28. Mi propio enemigo
— ¿Puedo escribir una canción?
La fémina de cabellos largos en una trenza giró a verme, con un cucharón en su mano manchado con un poquito de la misma salsa que se encontraba repartida por mis mejillas regordetas.
— ¿Una canción?— asentí frenéticamente.— ¿Y a qué viene eso? Nunca te ha gustado escribir, ni siquiera para la escuela, Deanie.
— Porque la escuela es aburrida.
Incluso a la simple edad de 14 años, ya odiaba la escuela y mamá lo sabía.
Seguía comiendo ese plato de espaguetis con esmero, en tanto la mujer de cabello oscuro parecía haber tomado un gran interés en lo que había dicho.
— Una canción... ¿Y sobre qué, cariño?— agregó con esa curiosidad tan dulce de ella.
Pero mi única respuesta fue encogerme de hombros y sorbetear uno de los espaguetis cayendo de mi boca con un chistoso sonido.
A ella no le pareció hacer gracia en un inicio, hasta que de la nada empezó a imitar mi encoger de hombros sin parar ni razón aparente.
No tardé en apretar mis labios en un intento por contener la risa.
— Mamá, basta.
— ¿De qué hablas, Deanie?— dijo con inocencia, sin dejar de encogerse de hombros sin parar mientras revolvía el contenido de la olla en el fuego.— No estoy haciendo nada.
— ¡Te estás burlando de mí!
— Para nada.
— ¡Mentiras!
La fémina apagó el fuego y dentro de nada corrió hasta mí, comenzando a hacerme cosquillas en el abdomen incluso si seguía sentado en ese taburete de la isla de la cocina.
Mis carcajadas hicieron eco por el lugar, mientras que la sonrisa en su rostro me reconfortaba como siempre lo hacía.
Trataba de quitarme sus delgados dedos de la panza con mis manos envueltas en vendajes, pero las risas no me dejaban hacer mucho.
— Mami, basta...
—Okay, okay.—murmuró, soltándome de a poco. A continuación, se sentó junto a mí y me observó con dulzura.— Pero ya en serio ¿por qué quieres escribir una canción?
—No... lo sé.—refunfuñé casi para mí, sin evitar otro encoger de hombros.—Los músicos que me gustan lo hacen y es muy fácil.
—O tal vez lo hacen ver así, Dean.—sonrió la pelinegra, acercando su mano a mi rostro.—Pero no es tan sencillo.
—¿Por qué no?
Mi madrastra era una de las personas que más paciencia me tenía, por lo que no fue sorpresa que tras quitarme un poco de la salsa en mi rostro con su pulgar, se dispusiera a responder.
—Pues, se requiere muchas cosas para escribir.
—¿Como qué?
—Buena ortografía, vocabulario, tocar algún instrumento...
A esas alturas la escuela no era de mi agrado ya, por lo que las primeras dos opciones me hicieron fruncir una mueca de desprecio. Sabía tocar la guitarra un poco, pero para eso tenía que quitarme las vendas y... no me gustaba.
Incluso uno de los profesores que mi padrastro intentó contratar terminó con una ligera contusión cuando le lancé la guitarra a la cabeza.
Nadie me quitaba las vendas y no dudé en defenderme. No me arrepentía tampoco.
—Pero.—retomó el habla mi mamá, causando que volviera a prestarle atención.— Creo que lo más importante para escribir una canción es tener inspiración.
—Inspiración...Okay.—asentí lentamente.— ¿Qué demonios es eso?
—Dean.—regañó bajito.
—Perdón.—me retracté rápidamente.— ¿A qué te refieres con inspiración, mamá?
La mujer relamió sus labios, como si en serio pensara en ello profundamente.
—La inspiración es algo que te daría el motivo por el que escribes una canción.—sonrió lentamente hacia mí.—Puede ser un recuerdo, un pensamiento, o incluso una persona especial.
—Creo que no tengo nada de eso.—murmuré, dejando mi mirada vagar por la mesa bajo mis brazos.—No tengo recuerdos felices, mis pensamientos usualmente apestan y... nadie me quiere en la escuela.
—Dean, ya hablamos de esto...
—Lo sé, mamá.—la interrumpí, intentando no ser realmente brusco en ello.— Pero no hay nadie que me interese ahí, todos se burlan de mí y asumen cosas que no soy.
—Cariño, escúchame.
Sus delgados y delicados dedos se movieron a lo largo de mi rostro, desde mi barbilla, acomodando el cabello alborotado que caía por mi frente hasta finalmente detenerse en mi mejilla y dejar una sensación de calidez.
—Las canciones toman tiempo en escribirse, pueden ser días, semanas, incluso años.—comenzó a decir, a la par en que su sonrisa crecía en tanto sus ojos me observaban con un cariño incondicional que no hacía más que reconfortarme a cada segundo.— Algún día escribirás tu propia canción, sobre un recuerdo, un pensamiento... incluso sobre una persona que ames como nunca haz amado a nadie.
—¿...Cómo sabes eso, mami?
—Lo sé.—soltó una pequeña risita.— Y esa persona te aceptará, te inspirará...
Recuerdo que mi corazón latió con fuerza, de una forma en que jamás lo había hecho.
—Y te aseguro que esa será la canción más hermosa de todas.
Solté lentamente una respiración, manteniendo mis manos en las cuerdas y el cuello de la guitarra. El sol escapando por las persianas se sentía agradable sobre la piel libre de vendajes, haciéndome sonreír mientras miraba mis manos.
Era la primera vez que pasaba tanto tiempo sin los vendajes, pero en especial, la primera en que sonreía al ver las cicatrices en mis manos.
Desde niño habían sido motivo de molestia, tristeza, e incluso motivo suficiente para darle una tunda al que se atreviera a molestarme por ello.
Pero ahora...
Con suavidad moví mi mano sobre las cuerdas, dejando que la música hiciera eco suavemente en la habitación en tanto seguía el patrón en mi cabeza.
Sin embargo, mis movimientos se detuvieron cuando la puerta fue abierta y giré alarmado al instante.
Mi novio se quedó de pie en la puerta, mirándome preocupado por mi posible expresión antes de que soltara un suspiro de alivio.
—Wow... ¿Estás bien?—murmuró Roman, a la par en que cerraba la puerta detrás de sí y caminaba por el dormitorio.
—Sí...—logré susurrar, dejando de lado la guitarra y tallándome brevemente la cara con mis manos.— Lo siento, es solo que... Todavía no me acostumbro. Perdón.
Reigns soltó una pequeña risita, a lo que alcé levemente mi mirada de entre mis manos.
El moreno dejó una taza sobre la mesita de noche cerca de mí, al igual que una para él y un plato con emparedados de mantequilla de maní y jalea.
Muy típico, y no me quejo.
—No tienes que disculparte.—dijo, para a continuación sentarse en la cama a unos centímetros de mí.—Entiendo que todavía te sientas... incómodo o asustado. Pero.—extendió su brazo y con suavidad agarró mi mano en la suya y sonrió de lado con amabilidad.—Pero tienes que saber que estoy realmente orgulloso de ti.
No pude evitar sonreír aunque el calor invadiera mis mejillas, no me importó.
La calidez de su mano aceleraba mi corazón y me hacía sentir como nunca antes. Como si estuviese en un lugar de en sueños, en el hogar que siempre busqué.
Con Roman se sentía así todos los días, y no quería que eso cambiara nunca.
Luego de un rato de mirarnos en silencio, comencé a sonreír de lado hacia él.
Con perplejidad, el moreno no tardó en preguntar: —¿Qué?
—Linda sudadera.
Mi comentario provocó que sus mejillas se enrojecieran al instante y rodara brevemente los ojos para mirar a otro sitio.
El hecho de que llevara mi sudadera a medio abrir y solo sus bóxers no ayudaba mucho tampoco, haciéndome sonreír cada vez más aunque tuviese que hacer lo mejor posible por controlar mis pensamientos y mantenerlos en mi cabeza.
¿Por qué me parecía tan malditamente atractivo? Amaba el hecho de que llevara mi ropa, aunque no creí que le quedara. Pero prefería verlo sin ella...
—Sigues siendo un imbécil incluso cuando trato de apoyarte. —gruñó.
Seguía viéndose adorable.
—Nunca dije que no lo apreciara, Romie.—canturreé, comenzando a acercarme a él.
—No me vuelvas a decir así.
—¿Por qué?
—Es raro.—bufó, cruzándose de brazos.— ¿Acaso a ti te gustaría que te llamara Deanie?
Me encogí de hombros.
—Me llamaste muchas cosas esa noche, así que...
Y tan rápido como se había sonrojado, no dudó en agarrar una de las almohadas y empezar a golpearme con ella mientras estallaba en risas.
Entre risas intenté abrazarle, resultando luego de varios golpes en mi rostro y que Roman tratase de zafarse, pero por fin consiguiendo que se encontrara entre mis brazos cuando lo tumbé sobre mi cama.
Lo miré sonriente.
—En serio, Rome. No me molestaría.
Reigns rodó los ojos, todavía aprisionado por mis manos en sus muñecas y con su cabello suelto desparramado a lo largo de la desordenada colcha.
—No te dejaré llamarme Romie.—gruñó una vez más.— Mi madre me llama así.
—Hm...—fruncí mis labios brevemente.— ¿Qué tal Rome?
—Así me llamas siempre.
—¿Guapo?
—Eso también...
—¿Mío?
Sus mejillas se tornaron rosa una vez más, pero sus labios se fruncieron en una tierna sonrisita que hizo latir mi corazón y que sonriera de igual manera.
—Lo harás aunque te diga que no...—alzó una de sus manos y acarició mi mejilla, dejando un tacto suave que no hizo más que deleitarme.— Eres un completo idiota.
—Sé que me amas de todas formas.
Roman sonrió.
—Nunca te he dicho lo contrario.
Con suavidad me incliné hasta que mis labios tocaron los suyos, los acaricié con suavidad hasta que comenzamos a responder el ritmo del otro. Al mismo tiempo, lo atraje suavemente hacia mí y lo ayudé a que ambos nos sentásemos más cómodamente en la cama, esta vez me quedé entre sus brazos mientras él apoyaba su espalda en el respaldo.
Cuando sus labios se separaron de los míos, una sonrisa los adornaba e hizo que un cosquilleo me recorriera la piel.
Roman me rodeó con sus brazos, manteniendo el lado de su cabeza contra mi sien y su mentó en mi hombro.
—¿Vas a decirme qué estabas haciendo antes de que entrara?—habló sin abrir sus ojos o apartarse de mí.
Enarqué una ceja entretenido:—¿Qué? ¿Quieres que te diga si me estaba masturbando pensando en ti?
El rey de la Lista A se encogió de hombros con simplicidad.
—No me sorprendería.
—¡Hey!—me quejé, pero él solo rió bajito.— ¿Qué fue eso?
—Creo que me he juntado mucho contigo.—bromeó con una pequeña sonrisa hacia mí y mirándome con entretención en su mirada gris.— Pero ya en serio ¿practicas una nueva canción?
Relamí rápidamente mis labios antes de volver a hablar.
—¿Recuerdas que te conté de la agencia discográfica? ¿Y que me pidieron un demo?—Roman asintió.— He estado escribiendo una canción estos días.
—¡Eso es estupendo!—exclamó sonriente.— ¿Puedo escucharla?
No pude evitar sonreír, tratando de esconder el hecho de que su alegría hiciera mi corazón latir y que quisiera tan solo lanzarme a sus brazos y no salir de ahí.
—Aún no está terminada, Rome.—le sonreí aunque sus labios ahora estuvieran en un mohín decepcionado. Con delicadeza moví mi mano hacia su rostro, tocando su barba de pocos días y dejando que mis ojos se encontrasen con los de él.— Todavía tengo una semana para enviarla.
—Sé que será un éxito.—habló con total seriedad y sin quitarme la mirada de encima.— Y sé que será la canción más bella de todas.
No pude evitar sonreír.
—Lo es.
—¿Al menos me dirás de qué se trata?
Sonreí de lado:—Tendrás que esperar a escucharla para saber.
No quería arruinar la sorpresa diciéndole la verdad, que mi primera canción sería sobre nuestra historia juntos, sobre lo bien que se sentía estar entre sus brazos, sobre cuánto amaba cuando sonreía o cuando nuestros ojos se encontraban sin aviso previo.
Porque él era mi inspiración, mamá. Por fin había encontrado mi inspiración.
—Wow, se nos va a hacer tarde.—habló el moreno luego de un rato en el que solo habíamos estado bebiendo chocolate caliente abrazados en la cama.— Debería ir a ducharme.
Sin embargo, cuando se dispuso a ir al cuarto de baño, jalé de su brazo y lo devolví a la cama, atrayéndolo a mí bruscamente hasta que nuestros labios colisionaron.
Mis brazos rápidamente se abrazaron a su nuca, mientras que Roman poco a poco salía de su sorpresa y movía sus manos hasta mis caderas. El tacto de sus dedos sobre la piel que mi camiseta dejaba al descubierto me hizo aguantar un jadeo, a lo que no dudé en comenzar a mover mis labios sobre los suyos a un ritmo un poco más brusco.
Atraje a Roman lo suficiente como para que volviera a encontrarse de rodillas sobre mi cama, atrapado en nuestro beso pero pareciendo no tener el control suficiente como para detenerme aún.
No dudé en aprovecharme de eso.
Acaricié su labio inferior con mi lengua, tallando este y robándole un gemido que escondió al permitirme la entrada y que nuestros labios chocaran otra vez. Sentía mi cuerpo calentándose y realmente deseaba quitarle esa sudadera esta vez.
Moví una de mis manos por su cuello, dejando una suave caricia al hacerme camino hasta su pecho, alcanzando la cremallera de mi sudadera a medio cerrar cubriendo su pecho desnudo. Comencé a bajar el cierre, los dedos de Roman rapidamente detuvieron mi mano con suavidad, la misma con la que sus labios se separaron milímetros de los míos.
Su respiración agitada chocó con mis labios al momento en que murmuró:—Dean, la escuela...
—Al diablo la escuela.
Y volví a besarle con fuerza, atrayéndolo a mí sin posibilidad de que lo dejara ir.
Las manos de Roman apretaron mi cintura cuando mordí levemente su labio, robándole otro jadeo que solo me incitaba a continuar.
Su cuerpo se sentía cada vez más cálido, en especial cuando moví mi mano lentamente por su muslo, recorriéndolo tentativamente hasta llegar a ese bulto que ya aumentaba y que latió por debajo de mi contacto sobre la tela de sus bóxers.
Esta vez Roman se separó de mis labios, aguantando un gemido entre dientes. Pero eso no me impidió seguir con lo que quería, por lo que moví mis labios hasta su cuello, comenzando a besar suavemente la piel expuesta sin dejar de masajear mi mano sobre su erección en aumento bajo la tela de su ropa interior.
Lo estaba disfrutando tanto como yo y no quería detenerme por nada.
—D-Dean...—se las arregló para murmurar entre un jadeo, en tanto mis labios seguían ocupados recorriendo la piel morena y dulce.— Dean... no...
—Shh...—susurré, dejando una pequeña pero tentativa mordida en su piel que me dio otro jadeo entre dientes por su parte.— Esto no me dice que quieras parar.
Y al darle otra caricia a su miembro, sentí este palpitar en mi mano y enviar un cosquilleo por mi cuerpo. Roman también estaba demasiado ocupado sucumbiendo a mi tortura como para notar que mi erección también había aumentado y solo deseaba ocuparme de ello.
No obstante, el moreno se las arregló para detener mi mano y apartarse suavemente de mí, para a continuación apretar mi oreja perforada con sus dedos y quebrar por completo la escena.
Mierda.
—Te dije que hay clases.—repitió, esta vez más serio a pesar de su respiración todavía agitada y rostro enrojecido.— Nos quedan un par de días para graduarnos y no te dejaré faltar. También tienes que estudiar para los finales.
Y el rey de la Lista A ha regresado.
—Ugh...—murmuré exasperado, al mismo tiempo en que me quitaba su mano de mi oreja perforada.— ¿No hay manera de convencerte de quedarnos?
—Ni aunque me lo digas de la forma más dulce... Y quita tu mano de mi pene.
Solté una risa desafiante.
—Pues tu pene no parece querer que la quite.
Roman apretó el ceño y con ellos sus labios con disgusto:—Quítala ya.
Y a pesar de todavía encontrarse con una erección y con su rostro hecho un desastre por el sudor, se quitó mis agarres de encima y levantó de la cama, caminando por la habitación. En el caminó agarró una de las toallas que tenía en el closet, a la par en que se quitaba mi sudadera por sobre la cabeza sin titubeo alguno.
La vista no estaba mal al menos.
—Me ducharé y tú te arreglarás para ir a clases.—ordenó, dejando de lado la prenda y caminando hacia el baño.
—No quiero ir.—bufé frustrado, cruzándome de brazos y mirando hacia otro sitio con notoria molestia.— ¿Por qué tienes que ser tan estirado, Rome?
—Me vuelves a decir así y te tiraré a la ducha ¿me oyes?
Sonreí de lado:—Eso tampoco estaría mal.
Roman soltó aire exasperado.
—Vístete.—habló con advertencia.— O no volveré a dejar que me toques.
—Wow.—silbé.— Eso sería un desperdicio para el problema que tienes en tus calzones, ¿no lo crees, guapo?
—¡Vístete ya, demonios!
Roman me lanzó los jeans que estaban tirados en el suelo, los cuales logré recibir contra los brazos al cubrirme la cara antes de que él entrara al cuarto de baño y cerrara la puerta detrás de sí.
Una sonrisa se encontraba en mi rostro a pesar de todo.
Dejé salir una larga respiración.
—Amo a este tipo.—murmuré para mí, para luego bajar la mirada hacia el bulto bajo mis bóxers.— Aunque ¿ahora qué hago con esta mierda?
Recorría los pasillos llevándome más de alguna mirada, sonriendo de manera socarrona mientras llevaba mi guitarra al hombro y saludaba de paso a Nia y apresuraba mi paso al ver a Peyton y Billie.
Sin embargo, nada podía arruinar lo bien que me sentía en ese instante.
Era el mejor puto sentimiento del mundo, y sabía que se debía a aquel chico del cual me despedí con un suave beso en los labios antes de que nos separásemos para ir a clases.
Llegué a mi taquilla todavía sonriente, quitándome el estuche con la guitarra de la espalda y dándole un golpecito a la puerta para abrir esta.
Busqué entre las cosas, encontrando rápidamente mi libro y disponiéndome a ir a buscar al pelinegro y tener nuestra sesión de estudio.
Una risa se me escapó ante mi último pensamiento.
Claro que iba a estudiar, pero no lo que había en el libro y no había forma de que Roman...
—¡Mierda!
Un grito se me escapó cuando la puerta de mi casillero fue cerrada de golpe y casi me aplasta la mano. No tardé en encontrarme con la morena de cabello largo apodada "la muñeca" y su intimidante pareja con su mano en la puerta de metal que había cerrado con esa fuerza propia de él.
—Z-Zelina y Black.—balbuceé, teniendo que aclararme la garganta y apegando el libro contra mí.— ¿Se les ofrece algo?
—De ti, absolutamente nada, Ambrose.—habló la fémina, pasando por delante del malhumorado tatuado.— De hecho, eres tú el que necesita algo de mí.
Enarqué una ceja.
—Okay... Ahora si estoy... ¿cómo dices tú con ese bonito idioma?¿Confusión?
Tras un rodar de ojos y que Zelina colocara su mano en su pequeña cintura con exasperación, retomó la palabra.
—Es confundido, pedazo de mamaguevo inculto.—habló con su marcado español, a lo que solo apreté mis labios. Suspiró y agregó.— Es precisamente por eso que estoy aquí, para ayudarte con tu examen de español.
Fruncí levemente el ceño.
—Pero, Roman iba a ayudarme.
—Sí... Bueno, escucha. Por mucho que amaría pasar mi tiempo en algo mejor que estando contigo, y digo cualquier cosa, el profesor Guerrero me envió. Tal parece que repartieron los tutores y Roman fue enviado con otro estudiante.
De alguna manera, me sentí malditamente decepcionado.
Sí, había pasado con él toda la mañana, pero me gustaban nuestros momentos juntos. Incluso si solo terminábamos haciendo cualquier cosa en lugar de la idea inicial.
—Insisto, no me encanta la idea.—volvió a decir la morena con aires de exasperación pero rendida a la idea.— Pero mientras antes terminemos, más pronto podrás correr a los brazos de tu novio ¿de acuerdo?
Tenía lógica, lo admito.
No obstante, no pude evitar dar una mirada a Black que solo se encontraba en silencio con su mochila al hombro.
—¿Y este qué?—pregunté, ganándome su mirada poca amistosa al instante.— ¿Es tu guardia de seguridad?
—Aleister también tiene un par de problemas con el español, así que será tu compañero el día de hoy.
—Coge contigo, pensé que ya se sabría el abecedario de memoria.
Bastó que dijera eso para que el tatuado alzara la mirada y se dispusiera a confrontarme. No me moví, pero Zelina se interpuso casi automáticamente en su camino y colocó una mano en su pecho, deteniéndole para que no me atacara.
—Por favor, no quiero que expulsen a Al antes de graduarnos. Y estoy segura que Roman piensa lo mismo respecto a ti.
Ugh...
—Evita esos comentarios ¿okay?—apretó brevemente los labios, para luego agarrar la mano del todavía molesto tatuado mirándome con veneno.— Andando.
La pareja se me adelantó por el pasillo, probablemente en dirección a la biblioteca.
Dejé salir una respiración y agarré el estuche de mi guitarra, echándomela al hombro antes de murmurar para mí:—Como digas, muñeca.
Traté de ignorar la idea de ir a buscar al maestro Guerrero, nuestro profesor de Español y cercano amigo de Zelina, pero no quería molestar al pobre hombre luego de verle días atrás como un zombie tras el nacimiento de su hija y tener que lidiar con ello junto a su esposa, nuestra anterior maestra de Español la señorita Chyna.
Esperaba que Roman no me odiara o algo...
En cierta manera me sentí ansioso, por lo que no tardé en buscar en el bolsillo de mi pantalón y deslizar mi pulgar por la pantalla y buscar nuestra reciente conversación.
unstable F: hey
unstable F: sabías lo de los tutores?
Rápidamente el rey de la Lista A apareció en línea, comenzando a escribir.
roman emperor: Me lo dijeron cuando iba de camino a las gradas donde nos veríamos.
roman emperor: Me encargaron ayudar a Chris con matemáticas :(
unstable F: ESE TIPO TIENE TUTOR!
unstable F: DALE UNA PATADA EN EL CULO Y VEN A RESCATARME :(
roman emperor: ¿Desde cuándo eres la damisela en apuros, Dean?
roman emperor: Además, sabes que no haré eso. Chris es mi amigo, y su tutor tuvo que ir a la universidad el día de hoy.
Rodé los ojos mientras un mohín aparecía involuntariamente en mis labios.
unstable F: odio esto :(
unstable F: quiero a mi Roman de vuelta!
roman emperor: Aunque admito que me gusta lo de "mi Roman", no hay nada que podamos hacer. Tienes que estudiar para los finales, incluso sin mí.
unstable F: :(
roman emperor: Vamos, Deanie. Sé que puedes hacerlo :)
unstable F: solo porque me has llamado de esa forma :)
roman emperor: *Dean.
roman emperor: Lo siento, error de typeo.
unstable F: mentiroso!
roman emperor: :)
unstable F: :)
roman emperor: Estudia, nos veremos después de clases ¿sí?
unstable F: vale, lo intentaré por ti
unstable F: solo si me dejas terminar lo de esta mañana...
roman emperor: Dean.
unstable F: bueno ya
unstable F: le haré caso a la muñeca y a su Ken intimidante
roman emperor: Avísame cuando terminen e iré por ti.
unstable F: suena a un plan :)
roman emperor: :)
roman emperor: Una última cosa.
unstable F: ?????
roman emperor: Te amo.
Una gran sonrisa me abultó las mejillas y pensé que chillaría en medio del pasillo con el celular en mi mano, pero el sonido chirriante de la puerta de la biblioteca fue suficiente para que dicho sonido no fuese escuchado antes de que Zelina me mirase expectante.
—Oye, imbécil. —me llamó, haciéndome alzar la cabeza y prestarle atención.— ¿Qué esperas?
—S-Sí.—balbuceé como un completo tonto.—Ya voy.
La morena me dio una última mirada de regaño, para a continuación mirar a su novio y ambos entrar a la biblioteca.
Tomé un respiro y volví a mirar ese mensaje en la pantalla, leyéndolo al menos cinco veces más antes de responder con la sonrisa pegada a mi rostro.
unstable F: yo te amo más, Rome <3
roman emperor: :)
—¡Ambrose!
—¡Voy, voy!
Agarrando mi guitarra y guardando el celular, corrí hacia la biblioteca e hice lo posible por mantenerme concentrado por estudiar.
Aunque Roman no lo hacía muy fácil luego de dejarme sin aliento, el corazón acelerado y una sonrisa de idiota en la cara que Zelina no dudó en hacer burla mientras sonreía entretenida.
Y como cada jornada de estudio, las horas se pasaron lento y con un dolor de cabez que hacía el esfuerzo por ignorar. Zelina era una buena maestra, pero tanto Aleister como yo teníamos problemas comprendiendo lo que nos enseñaba pero entendiendo perfectamente sus insultos cuando la frustración le ganaba.
—¡Serán burros los dos!—gritó en perfecto español, para luego golpearnos a ambos con el libro en su mano.— Les digo que no es tan difícil y aun así escriben tonterías en sus respuestas.
—Zel, tú aprendiste desde niña.—habló el tatuado por primera vez en mucho tiempo.— Es como escucharte hablar en chino, nena.
—Apoyo a este tipo.—agregué, uniéndome a su queja.— La verdad es que con suerte entendí que "perro" significa papa ¿no es así?
La morena parecía estar a punto de quitarse los cabellos del estrés, golpeándose la frente y soltando un largo sonido de exasperación.
—Es que estos hijos de la chingada me van a volver loca.—gruñó al aire.— Bien, escuchen. Empecemos de nuevo con... ¡Ay! ¿¡Ahora qué!?
Su voz se volvió un furioso gritillo ya que fuimos interrumpidos por el familiar sonido del intercomunicador de anuncios en la pared.
—Dean Ambrose, se le solicita en el laboratorio de Biología.—habló una extraña voz.—Dean Ambrose, al laboratorio de Biología.
Y el anuncio terminó con ese sonidito musical una vez más, dejándonos en silencio.
—Ya va. Coño, ¿qué hiciste ahora?—preguntó Zelina viéndome fastidiada.
—¿¡Por qué todos creen que siempre he hecho algo!?—exclamé frustrado.
—Porque eres tú.—agregó con obviedad Black.
Me limité a apretar brevemente mis labios, relamiéndolos y cerrando mi libro.
—En serio no he hecho nada esta vez.—dije, en tanto tomaba mi libro y guitarra para empezar a levantarme.— Pero iré a ver por qué me llaman.
Echándome el estuche al hombro y tomando el libro bajo mi brazo, les regalé a ambos una última sonrisa con mis labios apretados y me dirigí a la salida de la biblioteca.
Honestamente, no había hecho nada en particular. Tal vez querían hablarme de los exámenes finales, que tenía que hacer un esfuerzo gigante si quería graduarme en algunos días y blah, blah, blah. Nada nuevo.
Los pasillos estaban totalmente vacíos cuando cerré la puerta detrás de mí, trotando lo más rápido que pude por los corredores en dirección al laboratorio.
Cuando llegué al lugar en que me habían llamado no había nadie, ni el entrenador, ni la directora, si quiera algún tipo de idiota que quisiera hacerme una broma.
Miré rápidamente a ambos lados del pasillo, encontrándome los casilleros cerrados y el vacío a lo largo de él.
—Vaya estupidez...—murmuré para mí.
No obstante, pensé que tal vez podrían estar esperándome en el interior de la sala.
Sin pensarlo demasiado, caminé hacia la puerta y giré el picaporte, abriéndola y caminando lentamente al interior. Las luces estaban apagadas cuando asomé mi cabeza en la sala, todo estaba tan ordenado como siempre y no había señal de que alguien estuviera esperando por mí.
¿Una broma? ¿Un error?
—¿Hola?
De todas formas entré al laboratorio, mirando el lugar en busca de alguien entre las sombras. Pero no había nada fuera de lo normal, siendo probablemente una jugarreta.
Me encogí de hombros y dispuse a girar para largarme de ahí y hacer algo más interesante, o incluso escuchar a mi novio y volver a estudiar. Sin embargo, me interrumpí cuando la puerta se cerró de golpe y volteé alarmado.
Sí había alguien ahí después de todo.
Un respiro se me escapó al ver a Roman cerrar la puerta, girando el seguro y dejándonos en la habitación en silencio y en la ligera oscuridad.
—¡Joder, Rome!—exclamé, tragando con fuerza pero logrando sonreír.—Casi me matas del susto.
—Tengo que hablar contigo.—dijo con seriedad, caminando hacia mí.
Apreté mis labios perplejo, consiguiendo decir:—Claro, sí. Podemos almorzar juntos o...
—Cierra la boca.
No pude decir nada más antes de que sus labios chocaran bruscamente con los míos, ahogando mi jadeo por la sorpresa de su gesto pero rindiéndome a él con suma facilidad.
Una de mis manos se movió torpemente hasta su nuca, enredándose entre los cabellos de su cola de caballo baja mientras que con la otra hacia lo posible por quitarme el estuche con mi guitarra de la espalda.
Conseguí hacerlo antes de que mi espalda se estrellara ligeramente contra la orilla de una de las mesas del laboratorio, el libro cayó al suelo pero tampoco me importó demasiado mientras un gemido se ahogaba entre mis labios al momento en que Roman me jaló por la cintura, acercándome a él de una forma tan demandante que hizo mi corazón latir con más fuerza.
Sus manos apretaron mis caderas, a la par en que ahora movía mis manos hasta la liga que mantenía su cabello en un coleta y la deslizaba lentamente para desarmarla, dejando que su cabello algo ondulado se enredara entre mis dedos al apretar suavemente su nuca en un intento por profundizar nuestro beso ya sumamente apasionado y desesperado.
No me podía quejar.
Sin embargo, logré separarnos lentamente de nuestro contacto, con mis labios latiendo y su respiración chocando suavemente con mis labios, dejando una sensación cálida y que me quitaba el aliento incluso más.
Sonreí lentamente, manteniendo mis ojos en los suyos mientras me deleitaba con sus mejillas ya sonrojadas.
—¿Fuiste tú quien me llamó?
Roman asintió, con sus ojos cerrados y sus manos apretando ligeramente la piel de mis caderas.
—¿Cómo? Creí que estaba fuera de las reglas y...
—¿Tienes que preguntarlo todo?—murmuró entre dientes, para luego mirarme. Creí que sus ojos se habían oscurecido, como si estuviera a punto de atacarme. Y quería que lo hiciera.— Tengo amigos en los que dan los anuncios. Ahora ¿te podrías callar y besarme?
Una sonrisa a medias se coló en mis labios una vez más.
—Pensé que no querías seguir con lo de esta mañana...—murmuré.
—¿Crees que no puedo mentir a veces?
Su voz sonaba ronca y en balbuceos entre cortados, probablemente se encontraba tan agitado como yo.
Me acerqué nuevamente, dejando que mi labio superior rozara el suyo tentativamente y le robara uno de esos jadeos que enviaban un cosquilleo a lo largo de mi cuerpo.
—Admito que... Adoro cuando mientes, Lista A.
Un indicio de sonrisa se formó brevemente en los labios del moreno, hasta que estos volvieron a colisionar con los míos y robarme el aliento por completo.
Mi espalda seguía chocando contra aquella mesa, a lo que no tardé en ser alzado suavemente por Roman. Sus manos apretaron levemente mis muslos, para luego dejarme sobre la superficie de madera sin dejar de mover sus labios sobre los míos.
Rodeé sus caderas con mis piernas, acercándole a mí de paso y dejando que nuestros cuerpos chocaran el uno con el del otro.
Estaba demás decir que ya tenía una erección y un piquete de nerviosismo me recorrió al pensar que Roman lo notaría muy pronto.
No me molestaba en lo absoluto, solo que cada vez que estábamos juntos se sentía tan bien como la primera vez.
Sin embargo, nuestro ambiente de caricias y besos resonando como eco en la sala vacía se vio interrumpido cuando la puerta de esta se abrió, bastando para que nos detuviéramos y girásemos en dicha dirección.
—¿Quién carajos cerró con lla...? ¡Oh, Jesús!—exclamó ese chico de cabello corto castaño oscuro y camiseta de Star Wars.—¿¡Qué mierda, chicos!? ¿¡Acaso no saben que esto es un laboratorio!?
—Hasta que abriste la puerta y te pusiste a chillar nos daba igual, Gargano.—me quejé con un pequeño rodar de ojos.—Vamos, no exageres.
Pero él seguía cubriéndose los ojos con su mano, mientras que en la otra llevaba unos libros. Tan sólo en ese instante noté que no se encontraba solo.
—M-Mejor dejaré esto aquí y me largo.—balbuceó Johnny, apresurándose por dejar los libros en la mesa más cercana a la puerta evitando mirarnos.—N-Nos vemos, Paige.
—Hasta luego, Garganito.
La pelinegra se despidió de él con una sonrisa antes de que el chico de la Lista A se retirara notoriamente incómodo.
Roman seguía con sus manos sobre mí, mientras que mi mejor amiga solo entró al laboratorio como si nada pasara.
—En serio traumatizaron al niño, eh.
—¡Mierda, Paige! ¡Lárgate! ¡Vuelve a clases o algo!—chillé.
—Grosero.—murmuró casi como un canturreo, caminando por el lugar hasta dejar los libros que cargaba en una de las mesas.— Aunque me encantaría quedarme a mirar, deberían salir de aquí. Unas ranas se escaparon y asustaron a la maestra Stratus, así que suspendieron las clases por hoy.
—¿Solo porque ella se desmayó?—habló por primera vez el moreno frente a mí.
La pelinegra se encogió de hombros con simpleza.
—Eso y creo que alguien dejó salir una pitón o algo del otro laboratorio.
¿Qué demonios?
—Como sea, despeguense ya y vámonos.
—¿A dónde?
—Los bolos están abiertos hoy, hace mucho que no jugamos.—continuó.—Invité a Jericho también, así que muevan el culo de una vez.
—Paige...—me quejé casi entre dientes, mirándola con fastidio.
—Les doy diez minutos. Los esperaremos en el estacionamiento.—agregó, girando sobre sus talones y comenzando a alejarse por el salón todavía a media luz.
—Púdrete...
Y aunque murmuré aquello entre dientes, la fémina alzó su dedo corazón por detrás de su cabeza antes de salir por la puerta del laboratorio y cerrar esta detrás de sí... Afortunadamente, creo.
El silencio se mantuvo por lo que creí sería una eternidad en cuanto Roman giró a verme. Sentí que el calor subía por mi cuerpo hasta concentrarse en mi cara y temí por comenzar a temblar al encontrarme en semejante posición todavía.
Sin embargo, Roman dejó salir una pequeña carcajada entre dientes, hasta que esta se convirtió en una contagiosa risa que no dudé en dejar salir por mis labios.
—Okay, creo que eso es lo más humillante que me ha pasado hasta ahora...—murmuró entre risas el rey de la Lista A.
—¿De verdad?—enarqué una ceja, incluso si las risas seguían en mi voz.— ¿Qué hay del día en que intentaste bailar conmigo por primera vez?
El moreno me dio una mirada, frunciendo sus labios antes de que estos se curvaran en una sonrisa.
—Esto es peor y lo sabes.—dijo, para a continuación mover sus manos fuera de mis caderas y acunar mi rostro con estas.— Lo siento, creo que no fue mi mejor idea.
—Tus ideas nunca son buenas.
Incluso si lo dije con la idea de burlarme, no tardé en colocar mis manos sobre las suyas y mirarle a los ojos. Estos brillaban de esa forma tan bonita que me encantaba, reflejándome y cautivándome a cada segundo en que pasaba de esa manera.
—Pero eso no significa que no me gusten.
Una sonrisa se dibujó en la boca de mi novio, justo antes de que ambos nos inclinásemos casi al mismo tiempo y nuestros labios se encontraran en un suave y tierno beso en el que solo disfrutamos del contacto del otro.
Mis piernas se enredaron nuevamente en torno a su figura, esta vez para mantenerlo cerca y no dejarlo ir al menos por un buen rato.
Roman se separó suavemente del contacto para hablar:—Creo que deberíamos irnos antes de que alguien más nos descubra o que Paige nos asesine.
—Sí, eso creo...—lentamente, sonreí desafiante.—Pero aún tenemos tiempo.
A continuación, me acerqué más a él, al punto en que nuestros labios se rozaban y podía seguir sonriendo frente al rostro nervioso y sonrojado del rey de la Lista A.
Se veía adorable y eso solo me incentivaba a perder más el control.
—D-Dean...
—Es suficiente tiempo para lo que quiero hacer, Rome.
Tan solo quedaban unos días para graduarnos, por lo que ir a la escuela no era tan tedioso. Solo estudiar un poco más y tendría completa libertad si lograba aprobar el examen final.
No obstante, había un asunto que daba vueltas en mi cabeza mientras conducía mi moto en dirección a la escuela aquella mañana.
Y como siempre, me llevaba a pensar en Roman.
Por fin había encontrado algo que quería hacer con mi vida, algo a lo que me gustaría dedicarme. Pero también quería a Roman en ese futuro, no importaba qué.
Era un sentimiento muy distinto al que tuve alguna vez por Renee. Con ella, solo quería centrarme en nuestra relación, tener su cariño incondicional y nada más, sin importar lo que me pasara.
Con Roman era diferente, quería que construyésemos un futuro juntos. Él como profesor de matemáticas como soñaba, mientras que yo esperaba triunfar en la música.
Quería... Estar con él, nunca alejarme.
Quería que fuésemos él y yo por el resto de nuestras vidas.
A pesar de tener esos pensamientos cursis y mis labios frunciéndose inconscientemente en una sonrisa, logré volver en mí cuando me encontraba a tan solo metros del estacionamiento de la escuela.
No tardé en divisar la camioneta del moreno que bajaba de esta, con los audífonos en sus oídos, una bufanda alrededor de su cuello y cargando su mochila a un lado. Sonreí y aceleré un poco.
Bastó que hiciera el motor de mi vehículo rugir para llamar su atención, haciéndole levantar la mirada y que dejase de caminar. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras sus ojos me seguían al estacionarme en el espacio al lado del suyo.
Apagué el motor, quitándome el casco y moviendo la cabeza para que mi cabello alborotado volviera a la normalidad. A continuación, me coloqué mis gafas de sol y volteé a mirar a Rome con una sonrisa de lado.
—Hey, guapo.
—Buena manera de empezar el día, Ambrose.—se burló, negando con la cabeza tras rodar los ojos.—Llegas temprano.
Coloqué mi casco a un lado, asegurándolo a la moto antes de levantarme de esta y agarrar mi mochila y dejarla guindar de mi hombro.
—Alguien me ha enseñado bien.—continué, acercándome a él con lentitud y una sonrisa en mis labios.— ¿Dónde está mi beso de buenos días?
—¿Desde cuándo tenemos un beso de buenos días?
Me encogí de hombros.
—¿Qué tiene de malo?
—¿No te molesta si...alguien nos ve o algo así?
—Me molesta más que mis labios no han sentido los tuyos en más de doce horas.—dije.—Así que cállate y bésame.
Roman sonrió y respondió:—A la orden.
Nuestros labios se encontraron en esos besos dulces que amaba, cerré mis ojos y me dejé llevar por el contacto sin importarme nada. Ni que nos vieran, que se rieran o cualquier otra cosa.
Solo me importaba esto.
Disfrutamos del beso por un rato, hasta que suavemente nos separamos de los labios del otro y nos miramos con una sonrisa. Sin embargo, mis ojos no tardaron en caer en la prenda alrededor del cuello de mi novio.
—¿Para qué la bufanda, cariño?—dije divertido, jugando con el extremo de esta.—Hoy hace calor, tal vez deberías quitárt...¡Auch!
Me interrumpí cuando Reigns jaló suavemente de mi oreja perforada, mandando una pequeña y breve sensación de dolor antes de que mis manos se movieran rápidamente hasta aquel lugar.
—¿¡Cuál es su puto problema con mi oreja!?
—El único puto problema eres tú, Ambrose.—respondió con molestia.
—¿Ahora qué hice?
—Sabes muy bien por qué llevo esta bufanda cuando el sol ya está friéndome como pollo asado.
Fruncí el ceño, todavía confundido.
El exasperado rey de la Lista A suspiró con fuerza, para a continuación mover sus manos a su cuello y quitarse ligeramente la prenda. Rápidamente pude ver esas marcas oscuras en su piel morena, haciéndome sonreír.
No podía negar que me sentía orgulloso de las marcas en su cuello al ser el autor de ellas y recordar como disfruté al hacerlas.
—¡No te rías, puto enfermo!—no tardó en gritar molesto, volviendo a colocarse la bufanda.— No creí que se notarían tanto...
—Casi no los veo...
—Mi madre sí lo hizo.—se quejó de vuelta.— Es tu maldita culpa.
Roman se dispuso a comenzar a caminar lejos de mí, a lo que no dudé en estirar mi mano y alcanzar su cintura. Con suavidad y un solo movimiento lo retuve y atraje hacia mí, abrazándolo aunque pusiera resistencia en un inicio.
No tardó en comenzar a carcajearse cuando besaba sus mejillas sonoramente o solo dejaba mi rostro reposar en la hendidura de su cuello en mis intentos por quitarle la bufanda.
Estiré mi mano hacia la suya una vez que decidimos que ya era hora de entrar a la escuela, a lo que Roman no tardó en tomarla y entrelazar sus dedos con los míos en tanto caminábamos enfrascados en nuestra conversación.
—Espera.—fruncí el ceño perplejo.— ¿Desde cuando el enano no responde su teléfono? Sethie técnicamente pasa en él cada segundo hablando con Randy ¿no?
—No me contesta desde hace tres días.—murmuró el moreno con preocupación en su rostro.— Intenté miles de veces, pero solo llego al buzón de voz y los mensajes no llegan.
Roman se veía realmente afligido y o entendía perfectamente, Seth era uno de sus mejores amigos y admito que esa extraña conducta por parte del escritor del club también me estaba preocupando un poco.
—Hey.—me detuve en la entrada del pasillo, con mi mano todavía en la suya y encontrando la mirada del preocupado pelinegro al instante en que llamé su atención.— Todo estará bien, Rome.
—¿Y si no lo está?—murmuró, negando casi para sí.— Tengo miedo de que le hayan hecho algo y no estoy ahí para hacer nada. No sé qué haría si fuese mi culpa.
—Shh, cariño. Espera un momento.—le detuve con suavidad, soltando su mano para mover las mías vendadas hasta sus mejillas. Su barba de pocos días hizo cosquillas en mis manos aún así, algo ya muy familiar y ciertamente reconfortante.—Esto no es tu culpa ¿okay? Lo que sea que pase con Seth, estoy seguro que no es para nada tu culpa.
Roman dejó caer su mirada por un momento, pero asintió con suavidad ante mis palabras.
Abrí la boca para decir algo más, pero fuimos interrumpidos por el timbre de entrada.
—Rome, escúchame.—continué luego de que el estridente sonido pasara, ganándome su atención.— Quédate tranquilo y sigue intentando. Yo iré a buscar a Orton, es obvio que él sabe algo.
Otro asentimiento, solo que esta vez una pequeña sonrisa se asomó por sus labios. Sentí mi pecho menos presionado y logré sonreír tranquilizador hacia él.
—Iré a buscarlo ¿sí?
—Está bien.
Con delicadeza acerqué su rostro más cerca de mí, dejando un suave beso en su mejilla y mirándole con la misma sonrisa simpática de siempre.
—Te amo.—le dije, comenzando a caminar tras mover mi mano como despedida.
—Y yo.—me respondió todavía de pie en el pasillo.
Le di una última mirada antes de girar y comenzar a buscar a mi amigo por los pasillos de la escuela.
Tragué con fuerza, mirando por cada sitio a lo largo del lugar para poder encontrarle. Además de esconder la forma en que mi garganta se torció al recordar que Randy no respondía ninguno de mis mensajes o llamadas desde el baile de graduación.
Decidí esconderle eso a Roman por ahora.
Di vuelta por uno de los pasillos, buscando al tatuado a lo largo de los pasillos entre los alumnos que todavía deambulaban por ahí esa mañana.
Y lo encontré.
Detrás de la puerta de su taquilla, bastante quieto y con su cabeza casi al interior de su casillero junto al mío.
—Hey, Orton.—apresuré mi paso en su dirección.—Hombre, te he buscado por todos lados ¿dónde...?
Entonces me detuve.
Jamás había visto a Randall Orton de esa manera, con sus ojos oscurecidos y algo hinchados, las ojeras bajo ellos y el rostro totalmente cansado. El escalofrío me recorrió la espalda y mi rostro se frunció por la preocupación.
—Randy ¿qué carajo...? ¿Estás bien?
El de cabeza rapada mantuvo su mirada en sus zapatillas, evitando la mía en tanto relamía sus labios de vez en cuando y se mantenía en silencio por un largo rato.
Luego de minutos, solo murmuró:—Lo hice.
—¿Hiciste qué?
Randy alzó su semblante hacia mí, sus ojos estaban realmente hinchados e incluso ahora se veían aguados.
—Le dije... Le dije la verdad a Seth.
Mierda.
—Joder... Joder, Randy.—dejé caer mi mochila al suelo y coloqué mis manos en sus hombros débiles.— P-Pero ¿cómo lo tomó?
Pero cuando mi mejor amigo abrió la boca para responder algo, ambos escuchamos unos pasos acercarse y nos hizo voltear al frente.
El mencionado bicolor caminaba con su mochila a un lado, apretando esta cerca de sí mientras caminaba a pisotones por el pasillo. Además, su rostro se veía molesto y su ceño realmente fruncido aunque solo mirara hacia el piso.
Randy no dudó en moverse en cuanto Rollins pasó frente a nosotros, agarrándole del brazo con un rápido y desesperado movimiento.
—Seth, yo...
Y en medio segundo, el bicolor se quitó su agarre con brusquedad y lo observó con la mandíbula apretada. Se veía furioso, y sus ojos estaban enrojecidos y aguados, incluso peor que los de Randy.
Este parecía estar a punto de echarse a llorar, desmoronarse en el suelo y yo solo podía mirar la situación sin palabras en absoluto.
Luego de un rato en el que solo lo miró con ira contenida y sus labios temblando, el miembro de la Lista A murmuró entre dientes:—No me toques.
—Seth, por favor...
—No te atrevas a tocarme nunca más, Orton.
El de cabeza rapada dejó salir una respiración casi rendida y sus ojos ya aguantaban las lágrimas, en tanto sus labios solo parecían formular ruegos inaudibles mientras miraba al chico frente a sí.
—Aléjate de mí.
Y sin nada más que decir, Seth se alejó de la misma manera en que llegó desapareciendo de nuestro campo visual.
Nunca había visto a Randall Orton de esa manera, tampoco llorar cómo empezó a hacer en ese momento tras cerrar su taquilla con un brusco golpe y dejarse abatir por fin.
Nunca había visto a Randall con el corazón roto.
Me apresuré por ayudarle, acercándome sin pensarlo dos veces y abrazándole sin decir nada en lo absoluto. Su cuerpo tembló entre mis brazos y sentí sus brazos enredarse detrás de mi espalda mientras dejaba que todo el dolor lo carcomiera de una vez.
El llanto le llenaba el rostro y por mucho que intentara aguantar sus sollozos, era más que inútil.
—Tranquilo...—murmuré, a la par en que daba un par de palmadas en su espalda y solo lo dejaba quedarnos así.—Tranquilo, amigo, estoy aquí... Estoy aquí.
—Yo...—logró decir con su voz rota, a la par en que dejaba salir otro tembloroso sollozo.—Soy lo peor... ¡Soy lo peor, Dean!
—No...No, no, no.
Negué, incluso si él no podía verme en ese instante. Dejé salir una respiración, haciendo lo posible por mantenerme firme, por no dejarle caer.
—Amigo, no lo eres... No lo eres.
Nos quedamos así; Randall lloró sin importarle que lo vieran, y yo me quedé quieto sin importarme nada en absoluto.
Y no lo dejé caer. No lo haría jamás.
Randy no habló más de lo que pasó. Solo me dijo que adelantaba su fiesta para esa noche, que quería emborracharse y disfrutar su soltería una vez más.
Sabía que no hablaba en serio. Pero también sabía lo tarado que podía ser cuando dejaba que su corazón tomara las riendas del asunto.
unstable F: y? cómo va todo?
roman emperor: No muy bien.
roman emperor: Seth ya va en su tercer tarro de helado y Rusev no tiene mucha paciencia con él llorando cada media hora.
unstable F: suerte con eso :/
roman emperor: Gracias :(
roman emperor: ¿Qué tal Randy?
unstable F: uhm...
—¡Son todos unos hijos de puta!
Rodé los ojos, a la par en que volteaba sobre mi hombro para ver la misma escena de hace casi veinte minutos. Un alcoholizado Randy sobre la isla de la cocina de su casa con una botella de tequilla en su mano y gritando estupideces mientras un montón de gente borracha le seguía el juego y bailaban junto a él.
Debería detenerlo, pero ya me había tratado de lanzar una botella a la cabeza y yo también estaba algo mareado luego de jugar una ronda de beer pong con él.
Suspiré y volví a mi celular.
unstable F: en serio quieres que te diga?
roman emperor: Con eso puedo imaginar un poco la situación.
roman emperor: Lamento no haber podido ir :(
unstable F: Seth es tu amigo
unstable F: lo entiendo, cariño :)
roman emperor: :)
unstable F: creo que será mejor que vaya a controlar a Orton
roman emperor: dhbjfñkldnljvdsñlvdd.,.ñlkfd
unstable F: ???
unstable F: Rome?
roman emperor: Perdona, Seth se puso a llorar como loco y me dio una patada que hizo que se cayera mi celular.
unstable F: auch. Creo que los dos tenemos las cosas complicadas
roman emperor: Estoy de acuerdo.
roman emperor: Intentaré calmarlo un poco.
unstable F: abraza a Sethie por mí ¿sí?
roman emperor: Okay. Y tú ten suerte con Randy.
unstable F: ;)
roman emperor: No bebas demasiado.
unstable F: mira quién lo dice
roman emperor: Dean...
unstable F: solo bromeo <3
—So light em up up up, light em up up up,—cantó el de cabeza rapada bailando en la isla de la cocina en una quebradiza y desentonada voz que casi me hizo querer cubrirme los oídos una vez guardé el celular en mi bolsillo.—light em up up up, I'm on fire!!! ¡Wooooooh!
Okay, creo que ya había tenido suficiente.
Orton seguía bebiendo de una botella nueva, por lo que supe que ya era el momento de poner manos en el asunto. Dejé mi bebida a un lado y me dispuse a caminar entre la multitud.
—Perdonen, disculpen, perdón. ¡Hombre medianamente ebrio pasando!—exclamé casi en un canturreo mientras me dirigía hacia la cocina entre los ebrios invitados del tatuado.— ¡Oye, Orton!
Bastó que gritara para que el de piel tostada hiciera un esfuerzo enorme por encontrarme entre la multitud.
Sabía que el alcohol lo ponía imbécil, pero el tener el corazón roto no parecía ser la mejor combinación.
—¿¡Y tú qué coño quieres ahora!?—gritó, bebiendo otro trago de la botella pero regando la mayoría fuera de su boca y mojando su camiseta azul marino.— ¿¡No te dije que te largaras ya!? ¡Aguafiestas! ¡Mal amigo!
Cerré mis ojos, tratando de aguantar la ira ardiendo en el fondo de mi ser.
—Juro que lo golpearé cuando vuelva a estar sobrio.—gruñí para mí entre dientes.— ¡Bájate ya de ahí, tuviste suficiente y te vas a caer!
—¡Tú no me das órdenes! ¡Nadie me da órdenes!—continuó con su voz de ebrio, recibiendo gritos y aplausos de su especie de multitud borracha a su alrededor.— ¡Ni siquiera ese enano gruñón al que se la metí!
—Okay, ya basta.
A continuación me acerqué más a la mesa, dispuesto a cargarlo sobre mi hombro si era necesario para que bajara.
Sin embargo, bastó que me viera acercarme para moverse lejos de mis posibles agarres. Levanté la cabeza, dispuesto a ordenarle una vez más que bajara de la puta mesa o le daría una paliza.
Pero entonces su pie impactó de lleno en mi ojo derecho y me hizo aguantar un gruñido de dolor.
Incluso ebrio era un maldito bruto.
—¡Hijo de...!—gruñí entre dientes, tratando de aguantar el dolor mientras los ebrios a mi alrededor reían y me miraban como si fuera el mejor espectáculo del mundo. Con mi mano todavía presionando mi ojo derecho latiendo con dolor y con mi mandíbula apretada, volví a mirar al cumpleañero.—¡Baja de ahí ahora, Orton! ¡Voy a matarte!
—¡Lárgate, Ambrose! ¡Estoy bien sin ti! ¡Estoy bien sin nadie! ¡Estoy bien sin Se...!
Pero el tatuado se vio interrumpido al momento en que se dispuso a beber otro trago de alcohol, ya que no se percató que su tambaleante postura le hizo tocar el borde de la mesa y se desplomó en el suelo con un estruendo.
Esto sí que era un desastre.
Los invitados se habían quedado en silencio y retrocedido, en tanto el cumpleañero no daba señales de que se fuera a levantar. Solo gruñía incoherencias que me hicieron rodar mi ojo sano y apoyarme de la mesa una vez más mientras comenzaba a caminar en su dirección.
—Te lo advertí.—dije más tranquilo.—En serio eres un hijo de puta cuando bebes.
Recordé por un instante los momentos en que Roman me vio estando borracho, probablemente teniendo que vivir esta misma situación, o incluso peor tratándose de alguien como yo.
Quité rápidamente ese pensamiento de la cabeza y me concentré en ayudar al tatuado a ponerse de pie.
Aguantando el dolor en mi ojo, conseguí llegar hasta el ahora inconsciente miembro de la Lista F e inclinarme para agarrar uno de sus brazos, jalando de este para que se levantara del piso.
Tras un pequeño forzajeo, conseguí que Orton separara su rostro del suelo y logré que su brazo se extendiera a lo largo de mi hombro, siendo suficiente para mantenerlo sobre la suela de sus zapatillas.
—La fiesta se acabó para ti, amigo.—murmuré, manteniendo mi ojo hinchado cerrado y haciendo lo posible por no perder el equilibrio.
—No me siento nada bien...
—Ni pienses en vomitar sobre mí o en serio serás hombre muerto.—suspiré.—Tienes que ir a descansar.
Y con él a rastras, comencé a caminar entre la gente que había vuelto a festejar. Me dirigía hacia las escaleras, aguantando los jadeos de dolor por la latente sensación en mi ojo y el tener que cargar a mi mejor amigo a punto de desmayarse por el alcohol o vaciar su estómago en cualquier segundo.
La verdad es que ninguna de las dos sonaban bien en ese momento.
Me las arreglé para llegar a la escalera de la casa, Randy mantenía su cabeza baja, pero a juzgar por su respiración, seguía consiente.
—Okay, amigo.—murmuré, no muy seguro si me escuchaba después de todo.— Pesas más de lo que creía, así que colabora conmigo ¿de acuerdo?
—Creí que podrías manejarlo, sabiendo que te coges a un grandulón como Reigns por el...
—Y de paso te callas antes de que pierda mi paciencia.
Orton cerró la boca tras soltar una última risa ahogada, me dediqué a ignorar cualquier otro comentario como ese y apegué su brazo a mi hombro en tanto comenzamos a subir los escalones uno a uno.
—¿Dean?—escuché a una fémina detrás de mí.— ¿Dean, qué mierda pasó?
—Estoy un poco ocupado aquí, Paige...
—Ugh.
Escuché sus pasos al subir rápidamente los pocos escalones que habíamos avanzado, la pelinegra de ajustado vestido negro agarró el brazo libre del tatuado y lo puso sobre sus hombros, siendo muchísimo más fácil el cargarlo.
—Ugh, apestas a alcohol, Orton.—se quejó, siguiendo nuestro ritmo al subir los escalones que nos quedaban.
—Y tú tienes unas bonitas tetas, Pai...—se rió el de cabeza rapada, mirando descaradamente su escote.
Joder, Randy.
—Bien, jamás me has llamado así y aunque sé que mis tetas son bonitas, no tomaré ese comentario viniendo de ti apestando a vomito de perro.—finalizó Paige.— Andando, o yo seré la que vomite. Ambrose, dime que tú no estás tan ebrio, por favor.
—Solo mareado, tomé un par de cervezas. Estoy bien.
—Perfecto.—suspiró ella rápidamente.— Apresurémonos, su cuarto está cerca.
Y luego de por fin atravesar la escalera que pareció interminable, guiamos a Randy por el pasillo que daba directamente con su cuarto en uno de los lados del segundo piso. Era una suerte que no había nadie en la casa esa semana además de él, o en serio estaría en grandes problemas.
Paige abrió la puerta por mí, dejándome meter a Randy a su cuarto y finalmente dejándole caer de lleno en su cama.
—Tienes que descansar, Randy.—le instruí, quitándole las zapatillas lo mejor que pude en tanto Paige se encargaba de mantenerle sentado tratando de cubrirle con las colchas de su cama.
—No quiero descansar...—murmuró amargamente, casi entre dientes.
—Cierra la boca, Orton.—lo cortó Paige, empujándole una vez más y logrando que las colchas le cubrieran el pecho.— La fiesta se terminó para ti, te quedarás aquí y...
Pero sus palabras se perdieron cuando un sollozo escapó de los labios del ojiazul, el cual cerró sus ojos con fuerza y no tardó en ceder al llanto.
Miré a Paige, la cual estaba tan paralizada como yo en ese momento.
—R-Randy, está bien...—intentó hablar la pelinegra, pero Orton apartó sus manos de él.
—¿D-Dónde está Seth?—dijo con un hilo de voz y un sollozo en el fondo de su garganta.—Es mi cumpleaños, él debería estar aquí...
—Randy, viejo...
—¡Quiero a mi Seth de vuelta!—gritó, con las lágrimas cayendo por su cara y una desesperada mirada en su rostro.— ¡Sé que fui un tonto! ¡P-Pero yo...! ¡Yo no quería perderlo! ¡Yo lo amo!
Sus gritos me destrozaban el corazón, al igual que a la pelinegra que lo único que hizo fue acercarse cautelosa y abrazarlo con suavidad.
—Tranquilo, cariño...Shh...—susurró, como si acunara a un niño pequeño entre sus brazos.—Estamos aquí, cielo. Estarás bien... Dean, ve por un poco de agua.
—S-Sí. Claro.
Me dispuse a levantarme del colchón y hacer lo que me pidió lo más rápido posible, pero mis pasos se detuvieron cuando la puerta del cuarto se abrió con un brusco movimiento y me hizo saltar levemente.
Ambos miramos hacia la puerta, encontrándonos con la capitana de las porristas entre los brazos de un ebrio Brock, este se encontraba gruñendo contra su cuello y con sus manos descaradamente sobre su marcado trasero con ese vestido blanco. Nikki reía en tanto era besada en el cuello por el miembro de la Lista F que la apegaba al umbral de la puerta, tan solo girando hacia nosotros luego de un par de minutos.
—O-Oh. Lo siento, chicos.—fue lo único que logró decir, arrastrando sus palabras y tratando de arreglar el tirante de su vestido que caía por su hombro.—Creímos que este cuarto estaba vacío y... ¡Brock! ¿¡A dónde carajo vas!?
Pero el jugador de fútbol americano solo dijo algo incomprensible antes de dejarle completamente sola frente a nosotros. Una sonrisa extraña se extendió por sus labios.
—Hombres ¿no?—dijo con una risa.
—Nikki, perdona pero estamos un poco ocupados aquí y...
—¿Por qué no te largas de aquí, Nicole?
Mis ceño se frunció perplejo hacia la pelinegra que había escupido esas palabras con total frustración, sin embargo, sin titubear y con su mirada envenenada directamente en la de la bicolora de cabello lacio apoyada en el umbral.
—¿Q-Qué....?—balbuceó, con sus labios todavía moviéndose algo más lento pero viéndose ofendida.— ¿Qué coño te pasa, Paige?
—Te lo diré fuerte y claro, así tal vez tu lindo y pequeño cerebro lo entienda aunque esté conectado a tu maldita vagina.
Paige se levantó, dejando al sollozante tatuado sobre la almohada y acercándose un par de pasos hacia ella. Su rostro era impenetrable, serio y como si estuviese completamente segura de lo que hacía.
O tal vez era simplemente el hecho de ya haber tenido suficiente de este amor no correspondido.
—He estado enamorada de ti todo este puto tiempo, Nicole.—dijo, sonriendo con cierta ironía antes de continuar.—Pero tú pareces muy ocupada tirándote a tu ex que te trata como basura y a su amigo que te agarra el culo en frente de todo el mundo y ni siquiera se acuerda de cómo te llamas.
La bicolora la observaba en silencio, con sus ojos abiertos y sus labios totalmente paralizados.
—Pero me cansé de amar a alguien que solo se preocupa de sí misma y de que todos los imbéciles babeen por ella.—continuó.—Así que, saca tu maldito trasero de aquí y déjanos en paz. Mi amigo necesita mi apoyo y no quiero escuchar cuando Brock te la meta y luego te deje sola porque no eres más que basura para él.
Pude ver sus ojos aguarse cuando habló con voz rota:—Eres... Eres una maldita perra sin corazón.
—Tengo corazón, nena.—sonrió de lado con ironía.— Pero tú lo aplastaste. Vive con eso.
Y sin más, Paige dio los pasos que faltaban hasta ella y con fuerza cerró la puerta de la habitación en su cara. A continuación volvió a sentarse sobre la cama y a mirar preocupada al tatuado entre las colchas.
No tardó en notar mi mirada sobre ella y girar hacia mí.
—¿Qué?—exclamó, mirándome con sus cejas alzadas.— Yo a ti te pedí agua ¿recuerdas?
—Paige...
—El agua, Dean. Ahora.—me ordenó.—Y luego de eso podrías ir por un filete en el congelador, tu ojo se empieza a ver como la mierda. Yo me encargo de Randy.
No pregunté más sobre el tema, Paige tampoco habló sobre ello y se centró cien porciento en cuidar del ojiazul hasta que se quedase dormido.
Haciendo caso a sus órdenes, bajé las escaleras una vez más y me dispuse a ir por algo frío para mi ojo ya hinchado y punzando de dolor.
Orton si pateaba fuerte.
La fiesta se había calmado un poco luego de que el invitado de honor no volviera a aparecer, pero la música no se había apagado y muchos continuaban bailando o bebiendo una que otra cerveza.
Hice lo posible por no chocar con nadie o llamar mucho la atención mientras caminaba hacia la cocina por un filete o algo de hielo. Era ya bastante difícil caminar con la sola visión de mi ojo izquierdo y mis pasos torpes gracias a la cerveza que había tomado hace tan solo un par de horas.
Cuando tomé un trozo de carne helado del congelador y lo coloqué sobre mi ojo hinchado, la sensación de dolor se redujo y me hizo soltar un suspiro de alivio en tanto pensé en ir al cuarto con Paige y Randy.
—Vaya, vaya.—silbaron a mis espaldas.
De mala gana, y ya sabiendo de quién se trataba, volteé a verle con cara de pocos amigos. O al menos lo mejor que podía con un pedazo de carne descongelándose en mi cara.
—No esperaba verte aquí, Ambrose.—sonrió el tatuado.
—Y yo no quería verte aquí, Corbin.—respondí de la misma manera.— ¿Quién te invitó? Dudo que Randy lo haya hecho.
Baron se encogió de hombros.
—Nicole me trajo.—sonrió otra vez.—Ya sabes, no puede vivir sin mí.
—Claro. —apreté mis labios brevemente.—Ya me largo.
Pero aunque me dispuse a seguir mi camino, Corbin me agarró del brazo y me detuvo.
—Wow, tranquilo, Lista F.—dijo con simpatía.— Vengo en son de paz, te lo prometo.
—No te creo.
—Pues lo hago.—bebió un sorbo de su vaso rojo, vaciando este antes de retomar el habla.— Somos amigos ¿no?
Quise rodar los ojos, pero ya me dolía bastante.
—Sabes tan bien como yo que eso es una puta mentira, Corbin. Nunca fuiste mi amigo.
—Vamos, Ambrose. No seas tan amargado.—sonrió y palmeó mi brazo en un intento de ser amistoso.
Aunque la verdad ya quería golpearle la cara.
— ¿Estás aquí con Reigns?
—Eso a ti no te incumbe.—respondí casi por acto reflejo, con mi ceño ligeramente fruncido y solo deseando poder largarme de una vez.
—Intento hacer conversación, hermano.—agregó.— Supe que quiere ser profesor de matemáticas.
—¿Y qué con eso?
—Pues...—apretó sus labios, manteniendo el vaso rojo en su mano y jugando con el poco contenido que quedaba. Se encogió de hombros.— Una pena que tú lo estés deteniendo.
Mi ceño se frunció al instante.
—¿De qué mierda hablas?
—Pff... Solo digo la verdad, amigo.—bufó brevemente antes de sonreírme casi con obviedad.— No soporto a Reigns, pero se nota que es alguien con un brillante futuro por delante y éxito... Se parece ciertamente a Renee.
—¿Qué...?
—Pero en cambio tú, tú solo lo detendrás aquí.
Mi mandíbula se apretó, quitándome lentamente el pedazo de carne congelada de la cara y enfrentando a Corbin.
—Eso no es cierto.—hablé con firmeza.— Roman sigue sus sueños, al igual que yo. No es la gran cosa para nosotros.
—¿Cómo es que estás tan seguro, Ambrose?
Mis ojos se abrieron, y por un momento sentí esa extraña sensación a lo largo de mi pecho.
—La gente cambia. Después de la graduación todos tomaremos caminos distintos, incluyendo a Reigns e incluso a ti.—Baron se acercó a mí sin dejar de observarme.— Pero ¿sabes si es lo correcto continuar atando a alguien como él a ti? Tú eres un fracasado, alguien que solo deja que el destino lo lleve a la deriva, alguien sin hogar o estabilidad que ofrecer. Reigns es alguien brillante, alguien completamente distinto a ti.
Lo sabía.
Y eso me aterraba, aunque lo ignorara mayor parte del tiempo.
—Solo te estás apoyando de él, tal y como hiciste con Renee.
—¡Eso no es cierto!—gruñí desde ya furioso.— ¡Eso no es verdad, Corbin! Lo de Renee fue distinto, lo que siento por él es distinto...
—¿Y qué hay de él?
—¿De qué mierda hablas ahora?
Otra de sus sonrisas que me incentivaban a estampar mi puño en su cara.
—¿Sabes si él está bien estando contigo? ¿Sabes si quiere continuar con un fracasado como tú después de graduarse? Piénsalo.—soltó una breve carcajada.— ¿Quién querría quedarse con un perdedor miedoso como tú?
Mi garganta se volvió un nudo y sentí mis puños arder al estar tan apretados, al igual que mi mandíbula se tensó al punto que creí me la fracturaría.
Pero eso le importó poco a Baron antes de dejarme de pie en la cocina y marcharse con una sonrisa triunfal en el rostro.
Porque había triunfado.
El día siguiente a la fiesta siempre es el peor.
La resaca, la sensación de alcohol en tu lengua, lo enfermo que te sientes por la falta de lucidez del día anterior, etc. Pero, por primera vez, eso no era lo que más me molestaba.
Mi ojo dolía mucho, al igual que mi cabeza incluso si no bebí tanto. Pero, más allá de eso, no podía dejar de pensar y mi pecho se sentía de una forma extraña gracias a la presión que aumentaba a cada segundo a lo largo de mi cuerpo.
Las palabras de Corbin daban vueltas por mi mente sin parar, incluso si estas resultaban ser basura para mí la mayoría del tiempo.
Sin embargo, esta vez habían desatado algo que intenté esconder por mucho tiempo.
El miedo. Miedo a lo que podría pasar, miedo a ser abandonado. El miedo a que Roman no tuviera lo que se merecía.
Roman siempre sería una de las personas más amables y geniales que podría conocer, y por eso consideraba que se merecía en el mundo entero y más. Quería ser aquel que le diera lo que se merecía, el que le hiciera feliz.
¿Qué me lo impedía?
Estaba tan desconcentrado ese día que terminé caminando a la escuela, con mis pies moviéndose flojamente y la cabeza gacha mirando al piso con mis lentes de sol puestos.
Los pasillos estaban igual que siempre, no tan concurridos pero con cierta energía que de alguna forma extrañaría luego de graduarme.
Nunca creí que me graduaría...
—¿¡Qué mierda, Lana!?
Un chillido me sacó de mis pensamientos, haciéndome alzar la cabeza y mirar rápidamente en la dirección en la que provino.
No dudé en correr hacia la morena que ahora estaba en el suelo con sus libros esparcidos a su alrededor, siendo observada por una furiosa rubia con chaqueta de mezclilla.
—Hey, hey, hey. Momentito.—dije mientras me acercaba a ellas, llamando su atención inmediatamente. Las miré con mi ceño ligeramente fruncido bajo las gafas.— ¿Se puede saber qué demonios ocurre?
—¡Esta zorra...!
—¿¡Zorra!?—la interrumpió Naomi, soltando un bufido.— ¡Yo no te he hecho nada, Lana! ¡Solo me empujaste sin explicación alguna!
—¡No te hagas la angelical ahora, Naomi!—vociferó hacia ella, apuntándola con su uña perfectamente pintada.— ¡Fuiste tú la que me quitó a Rusev!
Oh, mierda. Con que de eso se trataba.
—¡Yo no te quité a nadie porque él no es un objeto!
—¡Era mi Rusev!—chilló casi en voz quebradiza, dando un pisotón con su tacón de forma exasperada.— ¡Él estaba cambiando para hacerme feliz, había dejado de ser un mastodonte bruto y solo quería estar conmigo! ¡Dijo que lo haría todo por mí y tú te entrometiste! ¡Y lo arruinaste todo!
Naomi, apartando la mano que le ofrecí para ayudarla a ponerse de pie, se levantó y miró a la rubia con molestia. Negando con la cabeza y frunciendo sus labios pintados de rosa brillante.
—¿Sabes qué?—bufó una vez más.— Púdrete, Lana.
Wow.
La rubia abrió los ojos estupefacta, pero eso no detuvo a la morena de cabello lacio con mechones verde fosforita.
—Me alegro de que él decidiera botarte.
—¿¡Cómo es que pudiste hacerme esto!? ¡Eres una zorra! ¡Éramos amigas!
—Una amiga jamás habría hecho lo que tú hiciste.—continuó inalterada a pesar de los gritos estrepitosos de la rubia.—Cambiar a alguien no es lo correcto, menos para tu propio beneficio. Sí, Rusev es un mastodonte bruto y mal hablado, además de alguien testarudo y de muy mal carácter...
Mis ojos pasaron de las féminas al escuchar unos pasos acercarse, viendo al grandote de gorra caminar cauteloso y sin apartar su mirada de la espalda de la morena que hablaba.
—Pero yo lo quiero.—continuó ella.— Adoro el Rusev gritón y brusco, al mismo tiempo que amo al Rusev tímido y cálido que solo algunos conocen.
Una sonrisa se dibujó en los labios del Búlgaro, a lo que una igual se formó de lado en mi rostro.
—Y no cambiaría a ese Rusev por nada en el mundo, jamás.
Lana estaba totalmente petrificada en su sitio, mirando a Naomi sin palabra alguna.
Entonces sus ojos cayeron en los de Rusev, haciéndole fruncir el ceño antes de volver a los de la porrista.
—Te arrepentirás de esto.
A continuación, pasó a pisotones y se alejó de la escena tras darle un último empujón a Naomi y que esta se tambaleara sobre sus botas. Sin embargo, no tardó en ser atrapada por las manos del Búlgaro y que esta levantara la vista.
—¿R-Rusev?—balbuceó, perdiendo toda su confianza anterior y mostrando un rosaceo sonrojo en sus mejillas.— ¿C-Cuánto llevas aquí? ¿Cuánto escuchaste?
—Él... Pues...
Pensé en hablar, pero el ver la forma en que Rusev le sonrió me hizo cerrar la boca de inmediato.
—Escuché lo suficiente, Naomi.—habló con suavidad, sin apartar sus ojos de los de ella por muy avergonzada que estuviera.— ¿Podemos hablar?
Ambos se miraban como si fueran los únicos seres en el mundo, por lo que rápidamente capté el mensaje y decidí retirarme sin decir nada en especial más que hacer una mueca con mis labios.
Me alejé de la escena y crucé el pasillo en dirección a mi clase de química. Pero en medio de mi camino vi de pie al moreno de coleta baja. Se encontraba mirando el panel de anuncios, en específico a las listas publicadas.
Tragué con fuerza, sintiendo la ansia de correr o esconderme.
Pero Rome giró casi por mala suerte mía y sonrió de lado.
—Hey.—me saludó animádamente, caminando en mi dirección.
Vamos, no seas idiota.
—...Hey.—sonreí casi tembloroso.— ¿Qué estabas haciendo?
—No mucho.—se encogió de hombros y detuvo a pequeños pasos de mí.— Solo estaba pensando en que dentro de poco no seremos los reyes de las Listas.
Claro que no. Y eso me aterraba.
¿Eran las malditas listas mi enemigo entonces?
—No...—murmuré.— Creo que no.
Reigns no tardó en fruncir el ceño.
—¿Estás bien, Dean?
No, no lo estaba.
—S-Sí. Perfecto, no te preocupes.
—¿Por qué traes lentes de sol?—preguntó perplejo.— Está helando afuera.
—Solo...—me aclaré rápidamente la garganta.—Creíqueseveríancool. Tengo hambre ¿no tienes hambre? Vamos por un sándwich, yo invito.
Pero, a pesar de que hablara rápido y me dispusiera a caminar para cambiar el tema, el pelinegro me detuvo del brazo y atrajo a él con suma facilidad.
Me miró con seriedad, como si buscara la verdad en mi cara mientras me dedicaba a evitar su semblante frente a mí.
—¿Crees que puedes ocultarme cosas a este paso, Ambrose?
Mierda, odiaba que me conociera tan bien.
Tragué con suavidad, sin moverme ni siquiera para cuando acercó sus manos a mi rostro y me quitó los lentes de sol.
Odiaba que fuera tan gentil conmigo, ya que no me ayudaba.
¿Era eso el problema?
Su expresión pasó de seria a preocupada en un segundo.
—Joder ¿qué fue lo que te pasó?—exclamó, acercando su mano libre a mi mejilla moreteada y mi ojo casi cerrado.— ¿Te peleaste o algo?
—Tal vez eso habría sido mejor.—murmuré con una irónica risa de por medio.
—Cariño.—dijo con regaño.
—No lo hice, no me peleé con nadie. Lo juro.—admití en un suspiro.— Randy bebió mucho en su fiesta y... las cosas se salieron de control y terminó dándome una patada en la cara cuando intenté bajarlo de una mesa.
—Dios...
—Pero estoy bien, no te preocupes.
Reigns frunció sus labios, mostrando que no estaba del todo seguro de mis palabras.
—Se ve bastante mal...
—Hey.
Agarré su mano de mi mejilla, apartándola suavemente y dándole un apretón mientras sonreía tranquilizador hacia él.
—Estoy bien. Confía en mí.
Roman me observó en silencio por un momento, para a continuación dejar que una sonrisa se dibujara suavemente en sus labios antes de acercarse y estrecharme cálidamente entre sus brazos.
Sin embargo, esta vez fue diferente.
Su calidez dolía, sentía miedo de que sus brazos me soltaran y solo quería echarme a llorar a mis pies.
Cerré mis ojos, tragando con fuerza esa sensación amarga. Ignorando mi corazón doliendo al destrozarse a cada segundo.
Roman era brillante, gentil, una buena persona.
Yo solo era un perdedor sin futuro que lo estaba retrasando.
Y bastó ese instante para que me diera cuenta de que yo era mi peor enemigo.
El culpable era yo.
Creo que pasaron muchas cosas en este capítulo, así que iré por parte.
No me odien por lo de Randy y Seth, estaban avisados que pasaría y que tarde o temprano Seth tendría que saber la verdad. Esta vez vimos las consecuencias en Randy, probablemente veamos lo que siente Seth en el lado de Roman. Así que les recomiendo prepararse.
¿Qué opinan de Paige? ¿Y de Naomi? Ambas dieron pasos gigantes en este capítulo y me gustaría saber su opinión.
Además ¿qué creen que haga Dean luego de este capítulo? La cosa ha estado bastante tensa ahí.
Gracias por sus preguntas en el post pasado, se aprecia un montón su participación y espero haberles aclarado sus dudas :)
Ya nos acercamos al final ¿qué esperan de él?
Gracias por su apoyo una vez más, les deseo una buena semana y se les quiere un montón <3
Se despide, Rock.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro