Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

20. Lips like Skittles and Soda

— Okay, Dean... Cálmate...— seguía repitiendo en mi camino a casa bajo el cielo únicamente iluminado por las estrellas.— Solo hiciste lo que tenías que hacer, le devolví su estúpido celular luego de la estupidez que se le ocurrió hacer. Conocí a su padre, lo cual ni tenía idea que pasaría, él tenía heridas en la cara y sus nudillos, pero sus manos se sentían cálidas de todas maneras... ¿¡Por qué mierda sigo recapitulando todo!?

Llevaba gritando todo el camino, siendo una suerte que fuera tarde y nadie deambulaba por las calles del vecindario. También había sido genial que no viniera en otro vehículo, ya que mi cabeza no conseguía enfocarse en ninguna otra cosa que no fuera en Roman. 

Cuando Randall me pidió devolverle su teléfono pensé en negarme, pero mi mano ya se estaba moviendo para cogerlo cuando pensaba en decir que no. 

Era un idiota. 

Por lastimarlo, por estar confundido, por no protegerle, pero en especial lo era por no entender estos sentimientos en mi corazón y dejar que me volvieran loco. 

Todo empezó con ese beso. 

Me había condenado peor que cualquier otra decisión en mi vida. Pero esta no fue una decisión, solo me dejé llevar como siempre hago. 

¿¡Por qué demonios me dejé llevar esta vez!?

Mantenía mi ceño fruncido al caminar, mirando mis gastados converse chocar con la acera en cada paso y manteniéndome cabizbajo. O eso hacía hasta que cierto sonido llamó mi atención. 

Con brusquedad alcé mi campo visual, frunciendo mi ceño inquisitivo y saliendo de mi tormento a mí mismo. 

Sonaba como si lanzaran algunas botellas de cristal y estas se rompieran en mil pedazos con un estruendo, al igual que algunos gritos y maldiciones entre dientes haciendo contraste. 

Conocía aquello a la perfección, ya que venía de mis vecinos, de la casa de Paige. 

Sin embargo, no pude evitar alterarme y que mis puños se apretaran con fuerza incluso con los vendajes cubriéndolos. 

Paige sufría eso a diario, viviendo con un padre alcohólico y una madre sumida en una nube de narcóticos que, cuando no se la pasaba en la cama, sufría abusos parecidos a los de su hija sin hacer nada.  

Ella decía que no era nada, pero... No le creí, jamás le pude creer. 

Mis pies ya comenzaban a hacerse camino a su casa a tan solo unos metros de mí, primero pisotones y luego comenzaba a correr aunque me dolieran las piernas. 

Entonces, mis ojos fueron testigo de cómo un tipo de barba de varios días y cabello azabache alborotado caía como peso muerto por la puerta de entrada, con un estruendo que me perforó los oídos aunque estos se cubrieran con el acelerado latido de mi corazón. 

Sentí la adrenalina correr por mis venas al ver al infeliz que conocía como el padre de Paige, recogiendo sus pertenencias del jardín lo más rápido que su intoxicado ser le permitía. Me detuve en seco, escuchando algo entre sus balbuceos.

Sus ojos estaban aguados y se veía nervioso, pero eso no quitaba que fuera la misma bestia que había atacado a mi mejor amiga incontables ocasiones. 

El tipo trataba de agarrar todo con rapidez, mirando tras su hombro cada dos segundos con cierta pizca de furia mezclado con horror aunque sonara loco, en especial viniendo de él. 

— P-Por favor, no lo hagas... No tengo donde ir... ¿¡Qué piensas que van a hacer sin mí!?— comenzó murmurando hasta gritar y hacerme apretar la mandíbula.

Pero sentí que mi corazón latía con más fuerza y una sensación eléctrica se hacía paso por mi columna cuando vi a aquella chica de cabello negro y azul salir de la casa, con sus brazos temblando al sostener con ambas manos un arma. 

Me paralicé por completo. 

Paige apuntaba directamente hacia el enfurecido borracho a sus pies sosteniendo sus ropas en una gastada mochila, sus manos pálidas parecían temblar al igual que sus labios mientras su pecho subía y bajaba rápidamente por sus nerviosas respiraciones. 

— Haremos mucho sin ti.— murmuró casi entre dientes.— Ya fue suficiente de que nos amenaces y nos maltrates, ya no lo soportaré más. 

— Paige, hija...

— ¡Yo no soy tu puta hija!— le gritó con su voz quebrándose y apuntándole más cerca con el arma.— ¿¡Acaso fui tu hija cuando me golpeabas!? ¿¡Fui tu hija cuando llegabas borracho y te metías a mi habitación!? ¿¡Cuando tratabas de tocarme!?

— ¡Estás diciendo mentiras, por Dios!

— ¡Sabes que es la puta verdad, cerdo asqueroso!

Escuché el pequeño click del arma cuando Paige alzó su pulgar y con un solo movimiento le quitó el seguro al arma. 

El corazón se me subió a la garganta y pensé que terminaría escupiéndolo, pero tenía que hacer algo. 

Comencé a caminar, sin dejar de escuchar nada de lo que pasaba. 

— ¡Suelta esa arma, Paige! ¡No te atreverías a usarla!— le gritó una vez de pie, quieto en su lugar y temblando a pesar de la ira en su rostro pálido. 

La pelinegra tragó con fuerza y más de cerca pude ver las lágrimas llenándole la cara.

— ¿¡Quieres comprobar qué tan lejos puedo llegar por sobrevivir!?

— ¡Suelta el arma!

— ¡Lárgate de aquí!

— ¡Suéltala o yo...!

Caí sobre mi rodilla cuando el sonido del disparo estremeció a nuestro alrededor. Logré apoyarme de la palma de mis manos, levantando rápidamente la cabeza para mirar nuevamente en dirección a la casa. 

Paige, por favor, no...

Una oleada de alivio me recorrió el pecho al ver que mi amiga mantenía un brazo sobre su cabeza al igual que sus ojos llenos de maquillaje negro corrido cerrados luego de haber disparado al cielo. 

Quería asustar al tipo y lo consiguió, ya que en cuanto ella apretó el gatillo y la bala resonó con su salida él echó a correr por la acera y dejó atrás el lugar. 

Paige siguió quieta, temblorosa sin embargo, en el mismo lugar. 

Me levanté de a poco de mi lugar, respirando algo agitado y apretando mis labios con cierto nerviosismo. Pero me decidí a avanzar en su dirección, incluso si ella parecía totalmente fuera de sí. 

Había bajado su brazo, manteniendo sus manos todavía en el mando del arma de fuego y sus ojos llenándose de lágrimas inmóviles de ese lugar. 

Caminé con suavidad hasta que me encontré frente a ella. El sonido del disparo todavía hacía un distante eco en mi cabeza, pero no fue impedimento para escucharle sollozar por lo bajo aunque tratara de ocultarlo. 

Moví mis manos delicadamente hasta las suyas todavía agarrando el arma, sus pálidos dedos efectivamente temblaban, e incluso dio un pequeño saltito cuando mi piel tuvo contacto con la suya. 

— Sshh...— casi susurré, tranquilizándola al instante en que su cuerpo paralizado se tensó con mi contacto.— Está bien, está bien... Estoy aquí, Pai.

Su respiración todavía era agitad, su aliento cálido se pintaba de color blanco y chocaba con mi rostro. Sin embargó, permanecí en mi lugar sosteniendo sus manos hasta que de a poco sus manos se relajaron y comenzaron a soltar el arma de fuego. 

— Está bien, nena...— murmuré para ella, escuchando solo sus jadeos y sollozos haciéndose todavía más fuertes con el pasar de los segundos.— Vamos, dámela...

Paige obedeció a pesar de su tembloroso cuerpo, sus labios partidos y heridos siendo apretados por sus dientes para evitar el llanto y sus rodillas pareciendo estar a punto de ceder. Sus manos por fin soltaron el arma, dejándola en mi poder. 

Rápidamente le puse seguro, le quité la única bala restante y la guardé en mi bolsillo. A continuación dejé que Paige se refugiara por completo en mi pecho y rompiera a llorar con fuerza. 

Se cubrió el rostro con sus pálidos dedos mientras sollozaba fuertemente contra mí, a lo que solo pude rodearla con mis brazos protectoramente. Una de mis manos comenzó a acariciar su cabeza suavemente, en busca de calmarla y ayudar a que su tembloroso cuerpo se estabilizara. 

Esta escena me resultaba de alguna manera familiar. 

Pero en ese entonces ambos teníamos trece años, Paige era más alta que yo y ella solo tenía un morete que su padre le había dejado antes de que pudiera escapar, porque decía que era muy pequeña y no podía defenderse. 

Sentía su frágil cuerpo temblando entre mis brazos como ahora, su llanto mojaba mi camiseta pero no me importaba y solo me mantenía en silencio sin saber qué decir. 

Esta vez, con mi garganta ardiendo y las lágrimas picando en mis ojos, logré susurrar:— Hiciste lo correcto. 

Pasaron minutos para que Paige se calmara, no la solté incluso cuando su llanto comenzó a parar y comenzó a decir que era la mayor basura que existe por robar el arma de ese infeliz sin saber si quiera usarla. Le respondí que fue auto defensa, pero ella solo me miró en silencio y luego a sus pies. 

Por suerte la policía no apareció incluso con el disparo que estremeció en el vecindario, pero le dije a Paige que guardara el arma en un lugar en que no fuera peligroso y que se quedara en mi casa. Al salir noté que tenía una pequeña herida en su mejilla, probablemente hecha por una navaja, una marca en su cuello que prefería no enterarme y su camiseta negra estaba rasgada en la parte superior, casi mostrando su brasier y la piel pálida de su cuerpo. 

Le coloqué mi chaqueta de cuerina encima de los hombros sin pensar, y agarrando su mano la guié a mi casa en silencio. 

— Ponte esto.— dije, acercándome a la pelinegra sentada silenciosa en mi cama. 

Mantenía sus manos ahora quietas sobre su regazo, tan solo saliendo de su ensueño al momento en que me escuchó hablar y me vio alzándole una de mis camisetas. 

— ¿Seguro?

— Vamos, Paige.— negué con la cabeza con un fruncir de labios.— La lavé, no soy tan puerco. 

— Claro que no. 

Escucharla usar sarcasmo era, aunque sonara extraño, buena señal. 

Paige agarró la camiseta negra que le entregaba, en cuanto la tomé seguí paseándome por mi habitación para no incomodarla al quitarse su prenda rasgada y ponerse mi camiseta. 

Siempre le he dicho que verla no me causaba nada, pero comenzaba a entender el concepto de privacidad incluso para ella. 

— Gracias por esto, Ambrose.— la escuché decir a mis espaldas. 

— Ni lo menciones.— respondí, a la par en que buscaba una de las almohadas por ahí y una colcha del armario.— No podía dejarte ahí. 

— Debiste hacerlo.— giré a verla, cargando ambas de las cosas bajo mis brazos.— Aún no sé si hice lo correcto...

No dudé en agarrar la almohada y con una mueca completamente seria se la lancé directamente a la cara. Escuché un jadeo, pero no tardó en quitársela con rabia de la cara. 

— ¿¡Qué mier...!?

— Voy a cortarte las mechas azules si dices algo así de nuevo, Paige. — gruñí, para a continuación encaminarme hacia el sofá a un lado de la cama ignorando su irritada mirada en mi dirección.— Siempre dijiste que estabas harta de correr de todo lo que pasaba en tu vida...

Paige hizo una pausa, sosteniendo la almohada en sus piernas antes de hablar de nuevo tras un breve revolear de ojos.

— Verdad, pero... 

— Hiciste eso con tal de salvar la vida de tu mamá y tu culo.— continué, dedicándome a mover el sofá aguantando un gruñido. Seguí en cuclillas incluso cuando este ya se encontraba apegado a mi cama.— ¿Me equivoco?

— No...No lo haces. 

— ¿Entonces?— levanté la vista por sobre el viejo sofá, apoyando mis brazos sobre la cabecera de este y mi mentón en mis brazos.— ¿Qué piensas tanto?

La fémina se relamió los labios, pareciendo darle vueltas a eso en su cabeza una y otra vez sin parar. 

— ¿Qué pasa si no hubiera apuntado hacia arriba?— murmuró, con su voz casi volviéndose un eco, teniendo que aclararla para continuar hablando.— ¿Y si hubiese perdido el control y yo simplemente lo... hubiese...? Ya sabes...

— No lo habrías hecho. 

— Eso no lo sabes, Dean. 

— Lo sé, Paige.— la contradije sin más.— Porque te conozco, sé que solo querías asustarlo y que se fuera de una maldita vez. Y lo conseguiste. 

No dudé en saltar por sobre el sofá y estirar mi mano hasta tocar la cima de su cabeza, acariciando su cabello azabache y sonriéndole gentilmente. 

— Eres libre.— continué, encontrándome con sus ojos castaños brillando incluso en la habitación únicamente iluminada por la luz artificial de la lámpara.— Liberaste a tu mamá y te liberaste. Lo hiciste. 

Paige logró fruncir sus labios en una minúscula sonrisa, al mismo tiempo en que alejaba mi mano de su cabello lacio. 

— ¿Crees que todo esté bien de ahora en adelante?— me preguntó casi tímida. 

— Lo estará.— alcancé su mano, dándole un pequeño apretón sin alejar mis ojos de los suyos.—  No voy a dejarte sola, muerta viviente. 

La sonrisa en el rostro de la fémina aumentó, a la par en que ella agarraba la almohada que antes le había lanzado y la aventaba de vuelta hacia mí para golpearme con una risa saliendo del fondo de mi garganta. 

— Me agrada escuchar eso de ti, lunático.

Me alegraba verla un poco más calmada, por lo que pude relajarme un poco también. 

— Bueno, creo que es hora de dormir...— dije tras acomodar la colcha en el sofá y disponerme a recostarme luego de haberle quitado la almohada a mi amiga de entre sus pálidos dedos y uñas pintadas de negro. 

— Momentito, Ambrose.— me detuvo, haciéndome mirarla inquisitivo.— Hace rato quería preguntarte.— su labio se elevó lentamente en una sonrisa desafiante.— ¿De dónde venías tan tarde?

Esta era la Paige que conocía, y otra vez comenzaba a odiarla. 

— Eso a ti no te importa, a dormir. 

— ¡Vamooooos!— alargó como una niña chiquita, casi gateando por sobre las colchas de la cama para acercarse a mí.— Ha sido una noche de mierda y siento que no podré dormir en un rato. Lo menos que me debes es un chisme, y sé que tú estabas en un lugar interesante. 

Mierda... ¿Por qué siempre tenía razón? A veces detestaba que me leyera tan fácilmente. 

— No.— insistí, disponiéndome a darme la vuelta en cuanto mi espalda se apoyó por completo en el sofá.— Buenas noches. 

— Estabas con el rey de la Lista A ¿no es así?

Mierda, otra vez. 

Me paralicé por un segundo, a lo que casi la imaginé sonriendo satisfecha. 

— ¡Lo sabía!— chilló emocionada.— ¡Dime qué pasó! ¡Y quiero detalles sucios!

— Por favor, ya suenas como Bálor.— me quejé casi entre sientes, cubriéndome los ojos con mi antebrazo con tal de evitar mirarla o que tal vez se cansara del tema.

— Aparte de que ese tipo me cae muy bien, sabes que ambos nos entendemos muy bien.—soltó una pequeña risita.—Probablemente si él no fuera más gay que la palabra misma y yo no tuviera el corazón atrapado por Nikki, podría darle una oportunidad. 

— Ugh... 

No quería hablar del tema, no quería hablar de lo bien que se sintió besar a Roman aquella noche, de lo mucho que me martiricé por no decirle nada o lo mal que me sentí de que me evitara. Tampoco quería hablar de lo mucho que me gustaba abrazarlo, o como casi me volví loco cuando tomó mi mano bajo la mesa en aquella cena. 

No había hablado de mi familia en mucho tiempo, pero con Roman... sentía que quería hacerlo. 

— Tierra llamando a Ambrose...— canturreó la pelinegra, antes de golpearme en la mejilla con su pie desnudo y hacerme gruñir por lo bajo y girar mi rostro hacia el lado contrario.— Vamos, dime qué ocurre. 

— No pasó nada ¿de acuerdo?— le dije ya comenzando a exasperarme.— Cállate ya. 

— Dean, te conozco y sé que...

— Ugh.— gruñí más fuerte. No tardé en sentir que me arrepentiría de todo mientras el calor me subía a la cara aunque me cubriera esta con mis manos vendadas.— ¡Creo que me gusta!

Mi pequeño grito hizo eco en la habitación, perdiéndose en el silencio del dormitorio y haciendo que me pusiera más nervioso el hecho de que mi mejor amiga no dijera absolutamente nada. 

Sus labios estaban paralizados y me miraba sin decir palabra, por lo que no pude hacer más que volver a tumbarme, agarrar la almohada que tenía antes bajo la cabeza y apegarla a mi rostro para esconder la vergüenza.

Maldita sea...

¿Por qué esto me resultaba tan difícil? ¿¡Y por qué el maldito corazón me latía tan fuerte!?

— ¡Pues ya era hora!— chilló.—¿Ya te la metieron o qué?

— ¡Paige!

Estalló en risas, y no dudé en intentar alcanzar su cabello para jalárselo. Pero conocía mis movimientos a la perfección y fácilmente me devolvió al sofá mientras se carcajeaba. 

— Lo siento, lo siento...— balbuceó, tratando de controlar las risas y su respiración.— Es que es nuevo para mí verte así...

— ¿¡Así cómo!?— gruñí molesto.— ¿Tratando de ser serio y que tú solo me humilles?

— Tú no eres serio, ese es el punto.— siguió burlándose.— Y... la sonrisa que tienes cuando estás con Roman...

Apreté mis labios, girando mi rostro probablemente pintado de rojo hacia el lado contrario a su mirada. 

— No había visto esa sonrisa ni cuando estabas con Renee. 

— Prefiero dejarla a ella fuera de esto, Paige. 

Aunque casi escupiera esas palabras, escuché a la fémina soltar un suspiro y la cama rechinó ligeramente cuando mi mejor amiga se sentó como indio frente a mí. Sentía su mirada buscarme aunque yo mantuviera mis ojos en otro sitio de la habitación con tal de evitarla. 

— Dean, escucha.— comenzó a decir.— No puedes seguir evitando lo que sientes, eso no es lo correcto. 

— ¿Me lo dices tú?— comenté, para luego negar con la cabeza.— Me rompieron el corazón y lo sabes. No entiendo esta sensación en mi pecho y cada que veo a Roman me siento aún más confundido. Desde ese beso... Todo es diferente para mí. 

— ¿Fue ese beso importante para ti?

— Creo... Tal vez... ¡Ugh! ¡No lo sé!— me quejé perdiendo cualquier tipo de calma.— No sé qué pensar. 

— Déjame preguntártelo de otra manera.— continuó ella, apoyándose de sus piernas flectadas y permaneciendo a la misma cercanía de mí.— ¿Qué sentiste cuando besaste a Roman?

Me relamí los labios, tratando de no gritar o exasperarme más de lo que ya estaba. 

Las imágenes de esa noche seguían en mi cabeza, repitiéndose como un disco que no me disgustaba para nada escuchar. 

— Pues... se sintió extraño.— empecé a decir, teniendo que pausar para tener las palabras exactas.— Pero de una buena manera. Sus labios eran suaves, aunque su barba me raspaba un poco. Cuando nos besamos solo... me sentí como si fuésemos solo nosotros dos. 

— ¿Sentías lo mismo al besar a Renee?

Rodé los ojos:— Te dije que la dejaras fuera de esto. 

— Yo pregunto, tú contesta, Ambrose. 

La miré irónico, pero ella solo se encogió de un hombro y mantuvo esa mueca impenetrable y desafiante en su cara. Parecía un cuestionario a un criminal, pero era solo Paige siendo Paige. 

— No... Pero ¿tal vez es porque ella es una chica o...? En serio no lo sé.— suspiré.— Jamás había besado a un chico, tal vez sea eso. 

— ¿Dices que lo sentiste diferente porque él es un chico? ¿Te sientes igual al besar a una chica?

— No lo sé, es difícil de explicar porque yo...

Antes de que pudiera seguir hablando, las manos de Paige agarraron mis mejillas y me guiaron suave pero rápidamente hacia el frente, hasta que sus labios estuvieron sobre los míos. 

No pude cerrar los ojos en ningún momento, técnicamente paralizado por ello, por lo que solo pude mirarla sin decir nada o moverme. Ella se ve tranquila, con sus parpados todavía maquillados de delineador algo corrido al tener sus ojos cerrados y tan solo quedándose con sus labios tocando los míos, sin hacer ningún otro movimiento. 

¿Qué es lo que siento? 

La verdad es que, si tengo que ser honesto, no siento nada. 

No hay adrenalina, mi corazón no late ni mi mente se derrite como pasó aquella noche en la fiesta. 

Antes de que pudiera seguir analizando lo que ocurre, Paige se alejó. Fruncí mis labios, mirándole casi estupefacto y tal vez haciéndolo porque eso ha sido lo más loco que alguna vez podía pasar. 

— ¿Y?— preguntó ella tras soltar mi cara y dejar caer sus manos en el colchón entre sus piernas flectadas una vez más.— ¿Se sintió igual? 

No dudé en negar con la cabeza. 

— No. No sentí nada. 

Paige sonrió satisfecha, ladeando un poco su cabeza. 

— Ahí tienes tu respuesta.— murmuró, mirándome con un pequeño fruncir de labios antes de sonreír de lado.— No sientes nada porque no soy la persona que te vuelve loco. 

— Ya estaba loco. 

— Pero de otra manera.— me golpeó divertida en el pecho.— Sabes lo que intento decir. 

Lo sabía, por supuesto que lo sabía. 

— Sabes que eso fue la cosa más asquerosa y loca que he hecho ¿verdad?— dijo con una mueca de asco. 

Fruncí una parecida, aunque eso la hizo reír. 

— Peor para mí.— fruncí mis labios en un gesto como si vomitara.— Tus labios saben a sal y jamás tendría una erección estando contigo. 

— Eres adorable. 

No tardamos en comenzar a pellizcarnos y a reír, diciéndonos lo repugnantes que éramos antes de que nos rindiéramos a lo tarde que se hacía y que al día siguiente había que ir a la escuela. 

Paige se quedó envuelta como un gusano entre mis colchas, quedándose dormida un poco después de que su cabeza tocara la almohada y besara rápidamente la cima de esta. 

Volví a tumbarme en el sofá, apoyando mi cabeza contra uno de mis brazos doblados detrás de mi nuca y dejando que mi vista vagara por el techo. 

Gran parte de mi vida había alejado a todo aquel que intentaba acercarse a mí, específicamente luego de que mi segunda madre muriera. No confiaba en nadie, absolutamente en nadie...

Moví mi mano hasta el bolsillo de mi pantalón, tomándolo en mi mano y rápidamente buscando por el contacto que quería mensajear. 

unstable F: Hey, Bálor :)
unstable F: Sigues despierto?
Demon King: No.
unstable F: Entonces con quién hablo?
Demon King: Con tu puta madre.
Demon King: Más vale que me despertaras por una buena razón.
Demon King: O te juro que te partiré la cara a patadas y no será muy bonito.
Demon King: :)
unstable F: Me muero de miedo
Demon King: Hablo en serio :)
unstable F: 😒
Demon King: ¿Y bien?
Demon King: ¿Qué quieres, Ambrose?
unstable F: Tu sabiduría gay
Demon King: ¿Qué carajo quieres decir con eso?
unstable F: Cómo invitas a salir a un chico?
Demon King: ...
Demon King: Wow...
Demon King: ESTA CONVERSACIÓN SE VOLVIÓ INTERESANTE.

Algunos días habían pasado, tras aquella conversación con Finn y por fin tomar la valentía que me faltaba, seguí lo que mi corazón me día y le dije la verdad a Roman. Le dije que me gustaba, que no estaba jugando ni nada por el estilo, de verdad sentía algo por él. 

No mucho cambió luego de esos días. Roman pudo volver a la escuela tras esos dos días de expulsión, regañándonos a todos en el club ya que eso bastó para que hubiera un desastre y no ayudara mucho en el trabajo que debíamos hacer en el anuario. 

Los miembros de la Lista F todavía me observaban como basura, pero a diferencia de antes poco me importaba. Sonreía por el pasillo mientras llevaba mis audífonos puestos luego de cada clase, saludando a Jericho, a Gargano o a quien me encontrara por los pasillos. También había ordenado un poco mi casillero, luego de las insistencias de Roman y que su sonrisa y mejillas sonrojadas me convencieran de que era realmente adorable cuando bromeaba con él. 

¿Y qué eramos ahora? 

Ni idea. 

Desde ese día en que fui a verlo a su casa no habíamos discutido el tema, por lo que seguíamos como antes pero sin sentirnos mal por ello al menos. A veces lo miraba en clase con una sonrisa, y cuando giraba a verme seguía sonriendo aunque mi cara se calentara un poco y sus mejillas se ruborizaran. También lo había pillado mirándome algunas veces, así que no podía negarlo o lo haría un maldito mentiroso. 

Sin embargo, había algo que quería hacer antes de volver a sentirme como una estúpida gallina. 

— Sigo creyendo que el de color azul es mejor.— dijo Seth, caminando al lado de Rusev mientras inspeccionaba un libro de tapa azul cielo.

— Se nota que no sabes nada, enano.— reclamó Rusev, caminando junto a mí y alzando un libro idéntico de tapa color rojo.— Este es el mejor, tiene los colores del equipo y combinará con todo. 

— No lo dices solo porque Lana usara un vestido rojo hoy ¿verdad? — enarcó una ceja el bicolor. 

— ¡Eso no tiene nada que ver con esto!— exclamó el Búlgaro.— ¡Y no la metas en este asunto!

— Entonces el azul. 

— Te digo que el rojo. 

— ¡Azul!

— ¡Rojo!

— ¡Si los dos me siguen volviendo loco tendrán un ojo morado!— grité.

Ambos me miraron, por fin cerrando la boca por primera vez desde que salimos de nuestra clase de literatura. 

¿Por qué decidí seguirlos al club?

— Este asunto no te concierne, rey de los burros. 

— Apreciaría que comenzaras a llamarme Dean o Ambrose, como quieras, grandote.— dije, mirándole con mis brazos cruzados.— Y para que sepas, este asunto sí me concierne. 

Rusev pareció a punto de abalanzarse en mi contra, pero Seth se encogió de hombros antes de agregar algo. 

— Tiene razón. Es parte del club después de todo. 

Equipo Ambrose 1. Equipo del grandulón 0.  

Rusev observó al más bajo entre nosotros como si quisiera romperle una pierna ahí mismo, tomándose algunos segundos antes de gruñir algo en su lengua que todavía no entendía y mirarme. 

— Bien, cabeza de calabaza.— comenzó, tomando su libro y arrebatándole el de color azul al bicolor.— ¿Cuál crees que sea mejor para el anuario?

No lo pensé demasiado, respondiendo con un encoger de hombros:— Fácil, el rojo. 

La mandíbula de Seth cayó con incredulidad, mientras que Rusev sonrió por primera vez a algo que dije. 

— ¿Sabes qué?— el Búlgaro tiró el libro azul cielo por sobre su hombro, para a continuación abrazarme con su brazo libre.— Este tipo me está cayendo mejor. 

— Ustedes no tienen idea de lo que es bueno para el anuario.— se quejó Rollins, corriendo para tomar nuevamente el libro azul de donde quiera lo haya tirado Rusev.— Nos falta la opinión de Roman así que...

— Oh, yo ya le pregunté.— lo interrumpió el chico de chaqueta de fútbol.— Dijo que el rojo. 

— ¿¡Es un puto chiste!? 

No pude evitar aguantar una risa ante el chillido del exasperado bicolor, Rusev siguió abrazándome aunque le diera un desinteresado fruncir de hombros a su amigo y este apretó el ceño más molesto que nunca. 

— Dijo que no le importaba, que opinaba igual que Ambrose, así que...

No pude evitar sonrojarme un poco, pero los miembros del club de periodismo parecieron ni notarlo.  

— ¡Como quieran!— se rindió.— Por cierto ¿a dónde se fue ese tonto de Roman?

— No debe tardar, tenía clase de economía.— respondió Rusev.— ¿Les parece ir por algo de comer para el trabajo? No he comido nada desde el almuerzo...

— Te tragaste como cinco hamburguesas, grandote.— dije con diversión.

— No me hagas golpearte cuando me estás cayendo bien, burrito.

Apreté mis labios, a la par en que cruzábamos otro pasillo y el camino del club no era tan lejano. 

— Apoyo la idea de Rusev.— agregó Seth, volviendo a unirse a la conversación.— Aprovecharé de comprarle algo a Ran.— rodó los ojos sin borrar la pequeña sonrisa en su boca.— Siempre se muere de hambre luego de la práctica. 

— Uhm...— con suavidad me alejé del brazo de Rusev, encontrando a ambos miembros del club mirándome perplejos.— Creo que yo paso. Los veré en el club ¿de acuerdo?

— ¿Qué? ¿Vas a cogerte a la muerta viviente o algo?— bromeó Rusev, pero recibió un codazo de Seth al instante.— ¡Oye, pulga, te la estás buscando!

Me limité a rodar los ojos, dando vuelta sobre mis talones y comenzando a caminar en dirección al club. 

Sin embargo, en el camino tomé mi celular y rápidamente busqué el número de Roman. Me llevé el teléfono a la oreja, esperando a que los familiares timbrazos se interrumpieran por su voz al contestar. Si es que lo hacía en realidad. 

Los timbrazos pararon, pero solo escuché un suspiro antes de que el rey de la Lista A dijera:— Por favor dime que no se metieron en problemas mientras no estoy...

— Tus mascotitas se pelearon por el color del anuario.— respondí, sin poder evitar que la sonrisa creciera en mi cara en tanto caminaba con mi mochila al hombro.— Pero tranquilo, que ya estoy ileso de cualquier daño. 

— Eso es lo que más me preocupaba.— habló con sarcasmo.— Hablo en serio ¿dónde están?

— Irán a comprar algo de comida y luego irán al club, emperador romano. Tranquilízate. 

— Lo siento.— suspiró ligeramente.— Fue una clase complicada y estoy algo tenso.

— ¿Tenso dices? Hm...

Aquella idea me daba mil vueltas la cabeza, sin embargo, mi cobardía todavía me hacía dudar de hacerlo. 

Oh, al diablo. 

— Sé exactamente lo que puedes hacer para no sentirte tenso. 

— Si es golpear a Owens o algo así, ahórratelo.— casi gruñó exasperado.— Ya lo discutimos, Dean. Me basta con ser expulsado una vez.  

No pude evitar reír, a la par en que giraba sobre mí y comenzaba a caminar lentamente de espaldas sin soltar la llamada. 

— No hablo de eso, tarado.— dije, pero me detuve por un momento. Tragué con fuerza, dándome ánimos internamente antes de volver a abrir la boca.— ¿Qué opinas de... salir conmigo?

La línea se quedó en silencio y el pánico comenzaba a invadirme. Hasta que Roman por fin dijo algo, aunque su tono fuera más serio y sin señal de sarcasmo o diversión.

— ¿Salir contigo?

— Bueno, todavía me debes esa película en el cine así que... ¿Qué opinas? Tú y yo...— dejé salir lentamente una bocanada de aire, pero eso no conseguía calmar mi acelerado ritmo cardíaco.—  Como en una cita...

— Dean...— murmuró, con la inseguridad en su tono de voz.— No lo sé... No estoy seguro. 

— ¿Por qué?— pregunté, tratando de no sentirme abatido tan rápido.— ¿Acaso... te arrepientes de esto?

— No. No, claro que no. 

Lo rápido de su respuesta me calmó de alguna manera, comenzando a moverme en sentido contrario a mi vista una vez más. 

— Amaría salir contigo, es solo que yo... 

Sus palabras se interrumpieron y mi mano casi soltó el celular cuando mi espalda chocó con algo. O más bien, chocó con la espalda de alguien más y giré bruscamente a ver de quién se trataba. 

Mi semblante se relajó al encontrarme precisamente con el moreno con el que hablaba por teléfono. 

Tomé una breve bocanada de aire, finalizando la llamada y encarándole sin pensarlo. Se veía tenso, no había duda, un ligero sonrojo le invadía las mejillas y sus ojos parecían dudar en verme o no. 

— Estoy nervioso ¿sí?— rompió rapidamente el silencio entre nosotros.— Es que todavía... no confío por completo. 

— ¿Qué quieres decir?

— Confío en lo que dices, Dean. De eso no hay duda. Pero...— suspiró pesadamente, cerrando los ojos brevemente antes de abrirlos sin dejar de fruncir su ceño de forma nerviosa.— Tengo miedo de que solo estés jugando conmigo. Quiero... una prueba de que esto es real y no estás solo tratando de romperme el corazón por tus sentimientos momentáneos o algo por el estilo.

No lo pensé demasiado, y aprovechando que nadie pasaba por ese pasillo al finalizar las clases, empujé ligeramente a Roman hacia las taquillas a nuestro lado derecho. 

Mis dedos aprisionaron sus muñecas, pegándolas a ambos lados de su cabeza al momento en que ataqué sus labios con fuerza y sin remordimiento alguno. 

El cuerpo del pelinegro permaneció tenso por un par de segundos, sin embargo, poco a poco sus puños dejaron de apretarse y sus labios comenzaron a moverse al compás de los míos, siguiéndome el beso mientras un jadeo escapaba del fondo de su garganta. Trataba de no ser tan brusco, por lo que poco a poco mis dedos fueron soltando los agarres en sus muñecas sin soltarlo completamente. 

Sus labios se sentían como aquella vez, incluso mejor. Sentía que nada más me importaba, y los jadeos que él soltaba de vez en cuando o trataba de ocultar sonaban muy dulces. 

Un par de segundos después nos separamos ligeramente de los labios del otro por la falta de aire, mirándonos aunque nuestras mejillas estuvieran calientes y pareciéramos un desastre. 

— ¿Te basta con esa prueba?— murmuré casi para él. 

Mi corazón dio un salto cuando una sonrisa se dibujó en su boca, mostrando sus perfectos dientes mientras con vergüenza bajaba un poco la vista. 

No pude evitar sonreír con timidez también, dejando ir sus muñecas con suavidad y dando tan solo un par de pasos atrás. 

— Roman, no estoy jugando contigo, te lo prometo. Y estos sentimientos no son algo del momento, los estoy teniendo desde...hace bastante tiempo.— comencé a decir, siendo totalmente honesto y esperanzado de que creyera en mis palabras aunque mi voz temblara y las mejillas se me calentaran más y más.— Dame la oportunidad de hacerte feliz.

El moreno me observó, con sus brazos cruzados sobre su pecho inflándose por sus lentas respiraciones sin quitarme los ojos de encima. Se debatía consigo mismo, lo sabía, por eso trataba de pensar lo mejor y decirme a mí mismo que me creería. 

Tras un suspiro, el rey de la Lista A retomó la palabra.

— De acuerdo.— dijo.— Iré al cine contigo. 

Sonreí, sintiendo que la felicidad me llenaba el pecho. 

— Pero.

— ¿Pero?— pregunté enarcando una ceja.

Roman sonrió de lado:— Solo si me dejas elegir la película. 

No tardé en gruñir exasperado, como al niño pequeño al que le han prohibido ver una película de horror por no tener edad suficiente. 

— Ugh... Tu gusto de películas es horrible.— me quejé.

Él simplemente se encogió de hombros, probablemente sintiéndose orgulloso. 

Estaba jugando sucio. 

Rendido y tras un apretar de labios murmuré de mala gana:— Bien. Tú ganas. Elegirás la película. 

— Bien.— sonrió satisfecho. 

— Solo con la siguiente condición.

— Sabía que no te quedarías tranquilo.— agregó exasperado de mi sonrisa como la del gato rizón. 

— Me conoces bien, lindura.— guiñé hacia él, tan solo ganándome un rodar de ojos antes de que continuara con lo que decía.— Yo escogeré los snacks y lo que haremos después de la película. 

El pánico le llenó el rostro, sus ojos se abrieron por el mismo y la victoria me llenó el pecho. 

Otra vez, punto para mí. 

Podía negarse, pero lo conocía demasiado bien. Y la forma en que sus ojos brillaban aunque la protesta estuviera en su cara, me decían que no era capaz de decir que no. 

— ¡Okay, okay!— exclamó por fin, rendido ante mi sonrisa cada vez más victoriosa.— Tú ganas. Iré. 

— No te vas a arrepentir, emperador romano. 

— Ya lo estoy haciendo. 

Solté una risa, disponiéndome a caminar junto a él hacia el club. Pero Roman seguía de pie en el mismo lugar cuando giré a verlo inquisitivo. 

— ¿Qué? ¿No vienes?— pregunté. 

— Uhm... Iré a mi casillero por algo, así que en un segundo voy para allá. 

— Oh, okay.— apreté mis labios, alzando un poco mi mano como despedida.— Te veo en el club entonces. 

— Sí...

Me dispuse a seguir mi camino, pero no tardé en escuchar al rey de la Lista A decir algo casi en un gruñido para sí mismo. 

— Oh, al diablo.

No pude ni preguntarle sobre eso cuando ya se acercaba a pisotones hacia mí y sus labios chocaban con los míos. 

Me quedé paralizado por la sorpresa por una milésima de segundo, pero no tardé en sonreír bajo sus labios y dejar que su contacto me diera la maravillosa sensación que ya se volvía familiar pero satisfactoria. Había abrazado su cuello con mis brazos mientras sus manos se movían tímidas y temblorosas hasta finalmente agarrar mi cintura. 

Se sentía como la última vez, incluso mejor. 

Por primera vez en mucho tiempo, sentía que esto era correcto. Esperaba no equivocarme. 

¿Y qué importaba si lo hacía?

— Te veo en el club, lunático. 

No podía dejar de sonreír, incluso si me encontraba en la terraza de aquella casa tomando un poco de sol mirando hacia la nada. Cualquiera podía pensar que estaba drogado o ebrio, pero lo único que me mantenía así era recordar la sonrisa en los labios de Roman, la forma en que estos chocaban tan suavemente con los míos y cómo me sentía desde aquel momento en que mi corazón comenzó a latir con más fuerza por su cercanía. 

Estaba feliz, por muy loco que me sonara. 

Solía odiar a Roman Reigns con todo mi ser, pero ahora... realmente no podía estar sin él un solo minuto. Era quien me recordaba que podía ser yo sin importarme el resto. 

— Tierra llamando a Ambrose.— canturrearon detrás de mí, a lo que volteé lentamente por sobre mi hombro para ver a Randall apoyado de la puertecilla de cristal en la terraza. Tenía una sonrisa burlona y arqueaba una ceja.— ¿Acaso ya perdiste la cabeza que ni me escuchas?

Sonreí de lado. 

— Cállate, Orton.— dije con diversión, girando por completo.— Sabes que estoy nervioso. 

— Te conozco bien.— comentó, a la par en que caminaba hacia el barandal tras haber dejado un par de latas de bebida energética en la mesa cercana.— Nunca creí verte así de nuevo. Bueno, desde...

Apretó los labios, como si se retractara de lo que seguía. 

No tardé en rodar los ojos, al igual que mi cuerpo por sobre mis talones y apoyar ambos de mis antebrazos en el barandal. 

— Desde Renee.— completé, casi escupiendo las palabras fuera de mi boca. 

Orton guardó silencio, suspirando levemente antes de seguir hablando. 

— Sé que nunca te pregunté porque... no sabía cómo reaccionarias. Pero ¿cómo te sientes... respecto a ella?

— ¿Quieres saber si la odio?— murmuré, girando mi vista levemente hacia él. Se veía serio, con sus labios en una fina línea. — No, Orton. No la odio, no creo que pueda odiarla luego de las cosas lindas que pasamos juntos. 

Tomé aire, mi pecho se sentía pesado y sentía que mi corazón latía con más fuerza a cada momento. Ese corazón roto que dolía cada vez que recordaba a la chica de cabellera rubia que lo hizo mil pedazos y luego despedazó más las pequeñas piezas de él. 

— ¿La he perdonado?— apreté mis labios brevemente.— No lo sé. Pero no la odio, la verdad es que trato de que ella se borre de mi memoria. 

— ¿Y qué hay de Roman?— me interrumpió con suavidad, causando que me tensara ligeramente con la sola mención de su nombre.— ¿Estás seguro de todo esto, Dean?

— ¿De estar con Roman?— lentamente, una sonrisa se desplegó en mi boca y sentí cómo mis pómulos se calentaban ligeramente.— Incluso si estoy seguro o no, estoy seguro que mi perseverancia no me dejaría alejarme de él.  

— Wow...— silbó el tatuado, para luego soltar una pequeña carcajada casi entre dientes. Comenzó a buscar algo en el bolsillo de sus jeans en tanto agregaba.— Ahora temo por Reigns, no va a ser capaz de escaparse de ti. 

Reí, negando suavemente para mí mientras Randall sacaba una cajetilla de cigarrillos de su bolsillo. Tomó uno y lo colgó de entre sus labios, no tardó en mover la caja hacia mí ofreciéndome uno. 

Negué con la cabeza, a lo que él abrió ampliamente sus ojos con notable diversión antes de guardar la cajetilla nuevamente en su bolsillo. Con sus manos libres, se quitó brevemente el cigarrillo de entre los labios. 

— ¿También dejaste de fumar?— exclamó casi con sorpresa, encogiéndome de hombros con una pequeña sonrisa. 

— Demasiada junta con los nerds, supongo. 

— Por favor dime que irás a mi fiesta de cumpleaños antes de los exámenes finales.— habló casi con un ruego en sus ojos.— No puedes dejarme en mi beer-pong de cumpleaños a mí solo. Ya pareces uno de los Lista A y me está asustando un poco. 

— Oye.— le golpeé suavemente en el brazo, carcajeándome junto a él.— No digas estupideces, Orton. Sabes que soy el mismo de siempre.— solté una pequeña respiración.— Además te recuerdo que uno de los Lista A es tu novio.

Randall se quedó callado, tal vez porque estaba concentrado en encender su cigarrillo y darle una calada con su semblante hacia el frente. O eso creí, hasta que expulsó una bocanada de humo y se vio bastante serio, casi melancólico. 

— No es mi novio.— murmuró, pareciendo abatido.— Aunque... Yo quisiera que lo fuera. 

— ¿Qué?— fruncí mi ceño, acercándome nuevamente al barandal y mirándole inquisitivo.— Pensé que ya lo eran. Digo, el chico no se despega de ti y parecen llevarse tan bien como una pareja y...

— No, Ambrose.— me interrumpió. Pude ver cómo su mano libre de el cigarro encendido se apretaba en un puño, volviendo sus nudillos de color blanco.— No... Yo no puedo hacerlo. 

No tardé en caer en la cuenta de lo que quería decir, dejando que mis labios se juntaran y me atreviera a mirarle con empatía. 

— Es por lo que pasó entre ustedes cuando niños ¿no? 

Aunque él no respondiera, yo ya sabía la respuesta. 

— ¿Por qué no le haz dicho?

— Ya te dije por qué, Dean.— me interrumpió casi en un furioso gruñido.— El día en que se lo diga... Va a odiarme. Todo lo que hice fue un error, y sigo cargando con la culpa hasta ahora. Me siento bien siendo su amigo, protegiéndolo, estando ahí para él... Algo que no pude hacer cuando yo mismo fui el monstruo que lo atacó.

— Randall...

— Créeme, sé lo que es querer a alguien y no poder decírselo.— apretó sus labios, a la par en que cerraba sus ojos por un par de segundos.— Quiero... Yo quiero estar con Seth, en serio que quiero... Pero cada vez que pienso en decirle algo, la culpa vuelve a comerme vivo y solo trato de actuar indiferente. 

— Perdona por interrumpir.— dije, a lo que me miró inmediatamente.— Amigo, creo que no has pensado si Seth siente lo mismo tal vez... ¿Lo has besado?

Randall guardó silencio, por lo que me respondí solo.

Arrugué el ceño. 

— Joder ¿desde cuando?

— Un par de semanas después de que lo vi en el club de periodismo lo invité a un concierto que había ese fin de semana. 

— ¿Seth? ¿El enano gruñón en un concierto?

Por alguna razón, el chico de cabeza rapada soltó una pequeña risa.

— No es tan gruñón como crees, también le gustó bastante la música Rock.— comentó con una sonrisa. 

— ¿Algo más de lo que me deba enterar?

— Uhm...— enarqué una ceja.— Ese día de la fiesta de Halloween, luego de que aparecieras y lo acompañara a quitarse la soda del traje, nosotros...

— ¡No quiero saber eso! 

Decidí no meterme más en su asunto con Seth, sin embargo le aconsejé que en serio pensara las cosas antes de que tuviera que irme a mi... cita con Roman. 

La idea de ese concepto se me hacía extraña, pero de una manera en la que mi corazón latía con fuerza mientras movía el engrane y con un gruñido la motocicleta aceleraba. Las luces de la ciudad comenzando a encenderse se reflejaban en mi casco, el rugido de la motocicleta era lo único en mis oídos mientras recorría las calles algo concurridas de la ciudad. 

Bálor no dudó en aceptar mi trato de cambiar mi camioneta por su motocicleta, ni yo tampoco me arrepentía. Había aprendido a conducir cuando todavía vivía con mis padres adoptivos, por lo que no había tenido problemas con ello en absoluto. 

Le había dicho a Roman que lo vería fuera del cine en el centro, por lo que mi corazón se aceleraba más y más llegando a la calle principal que me conduciría a ello. 

— Espero que no escoja una película de drama adolescente aburrido.— murmuré para mí bajo el casco, cruzando la última señal de alto y acelerando hacia el cine. 

En cuanto llegué pude ver a varias personas en la entrada, algunas parejas esperando en la fila o solo abrazándose y diciéndose tonterías entre risillas. Pero en especial, mis ojos se encontraron con el único chico apoyado solo contra una de las paredes del lugar al lado de una de los posters de premiere, mantenía su cabello suelto como en la fiesta de Halloween, solo que esta vez llevaba sus habituales gafas de marco negro y su atuendo perfectamente ordenado en su chaqueta de mezclilla cubriendo la camiseta azul cielo y blanca y sus piernas cruzadas con esos jeans negros tallando sus piernas...

¡Joder! ¿¡Qué mierda me pasa ahora!?

Fue suerte que siguiera mi instinto y justo moviera mi mano en el freno, deteniéndome casi con un drift a la orilla de la acera y llamando la mirada grisácea del moreno con sus brazos todavía cruzados sobre su pecho. 

Me quedé quieto por un momento, tan solo quitando la llave del contacto y tomando esa oportunidad de tomar una gran respiración, en un intento fallido por calmar mi acelerado corazón. Guardé la llave en el bolsillo de mi camisa roja a cuadros, para a continuación proseguir a quitarme el casco de la cabeza. 

— Vaya.— interrumpió esa voz que solo conseguía hacerme perder la calma.— No sabía que fueras más que un estereotipo de chico malo. 

Gruñí entre dientes cuando sin intención me golpeé la nariz dentro del casco, apretando los labios brevemente antes de continuar con lo que hacía. 

El viento me tocó las mejillas, al mismo tiempo en que moví ligeramente la cabeza para quitarme el cabello que se había ido a mis ojos. Una vez que me encontré libre, giré mi mirada con obviedad hacia el rey de la Lista A. 

— ¿Más que un estereotipo? Claro que lo soy.— respondí con un arquear de ceja desafiante.— Y no lo sé... ¿Crees que soy un chico malo?

Fue genial ver la forma en que sus labios se apretaban y sus mejillas se tiñeran de rosa aunque tratara de ocultarlo. 

— Eres un idiota... Y llegas tarde. 

— Lo sé, lo sé. 

Bajé de la motocicleta luego de bajar con mi pie el pequeño soporte que la mantenía en pie. Con el casco todavía bajo mi brazo continué hablando. 

— ¿Vas a regañarme en nuestra primera cita también?

Por alguna razón, eso lo hizo ruborizar más antes de que me mirara con sus bazos firmemente cruzados. 

— Primera y última, tal vez...

Fruncí el ceño, dejando el casco a un lado para mirarlo directamente a los ojos. 

— Oye ¿qué? ¿Por qué dices eso?— murmuré casi confundido, pero Roman insistía en mantener su mirada a sus pies.— ¿Tan malo es salir conmigo?

— Dean, es que yo...— soltó un suspiro entre dientes, para acto seguido levantar su semblante hacia el mío.— He estado nervioso todo el día porque esto es... una cita.

— ¿Y?— di un par de pasos hacia él, pero no se movió si quiera.— ¿Cuál es el problema con eso?

— ¿No vas... a arrepentirte luego?

No pude evitar sonreír de lado, al mismo tiempo en que acercaba mis labios a su rostro y besaba suavemente su ruborizada mejilla. 

— Dependerá de la película que escojas. 

Bastó aquello para que su ánimo pareciera volver a la habitual alegría que caracterizaba al rey de la Lista A, dejando que una sonrisa se dibujara en su boca antes de que buscara en el bolsillo de su chaqueta y alzara frente a mi rostro un par de boletos de cine. 

— Ya escogí.— dijo. 

El ver esa sonrisa triunfal en su rostro me asustó por un segundo. 

— Por favor, dime que no elegiste un drama adolescente o una mierda de romance porque te juro que vomitaré. 

— Dijiste que podía escoger, así que te aguantas.— insistió, a la par en que me entregaba los boletos. 

Hice un puchero como el de un niño pequeño, casi rendido al tomar uno de los boletos en mi mano y resignarme a mirar el nombre de la película sin esperanza alguna. 

Sin embargo, mis ojos se abrieron y mi mandíbula casi cayó al leer el nombre. No pude evitar mirar a Roman con la misma ridícula expresión en mi cara. 

— ¡No me jo...! ¡Roman!— exclamé, con la emoción llenándome el rostro y mi voz volviéndose más alta.— ¡Esto es una película de horror!

Reigns sonrió, casi con obviedad.

— Lo es. 

— ¡No tienes idea lo mucho que quería ver esta! 

— Creo que sí, estás gritando mucho.

Casi podía saltar sobre mis botas, sosteniendo el ticket como si fuera el objeto más preciado del mundo. 

— ¡Esto es increíble!— continué, casi en un chillido.— ¡En serio lo es!

— Bueno, con un gracias me basta, Dean. Creo que...

No pudo seguir hablando cuando asalté sus labios en un rápido beso, casi sonriendo bajo sus paralizados labios y mirándole emocionado en cuanto me separé de él. Se veía totalmente perplejo, casi sin moverse. 

— ¡Te compraré lo que quieras! ¡Esto será genial!— continué.— ¿Skittles? ¿O prefieres patatas fritas?

Reigns parpadeó un par de veces, saliendo de su parálisis luego de segundos casi eternos y consiguiendo volver en sí frente a mi rostro. 

— S-Skittles está bien para mí.— balbuceó, con su voz notablemente nerviosa. 

— A la orden. 

Sonreí una última vez hacia él, para luego dirigirme con un trotecito hacia el lugar de los snacks. 

El ambiente olía a mantequilla derretida y frituras, pero ni eso me ayudó a esconder la forma en que mi mandíbula se apretó, mi corazón enloqueció y mi rostro entero se tornó rojo en cuanto me le adelanté a Roman. 

Besarlo se sentía tan bien que no podía evitarlo, además de que se veía tan guapo con el cabello suelto que yo... 

Ugh, soy el peor imbécil en el mundo. 

Incluso había escogido la película que tanto me gustaba... Definitivamente, Roman Reigns estaba cambiando algo en mí, o terminaría matándome.  

Me concentré en comprar varias bolsas de Skittles y un par de sodas, incluso si mi rostro seguía rojo agradecí que la poca luz dentro de la sala de cine ayudara a esconderlo. 

Nos ubicamos en las filas casi al final de la habitación, donde nadie nos cubriría la vista o algo por el estilo. 

O eso creo que fue la razón de Roman al escoger esos asientos. 

Estuvimos en silencio hasta que empezó la película, Roman mantenía sus ojos en la pantalla bastante concentrado y yo trataba de imitarlo. Sin embargo, cada vez que intentaba hacerlo mis ojos volvían a moverse tímidamente hacia él incluso si masticaba cada Skittle frutal con la intención de distraerme. 

No podía quitar mis ojos de él y no entendía la razón. Ni con Renee me pasaba eso. Cuando veníamos al cine, las pocas veces que accedí, me la pasaba masticando lentamente cada uno de los Skittles en mi boca con la esperanza de que la chica llorona en la pantalla se le declarara al chico que le gustaba y terminara pronto mi tortura por esa noche. 

Pero por ella aguantaba ese tipo de tortura, aunque terminara detestando los filmes de romance adolescente y mierdas de secundaria. 

Además de Grease, claro. Creo que esa era la única excepción a la regla. 

Saboreaba la manzana verde en mi boca cuando en los asientos del frente casi volaron palomitas cuando en la pantalla se vio a un tipo asesinar a unos adolescentes en un campamento con un cuchillo de carnicero, algunos chillidos también escaparon por la sala e incluso ambos saltamos en nuestros asientos. 

Ya estaba acostumbrado a esa sensación y adrenalina que las películas de horror te daban, pero no pude evitar girar por completo a ver a Roman. Su rostro parecía algo pálido, lo cual en cierta forma me preocupó. 

Me acerqué un poco a él, moviendo mi cabeza lo suficiente para susurrar en su oído. 

— ¿No habías visto nunca una película de terror?

— E-En el cine jamás.— murmuró bajito, pareciendo tragar sin apartar sus ojos de la pantalla.— Estaré bien. 

— ¿Estás seguro, Roman?

Solo recibí un asentimiento, por lo que no tuve más opción que volver lentamente a como estaba antes y, con mis codos apoyados en los posa brazos a cada lado de mi cuerpo disponerme a concentrarme en la película una vez más. 

Tomé un puñado de Skittles de colores y me los eché a la boca, dejando que el sabor se dispersara por mi lengua. Pero comencé a sentir cómo el brazo de Roman chocó con el mío en el posa brazos. 

Parpadeando, moví lentamente y cuidadosamente mi mirada hacia su brazo. Estaba casi pegado a mi codo, moviendo lentamente su brazo hasta que este se encontró apoyado por completo. 

No pude evitar morder mi labio inferior, agradeciendo que las luces estuvieran apagadas cuando mis intenciones me ruborizaron las mejillas. 

Me sentía como un tonto, como un torpe con cada cosa que hacía. Pero... 

Quería tomarle la mano. 

No era la primera vez, pero esto se sentía distinto. 

Casi me explotaba el corazón contra los oídos y sentía que se me secaba más y más la boca. 

¡Vamos, no seas gallina!

Tomando aire por la nariz, solté mi labio y moví mi cabeza hacia la pantalla. 

No. No lo haré. Soy un idiota, un completo idiota. 

Me dispuse a seguir viendo la película y dejar de pensar en tonterías, sin embargo ni noté que en ello moví mi brazo, estirándolo y apoyándolo en el mismo posa brazo que Roman y que nuestras manos casi se tocaran. 

 ¡Joder!

Pensé en disculparme, en mover mi mano. Pero entonces pude sentir el tímido toque del pulgar de Roman acariciando mi dedo meñique. 

Mi corazón se aceleró y sentí que me faltaba el aire, pero fui capaz de mover mi mano hasta la suya y tomarla. Roman entrelazó nuestros dedos con delicadeza y solo pude sonreír sin quitar mis ojos de la pantalla. 

No nos soltamos la mano durante el resto de la película.

— Creí que moriría del susto ahí dentro.—dijo el moreno en cuanto salimos de la sala. 

— Yo también lo creí.— agregué, ganándome su mirada.— En un momento casi gritas y asustas a todos. 

Roman no dudó en golpearme el pecho mientras caminábamos sobre el alfombrado del cine. 

— Sabes que eso no es verdad.— gruñó. 

— Sabes que sí.— repliqué con una sonrisa.— Incluso me dejaste la mano sin circulación y tengo pruebas. 

— Cállate. 

— Nope. 

Me codeó con fuerza, yo hice lo mismo, y entonces comenzamos a golpearnos el uno al otro al punto de terminar riendo y llamando la atención de los que pasaban. 

Pero me dolían las mejillas por sonreír, así que no me importó. 

Tampoco le solté la mano hasta que llegamos a donde mi motocicleta estaba estacionada. 

Guardé el empaque de Skittles con algunos restantes en el bolsillo de mi camisa, para a continuación subir a la motocicleta aparcada a orillas de la acera y disponerme a encenderla. Hasta que noté que Roman seguía de pie en su lugar mirándome perplejo. 

— ¿Qué esperas? Sube. 

— ¿Perdona? 

Rodé los ojos, volviendo mi mirada hacia él. 

— ¿Recuerdas el trato?— dije, apoyando mi codo sobre la delantera de la motocicleta.— Tú elegías la película, yo los snacks y lo que haríamos después. Ahora sube. 

— Claro que recuerdo el trato, imbécil. Pero quiero saber a dónde vamos.— abrió sus ojos con obviedad. 

— Okay, pregunta entonces. 

— ¿A dónde vamos?

— No te diré. 

Apretó su ceño al igual que su mandíbula, pero muy dentro de sí ambos sabíamos que yo tenía razón. Por lo tanto, no tuve remordimiento en sonreír victorioso, ignorando por completo la molestia en su mirada y encendiendo la moto. Con un gruñido, esta vibró bajo mi cuerpo y de una patada quité el pequeño soporte que la mantenía quieta. A continuación, le lancé el único casco que tenía a Roman. 

— Oye.— se quejó Roman, pero consiguió atrapar el casco antes de que este se cayera al suelo.— ¿Acaso no piensas usar casco?

— Te dije que subieras, no que hicieras preguntas.— dije con simplicidad, el rugido de la motocicleta estremeció entre nosotros cuando giré brevemente el acelerador.— Sabes que estás a salvo conmigo, emperador romano. 

— Ya no estoy tan seguro. 

— ¡Vamos!— bromeé.— Sube ya, te aseguro que no será algo malo. 

Se veía inseguro, con el casco negro todavía entre sus manos y pasando su mirada dudosa de este a la mía. Luego de unos segundos cerró sus ojos, soltó un suspiro y comenzó a quitarse las gafas. 

— Preguntaré de nuevo. 

— Adelante.

— ¿A dónde vamos?

— Nope. 

— ¡Dean!

Disfrutaba molestarlo, no podía negarlo. 

Roman terminó rindiéndose, guardando los anteojos dentro de su chaqueta antes de colocarse el casco y subir a la parte trasera de la motocicleta en completo silencio y resignación. 

Mis manos rodearon el acelerador y freno, apretando un poco mis dedos vendados en torno a ellos. 

— Solo sujétate.— le dije por sobre mi hombro. 

— ¿A qué?— preguntó. 

Rodé los ojos, soltando uno de los volantes de la motocicleta para girar levemente y agarrar una de las manos que mantenía en su regazo. Sin pensarlo, moví esta hasta que tocó mi cadera. 

— A mí.— agregué con simpleza.— Y sujétate fuerte, suelo conducir rápido. 

— Moriré.— le escuché murmurar casi entre dientes, pero lo pasé por alto y volví a colocar mis manos como antes. Sin embargo, me vi interrumpido cuando sentí ambos de sus brazos rodear mis caderas y acelerar mi pulso.— Moriré por seguro. 

A pesar de ello, sonreí de lado y moví el acelerador. La motocicleta vibró bajo nosotros, justo antes de ponerla en marcha y que acelerara por las calles de la ciudad. 

— ¡Mierda, Dean!— gritó casi por séptima por sobre el viento fluyendo rápidamente por sobre mis oídos.— ¡Vas demasiado rápido!

— ¡Acelerando!

Como la mayoría de las veces, ignoré sus advertencias y aceleré incluso más. Sentí su mejilla apoyarse en mi hombro, al igual que sus brazos apretarse un poco más a mi alrededor mientras seguía conduciendo. 

— Te odio. 

Seguí sonriendo, disfrutando de la briza nocturna a nuestro alrededor a medida que pasábamos por distintos lugares y me hacía paso al que buscaba. 

Luego de un par de minutos me detuve. Apagué el motor y sentí los brazos del rey de la Lista A soltar poco a poco mis caderas. 

— ¿Qué tal tu primer viaje en motocicleta?— pregunté con una divertida sonrisa. 

Sin embargo, no fue sorpresa que en cuanto él se quitara el casco pasaran dos cosas. Sí, su mirada era la más molesta que he visto, pero no podía tomármela en serio con su cabello hecho un desastre por el casco y el viento en el camino. 

No pude evitar cubrirme la boca para no reír y que el rostro de Roman se pintara de rojo. 

— Agradece que no te mato.  

—Sería un desperdicio.

Roman ignoró mi comentario, dándome el casco y bajando de la moto.

Ordené todo correctamente y me dispuse a bajar.

—Wow...

Pero cuando quise pasar mi pierna por sobre el asiento delantero, alcé la mirada y me encontré a Roman de pie un par de pasos más allá. Miraba al horizonte lleno de rocas y algunas superficies bosquejosas.

—Este lugar es genial.—murmuró casi para sí, para luego girar a verme.—¿Cómo lo conoces, Dean?

—Este desierto es mi lugar favorito en el mundo.—respondí.—Comencé a venir aquí luego de abandonar a mi padre, se me hizo una costumbre venir aquí a pensar mirando las estrellas.

Roman se quedó en silencio, viéndome mientras su cabello ondeado se movía ligeramente por el viento.

Luego de un par de segundos, caminó de vuelta hacia la moto en la que seguía sentado, apoyando su cuerpo ligeramente en esta.

—¿Alguna vez viniste con tus amigos?

—Nah.—negué con la cabeza.— Ellos siempre estaban festejando y... Este lugar es importante para mí, no se lo mostraría a cualquiera.

Otra vez aquel silencio, en el cual sabía que había dicho la estupidez más cursi de la existencia.

Joder, Roman ¿por qué me haces esto?

—Parece que sí soy especial para ti después de todo.

Claro que sí.

—Cuando no eres un puto presumido.

Roman soltó una pequeña risa ante mi sarcasmo, pero la sonrisa se formaba por sí sola en mis labios.

—Bueno, el presumido eres tú ¿sabes?—lo miré, arqueando una ceja.

Sus ojos brillaban bajo las estrellas iluminando el cielo nocturno sobre nosotros, y su sonrisa seguía siendo aquello que disfrutaba a cada segundo.

—¿Yo soy presumido?

—Así es.-aseguró sonriendo.—La forma en que cantas, caminas e incluso bailas. Todo grita "¡presumido!".—exclamó, gritando lo último ahuecando su boca con sus manos como un megáfono en mi dirección.

No dudé en golpearle ligeramente la pierna con mi rodilla, ganándome una risa mientras me limitaba a rodar los ojos.

—Pero hablo en serio.—continuó.—Aunque te veas presumido, eres bueno. En cantar y bailar me refiero.

Lo miré con cierta timidez y la calidez invadiendo mi pecho.

—¿En serio?

—Por supuesto.—agregó.—Mi prima todavía me dice que quiere conocer al chico genial que se tropezó ese día en el parque.

—Aunque digas eso, sabes que soy genial después de todo.

—Lo eres.

No me esperaba esa respuesta, ni menos tan rápida.

—Pero no me has respondido.—agregó, a lo que nuestras miradas no tardaron en encontrarse.— ¿de verdad soy especial para ti?

Tomé una pequeña pausa.

—Lo eres.—sonreí ligeramente.—Lo eres, Roman.

Parecía como si quisiera decir algo, pero no se atrevía.

Pasaron minutos, que me parecieron casi eternos en el silencio de aquel desierto solo iluminado por las estrellas adornando el cielo nocturno.

—Yo... Te detestaba, Dean.—comenzó, llamando mi atención. Se veía nervioso, con su mirada baja y retorciendo sus dedos sobre su regazo luego de haberse sentado nuevamente en la parte trasera de la motocicleta.— Siempre me pareció que eras un idiota, presumido, el tipo más irritante sobre la tierra...

—¿A dónde quieres llegar?

—A la parte en que te callas y me dejas hablar. Además interrumpes a la gente cuando te abren su corazón, infeliz.—apreté mi mandíbula, guardando silencio de mala gana.—A lo que quiero llegar, es que no había forma de que pensara que fuésemos amigos.

Me sentía igual respecto a él, le había dado mil vueltas al asunto.

Nunca en mi jodida vida creí que Roman Reigns estaría conmigo, en ese lugar, luego de una cita y haciéndome sentir las cosas que actualmente sentía por él.

— Nunca imaginé que todas esas cosas negativas en ti, se transformaran en lo que siento ahora...

Sonreí de lado, para luego girar ligeramente hacia él. Con la misma expresión, le ofrecí mis manos vendadas suavemente. Roman no tardó en captar lo que esperaba, acercando sus manos y dejando que las tomara con delicadeza. 

Se sentían cálidas, como siempre. Alborotaban mi corazón y me hacían sonreír, porque quería sostenerlas todo el tiempo posible. 

Sonreí al mirar la pulsera azul atada a su muñeca, idéntica a la que me aseguraba llevar a cada momento. 

— ¿Y qué es lo que sientes ahora?

El moreno tomó una pausa, lo escuché tomar una respiración antes de retomar el habla. 

— Además de miedo, me siento ansioso.— dijo, llamando mi atención y encontrándome directamente con sus ojos claros.— Tengo miedo que todo esto sea un chiste, que sea un sueño que mi mente creó y tú simplemente... te arrepientas de todo. 

— Sabes que eso no pasará.— le dije casi automáticamente, dándole un pequeño apretón a sus manos.— ¿Qué más sientes?

— Pues... Sigues siento un idiota para mí, eso no cambiará nunca.— solté una risa y a él le vi sonreír lentamente.— Pero, luego empecé a conocerte. Vi cosas de ti que nunca pensé si quiera que vería en ti, eres talentoso, cabeza dura pero luchas por seguir con lo que quieres, eres un sobreviviente...

Supe a lo que se refería, sintiendo un peso en mi pecho al recordar la declaración que hice en su casa aquella noche. 

No solía recordar mucho de lo ocurrido en mi infancia, mayor parte porque no quería sufrir, lo único que me forzaba a hacerlo era el insomnio y las mismas pesadillas al respecto. 

No me había dado cuenta que mi cabeza había empezado a descender, hasta que Reigns soltó una de mis manos, moviéndola hasta mi mentón y levantando mi semblante hasta volver al suyo. 

— Pero ¿sabes una cosa?— sonrió hacia mí, sintiendo cómo eso alejaba cualquiera de mis oscuros pensamientos respecto al pasado.— Cuando comenzamos a ser amigos, sentía que todo mi mundo se desordenaba... Salvo que...

— ¿Qué...?— murmuré, casi ansioso por escuchar lo siguiente. 

— Salvo que un día te miré como mi amigo... pero eso fue antes de entender que estaba perdiendo mi cabeza por ti.— sonrió tímidamente, casi robándome el corazón al instante.— Me gustas mucho, Dean. 

No lo soporté más, no podía estar lejos de él. Lo necesitaba, siempre lo necesitaba. 

Rápidamente lo agarré del rostro, casi empujándolo hasta que nuestros labios chocaron con los del otro. Roman rápidamente respondió al beso, pasando su pierna por sobre la motocicleta sin romper el contacto, dándome la chance de estar más cerca de él mientras movía rítimicamente mis labios sobre los de él. 

Sus manos viajaron hasta mis rodillas, subiendo lenta y tentativamente por mis muslos hasta detenerse en mis caderas. 

¡Joder!

Hice lo posible por aguantar un jadeo ante su toque, concentrándome en mover mi boca sobre la suya y comenzar a tallar su labio inferior con mi lengua. 

Sin embargo, el moreno se apartó suavemente de mis labios y murmuró:— Tus labios saben a Skittles. 

Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios latiendo y calientes por el contacto.

— Los tuyos a soda de limón.— dije rápidamente, dejando otro beso sobre sus labios y mirándole con una sonrisa divertida.— No me quejo. 

El rey de la Lista A sonrió de vuelta, justo antes de que nos acercásemos al mismo tiempo el uno al otro y volviéramos a conectar nuestros labios.  

Mis manos se movieron lenta pero firmemente hasta su pecho cubierto por la delgada camiseta, incluso sintiéndome ansioso por la presencia de ella y el impedimento de dejarme tocar su piel con mis manos. 

No tardé en soltar un pequeño jadeo que no fui capaz de contener al momento en que Roman mordió levemente mi labio inferior, sintiéndome algo avergonzado pero olvidándolo rápidamente cuando las manos de Roman tiraron de mis caderas y me movieron hasta estar más cerca de él. Nuestras rodillas chocaban y nuestras pelvis estaban muy cerca la una de la otra, causando que una sensación eléctrica se apoderara de mi cuerpo. 

Pero continué, incluso si sentía el calor recorrerme de los pies a la cabeza y solo podía pensar en lo malditamente bien que se sentía todo. 

La forma en que me tocaba, el movimiento de sus labios, su lengua tocando la mía, la piel de su pecho cálido incluso bajo mis vendajes. 

Me sentía como un adicto, solo que esta vez no podría librarme de esta tentación. 

Un jadeo de protesta salió de mi boca cuando Roman se alejó de mis labios, sin embargo, no me esperé que estos se movieran hasta mi cuello y comenzara a besar este con una delicadeza casi desastrosa. 

Mordía mi labio, sabiendo que solo soltaría sonidos de los que me avergonzaría, pero un gemido finalmente se me escapó cuando mi entrepierna casi se machacó contra la suya al mover mis manos hasta sus brazos en busca de mantenerme consciente por la placentera sensación que sus labios me estaban dando. 

Sentía que mi erección ya era notoria, pero recuperé la noción de ella ante la obvia chance de que Roman lo notara. 

Sus labios lentamente abandonaron mi cuello en cuanto ese gemido fue audible en la zona abandonada, siendo por parte algo bueno o probablemente nos estarían acusando de follar públicamente. 

Bueno... Casi hacerlo. 

— Lo siento.— murmuró Roman, su aliento cálido al chocar con la desprotegida piel de mi cuello me dio un ligero escalofrío. Pero estaba más enfocado en seguir respirando aunque mi rostro estuviera rojo y me faltara el aire.— No puedo hacerlo. 

Quise protestar, pero no podía si quiera mover mi boca. Tuve que tomarme un par de segundos para volver en sí y mirarle inquisitivo. 

— ¿Crees que...?— balbuceé, tratando de a poco tranquilizar mi acelerado corazón.— ¿Crees que está mal?

— No es eso.— se encogió tímidamente de hombros.— Es solo que... No quiero solo dejarme llevar por el calor del momento ¿de acuerdo?

Mierda... Tenía razón. 

De pronto todo el calor se volvió frío y volví en mí, dándome cuenta de todo. 

— Carajo...— maldije entre dientes.— L-Lo siento tanto, no quería hacer nada que no quisieras, me siento como un total hijo de puta. 

Otra vez estaba ansioso, pero Roman se encargó de dejar eso atrás al abrazar mi cintura con sus brazos y dejar un suave beso en mis labios. Me dejé llevar una vez más, ya que el contacto era cómodo y tranquilo, nada comparado a la pasión y enredo de segundos atrás. 

— Nunca dije que no quisiera, solo creo que... es muy pronto.  

Sonreí junto con él, sintiendo que toda la ansiedad del momento pasaba y daba paso a la felicidad de escucharle decir todas esas cosas.  

— ¿Crees que puedas quedarte conmigo esta noche?— pregunté luego de un rato solo abrazándonos. Roman me miró con curiosidad.— Insisto, no haré nada que no quieras. 

— Admito que estoy algo cansado y...— miró brevemente hacia abajo y luego a mí con una sonrisa de lado en su boca.— Creo que deberías hacerte cargo de tu problema ahí. 

Fruncí el ceño, hasta que de un segundo capté su indirecta y mis mejillas ardieron bajo el cielo nocturno. 

Solo pude gruñir entre dientes con vergüenza, tratando de girar lo mejor que pude para disponerme a encender la motocicleta:— Mierda...

— Me siento alagado ¿sabes?

Su broma no me hizo gracia, solo quería que la tierra me tragara o golpearlo por ser el culpable del bulto en mis pantalones. 

Gruñí de nuevo, dándole el casco mientras le escuchaba reír a mis espaldas. 

No me enojaría por mucho, solo necesitaba... hacerme cargo de ello. 

— No creí que tuvieras el sueño tan pesado, Rome.— me burlé con una sonrisa.

— En mi defensa, no he dormido nada gracias a ti.— gruñó.— Así que es solo tu culpa. 

— ¿Dices que soy la razón de que estés despierto?

— Sí, sí, ya cállate. 

Solté una risa, caminando junto a él fuera del estacionamiento de la escuela. 

Con su presencia en mi casa, era obvio que me levantara temprano y llegásemos un par de minutos antes de que las clases iniciaran. Sin embargo, fue agradable despertar con sus brazos alrededor de mi cuerpo aunque al principio dije que dormiría en el sofá. 

Terminé moviéndome a la cama de todas maneras con la excusa de que se me estaba congelando el culo, pero Roman no se quejó y me abrazó toda la noche hasta que mis ojos volvieron a abrirse y me encontré con su rostro dormido. 

Caminamos por el lugar, disponiéndonos a ir a la clase de literatura. Sin embargo, en medio de nuestra caminata, me detuve. Llamé la atención del rey de la Lista A de inmediato. 

— ¿Qué haces?— preguntó.

— Iré a la clase del segundo periodo.— expliqué con un encoger de hombros.— Quiero ver la práctica un rato, además de hablar con Paige. 

— Dean.— comenzó a decir con regaño.— Tienes que ir a clases, no queda mucho para la graduación. 

— Vamos, Rome.— sonreí de lado.— Te prometo que me divertiré un rato y te veré en la siguiente clase, también trabajaré en el club... ¿Qué dices?

No podía negarse, lo sabía por la forma en que me miraba y la incertidumbre en su rostro. 

Como esperaba, Reigns terminó por soltar un suspiro en clara resignación antes de volver a mirarme. 

— Está bien.— dijo, causando una sonrisa en mi cara.— Pero si no llegas a la clase de la tarde, yo mismo iré a buscarte. 

Con la misma divertida expresión, moví mi mano a su cabello, jugueteando con una de las ondas asomando de su coleta.

— ¿Y si me buscas de todas formas?

Roman rodó los ojos, pero era evidente que quería reír antes de disponerse a girar sobre sus talones. 

— Te veo luego, Dean. 

— Adiós, Rome. 

Con una sonrisa, se encaminó en dirección a la escuela, mientras que yo me hacía paso hacia las tribunas del campo de fútbol con la sonrisa pegada a mis labios. 

Esperaba que esa sonrisa no se borrara. 

Bajé las escaleras, sin miedo de ver a aquellos que solía llamar amigos entrenando. Solo quería ver a esas personas que me importaban, además de saltarme la aburrida clase por un rato. 

Salté el último par de escalones, buscando un lugar en la tribuna vacía para tener una buena vista de la práctica. Cuando lo encontré me desparramé cómodamente en el asiento con una profunda respiración, casi lancé mi mochila en el asiento de junto y me dispuse a buscar a Paige o alguien conocido con la mirada. 

Pero me interrumpí al momento en que el celular sonó desde el interior de mi chaqueta de cuerina, tomándolo rápidamente y encontrándome con un mensaje de Roman. 

Una sonrisa se dibujó de nuevo en mis labios al leer. 

roman emperor: No sé si lo olvidé, pero quería darte las gracias por la cita. 

unstable F: Crees que se repita? ;)

roman emperor: Es muy probable :)

unstable F: :)

Me sentía bien, con solo recordar los momentos de risa, sus labios sobre los míos, las sonrisas, las miradas, el sabor a soda en sus labios chocando con los míos sabor dulce...

— Dean. 

Sentí que me paralizaba, tan solo logrando parpadear antes de mover lentamente mi cabeza en la dirección en que vino esa voz femenina diciendo mi nombre. 

Me encontré rápidamente con aquella chica de blusa roja cubierta por una chaqueta de cuero negra, el cabello caía como ondas por sobre sus hombros y sus castaños me observaban de la misma manera en la que recordaba. 

Rompiéndome el corazón que creía haber reparado en mil pedazos y volviéndose un caramelo hecho trizas. 

— ...Renee.

Me encanta traer capítulos largos, espero no les moleste :)

Solo por las dudas: No, no pasó nada más luego de lo de la moto, nada pasó en casa de Dean. Es muy pronto ;)

Espero que les gustara el capítulo y gracias una vez más por su apoyo <3 

Se despide, Rock.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro