26. Emperador Romano
Para variar, aquí algunas cosas antes de empezar el capítulo.
Habrán partes en las que interpreten escenas de Grease, estas probablemente se narrarán con los nombre de los personajes que representen los chicos a no ser que Roman piense lo contrario, se entenderá. La letra será cursiva cuando esto suceda, así se les hará fácil entender cuando están actuando :)
Creo que eso es todo, disfruten.
— Creo que no deberíamos ir al baile juntos. No quiero que te fastidien por mi culpa y... Será lo mejor para ambos.
No sé si lo que dije en ese momento fue correcto.
Pero Dean no dijo nada más después de eso, ni siquiera me dijo lo que quería decirme para empezar. Solo se quedó sentado, comiendo de sus patatas fritas sin volver a retomar la palabra. Lo último que me dijo como respuesta fue que estaba bien.
Que estaba bien...
Si eso fue lo que dijo ¿por qué me siento tan mal?
Estábamos a solo dos días del estreno de la obra, ya teníamos las líneas aprendidas pero yo me encontraba totalmente nervioso de solo pensar que tendría que cantar y bailar frente a una audiencia por primera vez.
Había practicado bastante, en especial la parte del canto y Naomi me había ayudado con mis líneas como Samy Olson. También había seguido los consejos de Dean al pie de la letra y cada vez que ensayábamos las líneas en el auditorio, el profesor Miz quedaba impresionado con nuestra "química" como él la llamaba.
Yo solo rogaba no equivocarme y que Dean dejase de sonreír de esa única manera que siempre hacía mi corazón alborotarse.
— ¿Y qué pasó con lo de tu padre?— preguntó aquel bicolor de coleta con el anuario en sus manos.— ¿En verdad se fue por tanto tiempo?
Suspiré, a la par en que era arrastrado a mi realidad una vez más.
Desde que mi padre se marchó a trabajar, no había vuelto a hablar con él. Ese día no tuve la fuerza de decirle adiós, solo pensaba en mí y en lo mucho que dolía saber que no estaría presente el día de mi graduación. Tampoco le dirigía la palabra a mi madre por mucho tiempo, ya que de alguna forma me sentía traicionado por ella.
Sabía lo estúpido que era, pero no podía evitar esos sentimientos contradictorios en mi pecho y en mi cabeza dando vueltas hasta sentirme mareado.
— Sí, Seth.— respondí casi de forma automática más que fijándome en lo que decía.— No sé si será un año, o dos... Pero no va a volver en un largo tiempo.
— Pero... ¿no te sientes mal?
— Pulga de mar, cierra la boca ya.— lo regañó Rusev, caminando junto a él y golpeándole en la nariz con su dedo.
— ¿Qué? No dije nada malo. Solo me preocupo por él.
— Sí, pero no eres nada sutil.
— Ugh, como digas.
No les hice demasiado caso, solo seguí caminando hasta llegar a mi taquilla y abrirla con la combinación grabada casi como una coordenada automática en mi cerebro.
La verdad, desde hace un tiempo estaba haciendo las cosas como si de coordenadas de un robot se trataba. Creo que desde el momento en que no sentía la presencia de Dean tan seguido.
Abrí mi casillero perfectamente ordenado, comenzando a guardar los libros apilados para dejar mi mochila despejada y volver a casa. Seth hacía lo mismo y Rusev escribía cosas en su teléfono, convirtiéndose en una escena normal de nuestros últimos días como Lista A.
Pronto nos graduaríamos, tomaríamos caminos diferentes y comenzaríamos técnicamente una nueva parte de nuestras vidas. Una en la que tenía decidido que hacer y quería conseguir todo lo que me proponía.
Ya no sería el rey de la Lista A, ni Dean el rey de la Lista F. Seríamos... nosotros.
Quería que fuéramos nosotros.
Mi vista cayó en aquellas fotografías que había empezado a pegar a la puerta de mi casillero, al igual que las notas pegadas con divertidos dibujos y mensajes desordenados. Sonreí al leer los simples mensajitos del rey de la Lista F, al igual que al ver su rostro sonriente en aquella fotografía que tomamos el día de su cumpleaños.
No podía evitarlo. Cada vez que lo veía era suficiente para que quisiera sonreír y mi corazón se aceleraba cálidamente.
No traté de ocultarlo incluso cuando Seth asomó su vista para verme y sonrió de lado con simpatía.
— ¿No crees que el baile lo arreglará todo?— comentó en un esfuerzo por animar las cosas.
Sin embargo, dentro de mí ya todo se había vuelto color gris y se había desmoronado al pensar en ello.
— Sí, tu papá no estará aquí pero tu mamá sí irá al estreno de la obra, a tu graduación... y podrás ir al baile con Dean.— agregó Seth con una inocente sonrisa en sus labios.
— El microbio tiene razón.— comentó Rusev, uniéndose a la conversación tras guardar el celular en su bolsillo.— El baile va a ser divertido, jefesito. Y...
— No iré con Dean.
El que dijera eso causó que el tenso silencio se colocara en nuestro alrededor, pareciendo que ninguno de nosotros fuera capaz de romperlo.
— Espera ¿qué?— habló Rollins luego de una pausa casi eterna.— No suelo decir esto pero ¿me estás jodiendo?
— No, no estoy bromeando.— dije con cierta brusquedad.— Le dije que no iría con él, ya está hecho.
Ambos se miraron completamente desentendidos, a la par en que cerraba mi casillero con un simple movimiento y comenzaba a caminar por el pasillo tras dar media vuelta sobre mis zapatillas.
Escuché a mis amigos apresurarse por seguirme el paso.
— P-Pero ¿por qué? Jefesito, ustedes son pareja...
— Todos asumimos que irían juntos al baile de graduación.
— Pues asumieron mal.— seguía hablando cabizbajo.— No iré al baile con Dean.
Me dispuse a cruzar la puerta de entrada y largarme sin tener que retomar el tema, pero tanto Seth como Rusev agarraron cada uno de mis brazos y me detuvieron. No tuve más opción que parar en seco y encontrarlos viéndome con regaño.
No tenía salida.
— Para ya con la mierda, Rome.— dijo con molestia el bicolor, cruzándose de brazos con el ceño frunciéndose bajo sus anteojos de marco negro.— Dinos ya qué está pasando.
— Ya se los dije.— murmuré.
— Es obvio que nos estás ocultando algo.— insistió Rusev.— Somos tus amigos, a estas alturas ya deberías saber que te conocemos bien y sabemos que algo no está bien en todo esto.
Mierda.
No podía evitar sentir mi pecho apretado y la insistente imagen del rostro de Dean en mi cabeza no ayudaba.
Terminé por suspirar rendido, agarrando más cerca mi mochila y atreviéndome lentamente a alzar la mirada hacia ambos. Ellos solo esperaron en silencio de pie en la entrada, como un par de padres que acaban de regañar a su hijo por sacar la calificación más baja del salón y habían sido citados a la oficina del director.
Bueno, así me sentía yo en frente de ellos.
— No quiero que lo molesten ¿de acuerdo?— comencé a decir con un dejo de frustración en mi voz.— Todos los chicos de la Lista F estarán ahí y... nos verán juntos. No quiero que Dean se moleste o se avergüence de estar conmigo.
Otro silencio, solo que este me estaba carcomiendo por dentro y quería gritarle a mis dos mejores amigos que dijeran algo.
¡Cualquier cosa!
No obstante, en lugar de palabras, recibí un pisotón en cada pie y aguanté un gruñido de dolor cuando ambos alejaron sus pies de sobre la punta de mis zapatillas.
— ¡Demonios!— exclamé, teniendo que sujetarme de sus hombros para mantener el equilibrio. Los miré con el ceño fruncido y mi rostro coloreado por la molestia.— ¿¡Qué les pasa!? ¿¡Y eso por qué fue!?
— Lo lamento, jefesito.— respondió el búlgaro, negando con la cabeza mientras soltaba un profundo suspiro.— Pero te lo merecías.
— ¿D-De qué hablas?
— Ugh.— gruñó exasperado el más bajo entre nosotros.— Roman ¿es que acaso no lo entiendes?
Parpadeé, sintiéndome como un total imbécil ante la duda. De todas formas, no podía evitar mostrarme confundido ante su enojo y el que ambos me pisotearan como castigo.
— ¿E-Entender qué?
Seth rodó los ojos a la par en que Rusev lo miraba, para a continuación volver a mirarme casi al mismo tiempo.
Joder, su sincronía comenzaba a molestarme.
— Ambrose, a eso me refiero.— dijo por fin el bicolor.— Tenemos por seguro que siempre será un idiota y un baboso, pero no hay dudas de que quiere estar contigo, Roman. Tampoco de que le importa un pepino lo que el resto piense de eso.
Me quedé paralizado por un momento, sintiendo cómo un puzzle en mi cabeza trataba de cobrar sentido.
— Nunca superaré el hecho de que se portó como un completo hijo de puta por años.— continuó Rollins.— Pero tampoco puedo ignorar el hecho de que ha intentado remendarse de ello.
Miré a Seth, pero no tenía palabra alguna mientras continuábamos de pie junto a la puerta de entrada abierta.
— Seth dice la verdad, Rome.— se unió el búlgaro.— Ese idiota ha cambiado, se nota. Y gran parte de eso se ve cuando está contigo... De hecho, estoy seguro que muchas veces mencionó que quería estar contigo en el baile de graduación.
Mis cejas se alzaron a la par en que murmuraba con cierta sorpresa:—¿Lo hizo?
— Duh, claro.— habló Seth casi con obviedad.— Me impresiona que le dijeras que no irías con él, ¿qué acaso no te dijo nada?
— Cierto ¿qué dijo cuando le dijiste que no?
Relamí mis labios, tragando suavemente un poco de saliva en un intento de no caer en mi nerviosismo.
— Él... dijo que estaba bien.— me encogí levemente de hombros.— No se veía afectado, tampoco se molestó o algo...
— Roman.— Seth me miró frunciendo sus labios y enarcando una ceja inquisitivo.— ¿Estás seguro de que está bien?
Iba a decir algo, pero me vi interrumpido cuando mis ojos viajaron por sobre los hombros de mis compañeros en el club y se encontraron con el castaño cargando su mochila en un hombro y el casco de motocicleta bajo uno de sus brazos.
¿Estaba bien?
— Dean.
Me apresuré por detenerlo, apartándome suavemente de entre Seth y Rusev para acercármele.
No tardó en alzar flojamente la mirada, pero encontrando la mía y deteniéndose en medio del pasillo en cuanto me quedé en pie en frente de él.
Mi corazón latía con demasiada fuerza, al igual que sentía mis manos sudar.
Vamos, cálmate...
— Uhm...Hey.— fue lo único que se me ocurrió.
— Hey ¿qué ocurre?— preguntó, sonando más casual de lo que esperaba.
— ¿V-Vas a casa?
Dean se encogió ligeramente de hombros.
— Ese es el plan. Tengo que ensayar un poco para la obra, ya recogí mi vestuario donde Sami así que solo tendría que practicar un poco más.
— ¿Crees que podamos hablar por un momento?— murmuré con una ligera sonrisa formándose a pesar de mi nerviosa voz.
Pero el castaño apretó brevemente sus labios antes de responder:—En otro momento ¿sí? No quiero equivocarme en la obra, así que... Te veo luego.
Sentí mis ánimos caer, al igual que mis hombros en tanto el continuaba su camino por el pasillo en dirección a la salida.
— Claro... Nos vemos.— susurré, incluso si él no me escuchó o miró atrás.
Solo me quedé de pie, girando ligeramente para ver cómo subía a su motocicleta y rápidamente abandonaba el lugar con un rugido proviniendo del vehículo. Sin mirar atrás, sin darme una sola mirada o palabra más.
Dejé salir una respiración por mi nariz, a la par en que sentía el nudo en mi garganta volverse más y más apretado.
— No sé si estará bien del todo, Seth.
—¿Y vieron la cara del entrenador?—escuché burlarse a Kenickie por sobre la suave canción de la rockola.
—Esos idiotas siempre caen.—rió otro de sus amigos del cual ni recordaba su nombre.
Aunque para mí, todos se veían igual.
Solté un suspiro, todavía haciendo como que ojeaba el menú. Pero la verdad es que había mirado la misma foto del plato de patatas fritas con tal de evitar el hecho de que Danny me estaba mirando sin parar desde la mesa que compartía con sus compinches.
Relamí mis labios brevemente, evitando morderlos por el maldito temblor en mi interior que la mirada del co-líder de los T-Birds me provocaba.
Decidí que ya había tenido suficiente.
—Creo que cambiaré la canción ¿te parece bien?—pregunté, a la par en que dejaba de lado el menú del lugar.
El rubio frente a mí dejó de jugar con su cabello, prestándome atención finalmente.
—O-Oh, seguro.—reaccionó con un balbuceo, apresurándose a buscar en el bolsillo de su chaqueta de jugador de fútbol y alzarme unas monedas.—Aquí tienes.
Sonreí agradable al tomar las monedas de su mano, incluso tocando estas más de lo que debería pero mostrándome tímido e inocente ante su mirada.
—Eres muy gentil,Tom.—murmuré con tono de voz encantador y una sonrisita.— En seguida regreso.
Con las monedas en mi mano y arreglando un poco mi sweater abierto, me levanté de la mesa que compartía con Tom y me dispuse a caminar hacia la rockola.
Tendría que pasar la mesa en la que aquellos tipos de chaqueta de cuero y cabello con gel estaban desparramados, pero tener los ojos de Danny sobre mí por casi media hora ya me había puesto de suficiente mal humor como para caminar en su dirección e ignorar la forma en que silbaron al verme caminar sin siquiera babear por ellos.
Son unos idiotas, pensé. Igual que Danny.
Seguí mi camino hasta finalmente encontrarme frente a la máquina que reproducía una canción casi por terminar. Así que solo introduje las monedas y comencé a buscar alguna canción que me gustase.
Sin embargo, fue imposible no escuchar a Danny disculparse con sus amigos y acercarse a mí por mi espalda.
No voltees, Samy. No vale la pena.
—Hey, Samy.—dijo, por lo que no tuve opción que girar y mirarlo aunque fuera dos segundos. Sonreía tan encantador y amable, como yo recordaba al Danny Zuko del campamento.
Vaya mentira.
—Oh, hola.—respondí con poco interés, volviendo a concentrarme en la rockola rápidamente.
—¿Como estás?
—Bien, gracias.
Con un pequeño respiro, no se rindió en hablarme aunque no le prestara atención.
—Eso es genial... —hizo una pausa.— Samy, uhm... Quería hablar contigo desde hace mucho tiempo.
—¿Acerca de qué?
—Bueno, esa noche en el juego... Bueno, no debí actuar así. No era yo en realidad, bueno sí era yo. No, me refiero... Era yo, por supuesto. Pero Samy, tienes que creerme, no era yo. Y yo... —otra pausa en sus balbuceos que perdían cada vez más el rumbo.— Mira, Samy, conseguí esta especie de reputación, ¿no? Tengo esta reputación y...
Ya un poco harto, le interrumpí: —Lo sé. Por eso estoy tan encantado de que Tom sea una persona tan simple.
La mirada de Danny siguió la mía, pareciendo algo perplejo en un inicio hasta ver al pelirrubio esperando por mí en la mesa de la heladería.
Moví mi mano en su dirección, saludándole a la par en que él hacía lo mismo con una tímida sonrisa.
—Sí...—casi bufó Danny divertido.—Ser simple es genial. Qué mal que su cerebro no sea tan grande como sus bíceps.—finalizó con burla.
De brazos cruzados miré a Danny, alzando mis cejas inquisitivo.
—Suenas celoso.
El castaño me miró enarcando una ceja, casi como si le hubiesen dicho la mentira más grande del mundo.
—¿Celoso?—soltó una leve risotada.—Vamos, Samy.—sonrió.—No me hagas reír...Ha, ha, ha.
Qué barata imitación tengo que decir.
—Tom es un gran atleta.—le contradije.—¿Qué es lo que has hecho tú?
—Oh, vamos, Samy.—me miró incrédulo, luego miró a sus espaldas y apuntó hacia allá antes de girar nuevamente en mi dirección.— Podría correr en círculos alrededor de esos idiotas.
Me encogí de hombros y girando ligeramente sobre mis pies me dispuse a volver a la rockola.
—Creeré eso cuando lo vea.
—¡Corte!
Aquel grito nos hizo parpadear y mirar hacia la tribuna, rompiendo nuestro papel al instante y volviendo a la realidad.
El actor que antes estaba sentado viendo la escena se levantó con una sonrisa.
—Eso fue realmente hermoso, Roman. Dean, podía sentir tu desesperación, en serio. Son excelentes, gran escena. Buen trabajo, equipo.—aplaudió un par de veces.—Tomémonos un descanso y luego continuamos.
Solté un respiro, para a continuación disponerme girar a ver a Dean:—Dean, escucha yo... ¿Dean?
Sin embargo, cuando miré a ambos lados, el castaño que había interpretado la escena junto a mí ya no estaba por ninguna parte. Confundido lo busqué a lo largo del escenario con la mirada, hasta que lo vi con su chaqueta al hombro caminando fuera del auditorio luego de hablar brevemente con Randall.
—Espera...—murmuré, apresurándome por ir tras él.—Hey, Dean, espera.
—Wow, wow, wow.—fui detenido por Miz, causando que solo me le quedara viendo alarmado cuando se interpuso en mi camino.—Alto ahí, mi estimado Samy. Lamento que no podrás tomarte un descanso.
—E-Es que yo...
—Necesito que por favor ensayemos la escena de la pijamada una última vez.—siguió hablando, pasando por alto mi mirada tratando de pasar por sobre su hombro y mis pies temblorosos y ansiosos por echar a correr detrás del rey de la Lista F.—Las chicas aún están nerviosas y estoy seguro de que de ti depende que no se rompan una pierna mañana por la noche... En el mal sentido de la frase.
No pude evitar sentirme desilusionado cuando, a pesar de gritar el nombre del castaño y todo, este abandonó el auditorio sin mirar atrás.
Suspiré, volviendo a tomar la calma y mirando al suelo respondí con un afligido:—De acuerdo.
—Excelente. ¡Necesito a Frenchy, Rizzo, Marty y Jan! ¡Al escenario, chicas!
Tras el anuncio del actor y que me diera una amistosa palmada en el hombro, este volvió a lo suyo mientras yo solo me quedaba de pie en medio del escenario.
Dean seguía evitándome, o al menos lo hacía inconscientemente. Pero no había duda que me encontraba tenso por ello.
No tuve más opción que dejar eso de lado por un rato cuando Lana, Charlotte, Candice y Paige se acercaron para empezar con la escena que nos indicaron. Recibí una sonrisa de parte de la pelinegra, la cual parecía preocupada a pesar de ello.
Con una pequeña sonrisa, me dispuse a continuar con este que era nuestro último ensayo antes del gran día.
No pude librarme de más ensayos, bailes y canciones hasta que nuestro profesor pareció satisfecho y en espera de lo mejor para el gran estreno de su obra. Tampoco vi más a Dean el resto del ensayo, por lo que no pude evitar salir del auditorio con una presión en el pecho y con cada paso pesando más que el anterior.
Caminaba por los pasillos, mirando al suelo antes de que decidiera tomar mi celular del bolsillo de mi sweater.
roman emperor: ¿Dean?
roman emperor: Hey...
roman emperor: Sé que estás ahí.
roman emperor: Solo pensé que podríamos vernos durante el almuerzo.
roman emperor: Podríamos charlar...
Hice una pausa, mirando los mensajes marcarse como recibidos y luego leídos uno tras otro. Tomé una respiración profunda en busca de aliviar el nudo formándose en mi garganta.
roman emperor: Te extraño, Dean.
roman emperor: ¿No quieres hablar conmigo?
unstable F ya no se encuentra disponible.
—Diablos.
Dejé caer mi brazo rendido, mirando frustrado hacia el frente y encontrándome con las listas publicadas en el tablón de anuncios.
Dean no contestaba ninguno de mis mensajes o llamadas, me evitaba a tan solo horas del estreno de la obra y comenzaba a sentirme cada vez peor.
Mis ojos se aventuraron a lo largo de las listas, al mismo tiempo en que dejaba salir una profunda respiración entre dientes.
Mi nombre seguía encabezando la Lista A, al igual que el de Dean la Lista F. No mucho había cambiado.
Solo restaba una última publicación de las listas antes de graduarnos, aunque dudaba que eso tuviera una gran importancia.
Para mí, esas listas solo significaban problemas.
—Hola, Roman~
Aquellas vocesillas al unísono canturreando mi nombre me hicieron girar alarmado, encontrándome frente a frente con un par de féminas de sonrisas traviesas en sus labios pintados de gloss rosa.
—H-Hola, Peyton. Hola, Billie.—las saludé, teniendo que aclararme la garganta para no seguir sonando como un tarado nervioso.— ¿Qué sucede?
—Nos da mucho gusto encontrarte por fin.—chilló la chica de cabello más corto y una flor decorando su peinado.
—Te hemos buscado por todos lados, Romie.—agregó la de cabello azabache, sin borrar esa sonrisa coqueta junto a sus risitas tan propias en ellas.
—Uhm...—intenté sonreír, pero resultó más una mueca extraña que otra cosa.— Lo siento, he estado algo ocupado y...
—¡Te perdonamos todo, Roman!
Ambas eran reconocidas por esa manera de actuar, chillonas y emocionadas para todos lados, siempre junto a la otra siendo las inseparables mejores amigas de la secundaria miembros de la Lista F.
No me desagradaban... pero admito que sus sonrisas coquetas eran algo que a veces trataba de ignorar.
—Bueno, vamos al punto ¿quieres, Pey?
—Por supuesto, B.—respondió con una sonrisa llena de complicidad sin dejar de sostener la misma carpeta que su amiga contra su pecho. Movió ligeramente su melena corta y giró a verme.— No sé si te enteraste, Roman, pero ambas somos las organizadoras del baile de graduación.
—Oh.—murmuré simplemente.
No estaba enterado, en especial por el hecho de que mi cita para el baile era un tema totalmente desastroso y eso me quitaba cualquier esperanza de ir y tener una buena noche.
—Nos encargamos de las decoraciones y de las entradas para el baile.—continuó Billie.—Así que nosotras...
—Chicas, chicas, esperen.—las interrumpí, tratando de no ser demasiado brusco al alzar mis manos frente a ellas y que rápidamente guardaran silencio.—La verdad es que no sé si iré, así que tampoco sé si compraré un ticket...
—¡Pero, Romie!—chilló Billie.
—¡Tu ticket ya fue comprado!—completó su mejor amiga.
Me quedé en silencio, completamente confundido y probablemente reflejado en la mirada aturdida que le di al par de chicas de pie en medio del pasillo.
Ambas se miraron, sonriendo hacia la otra como si fuera lo mejor que pasaba en el día.
—Solo veníamos a entregártelo.—dijo Peyton, al mismo tiempo en que buscaba en su carpeta y me alzaba lo que era el ticket para el baile.—Dean lo compró hace una semana y nos pidió que te lo entregásemos.
¿Era un chiste?
—¿Que él qué?
Pero cuando ambas chicas se dispusieron a seguir hablando como aves cantarinas, un sonido llamó la atención de Peyton. La fémina sacó el celular de su bolsillo y frunció una mueca estupefacta.
—¡Se nos hizo tarde!—exclamó alarmada hacia su mejor amiga.— Nia va a matarnos.
Billie solo chilló en respuesta, sonando asustada antes de que ambas dieran vuelta sobre sus tacones y comenzaran a correr lo más rápido que estos le permitieron.
—E-Esperen un segundo... ¡Chicas!
—¡Disfruta la noche con tu lunático, Roman!
Sí, definitivamente era un chiste.
Aquella noche había pensado en repasar mis líneas, practicar un par de veces antes del gran estreno la siguiente noche.
—¿¡Por qué carajos no me puedo concentrar!?—grité desde el fondo de mi garganta, golpeándome en la frente con el guión entre mis manos.
Detrás de mí solo se escuchaban los gruñidos y quejas de Seth y Rusev, los cuales estaban concentrados jugando Just Dance en la pantalla de plasma en el cuarto de Seth.
Incluso cuando grité, ninguno de los dos se vio interesado y continuaron jugando aquella partida con Shut up and Dance with Me de fondo.
—¿Tal vez porque tu cabeza no está en ese guión, jefesito?—comentó Rusev con su respiración entrecortada, imitando los movimientos del chico en la pantalla al ritmo de la explosiva melodía.
—¿Y porque hay un lunático en ella? Y... ¿¡Por qué demonios tengo que ser la chica siempre!?—se quejó el bicolor, tratando de caminar lo más femenino posible pero fracasando al casi tropezar con sus pies descalzos en la alfombra.
—A callar y baila, pulga de mar.
Me resigné a rodar los ojos, soltando un suspiro a la par en que me removía en mi lugar sobre las colchas desordenadas de la cama de Seth.
Odiaba que ellos tuvieran razón, en especial al saber que ese maldito ticket para el baile de graduación se encontraba guardado en mi mochila.
Dean quería ir conmigo y solo supe joderla.
Sin embargo, también me invadía el horror de que Dean se arrepintiera de ir conmigo, que me odiara por las cosas que podrían decir de él si es que lo veían junto a mí. Después de todo, su reputación tal vez se vería afectada y en serio no quería causarle problemas...
Pero dolía no hablar con él, no haber agarrado su mano en tanto tiempo o si quiera recibir una de esas miradas con sus ojos azules que me hacían olvidar cualquier cosa que estuviera rondando en mi cabeza.
La canción en el juego llegó a su fin, al mismo tiempo en que Seth se dejaba caer dramáticamente sobre sus rodillas respirando agitado en tanto los puntajes aparecían en la pantalla.
No tardó en fruncir el ceño y gritar: —¿¡Por qué solo tres estrellas!? ¡Tú sacaste las cinco! ¡Éramos un equipo!
—Lo siento, enano.—dijo Rusev, dándole una pequeña patadita con su pie descalzo al rendido pero frustrado bicolor.—Hasta el juego te dice que eres un perdedor.
—¡Vuelve a decirme eso y juro que te voy a...!
—¡Seth!—exclamaron desde el otro lado de la puerta, llamando la atención de Rollins de inmediato.—¡Una amiga tuya llegó!
—¿Amiga?—murmuró inquisitvo el grandote, sonriendo incrédulo hacia el chico que se colocaba sus gafas tras quitarse el cabello revuelto del rostro.— Pero si tú con suerte te acercas a tu mamá, eres un maldito amargado.
—Te la estás buscando, Rusev.—murmuró amenazante antes de girar hacia la puerta.—¡Déjala subir, mamá!
El búlgaro giró a verme, encontrándome igual de confundido que él y encogiéndonos de hombros casi al mismo tiempo.
Seth no era alguien fácil de tratar, y con un carácter bastante fuerte para la mayoría de las féminas de la escuela, por lo que era bastante extraño que él tuviera una "amiga".
El bicolor anudó rápidamente su cabello desordenado en una coleta con la liga que siempre llevaba en su muñeca, para a continuación abrir la puerta y sonreír amablemente de lado.
—Hey, Zel.—saludó a aquella morena de baja estatura esperando en el umbral de la puerta, abrazándola brevemente.— Qué bueno que pudieras venir.
—Solo porque me lo pediste, Rollins.—dijo con diversión.—Porque escapar de Aliester y sus compras para el baile... No fue nada sencillo.
Seth soltó una pequeña risa, para luego hacerse a un lado y dejarle espacio para pasar a su habitación.
Zelina sonrió en cuanto nos vió, caminando al interior del dormitorio con su bolso a un lado, su cabello lacio oscuro cayendo sobre su busto y su vestimenta tan estilizada como siempre. Una digna chica genio que todos creían inalcanzable por su natural belleza de muñeca, pero que en realidad evitaban por el demonio que ella tenía como novio.
—Chicos.—nos saludó juguetona, caminando hacia uno de los pufs en la habitación y quitándose su bolso.
—Muñeca.—dijo simplemente Rusev, mirando a la pantalla en busca de una canción.
—Oh, hey, Roman.—me saludó sonriente.—¿Estás practicando?
—Si practicar es llevar 30 minutos mirando el guión y hablando boberías, pues sí, eso hace.
Malditos imbéciles que pueden leerme el pensamiento tan fácil.
Apreté mi ceño, a la par en que lanzaba una de las almohadas cercanas en dirección al búlgaro, pero esta cayó directamente en la cabeza de Seth y alborotó su cabello al instante.
—¡Oye!—se quejó.—No es culpa nuestra que Ambrose no salga de tu cabeza.
—No, pero sí sera culpa de tu maldita boca cuando te saque los ojos.
Rusev rió, a la par en que Seth solo negaba con la cabeza y ambos volvían su concentración al juego.
Resignado, solté un suspiro y dejé de lado el guión. Agarré otra de las almohadas, abrazándola y dejando mi mentón reposar en ella en tanto mantenía mis ojos cerrados con frustración.
—Oh, cosita bella.—murmuró Zelina en perfecto español que no logré entender del todo. Pero dejó su bolso en donde se iba a sentar y caminó en mi dirección con una preocupada mueca.— ¿Te encuentras bien, Roman? ¿Qué es lo que te pasa?
La morena tomó asiento junto a mí en la cama, abrazándome por los hombros con apoyo y esperando a mi respuesta.
Apreté mis labios, sin dejar de tener esa sensación que me hacía pensar que era el tonto más grande sobre la tierra.
—Es que... Yo... Agh... Soy un imbécil.
—Sí que lo es.—murmuró Seth.
Sin embargo, esta vez Zelina habló por mí en su perfecto español amenazante.
—Te juro que si no cierras ese hocico, voy a decirle a tu mamá lo que Randy y tú hicieron en el salón el otro día, Seth. Cállate ya, no te metas.—bociferó, sonando furiosa aunque no pudiera entender.
Pero, aunque ninguno de nosotros pareciera entender su español, fue suficiente para que el rostro del bicolor palideciera.
—S-Sí, señora.—respondió en un pobre español, para a continuación concentrarse en el juego y no volver a voltear.
Zelina se quitó un mechón de cabello del hombro satisfecha, volviendo a mirarme expectante.
—Entonces.—retomó con normalidad.— Supondré que como todos tus problemas, esto tiene que ver con Ambrose ¿no?
Su enarcar de ceja divertido me sacó una sonrisa, aliviando tan solo un poco de la tensión tortuosa en mi pecho.
—¿Es tan obvio?
Zelina se encogió de un hombro.
—Algo.—sonrió lentamente de lado.— Y también Ambrose no se ve muy contento, en especial cuando Lana preguntó porque se nos unió en el almuerzo.
Diablos.
Relamí mis labios, sintiendo ese maldito peso en mi ser otra vez.
—Yo... Le dije que no iría con él al baile.—dije, tomándome el tiempo de soltar cada palabra aunque me sintiera cada vez más como un completo tonto.— Tuve miedo e hice lo más estúpido.
—Vaya que eres hijo de la chingada.—comentó en español una vez más, suspirando exasperada.— ¿Por qué lo hiciste? ¿Por esos imbéciles de la Lista F?
—Te recuerdo que uno de esos imbéciles es tu novio, muñeca.—agregó Rusev a nuestras espaldas.
—¡Ese no es el punto!—chilló. Volvió en su compostura antes de dirigirse a mí de nuevo.—Aliester, Randy, e incluso Chris... Ellos son distintos, Roman. Y estoy segura que sabes que Dean ha cambiado muchísimo desde que ustedes se conocieron más.
No pude evitar dejar que mi mirada vagara por el suelo, siendo la mano de Zelina en mi espalda el único apoyo reconfortante en ese instante.
— Y estoy segura también de que a Dean le importa un demonio lo que el resto crea de él a estas alturas.—sonrió ella.— ¿No lo crees también?
Tenía razón.
Asentí, apretando mis labios tras volver a mirarla con timidez.
La morena sonrió amplia y hermosamente, a continuación agarró mi muñeca con suavidad y quitó la liga que reposaba alrededor de esta junto a aquella pulsera azul amarrada. Con la misma delicadeza tomó mi cabello suelto y lo peinó rápidamente en una coleta que cayó por mi espalda.
—Entonces ¿qué haces aquí?—exclamó inquisitiva.— Ve por tu hombre.
La miré paralizado, tan solo parpadeando desentendido.
—No... No, Zelina. Tú no entiendes.—empecé a balbucear.—Ha ignorado mis llamadas, mis mensajes, se escapa de mí por la escuela... No quiere verme.
—¿¡Y desde cuando te ha importado eso, carajito!?—siguió chillando exasperada, aunque una sonrisa incrédula estuviera en sus labios pintados de gloss.— Me dijo que estaría en su casa... Ve por él, o yo misma te arrastraré allá.
Me quedé inmóvil por una milésima de segundo, hasta que una sonrisa se extendió involuntariamente por mis labios y miré a la morena con complicidad.
—Eres la mejor, Zelina.
Ella sonrió de lado:—Lo sé, cariño.
Rápidamente estampé un beso en su mejilla, para a continuación agarrar mi guión y mochila de la cama y apresurarme a abandonar el cuarto de Seth.
— No le dijiste a mi mamá sobre eso... ¿verdad, Zel?—escuché preguntar a un tímido y temeroso Seth.
Solo escuché la risita de la apodada muñeca de nuestra secundaria.
—Ay, si supieras, cariño mío.
—Tengo que estar muy loco...—murmuré casi por tercera vez en el silencio de mi camioneta, llevando minutos estacionado en la acera frente a la casa del castaño.
Quería hablar con él, decirle lo mucho que lo sentía... Pero tenía miedo por alguna razón.
Vamos, no seas cobarde.
Mi padre siempre me había apodado Emperador Romano porque desde niño no le tenía miedo a las cosas, como saltar desde grandes alturas cuando era pequeño, enfrentar cualquier cosa que se cruzara por mi camino.
Sin embargo, ahora que mi padre no estaba, no me sentía como un emperador. Ya no más.
Decidí dejar de ser un imbécil asustado, apagando el motor del vehículo y saliendo de este mientras tragaba con fuerza el horror.
El cielo ya estaba oscuro y las estrellas iluminaban el cielo sobre mi cabeza mientras caminaba en dirección a la puerta de la casa de Dean. Con el corazón latiéndome con fuerza y mi pecho apretado incluso cuando intentaba respirar para calmarme.
No podía quitarme su mirada de mi cabeza, o la forma en que sus dedos se sentían cálidos incluso con las vendas, ni mucho menos sentir sus labios en los míos de una forma que era incapaz de describir.
Me detuve frente a la puerta cerrada, con mi puño alzado y listo para tocar. Pero no me podía mover, no dejaba de dudar.
Relamí mis labios, dándome fuerzas con tal de enfrentar lo que sea que Dean me dijera.
Tal vez no querría verme, o me ignoraría, me diría que me odia...
Pero de pronto, cierta melodía me sacó de trance y me hizo levantar la mirada y concentrarme en ella.
Sonaba como el solo de una guitarra acústica, tocando una melodía a la perfección y sin ningún error. No obstante, pronto aquella familiar voz llegó a mis oídos.
— You would not believe your eyes, if ten million fireflies, lit up the world as I fell asleep...—cantó afinadamente y con un relajado tono el castaño, haciéndome sonreír lentamente mientras escuchaba.— 'Cause they'd fill the open air, and leave teardrops everywhere. You'd think me rude, but I would just stand and... stare.
Con cautela, caminé por el jardín delantero, rodeando la casa y haciéndome paso hacia el lugar del que provenía el canto del rey de la Lista F.
—I'd like to make myself believe, that planet Earth turns slowly~—continuó Dean, con su voz suave y melodiosa junto al tocar de la guitarra.— It's hard to say that I'd rather stay awake when I'm asleep. 'Cause everything is never as it seems...
Silensiosamente me encaminé hacia el patio trasero, hasta finalmente encontrarme con el castaño sentado en el césped con la guitarra apoyada en sus muslos, una chaqueta de cuero cubriendo sus hombros y el cabello alborotado como siempre.
No pude evitar tragar con fuerza, al igual que soltar un suspiro de alivio con tan solo verlo.
Lo extrañaba, e incluso verlo así me hacía querer correr e ir a abrazarlo.
Con pasos temblorosos, caminé lentamente hacia él mientras continuaba tocando aquella tonada concentrado.
—'Cause I'd get a thousand hugs, from ten thousand lightning bugs...—cantó, con su voz haciéndose un eco en la oscuridad justo cuando me encontré a tan solo pasos de él. Sus dedos vendados tocaron las cuerdas con suavidad, casi acariciándolas.—As they tried to teach me how to dance, a foxtrot above my head... ¿Qué estás haciendo aquí?
La música se detuvo abruptamente, dejando tan solo una sensación resonante y la melodía de su voz dando miles de vueltas en mi cabeza.
Dean dejó de tocar, dejando de lado su guitarra en tanto trataba de no sucumbir a mis nerviosos pies al acercarme el par de pasos que me restaban y sentarme cerca de él en el césped. Crucé mis piernas, imitando la postura del callado castaño y uniéndome al silencio que parecía ser eterno.
Diablos ¿por qué olvido qué decir en un momento así?
Tenía que hacer algo, o esto solo se tornaría en un momento sumamente incómodo del que querría correr.
—Yo... Solo quería saber que estabas bien.
Idiota.
—Te he visto por los pasillos... Y en clases.
Gran idiota.
—Parecías bien, pero quería asegurarme y...
Me pregunto cuánto saldrá un ticket de avión al otro extremo del mundo... ¡Porque esto sin duda se ha vuelto incómodo!
¡Buen trabajo, Roman Reigns! ¡Eres el más grande idiota que ha pisado la tierra, en serio!
—Aprecio saber que el gran rey de la Lista A se la ha pasado mirándome. Estoy perfectamente bien.—me interrumpió, esbozando una sonrisa burlona en mi dirección y sacándome de mi ensueño.— Pero no es eso por lo que estás aquí.
—No... No es eso.—murmuré de inmediato, pero quedándome corto de palabras una vez más.
Otro silencio, estos parecían eternos y me hacían querer gritar.
—No sé a ti.—retomó una vez más el castaño, acomodando su chaqueta y alborotando un poco más su desordenado cabello.—Pero a mí me está dando hambre.
Fruncí el ceño, ya que esta conversación no había resultado para nada en lo que imaginaba. Sin embargo, tan solo me le quedé viendo mientras se levantaba fácilmente del suelo, se quitaba un poco de césped de sus jeans y luego giraba en mi dirección.
Sus ojos azules brillaban incluso en la oscuridad, y no sé si era por un efecto automático o porque lo extrañaba mucho, pero bastó que me mirara para que mi corazón latiera fuertemente contra mi pecho.
Dean sonrió levemente de lado, para luego ofrecer su mano vendada hacia mí.
Tan solo lo miré perplejo hasta que habló nuevamente.
—Vamos.
—¿A-A dónde?—balbuceé, sintiéndome como un idiota al instante pero haciendo sonreír al lista F.
No importaba la respuesta a esa pregunta, estaba casi cien porciento seguro de que lo seguiría sin condición alguna. Confiaba ciegamente en él, en esa sonrisa y en la forma que deseaba lanzarme a sus brazos y que estos no me soltaran nunca.
—Una vez te comenté de un lugar que está abierto las veinticuatro horas, vamos ahí. Muero de hambre y...—su sonrisa creció mientras mantenía su semblante en el mío.—Hasta donde recuerdo, te debo una cita.
—¿Estás seguro?
—Tan seguro de que me caería bien una cita contigo en estos momentos, Rome.
Mis mejillas se ruborizaron y me sentí como el peor tonto del mundo solo porque él me sonriera... Pero adoraba esa sonrisa y había extrañado cada segundo de ella.
Con una sonrisa formándose tímidamente en mi boca, agarré su mano. Dean le dio un ligero apretón y jaló de este para ayudarme a levantarme del suelo, pero en cuanto estuve sobre mis pies la distancia entre nosotros era de menos de un paso. Nuestros pechos chocaron y casi sentí su corazón vibrar contra mi pecho moviéndose por mis profundas respiraciones.
Sus ojos se encontraban en los míos, luciendo nervioso mientras incluso en la oscuridad podía ver sus mejillas tornarse de un suave color rojo.
No dudé más, moviendo la mano que él no tenía agarrada hasta su rostro, acunando este y haciendo que el castaño cerrase sus ojos con suavidad.
—Eres un tonto.—murmuró bajito, poniendo su mano sobre la mía en su rostro.
—Lo sé.—respondí, con una pequeña risa de por medio.
Sentí la cabeza de Dean moviéndose nerviosamente en asentimiento, justo antes de que sus ojos se volvieran a abrir y se encontraran con los míos.
—Pero un tonto que extrañé.
Solo pude soltar una respiración de alivio, para a continuación imitar sus movimientos y juntar mis labios con los suyos.
Era un tonto, no era el valiente chico que había sido por tantos años. Eso solo era una máscara que temía dejar ir...
Pero si tenía a Dean junto a mí, sentía que podía volverme el emperador romano que por tanto tiempo deseé ser. Al menos para él.
El tema del baile fue dejado en el olvido, tan solo siguiendo los planes de Dean que me condujeron a tener otro paseo en su motocicleta hasta una pizzería en la ciudad.
Decidí disfrutar del momento, incluso cuando Dean seguía conduciendo muy rápido para mi gusto pero podía tomar la oportunidad para abrazarme con más fuerza de su cintura y escuchar algún comentario burlón por su parte.
Solo que esta vez fue distinto.
Cuando mis brazos se apretaron un poco más a su abdomen, le escuché sonreír justo antes de que una de sus manos vendadas alcanzara una de las mías entrelazadas, le dio un pequeño apretón y luego siguió conduciendo.
Eso dejó una sonrisa en mis labios y que mi corazón latiera tan fuerte que por un momento temí que Dean lo sintiera chocar contra su espalda. Al cabo de un rato no me importó y solo disfruté de la felicidad reflejada en mi rostro y mi corazón.
Dean aparcó su motocicleta frente a un iluminado lugar con luces rojas, parecía vacío a causa de la hora pero el cartel de abierto en la puerta indicaba que seguía funcionando.
El castaño rápidamente apagó el motor, bajando su pie y colocando el freno como siempre hacía, quitándose el casco y moviendo un poco su cabeza.
—Aquí es.—dijo tras darle una mirada al lugar.—Solía venir mucho a este lugar cuando empecé la secundaria, ya que un amigo mío trabaja aquí. Mierda nostálgica, supongo.
—¿Y crees que él esté ahí?—pregunté en tanto trataba de quitarme el casco.
—Nah, dudo que tenga el turno de noche. Él es un completo holgazán...—se detuvo brevemente, no tardando en soltar una risita ante mi inútil intento por quitarme el casco.—Espera, déjame ayudarte con eso.
—N-No, estoy bien...
—Mentiras.
A pesar de mis intentos, me era imposible quitarme el casco sin que Dean me ayudara y rápidamente lo sacara de mi cabeza, dejando que la coleta cayera algo alborotada por mi espalda y que lo mirara avergonzado.
—Vamos, no me mires así.—comentó, dejando a un lado ambos cascos e inclinándose un poco.—Sigues viéndote adorable.
—No es eso lo que me preocupa.—casi gruñí, pero a él parecía seguir dándole gracia cuando movió su mano hasta mi coleta y comenzó a desarmar esta.—¡Oye!
—No seas llorón, Rome.—se burló.
Dean consiguió desarmar aquella coleta en la que solía llevar mi largo cabello, mirándome con una sonrisa victoriosa luego de que colocara la liga de cabello alrededor de la muñeca vendada en la que también se encontraba anudada aquella pulsera azul idéntica a la mía.
—Me gusta tu cabello suelto.—agregó, sonriendo una vez más y guiñándome un ojo.—Muévete ya, muero de hambre en serio.
No quise protestar más, solo rodé levemente los ojos y con una pequeña risa entre dientes bajé de la motocicleta.
Dean me esperaba en la entrada, por lo que tras agarrar su cálida mano le seguí el paso al interior del restaurante.
El aroma de comida aceitosa y queso fundido no tardó en llegar a mis fosas nasales, al igual que la música rock no pasó desapercibida en el ambiente en cuanto Dean cerró la puerta detrás de nosotros.
Se veía como una pizzeria común y corriente, como aquella a la que los alumnos universitarios van después de sus largas jornadas de clase o simplemente a capear clases.
O en el caso de Dean, un sitio en el cual se podía esconder cuando faltaba a clases o tenía pereza.
Seguí al castaño por el lugar hasta una de las muchas cabinas vacías, tomando asiento frente a él luego de que lanzara su chaqueta en el respaldo y me sonriera de lado.
—¿Y? ¿Qué opinas, emperador Romano?—preguntó con una risa casi automatica en su rostro.
Me encogí de un hombro, pero la sonrisa no podía evitar aparecer en mi cara.
—Nada mal, Ambrose...—lentamente, mi expresión se apagó y desvié mi mirada de la suya hacia otro punto que no fuera la curvatura en sus labios.— Pero... te dije que no volvieras a llamarme de esa forma.
Dean se quedó en silencio, torciendo sus labios por un momento hasta que retomó la palabra con total tranquilidad:—Lo sé... Entiendo que no quieras escucharlo ahora, pero...
Con cautela extendió su brazo por sobre la mesa que nos separaba, para así agarrar mi mano en la que destacaba la pulsera azul y tomarla delicadamente en la suya vendada. Logró que mi mirada volviera al frente aunque no pudiese esconder mi tristeza, dejando que mi mirada cayera en la delicada forma en que su pulgar acariciaba el dorso de mi mano y resultaba de alguna manera tranquilizante.
—Estoy seguro que tu padre no quería lastimarte, Rome. Él te ama.—continuó, a lo que solo lo escuché en silencio con mis ojos en los suyos.—Pero a veces hay cosas que hasta los padres temen afrontar. Y estoy seguro que esa es una de ellas.
—Tal vez.—murmuré, con las palabras casi perdiéndose con la música resonando en el lugar.—Pero... No quiero hablar de eso ahora ¿okay? Solo quiero disfrutar nuestra cita y... olvidarme completamente de eso por un rato... ¿Sueno como un egoísta?
Los labios de Dean se curvaron en una leve pero reconfortante sonrisa, antes de que tomara mi mano con un poquito más de fuerza y la llevara a sus labios, dejando un suave beso en mis nudillos y mirándome nuevamente a los ojos.
—De acuerdo.— asintió con suavidad.— Hablaremos de eso después. ¿Qué tal si ahora...?
—¡Ambrose!
El castaño pareció quedarse con las palabras en la boca, sus labios se apretaron y su mueca paralizada era más divertida de lo que alguna vez creí. Todavía sostenía mi mano entre las suyas cuando moví ligeramente mi vista hacia el chico que había gritado su nombre y se nos acercaba con una radiante y entretenida sonrisa.
Se detuvo frente a nuestra mesa mirando a mi novio con una mezcla de alegría y expectación, como un cachorrito muy contento.
—Amigo, no me dijiste que vendrías.—agregó todavía sonriente.
—No te lo dije porque precisamente pensé que no estarías aquí...—respondió casi entre dientes el castaño.
—Ugh.—rodó brevemente los ojos.— No tengo de otra. Me pidieron cubrir el turno de noche, así que...
Entonces, sus ojos azules cayeron en mí. Me le quedé viendo sin saber qué decir, pero su sonrisa llena de amabilidad y diversión no tardó en romper ese trance.
—Hey.—me saludó.—Tú debes ser Roman ¿no?
—Uhm...—balbuceé por un breve segundo, pero no tardé en volver en mí a la par en que soltaba suavemente la mano del castaño que mantenía su mirada en el ventanal.—S-Sí. Ese soy yo.
Respondió a mi leve sonrisa estirando su mano.
—Me llamo Finn.—se presentó, a la par en que estrechaba afablemente su mano.—Soy amigo de la infancia de Ambrose.
—Solo estuvimos juntos en la primaria.—gruñó por lo bajo, todavía sin girar la cabeza y manteniendo sus manos en puños cerrados sobre la mesa.
—Vamos, hombre. Sé que muy dentro de ti me amas.—agregó, con la misma sonrisa divertida todo el tiempo en sus labios.
—Perdona pero ¿cómo es que sabías quién era?
Mi pregunta tensó aún más a Dean, que giró a verme con los ojos abiertos de par en par y su mandíbula apretada. En cambio, Finn se veía victorioso de ver esa expresión en el rostro de su amigo.
—Es que...
—Él no lo sabía.—habló rápidamente el castaño, interrumpiendo al ojiazul y ganándose mi mirada. Parecía ponerse más y más rojo a cada segundo.—Adivinó... Puede que te mencionara una vez por casualidad, y como nos vio de la mano pues...
Finn soltó una sonora carcajada, volviendo a fruncir el ceño de Dean con veneno y que apretara su mandíbula y puños sobre la mesa.
—¿¡Una vez!? ¿¡Me estás jodiendo!?—exclamaba entre incontrolables carcajadas, las cuales solo me mantenían perplejo en mi sitio.—Hablaba de ti todo el tiempo, Roman.
—Eso no es cierto.
—Ugh, no te hagas el tonto. No lo necesitas.—bromeó, golpeándole divertido con su codo. Sin embargo, Ambrose parecía un globo rojo a punto de estallar más que reírse de sus chistes.—Siempre que venía aquí hablaba de lo lindo que le parecías...
—Finn...
Mi corazón dio un salto y sentí mis labios abrirse, pero solo podía quedarme en silencio y esperar que Finn siguiera hablando a pesar de la mirada asesina de parte de su amigo castaño.
Mentiría si dijera que eso no había despertado mi curiosidad.
—Shh, cariño déjame terminar.—lo calló brevemente con su mano y siguió dirigiendo sus palabras hacia mí.—Decía que tu cabello era brillante y que desearía peinarlo todo el día...
—Bálor, ya cállate.
—Que tus ojos eran el como la niebla que no lo deja escapar...
—¡Coño, dije que te callaras!
—Y que tu culo era...
—¡Suficiente!
Dean no lo aguantó más, agarrando el objeto más cercano y golpeando el pecho del ojiazul con este mientras él reía. Suerte que solo se trataba de su casco de la moto y Bálor lo agarró antes de que se estampara en el suelo.
—Demasiada charla, lárgate de aquí.—gruñó una vez más el castaño, cruzando sus brazos sobre la mesa y apretando su mandíbula con enfado.
—P-Pero ¿no ordenarás algo para tu querido emperador Romano? Recuerdo que lo llamaste así y...
—¡Di una palabra más y te meteré a ese maldito horno que hay allá atrás!—le gritó Dean, con su rostro completamente rojo y su voz casi rota.—Lárgate, yo iré a ordenar cuando estemos listos. Solo vete antes de que te...
—Que me golpees, me cortes el cuello y tires mi cabeza a un río.—completó el ojiazul casi con obviedad, como si ya supiera ese predicamento de memoria. Suspiró y todavía sonriente dejó el casco de Dean junto a la mesa.—Sabes que decía la verdad, Deano.
—...Cállate.
Bálor soltó una pequeña risa antes de dirigir su semblante hacia mí.
—Fue un placer conocerte, Roman.
—C-Claro.—balbuceé, tratando de volver en mí.—Igualmente, Finn.
—Estaré esperando por su orden en el mesón... Tómense su tiempo.
El ojiazul se alejó de nuestra mesa, no sin antes guiñarme un ojo y que Dean le siguiera con la mirada de un perro lleno de ira a punto de atacar.
El único problema era que su cara seguía roja y quitaba cualquier rastro de agresividad en él, mostrándole más como un ser realmente adorable.
Dean volvió a sentarse de frente, dejó salir un profundo suspiro y con una de sus manos enredándose entre su desorndenada cabellera, dejó su cabeza caer contra la mesa y apoyándose ligeramente en su otro brazo reposando sobre esta.
Lo observé en silencio, en espera de una explicación luego de las declaraciones que Finn hizo en su contra.
Sin embargo, él solo gruñía palabras entre dientes o respiraba de manera frustrada.
Decidí tomar la iniciativa.
—Dean...—murmuré.
—Por favor.—le escuché casi entre dientes por sobre la mesa y sin quitar su cabeza de ese lugar.— No digas nada, te lo ruego.
—¿Por qué?
—Solo cállate, Roman.
No podía evitar sonreír, incluso si él seguía ocultándose de mí.
Estiré mi mano por sobre la mesa, acercándola a una de las que el castaño mantenía cerrada en un puño. Di un pequeño toquecito sobre su piel vendada, siendo suficiente para llamar su atención y que rendido levantara ligeramente la vista.
Dean apoyó resignado su mentón sobre su antebrazo sobre la mesa, mirándome con un ligero puchero en los labios mientras jugueteaba con la pulsera azul anudada a su muñeca.
—¿En serio dijiste todo eso de mí?—pregunté sonriente, haciéndole bufar y que desviara la mirada.—Vamos, Dean. Dime la verdad.
Tras una pausa casi eterna, Ambrose volvió a gruñir para sí y levantar la cabeza. Alborotó su cabello con su mano libre de forma frustrada, como si eso sirviera para esconder sus mejillas aún enrojecidas.
Pero no, seguían viéndose adorables y solo quería besarlas sin cansarme.
—Por supuesto que lo hacía.—admitió por fin, en un murmuro casi perdiéndose y un suspiro frustrado.—Me volvía loco eso de preocuparme por ti cuando ni siquiera eramos amigos, te extrañaba cada vez que estaba solo y cuando te miraba... Me sentía como un completo tonto. No podía parar de hablar de ti.
—Oh, Dean...
—Por favor, guárdatelo.—me interrumpió alzando su mano y mirándome a los ojos con exijencia.—Ya me siento lo suficientemente como un imbécil, así que olvídalo.
—Dean.—intenté con una sonrisa, pero él negó.
—No, y es mi última palabra.
Y en un intento por cambiar completamente el tema, el ojiazul agarró rápidamente uno de los menús que estaba sobre la mesa y se refugió tras este mientras leía los ingredientes de las pizzas y distintos platillos.
Que el hablara de mí de esa forma se me hacía muy dulce, pero prefería no molestarle más o simplemente terminaría con un ojo morado.
Solo reí ligeramente, ganándome una breve mirada de mi novio por sobre su menú mientras yo agarraba el otro sobre la mesa y comenzaba a ojear la lista de ingredientes.
Todos sonaban bien, la verdad es que no era una persona exigente en cuanto a comida se tratara. Además, la última vez que comí pizza fue...
No pude evitar suspirar, llamando la atención del castaño que me miró con su cara todavía roja.
—Hey ¿estás bien?
—Sí.—respondí automáticamente.—Solo pensaba, no te preocupes.
Dean apretó sus labios, volviendo lentamente a su menú aunque no se viera convencido por mi respuesta.
—¿Ya tienes alguna idea?—agregó, moviendo su pierna de adelante a atrás bajo la mesa a un ritmo ya predecible.— A mí me gusta la de barbacoa, pepperoni y pollo.
Arrugué mi nariz al ver la fotografía de la pizza que nombró, a la par en que algo se revolvía en mi estómago.
—¿Es en serio, Dean?—me quejé. No tardé en recibir el enarcar de ceja del castaño y que su pierna dejase de moverse suavemente por debajo de la mesa.—Esa es la peor pizza que existe y- ¡Auch!
El menú cayó de mi mano a la mesa cuando tuve que mover mi mano hasta mi muslo, el cual había sido golpeado por la gastada zapatilla converse del castaño.
—¿¡Qué demonios te pasa, Ambrose!?
—Te lo mereces. Acabas de insultar a los dioses de la pizza, discúlpate.—escupió con el ceño fruncido, realmente ofendido.
Pero yo seguía ocupado con el pequeño dolor punzando en mi pierna.
—No lo haré, esa pizza es lo más grasoso y terrible de la vida. No pienso comerla.
Dean se cruzó de brazos.
—Bien, ¿entonces qué sugieres? Ya que sabes tanto de pizza.
—Nunca dije que supiera de pizza, tonto.—respondí aguantando el rodar mis ojos ante su infantil comportamiento.—Creo que la Hawaiana es mucho mejor.
—Ew.—hizo una mueca de asco, mirando hacia la ventana y luego a mí.—No te vuelvo a patear porque eres tú, pero en serio tienes el peor gusto sobre la tierra, Roman.
Me encogí de hombros algo desentendido.
—¿Qué tiene de malo?
—¿Piña en una pizza? Es una ofensa, viejo.
—Al menos no lleva toda esa basura que quieres tú.
—Ugh. Ni loco.—negó frenéticamente con la cabeza y lanzó el menú a un lado.—Pediremos la barbacoa.
—No, la hawaiana.
—¡No comeré piña!
—¡No quiero esa cosa llena de grasa!
—¡Eres un hincha pelotas!
—¡Y tú un imbécil necio!
Nos quedamos en silencio, mirándonos como dos niños que tienen que decidir quién jugaba primero con una consola de videojuegos. Era una especie de batalla visual, la cual no pensaba perder.
Pasaron minutos que incluso ni conté, pero Dean fue el primero en golpear la mesa con su puño y alejar su mirada de la mía con un gruñido resignado.
Sin decir palabra, se levantó de la cabina y caminó a pisotones hasta el mesón en que Finn esperaba a los clientes mientras comía un dulce de regaliz. En cuanto Dean llegó con él, comenzaron a discutir por lo que sea que el empleado le decía con una amplia sonrisa en la cara.
Tan solo me quedé ahí con una mano sobre mi mejilla y trazando círculos en la mesa con mi dedo.
¿Desde cuando era tan infantil? Era casi comportarme como... Como Dean.
Ugh. Tal parecía que pasar tiempo con él sí me estaba afectando mucho.
Permanecí tan concentrado en mis pensamientos que ni me percaté cuando Dean ya regresaba con un par de vasos de soda en sus manos y los dejaba en medio de la mesa, volviendo a desparramarse en silencio en la cabina.
—Ya ordené. Pero pensé que tendrías sed luego de llevarme tanto la contraria.
—Muy divertido.—rodé los ojos, removiéndome en mi lugar y apoyando mis brazos sobre la mesa.— ¿Qué soda pediste?
—Para mí de frambuesa, detesto la naranja. Para ti de naranja, Seth me mencionó que es tu favorita.
Sonreí de lado y murmuré:—Lo es.
Dean, aunque siguiera tratando de verse rudo luego de nuestra minúscula discusión, no pudo evitar mostrarme un inicio de sonrisa mientras acercaba el vaso que supuestamente contenía soda de naranja.
Me llevé el popote a los labios y tomé un sorbo, sin embargo parpadeé un par de veces de forma desentendida.
—Esto sabe más a frambuesa para mí... Dean, esta creo que...
Pero me interrumpí al ver la expresión de asco formándose en la cara del castaño y que la risa se me escapara al instante.
—Detesto... la naranja...—murmuró con el líquido todavía en su boca y mirando con desprecio el vaso equivocado en su mano.
—Ese es el mío.
—No me digas.—bufó, resistiéndose a tragar el líquido cítrico.—Demonios...
—La tuya no está mal.—dije todavía suprimiendo las risas, relamiendo mis labios y asintiendo. Le extendí su vaso con gentileza.—Ten.
Dean por fin tragó el contenido de soda en su boca, haciendo otra mueca de asco y cerrando con fuerza sus ojos.
En serio podía ser un niño a veces.
—Es asquerosa.—se quejó entre dientes, dejando el vaso con soda de naranja frente a él.—Me ha quedado el mal sabor.
—Vamos, no está tan mal.—dije mientras cambiaba los vasos y me disponía a beber del que sí me correspondía.—Tu pizza grasosa también ayudará a que pases el sabor...
—Roman.
—¿Hm?
—¿Estás seguro que esta es de frambuesa?—preguntó, mirando el vaso y luego a mí.—No quiero tener que probar algo tan asqueroso otra vez.
—Dean, por favor... Es la de frambuesa. Estaba bastante buena, así que si no la quieres, me la quedo yo y...
El ojiazul tomó el vaso frente a sí y bebió un sorbo con el popote. Pero no me esperé que de la nada se inclinara hacia adelante y rápidamente me atrajera hasta él empujando mi nuca con su mano, haciéndo que nuestros labios colisionaran y no pudiera hacer más que estar preso de sus movimientos.
Sentí mis mejillas sonrojarse, al igual que sus labios moviéndose sobre los míos y su lengua cálida mezclada con el dulce sabor de la soda frambuesa recorriendo mi cavidad bucal. Sin poder controlarlo, tragué el líquido que pasó de mi boca a mi garganta, justo antes de que el castaño alejara sus labios de los míos y volviera a sentarse como si nada en la cabina.
Me quedé paralizado, con mis labios sabiendo a frambuesa, las mejillas calientes y el corazón latiéndome con fuerza en el pecho.
—Yep...—dijo con orgullo, relamiendo sus labios y luego mirándome con una sonrisa.—Sí era de frambuesa.
Fruncí el ceño.
—Te detesto.
—Ya lo sé.
Sin embargo, no pude evitar la sonrisa naciendo en mis labios y que solo le diera un ligero golpe en la pierna bajo la mesa, volviendo a sentarme en la cabina y bebiendo mi soda de naranja.
Pasado el rato, el mismo castaño de sonrisa perpetua apareció con una bandeja en su mano. Sin interrumpir nuestra conversación sobre películas de horror, dejó un plato en medio de nuestra mesa y guiñó un ojo en mi dirección antes de dar media vuelta y retirarse.
Dean apretó el ceño, lanzándole unas servilletas que solo se desparramaron en el suelo mientras Finn dejaba salir una pequeña risita por lo bajo.
—Este puto... Le advertí que no se metiera contigo.—gruñó el castaño, dándole una última mirada envenenada a su amigo.
Yo solo miraba la pizza de tamaño familiar en la mesa. El aroma dulce mezclado con otros ingredientes llamó mi atención al instante, encontrándome con una pizza mitad barbacoa y mitad hawaiana.
No pude evitar sentirme feliz por al menos un par de segundos, ya que Dean había pensado en mí después de todo. No obstante, dicha sensación tan reconfortante no duró mucho.
El solo hecho de estar ahí comiendo pizza, aquella comida que mi padre siempre pedía al volver a casa y por eso mi mamá pasaba gran parte de la tarde haciendo la masa para que nosotros la decorásemos luego, la cocina llenándose de harina por las peleas con mi papá y mi mamá regañámndonos antes de que mi padre corriera detrás de ella para llenarla de harina también... Solo podía recordar eso y sentir que mi corazón volvía a doler.
El castaño ya había tomado una rebanada y mordido esta, saboreando el queso que resbalaba por sus labios hasta que mi posible posición quieta lo alarmó.
—¿Qué sucede, Rome? ¿Estás bien?
—Dean...—murmuré para mí, para luego levantar la mirada de mi regazo lenta y seriamente. Mis ojos se encontraron con los suyos llenos de curiosidad en tanto masticaba lentamente el trozo de pizza en su boca.— ¿Sabes si hay una licorería aquí cerca?
—Hm... ¿Cosa favorita en el mundo?
Seguí caminando por la orilla de la pandereta, haciendo lo posible por mantenerme en equilibrio en tanto llevaba esa botella de licor cobrizo que, muy poco común en mí, había comprado luego de que termináramos nuestra pizza de barbacoa y hawaiana.
Di un trago a la botella, haciendo reír a Dean mientras llevaba su motocicleta apagada a su lado en nuestro camino a casa bajo el cielo nocturno.
No tenía idea de la hora, tampoco me interesaba. Ya que en cuanto recordé los momentos felices con mamá y papá, las noches de pizza y todo lo que me daba felicidad, quise borrarlos de mi cabeza lo más rápido posible.
—Roman, no puedo creer que estés bebiendo eso.
—¿Qué tiene?—pregunté a la figura algo borrosa de mi novio, pero seguía logrando ver sus ojos azules bajo las luces que iluminaban la acera.— ¿Qué me preguntaste?
—Tu cosa favorita en el mundo.
—¡Oh! ¡Eso, eso!—exclamé, haciendo una mueca exagerada al pensarlo.—Creo que el collar que mi papá me dio.
—¿El que siempre llevas?
—Ajá.—asentí, disponiéndome a beber otro trago de alcohol.
Dean frunció su ceño algo preocupado, tan solo mirándome mientras hacía equilibrio en la pandereta como un niño de diez años.
—Entonces ¿por qué no lo llevas?
—¡Pregunta, pregunta, pregunta!—grité, rodando los ojos y mirándole con molestia.—Aquí te va una pregunta ¿te la sigues jalando con Renee? No estaba tan mal la puta esa.
Espera... ¿¡Qué!? ¿¡Qué demonios pasa conmigo!?
—Okay, creo que ya fue suficiente.—murmuró el castaño, deteniéndose y poniendo el freno a su moto antes de volver a acercarse a mí.—Sube a la moto, te llevaré a casa ahora.
—¡Ya recordé otra cosa que es importante para ti! ¡D-Digo, para mí!—continué gritando, de pie en aquella pandereta e ignorando la expresión de regaño de mi novio.
—Roman, eso da igual. Ya vámonos.
—L-La pulsera.—dije entre el hipo que comenzaba a darme el beber esa cosa.—La pulsera que te di luego de que fuéramos al parque de diversiones... Creo que es una de las cosas más bonitas de la vida, tú eres una de las cosas más bonitas de la vida, Dean.
—Ya fue suficiente, emperador Romano.—alzó sus manos hacia mí.—Bebiste mucho de esa cosa y a tu mamá no le gustará.
—¡Te dije que no me llamaras así, joder! ¡Así me llama ese imbécil! ¡Y estoy enojado con él! ¡Lo odio!
Dean hizo una pausa, mientras que solo podía sentir mi garganta quemar por el licor y mis piernas volviéndose gelatina a cada segundo. Pero en especial, no podía dejar de pensar en mi padre y en todas las cosas que quise decirle antes de que se fuera una vez más.
—Roman, estoy seguro de que no lo dices en serio. Adoras a tu papá.—murmuró bajito, negando casi para así y acercándose más a mí para bajarme de la pandereta.—Vámonos.
—¿Quieres saber algo en serio? Aquí te va otra pregunta, Ambrosio.—agregué, haciendo caso omiso y mirándole con seriedad a pesar de mi borroso campo visual.— ¿Por qué no iremos juntos al baile?
Los labios de Dean se volvieron una fina línea y casi pude ver sus hombros tensarse. O tal vez era por el efecto del alcohol.
Pero mi corazón dolía y mi lengua ansiaba soltar todo aquello que llevaba aguantando hace tanto tiempo.
—Creo... Creo que esa es mi pregunta, Roman.—dijo el castaño, mirándome serio.— ¿Por qué me dijiste que no? ¿Por qué me rompiste el corazón así?
Apreté mis labios, mirando a mi alrededor y luego hacia él para encogerme de hombros.
—No lo sé.—dije con las palabras alargándose.—Tampoco vi que te importara.
Ambrose soltó una risa, la cual resultó más dolorosa de lo que esperaba al encontrarme con sus ojos apagados con esa carcajada falsa.
—¿Crees que no me importó? ¿Crees que no me dolió?—comenzó a decir, su mandíbula se tensaba más y más al igual que su rostro.— ¡Pues estás muy equivocado!
Su grito me alarmó, quedándome plantado en mi lugar mirándole sin articular palabra.
—¡Estoy furioso contigo, Roman! ¡Realmente lo estoy! ¡Intenté ignorar el tema, pero definitivamente no puedo!—gritó.—¡Yo quería ir contigo! ¡Quería tener un baile lento, besarte en el umbral de la puerta y toda esa mierda que nunca me interesó! ¡Pero ahora me interesa! ¡Solo por ti!
Su voz se rompía cada vez más y con la poca luz podía ver sus ojos azul bebé aguarse con la ira de sus palabras.
—Roman, ¿acaso crees que me importa lo que el resto diga? ¡Me importa un carajo! ¡Me importa un carajo mientras estés conmigo! ¡No me importa lo que diga Corbin, o Lesnar, o Roode, o quien sea! ¡Me importas tú, y creí que entendías eso!
Estaba sumamente ebrio, no había duda. Pero sus palabras lograban quedarse en mi cabeza y que mi interior doliera y la presión en mi corazón aumentara.
Era un completo imbécil.
—Dean, yo...
—No me interesa.—me cortó, mirándome con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.—Me congelo el culo. Así que baja de ahí, te llevaré a casa.
—Pero, Dean...
—No escucharé a un ebrio que no entiende una mierda de lo que digo. Baja.
No tuve más opción, dejé a un lado la botella de licor y apoyándome de los brazos del castaño bajé de la pandereta. Sin dirigirme la mirada, puso mi brazo sobre sus hombros y me arrastró hacia su motocicleta.
Desde ese momento, todo se volvió negro. Pero de algo no había duda.
Me había coronado como el idiota que le rompió el corazón a Dean Ambrose.
—¡Rome! ¡Rome! ¡Rome!
Gruñí entre dientes, cubriéndome con la almohada para que esta bloqueara mis oídos.
Pero los golpeteos en mi puerta seguían y no tuve más opción que levantarme de la cama de mala gana.
Abrí la puerta con un brusco movimiento, mirando a quién sea que estaba al otro lado:—¿Qué?
Me retracté al instante en que vi a Naomi y a Rusev de pie frente a mí, ambos viéndome con perplejidad mientras volvía en mis sentidos.
Mierda, no recordaba casi nada de anoche.
—Joder, jefesito.—fue lo primero que dijo el Búlgaro.
—¿Qué demonios fue lo que te pasó?
—Nada.—gruñí, acariciándome la sien en busca de aliviar el dolor.—Nada... Solo un poco de resaca.
—¿Resaca?—Naomi enarcó una ceja, mirándome con un negar de cabeza.—Roman, tú no tienes resaca.
—Pues hoy sí tengo y ustedes no me están ayudando. Largo.
—¿¡Disculpa!?—chilló la morena, a continuación me dio un empujón al pasar por el umbral de la puerta y comenzó a jalar de mi brazo.— No sé qué mierda pasó contigo, pero no voy a dejarte perderte el último ensayo.
—¿El... último ensayo?—murmuré con las palabras arrastrándose en mi lengua.
—Sí, todos te están esperando, Rome.—agregó Rusev.—Incluso el cabeza de repollo de Ambrose llegó temprano, aunque se veía bastante molesto.
—¿Él no te avisó que ibas tarde?
Mis labios se volvieron una fina línea y tan solo tragué con fuerza. Mi garganta todavía se sentía extraña por el licor de la noche pasada, mientras que poco a poco comenzaba a recordar lo ocurrido.
Pero en especial, recordé los gritos de Dean y la forma en que sus ojos aguados me vieron antes de que me quedara dormido apegado a su cuerpo.
Probablemente él me había traído a casa en su moto, incluso cuando fui el responsable de su molestia y de su roto corazón.
De verdad soy lo peor.
—¡Roman, responde demonios!—chilló Naomi.
—No. Dean no me dijo nada. Ni tampoco lo hará.
El dolor de cabeza no me dejaba pensar, tampoco el dolor en mi pecho ni la sensación amarga que me provocaba pensar en el castaño.
Me quité suavemente los agarres de Naomi de encima, caminando de vuelta a mi cama y sentándome sobre las colchas con un suspiro.
Mis amigos no decían nada, solo se miraron el uno al otro como si eso expresara todas sus palabras.
—I-Iré a preparar café... Y unas aspirinas.—dijo Rusev, para a continuación caminar fuera de la habitación.
La morena lo siguió con la mirada, a lo que solo me quedé viéndola y sonreí ligeramente de lado.
—¿Ya le preguntaste?—Naomi giró hacia mí perpleja.—Si quiere ir al baile contigo.
La fémina de cabello tonos fosforita y chaqueta de mezclilla rió suavemente, acercándose a mí y colocándose a cuclillas frente a mí.
—Ambos sabemos que eso no va a pasar, Rome.—admitió, sus palabras sonaban rotas pero ella no dejaba que su rostro lo demostrara.— Rusev tiene a Lana... Siempre tendrá a Lana. Yo no soy ella y nunca lo seré.
—Él... te gusta ¿verdad?
La morena se quedó inmóvil, tan solo respirando con suavidad antes de soltar una risa que sonó casi incrédula para sí misma.
—¿Acaso importa si es así?
—A mi sí me importa, Naomi.
—Entonces, sí. Lo admito, me gusta Rusev.—hizo una pausa.—Suena loco decirlo en voz alta ya que es la persona más bruta y desagradable que hay sobre la tierra pero...—suspiró.—Así es y no puedo cambiar lo que siento, incluso si él nunca llegará a saberlo.
—¿No piensas decírselo?
—¿Para qué?—rió casi con ironía.—Está perdido por la rubia, y ambos se ven fantásticos juntos. Solo tengo que hacerme a un lado y fingir que no siento nada.
—Es una tontería.
—¿Crees que tenga otra opción?
Me quedé en silencio, tan solo mirándola a los ojos y pareciéndome la chica más fuerte por seguir sonriéndome con gentileza.
Con delicadeza moví mi mano hasta la suya, tomándola con cariño y dejando una suave caricia sobre el dorso de esta.
—¿Naomi?
—¿Sí?
—¿Quieres ir al baile conmigo?
La morena ladeó la cabeza, algo desentendida y probablemente en espera de que aclarara lo que acababa de sugerir.
—Ninguno de nosotros irá con quien quiere... Soy un idiota, Naomi. Y me lo merezco.
—Vamos, Rome. No digas eso.
—Es la verdad.—murmuré, cada una de esas palabras más amargas que la anterior.—Le rompí el corazón a Dean, solo porque fui un idiota y no confié en él y me dejé llevar por ideas tontas.
Mi mejor amiga se quedó en silencio por un rato, sin embargo, no tardó en sonreír de lado mostrando sus perfectos dientes, al mismo tiempo en que alzaba su mano y acunaba mi mejilla.
—Estoy segura que Dean no piensa así, no te castigues demasiado y dale tiempo al tiempo ¿de acuerdo?—asentí relamiendo mis labios.—Pero, con gusto iré contigo al baile, Rome.
Sonreí, apoyándome de su mano en mi mejilla y mirándole con cariño.
—¿No quieres decirme lo que ocurrió?
Negué de inmediato, ya que era lo mejor por el momento.
—Bien, no lo hagas.—suspiró una vez más.—Pero al menos dúchate y cámbiate. Apestas a licor y ese actor loco nos asesinará si no llegamos pronto.
—¿A quién le importa ese mediocre, mujer del demonio?—gruñó Rusev, entrando a la habitación con una taza en su mano y una caja de aspirinas en la otra.— Si ese tipo llega a molestarlo, yo mismo le rompo los dientes.
—Ugh...—murmuró entre dientes la fémina, colocándose de pie sobre sus botas de plataforma.— ¿Tienes que siempre ser tan bruto, imitación de Hulk?
—Nadie me da órdenes, menos tú, mujer de Satán.
Naomi rodó los ojos, mirándome y negando con la cabeza mientras escondía una sonrisa.
No pude evitar sonreír.
Incluso si era extraño, sabía que Naomi pensaba en Rusev y prefería que fuera feliz... Incluso si eso significaba sacrificar sus propios sentimientos por ello.
—Mejor tomaré una ducha.—comenté, mientras me quitaba la chaqueta y me encaminaba hacia el baño.
—Oh, Roman.
Me detuve ante la mención de mi nombre por parte de mi amiga, la cual me observaba con una pizca de preocupación al igual que el Búlgaro que había tomado asiento en la silla frente a mi escritorio.
—¿Crees que puedas hacerlo?—preguntó con sus labios fruncidos.— No hay problema en que nosotros le digamos a ese maniático que busque a otro para su obra.
Sonreí de lado y respondí:—Puedo hacerlo.
—No puedo hacerlo, no puedo hacerlo, no puedo hacerlo...
La puerta de aquel cubículo fue golpeada por casi quinta vez en ese lapso, tan solo haciéndome saltar en mi lugar y que alzara la mirada alarmado.
El sudor frío me recorría la frente y mis manos temblaban incluso al estar abrazándome a mí mismo y mis rodillas mientras estaba sentado en el cerámico.
Probablemente Sami me mataría si viera que estoy llenando de sudor el vestuario de Samy Olson que tanto trabajo le había costado confeccionar para mí.
—¡Roman, vamos! ¡No puedes quedarte toda la vida ahí! ¡Nos dijeron que quedan quince minutos!
Abrí y cerré la boca, en busca de palabras para responder a los gritos de Seth. Pero no había nada.
No palabras, no líneas de la obra, con suerte podía respirar.
—Haste a un lado, microbio.—resonó la voz del Búlgaro.— Jefesito, ya tiene que salir. Miz dijo que es el único que falta.
—N-No creo que pueda hacerlo, chicos.—me las arreglé para balbucear con voz temblorosa.
—¿¡Qué!?—chillaron ambos al unísono.
—Roman, no puedes hacernos esto.—habló ahora Sami.—No he dormido en más de cuarenta y ocho horas solo porque sabía que usarías el vestuario que haría y que lo lucirías porque eres genial en el escenario.
—Exac... ¡Wow! ¿Cuarenta y ocho horas?—preguntó el carismático pelirrubio con converse negras.— ¿Cómo sigues de pie, viejo? Tienes que decirme tu secreto.
—Ay, por favor. Muévanse.
Vi sus pies casi enredarse cuando la chica de piernas perfectas y falda larga color naranja los movió a un lado, tratando de abrir la puerta pero fracasando al estar cerrada con seguro por dentro.
Naomi golpeó la puerta y luego exclamó:—Roman, entiendo que estés nervioso. Pero puedes hacerlo. Muchos de nosotros solo estamos aquí porque nos animaste.
—Es verdad, jefesito. Lo que la mujer del de... Lo que Naomi dice.—se corrigió Rusev.—Te haz esforzado mucho, Rome, y estaremos ahí contigo, no estarás solo...
—¡Diez minutos, chicos!
El que nuestro director anunciara aquello solo me hizo apretar mis dedos sobre mi brazo cubierto por la tela amarilla de mi sweater, al mismo tiempo que sentía mi corazón latir con más fuerza y un escalofrío me recorría la espalda.
Pasaron segundos casi eternos, pero pude ver los pies de cada uno de los chicos alejarse del cúbiculo en el que me escondía luego de cambiarme mi vestuario.
—Sabemos que puedes hacerlo, amigo.
Fue lo último que escuché por parte de Seth, antes de que sus zapatillas chillaran al alejarse del lugar. Solo quedaron un par de tacones de aguja negros y unas piernas pálidas como la nieve.
Paige suspiró, dando un par de golpecitos a la puerta con sus uñas antes de hablar.
—Cariño, si te sirve de algo...—comenzó a decir la fémina, a lo que mostraba una botella azul de enjuage bucal por la abertura del cubículo y me dejaba verla.—Me he bebido cinco de estas antes de besar a Corbin y aún quiero vomitar.
—¡Paige, te necesito en escena!
—¡Voy!
Sus tacones hicieron un sonido extraño al alejarse, dejándome completamente solo en el mismo lugar en que había estado por aproximádamente media hora.
Las palabras de todos me daban vueltas la cabeza, más que el dolor que quedaba de mi ridícula resaca la noche pasada.
Me sentía ridículo, sin fuerzas, como si por primera vez en mucho tiempo solo quisiera rendirme y no moverme jamás.
Lo siento, papá. No soy el emperador Romano que tú siempre me hiciste creer que podría ser. Lo siento tanto.
Mis ojos quemaban aunque los cerrara con fuerza y apretara mis dedos en torno a mis brazos, abrazándome con más fuerza en busca de no romper en llanto.
Pero de pronto una mano agarró mi tobillo cubierto por aquellos pantalones ajustados, jalando de él aunque soltara un chillido entre dientes.
Fui arrastrado por debajo del cubículo hasta que salí de este. Cuando abrí los ojos, lo primero que me encontré fue la mirada de aquel castaño peinado con su cabello hacia atrás y cejas fruncidas en mi dirección.
—¿D-Dean?—balbuceé con voz temblorosa y confundida.—¿Qué haces aquí?
Sin embargo, el chico que personificaba a Danny no respondió. En su lugar, se movió un poco y agarró ambas de mis manos para jalar de estas y ponerme de pie.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo?—habló por fin cuando empecé a quitarme el cabello del rostro exasperado y solo miré a mis pies evitando sus ojos azules molestos.— Paige me dijo que estabas aquí, deberías estar ahí afuera. Tu mamá ha venido ¿acaso piensas dejarla esperando?
—¡Cállate ya!—grité de improviso, como si una bomba explotara por fin luego de tanto tiempo.— ¡Ya sé que estoy defraudando a todos! ¡A los chicos, a mi mamá, a mi papá...! ¡Incluso a ti!
Dean se quedó inmóvil, observándome con sus labios en una línea y sus ojos directamente en los míos llenos de posible exasperación.
Solté una respiración exasperada, para luego caminar hacia la silla cercana al tocador de maquillaje y tomar asiento en ella frustrado.
Mantuve mi mirada en mi regazo, respirando con suavidad en tanto hacía lo posible por calmarme. No tardé en escuchar el rechinar familiar de las zapatillas de Dean al acercarse y tomar asiento en la silla frente a mí.
Continuó en silencio, de lo cual no lo culpaba.
—Estoy hecho un desastre... Por dentro y por fuera.
—¿De qué hablas?
Alcé mi mirada, encontrando la suya de inmediato.
—Sabes muy bien de lo que hablo, Dean.—murmuré, a lo que él solo frunció brevemente sus labios y miró al piso.— Te rompí el corazón, soy un fracaso y los defraudaré a todos. Ni siquiera sé por qué estás hablándome ahora.
—Lo hago porque me preocupo por ti.
—Pues no deberías.—insistí.— Yo fui el idiota que te lastimó, fui el idiota que defraudó a su padre y el idiota que solo sabe huir de las cosas antes de afrontarlas... Siempre tuviste razón, Dean. Solo soy un sabelotodo estirado.
Dean se llevó ambas manos al rostro, pasándolas por este con notoria exasperación y echando atrás mechones de cabello que escapaban de su peinado estilo Zuko.
—De acuerdo, ya fue suficiente de esta mierda.—dijo, para a continuación buscar en el bolsillo de su chaqueta de cuero. No tardó en sacar algo de ahí y agarrar la muñeca en la que llevaba todavía atada la pulsera color azul.—Toma.
El rey de la Lista F dejó caer un pequeño objeto en la palma de mi mano, algo como un triángulo de plástico color negro algo gastado.
—Es mi uñeta de la suerte.—habló antes de que pudiera si quiera preguntar, haciéndome alzar la vista y mirarle perplejo.— No voy a ningún lado sin ella...
Miré una vez más el objeto en mi mano, una cosa tan pequeña con un significado tan grande que no sabía si era digno de poseer.
—P-Pero, Dean, yo...
—Quiero que la tengas.—me interrumpió sin intenciones de ser brusco, acercando sus manos vendadas a la mía estirada y cerrando mi mano suavemente alrededor de la uñeta.— Roman, escúchame bien...
Sus ojos estaban directamente en los míos, enviando un escalofrío que logró estremecerme por completo.
—No haz defraudado a nadie ni nunca lo harás. Ni a los chicos, ni a tu madre, ni a tu padre... Ni mucho menos a mí.—una pequeña sonrisa apareció en sus labios.— Sí, tienes razón, no tengo padres como para saber lo que tú sientes...
—Dean, eso no fue...
—Déjame terminar.—cerré la boca.— Pero sí sé una cosa, y es que da igual lo que el resto piense, es tu deber luchar para convertirte en la persona que tú deseas ser.—se relamió los labios, alejando brevemente su mirada de la mía antes de volver y mostrar sus ojos azules brillando.—Hablé con una agencia, quieren que les mande alguna canción antes de graduarnos.
—Espera... ¿Eso significa...?
—Sí.—me interrumpió con un asentir y una sonrisa de lado en sus labios.— Quiero dedicarme a la música, Rome.
Mis ojos se abrieron con sorpresa y sentí mis mejillas abultarse por la sonrisa.
—Dean... ¡Eso es estupendo!
No dudé en saltar de mi asiento, al mismo tiempo en que él se levantaba del suyo y me atrapaba en sus brazos sin poner defensa alguna. Sentí su respiración suave chocar con mi cuello, su pecho moviéndose al ritmo de estas y sus manos estirarse sobre mi espalda cubierta por el sweater.
—Dean, yo...
—¡Chicos, gracias a Dios los encontré!
Casi saltamos sobre nuestros pies cuando la alarmada voz de nuestro director resonó detrás de nosotros, separándonos al instante y mirándole como si nada hubiese pasado.
—¡Tienen que salir a escena ahora ya! ¡Solo dos minutos!
—Ah, señor, no sé si Roman podrá...
Pero Dean se interrumpió cuando agarré su mano y le regalé una breve sonrisa antes de volver a mirar al frenético director de la obra.
—Estamos listos.
—Oh... Me alegro que resolvieran sus problemas... ¡Pero hay un público esperando! ¡Corran, corran!
Conseguí guardar la uñeta de Dean en mi bolsillo mientras ambos nos apresurábamos por recorrer el detrás de bambalinas y llegar a la entrada del escenario en la que la esposa del director ya presentaba todo a la audiencia.
Todos nuestros compañeros que interpretaban tanto a T-Birds, Pinkladies u otros personajes de Grease se encontraban en el escenario, solo faltábamos nosotros.
—Y sin más preámbulos, les quiero presentar a Danny Zuko y a Samy Olson.—exclamó orgullosa la rubia, desatando una oleada de aplausos por parte de la audiencia.
—Es la hora.—murmuró bajito el castaño, antes de mirarme nervioso.—¿Estás seguro que podrás?
Me le quedé viendo por una milésima de segundo, y como siempre, no pude evitar sonreír.
—¿Listo para el show, stud?
Mi pregunta le hizo sonreír de lado, siendo aquella sonrisa que siempre reconfortaba mi corazón incluso en las peores circunstancias.
—Hey, Zuko.—exclamó Kenickie, con sus brazos rodeando la cintura de Rizzo y mirando por sobre su hombro de forma incrédula.
A lo lejos estaba Danny, con un sweater deportivo rojo sobre su usual vestimenta negra caminando entre la gente del carnaval. Sus amigos reían incrédulos incluso al verlo caminar hacia ellos.
—Tienes que estar bromeando.—agregó un todavía incrédulo T-Bird.
—¿Qué es esto? ¿Halloween?—exclamó Doody, soltando a Frenchy y acercándose también.
—Bueno, ustedes siguen lo que quieres y yo entré al equipo de atletismo.—dijo Danny, casi con una sonrisa obvia
Doody y Kenickie seguían incrédulos, mientras que Zuko se encontraba cómodo con lo que estaba haciendo.
—No puedo creerlo.—habló Doody.—Danny Zuko se convirtió en un deportista sin cerebro.
—Ha, ha, ha.
Zuko empujó ligeramente a Doody, mientras que otro de los T-Birds le tocaba el hombro y lo hacía voltear.
—¿Qué haces? ¿Acaso nos cambias por una chica?
Danny apretó sus labios, para a continuación atraer a sus amigos y abrazarlos amistosamente.
—¿Saben chicos? Ustedes significan mucho para mí. —comenzó a decir.—Pero Samy también. Además, no quiero ser la misma cosa todo el tiempo. —alzó sus manos.—Es aburrido.
Sin embargo, Doody y Kenickie habían dejado de escucharlo y tenían su mirada en dirección a la puerta. En mi dirección.
Escuché chiflidos, al mismo tiempo en que Danny giraba sobre sus talones y encontraba conmigo apoyado en aquella puerta.
Caminé sobre mis zapatillas rojas, manteniendo la chaqueta de cuerina cerca de mí y el cigarrillo entre mis labios, sin apartar mis ojos del estremecido T-Bird que parecía haberse quedado sin palabras.
Su mandíbula casi había caído cuando exclamó: —¿Samy?
Pero terminé por detenerme frente a él con coquetería, mirándole de pies a cabeza antes de quitarme el cigarrillo de la boca y murmurar:—Ese es mi nombre, galán.
La melodía tan familiar de You're the One that I Want dio inicio, siendo señal para que todos nos moviéramos a lo largo del escenario siguiendo la rutina que tanto tiempo habíamos practicado.
Mi voz salía melodiosa y siguiendo la tonada, complementándose con la de Dean an cada una de las estrofas en tanto nos movíamos a la sincronía de los pasos de baile del otro. El público estaba atento y gritaba con emoción, al igual que pude ver la sonrisa amplia del director de la obra junto a su esposa.
Las manos de Dean me mantenían firme, incluso cuando creí que podría tropezarme y estropearlo todo. Pero, incluso si pensaba en eso, otra parte de mí se encontraba tan concentrada en su sonrisa y el tacto de su piel que no temía al posible fracaso o a cometer cualquier tipo de error.
No tenía miedo.
La música se detuvo y fui atrapado entre los brazos de Dean, con sus manos en mi cintura y nuestros rostros a tan solo centímetros el uno del otro, desatando los aplausos de la audiencia. Sonreí brevemente hacia el castaño, el cual respondió de la misma manera antes de soltar lentamente sus agarres y que imitásemos a todos nuestros compañeros en la reverencia frente a nuestros espectadores.
Mi corazón latía con fuerza, pero no podía dejar de sonreír.
Seth era abarazado por Randy y Paige, mientras que los demás también celebraban incluso si no eran de la misma lista. Incluso, al mirar a la gente en la tribuna, logré visualizar a mi madre en las primeras filas. Aplaudía con una amplia sonrisa en su rostro.
La fémina movió su mano al verme, a lo que me atreví a sonreírle suavemente antes de que Rusev viniera a quitarme el aire con su abrazo.
—¡Fue espectacular!
—¡Asombroso!—corrigió el actor de gafas de sol y sonrisa perfecta de comercial.—Chicos, en serio estuvieron espectaculares. Los felicito.
—Vamos, cariño. Podemos hacer más que eso.—lo codeó la rubia platinada antes de mirar a sus recientes actores tras cambiarse de vestuario. Sonriente agregó.— ¡Fiesta de pizza para todos!
Mis compañeros aplaudieron y gritaron animados, comenzando a buscar sus cosas para seguir a la reluciente pareja fuera del auditorio casi vacío.
Sin embargo, incluso si ya tenía mi mochila al hombro y llevaba mi habitual sudadera y botas, mi mirada vagaba por el lugar en busca de cierta persona.
—¿No vienes, Roman?—preguntó la morena siendo abrazada por su tatuado novio de mirada intimidante.
—Puedo llevarlos en mi camioneta.—agregó Randy con su mano e la del bicolor.
—C-Claro, es que yo...—mis palabras se perdieron solas en tanto seguía mirando frenéticamente a mi alrededor.— ¿Han visto a Dean?
—¿A Ambrose?—habló Black, para luego bufar.—Se fue hace como diez minutos, Lista A.
Diablos...
—Oh.—fue lo único que logré articular.
No podía mentir, estaba decepcionado.
—Creo que dejó algo para ti en el tocador de maquillaje.
—¿Algo para mí?
Seth asintió para confirmar lo que decía, para acto seguido seguir a Randy luego de que Zelina me indicara que esperarían afuera.
Con mi mochila aún al hombro, caminé hacia el tocador de maquillaje con las pequeñas luces aún encendidas.
Rápidamente me encontré con un ramo de rosas envuelto en un bonito papel, se veían frescas y pude sentir mis mejillas ruborizarse con solo pensar que aquel detalle era solo para mí. Entonces, dándole una mirada más detallada, pude bver que debajo había una nota.
No perdí más tiempo y la tomé, encontrándome con la desordenada letra del rey de la Lista F.
—Felicidades, Lista A. Lo hiciste estupendo. Solo desearía que dejases de intentar actuar como el emperador Romano que crees haría orgulloso a tu padre y pudiese ver más al Roman por el que renuncié a mi maldita corona...
—Dean...
Las cosas aún eran un desastre entre nosotros... Pero esta vez no pensaba huir.
No de nuevo.
¡Miren quién volvió! Estoy muy contenta por regresar y traerles por fin este capítulo que, aunque no contiene mucho Ambreigns por obvias razones, sí nos lleva derecho a lo que es nuestro gran final de List A.
Quiero agradecer de corazón a todos aquellos que me mensajearon, comentaron y enviaron energías cuando pasaba por mi mal momento hace un tiempo atrás. Se les quiere un montón <3
Ya estoy de vuelta y tengo dos semanas de vacaciones, lo que significa ACTUALIZACIONES... Y espero que el final de List A ¿quién sabe?
Quiero saber sus opiniones ¿qué esperan de este gran final? ¿Quién creen que será la pareja de Dean para el baile? ¿Qué opinan de las decisiones de Naomi? Los estaré leyendo e intentaré responder todo lo pendiente mañana.
Se despide, Rock.
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