Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

25. Lista F por un día

ANTES DE EMPEZAR. Por primera vez en la historia, una cosita va a cambiar. En algunos capítulos se repetirá la narración de Dean, como en este, y en los siguientes la de Roman. Esto lo hice solo por el hecho de que pasan cosas que prefiero se vean del punto de vista de Dean en este momento de la historia. 

Como he dicho varias veces, si me comentan con el tema de que follen... Lo ignoraré :) Así de simple. Ya les dije que eso pasará, no les diré cuando, pero pasará. No volveré a repetirlo porque, sinceramente, estoy cansada de que me lo repitan o me vengan a corregir. 

Eso era todo lo que quería acotar, además de que gracias por todos sus comentarios :) No voy a dar spoilers, solo espero que disfruten los siguientes capítulos porque empieza la cuenta regresiva. 

—¡Estas son las últimas cajas!—exclamó Seth, empujando la puerta como podía al llevar a sus espaldas a la pelinegra de piel pálida.—¿Te han dicho que pesas un montón, Paige?

—Esa no es la forma de hablarle a una dama, Sethie.—canturreó con un caramelo en su boca y sonriendo burlona. 

—Te he dicho mil veces que no me llames así.—gruñó por sobre su hombro hacia la porrista.

—Pero Randy te llama así.—replicó, sin dejar de morder el caramelo de regaliz negro entre sus labios.— ¿O es acaso el apodo que usa cuando te la...?

Se interrumpió con un chillido cuando Seth la dejó caer de su espalda, dejando que cayera sobre su culo en la alfombra del club. Volvió a erguirse con total seriedad, ajustando sus gafas como si nada hubiese pasado y preocupándose por el par de cajas que cargaba. 

—Te lo advertí.—agregó, para a continuación seguir caminando al interior del salón con las cajas. 

Paige se sentó en el suelo, mirándole con su irritado ceño fruncido. 

Traté de aguantar una carcajada a duras penas al encontrarme abriendo unas cajas cerca de mi escritorio.

—Carajo ¿cómo es que este gruñón consiguió novio y yo no consigo lo que quiero?—se quejó, al mismo tiempo en que se apoyaba de sus manos para ponerse de pie.—Es una puta injusticia.

—¿Y por qué no la invitas al baile?—preguntó Orton, dejando otro par de cajas en el suelo.—Creo que es una buena oportunidad. 

—Oh, por supuesto.—exclamó, sin embargo no con verdadera alegría mientras apartaba su cabello largo de sus hombros con su mano.— Voy a ir a buscarla ahora mismo y le voy a decir "Hey, Nikki. Creo que pierdes el tiempo siendo acosada por el hijo de puta de tu ex, ¿por qué no sales conmigo? Ya que estoy babeando por ti desde primer año de secundaria y me pareces la chica más maravillosa del mundo. ¿Te gustaría ir al baile conmigo y luego que seamos malditamente felices por siempre?"

—Sí, algo así.—se encogió de hombros el tatuado. 

—Me pareció bastante convincente.—agregué, uniéndome a su conversación sin alejar mis manos de la caja a medio abrir. 

—Odio estar de acuerdo con Ambrose...—murmuró Seth, con un encoger de hombro también y mirando a Paige con un fruncir de labios.—Pero a mí también me pareció bastante convincente. 

Paige soltó un par de carcajadas, pero rápidamente reemplazó esa sonrisa falsa por una expresión irritada y seriedad en su rostro. 

—Claro, jódanse chicos. 

La pelinegra escupió aquello, caminando hacia el otro extremo del salón y tomando asiento de forma irritada sobre la mesa vacía del fotógrafo del club. 

Miré a Randy y a Seth, pero ellos solo se encogieron de hombros una última vez y volvieron a encargarse del último montón de cajas con los anuarios. 

Luego de tanto trabajo con la obra, habíamos milagrosamente logrado terminar el anuario a tiempo y ya estaban listos para ser repartidos a todos los alumnos de la escuela. 

—Lo siento, nena.—comenzó a decir mi novio, ganándose la mirada de todos en el club, incluyendo la mía. Le sonreía de lado a mi mejor amiga mientras terminaba de ordenar una torre de libros color rojo oscuro en perfecto estado sobre su escritorio.— Pero creo que ellos tienen razón. 

Paige abrió sus ojos alarmada, mirándole completamente estupefacta. 

—No puede ser. Roman ¿tú también?—gruñó, para a continuación soltar un bufido.—Todos ustedes están locos. 

—Deberías considerarlo, Paige.—insistió Randy.—El baile es la mejor oportunidad que tienes para invitar a salir a Nikki. 

Incluso si Paige rodó los ojos y cerró la boca de más quejas, la conocía lo suficiente para saber que sí lo estaba considerando. 

El baile...

Con todo lo de la suspensión, mi relación y la obra ni si quiera me había detenido a pensar sobre ello. La verdad es que todo eso de invitar a alguien, vestirse como muñeco de bodas y los ramilletes para las chicas nunca me había llamado la atención. Además, corría el rumor que muchas de las chicas en la escuela esperaban ese momento para perder su virginidad. 

No que fuera importante para mí, pero era lo que escuchaba de vez en cuando. 

Aunque... No podía evitar pensar en cierta manera acerca de Roman y la noche del baile...

—Hablando del baile y todo eso...—habló el bicolor, sacándome de mis pensamientos.— Nos queda... ¿Cuánto?—frunció el ceño, como calculando algo.— ¿Tres semanas para la graduación?

—Nope.—respondió Roman, haciéndome enarcar una ceja hacia él.—Quedan dos semanas y cinco días exactamente. 

Una carcajada se me escapó y Rollins solo miró a Randy con un fruncir de labios. 

—Parece que alguien ha estado contando.—comentó Rollins. 

—Hey.—sonreí hacia él, golpeándole ligeramente en el brazo.—Esa expresión es mía. 

Roman rió suavemente, relamiendo sus labios antes de susurrar:—Tal vez he pasado mucho tiempo contigo. 

Joder. Este tipo en serio iba a matarme. 

No podía evitar sonreír ante esa adorable sonrisa y sus ojos grises destellando con felicidad, conformándome con dejar que su brazo se apoyara por sobre mis hombros y me atrajera hacia él. A continuación, sentí los labios de Roman dejar un suave beso en mi sien mientras me apegaba a su pecho. 

—Aw, son adorables, chicos.—dijo Paige, mordiendo otro caramelo ya que el de antes se había quedado en el suelo. 

—Ugh.—murmuró asqueado el bicolor.—A lo que iba, antes de interrumpir con esto, es que nos queda muy poco para salir de aquí y... ¿Han pensado qué quieren hacer?

Mi garganta se hizo un pequeño nudo y sentí cierta presión en mi estómago ante el asunto. 

No era un tema muy fácil de discutir para mí. 

Sin embargo, el silencio en el que nos habíamos visto envueltos fue interrumpido por la pelinegra con mechas azules que se aclaró la garganta y levantó su mano como si pidiera la palabra en clases.

—Me abstengo a participar en esta conversación por temas de dificultades y que no me siento lo suficientemente cómoda para tratarlo. 

Parpadeé ante su evidente uso de vocabulario extenso, girando a ver a mi novio con la posible inocencia inquisitiva en mis ojos. 

—¿Me traduces, Rome?

—¡Que no voy a hablar de esa mierda, idiota!—gritó Paige, antes de que Roman pudiera si quiera decir algo. Suspiró, retomando el habla un poco más tranquila después de gritarme.— Después de lo de mi padre y que por fin puedo tomar el control de mi vida, creo que necesitaré tiempo para saber a lo que quiero dedicarme el resto de mi vida. Así que paso, por ahora.

Se las arregló para sonreír, incluso si sabía que era un tema difícil para ella. 

—¿Y? ¿Qué hay de ustedes?—agregó, quitando lo tenso a la conversación y señalando a Seth y Randy.— De seguro que ya lo saben. 

Rollins sonrió de lado, quitándose brevemente los lentes para limpiarlos con el extremo de su camiseta. 

—Quiero ser escritor.

—Oh.

—Pero no solo un escritor.—agregó, colocándose sus gafas de vuelta y sonriendo orgulloso.—Quiero ser un escritor que marque la vida de los otros, uno que se mantenga en el anonimato pero al mismo tiempo sea realmente reconocido y cambie al mundo. 

—Algo así como Stephen King ¿no?—le comentó Randy, haciéndole sonreír encantado. 

—¡Exacto! ¡Quiero ser alguien que pueda ayudar al mundo a través de las palabras!

El tatuado sonrió de lado, justo antes de acercarse brevemente al bicolor y besar su mejilla. Este no tardó en borrar su sonrisa, al mismo tiempo en que su rostro se enrojecía. 

—Estoy seguro que lo conseguirás, Sethie.

Paige sonreía mirándolos, mientras que el muchacho se ponía cada vez más rojo como una cereza. 

—¿Qué hay de ti, Randy?—lo sacó de su ensueño, llamando inmediatamente su atención.— ¿Alguna idea? 

Por alguna razón, el chico de cabeza rapada tomó una respiración y pareció tensarse ante la pregunta. 

—¿Estás bien, Orton?

—S-Sí, estoy bien.—asintió hacia mí.—Es solo que... No lo decidí hace mucho en realidad y... en cierta manera me da algo de vergüenza. 

—Vamos, hombre.—lo incentivó Roman.—Puedes decirnos. 

—Sí, Randy.—se unió Paige.—Sabes que puedes confiar en nosotros. 

Orton se quedó en silencio por un par de segundos, pareciendo debatirse consigo mismo respecto al tema. Pero, tras darle una mirada al chico bicolor a su lado y que este le sonriera reconfortante, el tatuado dejó salir una breve respiración y volvió a abrir la boca. 

—No muchos lo saben pero... Me gusta dibujar, hacer bosquejos. 

Mis ojos se abrieron un poco, ya que eso me impresionaba incluso a mí. 

Orton siempre fue alguien reservado, lo único que sabía era que leía mucho y que era bastante tranquilo la mayoría del tiempo. 

Era como si lo hubiese estado conociendo solo desde hace unos meses. 

—Me gustaría hacer algo con esos diseños.—continuó, viéndose cada vez más cómodo de compartir su decisión.—Tal vez... No lo sé, dedicarme a los tatuajes. 

—Tatuador.—sonrió Paige, cruzándose de piernas sobre el escritorio y mirándole reconfortante.—Me gusta, te sentaría hacer sufrir a la gente con tu arte. 

Una risa se nos escapó a todos, antes de que Seth girara hacia nosotros. 

—Roman...—sonrió ampliamente el bicolor.— Bueno, creo que eso ya lo sabemos todos. Profesor de matemáticas. 

El moreno dejó salir una risa ronca, sin dejar de abrazarme por los hombros. 

—Es lo que siempre quise hacer y no pienso cambiar de idea.—dijo con verdadero orgullo. 

No obstante, aquello hizo que sintiera mi pecho más oprimido y que la idea se hiciera más y más complicada para mí. 

¿Qué es lo que quería hacer?

Nunca me detuve a pensar en ello en realidad. En algún momento, mi futuro solo fue Renee en algún momento... Pero sentía que no había otra cosa a la que realmente quisiera dedicarme. 

Y ahora, eso seguía igual. Sentía que podría arruinar mi sueño si es que en realidad tuviera uno. 

Lo arruinaría, como el resto de las cosas en mi vida. 

—¿Dean? 

Parpadeé, regresando en mí para encontrarme con todos mirándome confundidos. 

Mierda ¿cuánto tiempo me quedé pensando como un imbécil?

—¿Estás bien, cariño?—preguntó Paige desde su lugar. 

—Te quedaste ahí como un idiota.—comentó Seth, recibiendo un suave codazo de parte del tatuado.—¿Qué? Eso parecía. 

No pude decir nada, ya que sentía que incluso tomar aire era difícil en ese momento. 

Sin embargo, en el momento en que las manos de Roman tuvieron contacto con mis hombros cubiertos por la chaqueta no pude evitar alzar la mirada y encontrar la suya preocupada. 

—Oye, no tienes que hablar de esto si no quieres.—murmuró, lo suficientemente alto para que solo yo lo escuchara. Su voz ayudaba a calmarme, al igual que sentir su toque gentil y sus ojos en los míos.— Está bien si no sabes qué hacer aún. 

—Bueno, la verdad es que "bien" no lo está del todo.—comentó nuevamente el bicolor de gafas haciendo comillas con sus dedos.— No nos queda mucho tiempo y deberías saber qué harás cuando salgamos de aquí y...

Pero sus labios dejaron de moverse cuando Orton colocó ambas de sus manos sobre la boca del Lista A, apegándolas gentilmente sobre esta para que guardara silencio. 

—Cielo, creo que estás mejor callado por ahora ¿sí?—le dijo con gentileza, pero no pude evitar rodar un poco los ojos. 

Estaba acostumbrado a evitar los temas que me pusieran nervioso o me causaran la ansiedad que me apretaba el pecho. Y pensar en mi futuro era claramente una de ellas. 

Volví a mirar a Roman, aguantando un bufido antes de apartar mi mirada de la suya una vez más. 

—No, no es... Es complicado.—logré balbucear, incluso entre dientes y con mi garganta hecha un nudo.—Ustedes tienen... talento, algo en lo que son buenos y con eso pueden triunfar en su vida. 

Mis amigos guardaron silencio, mirándose brevemente con cierta inquisición mezclada con preocupación por mis palabras. 

—Seth, yo he leído las mierdas de artículos que has escrito. 

—Oye.—consiguió quejarse, una vez que pudo quitarse las manos de Randy de encima de su boca. 

—Pero escribes malditamente bien, tienes talento.—continué, ignorando su queja. 

Por primera vez, en todo ese tiempo en que nos conocíamos, Rollins se quedó brevemente perplejo hasta dejar que sus labios fruncieran una pequeña sonrisa hacia mí. 

—Gracias, Ambrose.

—Orton, también te he visto dibujando en clases y eres bueno.—agregué, ganándome una sonrisa de lado como agradecimiento. A continuación, giré lentamente sobre mis talones hasta encarar al moreno que tenía sus brazos a mi alrededor.—Rome... Tú eres un genio, te esfuerzas en todo y estoy seguro que si lograste enseñarme a mí, serás el mejor profesor del mundo. 

Sus labios se movieron, pero sin soltar palabra mientras sus ojos estaban en los míos. 

—Ustedes tienen talento, yo no y...

—Tiene que ser un maldito chiste.

Aquel gruñido por parte del rey de la Lista A al unísono con Randy y Paige me sacaron de contexto, interrumpiéndome y causando que frunciera una mueca inquisitiva. 

—Dean.—comenzó Rome, mirándome con casi incrédula exasperación.— ¿Acaso no lo entiendes? Tú sí tienes talento. 

—¿De qué hablas?

—¡La música, tarado!—se unió la pelinegra.— Lo que hiciste en el partido, se nota que disfrutas todo lo que tiene que ver con bailar, cantar y esa mierda. 

—Lo siento por decirlo, hermano. Pero Paige tiene razón.—agregó Randall, llamando mi atención.— Te he visto algunas veces cuando tocas la guitarra y la forma en que cantaste con Roman hace días también demuestra que tú tienes talento. 

—Por favor, no te quites el crédito de algo en lo que sí eres bueno. 

Por alguna razón, sentía que sus palabras calmaban esa presión en mi pecho pero de alguna manera hacían que quisiera llorar. 

Las manos de Roman dieron un pequeño apretón a mis hombros, bastando para que volviera a verlo con mis labios apretados y mi corazón acelerándose. 

—Tienes talento, Deanie. Acéptalo. Aunque no quieras mostrarle al resto, es algo en lo que sí eres bueno y eso podría ser tu futuro... Pero solo si te das la oportunidad a ti mismo de triunfar. 

¿Ser músico? Nunca me lo había imaginado. 

Sin embargo, la idea de tener una banda, cantar en un escenario frente a varias personas y que lo disfruten... No sonaba nada de mal. 

—Admito...—murmuré luego de segundos casi eternos de silencio.—Admito que suena genial. 

Roman me sonrió, dejando que mis labios copiaran aquella expresión y mi pecho se reconfortara con ello. 

—Suena tonto, pero me imagino siendo vocalista o guitarrista teniendo un profesor de matemáticas a mi lado.—solté una carcajada.—Una locura ¿no?

No lo había notado hasta entonces, pero Roman se me había quedado viendo paralizado. 

—¿Por qué me miras así?

—Es que...—balbuceó, soltando una respiración casi incrédula antes de seguir.— Lo dijiste como si pensaras en... nosotros juntos durante muchos años. 

La idea volvió a mi cabeza y me sentí como un idiota. Pero en la buena manera. 

No dudé en sonreír.

—¿Y qué tiene eso de malo?

Podía ver el rojo coloreando sus mejillas, pero estas se levantaban por la inminente sonrisa en sus labios. Aquella sonrisa que sí me gustaría ver durante muchos años de mi vida, incluso en mi futuro si no sabía muy bien del todo lo que quería hacer. 

Estaba seguro de querer a Roman en él.  

—Lamento interrumpir pero, ¿No debería Rusev estar aquí?

El club permaneció en silencio por la acotación de la pelinegra, incluso Roman y yo nos miramos inquisitivos antes de voltear hacia nuestros amigos.

Sin embargo, ninguno de nosotros parecía tener una idea clara de las razones para su ausencia, tampoco lo habíamos visto luego del ensayo matutino y las clases previas. 

—Un minuto... ¡Ese gigante sin cerebro debería estar aquí!—exclamó molesto Rollins.— ¡No pienso hacer su trabajo gratis!

—La idea es que esté aquí.—se unió mi novio a la escena, alejando suavemente sus brazos de mí y concentrándose en los demás tras ganarse la atención de todos aquellos en el salón.— No recuerdo la última vez que hablamos o que asistió al club. 

Levanté mi mano por sobre mi cabeza tímidamente, como si estuviese pidiendo permiso para hablar en clases. 

Ha, como si eso fuera a suceder. 

—Uhm... Tampoco ha tomado fotografías, sus cámaras empiezan a agarrar polvo ahí en el rincón. 

Los chicos miraron brevemente hacia el escritorio lleno de cajas con anuarios en el que el grandote debería estar, pero su ausencia podía sentirse significativamente. 

Incluso Randy y Paige que no eran parte del club de periodismo habían accedido a ayudarnos en cuanto nos vieron cargando un montón de cajas al salón. Pero de Rusev ni señales había. 

—Lo buscaremos luego.—sentenció el capitán del club, dirigiéndose a su escritorio.—Tenemos que organizar todo si queremos entregar los anuarios mañana. 

—¿Necesitarán ayuda, guapos?—preguntó la pelinegra, dando un saltito para bajar del escritorio.—Ya es la hora de nuestra práctica, pero puedo pedirle a Lana que me cubra mañana si lo necesitan. 

Roman le sonrió de lado. 

—Gracias, Paige. Pero no voy a aprovecharme así.—le agradeció de todas formas.—Estaremos bien, no te preocupes. 

—El cabeza de repollo con cara de idiota tiene mi número.—exclamó, indicándome con su dedo mientras yo le enseñaba el dedo corazón con molestia.— En caso de que me necesiten. 

El rey de la Lista A asintió, con una pequeña sonrisa agradecida en su boca cuando la puerta fue abierta con suavidad y Naomi se asomó con sus pompones bajo el brazo y mirándonos como si buscara algo. 

—Hey, chicos.—nos saludó rápidamente, para a continuación concentrarse en el par de miembros del equipo de fútbol.—Paige, Orton, el entrenador dice que ya los ha esperado demasiado. Nos castigará si no se apresuran. 

—A la orden.—dijo Paige, agarrando sus cosas del rincón del club y dando un trotecito por el club.—¡Nos vemos luego, guapos!

Tras chocar su mano luego de que la extendiera en mi dirección, se apresuró a salir del club. 

Randy también tomó sus cosas, besando rápidamente al bicolor que se disponía a trabajar pero se quedó paralizado ante la despedida del jugador de fútbol. 

Naomi los esperó hasta que ambos salieran del club, sonriéndole a Roman al susurrar un rápido saludo y disponiéndose a retirarse también. 

Pero cuando giró sobre sus zapatillas sin quitar sus manos del umbral de la puerta se topó de frente con el Búlgaro de seria mirada que se quedó de pie frente a ella. 

La morena se vio notoriamente más tensa, pero se las arregló para hablar luego de quitar su mano de la puerta y seguir erguida frente a él. 

—Hola, Rusev.—dijo, no sonando ni divertida ni molesta como la mayoría de las veces en que ambos interactuaban. Más que otra cosa, sonaba realmente apagada.  

—Hola, Naomi.—contestó, casi en el mismo tono que la chica de cabello oscuro. Guardó silencio un par de segundos, retomando el habla luego de aclararse la garganta con suavidad.—El entrenador...

—Ya lo sé.—lo interrumpió con brusquedad.

Y sin otra palabra, la chica A pasó por el lado del fotógrafo y desapareció de nuestro campo visual. 

Pude ver al grandote seguirla con la mirada por un rato, hasta finalmente volver al frente y soltar un suspiro mientras ingresaba al club de periodismo. 

No verlos discutir o bromear, e incluso gritarse apodos, era la cosa más extraña del mundo. Y supe de inmediato que tanto Seth como Rome pensaban lo mismo luego de que Rusev cerrara la puerta detrás de sí. 

—¡Bueno, Aleluya!—exclamó Seth antes que cualquiera de nosotros.— ¡Pensamos que no te dignarías a aparecer, gigante de poco ceso! 

Esperé que golpeara el escritorio de Seth, o que le gritara un insulto en su lengua natal. 

Nada pasó. 

Rusev solo se encaminó cabizbajo en dirección a su escritorio tras soltar un suspiro cansado. 

Giré a ver a Roman, viéndome tan confundido como el antes asustado bicolor que no se llevó ni un grito por lo que dijo. 

Definitivamente había algo mal con él. 

—Uhm... ¿Rusev?

—¿Qué?

¿Ni "jefesito"? Ni siquiera giró a verlo, joder. 

¡Devuélvanme al Rusev bruto, por favor!

—¿Qué tienes?—insistió el rey de la Lista A, ignorando el hecho de que el Búlgaro ni siquiera le prestara atención al caminar a su lugar y quitar bruscamente todas las cajas que le impedían el paso.— No te apareciste en todo el día, ni viniste a ayudarnos con los anuarios. 

—¡Sí! ¿¡Acaso crees que haré tu trabajo gratis, gigante apestoso!?—gritó nuevamente el chico de gafas de marco grueso. 

No obstante, tampoco dio resultado. Rusev no soltó su ira ni tampoco algún comentario en su contra. Solo se dejó caer agotado en su silla giratoria y cerró sus ojos mostrando lo exasperado que se encontraba. 

—Okay, basta.—agregó Seth, dejando caer sus brazos frustrado.—Me rindo con él. No se parece nada al Rusev brusco que me saca la madre cada vez que intento molestarle. 

—Provocarle no es el mejor plan en el mundo, Seth.

—Pero sí dio resultado.—no tardé en sentir la mirada de regaño de mi novio, haciéndome abrir los ojos y parpadear varias veces.—D-Digo, nos ayudó a saber que algo está mal con el grandote ¿no?—aclaré. 

Roman solo suspiró, negando con la cabeza antes de volver a dirigirse al cabizbajo chico en su silla tras el escritorio. 

—Rusev, ¿vas a decirnos qué es lo que ocurre?

—Sí, amigo.—comenté, tratando de ayudar.— No te ves nada bien. 

El Búlgaro frunció sus labios, antes de girar levemente en su silla y encontrarse con nuestras miradas. 

Se le veía afligido, como si algo en serio le molestara y no pudiera expresarlo. 

—Tiene que ver con el baile.—comenzó a hablar, sonando ronco en un inicio.—Iré al baile con Lana. 

Nos quedamos callados, pareciendo un silencio que duraría para siempre. 

—Uhm... ¿Yupi?—murmuré alzando ligeramente uno de mis puños, pero no causó reacción alguna. 

—¿No deberías estar feliz?—preguntó el bicolor.— Siempre te pones feliz cuando tiene que ver con Lana. 

—Ugh ¡Ya lo sé!

De pronto había recuperado la voz, gritando antes de volver a bajar la mirada exasperado y respirando de la misma manera mientras apretaba sus puños sobre sus muslos. 

—Es solo que... No lo sé, no me siento yo mismo últimamente. 

—¿De qué hablas, Rusev?—preguntó Roman ya preocupado.—¿Hay algo que no nos estés...?

Pero, al instante que el moreno se dispuso a caminar hacia él, lo detuve del brazo y lo miré simplemente apretando mis labios y adelantándome. 

—Creo que yo tengo una idea de lo que ocurre.—comencé a decir, para luego caminar hacia el afligido grandote. Una vez que estuve frente a él, estiré mi mano y la apoyé en su hombro amigablemente. Rusev no tardó en levantar tímidamente la mirada.—Viejo, quiero que sepas que Lana es una de mis mejores amigas y la quiero un montón... Pero se está comportando como una verdadera perra. 

Sentí cómo su cuerpo se tensó y apretó la mandíbula con furia. 

—N-No es mi intención ofenderla o que me mates, en serio. —me apresuré a agregar.—Pero ella misma me ha dicho lo mucho que quiere cambiarte.

—¿Que ella qué?—exclamó alarmado el bicolor a mis espaldas. 

Rusev relajó su expresión, evitando mi mirada al murmurar:—Ella dijo que quería ayudarme. 

—No, amigo. Ella te está cambiando.—insistí.—Solo mírate.—extendí mi mano, señalando a él mismo.—Ya no tomas fotografías, rara vez vas a las prácticas de fútbol, ya no gritas o actúas como siempre... No eres tú. 

—Dean tiene razón, Rusev.—Roman robó su atención, pareciendo que los ojos del grandote brillaran con cierta desesperación.— No estás siendo tú mismo y se nota que eso te molesta. 

—Pero... ¿Qué pasa si pierdo a Lana?

Me las arreglé para sonreír delicadamente, dándole un apretón gentil a su hombro para que volviera a verme. 

—Lana es una gran chica... Pero si no te acepta como eres, grandote, no es la indicada.—susurré, viendo cómo su mirada bajaba otra vez.—Sabemos lo mucho que la has admirado y que crees que es perfecta, pero hay veces que la fantasía solo logra cegarte y eso puede pasar con Lana. 

—¿Desde cuando el cabeza de pepino es tan sabio?

Consiguió que soltara una risa, al igual que los otros miembros del club en cuanto levantó la cabeza y soltó otro suspiro. 

—Sigo... enamorado de ella, pero quiero ser yo mismo.

—Hazlo.—asentí.— Lana tiene que ver lo genial que eres, grandote.

No me esperé que el Búlgaro se levantara de su silla repentinamente, acercándose a mí y rodeándome fuertemente con sus brazos al punto que solo la punta de mis pies tocaba la alfombra del salón. 

—Wow...—me las arreglé para murmurar, esforzándome por alargar mis brazos y rodear su espalda mientras dejaba un par de palmaditas sobre esta.—Tranquilo, amigo. Está bien...

—Gracias, Dean. 

Por alguna razón, me dio gusto que me llamara por mi nombre y se le viera más tranquilo luego de contarnos. 

Por otro lado, parecía que fuera a romperme las costillas y el aire se me hacía difícil de asimilar. 

—Rusev... Me estás rompiendo los huesos...

Tras mi balbuceo, Rusev me soltó bruscamente pero conseguí volver a tocar el suelo con mis pies casi en un saltito. 

—P-Perdona.—negué, preocupándome por recuperar el aire. El Búlgaro me regaló una gran sonrisa, para a continuación girar a ver a Seth.— ¡Oye, pulga de mar! ¡Devuélveme mi gorra y quédate quieto, que me debes una buena tunda por lo que dijiste!

—¡S-Solo estaba tratando de ayudarte! ¡Aléjate de mí!

Sonreí de lado al ver al Rusev que conocíamos regresar en gloria y majestad, al mismo tiempo en que Roman me abrazaba de la cintura y estiraba su puño frente a mí. 

No dudé en chocarlo mientras continuaba viendo al Búlgaro discutiendo con el bicolor con las curvaturas de mi boca alzadas. 

Bajé lentamente la velocidad en que viajaba, aparcando mi motocicleta a un lado de la pandereta antes de apagar por completo el motor y que la vibración bajo mi cuerpo de apagara. Solté una pequeña respiración, a la par en que estiraba mi pie y terminaba de detener el vehículo. 

—Te dije que estarías bien.

El moreno detrás de mí había alejado sus brazos antes enredados alrededor de mis caderas, concentrándose en quitarse el casco negro de la cabeza y dejando que su cabello algo alborotado volviera a caer sobre su espalda. 

Me miró irritado, entregándome el casco.

—Sigo creyendo que conduces como un loco. 

—Pero un loco que amas ¿no es así?

Incluso si me burlé de él y continuara tratando de verse molesto, podía ver cómo ocultaba su sonrisa mientras bajaba de la moto. 

—No puedo negarlo. 

Sonreí encantado, apoyando uno de mis codos sobre el volante de la motocicleta y mirándole con mi mejilla contra mi puño. 

—Así que...—comencé a decir, ganándome su mirada en tanto acomodaba la mochila sobre su hombro.— ¿Te veré mañana?

—¿Qué clase de pregunta es esa?—se encogió de hombros con obviedad.—Claro que sí. Tenemos clases, hay que repartir los anuarios, tenemos que ir a ensayar la obra y...

—No, tarado.—lo interrumpí, a lo que solo me miró confundido.—Me refiero si podíamos pasar un rato juntos mañana. Ya sabes... ¿Almorzar juntos tal vez?

Mi corazón dio un salto cuando vi sus mejillas sonrojarse ligeramente, al igual que sus labios estirándose lentamente en una sonrisa. 

—Suena a una cita. 

—Joder, las citas contigo son lo mejor. 

Roman rió, al igual que yo no podía dejar de mirarle sin sonreír. 

Vi cómo se disponía a inclinarse hacia mí, a lo que acerqué mi mano hasta su mejilla y cerré los ojos, esperando que sus labios chocaran con los míos. 

—¿Llevas todo?—dijo una voz femenina no muy lejos de nosotros.

—Sí, cariño. Todo está listo, solo falta que me despida de Rome. 

En ese instante, ambos nos paralizamos. Pero fue Roman el que giró por sobre su hombro y se encontró con una imagen que hizo a su cuerpo tensarse y su pecho moverse más rápido por sus respiraciones. 

Me moví un poco para ver de qué se trataba, a lo que mi corazón dio un vuelco. 

Los padres de Roman se encontraban en el pórtico, su madre miraba preocupada a su hijo paralizado en medio de la acera. Pero lo que más llamó mi atención fue que el auto del padre de Roman tenía la puerta del portaequipaje abierta, dejando ver varias maletas en el interior que solo parecieron congelarle la sangre al moreno junto a mí. 

Wade estaba estupefacto, sin palabras ante la mirada de Roman. Sin embargo, este no tardó en susurrarme:—Te veré mañana, Dean. 

—E-Espera, Rome...

Sin hacer caso a mi llamado, se encaminó a pisotones en dirección a la puerta de entrada bajo la alarmada mirada de sus padres. 

—Emperador Romano, por favor déjame explicarte...—intentó detenerlo Wade, pero su hijo solo se quitó sus agarres de encima con gentileza y siguió su camino al interior de la casa. 

—Y-Yo hablaré con él.—balbuceó la madre del rey de la Lista A.— ¡Roman! ¡Roman, ven aquí!

Ella siguió el camino que Roman había tomado, dejando a Wade solo que terminara de acomodar su equipaje. 

No lograba entender por completo la situación. Sabía que Wade trabajaba en el ejército, por lo que tenía que marcharse muy seguido de casa. Pero Roman me había dicho que estaba acostumbrado a ello...

No podía dejarlo así. 

Dejé el casco a un lado, bajando de la motocicleta y aprovechando que el padre de Roman no estaba viendo para ingresar a la residencia Reigns. 

Fue una fortuna que dejasen la puerta abierta, por lo que no dudé en dirigirme escaleras arriba sin titubeo alguno. 

Podía escuchar a la madre de Roman llamarlo, pero me di cuenta que este había cerrado la puerta de su habitación y lo único que podía hacer era golpear esta con sus nudillos insistentemente. 

Me acerqué a la fémina de cabello lacio, se veía sumamente preocupada y frustrada por lo que estaba ocurriendo, pero no se rendía en darle una explicación a Roman. 

Una vez que me encontré a su lado, coloqué suavemente mi mano en su hombro, llamando su atención. Me miró igual de frustrada, al borde de las lágrimas. 

—No quería que se enterara así...—susurró con un hilo de voz.—Debimos decirle pero... No queríamos alterarle.

—Roman siempre dijo que estaba acostumbrado.—comenté, frunciendo levemente mi ceño con cierta confusión.— Pero ahora... No entiendo por qué le afecta tanto que su padre se vaya. 

—Wade se irá por más de un año.

Mi corazón dio un vuelco, y solo pude verla con mis ojos abiertos e intentando que mi mandíbula no cayera. 

¿¡Un año!? Incluso si estaba acostumbrado, era demasiado tiempo. 

Le fémina apretó sus labios brevemente, soltando estos y disponiéndose a continuar con su explicación:—Es solo un tiempo estimado, podría incluso ser más... Queríamos decirle a Roman, sabíamos que lo afectaría ya que Wade se perderá el estreno de la obra, su graduación... Se perderá muchas cosas que son importantes para él. 

Hacía bastante tiempo que no sentía el cariño de lo que era una madre o un padre, lo que Roman tenía a diario yo no lo había experimentado hace años. Sin embargo, el simple hecho de haber visto su cara antes de que corriera sin mirar atrás, hacía a mi pecho doler y aumentaba mi necesidad de que Roman abriera esa puerta. 

Era el rostro de alguien a quien le rompían lentamente el corazón. 

—Es culpa mía.—habló una vez más la fémina junto a mí, regresándome de mi breve ensueño y la mirara confuso.— Debí decirle la verdad, todo es mi culpa.

—Vamos, no.—respondí de inmediato, dándole un gentil apretón a su hombro.—Estoy seguro que ambos solo querían lo mejor para él, querían que estuviese tranquilo y se preparara para saberlo. 

La madre de Roman guardó silencio, tan solo soltando algunos suspiros y mirando a sus pies con suma tristeza. Se notaba que no dejaría de culparse por ello. 

—Detenga a Wade un momento.—agregué, llamando su atención al instante.—Yo hablaré con Roman. 

—¿E-Estás seguro de eso, Dean?—balbuceó nerviosa.— No quiero que ustedes se peleen por esto o...

—Nah.—sonreí de lado para tranquilizarla.—La mayoría me conoce por ser hincha pelotas de naturaleza, así que estará bien. 

La fémina se me quedó viendo por algunos segundos, pero finalmente relamió sus labios y se dispuso a hacer caso a lo que le pedí y bajar las escaleras. 

—¿Dean?

—¿Sí, señora Reigns?

Ella sonrió amable, dejando que sus pómulos se apretaran y su mirada se viera tranquila por un segundo. 

—Gracias por estar con mi hijo.—dijo sin dejar de mirarme a los ojos.—Eres un gran chico. 

Solo pude verla bajar las escaleras rápidamente, quedándome con cualquier cosa que pudiera responder ante eso. Pero no pude controlar que una sonrisa automática se formara en mis labios y sintiera que podría ayudar a Roman incluso en ese momento. 

A continuación, giré para encarar la puerta cerrada frente a mí. Acerqué mis nudillos vendados a la madera y golpeé esta un par de veces. 

—Quiero estar solo.—escuché del otro lado, sonando casi como un gruñido entre dientes. 

—¿De veras? Porque soy el único aquí y creí que nos habíamos prometido estar para el otro, emperador Romano.

Hubo una larga pausa por parte del chico encerrado en su habitación, a lo que no pude evitar suspirar profundamente antes de dar otro paso adelante y apegar mi mano sobre la madera de la puerta. 

—Roman, abre la puerta, por favor.—insistí.— No está bien que te quedes ahí molesto, emperador Roma...

Me interrumpí cuando la puerta se abrió, dejando ver al moreno de frustrada mirada y cabello algo revuelto que ya no estaba en su coleta. 

Solo miraba al suelo, manteniendo la puerta abierta entre nosotros. 

—Entra, pero no vuelvas a llamarme así, por favor.—murmuró, en una voz que casi se perdió en el silencio de la habitación. 

Roman alejó su mano del pomo de la puerta, dando media vuelta y volviendo a caminar por su habitación. 

Aproveché la oportunidad para entrar al cuarto, cerrando la puerta detrás de mí y siguiendo al moreno con mi vista. Este volvió a tomar asiento sobre su cama mientras su mirada permanecía perdida a lo largo del suelo. 

Sin decir nada, decidí imitarlo, sentándome junto a él y tratando de pensar en algo que sonara bien en esa situación. 

—Roman, escucha, tu papá...

—Se marchará por más de un año.—me interrumpió con frustración, su mirada todavía cabizbaja aunque me dedicara a buscar su semblante incansablemente.—Escuché a mi mamá a través de la puerta. No necesito saber más. 

—Sé que estás molesto, pero...

—¿Pero qué?—alzó la voz, sonando aún más molesto.— Entiendo perfectamente ¿sabes? Tiene que volver a combate, ninguno de los quiso decirme y es lo usual. Pero...—se detuvo, soltando una respiración antes de continuar.— Pero duele, mucho. Él se perderá mi graduación, no lo veré tal vez en años... Pensé que podría pero no. No puedo con esto, en serio no puedo. 

—Roman.—me apresuré por abrazarle por los hombros, incluso si lo único que hizo fue darme una mirada por el rabillo de sus ojos.— Escucha... No es tan malo.—continué, en un intento por sonar animado.—S-Solo es la graduación ¿no? No es la gran cosa. Digo, podrá ver las fotos y...

En ese instante, el moreno giró hacia mí lentamente. Sus ojos se veían fríos, enviando un cosquilleo a lo largo de mi espalda y paralizando mis labios antes en movimiento. 

Mierda. 

—¿Qué fue lo que dijiste?—murmuró, casi como si las palabras quemaran su lengua.— ¿Que no es la gran cosa?

Mierda, mierda, mierda. 

—E-Es que, solo quiero que dejes de pensar en ello...

—¡Oh, muchas gracias, Dean!—exclamó, el sarcasmo sacudiendo mi estómago y haciéndome sentir enfermo junto con su expresión volviéndose cada vez más distorsionada por la ira.— ¡Eso me hace sentir mucho mejor! ¡Seguro que no es nada importante que tu padre se pierda uno de los momentos más grandes de tu vida, claro que no!

—Rome, escúchame. No es lo que trataba de decir. 

—No.—me detuvo con brusquedad, levantándose de la cama y dejando mi brazo caer. Sus ojos me miraban friamente y su manera de hablar era casi asqueada.— Claro que lo entendí, Dean. Lo entiendo perfectamente. 

—Roman, no es necesario que te portes como un imbécil...

—¡Yo sé cómo quiero reaccionar y lo que quiero sentir!—alzó su tono.— Mi maldito padre se ha perdido más de la mitad de mi vida y nunca me quejé... Pero cuando lo quiero en uno de los momentos más importantes de mi vida, también va a estar ausente. ¡He tenido que callarme eso por casi diez y ocho años, Dean! ¡He tenido que ser fuerte porque me convertí en el pilar de una familia aunque yo no quisiera!

Solo me quedé ahí, sentado sobre las colchas mirándole y escuchando cómo su voz se mezclaba más y más con la ira adjunta a su rostro. 

—De todas formas ¿tú qué vas a saber?

—¿De qué hablas?

—Tú ni padres tienes. No tienes idea de lo que esto se siente. 

¿Alguna vez se han golpeado tan fuerte que solo han deseado quedarse en el suelo hasta que el dolor pase? Es exactamente lo que sentí cuando el chico al que amaba escupió esas palabras en mi contra y solo me quedé en silencio con el corazón siendo apretujado. 

Sabía que estaba molesto y tal vez mis palabras no lo ayudarían. 

—Será mejor que te vayas, Dean.—agregó, ignorando mi mirada en la suya y dando media vuelta para sentarse en la silla de su escritorio y darme la espalda.

—Roman...

—Largo, Dean. 

Abrí y cerré mi boca un centenar de veces, pero las palabras no salían y sentía como si mi lengua se hubiese quedado inmóvil. 

Decidí levantarme y hacer caso a su demanda, disponiéndome a abandonar su cuarto. 

Sin embargo, no pude evitar girar por sobre mi hombro mientras sostenía la puerta abierta. Pude ver la espalda del moreno subir y bajar por sus temblorosas respiraciones, estas producto del llanto que intentaba ocultar pero llegó a mis oídos de todas maneras. 

Mordí mi labio, pensando en si mandar a la mierda todo lo que me dijo e intentarlo de nuevo. 

Pero finalmente di el par de pasos restantes para salir de su habitación y cerrar la puerta detrás de mí. 

Nunca me había dolido que me recordaran lo de mis padres, tampoco que me restregaran en mi cara que prácticamente no tenía a nadie. Siempre me había dado igual ese tema. 

—¿Qué mier...?—murmuré, llevándome una mano a mi mejilla ahora húmeda. 

Si era así ¿por qué he roto a llorar tan fácilmente?

Las lágrimas habían empezado a rodar por mis pómulos sin que lo notara, dándome cuenta de ellas solo cuando las sentí tocar mis dedos y mi corazón latía con fuerza. Apoyaba mi espalda contra la puerta cerrada del cuarto de Roman, mientras que mi respiración se tornaba más y más temblorosa con el pasar de los segundos. 

¿Desde cuándo era tan suave?

Un jadeo se me escapó, por lo que me apresuré a quitarme las lágrimas del rostro con mis manos vendadas. 

—Demonios...

Tratando de contener el llanto, a pisotones me dirigí hacia las escaleras en busca de abandonar la casa Reigns lo más rápido posible. Al salir, no tardé en ver a los padres de Roman charlando en el pórtico. 

Wade se veía abrumado, mientras que su esposa estaba junto a él y solo acariciaba su hombro mientras le decía algo. 

No me detuve a escuchar, de hecho, intenté pasar lo más rápido posible en tanto mantenía mi puño cerrado en un intento por esconder el llanto que tardaba más de lo que quisiera en detenerse. 

Diablos, odiaba esta mierda. 

—¡Dean!—chilló alarmada la fémina, haciendo el esfuerzo por apresurar su paso para alcanzar el mío cruzando el pórtico.— Dean ¿qué dijo Ro...? Dios, ¿te encuentras bien, cariño?

No. No estaba bien. 

Sabía que Roman tenía razón, yo no tenía padres, no podría entender su situación de la forma en la que él la enfrentaba. 

No obstante... Que él me lo recordara fue como un maldito golpe en el corazón. Y no dejaba de doler. 

No pude evitar sollozar, en tanto pasaba bruscamente mi mano vendada por mi mejilla derecha quitándome con fuerza las lágrimas de ese lado de la cara. 

—Lo siento... Pero no puedo. 

Y sin conseguir decir más, apresuré mis pisotones hasta mi motocicleta, poniéndome el casco casi de un golpe y acelerando a todo dar para abandonar lo más rápido el lugar. 

Porque en serio esta vez no podía con esto. 

Llegar a casa no mejoró nada. 

Siendo las dos de la madrugada según la pantalla de mi celular, llevaba mucho tiempo tan solo moviéndome por la cama sin poder coinciliar el sueño o hacer callar a mi cabeza. 

Era como si mi mente recibiera una paliza, y los golpes eran las palabras de aquel moreno que probablemente se encontraba destrozado en su habitación. 

¿Debí quedarme? 

Probablemente ya me odiaba por esto. 

Cada pensamiento ayudaba menos que el anterior, llevándome a una noche de rotundos gruñidos frustrados y dar vueltas sobre mi mismo en las colchas desordenadas. 

—Ugh... Joder... ¡Agh!

Terminé por rendirme, quejándome en voz alta al volver a tumbarme sobre mi espalda de forma exasperada y resignarme a mirar al techo bajo la oscuridad de mi cuarto. 

Mi pecho se sentía oprimido y no podía ignorar el hecho de encontrarme realmente herido por las palabras de Roman. 

Relamí mis labios, al mismo tiempo que levantaba mi mano libre de vendajes frente a mi rostro y podía ver esta con la poca luz que se colaba por las ventanas. 

A veces me he forzado a mirar esa piel oscura y llena de marcas, tal vez en un intento por aceptar mi pasado y el ocultarlo constantemente. Pero nunca había podido mirarlas por más de un par de segundos. 

Esta vez no fue la excepción. 

Dejé caer mi mano luego de apartar mi mirada con frustración, girando mi cabeza por sobre la almohada y dejando que mi mirada cayera sobre mi teléfono una vez más. 

No podía mentir, me debatí conmigo mismo en llamar a Roman, y lo hice. Pero todas mis llamadas llegaban al buzón de voz o probablemente ya había dejado este casi lleno con mis disculpas e intentos por hacerle reaccionar. 

¿Qué habrá pasado con su padre y él? 

Sabía que Wade tenía un trabajo bastante complicado, pero Roman decía estar acostumbrado. 

Definitivamente esto fue el colapso al que llegó luego de ser fuerte por tanto tiempo. 

Quería hablar con él... Pero una parte de mí también quería darle un golpe por lo que dijo y me hizo perder el sueño por toda la maldita noche. 

Apreté mis labios, ignorando a mi cabeza diciendo lo baboso que estaba siendo y agarré mi celular, marcando el número del rey de la Lista A por una última vez. 

Un timbre... Dos... Tres...

Cerré mis ojos, esperando escuchar su estúpidamente cautivadora voz diciendo que no podría contestar y que dejara un mensaje. 

Pero esta vez la llamada fue contestada. 

—¿¡Roman!?—exclamé de inmediato, pero solo había silencio.—Roman ¿estás ahí?

El silencio continuó al otro lado de la línea, desenfrenando mi corazón con la duda y dejando que mis respiraciones agitadas tomaran el control. 

No obstante, apreté el ceño al igual que mis labios por un breve instante antes de volver a intentarlo. 

—Sé que estás ahí, Rome.—dije, haciendo un esfuerzo por no dudar de mis palabras.— Descuida, no es necesario que digas nada ¿de acuerdo?—continué, sin recibir respuesta.—Solo... Escúchame bien. 

Tal vez esto era tonto, incluso lo más tonto que llegaría a hacer hasta el momento. Pero no dudaba en hacer algo así por Roman. 

No dudaba en hacer cualquier cosa por Roman. 

Tomé una profunda respiración, soltándola con suavidad antes de disponerme a hablar. 

— Rome, no tienes que ser fuerte todo el tiempo.—me las arreglé para sonreír de lado aunque no me estuviera viendo.—Está bien que demuestres cuando algo te lastimó, no es necesario que seas inmune o algo así... Puedes dejar de ser fuerte conmigo, Roman...

Completo silencio. 

—Roman, tú tienes mucho más que esta tristeza que sientes. Tienes a tu familia, a tus amigos, un lugar al que puedes llamar hogar. No estás solo...—mis palabras poco a poco bajaron de intensidad sin que pudiera explicármelo.— Es por eso que a veces te envidio tanto.

Si estuviera frente a él, probablemente me habría mirado de esa forma inconclusa que solía hacer, buscando una explicación. 

Decidí continuar, a pesar de que tal vez ya había colgado. 

—Tienes razón. Yo... No recuerdo mucho acerca de mis verdaderos padres, salvo que los vi morir en ese incendio en que salí con vida. Pero no dejé que eso me lastimara... hasta hoy.—comencé , tratando de ser fuerte para continuar con cada una de las palabras que ansiaba decir.— Hasta que una de las personas más importantes para mí me lo recordó.—apreté mis labios, tragando con fuerza con tal de evitar esa extraña sensación en la tráquea.— Tienes razón, Roman. No tengo padres, no tengo un hogar, no puedo entenderte...

Su rostro molesto, su llanto, sus ojos... Todo permanecía en mi mente con cada palabra. 

—No tengo padres que me quierano que esperen algo de mí, no tengo ese lugar al que llamar hogar, solo una casaoscura en la que intento aislarme para no sufrir más... Estoy solo y por eso teenvidio a veces, Rome.—reí nerviosamente, pasando una mano por mi rostro yquitando mi cabello revuelto de mis ojosen un intento de esconder el temblor de mi voz.— Pero puedo hacer un esfuerzo con tal de decirte esto. 

Hice una pausa, para a continuación sonreír lentamente. 

—Está bien si no puedes ser fuerte todo el tiempo, Rome... Pero depende de ti decírselo al resto y combatir tu dolor.— continué.— Y créeme, no importa lo que pase... Yo estaré para ayudarte a lidiar con ese dolor o con lo que sea que tengas que enfrentar. 

Esperaba de corazón que me escuchara, que alguna de mis palabras le llegara. 

Aunque la idea de que no me creyera ganaba la batalla. 

Solté un último suspiro y, antes de colgar con aire frustrado, murmuré:—Te amo, Roman... Buenas noches. 

Mi cabeza duele, pero sé que es a causa de la noche en vela que pasé y el solo conseguir descansar mis ojos un par de horas antes de que el sol saliera. 

Estaba acostumbrado a sentirme como la mierda. Sin embargo, no podía evitar soltar algunos gruñidos de protesta cuando el insistente sonar del timbre en la puerta de entrada me había despertado. 

Me movía entre las colchas a regañadientes, tratando de volver a conciliar el sueño de alguna forma, pero siendo interrumpido por el sonido del timbre una vez más. 

Ya era casi la sexta vez en que se repetía cuando me quité las colchas de encima con brusquedad. 

—¡Hijo de la gran puta!—exclamé furioso al aire, esforzándome por salir de la cama y salir a pisotones molestos en dirección a la puerta de entrada.—¡Quien quiera que seas, juro que te voy a partir la...! Oh, Naomi. 

En cosa de segundos, los cuales ni conté al encontrarme todavía medio dormido, había llegado a la puerta y la había abierto sin dejar de apretar mi mandíbula por la ira. Pero en cuanto me encontré con la mirada acusadora de aquella morena de brazos cruzados y la expresión inquisitiva del tatuado detrás de ella, la molestia desapareció y dejé de gruñir groserías sin sentido. 

—¿Q-Qué...Qué hacen aquí?—balbuceé, tallándome los ojos al verlos borrosamente ante mi todavía adormilado campo visual.—No me avisaron que vendrían. 

—Uhm... Lo hicimos.—comentó el miembro de la Lista F con un apretar de labios algo incómodo.—Te mensajeamos toda la mañana camino aquí. 

—Incluso Seth trató de llamarte y seguiste durmiendo como un tronco, imbécil.—gruñó Naomi.—¿Qué acaso estás sordo? 

—Wow, wow.—la detuve como pude.—En primera, acabo de despertar así que apreciaría que se guardaran los regaños. Y segundo, en mi defensa no dormí una mierda, así que no tengo toda la culpa. 

—¿Por qué?

Decidí ahorrarme el tema, ya que la presión en mi pecho regresó al instante en que recordé lo ocurrido con Roman y el rato que me la pasé llorando camino a casa en mi motocicleta. 

Nope. Mejor no. 

—Larga historia.—le respondí al tatuado, tratando notoriamente de evadir el tema pero no importándome. Enarqué una ceja.—Bien ¿qué quieren? Porque si solo venían a regañarme o decirme que soy un imbécil, pueden hacer eso en la escuela. Así que si me disculpan...

Me dispuse a cerrar la puerta lentamente y tras enseñarles una irónica sonrisa, pero esta se detuvo cuando la bota de cuerina negra que llevaba Naomi se interpuso y me hizo dar un paso atrás. 

—¿Quién te dijo que podías volver a dormir como vago?—exclamó con regaño, al mismo tiempo en que se adentraba en mi casa junto a Orton.—Ah, ah. No. Tú vas a escucharme, harás lo que yo diga y lo harás por tu bien. 

—¿Ah?—ladeé la cabeza.— No entiendo nada de esto. 

—Hablé con el actorcito ese, y está muy encantado con sus queridos Samy y Danny.—comenzó a explicar, con una sonrisa en sus labios rojos formándose lenta y amenazadoramente.—Solo les falta un detalle.

Okay, esto comenzaba a darme miedo...

—Miz quiere que estemos más dentro del personaje, especialmente respecto al final de la obra.—intentó Randy. 

—Sigo sin entender. 

Naomi, con su cabello en una coleta alta y maquillaje perfecto, echó su cabeza atrás con un suspiro frustrado. Pero no tardó en caminar hacia mí y agarrarme de los brazos con gentileza. 

—Hoy, mi inocente y estúpido amigo, vas a ser uno de nosotros.—fruncí el ceño, a lo que ella sonrió.—Serás un Lista A. 

Abrí mis ojos y sentí como si el frío me recorriera de los pies a la cabeza. O tal vez era por solo haber salido a recibirlos con mi pantalón de pijama y nada más, pero no era el maldito punto. 

¿¡Un Lista A!?

Era una locura.

—Ni en sueños. Nope.—me quité sus manos de encima, caminando hacia la escalera.—Ni lo pienses, no hay forma de que yo pueda hacerlo. 

—Vamos, Ambrose. No es la gran cosa. Mírame, ya luzco como una de las muñecas sin cerebro de tu lista. 

De hecho, ahora que la veía bien, no llevaba su estilo de ropa de siempre. Llevaba una chaqueta de cuero cubriendo su atuendo marcando sus notorias curvas, además de las botas de tacón y el maquillaje de tonos plateados y oscuros en su rostro. Era como ver a una chica de la Lista F y ni lo había notado. 

De todas formas...

—Nope. DIviértanse, pero yo ni pienso ir a la escuela. 

—Roman también lo hará.—intentó convencerme junto a una sonrisa juguetona.—Estoy segura que querrás verlo siendo el rey de la Lista F ¿no?

Mierda, la chica sabía cómo negociar. 

Me quedé parado en mi sitio en la escalera, pero podía sentir mis mejillas sonrojarse ante la simple idea de ver un lado de Roman que nunca pensé poder apreciar. 

Admito que varias veces había pensado que le quedaría bien vestirse con chaqueta de cuero, no tener su cabello amarrado y que su actitud fuera un poco más... atrevida. 

Diablos, la simple idea ya enviaba un cosquilleo por mi cuerpo. 

—Yo...—tragué con fuerza, volviendo a la realidad.—Pero él no quiere verme. Es mejor que me quede aquí. 

De pronto, la tristeza volvía y solo quería volver a mi cuarto para encerrarme a tocar la guitarra o simplemente enredarme en las colchas para que nadie me hablara. 

—Espera...—interrumpió la morena una vez más.— ¿A-Acaso se pelearon? Digo, intenté ubicar a Roman pero él...

—Naomi.—habló Randy, llamando su atención e incluso la mía por el rabillo de mis ojos.—Se nos hace tarde. 

La chica A, bueno ahora F, frunció brevemente sus labios hasta finalmente voltear hacia mí una vez más. 

—Como sea, lo que haya pasado entre ustedes, estoy segura que lo arreglarán.—habló, al mismo tiempo en que acercaba su bolso deportivo y comenzaba a acercarse a la escalera.—Pero ahora tenemos que apresurarnos, tengo que dejarlos a ambos como los Lista A más guapos de la historia. 

—P-Pero yo dije que no...

—Y me importa una mierda.

Con una sonrisa, la morena comenzó a empujarme escaleras arriba mientras era seguida por el tranquilo tatuado que solo me sonrió de lado mientras era obligado a participar en su plan. 

No tuve más opción que dejar a ambos entrar a mi cuarto, escuchando las quejas sobre que era un chiquero antes de que Naomi se pusiera a trabajar. 

La porrista sacó unas prendas de su bolso, alzándole algunas a Randy y diciéndole que se apresurara a cambiarse, dejándonos a ambos en mi habitación. 

Estábamos en un profundo silencio, el cual me sentía tentado por romper. 

—Naomi, por favor.—insistí, siendo casi un ruego. Ella me miró, dejando que buscar en el interior de su bolso.— Aprecio que intentaras animarme pero no quiero joderla más. He tenido suficiente. 

—Vamos, Ambrose.—dijo casi con protesta, cruzando su pierna y mirándome con su ceño ligeramente fruncido.—Tú no sueles ser así de aguafiestas. 

—No quiero molestar más a Roman.

Mis palabras crearon otro silencio, solo que este no duró mucho como el anterior. 

—Sea lo que sea que pasó entre ustedes, estoy segura que pueden hablarlo, cariño.—agregó, volviendo a lo que hacía.—Deberías cambiarte, no tenemos mucho tiempo. 

—Naomi, te dije que...

—Yo te dije que me escucharas.—me cortó con cierta brusquedad, mirándome con decisión en sus ojos castaños.— ¿Puedes hacerme caso esta vez?

Joder ¿por qué todo esto me pasa a mí?

Sabía que Roman me golpearía o querría gritarme, pero terminé escuchando a la chica A y comencé a buscar por algo de ropa en mi desordenado armario. 

Con algunas prendas en mis manos, me le quedé viendo a Naomi. 

—¿Qué?—preguntó al notar mi insistente mirada. 

—Uhm, quiero cambiarme.

—Hazlo. 

Mierda, esta chica es un verdadero dolor en el culo. Ya entiendo por qué ella y Paige se llevan tan bien. 

—No creo que quieras verme desnudo o algo. —le dije con obviedad a la chica leyendo concentradamente una revista sobre su regazo.

—No tienes nada que quiera ver.—se encogió de hombros.—Adelante, no miraré. 

No quería discutir más, ya que se notaba que no me llevaría a ni un lado. 

Tras un breve rodar de ojos, decidí no pensarlo más y comencé a colocarme mis gastados jeans y la primera camiseta que mis dedos tocaron en el armario. En más de alguna ocasión levanté la mirada de lo que hacía, pero la morena seguía totalmente absorda e interesada en lo que decía su revista. 

—Así que...—comencé a hablar tras haber abrochado mi cinturón y disponiéndome a colocarme mi camiseta.— ¿Qué harás para el baile?

—Iugh...—gruñó entre dientes.— No me digas que piensas invitarme. 

—Ni en un millón de años, chica A. No te lo tomes a mal. 

—Eso es música para mis oídos.—canturreó aliviada, pasando la página de su revista.— Creo que iré, pero no parece que tendré pareja.

Me detuve, justo al momento en que empezaba a colocarme la prenda superior. 

—¿Qué? ¿Por qué?—dije realmente desentendido.— Naomi, hay un montón de tipos babeando por ti... Literalmente. Y, honestamente, no eres mala opción para nadie, lo digo en serio.

La morena soltó una pequeña risita. 

—Gracias, Ambrose.—murmuró, aunque se notaba una pizca de tristeza en su voz.— Pero... dudo que logre ir con la persona que quiero ir. 

Relamí ligeramente mis labios, me coloqué rápidamente aquella camiseta blanca en mis manos y luego la miré en silencio. 

—Hablas de Rusev ¿verdad?

Se me pasó por la mente la opción de que se levantaría a romperme la garganta con sus uñas pintadas de llamativo rosa, o que me golpearía con sus tacones de aguja. Sin embargo, la chica se mantuvo en su lugar totalmente quieta, solo respirando suavemente luego de una milésima de segundo de lo que dije. 

Tras ese tiempo casi eterno, sonrió de lado con tristeza, para a continuación alzar su mirada hacia mí. 

—¿Soy tan obvia?

—O puede que yo soy muy imbécil.—bromeé, ganándome una risa de ella.— ¿Por qué no le dices nada?

—¿Olvidas que sale con Lana?—rodó los ojos frustrada.—Está feliz con ella, no voy a entrometerme. 

Quise decir algo más, pero la morena dejó de lado la revista y se levantó de su lugar tras soltar un suspiro.

—No tiene sentido hablar de eso.—dijo.— ¿Ya estás listo?

—Uhm...—me miré a mí mismo.—¿Eso creo? No entiendo cómo harás que luzca como un Lista A. 

Naomi sonrió de lado, agarrando más cosas de su bolso y murmurando:—No subestimes a la Lista A, cariño. 

—Me siento como un idiota con este disfraz.

—Nunca necesitaste el disfraz para eso, Ambrose. 

—Ugh. 

Todavía podía escuchar la risa de los tarados que me vieron al caminar por el pasillo, con la chaqueta que Roman me había dado, el cabello arreglado en lugar de mis alborotados mechones y aquellas gafas falsas de marco negro sobre el puente de mi nariz. 

Me veía como un... como un...

—Te ves como un nerd, hermano.—bromeó Randy, sacándome de mi ensueño y que lo mirara molesto. 

—Gracias, piérdete, Orton.—escupí con la menos amabilidad posible, al mismo tiempo que cerraba mi casillero de un golpe y mantenía mi cuaderno contra mi pecho.—¿No tienes un gnomo de jardín que buscar?

—Deja de llamar así a Seth.—respondió rápidamente, rodando ligeramente su mirada azulada hacia mí.—No es lo que un Lista A diría. 

Bufé entre dientes. 

—¿Y qué se supone que diga?—me encogí de hombros, para luego encorvarme ligeramente.— "Oh, chicos, soy un completo genio. Sé cuánto es dos más dos y por qué el agua es azul. Vamos a hacer la tarea, yay."

—En primera, qué asco de imitación.—se quejó la morena apoyada en las taquillas junto a nosotros con sus brazos cruzados.—Nosotros no sonamos así, pedazo de mierda. 

Auch.

—En segunda ¿qué clase de agua estás bebiendo, tarado? —resopló con desprecio.— Vuelve a hacer algo como eso y voy a romperte esas jodidas gafas de nerd que llevas, Lista A. 

Okay, si ella estaba actuando, era una actriz jodidamente buena. Era como si escuchara a un Lista F. 

Aunque, ahora me sentía un poco insultado. 

—¿Dónde están los demás, Naomi?—preguntó Randy, ajustando su sweater y gafas de marco grueso.

Naomi soltó una pequeña risa del fondo de su garganta antes de mirarnos con diversión. 

—Son Lista F hoy, caramelito.—canturreó con coquetería.— Ya no tardan en llegar, se los aseguro. 

Y como si sus palabras fueran mágicas, la puerta de entrada al corredor no tardó en abrirse con un estruendo, llamando la atención de todos ahí. 

Pude escuchar los cuchicheos y algunos jadeos de sorpresa, a lo que no pude quedarme atrás y aguanté el dejar caer mi mandíbula. 

Los tres miembros de la Lista A ahora estaban vestidos con chaquetas de cuero y ropas desordenadas, los jeans de Seth habían sido rasgados y dejaban a la vista sus rodillas, al igual que Rusev llevaba una sudadera y la capucha cubriendo su cabeza dándole una vista de chico rebelde y rudo. 

Sin embargo, mis ojos no podían alejarse del capitán del club. Con la chaqueta de cuerina sobre sus hombros, el cabello rizado cayéndole por al espalda y encaminándose sobre sus botas militarizadas, sentía que me estaba robando el aliento y me hacía verme como un verdadera baboso. 

Caminaron por el pasillo sin mirar a nadie más que para darles una mueca de desprecio o, en el caso de Roman, sonreír burlonamente a un grupo de chicas que se sonrojó al instante. Paige les seguía de cerca, con su cabello trenzado y un atuendo de tonos rosa tratando de sonreír con su nueva imagen de Lista A. 

Estaba más que asqueada, lo sabía. 

—Wow...—murmuró Orton, pareciendo igual de impresionado que yo pero sin tomarse el trabajo de ocultar su incrédula sonrisa.— Si me disculpas, amigo. 

—Claro. 

Lo dejé ir detrás del enano de su novio, sin embargo sus pasos se interrumpieron cuando cierto chico de la Lista F se interpuso en el camino de Rollins y paralizó toda la escena. 

—¿Qué mierda es esto?—preguntó con ironía y burla mezcladas en su voz.—La noche de brujas ya pasó, debiluchos. Creo que deberían volver a casa y ponerse su disfraz de maricas. 

Algunas risas, mi ceño se frunció y Seth no se movió. Solo observaba seriamente al tatuado que seguía dispuesto a mofarse. 

—Y miren esto.—insistió, dirigiéndose al de menor estatura entre ellos.— ¿Qué mierda es esto? ¿Una imitación barata de un punk?

Más risas, pero entre estas se pudo distinguir la voz del bicolor al decir:—Apártate de mi camino...imbécil.

La pausa en sus palabras fue como si las escupiera con veneno, silenciando a varios y aumentando los cuchicheos de la audiencia. 

Sin embargo, a Graves no le pareció nada divertido. 

—¿Qué fue lo que dijiste, pulga?—gruñó, apretando lentamente su mandíbula con amenaza.— Repítelo...

—Dije que te apartes, pedazo de mierda.—respondió, esta vez más fuerte y sin mover ni un músculo o mostrar pavor.— ¿Te quedó claro o tengo que hacerlo yo?

Algunos "Uuuh" resonaron a nuestro alrededor, mientras que Rollins no apartaba su mirada de la furiosa de Graves y el par de Lista F lo observaban con una pequeña sonrisa de lado. 

El tatuado parecía estar a punto de expulsar humo por sus orejas, apretando sus puños y estando dispuesto a usarlos muy pronto. 

—¡Voy a matarte, Rollins!

Mi instinto me hizo dar un paso adelante, pero antes de que pudiera moverme más escuché el familiar sonido del chocar de un puño contra la nariz de alguien. Y así era, Rollins había golpeado de lleno a Graves en la nariz y este se acongojaba de dolor sobre sus rodillas. 

Seth lo miró con desprecio, manteniendo su puño cerrado por un par de segundos antes de abrirlo y sacudir su mano para aliviar la sensación del golpe. 

—Eso es por lo del otro día, Graves.—agregó, escupiendo con seriedad cada una de sus palabras.—No vuelvas a meterte en mi maldito camino ¿oíste?

El tatuado solo lo miró con cierto horror, arreglándoselas para gruñir algo entre dientes antes de correr lejos del pasillo conteniendo el sangrado en su nariz. 

En cuanto se fue, algunos de los espectadores aplaudieron y gritaron con admiración, Randy sonrió de lado y Roman junto con Rusev se acercaron a su amigo para abrazarlo. 

—Yo... ¡Golpeé a un Lista F!—comenzó a chillar, alegre e incrédulo de lo que había hecho.—¡Golpeé a Graves! ¡Lo hice!

Orton terminó por acercarse a él, mientras que los otros dos miembros del club lo felicitaron rápidamente golpeando su hombro o espalda. 

El timbre sonó, siendo suficiente para que la multitud del pasillo empezara a disiparse. 

—Ya me voy.—anunció Naomi.—Te veo luego, Ambrose. 

Con un guiño, la morena se alejó por el pasillo en dirección a su clase. Yo solo me quedé de pie, inseguro de que hacer. Sin embargo, agarré mi cuaderno más cerca de mí y me dispuse a ir a mi clase luego de aquel alboroto. 

Después de todo, Roman parecía estar bien sin mi ayuda y era lo mejor. 

—Dean. 

Oh, mierda. 

Mis pies dejaron de moverse en cuanto escuché mi nombre, haciéndome girar antes de que pudiera pensar más en ello y encontrándome con la mirada del rey de la Lista A. 

Bueno... De la Lista F el día de hoy. 

Mi boca se abrió ligeramente, pero no tenía palabras en ese preciso momento. 

¡Joder, vestirme como un nerd en serio me estaba afectando!

Se me secó la boca, al igual que sentía un molesto cosquilleo en el estómago con tan solo tenerlo cerca. 

¡Vamos, di algo!

—Lindas botas...

¿¡Es en serio!?

Me maldije a mí mismo, cerrando los ojos y sintiendo que mi rostro ardía más y más con el paso de los segundos. Rogaba que nadie más hubiese escuchado eso. 

Entonces, la risa del moreno resonó a mi alrededor, atreviéndome a alzar la mirada y ver su sonrisa acelerando mi corazón. 

—Gracias.—respondió en un murmuro, al mismo tiempo en que no dejaba de acercarse a mí.—Tengo que admitir que es extraño verte vestido así. 

—No me jodas, Roman.—gruñí rodando los ojos.—Me veo ridículo, lo sé.

—En realidad...

No esperé que el tenerlo tan cerca me llevara a chocar contra mi casillero, encontrando sus ojos directamente en los míos y teniendo nuestros pechos rozándose. Mi corazón latía con mucha más fuerza, al igual que tenía que tomar varios respiros con tal de no perder la calma. Una sonrisa divertida seguía en sus labios, como si quisiera provocarme con su simple mirada encantadora. 

Roman movió su mano hasta mi mentón, levantando este lentamente hasta que nuestras narices casi se tocaron y pudiera sentir su cálido aliento chocar con mis paralizados labios. 

—Creo que te ves adorable, Lista A. 

Joder... ¿por qué eso sonó tan malditamente sexy? Y su cabello brillante junto a esa apariencia de chico malo no ayudaban en lo absoluto. 

Apreté mis labios, tragando suavemente e intentando sonreír temblorosamente de lado. 

—Admito que tú no te ves nada mal, Lista F. 

Siguió sonriendo por un rato, no obstante, con el pasar de los segundos sus ojos se volvieron más brillantes y la mueca en el rostro de Roman se volvió seria. Al mismo tiempo, sentí su mano recorrer mi brazo hasta encontrar mi mano, agarrando esta y entrelazando sus dedos con los míos vendados. 

—Lo siento...—murmuró bajito, sin apartar su mirada de la mía.—De verdad lo siento, Dean. 

—Hey, no te preocupes.—dije, soltando una profunda respiración.—No es tan importante. 

—No, Dean. Sí es importante.—insistió el moreno.—Lo que te dije fue cruel, tú solo querías ayudar...

—Sí... Pero admitamos que no soy muy bueno en eso.—solté una pequeña risa, pero más fue para ocultar la presión en mi pecho y quitar la presión en el ambiente.—No quería lastimarte más, en serio. 

—Pero yo lo hice.

Roman movió su mano libre hasta mi rostro, acunando mi mejilla con delicadeza sin dejar de mirarme. Con sus labios apretados por el nerviosismo y sus ojos brillando esperanzados. 

—No quiero volver a lastimarte con lo de tus padres, Dean. En serio lo siento.

Una sonrisa se dibujó por sí sola en mis labios, para luego tomar la mano que tenía en mi mejilla y girar mi rostro hacia ella. Dejé un suave beso en la palma de su mano, mirando al miembro de la Lista A con la misma curvatura en mi boca. 

—Disculpa aceptada. También lo siento, Rome.

—¿Crees que... puedas contarme sobre tus padres?—preguntó con su mirada tímida pero , ganándose mi total atención.— Sobre el accidente, sobre ti...

Sonreí ligeramente de lado.

—En otro momento, prometo que lo haré, Rome. Te lo prometo. 

—Cuando estés listo...—Roman acercó suavemente su frente hasta chocar con la mía.—Estaré aquí para escucharte. 

No pude contener una carcajada, ya que me sentía realmente feliz. 

Pensar en mi pasado era una cosa que me quitaba el sueño y me causaba dolor en el pecho. Pero sentía que si tenía a Roman a mi lado para afrontarlo una vez más, no sería tan malo. 

 No pasó mucho para que su frente se alejara lentamente de la mía, nuestras miradas permanecían en las del otro hasta el momento en que ambos cerramos nuestros ojos y nuestros labios chocaron con sincronía. 

Había extrañado sus labios, la forma en que agarraba mi cintura y cómo soltaba un pequeño jadeo cuando mis dedos jalaban suavemente el cabello de su nuca. Por lo que no fue extraño que terminara siendo guiado hasta el interior del laboratorio de ciencias completamente oscuro a excepción por la poca luz saliendo por las persianas a medio abrir.

No apartamos nuestros labios del otro, incluso me había atrevido a juguetear con mi lengua a lo largo del labio inferior de Roman robándole algunos jadeos hasta que mi trasero chocó con uno de los escritorios del salón. 

Era una fortuna que no tuviéramos clase de química ese día. 

Roman rápidamente tomó la iniciativa y me ayudó a sentarme sobre el escritorio. Sus manos se hicieron paso hasta mi rostro, en tanto sentía su respiración ya agitada chocando con mis labios latiendo por la calidez. Con suavidad me quitó aquellas gafas de marco negro, dejándolas a un lado con brusquedad, sonreí y volví a besarle con fuerza incontrolable. 

Sabía que estábamos perdiendo el control, pero no podía evitarlo. 

Mis piernas permanecieron a cada lado de sus caderas, mientras que las manos del moreno se encargaban de acercarme a él y podía sentir su pecho contra el mío, su corazón latiendo haciéndome perder aún más el control. 

Se sentía demasiado bien besarlo. 

—Sí que te estás comportando como un Lista F, Rome.—ronroneé bajo nuestros labios todavía tocándose, ganándome su mirada mientras sonreía desafiante.—A estas alturas...—besé brevemente sus labios, soltando estos lentamente luego de morder un poco el inferior.—...ya estarías diciendo que tenemos que ir a clases.

El moreno me observó, sonriendo lentamente.

—Hoy, tú eres el Lista A...—sentí su mano hacerse camino por mi cintura, enviando un escalofrío que contuve mordiendo el interior de mi mejilla.—¿Qué dices? Tal vez considere escucharte y no devorarte a besos aquí mismo, Ambrose...

Santa mierda...

—Es clase de deportes...—murmuré.—Suena tentador quedarme y deleitarme con los lindos soniditos que haces cuando jalo de tu cabello, pero necesito los créditos si quiero graduarme.

—Podríamos salir luego.

—¿Me estás invitando a una cita?

Una sonrisa desafiante se formó en los labios del rey de la Lista A, al mismo tiempo en que sus ojos seguían destellando con la misma energía incluso en la oscuridad. 

—Veremos quién invita a quien.—gruñó con diversión.—Si tú me ganas en una carrera en la clase, te invitaré, Lista A. 

Sonreí rápidamente de vuelta. 

—Un trato justo, Lista F.—murmuré hacia él, mis dedos todavía jugueteaban con su cabello y no quería alejar mi mirada de la suya. 

—Pero eso no quiere decir que no te torturaré otros cinco minutos...

A fin de cuentas no terminó siendo una cita, pero seguía siendo divertido salir con todos al café en el que nos habíamos encontrado cuando tan solo llevaba un par de semanas trabajando en el club. Luego de entregar todos los anuarios a los estudiantes, ver cómo varios reían viéndome vestido de nerd y otros a Roman como un chico malo, además de que algunas chicas babearan viéndole, logramos salir de la escuela e ir a comer algo todos juntos.  

Como siempre, nos habían dejado solos en la mesa. Rusev había invitado, impresionantemente, a Naomi a beber una soda a la barra, Seth y Randy tenían su propia conversación en la máquina de peluches y Paige se dedicaba a coquetear con Nikki en una de las mesas mientras ella tomaba un descanso. 

—Sonará loco pero...—dije, rompiendo el silencio entre nosotros y volviendo a girar al frente. Roman bebía un sorbo de su batido de vainilla cuando alzó su mirada hacia mí.— Disfruté siendo un Lista A, al menos el día de hoy. 

—No creo que sea muy diferente.—respondió, dejando de lado su vaso medianamente lleno.— Solo es... la ropa, la apariencia, nos preocupamos un poco más de la escuela y... 

Un suspiro escapó de sus labios:—¿No estás cansado, Dean?

—¿De qué hablas?—pregunté, frunciendo el ceño inquisitivo.

—De todo eso... De las listas...—aguantó un gruñido exasperado.— De que un simple pedazo de papel nos diga lo que somos, de que la apariencia nos determine como Lista A o F, que nos diga que tenemos que estar eternamente en guerra. 

—Tal vez.—me encogí lentamente de hombros, terminando de morder la patata frita en mi boca.—Pero vele el lado bueno. En tan solo unas semanas nos graduaremos, ya no seremos Lista A o F, Rome. 

El moreno apretó sus labios, pero no tardó en sonreír ligeramente ante mis palabras. 

—Sí... Sí, tienes razón, Dean. 

Sonreí también, disponiéndome a agarrar otra de mis patatas fritas en el canastillo. Pero me vi interrumpido cuando una de mis manos vendadas fue agarrada suavemente por la de Roman, dándole un gentil apretón que me hizo prestarle atención. 

—Hay algo de lo que quería hablarte.—comenzó a decir, con cierta timidez al inicio pero su mirada se encontró rápidamente con la mía.—Es sobre el baile. 

—¿En serio?—sonreí de lado.—Yo también quería hablar sobre eso... Pero tú primero, ¿qué quieres decirme?

Hubo una pausa, como si todo lo bueno que esperaba... estuviese preparándose para derrumbarse. 

—Creo que no deberíamos ir juntos. 

ANTES DE QUE ME VENGAN A ODIAR A MI NIÑO ROMAN, que sepan que tiene sus razones para lo que le dijo a Dean y para que no quiera ir con él al baile. Las veremos en el próximo capítulo, se los juro. 

Espero que les gustara todo, lamento la demora pero ya expliqué que volví a la universidad y es prácticamente mi último año con clases. Sin embargo, haré todo bajo mi poder para continuar actualizando y respondiendo comentarios. 

Gracias por todo su apoyo y amor como siempre. 

¿Qué creen que ocurra en cuanto al baile? ¿O en cuanto a la obra? A propósito, en el siguiente capítulo sería el estreno y sabremos qué pasó con el tema de Roman y su familia. 

También quería pedir su ayuda: ¿Qué canción creen que sería perfecta para un baile lento entre Dean y Roman? Espero respuestas serias y lo apreciaré muchísimo. 

Espero sus comentarios, opiniones y que no vengan con lo de follar o me explotará el cerebro y no podré actualizar más :)

Es broma. Solo no me hagan enojar, please. 

Se despide, Rock. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro