Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

3. Sí, lo creo

—¿Ya revelaste todas las fotos?—Dije, todavía concentrado en el quinto libro que leía aquella tarde. 

—Estoy en eso, jefesito. Solo...

Y un fuerte golpe resonó en nuestro pequeño salón, haciéndome rodar los ojos. 

Otra vez causando desastre.

Cerré el libro luego de tomar una bocanada de aire, dejándolo a un lado y poniéndome de pie totalmente rendido. Habían pasado horas trabajando solo nosotros en el periódico, ya que nuestro escritor no había aparecido desde que el timbre sonó. 

Rusev se había tropezado, dejando que el montón de fotos recientemente reveladas se desparramara por el suelo a su alrededor. 

—Dios, Rusev...—Me incliné a ayudarlo, agarrando su brazo para que lograse levantarse.—¿Qué pasa contigo el día de hoy?

—Lo siento...

—Disculpa aceptada—Le sonreí de lado, soltando su brazo en cuanto se encontró en cuclillas.—Ahora ¿revelaste las fo...?—Me interrumpí, frunciendo los labios en cuanto me encontré con el montón de imágenes a nuestro alrededor.—Rusev...¿otra vez gastaste todo el rollo en sacarle fotos a Lana?

Lana con un atuendo de cuerina, buscando cosas en su taquilla, saliendo de clases, e incluso una foto de ella en la práctica de porristas del día anterior. 

El Búlgaro se quedó callado, probablemente tragando y viéndose intimidado de levantar la cabeza para verme. 

Este nunca aprendía...

Suspiré, sabiendo que no podía molestarme con él. Ya era algo tan normal de todas maneras. 

—Recuerda que nos dan los rollos para trabajar en el periódico escolar, Rusev. No podemos perder material en tu admiración por ella.

—Sí...lo sé, jefesito. Lo lamento—Dijo, pareciendo realmente avergonzado mientras recogía una a una las fotos de la rubia esparcidas por el suelo bajo nuestros pies. 

Tomé una respiración, y sin otro comentario comencé a ayudarlo a juntar las fotografías recientemente reveladas. Ambos juntábamos cada una de ellas en un montoncito entre nuestras manos, hasta que el silencio se vio bruscamente interrumpido por el fuerte abrir de la puerta. 

Pero lo peor fue cuando cierto bicolor jadeó algo que no entendí y se tropezó de lleno sobre nosotros, tirándonos al piso con un sonido ensordecedor en el salón del club. 

—¡Seth, por Dios!—Exclamé, con mi cara todavía sobre el piso y sintiendo el peso de ambos sobre mi espalda.

—¿¡Qué demonios te pasa, microbio!?—Rusev intentó quitárselo de encima, a lo que el bicolor cayó de culo al suelo mientras parpadeaba incontables veces. 

—L-Lo siento...Es que yo...

Fruncí el ceño en cuanto pude levantar la cabeza y encontrarme con su rostro. Hice lo posible por volver a estar al menos un poco erguido mientras el chico de cabello de dos colores entrecerraba sus ojos, creo, hacia mí. 

—¿Dónde están tus lentes?

—¡Eso mismo me pregunto yo!—Chilló, casi en un hilo de voz antes de volver a cerrar sus ojos con fuerza y dejar que su espalda se apoyase en su propio escritorio a unos centímetros de la puerta.—Desde ayer luego de la clase de deportes que no los encuentro...

—¿Y se puede saber cómo llegaste hasta aquí sin que te atropellaran o tropezaras con alguno de la Lista F?—Dijo Rusev, a lo que no dudé en darle una pequeña mirada de regaño. 

—Por primera vez tengo suerte, supongo—Suspiró.—Aunque creo que ayer le pisé la cola al gato de mi vecina...Tal vez por eso me lanzó limones cuando salí hoy en la mañana. 

Rusev no aguantó reírse, a lo que solo me mantuve callado intentando pensar. 

Jugarretas infantiles como estas eran normales para Seth, por lo que sabía exactamente que el culpable estaba más cerca de lo que él creía. 

Eso tenía el nombre de la Lista F tallado por todos lados, estaba seguro. 

—No puedes andar caminando por ahí sin ver nada, Seth—Comenté, para a continuación colocarme de pie y alzar mi mano frente a él.—Quédate, yo iré por tus lentes. 

—Mejor me quedaré aquí sentado—Movió su mano en un ademán de que guardara mi gesto.—Tanto tiempo sin los lentes ya me está dando dolor de cabeza...

—Eso, o te has vuelto tal empeñoso en quitarle el puesto a mi jefesito que te va a explotar la cabeza.

Seth volteó hacia todos lados, buscando entre su posible nublada vista al Búlgaro que se había burlado de él. 

—¡Agradece que si quiera te veo! ¡O te juro que te lanzo la máquina de escribir encima, mastodonte estúpido!

Volví a soltar una respiración, terminando de colocarme sobre mis pies y acercándome a la puerta mientras el otro par se gritaban cosas que ni lograba comprender entre tanto grito. 

—Rusev—Llamé su atención, aunque le estuviese gritando cosas en su idioma natal a nuestro compañero de club. 

—Diga, jefesito. 

—Asegúrate de que nadie se meta a molestar a Seth, y que tampoco salga de aquí.

—Entendido—Asintió con una pequeña sonrisa en la boca. 

—Oh, y llama a Naomi para que le traiga una aspirina a Seth, por favor—De inmediato su mueca victoriosa se borró y su habitual ceño fruncido se dio a mostrar. 

—¿Y por qué debería hablar con esa mujer? ¡Ella lo único que hace es insultar a mi musa!

Aguanté rodar los ojos, solo empeñándome en tomar aire y no exasperarme demasiado rápido. 

—Solo llámala ¿sí? Y no peleen mucho mientras no estoy, no quiero encontrar ningún otro desastre.

Finalmente abandoné el salón del club, dejando que mis hombros cayeran con cansancio y soltara una larga respiración. 

¿Cuándo se acabaría todo? Este sistema, los de la lista F, sus miradas sobre nosotros...

Todo me sacaba de quicio. Pero como el rey de la lista A...no tenía más remedio que caminar con la cabeza en alto y arreglar cualquier desastre en mi camino.

Posiblemente por eso la mayoría me veía como un líder...Aunque internamente fuese un desastre de los pies a la cabeza.

Me dirigí a los casilleros, sabiendo que a esta hora el club de porristas y el de fútbol tendría práctica. Y ambos estaban encabezados por su mayoría por la Lista F. 

El escenario perfecto. 

Caminé a lo largo del corredor, con mis manos en el interior de mi sudadera mientras muchos de los alumnos se volteaban de sus taquillas solo para seguirme con la mirada. Preferí ignorarlos como siempre, llegando hasta mi casillero y fingiendo querer sacar algo de ahí. 

Solo tenía que esperar un par de minutos.

—¡Y entonces comenzó a llorar que lo dejara en paz!—Exclamaron a mis espaldas, con diversión característica en ese tono tan irritante que reconocía de inmediato.—Los de la Lista A son tan patéticos. 

¡Bingo!

—Tú eres patético, Corbin. 

—¿Qué?—Escupió el mismo tipo lleno de tatuajes y con su chaqueta al hombro.—¿Qué mierda quieres decir, Orton? ¿Tienes algún problema conmigo?

—No—Admitió tranquilamente el otro tatuado, el cual sostenía su bolso sin siquiera mirar a Baron.—Solo digo lo que pienso, soy directo y lo sabes. 

—Sí, claro, directo—Sonrió de lado, pero la ironía se reflejaba a lo largo de su gesto.—Mi puño irá directo a tu cara si vuelves a insultarme así ¿sabes?

—Hey, basta—Habló por fin aquel chico de gastadas zapatillas converse y cabello desaliñado.—Ya me duele la cabeza lo suficiente, así que a callar esas bocas ¿de acuerdo?

Randal guardó silencio al igual que Corbin, solo que este finalizó la escena con un rodar de ojos y un pequeño gruñido entre dientes. 

Miraba la situación por sobre mi hombro, procurando actuar lo más natural posible mientras el encabezador de la Lista F y sus secuaces raros charlaban de asuntos que no me venían ni al caso. 

El castaño gruñó de pronto, para a continuación apegar su frente contra el casillero con lo que parecía desgano y desagrado.

—¿Otra vez anduviste de fiestas, Ambrose?—Preguntó Corbin, nuevamente con tono fanfarrón.

Dean sonrió de lado, a lo que simplemente deseé rodar mis ojos aunque les diera la espalda. Se separó del metal, mirando al tatuado.

—¿Qué comes que adivinas, Corbin?—Soltó una pequeña carcajada.—Buena música, barra libre y...

—¿Cuántas cayeron?

Extrañamente, Ambrose frunció un poco el entrecejo ante las palabras de su amigo. 

—¿Qué?—Balbuceó algo, en lo que ambos solo lo miraban.—Oye, yo le soy fiel a Renee...

—Sí, claro—Se burló nuevamente el tatuado con gorra de lana.—Tan fiel que tienes a Layla esparciendo el rumor de que el famoso rey de la Lista F irá a su fiesta y hará que sea la mejor noche de su vida—Soltó una sarcástica risa tras esa frase dicha con burla mal intencionada.—Qué fiel eres...

—Baron ¿no tenías que hablar con el entrenador?—Interrumpió Orton, ganándose tan solo el tensar de mandíbula del susodicho.—Se te hará tarde si no mueves el culo hacia allá ¿no?

—¿Y eso a ti qué te importa, Orton? ¿Acaso te gusto? Ya pareces muy interesado en mí...

—Me importa porque tú y Brock son nuestros capitanes...—Comenzó a decir, encarándolo sin miedo alguno e incluso desafiándole con la mirada.—Así que apreciaría que te comportaras como el capitán y movieras el culo a donde está tu equipo, Corbin.

Corbin lo miró brevemente, con posible veneno y deseos de estamparle el puño contra la cara como había dicho anteriormente. Pero en su lugar solo sonrió sarcástico y, agarrando fuertemente la correa de su mochila, se largó caminando a rápidos pisotones por el pasillo. 

—¿Va a haber un día en que ustedes no peleen?—Preguntó con risa Ambrose, apoyado de la orilla de su casillero y cruzando uno de sus pies delante del otro. 

—Su actitud me molesta, y no temo demostrarlo—Dejó de mirar en la dirección que el tatuado se había ido.—¿Irás a ver la práctica?

—Nah—Se encogió de hombros el ojiazul.—Renee quiere que hablemos, así que iré a su casa apenas salga de aquí. 

—¿Hablar? 

Volvió a encogerse de hombros, a lo cual solo enarqué una ceja desde mi sitio. Aproveché de ordenar algunos libros, tratando de hacer más "natural" mi presencia. 

—De acuerdo—Randal agarró el libro que llevaba bajo el brazo y se aseguró su bolso.—Nos vemos. 

—Yep. 

El chico de cabeza rapada siguió la misma dirección que Corbin, dejando solo al afamado rey de la lista de idiotas. 

Seguí en lo mío, con mi vista al frente pero sin perder detalle de lo que pasaba por el rabillo de mis ojos. Aunque comenzaba a dudar; tal vez ellos no fueron los que le hicieron eso a Seth esta vez. 

O eso pensé, hasta que vi a Ambrose meterse a su desordenada taquilla y sacar algo de ella. 

Los anteojos de marco grueso que buscaba todo este tiempo. 

Al demonio mis dudas.

La sangre me hirvió, y casi creí que mis nudillos se quedarían apretados y pálidos por siempre dentro de mi casillero. 

Estaba harto de ellos...De que nos dijeran patéticos cuando ellos lo eran más.

—Sabía que habían sido ustedes.

Dean levantó notoriamente la cabeza de las gafas, volteando a su izquierda y luego su derecha antes de finalmente dar una torpe vuelta sobre sus talones, encontrándome de pie frente a mi casillero todavía abierto.

No tardé en girar suavemente sobre mis zapatos, y con la puerta de la taquilla siendo apretada por mis dedos, la cerré con total brusquedad. El sonido metálico resonó aunque bastantes alumnos se encontraran a lo largo del pasillo. 

—Wow...—Silbó Ambrose, manteniendo esa irritante mueca victoriosa que me sacaba de casillas, más en esos momentos.—Debo admitir que casi me asustaste, Reigns. Con esa...aura de depredador y el ceño fruncido—Imitó el gesto de un escalofríos.—Diablos, qué miedo. 

Mi mandíbula siguió tensa, incluso cuando me encaminé hacia él sin apartar mis ojos de los suyos, deseando borrar esa burla que se reflejaba en esos ojos azul bebé. 

—¿Acaso no entiendes que los únicos patéticos son ustedes?—Escupí, pero él solo frunció una mueca perpleja. 

—No...sé de qué me estás hablando—Canturreó, tratando de ser divertido aunque la situación no lo pareciera para nada.—¿Te he hecho algo de lo que no me he enterado, rey de la Lista A?

—No a mí. 

Moví mi mirada hacia su mano, haciendo que la suya todavía dudosa cayera sobre los lentes que sostenía en la mano. La boca del castaño se abrió y se cerró varias veces, como si buscara algo con lo que justificarse frente a mi oscurecida mirada. 

Idiota. 

—¡Momento!—Levantó su mirada, encontrándose directamente con la mía. Frunció una pequeña sonrisa de lado mientras negaba con suavidad.—No creerás que he sido yo ¿no? Puedo explica-

—Sí—Lo interrumpí, asintiendo un par de veces sin apartar mi venenosa mirada de él y sintiera que mi respiración se intensificaba.—Sí, lo creo. 

Bastó que dijera eso para que cediera a mis tensos músculos latiendo por la ira, dejando que mi puño se moviera casi por acción propia hasta él y terminara por estamparse de lleno en su cara. 

Ambrose chocó contra su casillero, el cual se cerró por el peso de su cuerpo mientras el pequeño sonidito de los lentes al caer al suelo retumbó en mis oídos. 

Respiré agitado, para a continuación acercarme al objeto en el suelo y recogerlo de inmediato. Me alivié un poco de verlos intactos después de semejante jaleo. 

De repente una mano apretó mi hombro y, sin que pudiera reaccionar a tiempo, fui volteado por sobre mis talones y el puño de Dean impactó contra mi rostro. 

Me tambaleé sobre mi mismo, llevándome la mano libre al ojo izquierdo y sintiendo que una oleada de dolor se expandía a lo largo de este. Solté un gruñido, volteando de inmediato a ver al ojiazul que me miraba con su mejilla enrojecida y burla en su rostro. 

—¿Así que nosotros somos los patéticos?—Hizo una pausa, solo viéndome con aquella sonrisa que comenzaba a odiar.—Los de la Lista A son más estúpidos de lo que pensaba...

No lo soporté más y, dejando caer las gafas de mi mejor amigo al suelo, me abalancé contra él. Ambrose no cedió tan fácil, imitándome al agarrar mi nuca y comenzando a lanzar golpes contra el otro sin importar las personas a nuestro alrededor. 

Gritos de aliento y otros de horror resonaban borrosamente en mis oídos, al igual que algunos llamados al director luego de que Ambrose me hubiese noqueado y me daba patadas sin compasión alguna en el suelo. No tardé en agarrar su pierna cuando se dispuso a pisarme el abdomen, jalando de esta para que resbalara con un pequeño gruñido saliendo de sus labios partidos. 

Se deslizó como si el piso estuviese húmedo, cayendo sobre su trasero y cerrando con fuerza los ojos por el impacto. 

Los aplausos seguían, como si fuésemos el espectáculo más grande el año. 

Logré sentarme, con el cuerpo matándome de dolor y queriendo tan solo echarme en el suelo para no moverme más. Me llevé una mano al ojo nuevamente, sintiendo que este se hinchaba un poco a cada minuto. 

Dean me imitó, solo que él tocó incrédulo sus labios y confirmó que la sangre salía de sus recientes heridas provocadas por mí. Su mirada volvió a mí, pareciendo querer matarme a juzgar por sus fozas nasales ampliándose con sus respiraciones y lo tensa que se veía su mandíbula. Incluso sus ojos se veían más oscuros.

Alzó su puño, golpeándome en la cara una vez más y haciéndome soltar un jadeo entre dientes y que el cabello se me cruzara en la cara luego de toda nuestra lucha. No dudé un segundo en responderle de la misma forma, deseando pegarle más y más fuerte. 

Otro golpe, y otro, y otro, y otro. No podíamos detenernos. 

—¿¡Qué demonios está pasando aquí!?

En cuanto Anderson llegó, todos aquellos que se divertían con nuestra escena comenzaron a marcharse como si nada, mientras que nosotros seguíamos golpeándonos incluso en el suelo. 

—¡Ya basta ustedes dos! ¡Guardias!

Y como por arte de magia, un par de hombres de uniforme comenzó a separarnos a duras penas. Estiraba mis brazos y algunas veces codeaba al guardia que me levantó fácilmente del suelo, preso de la ira y deseando romperle aún más la cara a Ambrose. 

—¡En serio que...!—El hombre canoso nos miró a ambos, regañándonos con su semblante al estar intentando volver a pelear y liberarnos de los guardias. Lo vi tomar una respiración antes de alzar la voz nuevamente.—¡Ambrose! ¡Reigns!

Dejé de luchar entre dientes, volteando mi ceño fruncido hacia el maestro y tan solo encontrando molestia en su rostro.

Finalmente volví en mis sentidos, dándome cuenta de lo que estaba pasando. 

Oh, mierda...¿¡Qué acabo de hacer!?

—¡Los quiero a los dos en mi oficina! ¡Ahora!

Ahora sí creí que había perdido la cabeza. 



—Quédate quieto ¿quieres?—Me pidió la mujer de coleta, frunciendo sus cejas perfectamente perfiladas.—No puedo creer que te hayas metido en una pelea, Rome...

—Perdí el control ¿de acuerdo?—Exclamé casi por quinta vez desde que ella me vio entrar a casa hecho un desastre.—Sí, soy patético. Mejor déjame solo para que se me quite la estupidez. 

Naomi retiró el trozo de algodón con el que limpiaba la herida bajo mi ojo, mirándome con notorio regaño y sus labios pintados de rosa brillante frunciéndose en desaprobación. 

—El Roman que yo conozco no dice tales estupideces. Simplemente comete errores.

Negué con la cabeza, antes de volver a quedarme quieto para que curara mi ojo tornándose morado.

En cuanto volví a casa, luego de un largo sermón por parte de Anderson y tragarme la venenosa mirada del rey de la Lista F por casi una hora, me sentí como un trozo de basura. 

Me había rebajado a su nivel, siendo que era algo que detestaba con todo mi ser. 

Además ¿qué había conseguido?

Una semana de castigo para todo el club de periodismo y que ni siquiera recuperara los anteojos de Seth. 

Era un fracaso. 

—Listo—La morena me sonrió, dejando un último toquecito de gasa sobre mi piel y alejándola suavemente.—Ya no dolerá tanto, pero te quedará morado por un tiempo. 

Moví mi mano hasta mi ojo, sintiendo un dolor menor al que antes me aquejaba tras los golpes de Ambrose. Naomi se levantó de mi cama con el botiquín en sus manos, probablemente disponiéndose a guardarlo en el gabinete del baño una vez más. 

—Gracias, Naomi—Murmuré, tan solo escuchando un "ajá" mientras caminaba hacia el cuarto de baño en mi dormitorio.—Lamento haberte molestado mientras estabas con Jimmy.

—Descuida—Soltó una pequeña risita, escuchando también el sonido de las cajas al intentar guardar el maletín de primeros auxilios.—Es gracias a ti que pudimos hablar después de todo. 

Sonreí brevemente, pero mi pecho seguía pesando. 

No me arrepentía de haber golpeado a Ambrose, ya que seguía pensando que era un completo idiota. Pero me retractaba del hecho de perder de vista mi objetivo y no recuperar los lentes de mi mejor amigo. 

—Rome—La chica me sacó de trance, haciéndome voltear hacia ella.—Tu teléfono está sonando. 

Naomi alzaba mi celular frente a ella, por lo que rápidamente volví en mis casillas y lo agarré con suavidad de entre sus dedos. 

Miré brevemente la pantalla, frunciendo un poco el ceño al encontrar el número de aquel bicolor por el que comenzó este lío. Contesté la llamada. 

—Seth. 

—Hey, Rome—Hizo una pausa.—¿Estás bien?

—No...claro que no lo estoy, viejo—Comencé a decir, ignorando por completo el hecho de que Naomi se encontraba de pie escuchando todo con una preocupada mueca en su rostro.—Lo siento. Esto del club es mi culpa.

—Tranquilo, hermano—Dijo Seth, pareciendo de buen humor a pesar de ello.—Podemos quedarnos en el salón de todas maneras, tendremos tiempo para ordenar el desastre y volver a trabajar. 

Logré sonreír un poco. 

—Suenas bastante positivo respecto al tema...

—¡Claro! Como no serlo cuando por fin puedo ver bien—Mi boca se abrió.—A-Antes de que digas algo, necesito que me escuches. 

Simplemente me quedé en silencio, con mi ceño todavía fruncido con perplejidad aunque él no pudiera verme. Naomi seguía mirándome, teniendo una expresión parecida a la mía. 

—Ambrose...él no fue quién me quitó los anteojos. 

—¿¡Qué!?—Exclamé.—¿¡Qué quieres decir!?

—Otro de la Lista F logró encontrarme mientras trataba de salir de la escuela y me los entregó—Siguió explicando, con un pequeño suspiro de por medio.—Me contó que Corbin y Brock fueron los que llegaron jugando con mis lentes y Ambrose los guardó para devolverlos...Solo eso. 

Fue como si un balde de agua...No, más bien un balde con rocas me cayera sobre la cabeza. 

Cerré los ojos, maldiciéndome mil veces internamente por mi estupidez. 

—¿Rome?—Habló Rollins desde el otro lado de la línea, probablemente perplejo de mi largo silencio y mi respiración volviéndose cada vez más profunda. 

—Me alegro de que tengas tus lentes de regreso—Fruncí mis labios, tratando de encontrar la forma de continuar hablando.—Nos vemos el Lunes en el club. 

Y sin escuchar su respuesta, finalicé la llamada golpeando mi pulgar en la pantalla. Dejé que el celular cayera sobre la cama, para a continuación llevarme las manos a la cabeza y soltar un exasperado gruñido al pasar mis manos sobre mi ahora ordenado cabello en una coleta. 

—¡No me lo creo!

La fémina me miró confundida, pero solo me dejé caer por completo sobre las colchas con un gran gruñido entre dientes. 

Naomi suspiró, para finalmente decir: —Te equivocaste...¿verdad?

Esto no podía estarme pasando a mí.





Capítulo de larga duración porque sí :) 

Esto recién se está encendiendo, créanme. 

Nuevamente les quiero agradecer todo su apoyo con esta historia, a pesar de ser un proyecto tan vago que se me ocurrió, se está volviendo uno de mis favoritos a la hora de escribir. 

Ya saben mi horario, así que esperen el capítulo de Brutal Love muy pronto ;)

Un beso enorme y nos vemos en el siguiente capítulo. 

Se despide, Rock. 

Oh, casi lo olvido. Gracias por sus nominaciones en aquel concurso WWE, tanto a la cuenta de la Army, nuestras cuentas personales y algunas de las historias. Se les agradece en nombre de todas <3

Ahora sí, bye.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro