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17. Ya no eres nuestro rey

— Es hora de que trabajen en su reporte, recuerden que es uno de los últimos por lo que, si fuera ustedes, me preocuparía en hacerlo bien.

Incluso si Anderson dijo aquello con la intención de generar atención en los estudiantes, estos solo lo miraron sin reacción alguna. El profesor suspiró.

—Juntense con su pareja ya.

Mis compañeros empezaron a moverse por el salón, incluso Rusev ignoró el seguir molesto con Naomi y agarró una silla, casi lanzandola para sentarse junto a ella en tanto esta trataba de ocultar una insignificante sonrisa que estuvo brevemente en sus labios rosa neón.

Pero yo no me moví de mi lugar, solo giré por sobre mi hombro en busca del desaliñado castaño con el que había accedido trabajar un par de semanas atrás.

Pero no estaba por ninguna parte.

Me encontraba tan enfrascado buscándole que ni me di cuenta de la presencia de nuestro profesor hasta que se encontró junto a mí y dio un pequeño silbido que me trajo a la realidad.

— Veo que tu compañero no está.— murmuró con simpleza, tan solo haciéndome contener la respiración por un segundo. — ¿Alguna idea de dónde puede estar?

— Me he preguntado lo mismo todo este tiempo, profesor.

Nos quedamos en silencio, mientars que internamente solo deseaba que Dean llegase corriendo aunque fuera con una excusa barata pero que apareciera. Sin embargo, ni señal de él había y mi preocupación aumentaba con cada segundo. 

— Reigns, muchacho. — agregó Anderson, pareciendo interesado en seguir con el tema. — ¿No crees que sería mejor rendirte con Am...?

— Yo lo ubicaré, señor Anderson. — lo interrumpí con cierta brusquedad, pero cerró la boca de inmediato. —  Estoy seguro que hay una explciación lógica para su ausencia.

El hombre solo apretó sus labios, asintiendo brevemente antes de alejarse en dirección a su escritorio sin nada más que decir. 

No me rendiría con Dean, dijeran lo que dijeran. 

Dean no llegó a clases, incluso a la siguiente jornada o durante el almuerzo, no había ni una señal de él por ningún sitio. Pregunté a Kassius, que solía tener un par de clases con él o a veces iba al campo de football, pero su negar con la cabeza y respuesta negativa respecto a su paradero solo me hacían perder más los ánimos. 

El rey de la Lista F llevaba sin aparecer casi cinco días y contando. Desde esa noche en que hablamos por mensaje sobre él yendo a la escuela por su libro, no respondía ni una de mis llamadas o mensajes o si quiera le había visto la cara. 

Me estaba volviendo loco. 

¿Y si algo le ocurrió? ¿O si cometió alguna locura?

¡Por favor, Dean! ¡Tienes que estar bien!

Mi parte todavía racional me susurraba que él solo estaba de putería por ahí o haciendo las cosas que Ambrose acostumbra hacer en lugar de venir a clases, que solo estaba siendo paranóico y que él aparecería como el grandísimo idiota que es frente a nuestras naricez para que termine rodando los ojos frente a esa sonrisa desquiciante. 

Aquella sonrisa desquiciante, pero que al mismo tiempo extrañaba mucho. 

Caminaba por los pasillos con mi mochila al hombro, tratando de matener mi vista al frente. Sin embargo, podía sentir el ambiente extraño a mi alrededor con cada paso que daba por los corredores. 

Escuchaba cuchicheos con mi pasar, pero decidí hacerles caso omiso y concentrarme en llegar al club de una vez. Ya tenía suficiente presión en mi pecho y solo quería que mi mente comenzara a divagar para olvidarme de Ambrose por un segundo. 

Pero esa idea solo duró por un momento breve, cuando doblé por uno de los pasillos y me encontré con el panel que mostraba las listas de la escuela recientemente actualizadas. 

Pensé en seguir mi camino como siempre hago, hasta que algo llamó mi atención y me hizo frenar abruptamente sobre la suela de mis zapatillas. 

Ese fue el momento del fin, y el que mi corazón latiera hasta llegarme a la garganta me lo dijo de inmediato. 

Mis ojos cayeron automáticamente en la Lista F, donde el orden de los nombres no había sufrido ni un cambio. Pero el hecho de que en el nombre de Dean había una equis gigante pintada de aerosol rojo tachándolo, junto a cierto mensaje escrito me hizo tragar con fuerza y me revolvió el estómago. 

— Ya no es nuestro rey...— leí casi en un respiro entrecortado, sintiendo que me faltaba el aire e incluso mi pecho se apretaba más. 

La escena desde mi ángulo se veía macabra, dándome un escalofrío como si me hubiesen echado un montón de agua fría encima. 

Tal vez no estabas siendo paranóico después de todo, Reigns.

Evité rodar los ojos a mi propio pensamiento, apresurándome por recuperar la razón. Tomé mi mochila más fuerte sobre mi hombro y evitando enredarme con mis propios pies, me dispuse a casi correr en dirección a mi club.

Tenía que encontrar a Dean cuanto antes.

"Ya no es nuestro rey". 

La imagen de aquel mensaje escrito con desordenadas letras de aerosol rojo no desaparecía de mi cabeza, incluso si mi conciencia trataba de mantenerse en mi camino al club de periodismo, terminé llegando casi por inercia y, milagrosamente, sin chocar con nada en mi camino. 

Abrí la puerta con mis manos casi temblando, gruñendo un par de veces antes de lograr empujarla y abrirla con un estruendo que alertó a todo aquel que se encontraba dentro. 

— ¿¡Qué mierda, Roman!?— exclamó exaltado el bicolor que antes leía un libro. 

— ¿No está Ambrose aquí?— pregunté entre mi agitada respiración, sin abandonar el umbral de la puerta.

— ¿Qué cosa? 

— ¿¡Está Ambrose aquí o no!?— grité, sin intenciones de hacerlo contra Naomi. 

Los tres se quedaron en silencio, mirándose los unos a los otros posiblemente ante mi extraña actuación. 

— No hemos visto al rey de los burros en todo el día, jefesito.— musitó Rusev luego de unos segundos que me parecieron eternos. 

— En realidad, nadie de la Lista F lo ha visto tampoco, Roman.— agregó Naomi, dejando la chaqueta de Rusev a un lado y dejando de coser la posible falla.— Paige está igual de angustiada y ninguno de nosotros sabe dónde está. 

No pude evitar cerrar los ojos, sintiendo la exasperación a flor de piel. Solté un gruñido, dejando caer mi mochila al suelo antes de apoyar mi espalda en el umbral de la puerta y cubrirme la cara con mis manos. 

— ¿Qué es lo que está pasando, Rome? No me he enterado de nada en realidad...— preguntó confundido Seth luego de un largo silencio. 

— Dean lleva desaparecido días, Seth.— respondí casi entre dientes, sintiendo que perdía el control de mi ser a cada segundo.— Pensé que podría estar aquí, pero no. No llegó a clase, no contesta el teléfono, no... No sé qué más hacer. 

— Roman...

— Algo está mal.— hablé todavía alterado, incluso si escuché a Naomi bajar del escritorio de Seth y caminar en mi dirección.— Algo está realmente mal, estoy seguro. Y...yo... yo...

— Roman. 

Naomi colocó suavemente su mano sobre uno de mis brazos, causando que la calidez de su toque de inmediato me hizo volver de aquella desesperación que me comía vivo a cada segundo. Encontré mi mirada con la suya y en ese momento creí que me rompería en pedazos. 

No podía engañarme a mí mismo, estaba destrozado. Sentía demasiadas cosas y en poco tiempo me había vuelto incapáz de lidiar con ellas. 

Pero, principalmente, estaba preocupado por Dean. 

— Yo... no sé qué hacer, Naomi.— murmuré, incluso si mi voz sonaba extraña.— ¿Y-Y si le pasó algo malo?

— Sshh...— me tranquilizó, sonriendo amablemente y dejando una suave caricia en mi tenso rostro poco a poco relajándose.— Tranquilízate, cariño. Te aseguro que lo encontraremos. 

— Sí, jefesito. Apuesto que lo encontraremos en un barranco o en algún bar.

El comentario de Rusev se llevó una mala mirada de Naomi y otra de Seth, por lo que se encogió de hombros desentendido. 

— Lo que Rusev quiere decir, aunque odie tener que hacerle de traductor...

— ¡Cierra la boca, enano! ¡Porque puedo ir ahí y partirte la nariz en un segundo!

— Ya no me importa, Rusev. Esto es más importante.— gruñó el bicolor, haciéndole callar impresionantemente. Rodó brevemente los ojos y volvió a mirarnos.— Lo que él trata de decir es que es muy probable que lo encontremos sano y salvo y solo nos estemos preocupando demás. 

La idea de que solo fuera mi exasperación tomando el control y todo fuera un malentendido comenzaba a calmarme, hasta que cierta chica apareció y casi me tira dentro del club con un empujón. 

— ¿Qué dem...?— soltó Naomi, ayudando a que los dos nos mantuviesemos en pie y no terminásemos como sacos en el suelo.— ¿Paige? Nena ¿qué carajos te ocurre? Casi nos tiras a los dos. 

— L-Lo siento.— balbuceó la pelinegra con traje de porrista.— P-P-Pero yo... Es que yo...

Esa sensación fría me recorrió la sangre una vez más en cuanto la vi. Paige parecía incluso más agitada que yo, su piel ya pálida estaba incluso más blanca y su rostro parecía el de un fantasma. Estaba en su límite y eso no me gustaba nada. 

En cuanto sus ojos se encontraron con los míos, sentí que el desastre se aproximaba. 

— Roman, tienes que venir conmigo. 

— ¿Qué? ¿Qué es lo que sucede?— preguntó Naomi desentendida, incluso cuando la porrista ya había caminado hacia mí y me había agarrado del brazo con sus pálidos dedos.

— Explica qué ocurre, muerta viviente.— comentó Rusev, saliendo de su escritorio. 

— No hay tiempo de explicaciones.— casi exclamó por sobre su hombro, tirando de mí para que caminara detrás de ella.— Necesito que vengan conmigo al campo de football. 

Paige era una de las personas más cercanas a Dean, por lo que sabía que si ella tenía información, era la mejor pista que podía conseguir respecto a lo estaba pasando. 

— Vamos.— dije con firmeza, asintiendo hacia la pelinegra.— Te seguimos, Paige.  

Corrimos detrás de Paige lo más rápido que pudimos, incluso Rusev dejó de quejarse en su lengua natal y se aseguró de seguirnos el paso en dirección al campo de football. 

No tardamos en llegar a las tribunas, pero en cuanto atravezamos la puerta supe a lo que Paige se refería. No había nada en especial, al menos no lo veíamos aún, pero el aroma a quemado por el lugar hizo que se me cayera el alma a los pies. 

Seth comenzó a toser detrás de mí, a lo que Naomi no tardó en asistirle preocupada. 

— Tiene asma, ese humo es muy fuerte.— dijo la morena, haciendo lo posible para que Seth dejase de toser.— Lo llevaré a dentro, vayan ustedes. 

No nos dio tiempo de decir nada al cerrar la puerta, por lo que seguimos nuestro camino escaleras abajo en busca de la fuente de ese fuerte aroma y las nubes de humo negro que llenaban el lugar con rapidez. 

— ¡Rápido, no creo que Randy pueda apagarlo solo!— chilló Paige cuando ya llegabamos al final de las tribunas. 

Rusev la ayudó a cruzar la baranda, en tanto yo daba un salto sobre esta y agradecía internamente el haber caído de pie. 

El humo era incluso más oscuro en esa zona, y el olor nauseabundo me quitaba la respiración a cada segundo que pasaba. Definitivamente algo ardía en medio del campo de football y las llamas pronto perderían el control. 

— ¡Tenemos que apagar el fuego, jefesito!— dijo, aunque una tos se interpusiera en sus palabras.— No creo que aguantemos mucho sin desmayarnos. 

— Yo menos.— agregó Paige, tratando de hablar con dificultades.— ¡Randy! ¡Randy! ¿¡Dónde estás!?— comenzó a llamar al Lista F. 

— ¡Por aquí!— gritó una voz en respuesta por el lugar.— ¡Encontré los extintores!

No tardé en seguir la fuente de esa voz, haciendo todo lo posible por no inhalar demasiado humo y comenzar a marearme. Encontré a Randall en una de las esquinas del campo junto a lo que parecía el extintor de incendios, sin embargo, supuse que gracias a su yeso no era capaz de sacar el extintor. 

Apresuré mi paso, llegando con él y sin siquiera preguntar abriendo la puertecilla y sacando rápidamente el extintor. 

No perdí más tiempo y entre bruscos movimientos conseguí tomar el control del extintor, dirigiendo este hacia las llamas y comenzando a extinguirlas luego de algunos minutos. 

El humo seguía ahí, pero se empezaba a dispersar luego de unos cuantos segundos en que el fuego se hubiese apagado y nos permitía volver a vernos a los ojos y respirar. 

Paige se apoyaba de Rusev, volviendo lentamente a tomar respiraciones al igual que el grandote. Randy solo recibió el extintor cuando se lo alcé, para a coninuación dirigirme en silencio hacia lo que sea que ardía en el fuego antes. 

Sentí que el corazón se me hacía trizas al ver lo que ahora estaba casi hecho cenizas entre la hierba quemada del campo de football. La chaqueta que Dean usaba a diario, solo que en la espalda todavía podía verse escrito con el mismo aerosol rojo la misma frase que en el tablón. Junto a la chaqueta estaba lo que pude notar era su mochila. 

Pensé en tomarlas, en hacer algo al respecto, pero escuchamos las sirenas de la patrulla de bomberos y mis intenciones se volvieron nulas. 


— Por favor, contesta. Por favor...— susurré para mí mismo, moviendo inquietamente uno de mis pies descalzos.— Te lo ruego, Dean... Contesta...

— Hola, soy el rey de la Lista F. Sabes qué hacer después del tono. 

No me bastaba con escuchar ese bobo mensaje después del tono del buzón casi por décima vez en el día, necesitaba escucharle en vivo. Necesitaba saber de Dean, saber que estaba bien...

Incluso cuando el tono pasó casi desapercivido por mis oídos, mis ojos seguían cerrados a la par en que soltaba un largo y suave suspiro entre mis labios. Relamí ambos y volví en mí. 

— Dean, sé que estás ahí. Por favor, contesta el teléfono. Todos estamos preocupados por ti...— comencé a decir a la contestadora, sintiendo que mi corazón latía tan fuerte que hasta eso saldría en mi mensaje de voz.— Encontramos tus cosas, alguien las quemó... Sabemos que algo está pasando, pero necesitamos saber dónde estás. 

Las imágenes de su chaqueta quemada y su mochila todavía estaban en mi cabeza, haciendo que esta doliera incluso desde el par de horas que volví a casa. 

— Están preocupados por ti, Dean... Yo lo estoy.— tragué con fuerza, como si eso me ayudara a continuar.— Por favor, llámame si escuchas esto, y ten mucho cuidado.  

Me quité el teléfono del oído con cansancio, a la par en que presionaba el botón rojo de la pantalla y dejaba mi mensaje grabado en su buzón de voz. 

Era el décimo mensaje, incluso dudaba del número, pero... Ninguno de ellos expresaba suficientemente bien lo que quería decir en realidad desde esa noche en que hablamos por última vez. 

Mordía la uña de mi pulgar, manteniéndome en la misma posición con el celular sobre las colchas de mi cama. Sentía que la ansiedad me llenaba más y más, lo cual no me permitía pensar en nada ni en nadie más en absoluto. 

Eso me llevó a agarrar de nuevo el celular, marcar su número nuevamente y esperar nuevamente algún milagro. 

— Hola, soy el rey de la Lista F. Sabes qué hacer después del tono.  

Otra vez el buzón de voz. 

Esperaba el tono como si mi vida dependiera de ello, y mi corazón latía tan rápido como una caldera en tanto trataba de no perder la cordura. 

En cuanto sonó ese familiar todo, el pánico se propagó por mi cuerpo y congeló mis labios. 

Pero tomé aliento lo más rápido que pude. 

— ¡Dean, necesito decirte que tú me...!

— Buzón de voz lleno. 

—¡Mierda!

Me maldije mil veces, ya que era muy probable que era mi culpa el que el buzón estuviese lleno con todos los mensajes que había dejado desde que desapareció. 

La exasperación me llevó a lanzar el celular al suelo, causando un pequeño estruendo que se perdió como eco por la habitación. Mi agitada respiración era lo único que interrumpía el silencio en mi habitación, antes de que soltara una respiración entre dientes y me dejaba caer sobre la cama con total cansancio. 

Me estaba volviendo loco, esa era la verdad. 

Y probablemente por ello, pensaba decirle a Dean semejante estupidez que tenía en la cabeza.  

El cansancio comenzaba a cobrarme la cuenta, mi cuerpo se encontraba agotado y poco a poco sentía mis párpados volverse pesados con el pasar de los segundos. Incluso si me decía a mí mismo que tenía que estar despierto en caso de que Dean me necesitara, terminé cerrando los ojos con la excusa de descansarlos un poco. Cayendo dormido casi al instante. 


— No me gusta el puré de papas desde que tenía 7, un brabucón siempre comía eso y... ¿Me estás escuchando, Roman?

— ¿Ah? S-Sí, claro. Puré de papas...

El chico de cabello bicolor amarrado en una coleta enarcó una ceja hacia mí con notable molestia, para a continuación girar por sobre su hombro en busca de lo que fuera que me tenía fuera de lugar. 

No tardó en encontrarlo, mirándome como a un mismísimo loco que acaba de escapar de un psiquiátrico. 

— ¿Qué haces mirando a Ambrose?

— No lo estaba mirando. 

— Sí, lo estabas mirando.— me recriminó con notable exasperación, a lo que solo podía mantenerme callado con mi mentira poco exitosa.— ¿Acaso olvidaste todo lo que te dije con respecto a ellos, Roman? 

Sabía a lo que se refería, pero no podía dejármelo en la cabeza. La forma en que ese chico castaño reía o hacía tonterías me hacía sonreír, la forma en que siempre parecía confiado de sí mismo...

— ¡No me digas que te gusta! 

Su chillido me sacó de ensueño, casi haciéndome escupir el puré de papas sobre él y atragantándome en el proceso. Recurrí rápidamente a mi lata de soda, tragando con fuerza un poco del contenido en lo que el miembro de la Lista A me miraba con desaprobación mezclada con sorpresa. 

— Eso me dice que sí... 

— No.—hablé como pude, incluso si mi voz todavía sonaba extraña.—Claro que no. 

—¿Entonces? Roman, si te gusta Ambrose, creéme, tendrías el peor gusto sobre la tierra. 

—¿Y qué hay con eso?

Seth bufó casi entre dientes antes de volver a hablar. 

—Es broma ¿cierto? Ambrose es el rey de esos idiotas, no está en nuestra liga. 

— No recuerdo nada de "ligas" o algo como eso, Seth.—hablé nuevamente al recuperar el aliento.—Además, no lo conozco.—me encogí de hombros brevemente.—Solo me parece alguien divertido. 

—Divertido y peligroso para alguien como nosotros. 

—No lo entiendo...

Parecía como si Seth estuviese a punto de darse en la cabeza con su bandeja de almuerzo si no tuviera el resto de su ensalada en ella, por lo que se limitó a llevarse con fuerza una mano a la cara y mirarme exasperado. 

—¿Todavía no lo captas, demonios? Nosotros somos nerds, Roman.—casi exclamó, por lo que temí que lo llegasen a escuchar y llamásemos la atención de la mesa en la que Ambrose estaba.—Nerds y Lista F no se mezclan en ningún sentido ¡Somos basura para ellos!

— Baja la voz ¿quieres?—le dije casi entre dientes.—Odio ser el centro de atención. 

—Pues con más razón lo serás.—agregó una voz desconocida. 

Levanté la mirada hacia la chica de camiseta verde fosforita y labios de rosa fuerte, sostenía un papel y una sonrisa estaba en su boca cuando nuestros ojos se encontraron. 

—Eres Roman Reigns ¿cierto?

—¿Sí...?—murmuré inseguro, a la par en que volvía a estar erguido y me aclaraba la garganta.—D-Digo, sí, soy yo. 

—Que bien que te encontré de inmediato.—dijo ella, hablando con la misma amabilidad.—Me llamo Naomi, y estoy aquí para notificarte que estás destacando en la Lista A, Roman. 

— ¿Destacando? ¿Destacando como?

La morena con la hoja de papel todavía en su mano sonrió ampliamente y con lentitud, a la par en que me entregaba la hoja y recuperaba el habla con cierta alegría en su tono.

—Eres nuestro nuevo rey, Roman. 

—¿¡QUE ÉL QUÉ COSA!? 

De la nada, toda la cafetería se quedó en silencio luego del grito de Seth, causando que todos los ojos cayeran sobre nosotros y quisiera esconderme bajo la mesa. 

Pero Naomi ayudó a ponerme más en la vergonzosa situación al tirar de mi brazo, sacarme de mi lugar en la mesa y luego gritar hacia nuestra audiencia: —¡Felicidades a Roman Reigns, el nuevo rey de la Lista A!

Muchos de los chicos con anteojos o con apariencia de intelectuales empezaron a aplaudir al igual que Naomi, a lo que me las arreglé para sonreír incluso si el calor me subía a las mejillas. 

Sin embargo, mis ojos no pudieron evitar viajar hacia la mesa de Ambrose, sintiendo que el corazón se me iba a la garganta cuando el castaño me miraba por el rabillo de sus ojos azules ahora oscurecidos. 

Sentí como si me congelaran la sangre hasta el instante en que giró de nuevo junto a sus amigos que me miraban como la basura misma, dejándome con el corazón hecho trizas por alguna razón. 

Seth tenía razón. 

Los nerds y la Lista F no se mezclaban. 


Desperté de golpe, tan solo en ese instante dándome cuenta que había caído a los brazos de morfeo sin quererlo. Pero entonces noté que el sonido de mi celular al recibir un mensaje me había regresado a la realidad. 

Me levanté casi de un salto, sin importarme el casi caerme sobre la alfombra pero apresurándome por encontrar mi teléfono que habíua caído en alguna parte de la habitación. 

Cuando lo encontré y desbloqueé la pantalla con dedos temblorosos, mis ojos se abrieron ampliamente y sentí que mi corazón latía desenfrenado. 

unstable F: Roman
roman emperor: DEAN
roman emperor: JODER
roman emperor: ¿DÓNDE CARAJOS ESTÁS?
roman emperor: TE VOY A LLAMAR AHORA
unstable F: no
unstable F: no me llames
roman emperor: ¿Qué? ¿Por qué no?
unstable F: solo no lo hagas
unstable F: tampoco llames a Paige, por favor
roman emperor: Dean, todos están preocupados por ti. No puedes pedirme que haga eso...
unstable F: Roman, por favor...
unstable F: necesito que solo leas lo que voy a decir
unstable F: no digas nada, por favor
roman emperor:...
roman emperor: Bien. Lo haré.
unstable F: gracias
roman emperor: Pero por favor, dime que estás bien.
unstable F:...estoy bien
roman emperor: ¿Me lo prometes?
unstable F: estoy bien, Roman. No te preocupes
roman emperor: ¿Entonces por qué desapareciste sin decirle a nadie?
unstable F: tuve una pelea con Corbin, es todo. No quería ver a nadie

Hice una pausa, sintiendo que mi corazón latía con pesadez. Relamí mi labio inferior, casi mordiéndolo.

roman emperor: No te creo.
roman emperor: Esto es demasiado extraño, Dean.
roman emperor: ¿Estás seguro de que me estás diciendo la verdad?
unstable F: Roman
unstable F: deja de preocuparte por mí
unstable F: no valgo la pena
roman empire: ¿Te golpeaste la cabeza con algo? No puedes pedirme eso.
roman emperor: Por supuesto que estoy preocupado y por supuesto que lo vales.
unstable F: mentiras
roman emperor: Claro que no lo son.
roman emperor: Dean ¿qué es lo que te pasa? Estás actuando raro.
unstable F:...
roman emperor: Dean, por favor. Confía en mí esta vez.
unstable F: te veo en la biblioteca mañana a primera hora
unstable F: cuando nadie ha llegado
unstable F: procura no decirle a nadie
unstable F: ni a Paige, ni a Randall ni a nadie más
roman emperor: No lo haré. Lo juro.

Dean no dijo nada más, aunque intenté llamarle, su teléfono sonaba desconectado de nuevo.



Me encontraba nervioso con cada paso que daba al interior de la vacía escuela, mi corazón latía haciendo eco en mis oídos y el semtimiento de preocupación se propagaba por mi ser.

¿De verdad estará bien? ¿Qué es lo que pasó en realidad? ¿Por qué lo de la chaqueta y lo de la lista?

Muchas eran las preguntas en mi cabeza, por lo que comencé a acelerar mi paso tras acomodar la mochila a mi hombro.

Llegué rápidamente a la biblioteca, abriendo la puerta sin ningún tipo de advertencia y sin encontrar a alguien que me prohibiera ingresar. Me encaminé por los pequeños corredores, buscando incansablemente a aquel castaño que casi me había estado matando durante estos días. 

¿Él está bien?

Una parte de mi corazón no dejaba de apretarse, a la par en que mi respiración se agitaba con cada paso que daba en busca de su presencia. 

Entonces sentí cierto aroma nauseabundo, ese olor que muchos del club de periodismo odíabamos y que no creí volver a sentir cerca de mí. El pestilente aroma de un cigarrillo encendido. 

Me dio curiosidad al instante, ya que estaba obviamente prohibido fumar en espacios de la escuela, especialmente la biblioteca. Pero seguí el poco humo quese encontraba en mi campo visual desde el lugar en que me encontraba detrás de unos libreros. 

Rogaba internamente que no hubiera alarmas para incendio por ahí. 

Un par de pasos y pude ver a Dean. Me daba la espalda, apoyado sobre uno de los mesones de recepción vacíos y expulsando humo con movimientos suaves. 

Tomé aire por la nariz, agarrando con fuerza la mochila sobre mi hombro y atreviéndome a dar los pasos que me faltaban. 

— Creí que mis ojos me engañaban. — empecé a decir casi en un murmuro, a la par en que llegaba junto a él y me apoyaba ligeramente en el mesón. — Realmente llegaste temprano. 

— Te dije que estaría aquí. — respondió, soltando otra calada de humo antes de mirar al mesón. 

Evidentemente, estaba evitando mirarme a los ojos. 

— ¿¡Qué es lo que haces!? ¿¡Fumando en la biblioteca!? ¿¡Te haz vuelto loco!?

— Sí... Lo lamento...

— ¿Qué demonios? Creí que lo habías dejado hace meses. 

Dean no dijo nada, solo se quedó con la cabeza gacha y dejó que lo poco que quedaba de su cigarrillo se consumiera sin darle otra calada. 

Esto me estaba hartando. 

— ¿Dean?

— ¿Qué?

— Dean, mírame. 

No se movió, incluso si yo hacía el esfuerzo de mirarle directamente sin recibir respuesta. 

Apreté un poco los labios frustrado, para finalmente mover mi mano y agarrarle del brazo. 

— ¿Qué es lo que te pasa, Dean? ¿Por qué no me respondes? ¿Por qué no me miras?— jalé un poco de su brazo, pero lo que recibí fue un jalón de vuelta para que se librara de mi agarre.— ¿Dean?

— ¡No quiero que me mires!— exclamó casi entre dientes.— No... No merezco que te preocupes por mí. 

— ¿De qué estás hablando, Dean?—mi aliento casi se perdía con cada palabra, pero me las arreglé para tragar con fuerza y hablar nuevamente.— Dean, por favor, confía en mí. 

Hubo una pausa entre nosotros, casi eterna en la que solo rogaba que Dean hiciera lo que le pedí. 

Porque yo sí confiaba en él, con todo mi corazón. 

Sin embargo, este se sintió apretado y frío al momento en que el desaliñado rey de la Lista F giró sobre sus gastados converse y me observó a los ojos co  sus labios rotos y lastimados. Su cabello estaba más desordenado de lo normal, sus ropas parecían cubrirle más de lo usual, pero podía verse los vendajes y banditas incluso en su cuello y brazos. Un morete adornaba su mejilla hasta por debajo de su ojo izquierdo, y en su nariz había rastros de sangre ya seca.   

Sentí como si me hubiesen inyectado agua fría en las venas, impidiéndome hacer algún movimiento además de respirar entrecortadamente y mirarle con mis ojos plenamente abiertos y mis labios entreabiertos por la sorpresa poco agradable. 

Ambrose relamió sus labios heridos, pareciendo que esto ya no le afectaba incluso cuando soltó una respiración llena de ironía. 

— Antes de que te enojes... No rompí ni una ley o algo. — comenzó a decir, manteniendo su cabeza baja pero de vez en cuando sus ojos brillantes y enrojecidos me buscaban. Pude ver cómo tensaba también la mano que mantenía sobre el mesón, apretando sus nudillos cubiertos por vendajes ahora manchados de sangre carmín. — La pelea no fue dentro de la escuela... Y yo no la empecé...

Parecía como si su voz se perdiera, siendo imposible para él seguir hablando y mirarme a los ojos al hacerlo. 

Quería romper esa pequeña distancia entre nosotros, quería abrazarlo y no soltarlo. 

— Lo siento, Roman... Estoy intentando ser mejor...

— ¿De qué demonios hablas? Es obvio que te atacaron y... — reformulé mis palabras, tratando de encontrar algo que ayudara en esta situación tan tensa entre los dos.— Hey... Yo no... No me enojaré. Pero necesito que me digas quién te hizo esto ¿de acuerdo? Como el capitán del club de periodismo es mi trabajo preocuparme por los miembros del club, especialmente si uno de ellos termina tan lastimado como tú y...

Las palabras se quedaron en mi mente, ya que de pronto sentí sus delgados dedos apegándose a mi pecho, jalando ligeramente de mi sweater mientras su frente chocaba con mi hombro ligeramente. Mi rostro se intió caliente al instante, y no fue necesario que me pusiera a pensar en que me había sonrojado. 

Estaba más preocupado al ver la espalda de Dean subir repetidas veces, sentir ciertos sollozos siendo aguantados al lado en que se apoyaba de mí y que sintiera las lágrimas caer por su cara y tener ligero contacto con mi cuerpo. 

— ¿Y como mi amigo? ¿Cuál es tu trabajo como mi amigo, Roman?—murmuró entre sollozos, pareciendo tragar para que las lágrimas ya visibles en su cara no lo interrumpieran.—¿Y si ves que tu amigo está lastimado? No quiero escucharte como el capitán del club o como el más nerd de la escuela. No necesitas ser el rey de la Lista A delante de mí, Roman. No quiero escuchar esa respuesta de ti...

En un inicio me resultó difícil moverme y el corazón me saltaba con fuerza en el pecho, sentía que mi cara estaba peor que los tomates de la cena de ayer. Pero, en un intento de valentía del cualme avergonzaría después, tomé una pequeña cantidad de aire por mi nariz y estiré mis brazos hasta rodear la espalda de Dean, apegándolo contra mí y abrazándole con delicadeza. 

Todavía podía escuchar sus sollozos, pero hice como si no existieran y coloqué suavemente una de mis manos en la parte trasera de su cabeza, dejando suaves caricias por su cabello desordenado y ligeramente ondulado. 

— Diría que mi trabajo como tu amigo sería decirte que las cosas van a estar bien y que no estás solo en esto, tampoco deberías sentirte incómodo o tener miedo de que el resto te vea llorar cuando estás herido.— dije con la voz más calmada que pude y sin dejar de acariciar su cabeza en tanto soltaba pequeños sollozos.— Así que, si quieres salir de aquí y contarme lo que pasó sin que nadie más te vea, lo entiendo perfectamente y podemos hacerlo. 

Escuché cómo Dean sorbeteaba, a la par en que sus manos tocaban mi espalda y estrujaban gentilmente mis ropas. Levantó un poco su cabeza, dejando que su mentón se apoyara en mi hombro y pudiera mirar por sobre este. 

— Gracias, Roman. Por una vez, estoy feliz de que estés aquí. 

No tardé en sonreír, sintiendo que el sonrojo en mi cara no era más que una familiar sensación que experimentaba cada vez que Dean estaba cerca de mí. 

Aguantando una risa, murmuré:— Tú idiota...

Escuché una pequeña y extraña risa desde el fondo de su garganta, lo cual me llenó de felicidad al instante. 

— Solo te estoy jodiendo.— murmuró entre un sorbeteo, a la par en que sentía sus brazos rodearme con un poquito más de fuerza.— Secretamente, no tan secretamente ahora,  disfruto tu compañía. 

— Lo sé. 

Sonreí, en ese momento una parte de mí a la que siempre ignoraba comenzaba a decirme algo que me costaba trabajo aceptar y seguía siendo descabellado, la explicación para todo lo que sentía con respecto a él. 

— Yo también, Dean. 

Tal vez... Tenía esto a lo que llaman "crush" en Dean Ambrose.  




Les traigo capítulo antes de mis exámenes y el inicio de mis vacaciones de verano, donde espero publicar en esta historia casi todo el tiempo :) 

En el capítulo pasado nombré a los ganadores del pequeño concurso que hice, pero ni señales de vida han dado y me parece una falta de respeto :( Ya no los quiero. 

Mentira, estaré esperando para que me den lasinstrucciones de su dibujo y así empezarlos <3

Respecto al capítulo, ya sabemos que Roman tiene un crush con Dean...aunque eso ya era OBVIO, muchacho. Pero ¿qué creen que sienta Dean? Solo les diré, que dentro de un par de capítulos...Ustedes perderán la cabeza. 

Les dejo una pista:

Fiesta de Halloween ;) 


Espero les gustara el capítulo y nos vemos al próximo. 

— Rock.  

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