Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

18. El mayor de los desastres

¿Dije que perderían la cabeza en un PAR de capítulos? Quise decir AL SIGUIENTE capítulo. 

Suerte leyendo esto, les aconsejo tener una almohada cerca para chillar y que no los escuchen ;)

¡Disfruten el capítulo y feliz año por adelantado!


Cuando haz recibido tantos golpes, tantas tundas, patadas y amenazas como yo, no hay cosa que te llegue a lastimar o a doler luego de eso. Te vuelves insensible en la mayoría de los sentidos...

—¡Esta mierda duele!

— ¡Se te va a infectar si no lo curo!

— ¡Me importa mil madres! ¡Suéltame! — grité, a la par en que empujaba poco delicado a la pelinegra con el algodón entre sus dedos.

Sí, ya sé lo que dije hace segundos atrás... ¡Pero esa mierda arde más que cualquier ácido en este mundo! Además, no estoy tan insensible como la mayoría llegaría a creer. 

Me levanté de la cama sin importarme que Paige quedara con el cabello revuelto y que probablemente se regara la botella con alcohol que tenía en la mano, caminando por mi habitación en tanto esperaba que el maldito ardor en mi cara pasara.

— Dean, deja de ser tan cabeza dura, por favor. — comentó ahora la rubia sentada en el sofá de mi habitación. — Tienes un desastre en la cara. 

— Pues es la única cara que tengo, muñeca. — dije con una sonrisa llena de sarcasmo antes de dejarme caer con uno de los lados de mi cuerpo contra la pared. 

Lana rodó sus ojos, cerrando el maletín lleno de suplementos médicos que ambas féminas habían traído desde que les abrí la puerta aquella mañana. 

Habían pasado un par de días desde que Roman supo de mi pelea con los miembros de la Lista F que antes eran mis amigos, por lo que no pasó mucho tiempo para que el resto de sus compinches se enteraran y ahora me trataran como un cachorrito herido. 

Seguía viéndome como la mierda con los moretes y las heridas cicatrizando en mis labios y nariz, pero al menos podía volver a moverme sin quejarme a cada rato del dolor en el cuerpo o de que alguien aparte del capitán del club de periodismo me viera. 

Aunque el hecho de que Lana y Paige me trataran como un niño al que golpearon los bravucones no me estaba ayudando realmente. 

— Bien hecho, Ambrose. — suspiró la pelinegra de coleta, tomando la botella casi vacía en su mano y mirándome con un apretar de labios. — Regaste todo y tu cara sigue igual. 

— Estaría mejor si ustedes no estuvieran aquí. 

Paige frunció el ceño ante mi malhumorado comentario y agregó: — Maldito infeliz. 

Rodé los ojos, volviendo a caminar por la habitación en busca de mi chaqueta de cuero y las llaves de mi camioneta en el bolsillo de esta. 

— ¿A dónde coño crees que vas?— exclamó la pelinegra nuevamente al verme dispuesto a abandonar la habitación. 

— Eso a ti no te importa.— respondí con simpleza, abriendo la puerta de mi cuarto.— A ustedes se les hace tarde y yo tengo cosas por hacer, así que les sugiero que salgan de mi habitación. 

Paige bufó, incrédula de lo que escuchaba.

— ¿Por qué nos tratas así?

— Solo necesito estar solo. 

— Dean, estuviste perdido por días y no haz dicho nada sobre ello.— insistió mi mejor amiga de cabello bicolor.— ¿Sabes lo preocupados que nos tenías a todos?

— ¡Lo sé! ¡Joder, lo sé! ¡Y lo siento!— exclamé, más alto de lo que quería en realidad.— ¡Sé que soy un idiota, pero no necesito hablar de eso ahora!

— ¡Tienes que estar jodiéndome, Ambrose!— gritó Paige, perdiendo la paciencia. 

— Chicos...

Incluso si Lana intentó intervenir como la voz de la razón, nosotros nos vimos abdordos en nuestra discusión poco agradable y ya gritándonos el uno al otro. 

— ¡No puede ser que no quieras hablar de esto! ¡Mírate nada más! ¡Se nota que es algo grave!—continuó Paige, incluso si hacía lo posible por no mirarla a los ojos al tallarme estos con la yema de mis dedos.— ¡Necesitas decirnos lo que pasó!

—  ¿¡Qué sabes tú lo que necesito o no!?—grité, rompiendo cualquier hilo de tranquilidad que me quedara.— ¿¡Quién dice que todos ustedes no son falsos también!? ¿¡Quién dice que no me dejarán solos!?

  — ¡Te lo digo yo! ¡La persona que conoces desde hace casi seis años, Ambrose!

Mi boca se paralizó en cuanto escuché su quebradiza voz formulando esas palabras. Paige parecía estar a punto de golpearme, pero siguió con lo que quería decir.

— ¡Yo soy la que te dice que nosotros nos preocupamos por ti! ¡Te lo dice la chica con el corazón roto desde hace una eternidad, que no se atreve a salir del clóset por miedo a que la puedan matar o hacerle algo a su madre!— chilló, casi perdiendo su voz en eco rebotando por la habitación. Paige soltó varias respiraciones, notoriamente agotada de estar gritando. Negó brevemente con la cabeza antes de retomar lo que decía.— Te lo dice la persona que, sabiendo quién eres en realidad o sabiendo la decisión que tomes, seguirá contigo, Dean...

Lana soltó el labio que mordía, tratando de mostrar una sonrisa aunque esta fuera temblorosa.

— Todos seguiremos contigo, Dean. 

¿Qué demonios estaba haciendo? 

Decidí hacer lo posible por tragarme mi odio y dejar de lado aquel tono mordaz que se me había quedado pegado a la lengua, calmándome antes de dirigirme a las porristas. 

— Lo lamento... Pero lo que menos necesito es tener a mis dos mejores amigas cuidándome.— comencé a explicar casi en un tono lleno de ruego, teniendo la mirada molesta de Paige sobre mí y la preocupada de Lana todavía en el sofá sosteniendo la caja con objetos de primeros auxilios. — Estaré bien solo, chicas, en serio. 

Ambas se miraron en silencio, como si trataran de decirse algo que realmente no fui capaz de entender. Tal vez una cosa de mujeres. 

Lana apretó los labios, mientras que Paige soltó un sonoro suspiro y se levantó de mi cama con facilidad. 

— Como sea. 

Estaba molesta, lo sabía. Pero yo lo estaba más conmigo mismo por ocasionar todo esto. 

Paige dejó a un lado las cosas que había usado al intentar curar mis heridas, agarrando su mochila de uno de los rincones y disponiéndose a salir de mi habitación en silencio. Mantuve la puerta abierta, esperando que pasara y eso fuera el fin de todo. 

Sin embargo, recibí un jalón en mi oreja perforada en cuanto Paige pasó, haciéndome apretar la mandíbula antes de mirarla con cara de pocos amigos. 

Esperaba que me reiterara lo idiota y desagradable que estaba siendo con ambas, pero solo me observó con sus ojos entrecerrados y con regaño en su pálido rostro. 

Casi pude leer que luego hablaríamos de esto. 

Paige continuó caminando por el umbral de la puerta, mientras que la pelirrubia de trenza se detuvo un par de pasos frente a mí. 

— ¿No piensas ir a clases, Dean?

— No me siento muy bien para ir, Lana.— dije con sinceridad, mostrando lo que traté de forzar como una pequeña sonrisa de lado.— Yo me excusaré con los profesores, así que no te preocupes ¿de acuerdo? 

— ¿Estás seguro de que estarás bien?

Estuve a punto de responder hasta que la mano pálida de Paige agarró la muñeca de la chica, jalando de ella con brusquedad. 

— Ya oíste a nuestro rey, Lana.— sonrió de lado hacia mí.— No necesita a sus niñeras... Pero tal vez sí necesite un niñero. 

Fruncí el ceño, sin entender al inicio y solo resignándome a seguirlas escaleras abajo. 

Ignoré el dolor en mis costillas al colocarme la chaqueta sobre los hombros, al igual que las ansias por morder mis partidos labios llenos de heridas intentando cicatrizar. 

Las féminas continuaron su camino sin decir nada, abandonando el lugar sin siquiera dar marcha atrás. Pero, incluso si todavía no llegaba ni al umbral de la puerta de entrada, las escuché detenerse. 

— ¡Roman!— chilló la porrista rubia. 

Mi corazón se apretujó, al igual que sentí mi respiración flquear. Fue un milagro que mis pies no se enredaran y terminara cayendo por el resto de escaleras que me quedaban por bajar. 

También evaluaba la opción de volver corriendo a mi cuarto y no volver a salir, pero la puerta de entrada ya estaba abierta y era capaz de ver al moreno de cabello largo en una coleta baja sosteniendo su bolso a un lado de su hombro mientras miraba a las féminas de la Lista F. 

 No estaba de humor para todo esto, pero sabía que no podría escaparme de Roman con gritarle como hice con las chicas. 

— ¿Ya se van a la escuela?— escuché al rey A preguntar.

— Yep.— soltó casi armoniosamente la pelinegra.— Tenemos una reunión sobre el próximo partido y...

No pude evitar encogerme en mi lugar cuando Paige giró hacia mí, causando que Roman la imitara y se encontrara directamente con mi mirada al estar parado en el úmbral de la puerta de entrada acomodando mi chaqueta. 

Tragué con fuerza, esforzándome por mirar al suelo y evitar el mirarle a los ojos. 

— Nuestro querido rey parece verse muy como la mierda como para ir, así que...— Paige giró hacia él nuevamente.— Todo tuyo, niñero. 

— En serio eres una perra, Paige. 

Mi voz la hizo girar hacia mí, sonriente incluso luego de todo el escándalo que habíamos hecho en mi cuarto. Con la misma burlona mueca en su rostro, la chica de chaqueta en todos rojos y negros hizo una irónica reverencia frente a mí, sin quitarme los ojos de encima hasta que giró sobre la suela de sus zapatillas y se dispuso a marcharse. 

— ¡Oye, Paige!— grité con más fuerza, sin moverme de mi lugar entre el pórtico y el interior de la desordenada sala de la casa. 

La bicolora se detuvo, girando lentamente hacia mí al igual que la incómoda pelirrubia que caminaba junto a ella por la acera. 

Casi rodé los ojos para mí, moviendo un poco mi pie sobre la madera en un acto de esconder mi nerviosismo. Acto seguido, tomé una rápida bocanada de aire y dije:— Lo siento. 

Roman seguía viéndome, Lana continuaba sin tener mucho que decir y Paige seguía observándome con su semblante serio sin emoción más que los posibles deseos de partirme la cara. 

Pero, a pesar de que esperé recibir una tunda de ella, sus labios se estiraron en una sonrisa de lado. 

— Más vale que cuando me cuentes lo que pasó, tengas una cerveza bien helada esperando por mí. 

La imité, sonriendo:— Eso puede arreglarse. 

— Y unas galletas Oreo. 

— No te pases de lista. 

Tras una última risa de su parte, volvió a girar y retomó su camino junto a Lana en una amena conversación entre ambas.

Mierda, sí que puedo ser un gran idiota. Ella se merecía una disculpa mejor, no esa basura. 

Quise seguir culpándome de lo obvio, pero me vi interrumpido por los pasos del chico de cabello largo acercándose en mi dirección. 

Casi entré en pánico, pero una parte de mí no dejó que mi corazón agitándose tomase el control y solo me crucé de brazos todavía de pie en el umbral de mi puerta. 

Roman subió el par de escalones que conducían hacia el pórtico, acercándose a mí incluso si mantenía mi ceño fruncido hacia él y mi mandíbula se tensaba. 

No sabía si a causa de la molestia o la posible sensación nerviosa expandiéndose por mi ser. 

El rey de la Lista A se detuvo a tan solo unos pasos de mí, mirándome con sus labios separándose, probablemente en busca de algo que decir. 

— Por favor.— comencé a decir, cerrando brevemente mis ojos y volviéndolos a abrir antes de continuar.— Dime que no fuiste tú el que las envió aquí. 

Su boca se paralizó, mirándome y moviendo sus labios de una forma que me habría parecido divertida. Pero eso solo me dio más chance de rodar los ojos con astío ante la obviedad de la respuesta. 

— Joder, Roman ¿es una broma?

— Estaba preocupado por ti, Dean.— intentó excusarse.

— No necesito una maldita niñera, Reigns.  Creí que lo entendías. 

— Lo sé, lo sé. Y lo siento.— agregó, sonando realmente arrepentido. Soltó un suspiro exasperado y me miró a los ojos una vez más.— Pero no soy el único que está preocupado por ti y lo sabes. 

La verdad es... que no lo sabía. 

Luego de lo ocurrido, solo me decía a mí mismo que nadie se preocupó por mí, al igual que yo estuve haciendo tanto tiempo al tratar al resto como mis juguetes y siendo el rey de la Lista F. 

Bueno... Creo que ya no soy el rey de todas maneras. 

— ¿No deberías estar en la escuela?— pregunté, tratando de evadir el tema al menos por un rato. 

— Sí, debería.— Roman se encogió ligeramente de hombros, evitando mi miraba por un breve lapso de tiempo.— Pero... Quería saber cómo estabas. 

¿Por qué me alegré de escuchar eso? ¿Por qué quería saltarle encima y rodearle con mis brazos? ¿Por qué...?  

— ¿Qué hay de ti? ¿No piensas ir a la escuela?

Salí de mi breve trance, solo para mirarle con una ceja enarcada y expresión poco agradable en mi rostro todavía lleno de moretes. 

El moreno no parecía entenderlo, por lo que me vi obligado a explicar lo mismo que he intentado decir por tanto tiempo. 

— No quiero volver... Al menos no aún.  — murmuré, sintiendo una punzada de dolor en el pecho pero ahogándola con una respiración profunda. — No me importa que el resto del mundo me vea luego de... lo que pasó. Pero es doloroso. 

— Dean, no vas a estar solo...

— Lo sé. — lo interrumpí, sin querer sonar brusco. — Pero esto es algo que tiene que ver conmigo. — me moví un poco por sobre mis zapatillas, en un intento por encontrar fuerzas para continuar. — He pasado un largo tiempo pensando que tenía amigos, jugando con la gente... Quiero tiempo para volver a ser yo ¿comprendes?

— Lo intento, créeme que lo intento. — Roman soltó una pequeña respiración, rascando su nuca y volviendo a mirarme a los ojos. — Pero... Yo... 

Me le quedé viendo, incluso si él parecía buscar infinitamente algo que decir. Mi corazón latía con fuerza como cada vez que le miraba, y se tornó peor al momento en que se acercó a mí sin decir comentario y me abrazó con suavidad. 

Sus brazos me apretaron ligeramente, sintiendo el ritmo de su corazón en mi pecho y causando que el calor me subiera rápidamente a la cara. No era capaz de moverme más que para pestañear y tragar con fuerza en un intento de recuperar mi cordura perdiéndose. 

¡Demonios! ¡Solo es un abrazo! ¡No exageres!

— No quiero que vuelvas a decir las cosas que dijiste antes. 

— ¿Q-Qué cosas? — balbuceé, tratando de mirarle aunque mi cuerpo estuviera todavía congelado. 

— Que no me preocupara por ti, que no lo valías. — por alguna razón lo sentí sonreír a mis espaldas, a la par en que sus manos daban esa sensacion cálida incluso por sobre la tela de mi chaqueta. — Vales la pena para mí, Dean. 

No conocía aquella sensación en mi pecho, o la manera en que mis ojos picaban pero no soltaba lágrimas, al igual que la inminente necesidad de sonreír cuando conseguí volver a tener control sobre mi cuerpo y extender mis brazos hasta abrazar a Roman. 

— Gracias, Roman...

— Y si quieres ir a la escuela pues...

Okay, al diablo toda la cursilería. 

No dudé en fruncir la nariz y abrir mis ojos, empujando ligeramente al moreno un par de pasos lejos de mí y cerrando la puerta detrás de mí. 

— Sabía que solo te importaba eso, maldito nerd. — gruñí, pasando de él para cruzar el pórtico. 

— E-Entiende Dean que puedes reprobar el semestre y... ¡Carajo, escúchame!

— ¡Déjame en paz, cerebrito! 

— ¡Estoy tratando de ayudarte! — siguió gritando, en un intento de seguirme por el lugar hasta que llegué a mi camioneta. — ¿A dónde crees que vas?

— Lejos de ti, eso es seguro. — le sonreí sarcástico, abriendo la puerta del vehículo. Pero Roman la detuvo con facilidad y me miró con ironía en sus ojos claros. Apreté la mandíbula y lo miré también ya harto. — Roman, tu mano. 

— Tienes que ir a la escuela. 

— La mano.

— Anderson hará lo posible por expulsarte si no vas pronto, Dean. Por favor hazme caso. 

Nos quedamos en silencio, tan solo viéndonos como si de una competencia de miradas se tratara. Sin embargo, fui el primero en alejar mi semblante del suyo y apretar mis labios lastimados y resecos. Aguanté la ira y volví mi rostro hacia el del rey de la lista A.

— Bien. 

— ¿Bien?

— Tú te lo buscaste. 

Roman no consiguió reaccionar antes de que moviera un poco mi pie y con fuerza pisara el suyo. Su mano se movió de la puerta cuando gruñó por el dolor, tratando de tomar su pie lastimado y con ello casi tropezando consigo mismo. 

No perdí tiempo, tomando esa oportunidad para subir a mi camioneta y cerrar rápidamente la puerta detrás de mí. Moví el embrague y salí de la acera lo más rápido que pude, dejando atrás al adolorido chico que me observaba rendido desde el jardín de mi casa. Justo antes de alejarme más, sonreí de lado y con burla besé mis dos dedos de mi mano izquiera, formando un arma con ellos y disparando hacia él antes de desaparecer de su campo visual. 

Lo siento mucho, pero no estaba para más sermones. Quería pensar, quería hablar con alguien que no me tratara como a un niño lastimado. 

Sonreí a mis adentros, a la par en que apretaba mi pie contra el acelerador y comenzaba mi viaje hacia el otro extremo de la ciudad. 

Sabía exactamente con quién ir. 



Conduje por un par de horas, pero no tardé en hacerme camino hacia aquella escuela con diferentes colores a los nuestros y con caras desconocidas que no me llamaban la atención en lo más mínimo. 

Me estacioné a unos metros de la entrada, caminando con mis manos vendadas al interior de los bolsillos de mi chaqueta de cuero y evitando tener cualquier tipo de contacto visual con los chicos que me miraban, posiblemente, por los moretes y heridas en mi cara. 

Tal vez debí tomar eso en cuenta. 

Sin embargo, hice lo que siempre hago y soy experto. Sonreí de manera burlona y caminé confiado en dirección a la entrada de la escuela cercana. 

Pero no tardé en visualizar a cierto chico de cabello castaño corto siendo encarado por un tipo de aspecto ridículamente grande. Como Lesnar pero no con tantos esteroides. 

Me detuve por un momento, solo para escuchar que le gruñía ciertas cosas al chico de menor estatura y ojos claros que se veía demasiado calmado incluso en esa situación. 

— ¡Pagarás por lo que le hiciste a mi auto, Bálor! ¡Voy a reventarte a golpes si no me pagas ahora mismo lo de la ventana rota!

— ¿Y quién te ha dicho que fui yo, Joe? — dijo con una sonrisa de superioridad y un encoger de hombros. — Pudo haber sido cualquiera ¿por qué yo?

— ¡Sabes muy bien por qué! — gritó, casi escupiéndole en la cara. — ¡Me viste ebrio en esa maldita fiesta e hiciste lo que un amigo no haría! — con poca delicadeza, agarró el cuello de la chaqueta de cuerina de Bálor. — ¡Tomaste mi auto y te llevaste a mi novia! ¡Dame una razón convincente o te rompo la puta nariz ahora!

El chico de mirada azulina pasó sus ojos desde la mano del grandulón agarrando la solapa de su chaqueta hasta volver lentamente su semblante hasta el del su agresor. Parecía estar inmune a cualquiera de sus amenzas, a lo que no pude hacer más que sonreír en tanto continuaba observando el espectáculo. 

— Creo que te estás confundiendo un poco, hermano... 

Joe aguantó un gruñido cuando Bálor movió su mano con rapidéz hasta su muñeca, apretando esta al punto de que pareciera dolerle. Este lo miró nervioso, a lo que el chico de chaqueta de cuero frunció una sonrisa de lado en tanto alejaba su mano lentamente de la solapa de la prenda. 

— En primera, no vuelvas a tocarme.— murmuró casi entre dientes, con una voz que le helaría la sangre a cualquiera.— Segunda, lo de tu auto no fue mi idea. Tu chica no es precisamente una santa, ya que estando ebria parece que se olvida de ti y piensa en mí. Pregúntale a ella el resto de la historia. 

— ¡Voy a matarte!

Bastó eso para que los ojos de Bálor parecieran oscurecerse, para luego alzar su pie rápidamente y estamparlo al costado del grandulón. Este se balanceó un poco, pero no fue suficiente para hacerlo caer. La furia pintaba su rostro cuando intentó abalanzarse de vuelta incluso cuando el ojiazul estaba listo para darle más de esas patadas. 

Pero se detuvo cuando le agarré del brazo y doblé este por detrás de su espalda con facilidad. 

Joe gruñó, tratando de mirarme por sobre su doblado cuerpo. 

Pude visualizar la sonrisa en el rostro de Bálor antes de que dijera:— Te recomiendo que desaparezcas, Joe. Este hijo de puta no tiene piedad con nadie, ni yo tampoco la tendré. 

Sonreí de lado, acercándome un poco a la oreja del chico tratando de quitarse mis agarres de encima. 

— Ya oíste al muchacho...— murmuré casi con dulzura, para luego terminar con un mordaz tono.— Largo. 

Como si de un gatito asustado se tratara, el grandote por poco se desmoronó en el suelo en cuanto lo solté, intentando lo más posible mantenerse en sus pies en tanto huía de la escena con su rostro pálido y gruñendo entre dientes maldiciones en nuestra contra. 

Apreté uno de mis nudillos con mi mano, crujiendo estos un poco sin quitar mi mirada del aterrado chico corriendo de la escena como si hubiese visto al mismísimo fantasma de la ópera. 

Momento... Eso era un libro ¿no? Ya no sé ni por qué digo esas analogías de genios. 

Mucho tiempo con Roman me tenía que estar afectando. 

— No juzgues un libro por la portada ¿no? — murmuró Bálor, a lo que sonreí en tanto giraba suavemente sobre mis pies. 

— ¿Llego a buscarte y ya estás en problemas? — silbé con ese dejo de diversión en mi tono. — No dejas de sorprenderme, Finn. 

— Y tú sigues igual de bruto, Ambrose. 

El ojiazul sonrió, para a continuación acercarse a mí a la par en que lo rodeaba con mis brazos en un amistoso abrazo. 

— ¿Qué demonios fue todo eso, viejo? — pregunté, justo antes de separarnos de nuestro abrazo. 

Finn se encogió de hombros.

— Joe es un idiota. Cree que yo soy el responsable de todo y adora ofrecer tundas al resto. Se ve como un mal tipo, pero solo no sabe usar el cerebro. 

— Claro. — sonreí de lado con mis brazos cruzados sobre mi pecho. — Y como si tú supieras usarlo. 

Bálor enarcó una ceja: — ¿Quieres una patada también, Ambrose?

— ¿Y dejar que el gran Demon King me destroce la cara? Paso...

— ¿¡Destruir qué!? — casi chilló de la nada. Sus ojos se abrieron con sorpresa y parecía notar lo obvio tan solo en ese momento. — ¡Si te ves como la mierda!

Sonreí con sarcasmo antes de decir: — Gracias, tarado.

— ¿Qué demonios te pasó?

Rodé los ojos, mirando a mis alrededores en busca de evitar el tema. Finn se quedó en silencio, pero no tardó en chasquear su lengua con un ligero sonido. 

— Entendido, capitán recibo tundas y luego no doy reembolso. — dijo con cierta diversión en su voz. — ¿Qué te parece si vamos por algo de beber y piensas si quieres contarme? No nos hemos visto hace años. 

Solté un bufido. 

— Claro que no. — reclamé con el ceño ligeramente fruncido. — Te vi en tu cumpleaños. 

— Sí, cuando cumplí 12 años, pedazo de imbécil. 

Wow... ¿Tan despistado era?

— Agradece que todavía guardo una pizca de respeto por ese matón de primaria que no dejaba a nadie meterse conmigo. 

Sonreí un poco.

— Veo que aprendiste a defenderte bien. — no tardé en mirarle con picardía. — ¿En serio le quitaste la chica a ese baboso?

Finn pareció morder su mejilla por un instante antes de mirarme casi con ironía en sus ojos claros. 

— Recuerdas que soy cien porciento y realmente gay ¿verdad?

— Lo sé. Solo quería fastidiarte. 

No tardé en verle sonreír y que levantara su zapatilla en busca de patearme el culo, pero me moví justo a tiempo mientras me carcajeaba. 

Finn era mi amigo de la infancia, el cual cuidé por años durante la escuela primaria por el constante acoso de otros niños en nuestra clase. Sin embargo, dejé de verle una vez que pasé mis primeros años en secundaria y... Bueno, desde que me convertí en el rey de la Lista F. 

Seguí hablando con él por mensaje de texto, solo que no tenía tiempo para ir a verle. 

Hasta ahora. 

— ¿Qué tal si vamos por una cerveza? Como en la secundaria. O podríamos ir a una fiesta, uno de mis amigos estará celebrando su cumpleaños esta noche y será espectacular.— sugirió animado, caminando por el estacionamiento.

— Uhm... Creo que paso. — mi respuesta le hizo voltear. — Prefiero ir por una soda o una hamburguesa si es que te parece bien. 

Su mandíbula cayó un poco, siendo cómico el hecho de que se quedara sin palabras luego de varios intentos por hablar. Solo pude mirarle con algo de incomodidad en mi mirada. 

— Momento... ¿Dean Ambrose rechazando una cerveza y una fiesta?

Rodé un poco los ojos, soltando lentamente un suspiro en tanto Finn me observaba como si hubiese perdido la cabeza. 

— ¿Estás seguro que no te golpearon la cabeza o... eres el hermano gemelo de Dean?

— Solo no estoy de humor ¿de acuerdo?

— O... — poco a poco, una sonrisa se formó en sus labios en tanto me miraba creando suspenso en la situación. — ¿Estos son los efectos de pasar tiempo con ese tipo?

Mi cuerpo se tensó al instante. 

— ¿Cómo se llamaba? — puso su dedo bajo su mentón como si pensara. — ¿Duncan? ¿Ronald?

— Se llama Roman, payaso. — gruñí, avanzando por el estacionamiento antes de que siguiera jodiéndome. — Y no, él no tiene nada que ver. 

— La última vez me dijiste que lo detestabas, que no conocías a alguien más insoportable. — siguió chillando en tanto me seguía por el lugar. — ¿Qué te ha hecho cambiar de idea?

— ¿Quién te ha dicho que cambié de idea respecto a él?

— Me lo dice tu cara. — no pude evitar girar cuando escuché una risa mezclándose en su tono de voz. — En cuanto lo nombré tu cara se puso roja. 

¡Mierda!

— Solo me tomaste por sorpresa. — dije, haciendo lo posible por no titubear. — Roman es la persona más aburrida, es un estirado, exagerado y desagradable en todos los sentidos de la palabra.

Pero...

— Pero...

— ¿Pero?

Dejé de caminar. Sentía que el aire me faltaba, teniendo que tomar una respiración en tanto cruzaba los brazos por sobre mi pecho cubierto por la camiseta color rojo que había tomado aquella mañana. La misma camiseta que usé ese día en que fui al parque de diversiones con Roman. 

Otra vez la imagen de sus ojos aparecía en mi cabeza, la forma en que su sonrisa me hacía reír a mí, ese cabello largo que quería tocar con mis propias manos, la forma en que sus brazos me apretaban y me hacían pensar que no había nada más en el mundo. 

— Pero Roman es también alguien encantador, amable y perseverante. Nunca se rinde con nadie, incluso conmigo. — no tardé en sentir mis mejillas alzándose con la sonrisa en mi boca.—Él me da la confianza para actuar como realmente soy, no tengo que fingir ser alguien más y... ¿Por qué carajos me estás mirando así?

Finn sonreía de oreja a oreja, sus ojos brillaban y parecía estar a punto de soltar un chillido. 

— Escúpelo antes de que te golpee en la nariz, Bálor. 

— En lo que a mí me concierne, hermano. — colocó una de sus manos sobre mi hombro. — Eso se siente cuando estás enamorado de alguien. 

Abrí mis ojos y sentí como si un balde de agua fría me cayera encima. 

—Te gusta Roman, Dean. 

¿Qué demonios?

Solté una risa incrédula, que sin querer tembló un poco. 

— Y en lo que a mí me concierne, se te ha subido lo gay a la cabeza. — me burlé, incluso cuando mi corazón latía tan fuerte que sentía que se me saldría por la boca. — ¿Recuerdas que yo estaba con Renee? Yo... Todavía la amo, incluso después de lo que me hizo. 

Por alguna razón, decir aquello me dolió muchísimo y me vi obligado a no demostrarlo frente a la mirada de mi amigo. 

— Tienes que estarme jodiendo. — murmuró Finn. — Amigo, estás bromeando ¿verdad?

— Claro que no. Yo sigo enamorado de ella. 

¿Por qué eso se escuchaba tan mal? Si era la verdad...

— Dean, hablas de Roman como si fuera tu persona favorita en el mundo. No puedes decirme que quieres a Renee cuando no es así.

— ¿Sabes qué? Esto apesta. — me encogí de hombros. — No vine aquí a hablarte de esto, así que cambiemos el tema. 

Bálor se me quedó viendo en desaprobación, pero hice lo más sensato y continué caminando hacia algún sitio del estacionamiento. 

— Espera un poco, vine en mi motocicleta. 

— ¿Motocicleta? — dije, enarcando una ceja en tanto comenzaba a seguirlo. — ¿Desde cuando sabes conducir en una motocicleta?

— Desde... Nah, la verdad es que se me da muy mal. 

Nos detuvimos frente a una motocicleta negra perfectamente cuidada, parecía nueva y sin demasiado uso. 

— Creí que podría manejarla, pero si te soy honesto no soy muy fanático de la velocidad y- ¿Dean?

Mi campo visual se encontraba casi paralizado en el vehículo, por lo que sin dejar de mirar en aquella dirección comencé a sonreír de lado. 

— Tengo un trato para ti, Bálor. 



Movía mis dedos libres de vendajes delicadamente sobre las cuerdas de la guitarra, escuchando cada nota hacer eco por la habitación oscura y perderse al igual que mi voz. 

If you could only read my mind, you would know that things between us... Ain't right. —canté casi en un susurro, tocando las cuerdas en la sinfonía que tenía en mi cabeza. —I know your arms are open wide, but you're a little on... the straight side...

Tomé una bocanada de aire, soltándola en tanto continuaba con la siguiente estrofa.

I can't lie...

Por alguna razón no pude seguir tocando las notas y mi voz casi se perdió al dejar de cantar aquella canción de The Offspring. Dejé salir un suspiro agotado, apoyando mis brazos sobre la guitarra que descansaba en mis muslos. 

Mi mirada cayó en esa pulsera de color azul amarrada a mi muñeca desnuda.

No podía dejar de pensar hasta el punto en que mi cabeza dolía. 

Cuando me enamoré de Renee, temí que todo se desmoronara. Tenía miedo de hacer algo que la lastimara, en especial por aquella tendencia mía de alejar a la gente que se preocupaba por mí antes de lastimarlos. Cada vez que quise a alguien, ellos se alejaban o simplemente me daban la espalda. 

Ella lo hizo, incluso cuando fui contra la corriente y terminé hecho un desastre. 

¿Seguía amándola? La verdad es que no lo sabía. 

Ella me daba esa sensación de seguridad, de que no me quedaría solo jamás. Me sostuve de ello, tal vez demasiado. 

Pero... Para alguien como yo que no tiene absolutamente nada ¿qué más se podría esperar?

Nadie esperó nunca nada de mí, ni yo tampoco esperé nada de ellos. 

Entonces ¿por qué ahora duele tanto?

Sentí mis ojos picar y tan solo en el instante que el tocar de la puerta de entrada me sacó de trance noté que algunas lágrimas me recorrían la cara. 

Me apresuré a quitármelas incluso su mi rostro aún dolía por los moretes, dejando la guitarra sobre mi cama y disponiéndome a ir a abrir la puerta. Automáticamente comencé a colocarme las vendas en las manos nuevamente, incluso si el toquido en la puerta principal continuaba. 

— ¡U-Un minuto!

Demonios, aún sonaba constipado. 

¿Desde cuándo lloro por nada? Joder... Comienzo a odiarlo. 

Con prisa puse las vendas sobre mi piel, asegurándolas y casi corriendo fuera de la habitación descalzo y solo usando mis jeans.  

Bajé las escaleras de dos en dos, llegando rápidamente a la entrada y abriendo la puerta sin decir nada. 

Mi respiración se tornó aún más extraña y mi corazón latió con fuerza en cuanto me encontré con el moreno de cabello largo frente a mí. 

Solo que esta vez no traía las usuales prendas que usaba para la escuela, en su lugar traía una camiseta rasgada y con algunas manchas de tinta roja, sus jeans rasgados en las rodillas y su cabello caía libremente por sobre su pecho en lugar de la coleta que acostumbraba usar. También me percaté de que sus ojos normalmente castaños ahora eran dorados como los de un ser de historia fantástica, haciéndome tragar en tanto fruncía el ceño ante su mirada. 

No podía negarlo, pensé que se veía demasiado bien. 

— ¿Qué demonios haces aquí?

Incluso con mi mal humor a flor de piel, el rey de la Lista A sonrió desafiante y murmuró: —¿Truco o trato?

Diablos ¿por qué esa sonrisa tiene que hacerme esto? 

¿¡Por qué él me hace sentir esto!?

Rodé los ojos, dejando salir una risa sarcástica antes de mirarle con mis brazos cruzados. 

— ¿No estás un poco grande para eso, Reigns?

Roman se encogió de hombros, manteniendo sus manos al interior de los bolsillos de sus jeans. Noté que incluso con su disfraz de hombre lobo no se había quitado la misma pulsera que llevaba anudada en mi muñeca derecha. 

— Tal vez. — murmuró. — Pero los chicos planearon una fiesta de Halloween y... pensé en invitarte. 

— ¿Tus amigos? ¿Los nerds? ¿Una fiesta? — pregunté incrédulo, a lo que él solo asintió. — Aunque suene algo que pagaría por ver, esta vez paso. No estoy de humor para fiestas. 

— Por favor, Dean.

Me detuvo, dando un par de pasos hacia mí en la oscuridad del pórtico y apoyando su mano en la puerta que me disponía a cerrar detrás de mí. 

— Escucha, lamento lo que te dije, pero pensé que sería una buena manera de animarte, en lugar de quedarte aquí y... — me miró brevemente, probablemente refiriéndose a mi ausencia de prenda superior. — hacer lo que sea que estuvieras haciendo. 

— De acuerdo, tú escúchame. — empecé a decir, rodando rápidamente los ojos y volviendo a mirarle. — Lo aprecio, Roman. En serio que lo hago. — negué brevemente con mi cabeza, tratando de formular las palabras sin titubear o verme como un idiota. — Pero sé que no me quieren ahí, nadie me quiere ver ahí. Y tampoco quiero que sientas más lástima por mí. 

Mis palabras parecieron molestarlo, haciéndole fruncir el ceño y manteniendo sus ojos de un fuerte dorado en los míos. 

— Dean ¿por qué haces esto? — murmuró, casi por lo bajo y haciendo que mi respiración se tornara dificultosa y sintiera mis manos sudar incluso bajo los vendajes. — ¿Por qué siempre tratas de...?

— ¿Alejarte? — completé por él, incluso si una sonrisa herida nacía en mis labios. — Porque es lo correcto, Roman. No merezco estar cerca de alguien como tú. 

— ¿Alguien como yo?

— Sí. — sonreí, incluso si sentía mi alma romperse. — Alguien tan... bueno y que se esfuerza en todo. Yo no he hecho nada bueno por ti, más que meterte en problemas. 

— Dean...

— Tú haces tantas cosas buenas por mí y ¿Qué es lo que hago yo por ti?

— Dean. 

— ¡Nada! ¡No hago ni mierda por ti!

— ¡Claro que sí! — gritó, deteniéndome y casi sacudiendo mi interior cuando sus manos tocaron mis hombros desnudos. No tuve más opción que conectar con su mirada y sentir que mi corazón se aceleraba nuevamente. — Dean ¿es que no lo entiendes? Haz hecho un montón de cosas por mí con el simple hecho de comenzar a ser tú. 

Mis ojos se abrieron frente a los de él, y sentí mis labios separarse sin tener palabras en ese momento. 

— Nos haz ayudado en el club, nos salvaste de la Lista F y... eres importante para mí, Dean. — con cierto nerviosismo, él sonrió. — Por favor, ven conmigo a la fiesta. Por favor...

Esa sonrisa era adorable, no podía negarlo. Él era adorable. 

Te gusta Roman, Dean. 

No, eso era implosible. 

— Bien... ¡Bien! — solté un suspiro resignado. — Suponiendo que tus amigos de la Lista A no saben nada de diversión, supongo que mi presencia les será de ayuda. 

Roman sonrió aliviado, alejando sus manos de mis hombros y pareciendo menos tenso. 

— Iré a ponerme una camiseta. 

— Uhm...— el ojidorado me detuvo, haciéndome girar.— Creo que hay un pequeño asunto que olvidé mencionar. 

Enarqué una ceja inquisitivo hacia el hombre lobo de noche de brujas. 

— La fiesta es solo para miembros de la Lista A. Nadie más tiene permitido entrar, así que...

Perfecto. 

Solté un bufido, apoyándome del umbral de la puerta y cruzando mi pierna delante de la otra con aura de superioridad. 

— Estupendo.— rodé los ojos.— Bueno, a menos que tengas una varita mágica o algo así para cambiarme de lista, no puedo ir, Roman. 

— No tengo algo como eso.— dijo enseguida, rascando su nuca pensativo.— Pero sí tengo otro plan. 

Mi mirada inquisitiva siguió sobre él, debatiéndome internamente a un plan hecho por una persona como Roman Reigns. 

Sin embargo ¿qué podía perder?



— Sabía que esto era mala idea. 

— Sshh...— murmuró el moreno a mi lado, casi jalándome de mi sudadera verdosa a lo largo del jardín de esa casa que no conocía.— Si te mantienes callado, todo estará bien. 

— Asombroso.— dije con sarcasmo bajo aquella máscara que me cubría toda la cara.— Roman, nadie va a creerse esto. 

— Sshh. 

Aguanté las ganas de golpearle por hacerme callar por casi quinta vez desde que bajé de su auto, dejando que me jalara hasta la entrada de la casa y manteniendo mi boca cerrada como él me indicó. 

Llevar mis ropas normales, unos guantes cubriéndome las manos y una máscara de Jason no era uno de sus mejores planes, estaba seguro. 

Pero no tuve mucho que chistar cuando Roman ya había tocado el timbre y la puerta no tardó en abrirse. 

— ¡Rome! ¡Ya era hora de que llegaras!— exclamó un alegre Seth con su cabello arreglado, ropas que parecían del siglo pasado y lentillas de color rojo. 

— Siento por llegar tarde.— hizo una pausa, como si pensara lo que iba a decir por una fracción de segundo.— Pero fui a buscar a mi...primo. 

¿¡Era chiste!?

La mirada del vampiro Seth no tardó en caer sobre mí, haciendo que mi interior se estremeciera y una sensación nerviosa me viajara por la espalda. 

— ¿Tu primo?— preguntó enarcando una ceja.— Creí que solo tenías a los gemelos y a la pequeña...

— Somos una familia grande, lo sabes.— habló con una sonrisa, tratando de cubrir la mentira.

— Ya veo.— el bicolor asintió, mirándome con una sonrisa en sus labios.— Pues en ese caso, bienvenido a nuestra fiesta, hermano. 

Ni en los más locos sueños Rollins sería así de amable conmigo, por lo que esta era una oportunidad digna de apreciar. 

Sin embargo, él parecía esperar una respuesta de mi parte. Me quedé helado, ya que había perdido los pasos del retorcido plan de Roman. 

— A-Ah, olvidé decirlo. Él es mudo.— se apresuró a justificarme el chico vestido de hombre lobo. 

— ¿Mudo?

Quería darle un golpe en la nariz, me estaba retractando de esta locura de plan. 

— Sí, completamente. De lo contrario, sería un verdadero dolor en el culo con todo lo que dice ¿cierto?

Con risa me codeó en las costillas, a lo que sonreí incluso debajo de la máscara y estampé mi codo contra sus costillas con más fuerza. 

— Okay...— Seth se hizo a un lado, permitiéndonos entrar.— Pasen ya, antes de que Owens se termine toda la comida. 

Seguí a Roman al interior de la casa, bajando la mirada cuando Seth me inspeccionó ligeramente al pasar por el umbral de la puerta. 

A pesar de ser el plan más estúpido, parecía haber funcionado.  

Las fiestas de la Lista A parecían ser un poco diferentes a las nuestras, o al menos eran distintas a lo que yo imaginé en mi cabeza.

— Creí que vería gente jugando al ajedréz o leyendo libros aquí.— murmuré, lo suficientemente alto para ser audible sobre la música de fondo y lo suficientemente indiscreto para que solo Roman me escuchara y girara ligeramente sobre sí. 

El capitán del club de periodismo sonrió, como si lo que dije hubiese sido un chiste. 

— Es una fiesta, Jason.— me respondió con diversión.— Tal vez creas que somos aburridos, unos nerds...

— Unos estirados.— agregué, a lo que él solo apretó sus labios. 

— Lo que tú digas.— soltó una pequeña risa entre dientes, relamiendo sus labios en tanto me miraba.— Pero nosotros también nos divertimos. 

Miré un poco más a mi alrededor. Parecía tranquilo, pero sin quitar que la gente disfrazada se divirtiera, la música llenara el lugar y oliera a frituras con alcohol. Era nuevo para mí ir a un lugar en el que no hubiese tipos borrachos o busca pleitos, lo cual era bastante extraño. Pero no se veía mal, tenía que admitirlo. 

— Oye.— Roman me sacó de trance. — Sé que tuve que inventar un montón de cosas, pero... Me alegro de que estés aquí. 

Sonreí, auque no pudiera verlo. 

— Yo también.— las esquinas de su boca se alzaron, a lo que agradecí estar usando máscara y que esta cubriera mis mejillas probablemente sonrojándose.— Vamos, muero de sed. 

Nos encaminamos por el lugar, tratando de no chocar con ninguno de los chicos bailando o simplemente disfrutando de un trago, o algunos más que disfrutar con los efectos del alcohol ya en su sistema. Como el Búlgaro con disfraz de Hulk, que trataba de subirse a una mesa mientras Randall y Paige lo contenían e intentaban cubrirle la boca para que dejase de gritar su amor por Lana a los cuatro vientos. 

— ¿Cómo es que esos dos entraron?— pregunté por lo bajo a Roman. 

— Naomi invitó a Paige y Randy... Pues, tiene beneficios al estar con Seth supongo. 

— Vaya suertudo hijo de puta.

El moreno junto a mí soltó una carcajada, antes de golpearme en el hombro. 

— ¿Y tú de qué te quejas? Estás conmigo, tienes ese beneficio ¿no?

Me dispuse a decir algo, aunque mi corazón diera un salto con lo que dijo.

— ¡Rome!

El chillido de la morena de traje de ángel me hizo saltar sobre mí mismo, moviendo la máscara de Jason un poco para asegurarme que me cubriera la cara por completo. O tal vez lo hice como gesto nervioso, quién sabe. 

— Hey, Naomi.— la saludó el rey de la Lista A.— Te ves linda. 

— Gracias, cariño.— sonrió la porrista.— La imitación falsa de Hulk se dedicó a molestarme hace un rato, pero...

Giró sobre su hombro, Roman siguió la dirección en que ella miraba y yo hice lo mismo por el rabillo de mis ojos bajo la máscara. 

Rusev abrazaba a Randall, diciéndole que era su mejor amigo y que juntos conquistarían el mundo o algo así. Paige se cubría la boca, notándose a kilómetros que solo quería reírse de la cómica escena que el fotógrafo estaba montando. 

Naomi negó, aunque una sonrisa seguía en sus labios pintados de gloss. 

— Creo que en su situación poco va a poder hacer. 

— No creí que se emborracharía tan rápido.— comentó Roman, con cierta preocupación en su voz. 

— Ni yo.— Naomi se encogió de hombros.— Pero sabes que las multitudes lo ponen nervioso y... la soda no ayuda a calmarlo. 

Auch, qué triste es ser el grandulón, tengo que admitirlo. 

— Por cierto ¿quién es tu amigo?— agregó la fémina, causando que alzara la cabeza y el corazón se me fuera a la garganta de nuevo.— Te he visto todo el tiempo con él. 

— Oh, sí...— Roman giró levemente hacia mí.— Es mi primo... Ja...¡Jake! Sí, Jake. 

— ¿Jake?— preguntó ella confundida, a lo que ambos asentimos al mismo tiempo.— Creí que solo tenías a...

— Jay y Jimmy, sí.— la interrumpió.— Pero él viene de California, no hablo mucho sobre él. 

— Oh... ya veo.— Naomi lo miró, pareciendo convencida a la poca vista desde mi máscara. A continuación, giró hacia mí.— ¿Y qué? ¿Jake no habla?

— É-Él es mudo.

Asentí otra vez, atreviéndome a alzar mi mano y moverla como saludo hacia la chica disfrazada de ángel. 

— Aproveché de traerlo a divertirse un rato ya que nos visita de California. Espero que no les moleste...

— Claro que no, Rome.— respondió casi con obviedad Naomi, para luego mirar en mi dirección.— Es un gusto conocerte, Jake. 

Asentí, siendo lo único que podía hacer. 

— B-Bueno, nosotros iremos por algo de beber.— se apresuró a decir el Lista A, abrazándome por los hombros y apegándome hacia él.— Nos vemos luego, Naomi. 

— Claro.— sonrió ella de lado.— Disfruten la fiesta. 

— Igualmente.

Moví mi mano una vez más, despidiéndome de ella antes de que Roman jalara de mí para que caminara a su ritmo. 

— Eso estuvo cerca...— dijo por lo bajo. 

— ¿En serio? Yo vi que la convencimos bastante bien.

— Eso es porque no la conoces, Ambrose.— negó con su cabeza, algo paranoíco por la forma en que miraba a nuestro alrededor en tanto nos acercábamos a la mesa llena de tragos y bocadillos.— Naomi es una de las personas más perspicaces que conozco y...

— Vamos, rey de la Lista A.— lo interrumpí, quitándome suavemente su agarre de encima y colocándome frente a él.— Viniste aquí a divertirte ¿no?

Se encogió de hombros. Con eso me bastó para levantar ligeramente la máscara y que solo él pudiera ver mis labios curvarse en una sonrisa.

— Enséñame lo que es diversión segun tú, Reigns. 

Tal vez sonó como un desafío, pero Roman lo aceptó rápidamente al acercarse a la mesa detrás de mí y agarrar dos vasos de cerveza. Tras darme uno de los vasos rojos, él ofreció el suyo en alto, a lo que lo choqué con suavidad. 

— Ya verás, Ambrose. 

Sonreí de lado, levantando con cuidado la máscara para beber un sorbo de cerveza. 

Ese fue el inicio de la noche, en la cual pasamos de solo charlar sobre tonterías, ir a molestar a Seth para que bailara Just Dance con Randall e incluso le lancé algunas patatas fritas a la pelinegra vestida de vampiro. 

Aunque llevara esa máscara durante toda la noche, un chico con disfraz de Spiderman y apariencia de nerd friki me invitó a jugar en el mismo juego de baile. No tuve más opción que hacerlo con la máscara puesta, agradeciendo que esta no se cayera en ningún momento. Sin embargo, eso ayudó a que pudiera moverme y bailar tan bien como hacía, sin avergonzarme de que el resto me viera y supiera mi identidad. Aunque, tener al rey de la Lista A mirándome con una sonrisa de lado y apoyado en una de sus piernas en más de algún momento me puso nervioso y volví a sentirme afortunado de que nadie me viera la cara.

Luego de jugar casi por tercera vez y ganar el primer lugar, me dispuse a ir por algo de beber antes de que mi garganta se secara. 

Pero fui interrumpido cuando alguien me agarró de la sudadera, jalándome con fuerza y casi haciéndome tropezar con la gente a mis alrededores. No tuve más opción que seguir la dirección en la que esos agarres me guiaban, teniendo cuidado primordial de que la máscara no se cayera de mi rostro.

— Con permiso, con permiso...¡Mueve el culo de aquí, Andrade! ¡Estás ebrio y creo que Zelina ya se fue a casa!

Naomi, que supe era quién tiraba de mí en cuanto la escuché hablar, empujó del camino a un chico con traje de mariachi, continuando su camino hasta una de las puertas que parecía conducir al jardín de la casa. 

La zona estaba vacía, por lo que nos encontramos completamente solos y en silencio en cuanto la morena cerró la puerta con fuerza detrás de ella. 

Soltó un suspiro, probablemente cansada por haber pasado entre tanta gente. Pero en cuanto sus ojos volvieron a mí, su ceño se frunció.

— Quítate esa cosa de la cara.—gruñó ella, con sus brazos en jarra a cada lado de su cintura formada.— Ya sé que eres tú, Ambrose. 

Mierda. 

Me quedé quieto, pensando que podría seguir con el plan y que Roman no saldría mal en esto. 

Pero no me esperé que la fémina acercara su mano y con facilidad me quitara la máscara de Jason y dejara mi rostro moreteado a plena vista. 

Apreté mis labios, mirándola por el rabillo de mis ojos. 

— Siempre supiste ¿verdad?— asintió con obviedad sin dejar de sostener la máscara.— ¿Cómo?

— Eres la única persona que Roman traería a escondidas a nuestro territorio. Era más que obvio.

Dejé salir una respiración resignada.

— Además, la fachada de "primo mudo" no era muy ingeniosa que digamos. 

— Roman solo intentó ayudarme ¿de acuerdo?— comencé a explicar, casi como un ruego.— Mi vida ha sido una total mierda estas semanas y... creyó que divertirme un poco con ustedes ayudaría. 

— Se nota en tu cara.— rió entre dientes.— Te ves como la mierda. 

Vaya, parece que nadie más dice algo diferente respecto a mí. 

— Pero lo entiendo.— alcé la mirada, observando a la morena con cierta sorpresa.— Roman suele ayudar a todo el mundo, incluso a los que no se lo merecen. 

— Ya lo sé. 

Nos quedamos en silencio, me resigné a mirar mis pies sabiendo que la mirada de Naomi estaba sobre mí incluso en su fachada poco amable y sus brazos cruzados sobre su pecho. 

La escuché soltar un suspiro, para luego alzarme con suavidad la máscara de Jason. Levanté mi semblante, encontrándome con el suyo mezclado con seriedad pero algo de preocupación reflejada en su mirada. 

— ¿Ellos te hicieron eso?— preguntó, en tanto tomaba la máscara y la miraba en silencio.— ¿Los de la Lista F?

No quería hablar del tema con nadie más, incluso si más de la mitad de la escuela y la gente de esa fiesta probablemente ya lo sabían. Pero logré tener la fuerza de asentir sin dejar de mirar el objeto de plástico entre mis dedos. 

Naomi no dijo nada, solo puso su mano sobre las mías cuando me dispuse a ponerme la máscara de nuevo. 

— Dudo que a alguien ahí dentro le moleste tu presencia luego de todo lo que haz pasado, cabeza de remolacha. Y después de todo lo que haz hecho por nosotros también.— sonrió ligeramente.— Así que entra y diviértete el resto de la noche. 

No pude hacer más que sonreírle de vuelta, abriendo la puerta para ella y dejando que la música rápidamente rompiera el silencio del jardín. 

— Gracias, Naomi. 

Se encogió de un hombro sin dejar de fruncir esa amable sonrisa, volviendo a entrar a la casa y mezclándose entre la gente. Sin embargo, para no provocar algún conflicto, decidí colcarme la máscara una vez más. Al menos por un rato para no causar revuelo. 

Seguí a Naomi, tratando de encontrar al moreno que había perdido de vista un par de minutos antes cuando fui por algo de beber. 

No tardé en encontrarlo junto a Seth siendo abrazado por mi mejor amigo disfrazado de zombie y junto al Búlgaro mirando su vaso como si su mente estuviese en blanco. 

Parecía estar en una de las peores fases de la ebriedad. 

— Naomi ¿dónde esta...?— Roman se quedó algo helado al verme aparecer a espaldas de Naomi. 

— Wow.— exclamó el chico vestido de vampiro con un vaso lleno de soda en su mano que no sostenía la de Randall.— ¿Qué hacías con el primo de Roman?

— No esperaba que fueras tan atrevida, Naomi.— bromeó Randall también. 

— Sabía que eras un demonio en el traje de una mujer bella después de todo, perra.— murmuró el borracho Hulk sin dejar de mirar su vaso rojo. 

Naomi rojó los ojos, cruzando los brazos antes de responderle a todos sus amigos. 

— Pasando por alto el comentario del mastodonte ebrio sin cerebro, tienen que saber que no, están equivocados.— giró hacia mí, causando que los nervios comenzaran a comerme vivo.— No puedo creer que sean tan idiotas.

— ¿¡A quién le llamas idiota, hija de satán!?— gritó Rusev, teniendo que ser contenido por Roman al instante. Incluso si este se veía al borde del pánico buscando mi mirada. 

— ¿A qué te refieres, Naomi?— preguntó confundido el bicolor a punto de beber un sorbo de su soda. 

Naomi aguantó otro rodar de ojos, para mover su mano y quitarme la máscara con la misma facilidad que segundos atrás. 

— ¿¡Ambrose!?

Mi apellido dicho por Orton hizo que el bicolor escupiera la soda que tenía en la boca, haciéndonos a todos retroceder y que él comenzara a atragantarse. 

El ebrio Rusev no tardó en intervenir también al gritar: — ¿¡Qué hace este hijo de puta aquí!? ¡Voy a sacarlo a golpes ahora!

— Rusev, no.

— T-Tienes que estar jodiéndome...— balbuceó Seth entre toses.— ¿Fue Ambrose todo este tiempo?

— ¡Déjenme patearlo fuera de aquí!

— Oigan, basta.

Roman intervino, dejando a sus dos miembros del club en silencio al instante. Mantuve mi boca cerrada, tan solo mirando por sobre el hombro del rey de la Lista A con cierto nerviosismo. 

Luego de un suspiro, continuó hablando.

— Yo lo invité. 

— ¿¡Que tú qué!?— chilló Rusev. 

— ¿Acaso te volviste loco, Roman?— exclamó Seth, recuperando su voz.— ¿Sabes lo peligroso que es que esté aquí? Puede que Corbin y el otro tarado vengan con él y no estamos enterados.

— No.— intervine esta vez, llamando su atención aunque frunciera su ceño y Rusev estuviera a punto de abalanzarse contra mí.— Chicos, sé que no me creerán, yo...

— Tienes razón. No te creemos.— me interrumpió Rollins.— Ninguno de nosotros confía en ti. 

— ¿Crees que estaría aquí junto a Roman para joderles la fiesta?— gruñí con mi paciencia ya al límite.— Por favor, Seth. Mírame la puta cara. 

El bicolor mantuvo sus labios en una línea, mirando mi rostro por un momento pero no dando comentario alguno de ello. 

— No voy a joderles la fiesta o hacerles daño, ya me cansé de ello. Además...— solté una risa irónica.— Deben saber que ya nadie me considera el rey de la Lista F, así que no soy un peligro ya más. 

— ¿Por qué deberíamos creerle al cabeza de planta?— preguntó Rusev. 

— Porque yo le creo.— respondió automáticamente el chico de disfraz de hombre lobo. 

— Yo también le creo.— levantó la mano Naomi, llamando la atención de ambos Lista A en mi contra.— Sigo creyendo que es un idiota, pero ¿no creen que si viniera a atacarnos ya lo habría hecho?  El chico solo se ha estado divirtiendo y ustedes también lo han pasado bien, admítanlo. 

Ambos se miraron, Seth luego miró a Randall y este giró su cabeza hacia mí sonriendo de lado. 

— Sabía que esa forma extraña de caminar la había visto en otra parte.— Orton estiró su puño, el cual no dudé en chocar con una sonrisa de lado en mi boca.— Me da gusto verte, Ambrose. 

— Igualmente, Orton. 

— Bueno ya, suficiente.— Naomi chasqueó sus dedos.— No he podido jugar a Just Dance gracias a este culo suelto de Ambrose, así que Rusev vendrá conmigo. 

— ¿Y por qué yo, mujer del infierno?

Naomi jaló de su oreja, siendo suficiente para que lo siguiera sin chistar. 

En cuanto a Randall y Seth, el bicolor solo me dio una última mirada y una sonrisa de disculpa. Se la devolví en un apretar de labios, en tanto Randall se despedía y lo llevaba a otro lado para ayudarle a lavar la soda que había caído sobre su disfraz. 

Me quedé de pie en mi lugar con esa sonrisa pegada a mi boca, dejando que la música me distrajera de mis pensamientos hasta que el moreno se acercó a mí. Giré a verle, a lo que mantuvo sus manos al interior de los bolsillos de sus jeans al aguantar una sonrisa y encogerse de hombros. 

— Creo que nuestro plan no resultó muy bien.

— Yo lo estaba haciendo perfecto, emperador romano.— lentamente sonreí.— Solo que tu plan era una basura. 

— Oye...

Reí al recibir ese golpe en el brazo, causando lo mismo en él y siendo música para mis oídos. 

Escucharle reír era una de las cosas que hacía la noche mejor. 

En ese instante me distraje en la canción que sonaba a nuestras espaldas, el ritmo me era más que familiar y sonreí al instante. Miré al rey de la Lista A, totalmente absordo a lo que había en mi cabeza al momento en que decidí alzar mi mano frente a él. 

Roman miró mi mano enguantada y luego a mis ojos, por lo que no tardé en alzar las esquinas de mi boca. 

— Sé que no es una canción lenta para bailar.— me encogí levemente de hombros.— Pero me cansé de bailar solo en la mierda del Just Dance. 

El ojidorado movió sus labios, como si buscara nervioso las palabras. 

— N-No sé bailar...

— Eso no me importa.— sonreí, moviendo mis dedos un poco.— Vamos...

Reigns pareció pensarlo por una eternidad, pero solo fueron segundos antes de que pusiera su mano cerca de la mía y pudiera tomarla. Su mano, como alguna de las veces en las que la había tocado, se sentía cálida y llenaba mi pecho de esa sensación extraña que era incapáz de describir. 

Mi corazón latía con fuerza mientras agarraba su mano y nos guiaba un par de pasos más allá hacia donde la gente se encontraba bailando. A pesar de ser una canción de rock, varios saltaban y reían tratando de bailarla. 

Con suavidad solté la mano de un confundido Roman, comenzando a moverme al ritmo de la canción y animándole a que me siguiera la corriente. Se notaba que quería reírse de lo payaso que estaba siendo, pero solo sonreí encantado. 

— ¡Vamos, Reigns! ¡Sé que puedes hacerlo!— exclamé por sobre el solo de guitarra sonando.

— ¡No voy a hacer eso!— respondió. 

— ¡Vamos! ¡Si puedes cantar como reno atropellado puedes hacer esto!

No esperé que agarrara mi mano, tratando de imitar mis movimientos mientras se carcajeaba junto a mí en medio de la pista de baile improvisado. 

— ¡Joder!— grité entre risas.— ¡Pareces un ebrio bailando!

— ¡Te lo dije!

No esperé que luego de eso pasara su brazo detrás de mi cintura, rodeándome y apegando mi cuerpo al suyo con una sonrisa desafiante en su cara. No dudé en sonreír de lado de la misma manera. 

— Tenías razón.— murmuré por lo bajo con mi voz casi desde el fondo de mi garganta.— No puedes bailar. 

Roman rió en tanto nuestras miradas seguían en las del otro.

La música continuaba sonando, pero todo parecía volverse en cámara lenta, como si el tiempo se hubiese detenido para ambos. Sentía que contenía el aliento, y casi pude asegurarme de que Roman también lo hacía. 

Mis ojos no podían separarse de los suyos, incluso cuando sentí nuestras narices tocarse ligeramente y nuestros labios a tan solo centímetros los unos del otro. 

No supe que estaba pensando, pero de pronto mis labios estaban sobre los de Roman, besándole. 

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Había besado a Roman!

Había empezado solo como un toque suave y nervioso, casi dudoso, nuestros labios se juntaron y compartieron tan solo el contacto de besos cortos antes de profundizar el beso y que perdiera cualquiera de mis límites. 

Mis manos se movieron por su pecho hasta llegar a su cuello, pasando por las hebras de su suave cabello hasta abrazar su nuca y ayudar a que mis labios encajaran mucho mejor en los suyos y profundizar el contacto.

Su beso era desastroso, tierno y casi desesperado, como si lo hubiese deseado tanto como yo durante todo este tiempo, al punto que me hacía sentir casi mareado. No podía conseguir suficiente, necesitaba a Roman tanto como necesitaba el aire. Era como si me ahogara, pero no me molestaba que fuera en él. 

Era como ahogarse, pero sonaba como una buena forma de morir. 

Sentí los dedos de Roman apegarse a mi cintura, apretando un poco con tal de mover mi cuerpo más cerca del suyo. 

Respondí de la misma manera, jalando un poco de su cabello. En cuanto le sentí soltar un pequeño jadeo por mi brusquedad, tomé la oprtunidad de deslizar mi lengua por sus labios, como pidiendo permiso para continuar. 

Joder ¿¡Qué demonios estaba haciendo!?

Reaccioné, como si me hubiesen despertado de un sueño. Mis ojos encontraron los de Roman, justo antes de que ambos nos separaramos bruscamente de los brazos del otro. 

Mierda... ¿¡Qué demonios acababa de hacer!?

Roman estaba paralizado, respirando agitadamente al igual que yo. Mi cuerpo estaba inerte y las ansias de correr me recorrían de los pies a la cabeza. 

— ¡Chicos!

Seguimos congelados, mirándonos el uno al otro como si fuera el mayor de los desastres incluso mientras Naomi nos gritaba. 

— ¡Vamos, no se queden ahí! ¡Rusev le vomitó encima a Carmella! ¡Muevan el culo y ayúdenme!

Luego de varios parpadeos, el rey de la Lista A consiguió tener control sobre su cuerpo y se aventuró a ayudar a la desesperada fémina sin decirme absolutamente nada. Me quedé en pie como un tarado en medio del lugar sin saber qué carajos hacer. 

Sabía que mi vida era una verdadera catástrofe. Pero con esto... Con esto no sabía como lidiar. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro