Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16. Explicaciones

Nunca me había incomodado el hecho de que el resto me mirara al pasar por el pasillo, a diferencia de Renee que, cuando todavía estaba conmigo, se avergonzaba bastante y me pedía que dejara de sonreír como un idiota despreocupado. 

Esta vez, el asunto era diferente. 

Todos me miraban al caminar por el pasillo, no me encontraba sonriendo, al contrario, solo miraba a mis gastadas zapatillas al dar cada paso con la esperanza de no encarar a nadie. El silencio era casi sepulcral, pasando por alto los cuchicheos que dejaba a mis espaldas en tanto rogaba internamente el llegar pronto a mi casillero. 

Joder, el corredor parecía casi enorme aquella mañana. 

Sin embargo, entendía la razón de tanta atención hacia mí. Luego del incidente en el partido, todo estaba de cabeza en la escuela. 

Los de la Lista F terminaron siendo castigados por sabotear el partido de football, asunto que el entrenador Copeland tomó entre manos antes de que pasara a mayores. Sin embargo, como supuesto secreto gracias a la ayuda de Roman y Seth, yo no fui castigado gracias a que le contaran indiscretamente al carismático entrenador que la persona en ese molesto traje de lobo era yo. 

Nadie iba a enterarse. Pero... no estaba seguro de eso y una parte de mí estaba aterrada. 

Otro aspecto que inevitablemente me delataba del el resto era que, a diferencia de los otros miembros de la lista, yo no me encontraba lleno de esa sustancia verde pegajoza que todavía no lograban quitarse de encima ni con duchas frías. 

Bajo varias miradas, por fin conseguí llegar a mi casillero y se me permitió soltar una respiración por la nariz. Parecía que hubiese estado aguantando el aliento durante todo el camino y ya me resultaba agotador. 

Mentir ya me estaba resultando agotador. 

Sí, ellos intentaron sabotear a la Lista A con su broma. Pero el culpable de que el sabotaje resultase en su contra fui yo. 

Antes de salir al campo me dirigí a donde creí instalarían los cañones, o al menos la fuente de ello. Con cuidado de que nadie me viera, y con la mayor prisa que pude, cambié las direcciones. 

¿Me hacía eso un traidor? ¿...Tal vez? 

Eso era lo que más corría a lo largo de mi cabeza, incluso más rápido que la ardilla que suelo molestar en el laboratorio de Ciencias. 

Abrí mi casillero una vez que salí de mi trance, dándole un ligero golpe y sosteniendo la abollada puerta con mis iniciales. Arrojé mi mochila y chaqueta dentro, tan solo tomando uno de los cuadernos para la siguiente clase para luego cerrar la taquilla de la misma brusca manera. 

Pero me detuve por un momento. Observé brevemente la parte interior de la puerta que no había dejado de sostener con mis vendados dedos, dejando que mis ojos se quedaran en el par de tickets algo amarillentos pegados frente a mí. 

Se trataba de los tickets que recibí el día en que fui al parque de diversiones con Roman. 

Mis labios esbozaron lentamente una sonrisa, a la par en que sentía aquella presión en el pecho volverse menos molesta y mi respiración más simultánea. 

¡No, claro que no soy un traidor! Siempre estuve en contra de algo tan estúpido como eso y solo defendí lo que era correcto. Incluso si al idiota de Corbin no le parecía bien, a mí me seguía pareciendo lo correcto. 

—¿¡Por qué nos hicieron esto!?— escuché de pronto chillar a Layla.— ¡Simplemente no puedo creerlo!

Volteé ligeramente ante su conversación amena, sin apartar mi mano de la puerta de metal a medio cerrar. 

Corbin trataba de quitarse la materia verde de sus brazos tatuados, Lesnar parecía fastidiado del aroma que esa cosa tenía y Layla estaba al borde de un colapso al tener esa cosa verde incluso en su manicura de 100 dólares.

—Tiene que haber sido uno de esos cerebritos.—gruñó Corbin, quitándose un trozo de viscoza verde y dejándolo caer al suelo casi con desprecio en su cara.—Estoy seguro. 

—Pero ¿quién?—preguntó el grandote de corta cabellera clara, con sus brazos todavía cruzados y la espalda apoyada contra las taquillas.— Porque si lo saben, lo mato ahora mismo. 

—¡Reigns! ¡Es obvio que fue él!

Que Layla gritara aquello me revolvió el estómago y tuve que tragar con fuerza para no soltar un gruñido. 

No podían culpar a Roman, y tan solo en ese momento me daba cuenta de que era un detalle que no calculé al inicio de mi plan. 

—Sabemos que no fue Reigns, Layla. Lo vimos en la tribuna tomando fotos, así que tal vez mandó a alguno de sus nerds que tiene de amigos a hacer el trabajo sucio. 

Quise suspirar aliviado. Sin embargo, tenía que pasar desapercibido por un rato al menos. El temor seguía en el fondo de mi pecho y me maldecía por eso. 

Me dispuse a cerrar la puerta lo más cauteloso posible, si no hacía ruido ni se darían cuenta que estaba aquí realmente. 

— ¿Y saben de Dean?— dijo de la nada Layla, causando que un nudo apareciera en mi garganta. 

— ¿De ese tarado?— resopló Corbin.— Ni se apareció el día del juego y eso también es bastante sospechoso. 

Okay, ahora sí que mi interior gritaba "¡Corre!".

Me dispuse a moverme, pero un empujón me hizo salir de conexto y llamó mi atención de inmediato a quién me había golpeado en el brazo. 

— ¿Quién demon...?

Me interrumpí cuando la mano de cierto chico de anteojos, camiseta roja y mirada amenazante me cubrió la boca, para acto seguido sentir cómo jalaba de mí en dirección contraria a la que los miembros de mi lista estaban. 

Lo agradecía internamente, pero no tenía idea alguna de lo que estaba pasando en verdad. 

El Lista A me llevó a tirones hacia uno de los pasillos contiguos donde casi ningún alumno se encontraba merodeando, ignorando por completo mis intentos por librarme de sus agarres o mis insistentes alaridos contra la mano que oprimía sobre mi boca.

Comenzaba a hartarme cuando finalmente se detuvo, soltó mi brazo y junto a eso quitó su mano de mis labios. Solté una respiración exagerada, tratando de recuperar el aliento de alguna manera. 

— ¿¡Qué mierda es lo que te pasa, Gargano!?— exclamé realmente agradable. 

El Lista A enarcó una ceja, realmente inadvertido de mi molestia o que tratara de volver a respirar normalmente. 

— Un "gracias" podría ser un buen inicio, Ambrose.— fruncí el ceño inquisitivo hacia su calmada manera de decir aquello, a lo que él solo suspiró en respuesta antes de seguir.— Si no hubiese sacado tu culo de ahí, probablemente ya te estarían acosando con preguntas y en menos de cinco minutos Brock te mataría. 

Solté una carcajada:— ¿Y por qué me mataría? 

— Sé lo que pasó en el juego, Ambrose.

Bastó eso para que cerrara la boca, el aliento que había recuperado se esfumara y mis ojos se centraran de par en par en su calmada y poco agradable expresión. 

Gargano se mantuvo de brazos cruzados. 

— Sé que fuiste tú el que cambió la dirección de los cañones. 

Mierda. 

— ¿Q-Quién te lo dijo?— murmuré, tratando de no perder la calma de alguna manera bastante inútil. 

Con un encogimiento de hombros respondió:— Nadie. Te vi quitarte la cabeza del traje cuando fui por unas cosas que me pidió el entrenador Coopeland. Vi cómo moviste las palancas y corriste del lugar antes de que alguien más viniera.

Estoy muerto. 

Tenía muchas opciones. Una; golpeaba en la cabeza a Gargano contra las taquillas con la esperanza de que olvidara todo. Dos... 

No, creo que esa es la única que se me ocurre. 

— Cálmate, Ambrose.— agregó, regresándome de mi trance y que lo mirara nuevamente paralizado.— No voy a decírselo a Corbin. 

— ¿Qué?— despavilé, encarando al Lista A con la incredulidad llenando mi rostro.— P-Pero ¿por qué? Sabes que si le dices, ellos me...

— ¿Te darán una paliza?— completó casi con obviedad, probablemente aguantando el rodar de ojos.— ¿Crees que no lo sé?

Tras un bufido de su parte, seguía sin entender todo. Me encontraba realmente confundido. 

— Entonces... ¿Por qué no? Sé que tus amigos y tú me odian, sería su oportunidad de acabar conmigo ¿no?

Gargano soltó otro suspiro, como si ya fuera el número 1000 que deja salir con exasperación, para a continuación volver a mirarme con desdén. Pero esta vez, se veía más serio y su mirada estaba quieta en la mía de una manera bastante atemorizante. 

— Déjame preguntarte algo.— dijo.— ¿Hiciste eso... por Roman?

— ¿Por qué lo...?

— Yo te estoy preguntando, Ambrose. Responde.— me cortó de inmediato el Lista A, causando que mis labios dejaran de moverse al instante.—   ¿Hiciste eso por Roman?

La respuesta era obvia, incluso si mis labios parecían tener problemas con formularla. Pero me las arreglé para tragar con fuerza y encarar a Gargano con la sinceridad que casi nunca soy capaz de expresar. 

— Lo hice por él.— casi murmuré, como si mi voz fuese a romperse.— Lo hice porque Corbin y los demás planeaban lastimarlos a todos. 

Nos quedamos en silencio por un tiempo casi eterno. Gargano parecía estar escaneándome de los pies a la cabeza, como si fuese un detector de mentiras, mientras que en mi interior sentía que un peso se liberada.

Decir la verdad provocaba eso, además de darme a conocer a mí mismo la verdad. 

Lo que hice, lo hice por Roman, para protegerlo. Lo hice porque no quería que le hicieran daño ni a él ni a los chicos de la Lista A. 

— Te creo.

Lo miré, como si volviera a la escena tras escuchar su voz. 

— ¿E-En serio?— balbuceé incrédulo ante su posición de brazos cruzados aún. — ¿N-No le dirás a nadie?

— No.— apretó sus labios por un momento.— La verdad es que no soy como ustedes, no me gusta joderle la vida al resto de esa manera. 

Auch. 

— Además, con esto estamos a mano. 

Gargano se dispuso a retomar su camino por el pasillo, pero se detuvo de un segundo a otro. 

— Ambrose. 

— ¿Sí?

— Gracias. 

Tras aquello, se alejó por el mismo camino que antes habíamos tomado y desapareció de mi vista. Una sonrisa se había formado en mi boca, ya que sentía que, después de todo, los chicos de la Lista A no eran de la forma en que siempre creí. 

Por ahora estaba a salvo. 

Llegué a la clase de matemáticas un poco más tranquilo, con mi cuaderno de dibujo bajo un brazo y el cuaderno desaliñado de cálculo junto a él. No me sorprendió ver a Roman sentado en la delantera de la fila en cuanto entré, mirando por la ventana mientras golpeteaba su mano a un ritmo que no fui capaz de descifrar. 

La sonrisa inminente en mis labios se paralizó por un segundo. 

Mierda ¿y si Roman sabía la verdad? ¿Me odiaría de nuevo? 

Mierda, mierda, mierda. 

Pensé en dar media vuelta, simplemente hacer como que nunca llegué a la clase. Pero los ojos del rey de la Lista A se encontraron conmigo y supe que estaba más que jodido.

— Wow... No sabía que los milagros pasaban.— dijo Roman con lo que detecté como burla.— Dean Ambrose está aquí para su clase de cálculo. 

Parecía no odiarme, por lo que me animé casi automáticamente a sonreír de lado. 

— Pensé en irme en cuanto te vi.— contesté con el mismo dejo de burla en tanto tomaba asiento en el pupitre de la fila siguiente.— Pero supongo que te honraré con mi presencia esta vez. 

— Yuhu. 

No supe si lo dijo en serio o no, pero la forma en que sonreía me mantenía más concentrado que descifrar la forma en la que hablaba. No entendía la razón, pero verle sonreír de esa manera me hacía olvidar por un instante lo mierda que me sentía constantemente o lo malo que podía pasar a mi alrededor. 

Era algo demasiado confuso. 

— Hey.— Roman llamó mi atención, haciéndome voltear.— ¿Estás bien?

— Claro.— me encogí brevemente de hombros.— ¿Por qué no lo estaría?

— Te ves tenso. Y...— ahuecó ligeramente su boca con su mano tras mirar rápidamente a sus espaldas.— No te vi después del juego.— susurró.— Quería que te quedaras un rato. 

— Oh, sí, eso. E-Es que...— me aclaré la garganta, diciéndome a mí mismo que dejara de titubear como un imbécil.— Estaba cansado y eso de llevar una cabeza gigante es...

— Horrible.— completó casi con un rodar de ojos. 

— S-Sí, eso.— balbuceé de nuevo.— Horrible, completamente. 

Nos quedamos en silencio, sin embargo podía sentir el rápido latido de mi corazón contra mis oídos casi dejándome sordo. No sabía si estaba nervioso o qué demonios me pasaba. 

Solo sentía que esto siempre se repetía cada que Roman estaba cerca de mí. 

— Oye, Dean. 

— D-Dime.— mierda, no de nuevo.— Dime. 

Otra vez silencio, solo que este me obligó a girar mi mirada de mis uñas jugueteando contra la madera hacia el pupitre frente a mí. Me encontré automáticamente con la mirada del pelinegro, viéndome obligado a tragar al momento en que sus labios se fruncieron en una lenta sonrisa de lado en tanto me miraba. 

— Lo hiciste bien en el juego.— dijo con sus ojos todavía en mí apreciendo la posible mirada de idiota que tenía.— Lo digo en serio. 

Mierda ¿por qué de la nada quiero acercarme más a él? ¿Qué demonios es lo que me pasa?

— ¿En serio lo crees?

Roman asintió, haciendo que el calor subiera un poco por mis mejillas incluso cuando sonreí ligeramente de lado. 

— ...Gracias. 

Nos sumerjimos en un silencio cómodo nuevamente, pero este fue rápidamente interrumpido cuando la chica de la biblioteca entró al salón. Algunos de los chicos que estaban al final del aula se le quedaron viendo y algunos lanzaron algún comentario, pero ella parecía inmune a lo que decían y pasó de largo con un va y ven de caderas en nuestra dirección. 

— Hola, Rome.— saludó casi en un suspiro, dejando su bolso de deporte en el pupitre detrás del samoano y lanzando su libro sobre la mesa. Sus ojos no tardaron en viajar hacia mí con su mirada poco afable todavía en su rostro.— Hola, cabeza de remolacha. 

— Un gusto verte, chica A.— la saludé con una sonrisa.— ¿Cómo va todo?

— Como si te importara. 

Auch. Punto para ella. 

— ¿Mal día?— preguntó Reigns, con su brazo apoyado del respaldo de su silla y mirándola por el rabillo de sus ojos. 

Naomi se dejó caer por fin en su lugar con un largo y exasperado suspiro, para a continuación dejar caer su cabeza sobre sus antebrazos cruzados sobre la mesa. 

— Mal día, mal año, mal siglo...— murmuró casi entre dientes. Levantó la cabeza y miró a su amigo con una rendida mueca en su rostro moreno.— A veces me pregunto por qué nos juntaste a Rusev y a mí para ser amigos...  — se encogió  de hombros.— Somos prácticamente incompatibles. 

— Wow.— silvé de la nada, llamando su agobiada y exasperada mirada en mi dirección.— Las chicas A tienen problemas más allá de la tarea de álgebra. 

Mi burla, obviamente, no le hizo gracia. 

— También me sigo preguntando por qué Rome tiene fe en ti.— bufó.— Eres un completo idiota. 

Auch, de nuevo. 

— Sabes que Rusev es...

— ¿Un Hulk de poco ceso?—insistí. 

Roman rodó sus ojos hacia mí y escuché una pequeña risita escapar de los labios de Naomi. Me bastó para mantener la sonrisa burlona en mi cara. 

— No es gracioso, Dean.— me regañó el rey A.

— Para mí lo es.— aclaré mostrando brevemente mi lengua con la misma gracia.— Además, la he hecho reír. 

Naomi seguía tratando de ocultar sus pocas carcajadas, a lo que Roman aguantó el posible rodar de ojos y suspiró brevemente antes de continuar hablando. 

— Lo que quería decir, es que Rusev es una persona con carácter fuerte.— completó, mirando a su amiga.— Y que es difícil tratar con él. 

— Como el álgebra ¿no?

Le sonreí a Naomi, ya que era una broma muy válida y de alguna manera me hizo sentir orgulloso. 

Hasta que la misma borró lentamente la sonrisa de sus labios color rosa y sus ojos se abrieron como un par de ventanas. 

— ¡Oh, mierda!— exclamó de la nada. 

— ¿Q-Qué ocurre?— preguntó confundido el samoano, a lo que también me mostré perplejo por su reacción. 

— Olvidé hacer mi tarea de álgebra por estar lidiando con la mierda de vida amorosa que tengo.

La morena gruñía a la par en que buscaba algo en su bolso. Roman y yo nos miramos y luego volvimos a mirarla a ella, sin embargo, no tardé en reaccionar y girar levemente hacia mi mesa. 

Agarré mi cuaderno y lo dejé sobre el que ella recientemente había puesto sobre su pupitre. 

Naomi alzó la mirada completamente desentendida y casi pude sentir el semblante de Roman sobre mí de la misma manera. 

— Puedes copiar mi tarea si quieres.— dije con simpleza, sin saber si tenía algo en la cara o por qué ambos parecían estar a punto de escanearme con sus ojos como si fuera un experimento. 

— Perdona, creo que te escuché mal.— Roman parpadeó, tratando de salir de un posible trance.— Creí escucharte decir que Naomi podía copiar tu tarea. 

Apreté mis labios, casi con obviedad tras mirar a la porrista y luego a él. 

— Eso dije. 

— ¿¡Qué!?— exclamó Naomi, completamente fuera de sí.— Eso es imposible, Ambrose. ¿Desde cuando las palabras "mi" y "tarea" van juntas en una frase dicha por ti?

No hice más que rodar los ojos y girar hacia mi pupitre sin nada más que decir. Crucé los brazos sobre mi pecho mientras relamía brevemente mi labio inferior. No tardé en escuchar el ajetreo de los miembros de la Lista A abriendo mi cuaderno y viendo las respuestas de mi tarea. 

— No puede ser...— escuché murmurar a Naomi, a lo que lentamente sentí las curvaturas de mi boca ceder a la sonrisa que quería formarse. — ¿Roman, estás viendo lo mismo? ¡Todas las respuestas son correctas!

El rey de la Lista A parecía estar mudo, lo cual por una parte me hizo sentir un gran orgullo. 

Después de todo, si Dean Ambrose agarraba uno de los viejos libros que tenía tirados en su habitación y recordaba sus tutorías, podía hacer algo bien.  

— Muy bine todos, vuelvan a sus lugares que la clase va a empezar.— exclamó el profesor, entrando al salón junto a unos suspiros llenos de molestia por sus estudiantes. 

Dejé salir una pequeña respiración antes de mirar a mi lado, encontrando inmediatamente la mirada de Roman. En ella parecía haber todavía sorpresa, pero no evitó que esbozara otra de sus sonrisas en mi dirección y sintiera que mi pecho se llenaba de calidez. 

No pude controlar la sonrisa en mi boca el resto de esa clase. 

— Señorita Van Dale, casi perfecto.— mencionó el viejo Anderson mientras entregaba el examen a la chica que pasaba. 

— Aprobar y seguir en la Lista A es lo que me importa, señor. 

Con una sonrisa, ella se retiró del salón. 

El timbre ya había sonado, y al ser el final de la jornada de clases ya casi todo el mundo se había retirado del salón de historia. Solo quedaba aquel chico bajito de anteojos que recibió su examen con nota perfecta y con sus labios alzados de lado se retiró, dejándome con el profesor Anderson. 

Tomé una bocanada de aire, al mismo tiempo en que agarraba mi mochila en uno de mis hombros y me disponía a escuchar el mismo sermón de siempre de parte del profesor. 

Pero en cuanto volteé, me lo encontré mirando fijamente la última hoja de papel en su mano. A continuación, levantó la vista y me observó de manera seria. 

Fruncí ligeramente el ceño, en espera de una explicación a esa mirada. Pero Anderson solo me extendió la hoja de papel en silencio y la tomé de la misma manera. 

Mis ojos se abrieron ligeramente al ver la calificación hecha con un marcador rojo en una de las orillas del examen junto a mis iniciales escritas de manera desordenada. 

— No es una A, pero nunca creí que pondría una B en un examen hecho por ti, Ambrose.

Efectivamente, la calificación que esperaba era una F como siempre, pero esto era tan nuevo para mí que esa alegría en mi pecho resultaba completamente extraña. 

No pude evitar comenzar a sonreír de manera incrédula, para luego levantar la cabeza y ver al viejo profesor darme la espalda en dirección a su lugar. Con mis labios volviéndose lentamente en una línea, me atreví a hablar. 

— ¿No hay nada más que quiera decirme, señor Anderson?— murmuré dando un par de pasos al frente aunque él evitara mirarme. Una risa irónica escapó ligeramente desde el fondo de mi pecho, como si la exasperación se formara por sí misma.— Usted nunca tuvo fe en mí y...

— Escúchame bien, Ambrose.

Cerré la boca de inmediato, mirándole una vez que me interrumpió y me encontré con su mirada en tanto mantenía ambas manos sobre su escritorio.

— En mis 20 años de profesor y los casi 4 que llevo tratando de que hagas algo por tu vida, sigo y seguiré sin tener fe en alguien como tú. 

Ya estaba acostumbrado a escuchar eso, por lo que fue involuntario el que rodara un poco los ojos y siguiera escuchándole sin decir palabra alguna. 

— Pero, si es que realmente te importa algo en ese desastre de vida que tienes...— hizo una pausa, como si rebuscara las palabras frente a mis vacíos ojos en espera de lo que seguía.— No defraudes a ese chico que te ayudó, por favor. 

Tras escuchar aquello, lo único que fui capaz de hacer fue agarrar con más fuerza mi mochila y pasar por un lado de su escritorio, saliendo del salón sin decir ni una otra palabra en especial. 

La escuela comenzaba a estar menos concurrida, en los pasillos se podía encontrar a aquellos que buscaban sus últimas cosas para volver a casa y dejaban el resto en sus casilleros. El sonido de las conversaciones hacía eco en mis oídos, pero esto era interrumpido por el constante y agitado latido de mi corazón en tanto caminaba cabizbajo por el corredor. 

Mis gastados converse pisaban los cuadros de las baldosas casi inadvertidamente hasta que me detuve por alguna razón, justo antes de mover mi puño y golpear una de las paredes sin razón aparente. 

Escuché un alarmado gritillo entre dientes por parte de unas chicas a mis espaldas, a lo que, sin apartar mi puño de la pared, giré a verlas sin gran simpatía. 

— ¿Qué es lo que están mirando?— gruñí casi entre dientes, a lo que ellas no tardaron en alejarse casi corriendo del lugar y dejarme solo. 

De pronto, ya no me sentía inalterado por esas palabras, no como siempre ha sido desde... Desde que esas cosas pasaban. Ahora me sentía molesto, casi furioso a cada segundo y quería golpear algo. A Anderson, en su puta cara de superioridad...

— Oye, Ambrose. Tranquilízate.— escuché a alguien hablar a mis espaldas, a lo que no tardé en voltear y encontrarme al bicolor con una gorra de lana en la cabeza y una sudadera color rojo oscuro.— No querrás acabar con la mano rota o el brazo roto como Randy ¿o sí?

Me le quedé viendo con la mandíbula apretada. Seth mantenía su distancia, probablemente por su todavía miedo a los de la Lista F. Sin embargo, esta vez se veía que hacía un intento por ayudarme a pesar de mi poco control de ira. 

Poco a poco alejé mis apretados nudillos de la pared, dejando que el latiente dolor se dispersara lentamente por mis vendados dedos. 

— Tienes razón.— murmuré por lo bajo, tratando de recuperar la calma.— Prefiero no quedarme sin una mano como a tu torpe novio. 

Rollins rodó los ojos, a lo que lo tenso del ambiente rápidamente desapareció. Comenzó a caminar por el pasillo, a lo que no tardé en seguirle.

— Primero, no es mi novio. Segundo, el único torpe eres tú y... ¿¡Por qué demonios te estoy explicando todo esto!?

— Tal vez porque te preocupaste por la mascotita del club de periodismo ¿no?—bromeé, tratando de seguirle el paso.—Vamos, admítelo. 

— Ni en un millón de años.— gruñó, tal y como siempre.— Solo creo que a Rome no le gustaría ver que te lastimes más de lo que ya tienes dañada esa cosa que tienes en el cuello a la que llamas cabeza. 

— Admítelo, Sethie. 

— ¡Que no me llames así, coño! 

No tardé en estallar en risas, pero le seguí el paso a donde sea que fuera. 

Molestarlo de esta manera era incluso mejor que el concepto de molestar que mis amigos de la Lista F tenían. 

No, eso no era cierto. Lo que ellos hacían era incluso más grave y no quería ni detenerme a pensar en ello. 

El miembro del club de periodismo caminó fuera de la escuela en dirección al estacionamiento. No pude evitar las miradas de algunos de los miembros de mi lista, que al verme con el bicolor comenzaban a fruncir el ceño y a hablar entre ellos. Incluso si cierto escalofrío me recorría la espalda, solo reaccioné de manera recíproca y tras lanzarles una mirada molesta seguí caminando tras un Seth hablando de lo genial que Orton había estado en el juego antes de su lesión. 

No tardamos en encontrarnos a Naomi apoyada sobre una camioneta que recordaba era de Orton, al mastodonte Búlgaro sentado en la parte de atrás jugando con un balón en sus manos y al tatuado dueño del automóvil sentado en el capót con un libro en su única mano libre. 

Seth de inmediato apresuró su paso y tras chillar el nombre del lesionado jugador, se lanzó a abrazarlo aunque este tuviera un yeso de por medio. 

Solo fruncí una pequeña sonrisa antes de caminar el resto de camino hacia el fotógrafo del club de periodismo. 

— Hola, grandote.— lo saludé extendiendo mi mano vendada. 

Tan bruto como es usual, Rusev apretó mi mano con fuerza y volvió a lo que hacía luego de murmurar:— Hola, rey de los burros. 

— Auch...— murmuré por lo bajo, tratando de pasar el dolor de mi mano.— Es un gusto verte y...— miré tanto en su dirección como a la chica de labios rosa fuerte masticando goma de mascar con los brazos cruzados sobre su pecho.— ¿Siguen molestos?

Naomi hizo un "pop" al explotar el globo de goma de mascar rosa, justo antes de mirar al Búlgaro a la par que este lo hacía con poco agrado en su rostro. Ambos se miraron con desdén, para luego apartar la mirada molestos y dejarme en claro la respuesta. 

— Okay...— casi susurré con mis labios en una entretenida mueca.— Mala idea preguntar. 

— Hey, Ambrose.— exclamó Orton, llamando mi atención.— No esperaba verte ¿qué haces aquí?

— Acompañé a tu damita por el lugar.— me encogí ligeramente de hombros con simpleza.— Para que no le hicieran nada. 

— Yo no necesito tu protección, Ambrose.— se quejó el irritado bicolor, con sus brazos todavía enredados en la nuca del jugador de football que lo miraba con una sonrisa en sus labios. 

Solo rodé los ojos con una pequeña sonrisa antes de retomar la conversación. 

— ¿Y ustedes? ¿Qué hacen todos aquí?

— Siempre esperamos a mi jefesito para volver a casa, es una tradición. — respondió Rusev, todavía jugando con su balón hasta que Naomi se lo arrebató con una sonrisa burlona. 

— Lo hacemos cada vez que tenemos tiempo. — agregó Naomi. 

— ¿Por qué?

— Porque somos amigos. — contestó, casi con obviedad. — Eso hacen los amigos.

Nadie había esperado por mí después de clases, salvo por Renee cuando estábamos juntos. Pero mis amigos... Solo me veían caminar solo de vuelta a la pocilga solitaria a la que llamo casa. 

— Aunque Roman se ha tardado un poco y...

— ¿Les molesta... si los acompaño?

— Momento ¿qué?— dijo Seth, saliéndose de su conversación con Orton.— ¿Qué fue lo que dijo?

— Preguntó si puede ir con nosotros.— murmuró casi entre dientes el Búlgaro.— Yo digo que no, aún no confío del todo en él. Además, al enano le da miedo. 

— ¡Que no les tengo miedo!

— Chicos, no importa.— los interrumpí. Sentí las miradas de todos sobre mí y supe que desde el inicio fue mala idea.— Fue una idea... tonta. Olvídenlo. Me voy a casa. 

— Espera. 

Justo cuando me dispuse a dar vuelta atrás sientiéndome como un real imbécil, Naomi me agarró suavemente del brazo y me hizo girar ligeramente sobre las suelas de mis zapatillas. 

La chica me observó en silencio por una milésima de segundo, para a continuación sonreír lentamente con amabilidad. 

— Yo digo que nos acompañe.— dijo ella sin dejar de mirarme. 

— ¿¡Qué!?— casi chilló Seth. 

— ¿¡Acaso te volviste loca, mujer del demonio!?— gritó Rusev. 

Pareció llegar a su límite, soltando mi brazo pero girando bruscamente hacia el Búlgaro de semblante poco agradable. Naomi estampó la pelota contra el pecho de Rusev y lo miró con su ceño fruncido, sus ojos debían de tener algo que hizo al chico abrir la boca pero quedarse paralizado en cuanto ella comenzó a hablar. 

— Esto se rige por elección popular, imitación de Hulk barata.— gruñó cerca de la cara del fotógrafo.— Si yo digo que el lunático nos acompaña, es un voto a favor. Con los dos de ustedes van en ventaja ¿O tengo que explicarle a tu pequeño cerebro cómo funcionan las matemáticas?

Rusev seguía sin poder articular palabra, pero no tardo en cerrar la boca y negar frenétiamente con la cabeza. Naomi le dio una última mirada antes de alejarse de su espacio personal y girar hacia el tatuado. 

— ¿Qué dices tú, Randall? ¿Quieres que el cabeza de repollo nos acompañe?

El tatuado no lo pensó dos veces antes de encogerse con su hombro sano y decir:— Por mí está bien. 

— Por mí también. 

Se me enredó la garganta brevemente a la par en que giraba a mis espaldas al igual que el resto. 

Roman nos miraba con una sonrisa de lado en su rostro y la mochila colgándole en el hombro cubierto por su camisa escocesa. Tragué silenciosamente y sonreí ligeramente hacia él. 

— Tres votos a favor, chicos.— Naomi chasqueó sus dedos.— El idiota se queda ¡Vamos a la camioneta!

— Momento.— los interrumpí, con la misma sonrisa pegada a mis labios.— Tengo una idea mejor.  



— ¿Estás seguro que está bien que vayamos a tu casa? 

— Claro.— me encogí de hombros mientras jugueteaba con mis dedos algo adoloridos luego del golpe en la pared.— Vivo solo así que...

— Hey.— me interrumpió el moreno, haciéndome alzar la vista.— ¿Estás bien?

— Sí, por supuesto.— murmuré con simplicidad, quitándole la seriedad al asunto y volviendo a bajar la mirada.— Solo tuve un accidente con una pared que se me cruzó, es to... Oye. 

Roman había ignorado completamente el hecho de que seguía hablando, estirando su mano para cruzar la distancia entre nosotros en la parte trasera de la camioneta y agarrar mi muñeca. Como la mayoría de las veces, solo me quedé quieto y dejé que su toque dejara esa sensación cálida incluso con los vendajes que cubrían mis manos. 

Joder ¿por qué siempre me pasa lo mismo cuando tengo a Roman cerca? Definitivamente no es normal. 

— Siempre llevas estos vendajes...— comenzó a decir el rey de la Lista A.— No puedo ver si te lastimaste si los tienes puestos todo el tiempo, Dean. 

En cuanto sus dedos intentaron buscar en donde empezaban las vendas con la idea de quitarlas, una sensación eléctrica me atacó la espalda y automáticamente aparté mi mano de entre las suyas. 

Fue un acto reflejo, por lo que no pude hacer más que alejar mi mirada de la suya y susurrar:— Estoy bien, Reigns. No exageres. 

Hubo una pausa entre ambos, en la que solo podía sentir que mi corazón trataba de calmarse y no me atrevía a volver a mirar a Roman a los ojos. 

— Estás usando la pulsera.

Volví en mis sentidos y mis ojos se encontraron con los suyos, al igual que con esa sonrisa a medias que trataba de fruncir. Mi boca se abrió, tratando de balbucear algo en tanto sentía el calor subir hacia mi cara. 

Joder, no. 

— B-Bueno...— comencé a balbucear, aclarándome rápidamente la garganta antes de seguir sonando como un imbécil.— Sí, la estoy usando. Las compraste, no puedo tenerla guardada por siempre ¿no es así?

— No creí que te fuera a importar. 

Levanté la cabeza, justo para encarar su mirada. 

— ¿Qué?

Roman apretó sus labios, relamiendo estos antes de intentar hablar de nuevo. 

— Cosas como estas, no creí que... — soltó un suspiro, como si lo que quisiera decir a continuación le costara muchísimo trabajo.— No creí que algo que tuviera que ver conmigo te fuera a importar. 

— Roman.— él me miró, a lo que continué con el contacto visual aunque esto acelerara mi corazón.— Tú me importas, mucho.  

Momento... ¿Qué acabo de decir? 

Si pudiera detener el tiempo, probablemente me daría una patada en el culo. De esa forma no me estaría poniendo rojo como un tomate y queriendo saltar de la camioneta al tener los ojos de Roman sobre mí.

No entendía por qué decía esa clase de tonterías en frente de Roman, ya que las palabras siempre se escapaban sin razón alguna de mi boca y luego me percataba de ellas. 

Decidí hacer lo que cualquiera haría en mi situación; cerrar esa bocota de imbécil que tengo y no volver a mirar a Roman a la cara el resto del camino. 

Sí, buena opción. 

Randall sabía donde estaba mi casa, por lo que no fue problema que me la pasara callado hasta llegar. Bajamos de la camioneta, adelantándome de inmediato para recibir a mis invitados. 

La casa era un total desastre, como se podía esperar de mí, y fue más que obvio por la cara que los miembros de la Lista A pusieron al poner un pie en la sala. 

— Esto es un chiquero.— comentó Seth, asqueado mientras sostenía la mochila de Randy en uno de sus hombros.— No me esperaba menos de ti. 

— Gracias.— sonreí con sarcasmo. 

— Aunque sea un chiquero, yo tengo hambre.— habló Naomi, dejando las bolsas de compra que habían puesto en la camioneta en medio del camino.— Ambrose, nosotros nos encargamos de cocinar mientras tú ordenas un poco ¿quieres?

— Es mi casa, chica A. 

Naomi me miró con amenaza en sus ojos perfectamente delineados, por lo que supe de inmediato que mi broma no venía ni al caso... Bueno, como siempre.

— ¿Quieres pizza o no?

— Iré a ordenar.— respondí de inmediato, con mis labios apretados en una mueca.— Empezaré por mi cuarto. 

— Muy bien.— sonrió satisfecha en tanto caminaba en dirección a la cocina.— Rome, deberías ayudarlo. 

Sentí que el corazón se me subía a la garganta. Me paralicé de un segundo a otro y casi sentí una corriente eléctrica subiéndome por la espina dorsal. 

— Creí que nosotros cocinaríamos.— sonó desentendido el rey de la Lista A, pero para variar no quería voltear a verle. Mi cara ya estaba tornándose roja. 

— Seth y el Hulk de plástico me ayudarán, Randy puede darle apoyo moral a Seth. Estaremos bien nosotros, así que tú ayuda a nuestro idiota favorito ¿entendido?

Me lleva la gran puta.

Pensé que no había nada peor que dejar a mi boca traicionarme diciendo boberías, pero no contaba con que Naomi era una maldita que le gustaba joderme la vida y lo había olvidado por completo. 

Tomé una bocanada de aire, a la par en que escuchaba los pasos del Lista A acercarse a mis espaldas. Cuando lo tuve junto a mí al inicio de las escaleras, no tuve más opción que girar mi cabeza en su dirección. 

Roman me miró, soltando un breve suspiro antes de sonreír casual:— Mujeres ¿no?

Incluso si mi cara seguía caliente y mi corazón hecho un desastre a punto de estallar, logré sonreír de lado y encogerme de hombros. 

— Mujeres. 

Preferí dejar de mirarle, antes de volver a decir otra cosa de la que me arrepentiría, y sosteniéndome del pasamanos comencé a subir las escaleras en dirección al segundo piso. Roman me siguió en silencio también, al igual que cuando caminé hacia mi habitación. 

¿Por qué me sentía tan nervioso de pronto? Solo se trataba de Roman...

Solo... era Roman. 

Mi mano estaba por girar el picaporte de aquella puerta llena de posters y trazos con pintura roja cuando me detuve, quedándome en silencio y relamiendo mis labios con nerviosismo. 

— ¿Qué ocurre?— preguntó Roman, casi en un susurro. 

— Hay algo que quiero mostrarte, pero...— tomé una pausa, sintiendo que me faltaba el aire y tenía que tragar para seguir hablando. —  Pensarás que soy un idiota. 

— La verdad es que eso ya lo pensaba. 

Demonios, Roman...

— Estoy hablando en serio, Reigns...

— Déjame terminar. 

Cerré la boca en cuanto sentí una de sus manos en mi hombro, e incluso sintiendo que mi corazón se alteraba nuevamente, giré levemente por sobre mi hombro y lo miré a los ojos. Se veía serio, pero sus ojos estaban llenos de comprensión que logró calmar aquel nudo en mi estómago. 

— Sigues siendo un idiota para mí. — lentamente sonrió. — Y nada de lo que hagas me va a hacer pensar algo malo aparte de eso, confía en mí. 

— No entiendo tu punto, Roman. 

— ¿Confías en mí?

A diferencia de hace un tiempo, cuando solo lo veía como el presumido y aburrido chico de la Lista A, esta vez no me tardé en asentir y abrir la puerta del dormitorio. 

En silencio caminé por el cuarto, esperando que él me siguiera sin decir nada hasta que mi corazón se calmara un poco o al menos dejara de sentirme nervioso por quién sabe qué. 

— Naomi tiene razón. — dijo con una pequeña risa de por medio en tanto escuchaba la puerta cerrarse. — Tu casa sí que es un chiquero. 

— Bueno, me la paso solo. A excepción de Paige que pasa a joder de vez en cuando, pero no hay mucho de lo que tenga que preocuparme. 

— ¿Y qué hay de tu familia?

— Siguiente pregunta. 

— Dean...

— Siguiente pregunta. — insistí, alzando un poco el tono pero no en sentido molesto. Solo no quería hablar del tema. — Por favor. 

Roman pareció entender, apretando sus labios y asintiendo en tanto volvía a enfrascarme en lo que hacía. 

Con cuidado tomé el estuche negro en un rincón de la cama, en tanto Roman tomaba asiento en esta sin dejar de mirar todo alrededor en silencio. 

— Hay algo en lo que he estado trabajando y... — solté una respiración a la par en que abría el estuche y sacaba la gastada guitarra del interior. — Quiero que tú lo escuches primero. 

El rey de la Lista A se veía sorprendido, probablemente al verme por primera vez con un instrumento entre mis manos todavía vendadas. Con las mismas busqué la uñeta que siempre tenía en el bolsillo de mi chaqueta, apoyando suavemente la guitarra en mis muslos y acomodando mis manos de la manera que ya me resultaba tan familiar. 

Me contuve a levantar la vista hacia el moreno, tocando delicadamente algunas de las cuerdas para asegurarme que la guitarra se encontrara afinada. Procuré mantenerme concentrado, con mi respiración regular y sin perder la calma, pero cuando me dispuse a empezar con las primeras notas levanté la cabeza y miré a Roman directamente a los ojos. 

Probablemente la duda se reflejaba en mi cara, por lo que él no tardó en fruncir una pequeña sonrisita de lado y murmurar: — Confía en mí, Ambrose. 

Lo hacía, Roman. En serio confiaba en ti. 

Le dediqué una breve sonrisa y, tras relamer rápidamente mis labios, regresé la vista a las cuerdas. Con facilidad comencé a tocar los acordes de aquella canción que tantas veces había estado tocando tantas veces cada vez que me encontraba aburrido u oprimido por las cosas en mi cabeza. 

—  I never wanted it to be this way, I thought I loved her. And it's hard for me to say, but I found another. —comencé a cantar bajito, concentrándome en el sonido de las cuerdas en lugar de mi agitado corazón latiendo contra mi pecho.  — And you're probably thinking this would last forever...

Hice una pausa, solo para alzar la mirada y encontrarme a un sonriente Roman que reconoció la canción de inmediato e hizo que mi pecho se sintiera cálido. 

—  If I could take back time and change my mind, then it would end up differently...

Tomé una bocanada de aire, a la par en que mis mejillas se elevaban con la sonrisa en mis labios justo cuando ambos empezamos a cantar al unísono con una amena voz:  — She's so bad for me and I can't help it. It's so hard to see a way around it. Said she's gonna call but I got nothing at all, inch by inch, she's got my back to the wall. Cause she's so bad for me and I can't help it...

Toqué las cuerdas con mis vendados dedos, sin embargo, toda sensación que antes había de nerviosismo desapareció y solo tenía ojos para el chico frente a mí que no dejaba de sonreír contento mientras cantábamos. 

I can't help it, I can't help it...

Nuestras voces se perdieron lentamente por la habitación, al igual que el sonido de las cuerdas de la guitarra con mis últimos toques. Ambos nos quedamos en silencio, pareciendo que ninguna palabra era suficiente. 

— Adoro la música.— comencé a decir, luego de morder brevemente mi labio inferior con nerviosismo.— Es lo que me mantiene cuerdo cuando creo que mi vida es una mierda... cosa que pasa casi todos los días. 

— Dean...

— No puedo decirle a nadie por la reputación que tengo pero... Desearía que fuera distinto.— solté un pequeño suspiro, apoyando mis brazos sobre la guitarra y mirando hacia mi regazo.— A veces me gustaría no tener que darle explicaciones a nadie y solo ser yo. Pero la etiqueta de hijo de puta de la Lista F se me ha quedado pegada y todos me ven igual... Incluso tú. 

— Dean, no.— sin previo aviso, Roman me agarró de la mano y me hizo volver a tener el mismo contacto visual.— No pienses así ¿quieres? No deberías darle explicaciones a nadie, es tu vida. 

— Claro.— murmuré con cierta ironía.— ¿Y qué esperas que haga? ¿Que corra por la escuela con mi guitarra? ¿Cantando y diciendo que eso es lo que me gusta? 

— Yo...

— ¿Acaso crees que me dejarán tranquilo? ¿O que alguien me defenderá?

De pronto sentí mi voz quebrándose y no entendía la razón. 

— ¿Crees que podré seguir en ese puto infierno si no soy el rey de la Lista F?

Mi garganta ya ardía y sentía que me quemaban los ojos cuando el chico de cabello largo estiró sus brazos y me estrechó entre sus brazos. 

No podía moverme, era como si me hubiese congelado. Mis manos temblaron un poco, pero conseguí moverlas de a poco hasta rodear su espalda y cerrar el abrazo. Apegué sin miedo mi frente a su hombro, sintiendo cómo la calidez reconfortaba mis ojos aguándose y la melancólica sensación en mi pecho. 

— ¿Sabes qué creo de ti, Dean?— susurró Roman, pero solo guardé silencio sin dejar de refugiarme en aquel abrazo.— Creo que no necesitas ser el rey de un montón de idiotas, no deberías esconderte más...

Cerré mis ojos, esperando que las posibles lágrimas se marcharan antes de que él me viera la cara. 

— Pero todo depende de ti.

Con suavidad rompimos aquel contacto, sin embargo, sus manos siguieron en mis hombros y nuestras miradas encajaron en la del otro aunque mis ojos ardieran. 

— Yo te apoyaré y guardaré tu secreto. Y si alguien llega a hacerte daño, no dudes en que yo voy a estar ahí para salvarte. 

Con esto ya lo haz hecho, Roman. 



roman emperor: ¿Era necesario que lanzaras la masa en la cara de Randall?

unstable F: y era necesario que tú me dejaras la chaqueta llena de harina? Es difícil quitarla, Reigns

roman emperor: Tienes algo para mantenerte entretenido. 

unstable F: te odio

roman emperor: Además de terminar la canción ;) Quiero escucharla completa. 

unstable F: lo dices en serio? :)

roman emperor: Claro. 

roman emperor: Aunque cantes como un venado al que acaba de arrollar un camión. 

unstable F: DATE POR MUERTO ROMAN!

roman emperor: :)

Una sonrisa adornaba mis labios en tanto permanecía sentado sobre las colchas de mi cama como indio. Los chicos de la Lista A no dijeron nada cuando bajamos a verles a la cocina, solo nos miraron sonrientes y siguieron como si nada. De todas formas sentí mi rostro calentarse y probablemente volviéndose de color rojo. 

No podía dejar de pensar en él, y eso mismo me llevó a agarrar mi celular y mandarle un par de mensajes incluso cuando ya se hacía tarde.  

Era como si mi cabeza no pudiera dejar de visualizar su sonrisa, la forma en la que tomó mi mano o cómo me abrazó al estar al borde de las lágrimas. Nunca me había sentido tan confiado de romper en llanto. 

No sentía eso... desde Renee. 

El celular vibró entre mis dedos vendados, regresándome a la realidad y que volviera a concentrarme en la pantalla iluminada. 

roman emperor: Tierra llamando a Dean Ambrose... ¿Hola?

unstable F: ya me extrañabas? :)

roman emperor: Idiota. 

roman emperor: Solo quería saber si recuerdas el examen de mañana. 

unstable F: no hablas de otra cosa que no sea exámenes?

roman emperor: Con eso me respondes que no. 

unstable F: claro que... no. La verdad no

unstable F: pero podría intentar si es que me das una pequeña motivación

roman emperor: ¿Y qué se supone que haga?

unstable F: si me dejas usar el escritorio del grandote en el club, estudiaré hasta que se me quemen las pestañas

roman emperor: ...

unstable F: LO PROMETO

roman emperor: ...

roman emperor: De acuerdo. Hecho. Pero más te vale estudiar algo. 

unstable F: claro que lo ha-

roman emperor: ?

unstable F: hm... Roman?

roman emperor: ¿Qué?

unstable F: tal vez... solo tal vez... olvidé mi libro en mi casillero

roman emperor: ¿ME ESTÁS JODIENDO?

unstable F: nope :)

roman emperor: Era demasiado bueno para ser verdad...

unstable F: tranquilo, emperador romano. Aún puedo ir por él a la escuela

roman emperor: ¿Desde cuando estás tan interesado en esforzarte?

unstable F: desde que la cómoda silla de RuRu me espera

unstable F: y desde que el rey de la Lista A parece tener cierto interés en mí

roman emperor: En realidad, tienes razón. 

Tomé mi sudadera del sofá en tanto abandonaba la casa tarareando una cancionsita, con el celular todavía en mi mano antes de salir por la puerta. 

roman emperor: Aunque es más que eso. 

unstable F: qué quieres decir?

roman emperor: Dean, hay algo que quería decirte. 

unstable F: necesitas enterrar un cadáver?

Sonreí para mí, recorriendo las calles en dirección a la escuela. Todo estaba oscuro a causa de la noche estrellada, siendo únicamente iluminada por los pocos faroles que también mostraban una zona que era usada como vertedero de basura. 

roman emperor: Es en serio, Dean...

roman emperor: He pensado mucho en ello y quiero decírtelo. 

— Vaya, vaya. 

Me quedé plantado en mi sitio en cuanto escuché esa voz, mirando a mi alrededor para saber de dónde provenía. 

Aquel chico de cabello corto y sudadera negra no tardó en salir de entre las sombras, mirándome con seriedad. 

— Sabía que había ratas por aquí, pero no esperé encontrarme de frente con una. 

— ¿Qué es lo que quieres, Roode?— dije con sequedad, manteniéndome en mi lugar con mis puños apretados y mi ceño fruncido. 

roman emperor: Dean ¿sigues ahí?

Bobby se encogió de hombros con simplicidad, dando un par de lentos pasos hacia el frente y dirigiéndose hacia mí. 

— Solo pasábamos por aquí, esperando encontrarnos con algo interesante.

No tardé en darme cuenta de que no estaba solo, algunos tipos a los que no pude reconocer salieron y comenzaron a rodearme y acercarse peligrosamente al igual que el miembro de la Lista F.   

roman emperor: ¿Estás bien?

— Buscamos a traidores. 

— No sé de qué me estás hablando.— dije rápidamente, sin verme afectado. 

Sin embargo, el corazón me latía con fuerza contra el pecho y sentía las ansias de correr recorrerme las piernas. 

Roode se detuvo, mirándome con aquella gélida mueca en su rostro antes de volver a abrir la boca. En ese instante, en que pensé en simplemente huir, varios brazos me agarraron por la espalda y comencé a retorcerme. 

— Los traidores tienen que pagar un precio muy alto, Ambrose. 

Entre gruñidos intenté librarme, pero era imposible. 

Estaba perdido. 

roman emperor: Dean, me estás preocupando. Responde, por favor. 

— Y tú eres uno, Ambrose. 







Los dejo con el suspenso porque soy mala :) 

Tengo a los ganadores del concurso que les vine explicando en los capítulos anteriores...

.

.

.

.

.

.

FELICIDADES A LOS GANADORES

lovercliff 

RolleignsQueen

user32132662

Ustedes han ganado un dibujo exclusivo de List A. En cuanto pueda les mandaré un mensaje desde mi cuenta personal para que veamos los detalles de sus premios :) Al resto que no ganó, no se preocupen. Haré más sorteos <3 

Espero les gustara el capítulo y nos vemos en una próxima oportunidad. 

  — Francy.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro