29. ¿Dean?
—¡Romie!—exclamó la fémina junto con el cerrar de la puerta de entrada.— ¿Sigues aquí?
—Sí, mamá.—respondí en voz alta, lo suficiente para que me escuchara, en tanto agarraba con cuidado la bandeja fuera del horno.
No tardé en escuchar sus tacones acercarse, viéndola luego de un posible largo turno vespertino de trabajo.
Mi mamá sonrió al verme, pero sus labios pintados de labial rosa casi desvanecido por las horas rápidamente se fruncieron junto a la sorpresa en su rostro.
—¿Qué haces, Romie? ¿Galletas para tus amigos?
Asentí, dejando delicadamente la bandeja sobre la encimera de la cocina y sonriendo orgulloso en tanto me quitaba los guantes gigantes que evitaban que me quemara las manos.
—Hoy es la despedida del club.—expliqué con un corto suspiro de por medio.— Así que pensé en hacer algo especial.
—Roman...—murmuró, agarrando maravillada una de las galletas ya listas en un plato. La miró y luego apuntó en mi dirección con una sonrisa conmovida.— ¡Son adorables, cariño!
—Gracias.—dije con una sonrisa.— Espero que les gusten también.
—Estoy segura que sí.-agregó.— Veamos, el de mechón rubio por supuesto que es Seth...—empezó a apuntar a cada galleta en la charola, a lo que asentía junto a ello.— El de cara malhumorada RuRu, ese eres tú, obviamente... Y ese Dean.
—Así es.
—¿Tengo que preguntar por qué hay más galletas con la cara de Dean que el resto?
Su sonrisa y la forma lenta en que fue diciendo la frase hizo que el calor se me subiera a las mejillas, haciéndome tragar rápidamente y ocultar mi cara enrojecida dándome la vuelta y fingiendo que buscaba algo más.
—Bueno, Dean es un tragón.—murmuré, encogiéndome de hombros rápidamente.—Pensé en hacer varias para él y que no se pelee con los chicos por ellas.
—Claro, esa es la razón.
El que soltara esa risita solo me hizo relamer mis labios y rogar internamente que mi cara no se pusiera más roja.
La verdad es que había terminado preparando más galletas con ese alborotado cabello de chocolate y ojos con M&M's azules sin percatarme, pero las excusas eran mejor que verme como un total imbécil.
Agarraba mi mochila cuando el gruñido de una motocicleta nos hizo girar a ambos. Sonreí lentamente, me eché la mochila al hombro y rápidamente puse las galletas en la caja que había preparado minutos atrás.
—Bueno, esa es mi señal.—le sonreí a la fémina que masticaba una galleta tranquila.— Te veré en la tarde.
—Espera, Romie.
Había empezado a caminar hacia la puerta, pero giré levemente sobre mis talones al momento en que mi mamá me llamó. Dio un trotecito hasta su bolso sobre la encimera de la cocina, buscando algo y manteniéndolo en su mano hasta acercarse a mí y dejarlo en la palma de mi mano sin decir nada.
No creí poder alcanzar ese tono de rojo en mi cara y que quisiera esconderme bajo la mesa de la cocina.
—¿¡Qué demonios, mamá!?—exclamé alterado.— ¿¡Por qué mierda me das un condón!?
—¿Y me lo preguntas?—se encogió de hombros casi con inocencia.— Creí que te había enseñado bien las cosas, Romie. Pero si quieres esa charla de nuevo, puedo decirle a Dean que pase y...
—¡No! ¡Definitivamente no!
Con dedos temblorosos conseguí guardar el paquetito plateado en lo más profundo del bolsillo de mis jeans, negando con mi cabeza sin parar y disponiéndome a solo salir de ahí pronto antes de morir de verguenza.
—Nos vemos.—gruñí casi entre dientes.
—¡Ten un buen día, cariño!—chilló con alegría desde la cocina.
Abrí la puerta con mis labios apretados, esperando que la humillación se detuviera de una maldita vez.
—¡Recuerda, lo más bonito es el sexo seguro!
¡Tiene que ser chiste!
Me apresuré a cerrar la puerta con brusquedad, cerrando mis ojos con fuerza y aguantando un sonido de frustración.
—Vaya, vaya.—dijeron detrás de mí, haciéndome voltear automáticamente. Él sonreía para variar, con una de sus piernas apoyadas en el pavimento de la acera y el casco bajo su brazo.— ¿Causando revuelo desde tan temprano, Rome?
Mi corazón todavía latía con fuerza, y el que me mirara de esa manera mientras recordaba el condón que mi madre me había dado no ayudaba en lo más mínimo.
¿Por qué me pasaban estas cosas a mí?
Tan solo suspiré, agarrando mi mochila con más fuerza y caminando en su dirección sin decir palabra alguna.
—¿Estás bien?
—Perfectamente.
—Tu cara está roja.
—Te digo que estoy b...
Me interrumpí cuando fui agarro por el rostro, empujándome hasta que mis labios tocaron los de Dean con suavidad en un calmante contacto. Los pensamientos en mi mente desaparecieron y pude disfrutar del beso aunque me encontrara en una posición bastante vergonzosa. Parecía la chica a la que la pasaba a buscar su novio rompecorazones en motocicleta.
Bueno, sí se parecía de todas formas...
Dean separó sus labios de los míos lentamente, casi como si disfrutara hasta el último toque de ellos antes de encontrar mi mirada y sonreír tan socarronamente como siempre.
—Eres un mentiroso terrible.
—Al menos lo intenté.—logré sonreír tembloroso, dejando que mi mano se apoyara en su nuca y mantuviera su rostro a tan solo un par de milímetros del mío.— Gracias por pasar por mí.
—Hey, soy tu novio.—dijo con una ligera carcajada.— Además.—su sonrisa creció.— Hoy es nuestro último día como club. Tenemos que celebrar ¿no?
Una sonrisa se formó en mi boca, un poco más tranquilo y olvidándome lentamente del asunto que me avergonzó tanto.
—Me impresiona que no lo olvidaras.—bromeé.
Ambrose enarcó una ceja en tanto nos separábamos delicadamente del otro, lo suficiente para que continuásemos con nuestra charla.
—Oye ¿qué clase de idiota crees que soy?
—Uno muy grande.
—Auch.
Solté una risa, mientras que los ojos del castaño se movían de los míos al objeto en mi mano.
—¿Qué hay en la caja?
—Oh, preparé algo para nuestra fiesta de despedida.—dije, en tanto abría la caja y la mostraba en su dirección.—Galletas que se parecen a los miembros del club.
—¡Wow!—chilló, poniendo el freno de su motocicleta justo a tiempo para saltar de esta con mirada de niño pequeño.— ¡Quiero una, quiero una!
—Cálmate, Ambrose.—reí, haciendo lo posible por mantener la caja fuera de sus manos vendadas.— Te conozco, por eso hice una ración especial para ti con tu rostro.
—No quiero las que tienen mi cara, quiero una de las tuyas. Dame aquí.
Moví mis labios en busca de algo para decir, pero el castaño había sido más rápido y agarrado la caja para sacar una de las galletas de chocolate con mis ojos hechos de M&M's y gafas de glaseado negro.
Dean le dio una mordida a la galleta, masticando esta bajo mi paralizada mirada.
Por alguna razón, mi corazón latía nervioso hasta que volvió a hablar con la boca todavía llena.
—Nada mal, cariño.—balbuceó, masticando lo que tenía en la boca antes de mirarme con una mueca desafiante.— Admito que siempre quise tenerte dentro de mí... Esto lo recompensa.
Joder ¿¡por qué tiene que decir estas cosas tan vergonzosas!?
—Ya fue suficiente.—gruñí, arrebatándole la caja de las manos y cerrándola.— Tendrás tu porción cuando dejes de portarte como un estúpido.
Ambrose se encogió de hombros luego de tragar el contenido en su boca y dijo inocente:— ¿Y ahora qué dije?
—Tonterías, eso dijiste.—agregué con fastidio y manteniendo la vista baja para que no viera mis mejillas coloradas. Agarré el casco que siempre usaba y me lo puse lo más rápido posible.— ¿Trajiste lo que te pedí?
—Para la fiesta, claro que sí.—apuntó con su pulgar hacia la mochila a sus espaldas.— Traje algunas cervezas para que la cosa se ponga más interesante.
—Dean...—gruñí por lo bajo, todavía acomodando el casco en mi cabeza. Suspiré.— Sabes que eso va en contra de las reglas.
Dean rodó los ojos, cruzándose de brazos antes de mirarme desganado.
—Por favor, Rome. Es nuestro último día como club, rompe las reglas un poco ¿quieres?—dijo, casi implorando y con sus ojos de perrito que me hacían querer abrazarle.— Además, son solo algunas. No pienso emborrachar al grandote y al llorón.
—No vuelvas a llamarlo así.—le regañé de inmediato, encaminándome hacia la moto y subiendo a esta con la caja de galletas bajo mi brazo.— Sabes lo dolido que está.
—Sí, mi error.—apretó sus labios brevemente.— Randy está igual o peor.
—¿Peor? ¿Peor como?
—Hm...—Ambrose pasó su pierna por sobre el asiento, apoyando esta en el freno y disponiéndose a encender el vehículo nuevamente.— Digamos que ayer intentó beberse una botella de agua en el congelador pensando que era vodka, cuando ya se lo había terminado todo.
Decidí cerrar la boca en tanto él se dedicaba a encender la motocicleta.
Sabía que tanto Randy como Seth se encontraban afectados luego de que el miembro de la Lista F le revelara la verdad sobre su pasado, es por eso que había intentado estar para Seth en todo momento desde el instante en que llegó llorando al club y me tuve que dar el trabajo de llevarlo a casa para que no se desmoronara en el piso entre sus lágrimas. En algún momento la ira lo cegó, y nos gritó a ambos que lo dejásemos solo.
No había hablado con él desde entonces.
Y de Orton solo sabía lo que había ocurrido en su fiesta, más que claro por la marca en el ojo de mi novio que todavía tenía color morado pero ya no estaba tan hinchado como el día posterior al evento.
Abracé la cintura de Dean con mi mano libre como siempre hacía, ya acostumbrado a su manejar brusco y acelerado. Sin embargo, en comparación a otras veces, su mano no tocó la mía ni tampoco compartió palabra luego de recordarle la fiesta.
Incluso cuando apoyé mi cabeza sobre su espalda, no sentí reacción alguna.
Pensé que sería solo porque estaba concentrado conduciendo. Y preferí pensar eso.
—¡Ya traje la pizza!—exclamó la morena de chaqueta de cuerina caminando sonriente por el salón del club.
—¡Wohoo! ¡Pizza, muero de hambre!—exclamó el rey de la Lista F, bajando de su pupitre en el que estaba sentado como indio.
Sin embargo, en cuanto intentó avanzar, el Búlgaro que había entrado detrás de Naomi le golpeó con las hojas que traía en una de sus manos y lo empujó de vuelta a su lugar.
—Más vale te quedes quieto, burrito.—le advirtió.—Esperaremos a la pulga de mar, así que siéntate o te muelo la cara.
—Okay, okay.—Dean alzó las manos con inocencia, dando una vuelta sobre su zapatilla converse y devolviéndose a donde estaba. No sin antes acercarse al montón de latas de cerveza sobre una de las mesas, agarrar dos y volver a sentarse.—No voy a pelear contigo, grandote. Me basta con mi ojo morado.
—¿Vas a decirnos por qué estás así?—preguntó Naomi con una mano sobre su cintura luego de dejar las cajas de pizza en mi escritorio.
—No es la gran cosa.—se encogió de hombros.—Solo les diré que Randy tiene un fuerte pie.
Naomi me miró, a lo que me encogí de hombros de igual forma y ella dejó ir el tema.
Teníamos nuestra pequeña celebración casi lista, y aunque Naomi no era parte oficial del club, la habíamos invitado ya que siempre fue un apoyo importante para todos.
Además de que Rusev sugirió la idea y luego golpeó a Dean en las costillas por burlarse de él.
—¿Y saben dónde está el enano?—agregó el ojiazul, abriendo una lata de cerveza y tomando un breve trago.—No lo he visto desde temprano.
—Yo no lo he visto.—Naomi negó, para luego mirar al Búlgaro a su lado.— ¿Tú?
—Para nada. Incluso me pareció raro que Corbin y Brock prefirieran andar jodiendo con unas chicas en lugar de ir a quitarle el dinero como siempre hacen.—Rusev ladeó la cabeza.— Supongo que ahora que Orton no anda cuidando, eso va a ser un probl... ¡Auch! ¿¡Qué demonios te pasa!?
Rusev miró con molestia a la morena junto a sí que lo había pisado fuertemente con su bota de tacón negra combinando con sus jeans rasgados, a lo que solo arrugó sus labios y frunció el ceño con regaño.
—No lances más leña al fuego ¿quieres? No es gentil.
—No es mi especialidad ser gentil y lo sabes, mujer del demonio.
Y mientras ellos comenzaban a discutir, el rey de la Lista F giró por sobre su hombro para encontrar mi mirada.
—¿Qué hay de ti, cariño?—a continuación, me lanzó suavemente la otra lata de cerveza que había tomado, la cual por suerte logré atrapar sin problemas.— ¿Sabes algo del pequeñín?
Negué con suavidad.
—No contesta mis mensajes, tampoco es como que quiera hablar mucho.—apreté brevemente mis labios y mordí mi mejilla internamente antes de volver a alzar la mirada de mi escritorio de madera.— Admito que también tengo miedo de que le pase algo.
—¿De que me pase qué?
Todos movimos nuestra mirada hacia la puerta de la cual provenía esa voz, pero bastó ver al autor de esas palabras malhumoradas para que nos quedásemos sin habla.
—No necesito protección de parte de nadie, sépanlo.—a continuación, cerró la puerta detrás de sí y se encaminó hacia su escritorio.—Lamento la tardanza.
—Seth... ¿Qué...?
—¿¡Qué demonios te hiciste!?—gritó Rusev antes de que yo pudiese si quiera terminar mi frase.
Pero el bicolor solo dejó su mochila sobre la mesa de madera antes de enarcar una ceja con perplejidad.
—¿De qué hablas?
—¡No te hagas el tonto!—chilló ahora Naomi, igual de descolocada que el Búlgaro.— ¡T-Tienes un arete en tu labio y otro en la oreja!
—¡Y tu mechón rubio!—le siguió el fotógrafo una vez más.— ¿¡Dónde está tu mechoncito rubio!?
—Quítame la mano de encima ya ¿quieres?—se quejó el chico de cabello suelto revuelto, empujando ligeramente la mano del fotógrafo de su cabeza antes de suspirar pesadamente.—Decidí que ya no me gustaba, no es para tanto...
Aunque Seth intentase hacerlo parecer nada, sabía que sus ojos evitando las miradas de todos en el club querían expresar otra cosa.
No era normal en él cambiar tan abruptamente, incluso si solo se trataba de su cabello ahora casi ausente de ese mechón rubio con el que siempre lo conocí y las perforaciones en su labio y oreja.
Sabía que esto tenía el trasfondo, que obviamente era el dolor que sentía por saber la verdad sobre Randall.
No obstante, el silencio que pareció casi eterno en el salón del club fue interrumpido por el castaño que antes bebía una cerveza despreocupadamente.
Dean lo abrazó gentilmente por los hombros y le sonrió de lado en cuanto el escritor giró a verlo.
—A mí me gusta.—habló sonriente, para luego mover su mano todavía con la lata hasta su propia oreja perforada.— ¿Acaso copiaste el mío?
—¿Quién querría verse como tú, hijo de puta?
Sin embargo, una sonrisa estaba en los labios de Seth cuando terminó de hablar, a lo que no pude evitar unirme.
—Creo que te ves bien.—dije, llamando su atención al instante.— ¿Verdad?
—Claro que sí.—se unió la morena con sus brazos cruzados.— Muy guapo.
—Hey.
Naomi miró brevemente al búlgaro detrás de sí, sonriéndole y dándole una pequeña caricia en la mejilla tras aquella queja por su parte.
Rollins mordió su labio inferior por un instante, soltándolo luego de un rato antes de retomar el habla.
—Gracias, chicos...—murmuró.— Por... todo. Y lo siento por ser un tarado.
Dean se encogió de hombros.
—Todos lo somos en algún momento, pequeñín. Y para animar un poco la fiesta, tengo justo lo necesario.
—Ugh.—Naomi rodó los ojos.— ¿Qué acaso Roman no te dijo que está prohibido traer alcohol a la escuela?
Suspiré:—Lo intenté, pero ya saben como es.
—Yep, ya saben como soy.—agregó orgulloso.— Ahora cierren la boca y beban una cerveza.
—No voy a quejarme, necesito una.—dijo el antes bicolor, caminando hacia el escritorio de Dean sin más.
Aún no quería indagar más sobre cómo se sentía, por lo que dejé las cosas así y nos concentramos en empezar con nuestro festejo.
Compartimos la pizza aunque Dean fuese un tragón y terminásemos empujándolo fuera de la caja ya casi vacía, los chicos amaron mis galletas y solo pasamos el rato riendo sobre las anécdotas que compartíamos sobre el club.
Reímos hasta que nos dolió el estómago, y no pude evitar tener que agarrarme de Dean mientras estaba sentado en mi regazo comiendo o bebiendo en completo silencio.
Había estado muy callado, y eso no era típico en Dean Ambrose.
Sin embargo, nos vimos interrumpidos al momento en que dábamos por terminada nuestra pequeña fiesta al instante en que alguien golpeó suavemente su escritorio con sus nudillos. Dejé de guardar los libros en la estantería y giré a la par de Dean, al igual que Seth que seguía con sus manos sobre su laptop ya cerrada. Nuestra atención nos llevó hacia el escritorio al final del salón, el cual Naomi se encontraba sentada mientras Rusev todavía tenía su puño cerrado sobre la madera y nos sonreía lenta y tímidamente.
—Yo... Quería decir algunas palabras, si es que está bien...
Su voz sonaba temblorosa, como si nos pidiera permiso a todos.
—C-Claro que sí, Rusev.—me apresuré a decir, dejando todo de lado y prestándole mi completa atención.— Adelante.
El Búlgaro relamió sus labios, mirándonos tímidamente antes de caminar con pasos torpes fuera de su escritorio.
Naomi giró levemente sobre sí, dejando que sus piernas cayeran y de alguna manera se encontrara sentada cerca del chico que apoyaba su espalda en el escritorio. Seth prestaba toda su atención también, al igual que Dean no apartaba sus ojos de él tras dejar de lado la cerveza que se estaba terminando.
Rusev mantuvo sus manos entrelazadas en su regazo por un momento, pareciendo tomar varias respiraciones hasta conseguir sentirse preparado y alzar la mirada.
—Yo... Quería agradecerles a todos.—comenzó, con su voz flaqueando pero no siendo importante en ese momento.— Cuando llegué de Bulgaria... nadie quería hablar conmigo porque tenían miedo de mí. Y no los culpo.
Unas risitas se nos escaparon, haciéndole sonreír también en medio de su discurso.
—Pero... Cuando la pulga de m... Seth, se me acercó...—se corrigió, a la par en que dirigía su mirada al ex bicolor.— Pensé que lo imposible sí podía ser posible, podría tener un amigo aunque fuera en un club que pensé sería insulso y aburrido. Pero me equivoqué, me equivoqué enormemente.
Sonreí de lado en silencio.
—Gracias a este club conocí a mis mejores amigos, a ustedes chicos.—continuó, pero pude escuchar que su voz se volvía un hilo.— Sé que no soy muy bueno cuando se trata de compartir con otros pero... Yo los quiero chicos, de verdad los quiero.
Para ese momento, su voz ya se había roto y trataba de esconder sus sollozos detrás de la manga de su sweater rojo. La morena junto a sí no dudó en colocar sus manos sobre sus hombros, abrazándole ligeramente mientras colocaba su cabeza suavemente en su hombro.
—Y gracias a este club... También supe que lo que importa es estar con la gente que amas, con aquellos que te aceptan como eres...—su semblante se movió hacia la chica de cabello con puntas fosforitas, haciéndola erguirse de inmediato.— Naomi... Lo siento tanto por todo.
Naomi abrió su boca, pero parecía no tener palabras al momento en que sus ojos se encontraron con los del fotógrafo.
—Pasé tanto tiempo forzando las cosas con Lana, pensando que cambiar era la solución ya que ella solo decía lo bruto que soy y lo mal hablado y... ¡Ya sé que lo soy, pero...!
Rusev se interrumpió al momento en que Naomi le agarró del rostro y sin previo aviso lo atrajo hacia ella, besando sus labios y tomándole por sorpresa.
Dean soltó un "Wow" casi inadvertido, Seth solo cerró sus ojos y una sonrisa de lado se dibujó en mi boca.
Cuando Naomi lo soltó con suavidad y separó sus labios de los de él de la misma manera, Rusev se encontraba tan rojo como su sweater mientras la fémina le sonreía.
—No tienes que disculparte, Rusev.—dijo con dulzura en su mirada.— Tienes que saber que quien te ama, te ama como eres.—con suavidad quitó uno de los mechones de cabello que escapaba de su gorra, colocándolo en su lugar mientras una sonrisa tonta comenzaba a crecer en el rostro del búlgaro.— No eres perfecto, nadie lo es... Tú en especial, me vuelves loca y hay veces que quiero estrangularte.
Seth soltó una risotada, ganándose una mala mirada del fotógrafo para que cerrara la boca con un fruncir de cejas.
—Pero...—Naomi continuó, sonriéndole de lado.— Esas cosas, hacen que seas perfectamente perfecto para mí.
Pude ver en Rusev algo que hace poco comenzaba a mostrar, algo en ese rostro malhumorado y lleno de odio por el mundo, algo que hace mucho no veía, incluso ni cuando hablaba de su antigua admiración por la rubia de la Lista F.
Y eso era la felicidad reflejada en su mirada cuando observaba a Naomi.
El momento de ambos se interrumpió al momento en que Seth se aclaró la garganta, llamando la atención de todos al instante.
—Uhm... Si es que haremos esto, creo que también es justo que diga algo.—tras un encogimiento de hombros, caminó desde su escritorio, hasta quedar a a la vista de todos.— Bueno... Creo que también es justo que les agradezca y... que también me disculpe... Por lo de Randall.
—Seth...
—Roman, está bien.—insistió de inmediato, dándome una mirada en señal de que quería continuar.— He vivido toda mi puta vida escolar asustado, huyendo... Y ya no quiero más esa mierda.
Sentí un nudo en mi garganta y cómo mi cuerpo se tensaba, pero mantuve mi atención en aquel chico que había sido mi amigo por casi cuatro años.
—Soy... Una de las personas más gruñonas, orgullosas y difíciles de tratar, incluso si Rusev ya es un mastodonte sin cerebro peor que yo.
—Oye.
—Pero en este club... Ninguno me dio nunca la espalda.—continuó a pesar de la queja del Búlgaro, pareciendo tragar con fuerza y relamer brevemente sus labios.— Sé que... ustedes sabían lo de Randall.
Un escalofrío me recorrió la espalda y pude sentir mis ojos abrirse con alarma.
—Seth, yo...
—Lo entiendo, Roman.—me detuvo una vez más, dándome una sonrisa a pesar de que sus ojos brillaran aguándose.— Sé que ninguno quiso lastimarme, al igual que yo nunca quise hacerlo... Y siento que les he fallado a muchos, lo que menos quiero es fallarle a ustedes. Sé que soy un cobarde, admito que siempre le temí a los de la Lista F y nunca me pude defender como debía... Porque soy un completo inútil...
La voz de Seth se había empezado a romper, hasta finalmente dejar caer su mirada y romper a llorar tratando de ocultarlo sollozando hacia el suelo.
Me dispuse a ir hacia él y ayudarle, pero no esperé que quien se acercara a él primero fuera el castaño de cabello revuelto.
Dean se detuvo suavemente frente a él, para a continuación mover suavemente su mano hasta el brazo de Seth y esperar a que este lo mirara. Rollins alzó la cabeza, incluso con su rostro lleno de lágrimas y sus ojos enrojecidos por ellas.
Ambrose lo observó con sus labios apretados en una línea por un rato, hasta finalmente comenzar a hablar:—Yo... te debo una disculpa desde hace mucho tiempo.
Mis ojos no podían separarse de ellos, al igual que los de Rusev que me miró interrogante y a punto de salir de sus casillas por la sorpresa.
—Siempre vi cómo te trataban, las atrocidades que te hicieron... Y nunca hice nada para evitarlo.—continuó el ojiazul, negando para sí antes de mirar nuevamente al ex bicolor.— Debí hacer algo, debí hacerlo y... por eso, lo siento mucho, Seth.
A continuación, Dean quitó su mano del brazo de Seth y estiró su mano frente a él.
—¿Podrías perdonarme y... ser amigos?
Habría esperado un refunfuñar por parte de Seth, o tal vez un simple "púdrete" cuando se trataba de Dean.
Lo que no esperé, es que el chico de gafas empujara la mano de Dean a un lado y con un rápido movimiento envolviera sus brazos detrás del cuello del ojiazul. Sus sollozos se volvieron más fuertes al momento en que el llanto volvió a atacarlo, pero Ambrose rápidamente respondió a su abrazo colocando sus manos en su espalda temblorosa.
—¡Eres un idiota! ¡Siempre lo serás!—chilló entre sorbeteos y sollozos.— Gracias... Gracias, Dean...
Pude ver los labios del castaño curvarse en una sonrisa, al mismo tiempo en que cerraba sus ojos y se dejaba llevar por el abrazo.
—De nada, amigo.
Rollins seguía sollozando y Dean abrazándole, a lo que solo podía sonreír realmente feliz de esa escena.
—¡Awwww!—alargó Naomi de pronto, saltando del escritorio de Rusev.— ¡Abrazo de grupo!
—¡Abrazo de grupo!—le siguió Rusev.
Rodé brevemente los ojos, pero caminé hasta Seth y Dean al igual que la pareja, rodeándoles con mis brazos lo mejor que pude con mis mejillas doliendo por la sonrisa.
Nos quedamos así por un rato, con Seth llorando mientras Dean solo lo abrazaba, Rusev molestándole por ser un llorón cuando él también estaba llorando, Naomi tratando de consolarles y que dejasen de pelear y yo sintiéndome como el mejor capitán del club de todos.
En ese lugar habíamos pasado por mucho, desde tardes de trabajo tan usual en nosotros, la llegada de Dean al club, nuestros momentos juntos... Sentía que eran memorias que nunca podría borrar.
Tampoco quería que fuera así.
Luego de un par de minutos estábamos listos para abandonar el club por última vez.
Rusev guardó sus cámaras, Seth sus documentos y computadoras, y yo había terminado de organizar todo para el próximo club que se formara una vez que empezara el próximo año escolar.
La nostalgia dolía en mi pecho, pero sabía que este momento llegaría. Pero también sabía que el club nos había marcado.
A Rusev, a Seth, a mí... Incluso a Dean.
—¿Qué dicen si hacemos una pijamada?—propuso de pronto la morena con su bolso a un lado dispuesta a abandonar el salón.
—¿Las pijamadas no son cosa de chicas?—preguntó el ex bicolor enarcando una ceja.
—Claro que no, ignorante.—gruñó la fémina.— Cierra la boca, iremos al departamento de Rusev y me dejarás pintarte las uñas.
—Yupi.—respondió con un arrugar de su labio perforado.
—Momento ¿cuándo dije que podíamos hacerlo en mi casa?
Mis amigos siguieron discutiendo mientras caminaban fuera del salón, pero no tardaron en detenerse a mirar atrás, al igual que el castaño que se mantenía de pie en la puerta sin acotar nada.
—¿No vienes, Roman?—preguntó Naomi, sacándome de mi trance.
—O-Oh, sí.—me apresuré a volver en mis sentidos, dejando a un lado esa foto que observaba desde hace minutos.— Los veré en la entrada ¿de acuerdo? Quiero terminar de ordenar unas cosas y también devolver las llaves.
Rusev, Naomi y Seth solo se miraron, para luego volver a mí.
—Claro.—respondió ella.
—Te veremos en el estacionamiento.—agregó Rusev.
—No tardes, muero de hambre y Rusev me debe una pizza.
—¡Yo no te debo nada, pulga de mar!
—¡Claro que sí, cabeza de pene!
Solo solté una pequeña risa mientras les escuchaba alejarse, volviendo a agarrar ese marco de fotos sobre mi escritorio y sonriendo hacia él.
—¿Sabes? Siempre creí que apestaba como líder.—dije, colocando el cuadro con la foto que nos habíamos tomado el día en que entregamos los anuarios.
Nuestros rostros sonrientes, Seth tratando de quitarle la gorra a Rusev mientras este gruñía a la cámara, Dean con un anuario en su cabeza y una sonrisa en mi boca. Igual como la que se reflejaba en el cristal frente a mí.
—Incluso cuando me dijeron que era el "rey" de la Lista A, nunca me sentí como uno en realidad.—continué, haciendo comillas con mis dedos antes de dejar caer mis brazos rendido.— Para mí, las listas siempre fueron algo que me calificó, me hacían pensar que esperaban algo de mí que... nunca fui realmente.
Tomé una respiración, mirando hacia los escritorios ahora vacíos y sonriendo levemente de lado.
—Pero en este club... Siempre me sentí que no era el rey de una lista, solo un capitán que podía fallar a veces, pero que quería volverse a levantar aunque nadie esperara algo en especial. Y... lo extrañaré.—giré, con una sonrisa todavía en mi cara.— Extrañaré todos los momentos que pasamos aquí ¿sabes? Incluso los que no son tan buenos.
El castaño de pie en el mural de la puerta mantenía su mirada en el suelo y su mano en la puerta a medio abrir, parecía no tener expresión alguna más que ese ceño a medio fruncir que borró mi sonrisa y me llenó de preocupación.
—Dean, has estado muy callado hoy.—murmuré, mirándole ansioso.— ¿Pasa algo malo?
Dean se mantuvo en la misma posición por un rato casi eterno, pero finalmente se movió. Cuando lo hizo, fue para volver a pisar la alfombra del salón del club y cerrar la puerta detrás de sí.
El click que hizo la cerradura al ser bloqueada con seguro me hizo fruncir levemente el ceño, mientras que la mirada seria en los ojos azules de Dean oscureciéndose causó que mi corazón diera un vuelco.
—Dean ¿qué...?
Pero antes de que mi boca pudiese seguir moviéndose, esta fue atrapada por sus hambrientos labios en un desesperado y apasionado beso. Un jadeo se intentó escapar de mis labios, pero estaba demasiado distraído y atrapado por sus movimientos como para prestar atención.
La fuerza con la que se me acercó fue suficiente para empujarme contra mi escritorio a mis espaldas, mi espalda baja chocó con la madera en tanto movía torpemente mis manos hasta apoyarlas en su cintura y mantenerlas ahí.
Pero Dean no se detenía, parecía un animal hambriento, besándome como si fuese el fin del mundo y robándome rápidos suspiros y leves gemidos cuando mordía mi labio inferior e incluso trazaba este con su vivaz lengua.
Comenzaba a sentirme mareado, como si el aire me faltara, pero los labios de Dean atacándome me mantuvieran consciente y en un trance que no era capaz de describir.
Sus labios seguían atacando los míos y mis manos apretaron lentamente su cintura cubierta por sus jeans, hasta que sentí sus manos alejarse de mi nuca y moverse por mi pecho. Se hizo paso con un tocar casi inadvertido, robándome más de algún escalofrío hasta que sentí sus dedos vendados empezar a despojarme de la camiseta que lo separaba de la piel desnuda de mi pecho.
Abrí suavemente mi pecho, recobrando un poco de cordura como para apartarlo suavemente de mí. Mis labios latían y sentía el corazón latiéndome a mil por hora.
—D...Dean...—balbuceé con mi respiración agitada luego de sus besos quitándome cualquier pizca de aire.— ¿Q-Qué haces?
—Solo cállate y bésame.
Y una vez más, me fue imposible decir palabra antes de que volviera a besarme con gran fuerza y no pudiera hacer nada para detenerlo. Tampoco es como si pudiera.
Mi cuerpo empezaba a sentirse sumamente caliente y sentía que quería librarme de esa camiseta que obstaculizaba su tacto con la piel de mi torso.
Como si me leyera la mente, mi novio movió sus manos que antes estaban a medio camino, liberando mis labios solo para quitarme la camiseta gris por sobre la cabeza y dejar la piel desnuda de mi pecho a su completa merced.
No tardó en tomar ventaja de ello, acercándose a mí en menos de un segundo y ahora recorriendo la piel de mi cuello con sus labios. Su otra mano descansó en mi pecho, robándome más de algún jadeo con cada caricia y una que otra lamida que dio a mi cuello.
Mierda, esto estaba mal. Estaba completamente fuera de lugar.
Pero... tampoco quería detenerlo.
—D...Dean...—hice el esfuerzo, pero rápidamente me vi interrumpido por un gemido saliendo de mis labios al sentir su nariz hacer cosquillas en la parte cóncava de mi cuello.— Dean... Esto no...
Le sentí sonreír, al igual que pude sentir su barba de un par de días hacer cosquillas sobre mi piel antes de que murmurara bajo y tentador.
—Shh...—murmuró, casi en un eco en mi cabeza junto al rápido latir de mi corazón desembocado.— Está bien, cariño... Cerré la puerta.
—P-Pero...—mordí mi labio.—Los demás nos están esperando...
Entonces, la mano que mantenía en mi pecho se movió lenta y tentativamente por este, como una venenosa serpiente que amenazaba con quitarme cualquier grado de cordura que me quedara. Dean recorrió desde mi pecho hasta moverse cautelosamente por la piel de mi abdomen, bajando y quedándome casi sin aire y teniendo que tragar con fuerza cuando su mano amenazó con tocar el bulto ya notorio bajo mis jeans.
—Que esperen...—murmuró casi en un ronroneo, perdiéndose con el sonido de mi cinturón al ser desabrochado por él y la bragueta siguiéndole.— Tengo un trabajo por hacer.
Quise maldecir y decirle que se había vuelto loco, pero...
—¡Oh, mierda...!
Pero la única maldición que pude soltar fue al momento en que el castaño apartó la los boxers que cubrían mi notoria erección, sacando esta y comenzando a masajearla con su mano en un suave movimiento que amenazó con volverme loco.
Dean sonreía satisfecho al verme cerrar los ojos con fuerza, con mis manos apretándose a la orilla del escritorio a mis espaldas y una de las suyas ayudándome a quedarme quieto.
—Parece que fue buena idea cerrar la puerta.—murmuró el ojiazul, mirándome con diversión mientras me torturaba.— Aunque muchos podrán escuchar el escándalo que estás montando, emperador Romano...
—Dean, tú... demonios...
No podía hablar, todas mis palabras se ahogaban en gemidos causados por su mano alrededor de mi pene latiendo y haciéndome sentir de una manera tan malditamente bien que me debatía fugazmente entre hacer lo correcto o no.
Su mano se movió más rápido, a lo que tuve que cubrirme la boca con una de mis manos y rogando no perder el equilibrio.
—Vamos...—susurró, acercando su mano libre y quitando suavemente la mía cubriendo mis labios separados aguantando jadeos.— Sabes que me gusta escucharte.
A continuación, sus labios volvieron a colisionar con los míos, en un profundo beso mientras su mano volvía a moverse alrededor de mi pene en otro ritmo que amenazó con llevarme a mi límite.
Un gemido fue aguantado entre nuestro beso, a la par en que mi mano se movía hasta su brazo, apretando este ligeramente antes de que consiguiera separarme de sus labios.
—D...Dean... Ya voy a...
Intenté balbucear, sonando nada más como un desastre de respiraciones agitadas, voz casi ausente y su frente sudando. Pero Ambrose entendió el mensaje.
Su mano liberó mi miembro, dejando cierta sensación de abandono que no tardé en olvidar cuando volvió a besarme.
—¿Recuerdas lo que dije en la mañana?—habló el ojiazul, con sus labios todavía rosando los míos y sintiendo su cálida respiración chocar con mi rostro agitado.— ¿Lo de que siempre te quise dentro de mí?
—E-Estabas jugando...—me las arreglé para responder.
—No lo estaba...—otro beso corto, dejándome con ganas de más.— Es lo que quiero.
Fue como si mi mente fuera agitada, mi corazón latió a tal punto que creí que lo escupiría y la forma en que el bulto de Dean bajo sus pantalones todavía abrochados chocaban con mi miembro latiendo fuera de los míos no me dejaba pensar tan rápidamente.
Pero conecté cables, por así decirlo.
Lo observé, inseguro y con mi respiración tratando de retomar un poco de aire de alguna manera.
—¿E...Estás seguro?
Una risa se escapó entre sus labios, colocando sus dedos suavemente en mi mentón sin apartar sus ojos azules de los míos.
—Creí que después de besarte de esa forma captarías el mensaje...—sus labios rosaron los míos, sin llegar a tocarlos y creando cierta frustración en el fondo de mi pecho.— ¿O no fui suficientemente claro, mi emperador Romano?
Al diablo.
Con rapidez, moví mis manos hasta su cintura, apretando esta mientras lo empujaba con cierta brusquedad que le robó al castaño un jadeo de sorpresa al momento en que ahora era su espalda la que chocaba con el escritorio. Su mirada se encontró con la mía, sintiendo que mi corazón daba un vuelco y que algo dentro de mí despertaba, como una ansia que había estado conteniendo por su culpa.
Mis manos viajaron a sus muslos, moviéndose lentamente por ellos hasta llegar a sus caderas. No tardé en acercar mi boca a su cuello, repitiendo la tortura que él me había propinado y dejando suaves pero intensos besos a lo largo de su sensible piel. Pude sentir su respiración tornarse agitada y la forma en que parecía querer esconder esos sonidos tan vergonzosos que a él le gustaba escuchar de mí.
No se sentía nada de mal tenerlo bajo mi poder de vez en cuando.
Moví mis labios por la piel de su cuello por su mandíbula, llegando hasta su oreja perforada y atreviéndome a dar un pequeño mordizco que le hizo soltar un audible sonido mientras sentía su bulto chocar con mi miembro erecto.
Sonreí con satisfacción y me acerqué suavemente hacia su oreja algo enrojecida.
—Creo que es el momento de que tu emperador Romano sea claro contigo.—susurré, con un tono de voz que ni yo mismo era capaz de reconocer.— Te lo advierto...No creo que pueda ser gentil.
Sentí como el castaño reía levemente desde lo profundo de su garganta, acercando una mano hasta mi espalda y poniendo leve presión para que nuestros cuerpos chocasen incluso aún más.
—No te pedí que lo fueras.
Eso fue suficiente para romper cualquiera de mis barreras. Terminé besándole con fuerza, los dedos de Dean se enredaron entre las hebras de mi cabello suelto y seguía el ritmo de mis labios tratando de sacarlo de su cordura. A continuación, mis manos se movieron deliberadamente hasta su culo, apretando levemente este mientras levantaba al castaño y lo dejaba sobre la superficie de madera de mi escritorio.
Los labios del rey de la Lista F siguieron devorando los míos en tanto sus piernas se enredaban alrededor de mis caderas. El tacto de sus dedos entre mi cabello y el toque áspero de su bulto cubierto aún por sus jeans me estaba enloqueciendo, pero más lo hizo que apartara descaradamente una de sus manos de mi nuca y volviera a tocar mi erección en busca de torturarme.
No esta vez.
Bruscamente, detuve su mano y alejé mi boca de la suya, encontrando su rostro tornándose desentendido hasta el instante en que empujé su brazo hacia atrás y lo recosté por completo en mi escritorio.
Ambrose me miró, con su camiseta levantada dejando ver su abdomen y su pecho subiendo y bajando por sus rápidas respiraciones. Eso no evitó que sonriera retadoramente.
—Suficiente tortura ¿no crees?—murmuré con un enarcar de ceja. Vi la boca de Dean abrirse, hasta el momento en que moví mi mano libre a lo largo de su pecho, causando que mordiera su labio y cerrara sus ojos al intentar ocultar su semblante de mí.— Te dije que era mi turno.
Entre jadeos y gemidos por parte de mi pareja, pude quitar sus jeans y boxers del camino, teniéndolo a mi completa merced y con sus pierdas a cada lado de mis caderas.
Su rostro estaba enrojecido, su respiración agitada y todavía aprisionaba ambas de sus muñecas por sobre su cabeza para que no se moviera en lo más mínimo.
Fui lo suficientemente hábil para mantenerlo así y buscar al interior del bolsillo de mis jeans cayendo por mis caderas. Bastó que tuviera el paquetito plateado entre mis dedos para que el ojiazul se carcajeara.
—Parece que estabas preparado.
—Cállate ya.
Prefería evitar lo oportuno que era el hecho de que mi madre me humillara esa mañana, además de que mi corazón y miembro no aguantarían mucho más de esa forma.
Coloqué el condón cuidadosamente sobre mi longitud, soltando un respiro cuando el plástico la cubrió por completo y mirando al castaño.
Ya le había preguntado, pero me sentía nervioso de alguna manera.
No obstante, las ansias ya me comían vivo y fueron suficientes para colocarme entre sus muslos y acariciar su entrada con la punta de mi miembro erecto. Un gemido de parte del castaño fue suficiente para que siguiera adelante y lentamente introdujera mi pene por completo.
La sensación era tan placentera como cada vez que habíamos estado juntos... Las cuales habían sido muchas, no podía negar. Pero esto se sentía distinto, y no podía tener suficiente de eso.
Los gemidos de Dean amenazaban con llevarme al límite con cada embestida, incluso si había empezado lento y con cuidado a pesar de mis palabras anteriores.
—V-Vamos, emperador Romano...—se las arregló para decir entre su agitada respiración, con una sonrisa a medias.— ¿Es todo lo que tienes?
Entrecerré mis ojos, para luego penetrarle con un movimiento brusco pero certero, el cual le robó un sonoro gemido que me dejó satisfecho.
—Oh, oh, oh. Come fill my glass up a little more, we 'bout to get up and burn this floor. You know we getting hotter, and hotter, sexy, and hotter, let's shut it down...
—Pregunta ¿por qué siempre terminamos bailando esta tontería?—habló el chico de coleta y una especie de banda que alejaba los mechones de su rostro cubierto de crema azul.— ¡Siempre soy una chica!
—No puedes quejarte con esa banda rosa y tus uñas de color amarillo, pulga de mar.—contradijo Rusev, moviendo su brazo igual que las bailarinas en la pantalla al ritmo de esa canción de Nicki Minaj.— Además, yo también soy una chica.
—¡Pudiste elegir otra canción!
—¡Me gusta esta!—siguió moviendo sus brazos y caderas dócilmente, a diferencia del ex bicolor que parecía sumamente tenso y perdido de los pasos de baile.— ¡Soy una mujer preciosa! ¿¡Cierto, Nao!?
—Ajá, cariño. Lo eres.
Los chicos jugaban Just Dance para variar, Naomi terminaba de preparar chocolate caliente, todos se divertían.
Menos yo.
Seguía de pie frente a la ventana detrás del sofá, con mi mirada en el estacionamiento del edificio y mi celular pegado a mi oreja.
—Vamos, contesta...—murmuré para mí con cierta frustración colándose en mi tono.
Pero los constantes pitidos de espera en la línea solo se interrumpieron con la voz del rey de la Lista F:—Hey, has llamado al rey de la Lista F. Deja tu mensaje si te atreves.
Solté un respiro frustrado, llevándome mi mano libre al puente de la nariz y apretando este en busca de calma.
Solo era el buzón de voz, como en las cinco veces que llevaba llamándole.
El familiar pitido sonó, a lo que me dispuse a hablar.
—Uhm... Hey.—dije, intentando no sonar afligido o algo.— Te he estado llamando, no apareciste luego de que cerrásemos el salón del club y... me preocupé.—tragué con suavidad.— Nosotros...
—¡Mierda, Rusev! ¡Quita tu culo, me vas a hacer caer!
—¡No es mi culpa que no tengas el ritmo en la sangre como yo, enano!
Giré levemente, dándoles una mirada para volver rápidamente a lo que hacía.
—Estamos en casa de Rusev... Aunque creo que ya lo notaste.—continué con mi mensaje, con una risa de por medio.— Aún no es tan tarde, puedes venir si quieres. Solo... Llámame ¿de acuerdo?—sonreí lo mejor que pude, aunque no tuviera sentido.—Te amo, Dean... Adiós.
Alejé el celular de mi oreja y finalicé con el mensaje, mirando mi rostro reflejado en la pantalla apagada y viendo mi expresión abatida, preocupada y frustrada.
La canción tan animada terminó, a lo que no tardé en escuchar el grito de protesta de Seth al posiblemente ser derrotado por el Búlgaro, lo cual no era novedad.
—¡Te juro que te detesto!
—Eres un perdedor, acéptalo, pulga de mar.
—¡No lo soy!—chilló una vez más.— Vamos, te reto a bailar otra.
—Sabes que te venceré...
—¡Claro que no, Hulk sin cerebro!
—¡Enano sin ritmo! ¡Amargado! ¡Espero que se te salga la sangre por ese piercing del labio!
—¡Retráctate!
—¡Chicos!—el grito de la fémina los detuvo, los chicos giraron hacia ella.— Basta ya de gritos por un rato...
Pude sentir su mirada sobre mí, pero no me moví.
Sin embargo, Naomi no tardó en agregar:—Vayan a buscar chocolate caliente, dejé malvaviscos también.
—¡Malvaviscos!—saltó Rusev con una gran sonrisa.
—¡Me convenciste!
Rollins se dispuso a caminar hacia la cocina, siendo rápidamente empujado por el fotógrafo y provocando otra de sus discusiones en el camino a la cocina, pero dejando un poco de calma a mi alrededor que aprecié internamente.
No tardé en sentir cómo la fémina de coleta y máscara azul en su rostro tomaba asiento junto a mí en el sofá, haciéndome levantar la mirada de mi celular.
—Llevas casi veinte minutos así, Rome.
—Lo sé, lo siento.—suspiré.— Es solo que...
Me interrumpí, apretando mis labios y sintiendo cierto piquete de dolor en mi pecho.
Desde lo que pasó en el club, todo había estado bien. Pero cuando salimos de la escuela, Dean se disculpó rápidamente y dijo que iría a casa por un rato, que nos vería en la noche. Pero desde ese entonces no contestaba mis llamadas o mensajes.
No era la gran cosa, pero... ¿Por qué tenía ese mal presentimiento de alguna parte?
—Tal vez está ocupado.—retomó el habla la fémina, sacándome de mi trance.— Los exámenes son mañana ¿y si está estudiando?
No pude evitar empezar a sonreír.
—¿Es en serio?
—No, la verdad no.—Naomi arrugó sus labios y acercó la taza de chocolate caliente entre sus manos.—No puedo creer que acabara de decir eso. Dudo que ese burro estudie.
Me encogí suavemente de hombros.
—Hemos estado estudiando y me prometió que lo haría.
Nos quedamos en silencio, pero no tardé en notar la sonrisa adornando los labios rosa de mi amiga.
—Confías en él ¿verdad?
Sonreí aunque ni siquiera pensara en ello.
—Lo hago.—dije, sin poder evitar esa sonrisa.— Confío en él ciegamente.
—Entonces, tienes que confiar en que las cosas están bien.—agregó ella, colocando su mano suavemente en el dorso de la mía.— Probablemente está estudiando o haciendo algo, todo estará bien y cuando te responda serás el tipo más feliz sobre la tierra.
Una carcajada se me escapó.
—Ahora, quiero que te diviertas, bebas chocolate y controles a estos estúpidos.—sonrió de lado.— Soy novia de uno, pero eso no quita que siga comportándose como un niño.
—¡Te escuché, mujer del demonio!
—¡Pero soy tu mujer del demonio!
—¡Así es!
Naomi rodó los ojos sonrientes, a lo que la miré con una tímida sonrisa.
Ella tenía razón.
—De acuerdo.
—Así me gusta.—Naomi dio un par de palmaditas a mi mano y se levantó del sofá para dirigirse a la cocina.— ¡Oigan, oigan! ¡No sean puercos! ¡Dejen espacio para la pizza!
Mientras Naomi se dedicaba a regañar a mis mejores amigos, mi mirada cayó en aquella pulsera azul adornando mi muñeca. Mi labio se curvó en una pequeña sonrisa, sintiendo cómo la presión en mi pecho disminuía al menos un poco.
Seguiría el consejo de Naomi esta vez.
El día siguiente era efectivamente el del examen final.
No tardé mucho en salir al igual que varios miembros de la Lista A, recibiendo la calificación inmediatamente y siendo una suficiente para hacerme pasar el grado y técnicamente tener un pie en la ceremonia de graduación.
Era obvio que podría hacerlo, por lo que me sentía tranquilo.
Sin embargo, varios miembros de la lista, mayor parte F, todavía se encontraban haciendo su examen. Dean se encontraba en un salón diferente al mío, por lo que solo podía esperar que el estudio y todo lo que habíamos hablado fuera suficiente y pudiera lograrlo.
Confiaba en él, sabría que podría hacerlo.
Paseaba por los pasillos, varios estudiantes se encontraban sacando sus cosas de sus casilleros y dejándolos libres para la siguiente generación, causando que un escalofrío me recorriera la espalda.
La graduación se encontraba a la vuelta de la esquina, sentía como si el tiempo corriera tan rápido que no me lo podía creer.
Al mismo tiempo, era mi primera vez volviendo a pensar en el tema luego de lo ocurrido con mi padre. Seguíamos sin hablar y mi garganta se torcía de solo pensar en él, en cómo no estaría presente en ese momento tan importante de mi vida...
Okay, basta ya.
No podía deprimirme, especialmente hoy.
Continué mi camino, deteniéndome al momento en que una maldición se escuchó entre dientes por el pasillo. Rápidamente pude visualizar a aquel pelirrojo de zapatillas rojo chillón cargando un montón de cajas en un brazo y varias prendas en la otra.
No dudé en acercarme al ver cómo luchaba por cerrar la puerta frente a él.
—¿Te ayudo con eso?
Sami alzó la mirada, sonriendo aliviado al verme.
—Te lo agradecería, Roman.
Tomé las cajas de entre sus brazos, dejando que por fin cerrara la puerta en la cual ya no se encontraba ninguno de los carteles que él siempre mantenía. Probablemente ya había cerrado su club también.
—Uhm... Gracias, Roman.—sonrió agradecido.— Tuve que tomar muchas cosas que quedaban.
—No hay problema.—sonreí de vuelta.— Entonces ¿el taller de Sami oficialmente se cierra?
Zayn se encogió de hombros.
—Al menos el de aquí.—ladeé mi cabeza en clara confusión.— No podré estar en la graduación, pedí mi certificado por adelantado. Tengo un vuelo que tomar mañana.
Mis ojos se abrieron alarmado.
—¿Un vuelo?
—Así es.—sonrió con cierta timidez.— Mi padre es diseñador en Paris... Así que decidí estudiar diseño y trabajar para su agencia.
—Wow...—dije casi en una respiración, pero no tardé en sonreír.—Sami, amigo, te felicito.
No dudé en abrazarle, siendo correspondido de inmediato mientras le escuchaba reír bajito.
—Es una gran oportunidad, me alegro muchísimo por ti.
—Gracias, Rome.—sonrió de lado una vez que nos separamos de los brazos del otro.— Mi mamá no está muy...
—¿Contenta?
—Exacto.—completó.— Pero entenderá en algún momento que es mi sueño, no pienso desecharlo luego de tanto.
—Es perfectamente entendible, Sami.—asentí.— Aunque, admito que también me apena.—me encogí levemente de hombros.— ¿No pensabas despedirme?
El pelirrojo sonrió de lado, en sus ojos pude ver cierta tristeza pero parecía mantenerla bajo control.
—No soy bueno en las despedidas, Roman. O al menos es me han dicho.
Apreté mis labios, quedándonos en un breve silencio antes de que el diseñador retomase el habla.
—Además, pienso volver.—sonrió de lado.— ¿Quién sabe? Tal vez alguien me necesite en esta ciudad después de todo.
—Estoy seguro que sí...
Nuestra conversación se interrumpió cuando el celular de Sami sonó. El pelirrojo le dio una mirada rápida y luego lo guardó con un apretar de labios.
—Tengo que irme.—dijo.— Mi madre quiere hablar conmigo, así que se tomó un tiempo fuera de clases.
—¿Fuera de clases?
—Es maestra en una escuela primaria.—comenzó a explicar, a la par en que tomaba las cajas que había estado sosteniendo por él todo este tiempo.— No es un lugar muy grande, pero los chicos son geniales. Llegan más cada año, así que siempre están buscando profesores.
—Ya veo...
Sami tomó las cajas y las prendas a la perfección, sin embargo, las puso en el suelo con suavidad y luego me abrazó una vez más.
Acepté su abrazo, acariciando suavemente su espalda y cerrando mis ojos.
—Cuídate, amigo.—le dije con suavidad.
—Igual tú, Roman.—con suavidad se separó de mí, agarró sus cosas y se dispuso a alejarse.
Pensé en seguir mi camino.
—Oye.
Giré sobre mí, encontrándome con una sonrisa de lado en los labios del pelirrojo.
—Nos vemos luego, rey de la Lista A.
Sonreí de vuelta, antes de verle desaparecer lentamente por el pasillo y recorrer ese camino por última vez.
Todos tomaríamos nuestro camino, estaba seguro de eso. Lo siguiente, era saber a dónde nos llevarían esos caminos.
Me dispuse a caminar por el pasillo una vez más, pero el celular en mi bolsillo vibró. No tardé nada en encontrarlo y ver el mensaje que había recibido.
RuRu: Jefesito, vi al burrito en el mismo salón en que hice la prueba. Parece que ya terminaron. Es el salón frente al laboratorio de ciencias.
No dudé en guardar el celular en el bolsillo de mi chaqueta y casi correr en aquella dirección.
Quería saber cómo había estado todo, abrazarle tras saber el resultado, decirle que lo amaba y que estaríamos juntos no importaba qué.
Incluso... Había hablado con mi mamá sobre la posibilidad de mudarme a un apartamento en un futuro...Con él... Tal vez a uno que podríamos compartir.
El solo pensamiento me hizo sonreír, ignorando el sonido que mis zapatillas hacían al correr y apresurándome por llegar al salón.
Esperé verle afuera, o tal vez un mensaje de su parte avisándome que el examen había terminado.
Pero solo me encontré al tutor de Chris sentado en la banca a un lado de la puerta del salón.
Rápidamente notó mi presencia, levantando su mirada de sus manos entrelazadas y reconociéndome.
—Hey.—me saludó.— Eres el amigo de Chris ¿verdad?
—Así es.—sonreí a medias.— T-Tú... ¿Estás esperando a Chris?
—Sí.—se encogió de hombros con una pequeña sonrisa.—Es el último que queda.
¿El último?
Mi ceño se frunció con perplejidad, pero cuando quise preguntar acerca de ello fui interrumpido por la puerta del salón al ser abierta.
El pelirrubio de chaqueta con brillos mantenía una hoja de papel en su mano, su rostro parecía pálido y temí que fuera a desmayarse.
—¿Chris?
—Chris.—Allen se apresuró a acercarse al paralizado rubio. Lo abrazó por los hombros preocupado.— Chris ¿qué pasó? ¿Reprobaste?
Pero él negó, suavemente y todavía sin poder reaccionar normalmente.
—¿Entonces...?
—Lo logré.—soltó casi en un susurro, respirando lentamente pero dejando que una sonrisa adornara sus labios con cierta incredulidad.—¡Soy parte de la Lista A!
Allen abrió sus ojos sorprendido, al mismo tiempo en que yo me quedaba sin palabras.
—¿¡Qué!?—exclamó el castaño.— ¡No puede ser! ¿¡En serio!?
—¡Lo logré!—chilló una vez más el emocionado rubio. Casi podía verse que saltaba sobre sus botas.— ¡No puedo creerlo! ¡Soy un Lista A!
—¡Sabía que lo lograrías!
—¡Felicidades, Chris!—agregué, con una sonrisa de lado en mi cara.
El rubio besó con fuerza la hoja en su mano, soltando un gran "Woooooho" que hizo eco en el pasillo antes de reír emocionado. A continuación, y por sorpresa incluso para mí, dio un saltito y agarró el cuello de la chaqueta de Allen, jalando de este y besándole con fuerza.
El castaño se quedó helado e inmóvil, lo cual solo notó el nuevo miembro de la Lista A al instante en que separó sus labios de los de él y cayó en la cuenta de lo que había hecho.
—Oh, mierda... Uhm...—con nerviosismo alejó sus manos de la chaqueta del paralizado ojiazul.— L-L-Lo siento mucho, AJ... Yo... Yo no... Me deje llevar y yo...
—Creo...—le interrumpió el castaño, sonriéndole a pesar de las mejillas de Chris sonrojándose cada vez más.— Creo que sería buena idea que habláramos sobre esto en la heladería ¿qué dices?
Chris parecía estar a punto de morir de la emoción. No obstante, cierta presión en el pecho volvió a atacarme.
—Perdonen que interrumpa, pero...—dije, llamando su atención de inmediato.— ¿No han visto a Dean por aquí?
Chris frunció el ceño perplejo.
—¿A Dean?—asentí, sintiendo un nudo en la garganta por alguna razón.— Roman, Dean fue uno de los primeros en salir del examen.
¿Qué?
—¿De qué hablas?
—Bueno...—se encogió lenta y suavemente de hombros.— Entregó el examen luego de cinco minutos y luego se fue. Honestamente, tampoco entiendo qué fue lo que... ¡Roman!
Pero ya había avanzado hacia el salón a sus espaldas, abriendo la puerta con brusquedad y entrando al lugar.
Kevin ordenaba los exámenes antes de verme entrar, probablemente por encargo de los profesores.
—¿¡Qué demo...!? ¡Fuera de aquí, Reigns! ¡No puedes estar aquí!
—Apártate.
No dudé en mirarle con veneno en mis ojos, siendo suficiente para asustarle y que se apartara del camino sin decir nada.
Rápidamente comencé a buscar entre los exámenes apilados, siguiendo frenéticamente con mi mirada nombre tras nombre.
Al momento en que encontré el de Dean, sentí que mi mundo entero se venía abajo.
Las dudas me comían vivo y sentí las ansias de correr. Por lo que no dudé en hacerlo mientras Chris gritaba mi nombre.
El examen tenía su nombre escrito en la primera página, siendo lo único que escribió además de un pequeño "Lo siento" en la última hoja.
Corrí lo más rápido que pude, pensando que podría encontrarlo antes de que se alejara del lugar, creyendo que valía la pena alcanzarlo.
¿Por qué? ¿Por qué, Dean?
El rugir de una moto me perforó los oídos al estar cerca de la entrada, mezclándose con el sonido de la lluvia cayendo detrás de la puerta. No me importó, por lo que empujé la puerta de entrada con fuerza y corrí fuera del edificio.
Pude ver al castaño, dándome la espalda al montar su motocicleta dispuesto a acelerar y alejarse.
No lo dejaría.
—¡Dean!—grité lo más fuerte que pude, sin dejar de correr a pesar de la lluvia cayendo sobre mi cabeza y los charcos que pise en el camino.— ¡Dean, espera!
El rey de la Lista F se mantuvo quieto, con su pie en el acelerador y el otro en el suelo. Pude ver su cabello goteando por la lluvia y las gotas deslizándose a lo largo de la cuerina de su chaqueta, pero él no volteó.
Me detuve a unos pasos de la motocicleta estacionada, teniendo que apoyarme en mis rodillas por un instante para retomar el aire. Una vez que tomé un par de respiraciones, volví a mirarle.
Pero él seguía sin volver a verme.
—Dean ¿qué fue lo que pasó?—pregunté preocupado.— T-Tu examen... Tu examen estaba en blanco.
—Lo sé.—soltó, casi en un murmuro inaudible bajo la lluvia cayendo torrencialmente.
Parpadeé desentendido, pero no lo dejé así.
—T-Todavía puedes hacerlo.—insistí, con una sonrisa temblorosa pero esperanzada.— Podemos volver adentro y pedirle a los profesores que lo intentes otra vez, y...
—¿Acaso no lo entiendes, Reigns?
Su voz sonó brusca y grabe, casi como si me hubiese golpeado un puñal en el pecho y me paralizara de inmediato en mi lugar.
—¿D-De qué hablas, Dean?—logré murmurar.—No lo entiendo...
—¿¡Acaso piensas que puedo ser como tú!?
Su grito hizo mi corazón dar un vuelco, a lo que solo podía quedarme de pie viéndole colocarse de pie y dejar que la motocicleta simplemente se estrellara contra el suelo con un estruendo casi sordo.
Sus ojos reflejaban ira, brillando aguados mientras su mandíbula se encontraba apretada como su ceño en mi dirección.
—¿¡Crees...!?—hizo una pausa, mirándome con repugnancia.— ¿¡Crees que por un segundo me convertiste en ti!?
Tragué como pude, negando y sintiendo que mi corazón latía con fuerza.
—N-No entiendo de qué hablas, Dean... ¿Qué demonios te ocurre?
—¡Estoy cansado!—siguió gritando.— ¡Cansado de que no entiendas esto, Reigns!
—¡Pues habla más claro!—grité de vuelta.— ¿¡De qué demonios hablas!?
—¡Yo no soy como tú!
—¡Ilúminame! ¿¡Qué hay de malo en ser yo!?
—¡Todo! ¡Eres un estirado, un aburrido que cree que todos tenemos que ser como él!—continuó.— ¡Y eres lo suficientemente idiota como para creer que te amé alguna vez!
No sabía lo que era que te rompieran el corazón... Hasta ese momento.
—¡No quiero ser como tú! ¡No quiero estar cerca de ti! ¡Maldito nerd repugnante!
Mi garganta ardía, pero no me moví.
Mis ojos ardían, no hice nada para esconderlo.
No sabía si las lágrimas caían de ellos, ya que la lluvia cayendo sobre mi rostro era lo único que podía sentir.
Pero de una cosa estaba seguro, y eso era que Dean Ambrose no solo se había coronado como el rey de una lista plagada de idiotas.
También se había coronado como el desgraciado más grande de todos.
—Dean... Estoy seguro que no hablas en serio.—intenté hablar, aunque mi voz sonara casi quebradiza.— Escucha, lo del examen...
—¿¡A quién le importa el maldito examen!?—me interrumpió.— ¡Solo lo hice porque quería que dejases de hincharme las pelotas con eso! ¡No me importa una mierda!
—¡A mí sí me importa, Dean!—grité de vuelta.— ¡Me importa, y no porque sea un capricho mío!—la ira comenzaba a tomar parte de mi ser con cada palabra.— ¡Me importa porque sé que puedes lograr grandes cosas! ¡Porque confío en ti...!
—¡Deja eso ya!—gritó, casi perforándome los oídos.— ¡Deja ya de tener fe en mi! ¡Escúchate a ti mismo y deja de ser tan iluso, Roman!
No entendía, no entendía nada. Quería que él sonriera, que dijera que era una broma de muy mal gusto.
Terminaría dándole una patada, pero sería una mentira. Solo una mentira.
—¡Deja de engañarte a ti mismo de una vez!—gritó, negando con la cabeza lentamente.— ¡Y aléjate de mí de una vez por todas!—por primera vez, hizo una pausa, para finalmente soltar la última sentencia.— Esto se acabó.
Mi vista era nublada, sabía la razón, pero eso no me impidió apretar mi muñeca derecha a un lado de mi cuerpo y agarrar con dedos temblorosos un objeto de ella.
—Tienes razón.—hablé, aunque mi voz temblara y las lágrimas cayeran amargamente por mi rostro.— Tienes razón, Ambrose.
A continuación, me acerqué a él a pisotones y lancé aquella pulsera azul que había pasado tanto tiempo atada a mi muñeca.
Lo miré a los ojos, sabiendo que eso era lo que quedaba para destruirme.
—Nunca traté de cambiarte...—murmuré, tragando con fuerza. Sus ojos en los míos, como si fueran la última cosa que bastaba para acabar conmigo.— Lo hiciste tú solo... Y te convertiste en un completo hijo de puta.
Tras soltar aquello con desprecio, di vuelta sobre mis talones y me alejé a pisotones bajo la lluvia, dejándole solo... Prometiéndome no mirar atrás.
Y no lo hice.
Incluso si Naomi, Seth, Rusev e incluso Paige intentaron detenerme, los hice a un lado y continué mi camino en silencio.
Lejos del idiota más grande la escuela.
Lejos del hijo de puta más grande que me había roto el corazón.
Lejos... del amor de mi vida.
Mis pasos me llevaron hasta mi camioneta estacionada en la parte trasera del edificio. Tuve suerte que mis manos mojadas no tiraran las llaves, desbloqueando la puerta al instante y pudiendo entrar al vehículo.
Cerré la puerta detrás de mí una vez que me encontré en el asiento del piloto, en completo silencio además de mi respiración y la lluvia cayendo alrededor.
Pero, aunque quise colocar la llave y salir del lugar lo más rápido posible, las lágrimas fueron más rápidas al invadir mi rostro y caer sin piedad.
Mis labios empezaron a temblar y los sollozos abandonaron mis labios en chillidos que fui incapaz de esconder aunque me cubriera el rostro con las manos.
En ese momento comprendí una cosa.
A veces, ser más idiota te ponía en riesgo de que personas como Dean Ambrose te vieran así. Y que tomaran la oportunidad de romper tu corazón en un montón de pedazos.
De acuerdo...
Me tomaré un respiro ahora mismo antes de escribir lo que quiero decir.
Okay, ya va.
Dejen aquí sus amenazas de muerte, sus insultos o lo que me quieran decir. Me he preparado mentalmente para esto, y créanme que ha sido difícil.
No quiero exagerar, pero pasé casi 10 minutos llorando antes del momento en que sabía tendría que escribir esto. No es broma.
El siguiente capítulo es el final, luego de eso veremos qué sigue.
Espero les gustara, que no me odien demasiado o que empiecen a llegarme mensajes de odio. Me conocen, gente que me sigue sabe que las historias de drama son lo mío y que me gusta manejar eso.
De todas maneras, tienen que saber que he puesto mucho amor a esto, aunque no lo crean.
¿Qué creen que ocurrirá al final? O más bien ¿qué QUIEREN que ocurra al final? Los estaré leyendo atentamente.
Les deseo un/a buen/a noche/día y nos vemos pronto.
Se despide, Rock.
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