dejarás pasar o te juro que voy a darte una tunda hasta que llores por misericordia!
—¡J-Jericho, suéltame ya! ¡Por favor!
—¡Déjanos pasar entonces!
—¡Nunca!
Intervine como pude, ya que tocar a Jericho en ese momento me podría costar otro golpe en la cara que no quería.
—Chris, por Dios. Ya dijo que no se puede.
—¡No te metas, Roman!—exclamó jalando todavía del cuello del chico, comenzaba a preocuparme que lo estrangulara.
Vamos, Roman. Piensa rápido...
—Chris, demonios. Deja ya las amenzas y...¡Usa la cabeza!
El rubio se quedó inmóvil por un momento, tan solo mirando a Kevin al escuchar lo que dije. A continuación se encogió de hombros.
—Tú mandas.
Y finalmente echó su cabeza hacia adelante, golpeando esta contra la de Owens y que este cayera casi como peso muerto entre la silla y su escritorio.
Miré alarmado a Chris que solo se acariciaba la zona de su frente escociendo por el golpe. Me apresuré a ver detrás del escritorio, encontrando a Kevin, espero yo, desmayado.
—¡Chris!—exclamé completamente fuera de mí.—¿¡Qué demonios fue lo que hiciste!?
—DIjiste que usara la cabeza, Rome.
—¡Me refería a que pensaras mejor las cosas!—solté exasperado, comenzando a sucumbir a la sensación nerviosa más fuerte que nunca en mi estómago.—Eres demasiado literal.
—Pero gracias a eso...—estiró sus brazos con victoria, haciendo a un lado el escritorio y mirándome sonriente.—Tenemos el camino despejado.
En serio me arrepiento de esto.
Chris no esperó ningún comentario por mi parte, solo siguió avanzando hacia donde estaban los archivos dejándome atrás.
Miré detrás de mí consternado, para luego decidirme a seguirle el paso. Ahora sí estabámos fritos.
—Chris, apresúrate ¿sí?—murmuré entre dientes mientras vigilaba a nuestras espaldas cada diez segundos.
—Tranquilo, hermano. Tengo todo bajo contr...Uh, el examen de Owens.
Apreté la mandíbula y agarrando una carpeta de por ahí, le golpeé la cabeza.
—Deja ya de distraerte y completa tu maldito examen.
Jericho murmuró un "lo siento" y siguió buscando su examen entre el montón de hojas en las carpetas. Movía mi pie contra el suelo para mantenerme en mis casillas, aunque ya estaba a punto de explotar y solo quisiera largarme de ahí antes de que un maestro entrara y encontrara el desastre que habíamos dejado.
También esperaba que Kevin despertara y no se acordara de nada.
—¡Bingo!—exclamó victorioso el ojiazul. Giré a verlo, alzaba una hoja de papel con alegría en su rostro.
—Bien, ahora complétalo rápido.
—Yep, eso voy a hac...—se interrumpió de pronto al mirar su examen.—Uhm, Rome...
—¿Ahora qué, Chris? No me digas que no es el tuyo.
—N-No es eso.
Enarqué mi ceja, sin embargo mi ceño se frunció con fuerza cuando el rubio giró la plana hacia mí y pude ver rápidamente a lo que se refería.
Quise estrangularlo.
—Chris.—cerré los ojos con fuerza, procurando mantenerme calmado.—Lo que quieres decirme es que tu...
—No me odies, te lo ruego.
—¿¡Tu examen tuvo tu nombre todo este tiempo!?—grité sin más, ya harto de la situación.
—¿Hay alguien aquí? Escuché un gri...¡Aaaaah!
Una voz femenina se escuchó a nuestras espaldas, haciendo que mi corazón saltara casi hasta mi garganta y ambos volteáramos alarmados.
—¡Kevin! ¿¡Estás bien, Kevin!? ¡Derpierta!—chillaba alterada la mujer que, a pesar de mi corazón latiendo contra mis oídos, pude deducir que era la señorita Stratus, nuestra maestra de Biología.—¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor!
—Oh, mierda.—susurró Chris.—¿Ahora qué hacemos, hermano?
—"¿Ahora qué hacemos?" ¿dices?—escupí enojado, apuntándole con mi dedo y mi mandíbula tensa.—Tú fuiste el que me metió en este embrollo. Eres el culpable de todo esto.
—Tú me diste la idea, así que es tu culpa.—refutó.
—¡Estaba bromeando, joder!
Me cubrí la boca al instante, sabiendo que ahora había metido la pata muy hasta el fondo.
—¿¡Quién está ahí!?—gritó nuestra maestra. Miré con horror al alarmado ojiazul junto a mí.—¡Si no salen ahora, los llevaré con el director y serán expulsados!
—Estamos muertos.—susurré casi inaudible una vez me quité las manos de la boca.
Y por algún motivo, el carismático rubio junto a mí comenzó a sonreír antes de decir:—No aún.
Iba a preguntar qué demonios quería decir con eso, pero no pude hacerlo cuando ya me había agarrado de la muñeca y comenzado a correr hacia el pasillo que habíamos recorrido anteriormente.
Mis pies se movieron por acción mecánica, incluso cuando pasamos del escritorio de Kevin y Chris movió su mano para que el montón de papeles sobre este se desparramara por el suelo. La señorita Stratus saltó sobre sus tacones, para luego levantar la mirada.
—¡Oigan, vuelvan aquí! ¡Los llevaré con el director!—exclamó.
Pero Chris solo le guiñó un ojo antes de sacarme del salón de maestros y que casi tropezara.
—¡Viene detrás de nosotros! ¡Corre, Roman!—gritó el chico de la Lista F.
Me las arreglé para reaccionar rápido y colocarme de pie, para así echar a correr por el pasillo antes de que la maestra de Biología nos atrapara.
Perdí de vista a Chris entre la multitud que nos veía, además de que me concentraba más en no cansarme demasiado rápido al huir. Mi corazón latía con fuerza y mi pecho comenzaba a doler.
Pensé en rendirme cuando fui agarrado del brazo con fuerza y jalado hacia otra dirección. Mi espalda se apegó a la superficie fría de una puerta y mi boca fue cubierta por una mano poco familiar.
Bastó que levantara la vista para encontrarme con el dueño de ella mirando cautelosamente hacia el pasillo. Me quedé quieto, tan solo quedándome perplejo de que su mano no fuera fría y áspera como creí y pensando en la posible razón que tuvo para salvarme.
También comenzaba a preguntarme por qué siempre llevaba sus manos con unos gruesos bendajes que ocultaban toda su piel salvo sus dedos. Sin embargo, el ajetreo en el pasillo me quitó rápidamente eso de la mente.
Vi a la profesora Stratus pasar en compañía de otro maestro que no recordaba, pero se encaminaron lejos del pasillo al no encontrar a los autores de semejante bandalismo a la sala de maestros.
El castaño dejó salir una respiración:—Por fin se fue.
Me quité su mano de mis labios, pero la otra seguía apretándome el brazo cuando intenté alejarme de él.
Sus ojos azules se encontraron conmigo.
—Tienes que esperar un poco o estás frito, Reigns.
—¿Por qué me ayudaste, Ambrose?—solté sin más, sin preocuparme del hecho de ser considerado.
Con él, jamás.
—Tuve misericordia.—dijo con un simple encoger de hombros.
—¿Al menos sabes lo que esa palabra significa?
—Mierda, Reigns. No soy un maldito diccionario ¿sabes?—rodó los ojos un poco.—Un gracias me basta.
Me quedé en silencio, dispuesto a al menos actuar por educación y agradecerle. Sin embargo, me vi distraído por el sonido de la campana que me hizo regresar en mí.
Se hacía tarde.
—L-Lo siento, Ambrose. Debo irme.—murmuré tras ver la hora rápidamente en mi reloj.
—Sí, como sea.
—Oh.—me detuve en medio de mi andar. El ojiazul había girado a pesar de llevar de manera holgazana su mochila, obervándome por sobre su hombro.—Te veo en la biblioteca a las 6, recuérdalo.
No escuché ningún comentario por su parte, solo me apresuré por llegar al club antes de que Rusev dejara un desastre o Seth rompiera algo.
Aunque recordaba haberle dicho que lo vería ahí, Ambrose no llegó.
Pasé casi una hora esperándole en la misma mesa de la vez anterior, leyendo un libro sobre la filosofía del ser humano hasta notar que los alumnos disminuían y las luces a las afueras de la ventana poco a poco se apagaban. Mentiría si dijera que no me sentí un poco desilucionado.
Terminé por suspirar antes de cerrar el libro y decirme a mí mismo:—Supongo que no me sorprende.
Usaría la cabeza, dejaría de preocuparme de adivinar lo que había en la mente de Ambrose. Y comenzaría precisamente en cuanto volviera a verlo...si es que realmente lo hacía.
HE REGRESADO DE LA TUMBA(?
No, la verdad es que solo me escapé al taller de la Universidad y aproveché de actualizar xD Pero aquí tienen capítulo.
Gracias por las lindas felicitaciones de cumpleaños, se les ama un montón <3
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