13. Pulseras azules
Capítulo monumentalmente largo... Espero les guste :)
Ah, la canción que sale más adelante se subirá en el siguiente capítulo en multimedia, por si no la conocen.
— ¡Hey, tú! El nuevo... ¡Oye!
De milagro, fui capaz de escuchar a aquella voz llamándome a mis espaldas. Me quité los audífonos, escuchando cada vez más lejos la melodía de Anarbor cada vez más lejana hasta que colgué los aparatos en mi cuello a la par en que giraba sobre mis zapatillas deportivas.
Entre la gente pude ver a un chico de cabello extraño tratando de pasar, traía un montón de papeles en sus manos y unos libros, pero lo que más me llamó la atención fue el mechón rubio que tenía en el lado derecho de su cabellera.
¿Era él quién me llamaba?
Desde que inicié las clases esa semana, no me había acercado realmente a alguno de mis compañeros de clase o si quiera entablado una conversación demasiado larga. Con suerte una chica de cabello rubio y gorra con diseño de piel de leopardo me había ayudado a encontrar la clase de química.
El muchacho, que parecía ser bastante torpe incluso en su forma de caminar, trataba de no empujar a nadie en su intento por llegar hasta mí. Sin embargo, mi mandíbula se abrió con algo de sorpresa cuando alguien abrió la puerta de su casillero e hizo que el chico se golpeara de lleno contra ella. Tras el estruendo, este terminó en el suelo del pasillo.
Los papeles se desparramaron, las risas sonaron pero un par en especial. Un chico de cabello largo y chaqueta negra y roja con el número 43 era el que abrió la puerta de la taquilla y ahora miraba satisfecho lo que había hecho. A su lado había otro chico con una chaqueta similar, pero el número era diferente y en su espalda decía "Lesnar".
Tenían que ser los jugadores del equipo de la escuela.
No me acostumbraba por completo a todo lo nuevo del lugar, pero estaba seguro que al pasar pude ver a varios chicos jugando fútbol americano y a las chicas practicando rutinas de baile para animarlos.
Volví a centrarme en la situación. El chico bicolor gruñía por el dolor, cubriéndose la cara y removiéndose un poco en las baldosas del corredor.
Con una sonrisa, el castaño le dijo:—Ten más cuidado por dónde vas, Lista A. Tu torpeza no es asunto mío cada vez que te apareces por aquí.
¿Acaso lo llamó Lista A?
El tipo, el cual giró tras cerrar la puerta de su taquilla con fuerza, pateó ligeramente al acongojado chico, haciendo a su amigo reír y que le siguiera el paso. En la espalda de su chaqueta pude leer "Corbin" con la misma letra roja, pero mi ceño se empezaba a fruncir incluso si no lo podía controlar.
Sus risas me estaban sacando de quicio, haciéndome apretar con fuerza la cinta de mi mochila y apretar la mandíbula.
Pero en especial, lo que consiguió descolocarme, fue ver a ese chico de cabello castaño desaliñado esperando por ellos al final del pasillo con una sonrisa socarrona en su boca. Golpeó el puño de ambos risueños jugadores, diciéndose algo antes de disponerse a seguir con su camino como si nada hubiese pasado. Sin embargo, no me esperé que los ojos de Dean Ambrose, el rey de la Lista F, se encontraran conmigo otra vez.
La ira seguía hirviendo en mi interior, incluso si tuve que tragar al tener su semblante en mí y que sus ojos bizarramente azules y profundos me acosaran en medio del pasillo.
Fueron segundos casi eternos, en los que solo me miró antes de sonreírme lentamente de lado y seguir a sus amigos hasta desaparecer del pasillo.
¿Qué clase de personas eran estos tipos?
Me apresuré a volver en razón, agarrando con fuerza mi mochila y casi corriendo hasta donde el chico de cabello bicolor jadeaba con sus manos en su rostro por el dolor. Una vez que estuve cerca suya, jalé de sus brazos para que pudiese sentarse.
—Dios, ¿estás bien?—pregunté, incluso si la respuesta era obvia y podía llegar a restregármelo en cara.—¿Te duele mucho?
—¿Es en serio?
Apartó las manos de su cara, mirándome con el ceño fruncido y sus ojos castaños detrás de unas gruesas gafas de marco negro. Su nariz estaba enrojecida por el golpe, pero esperaba que no sangrara.
—¿Acaso me veo como si estuviese bien, cerebrito?—gruñó, a lo que solo parpadeé estupefacto e inmóvil.—La directora me envía a buscarte y...—gruñó al sorbetear, apretando la nariz y su ceño por la probable incomodidad.—¡Esto es lo que me gano!
—Yo... Lo lamento.
No sabía qué otra cosa decir realmente. No me esperaba que esa gente a la que llamaban miembros de la Lista F fueran unos...Matones.
El bicolor suspiró ante mi silencio, probablemente ya harto de la situación.
—Bueno ya, eso ya no tiene importancia.—murmuró casi entre dientes, apretándose un poco la nariz antes de mirarme todavía algo fastidiado.— Soy Seth Rollins, estoy en la Lista A.
El bicolor alzó su mano frente a mí, mientras que con la otra seguía tratando de aliviar la sensación de dolor en su rostro.
Recordé su nombre del momento en que vi aquellas famosas listas por primera vez, recordando que era él quién encabezaba la Lista A.
Incluso si estaba perplejo, me las arreglé para agarrar su mano y estrecharla con suavidad.
—Roman Reigns.
Él soltó una pequeña risa:—Eso lo sé, genio. La directora me envió a buscarte.
Oh, claro. Estaba actuando como un real tonto.
—Disculpa... Esto es nuevo para mí.—hablé con total honestidad, tratando de no dejarme llevar por lo tembloroso de mi voz.—También me sorprendí mucho de que ellos...los chicos esos te golpearan así como así y...
—De eso no te preocupes.—me interrumpió, con menos brusquedad y por fin dejando de apretar las paredes de su nariz. Su mirada castaña volvió a encontrarse con la mía.—Para los de la Lista F somos como presas después de todo...en especial yo.
Había una pizca de tristeza en eso último, pero no estaba en la posición de preguntar.
—El punto es.—continuó, mirándome de arriba a abajo.—He estado buscándote todo el día.
—¿A mí?
—Eres el único Roman Reigns por aquí ¿no?—sonrió de lado.— Soy el primero de la Lista A, por lo que estoy a cargo de dos cosas. La primera, darte la bienvenida.
Ladeé la cabeza. Ya había pasado casi una semana desde que llegué, por lo que creí que las bienvenidas habían quedado ya atrás. Sin embargo, Seth continuó hablando.
—En tan solo una semana demostraste que no eres uno de esos sin cerebro de los F.
—¿No lo soy?
Rollins negó, aquella sonrisa todavía decoraba su boca:—Eres uno de los nuestros. Bienvenido a la Lista A.
Solo podía parpadear con confusión, quieto en mi lugar y en completo silencio por las palabras del bicolor.
¿Yo? ¿Un Lista A?
En ese poco tiempo me informé un poco sobre ello, en especial de lo que había creado entre los estudiantes. Era una rivalidad ruin y destructiva, los A eran algo así como las presas y los F los depredadores, buscando día a día por algo nuevo al acecho.
¿Intentarían molestarme a mí también si me volvía un Lista A?
—Sé lo que estás pensando.—dijo Rollins, apretando sus labios brevemente.—Crees que te harán lo mismo que a mí ¿no?
—No, yo...—balbuceé.—Bueno, en realidad sí pensaba eso. Pero no quiero ofenderte ni nada.
Otra vez, sonrió levemente de lado.
—No me ofendes, Roman.—habló con amabilidad, pareciendo que el gruñón chico del inicio se desvanecía en el aire.— Creéme, no te harán nada. A diferencia de mí, te ves más macho alfa que yo.
No sabía si ofenderse o pensar que era un halago precisamente.
-Ese lugar te lo ganaste, así que deberías estar contento. Será genial tenerte entre nosotros.
Aunque siguiera siendo información nueva y confusa, le sonreí al ojicastaño.
—Lo segundo.
Rollins miró los papeles a su alrededor, respirando con cierta exasperación pero estirándose fácilmente para agarrar uno de los que estaba boca arriba y luego alzármelo.
—Estoy pensando en armar un nuevo club con un chico que también llegó hace poco.—tomé suavemente la hoja de papel, mirándola brevemente.—Tal vez te podría interesar ser miembro.
"Club de periodismo."
—L-La señorita Phoenix leyó tu ensayo de hace unos días.—levanté la mirada, encontrándole algo avergonzado en tanto agarraba algunos papeles a su alrededor.—Y me dijo que tenías habilidad en cuanto a la lectura, también para redactar y parecías ser rápido al entender lo que te pusieran delante.
A pesar de ser así, esta parecía ser una ocasión diferente.
—Supongo.
—Bueno...—me miró con lo que pude notar como esperanza en su mirada castaña y cansada.— ¿Te interesaría ser parte del club de periodismo?
No hizo falta que lo pensara demasiado y, tras un asentir de cabeza y que sonriera ligeramente, Seth murmuró:—Bienvenido a la Lista A, chico nuevo.
—¡Rome!
No pude evitar dar un salto sobre mi cama, abriendo los ojos de golpe y sintiendo que el corazón me chocaba contra el pecho. Varios golpes contra la puerta me despertaron y de paso casi me dan un ataque cardíaco, pero en cuanto despavilé recordé lo familiar que era eso en mi casa.
— ¡Vamos, Rome! ¡Deja de pensar en tu novia!—exclamaron del otro lado de la puerta.—Es muy tarde para que sigas teniendo pensamientos sucios.
— ¡Jimmy tiene razón!— chilló la otra voz casi de inmediato.— ¡Para eso está el baño, Rome!
Y seguían golpeando mi puerta con patadas y golpes, haciéndome pensar que existiría el día en que la tumbarían y me quedaría definitivamente sin puerta en mi cuarto.
Mis primos eran bastante enérgicos la mayoría del tiempo... Por no decir que realmente eran un par de hincha pelotas.
Jimmy y Jay, las copias el uno del otro, se la pasaban la mayoría del tiempo en mi casa, en especial cuando era fin de semana. Era ya familiar que nos peleáramos por quién comía el último panqueque al desayuno o quién conseguía la mayor cantidad de puntos en los videojuegos de Jay. Era competitivos hasta la médula, pero eran mis amigos a fin de cuentas.
Gracias a ellos pudimos ser capaces de instalarnos en la ciudad, luego de que papá fuera trasladado y solo me quedase con mamá.
Por lo tanto, no me podía quejar. Era mejor que no tener nadie con quién hablar fuera de las horas de clase o el club.
— ¡Jimmy y Jay Uso!
El grito de mi mamá calmó los gritos como si de una alarma se tratara, probablemente encontrándose en pleno con el escándalo que los gemelos estaban montando frente a mi puerta cerrada.
— ¿¡Cuántas veces les he dicho que no golpeen así la puerta de Roman!?— volvió a gritar.— Los mandé a que lo despertaran.
— Y eso hicimos, tía.— habló Jay.
— Pero este holgazán tiene el sueño pesado.— Jimmy le seguió.— A la fuerza es la única manera y ronca como un tronco.
Vaya par de mentirosos.
Mi madre pareció tomar una pausa, para a continuación soltar una exasperada respiración antes de hablarle a sus sobrinos.
— Vale, solo no vuelvan a hacer eso. Van a romper la puerta.— negué con suavidad, incluso si solo podía escuchar su conversación y era imposible que me vieran.— Ya, dejen de hacer escándalo y bajen. El desayuno está servido.
Eso bastó para ambos, ya que lo siguiente que escuché fue cómo bajaban rápido las escaleras y sus voces se alejaban de ahí.
Paz y tranquilidad.
Suspiré ligeramente, por fin quitándome las colchas de encima y sentándome a orillas de mi cama tallándome los ojos. No tardé en escuchar el suave golpeteo de los nudillos de mamá contra la puerta.
— ¿Romie?
— Ya me despertaron, mamá. Pasa.
La puerta se abrió con suavidad y ella me sonrió de lado. Esa mueca brillante de siempre solo me reconfortaba incluso después de ese brusco despertar.
— Tengo una sorpresa para ti.
Ni si quiera noté que venía con una de sus manos oculta a sus espaldas, haciéndome enarcar una ceja en espera de lo que fuera. Con una sonrisita llena de emoción, me extendió su teléfono.
— Es tu padre.
Mis ojos se abrieron y casi creí que necesitaría más aire, pero estaba tan sorprendido y apresurado por contestar que solo tomé el celular de su mano y me lo llevé a la oreja.
— ¿H-Hola?
Mi mamá se alejó con una sonrisa, dándome la privacidad que deseaba incluso cuando no se la pedí.
—Hey.—sonreí al instante en que escuché esa animada voz al otro lado de la línea.—¿Cómo está mi emperador Romano?
—Vamos, papá.—rodé un poco los ojos, incluso si la sonrisa en mi boca era imposible de borrarse.—Me llamabas así cuando tenía 4 años. Ya no soy un niño.
—Serás listo y todo, Rome. Pero admite que sigue gustándote el apodo.
No podía mentirme a mí mismo. Cada que me llamaba de esa manera, los recuerdos de noche de películas con mis padres y juegos de mesa en los que siempre perdía, pero discutía con mi padre por revancha, volvían a mi cabeza.
Aquellos días siempre serían un brillante recuerdo para mí.
—¿Cómo está todo allá?—decidí cambiar el tema, aunque realmente estaba interesado por saber más de él que de lo que pasaba conmigo.— Digo...no sabía de ti desde hace casi cuatro meses.
Hubo una pausa, en la que pude imaginar su rostro frunciendose con seriedad. La simple imagen hizo que mis labios se tornaran una fina línea y tuviera que tragar.
Otra cosa que me era difícil de aceptar, era el hecho de que esos mismos recuerdos me destrozaban a pedazos al darme cuenta que ya no podíamos ver películas juntos o jugar con esos viejos tableros.
Él estaba fuera por meses, incluso hubo veces que ni para las fiestas lo veía.
Y dolía, como un demonio.
Pero era capaz de ocultarlo desde hace tiempo, ya me había vuelto un experto en eso si soy honesto.
—Pues... Las cosas están bien, bastante en realidad.—retomó el habla mi padre, regresándome en mis sentidos y que volviera a conectarme con la conversación.—Tan bien, de hecho, que te tengo buenas noticias, campeón.
Mi ceño no pudo evitar fruncirse, aunque en realidad estuviese muy curioso por esas noticias.
Casi podía sentirle sonreír al otro lado del teléfono antes de que continuara hablando: —Me han permitido tener una semana libre, así que estaré en casa dentro de unos días.
Mis ojos se abrieron y casi tropiezo con mis pies descalzos.
—¿¡Acaso me estás jodiendo!?—exclamé, sin control alguno.
—Cuidado con lo que dices o tu madre te regañará.—me recordó él, pero estaba tan feliz que poco me importó si me darían una charla acerca de mi vocabulario.—Hablo en serio, emperador romano. Hablé con mi oficial y me dejó al menos pasar un tiempo con mi familia.
Me sentía como un niño de cinco años, sonriendo hasta que los mofletes duelen e incluso se sonrojan. No había nada más genial que tener a mi padre en casa.
Podría contarle del club, de todo lo que ha pasado y de todo lo que se ha perdido.
—¿Roman? ¿Sigues ahí?
—S-Sí, papá.—exclamé rápidamente, ignorando el largo rato en que estuve callado sonriendo hacia la nada.—Es solo que...Estoy tan feliz, en serio. Mamá lo va a estar mucho.
Una risa se escuchó por parte del militar.
—Ella ya lo sabe, campeón. Pero prefirió guardarte la emoción.
Sonreí de lado. Típico de mamá.
—Tienes mucho que contarme, emperador romano.—continuó hablando, con la emoción más presente en su tono de voz.— ¿Trataremos de convencer a tu madre de prepararnos una de esas pizzas especiales para cuando vuelva?
Sonreí lentamente, mirando al piso con la emoción todavía doliendo en mis mofletes: —Cuenta conmigo en ello.
Charlamos un poco más acerca de su día y hora de llegada, le dije que iría por él al aeropuerto pero tuvo que colgar para volver al trabajo. De todas formas, seguí sonriendo calidamente cuando finalizó la llamada y me dirigí escaleras abajo por algo de desayunar.
Fue una suerte que mis primos ya no estuviesen en la cocina, se dedicaban a jugar videojuegos en la sala mientras mamá retiraba las migajas y el desastre que habían dejado en la isla de la cocina. Sin embargo, ella solo tarareaba una canción sin verse molesta por ello.
Supongo que estaba más acostumbrada que yo.
—¿Tienes hambre, Romie?—me preguntó, sin necesidad de voltear. Me senté con cuidado, tratando de quitar algunos de los rastros de tostadas en la mesa.—Aún quedan algunos panqueques.
—Sí, mamá. Gracias.
Dejé su celular a un lado para que no se arruinara, recargando mis brazos sobre la mesa en espera de dichos panqueques. Mis primos se gritaban cosas, peleando por quién había hecho trampa e incluso empujandose el uno al otro con molestia de vez en cuando.
Para tener mi edad, los dos actuaban como un par de niños.
—Bien.—mi mamá se acercó, sirviendo un vaso de jugo de naranja y poniéndolo frente a mí junto a un plato de tortillas con miel.— Aquí tienes, cariño.
Le sonreí brevemente:—Gracias, mamá.
Ella me devolvió el gesto y volvió a lo que hacía. Corté un trozo de la tortilla, sintiendo cómo mi apetito despertaba con tan solo ver la miel deslizarse por el cuchillo hasta que me llevé el primer bocado a la boca.
Estaban deliciosos, tal y como esperaba.
Masticaba encantado mi desayuno cuando el celular que había traído conmigo, además del de mi mamá, vibró a un lado de mi brazo.
Tragando con suavidad y disponiéndome a beber un sorbo de jugo, tomé mi celular y vi que un mensaje había llegado. O más bien, varios que se estaban acumulando.
second coming: Rome.
second coming: Roman.
second coming: Rome, en serio lo siento.
second coming: No pude dormir pensando en lo idiota que me porté contigo. De verdad lo lamento.
second coming: Por favor, amigo.
second coming: De verdad lo siento muchísimo :( Por favor, no me odies. Te lo ruego.
second coming: ¡ROMAN!
roman emperor: Relájate, hombre. Acabo de leer tus mensajes.
second coming: Por favor, dime que no me odias.
roman emperor: Claro que no, Rollins. Calmate un poco ¿okay?
second coming: Agh... Gracias, amigo.
roman emperor: Cuando quieras ;)
second coming: :)
second coming: Ya terminé la primera parte del artículo, pero necesitamos más fotos de la práctica y algunas del día del juego.
roman emperor: Claro, lo tengo.
roman emperor: ¿Irás al club hoy?
second coming: Uhm...
roman emperor: Ese "Uhm..." no me suena a nada bueno.
second coming: ...
roman emperor: ¿Qué ocurrió ahora?
second coming: No estoy en casa, estoy en el dentista.
roman emperor: ¿Y eso por...?
second coming: Bobby y Lesnar me pillaron ayer luego de la clase de matemáticas, creo que me rompieron un diente o algo.
roman emperor: ¿Es un chiste?
second coming: Me encantaría que lo fuera. Esto duele como la real mierda.
roman emperor: ¿Por qué no dijiste nada?
second coming: ¿Gano algo con eso?
No pude evitar quedarme estático por un momento.
Seth siempre decía lo mismo, ocultando estos actos en su contra como una costumbre sin importancia. Pero sabía que sufría, era más que obvio. Y como su mejor amigo, la situación me tenía cada vez más harto.
second coming: Ya casi es mi turno. Lo siento, Rome. Pero no podré ir al club hoy :(
roman emperor: No seas idiota, Seth. No me pidas disculpas por eso, ve y me cuentas qué tal todo. Pero espero que no le digas a Randall o terminara en dirección y tú con un guardaespaldas.
second coming: :)
second coming: Gracias, amigo.
roman emperor: Para lo que necesites, barbie de color ;)
second coming: Retiro lo dicho, eres un idiota.
second coming: ¿Acaso eso es lo que te hace pasar tiempo con Ambrose?
second coming: ¿Este es... El efecto Ambrose?
roman emperor: :)
La verdad, es que sí estaba sonriendo en ese momento. Y aunque posiblemente me veía como un idiota, no hice nada por evitarlo.
Aquel toque áspero pero cálido seguía en mis dedos, como si fuera tan solo un rastro de esa noche en que sin darme cuenta toqué su mano. Fue la primera vez que estaba tan cerca de Ambrose sin golpearlo o tener la necesidad de romperle la quijada...
— Toc, toc.
Levanté la cabeza al instante, saliendo del trance en que me encontraba desde que llegué al club tras dejar mi casa ese fin de semana.
Naomi me miraba desde la puerta con una caja en su mano y su mochila en uno de sus hombros, todavía traía su traje de animadora y una coleta mantenía su cabello bicolor fuera de su rostro fruncido en una amigable mueca.
— ¿Puedo molestar al rey de la Lista A?— dijo con una sonrisa, a lo que me apresuré a reír ligeramente y dejar de mirar mi mano.
En serio ¿cuánto tiempo llevaba actuando como un idiota?
— Claro, Naomi. Pasa.
La morena así lo hizo, caminando hasta mi escritorio con la misma mueca llena de calidez y simpatía que siempre tenía.
—Supuse que seguirías aquí incluso a esta hora.
—Bueno... —murmuré entre un suave suspiro en tanto la fémina tomaba asiento en la silla de Ambrose tras acercarla a mi escritorio.—Ninguno vino al club. Así que pensé que lo más apropiado era trabajar aunque fuese un par de horas.
La morena frunció su ceño, mirando por sobre su hombro todavía callada.
—¿Dónde está Seth?—preguntó en tanto miraba su escritorio vacío.—Es raro que no esté aquí.
—En casa por una muela inflamada. Parece que los de la Lista F ahora tienen por moda romper dientes.
—¿Es una broma?—negué, a lo que ella soltó bruscamente un respiro de forma exasperada.— Rusev sigue en la practica así que... ¿Dónde está el cabeza de remolacha?
Supuse que se refería a Ambrose, aunque era más que obvio con esa expresión irritada y que apoyara su codo sobre mi escritorio.
Me encogí de hombros con simpleza.
—No lo sé.
—¿No lo sabes?—negué, a lo que Naomi sonrió un poco aunque no entendiera la razón.—¿Y no estás molesto porque no está?
—Tuvo un accidente hace poco.—dije, sin mostrarme afectado.—Le golpearon con algo cuando íbamos a casa.
Los ojos de la morena se abrieron a más no poder y casi creí que me saltaría encima por la sorpresa.
—¿Es chiste?
—Me gustaría que lo fuera.
Recuerdos de esa noche eran frescos en mi cabeza, en especial el momento en que vi a Ambrose hacer algo que nunca creí llegaría a hacer.
Defenderme.
—¿No te hicieron nada? Voy a matarlos si es así, Rome.
Tragué con suavidad, tratando de creerme lo que estaba a punto de decir:—No... Gracias a él no.
¿Qué había en esas palabras? Completa incredulidad.
¿Desde cuando Roman Reigns se sentía agradecido de alguna tontería que Ambrose hace? Es una locura.
Pero Ambrose se había llevado fácilmente un golpe que podría haber sido para mí, de no ser que me hiciera cambiar de lugar mientras caminábamos y me defendiera del tipo pelirrojo que lo golpeó con la botella desde la camioneta.
¿Por qué?
— No puedo creerlo...— habló Naomi, haciéndome volver en mis sentidos casi por tercera vez.— ¿Estás seguro que no te golpearon a ti y ahora estás hablando locuras?
— Para nada, Naomi.— le aseguré, incluso tratando de sonreír cuando algo en mi estómago temblaba con nerviosismo.— Estoy casi tan seguro de eso como que Jimmy está loco por ti.
Esperaba que sonriera, o al menos que el ambiente se animara un poco. Pero lo único que conseguí fue a una Naomi llena de seriedad que frunció sus labios y miró hacia el escritorio de madera con lo que parecía decepción.
Oh, oh...
—¿Algo que reportar?—pregunté con mi ceño frunciéndose junto a la preocupación.
—Nada que valga la pena.—murmuró casi entre dientes. A continuación, deslizó la bolsa de galletas hacia mí.—Le lancé varias a la cara, pero aún quedan algunas.
—Auch.
Naomi solo apretó sus labios con ironía, ofreciéndome la bolsita de papel y permitiéndome sacar una de las galletas.
Estaban deliciosas, igual que cada cosa que ella nos preparaba.
No pude evitar seguir mirándola con preocupación. Incluso si su mirada vagaba por el lugar y su postura era realmente rígida con su pierna cruzada y su espalda apoyada en el respaldo de la silla, sabía que lo que sea que le haya pasado con Jimmy no había sido algo que no valía la pena.
Al menos para ella.
Sin embargo, decidí quedarme en silencio para no incomodarla más.
Mordi otro bocado de la galleta, masticando en tanto miraba el cuaderno frente a mí en el escritorio.
—¿Rome?
—¿Sí?
—¿No falta ahí una de las cámaras de la imitación de Hulk?
Enarque mis cejas incluso antes de levantar la mirada hacia ella. Su campo visual apuntaba al escaparate detrás del escritorio de Rusev, el que usaba para poner sus cámaras en un recatado y perfecto orden, tal y como siempre estaban. Seguí con mi mirada la alineada fila de cámaras fotográficas, pero mi ceño se apretó más al notar que Naomi estaba en lo cierto. Faltaba una de las cámaras al final de la fila.
— Dios...— me apresuré por levantarme, relamiendo mis labios con nerviosismo y acercándome lo más rápido posible al escaparate sin tropezar con mis propios pies.— Dios, ¿cómo es que...?— gruñí para mí.— Soy el único que tiene la llave ahora mismo.
— Tal vez Rusev vino temprano.— comentó Naomi.— No saques conclusiones tan aceleradas, Rome.
— Si Rusev ve que una de sus cámaras no está...va a matarnos.
La morena tragó lo que tenía en la boca, justo antes de empezar a reír.
— Por favor, Roman. Eres su "jefesito". Sabes que RuRu no te haría daño.— mordí mi labio inferior. La verdad es que el asunto me resultaba realmente extraño.— Además, eres el único que ha estado aquí ¿no? Tal vez Rusev vino a buscar su cámara y todavía la tiene.
— Tal vez lo mejor sea preguntar.
Giré sobre mis talones, volviendo a mi escritorio para empezar a guardar los libros en el interior de mi mochila y luego echármela al hombro con el resto de mis pertenencias.
Naomi parecía confundida en un principio, hasta que volví a hablar:— No me arriesgaré a que nos estrangule a los tres, necesito asegurarme de que él la tomó...O empezar a idear una escapatoria hacia otro país.
Mi expresión preocupada y tensa debía de ser muy divertida para que la porrista sonriera, tomando su bolso deportivo del suelo y luego pasando su brazo por detrás de mi cadera, abrazándome cerca de ella con una ligera risita.
— Cálmate un poco, Lista A. Yo te llevo con el equipo.
Conseguí sonreírle brevemente mientras caminábamos fuera del club. Alguna parte de mí seguía asustada, pero trataba de tomar respiraciones y calmarme con cada paso. No le temía a Rusev, sin embargo, sería muy irresponsable que alguien hubiese entrado a nuestro club y robado una cámara costosa que a Rusev le costó trabajo conseguir.
Además, la sola idea de que un F era el culpable no tardó en aparecer en mi mente y envió estocadas de furia a lo largo de mi cuerpo, tensándolo y poniéndome la piel de gallina incluso cuando caminaba al lado de Naomi en dirección al campo de football.
La música seguía sonando suavemente, por lo que algunas porristas tenían que estar practicando, también escuché los gritos del entrenador Copeland, ordenándole a sus jugadores que corrieran más rápido y que dejasen de actuar como nenas.
Tras subir un pequeño tramo de escaleras, mis pies tuvieron contacto con la tribuna a un lado del campo. Para estar empezando el otoño, el ambiente no era tan frío como esperaba, por lo que agradecí simplemente haber salido con mi sudadera a mano.
— ¿Y?— dijo Naomi, mirando hacia los chicos practicando.— ¿Quieres que le pregunte a Rusev por ti?— giré para mirarla.— Digo, es más fácil que me dejen entrar al campo que a ti, ya sabes cómo es el entrenador.
Despavilé lo más rápido que pude, solo para asentir y tragar con fuerza para recuperar mi voz:— Sí. En serio te lo agradecería, Naomi.
La fémina me sonrió de lado y comenzó a caminar tras decir:— Para eso están los amigos, grandote.
Le sonreí ligeramente de vuelta, viéndola andar tribuna abajo en dirección al campo.
Una vez solo en medio del lugar, tomé una respiración y la solté lentamente mientras miraba el lugar en completo silencio.
Todos parecían concentrados en la práctica, incluso las porristas estaban más animadas que en otras ocasiones. Paige, la chica que recordaba haber conocido hace un tiempo, sostenía firmemente a sus compañeras en una torre, al igual que Lana que hablaba amenamente con ella antes de que la capitana las interrumpiera.
A lo lejos pude ver a los muchachos, dándose pases con el balón y corriendo con sus camisetas de football como si de un verdadero juego se tratara. No pude ver a Rusev por el momento, solo a Randall a las afueras del campo con su celular entre las manos y sonriendo lentamente de oreja a oreja mientras miraba la pantalla.
O eso hasta que el entrenador le gritó: — ¡Orton! ¡Deja de coquetear por teléfono y vuelve al juego!
— Ya voy, señor.— contestó, incluso cuando sus ojos seguían en la pantalla del aparato.— Solo déjeme despedirme de mi rollo de canela...
— ¡Dile a tu rollo de canela que se vaya al demonio! ¡Al campo ahora o te saco de la temporada!
— Ya voy, ya voy.
El tatuado guardó su celular y se dispuso a volver al juego, mientras se quitaba la sudadera que ocultaba su camiseta con el número 12, sus ojos se encontraron casualmente con los míos. Con una sonrisa a medias, me saludó con la mano. No dudé en responderle con cierta timidez, antes de que trotara y se mezclara en el campo con el resto de sus compañeros de equipo.
Incluso ahí parado, no pude evitar pensar en lo que le conté a Ambrose acerca de Seth. Seguía teniendo ese piquete de culpabilidad cada vez que veía al tatuado cerca de mi mejor amigo, pero otra parte de mí no podía verse aprisionada por la sonrisa que Randall provocaba en Seth.
Era feliz de llevarse bien con él y yo... No me sentía capaz de arruinar eso.
Sentía cómo mis hombros bajaban con cierta tristeza, al igual que no podía dejar de sentir que le estaba mintiendo en cara y nunca me lo perdonaría. Ni yo me lo iba a perdonar.
Pero, en medio de la miseria interna torturándome, me vi distraído por el sonido de un flash cerca de mí. Giré alarmado, pero mi rápido corazón casi se detuvo incluso al ver a aquel ojiazul sonriéndome de lado desde uno de los lugares de la tribuna.
Ambrose estaba sobre una de sus rodillas, sosteniendo la cámara en mi dirección y sonriendo satisfecho una vez que la apartó suavemente de su rostro.
— Hey, Lista A.— me saludó con aquella irónica simpatía. Sin embargo, una de sus cejas se alzó al verme la cara luego de un par de segundos.— Wow... ¿Tanto te asusté?
Solté una silenciosa respiración, parpadeando y tratando de volver en mi ensueño. Escuché el rechinar de sus zapatillas cuando se colocó en pie y sus pasos se acercaron más a mí.
— Oye ¿estás bien, Reigns?— preguntó con cierta preocupación en su mirada.— En serio, no quería asustarte. Pero te vi de pie ahí y-
— Estoy bien...Ambrose.— lo interrumpí, cerrando brevemente mis ojos y acariciándome la sien.— Estoy bien.
Nadie dijo nada por un rato. Yo trataba de calmar esa molesta sensación en mi pecho mientras el rey de la Lista F solo mordía su labio inferior, sosteniendo la cámara entre sus manos y mirando a su alrededor, probablemente en busca de algo que acotar.
— Así que... ¿Qué haces aquí?
Alcé la vista ante su pregunta, pero su mirada seguía en cualquier sitio menos la mía.
Una sonrisa se formó en mi boca.
— Eso debería preguntarte a ti, Ambrose.— un poco más relajado, crucé mis brazos sobre mi pecho.— ¿Qué haces tú aquí? Es fin de semana, creí que te dedicabas a andar de vagabundo por ahí.
El castaño volteó hacia mí, frunció una mueca llena de sarcasmo antes de responder.
— Tenía tiempo, señor genio.— dijo, ambas de sus manos fueron a sus bolsillos luego de que se colgase la cámara al cuello.— Pensé en hacer algo más ñoño el día de hoy.
— ¿Algo ñoño?— no pude evitar reírme de ello.— ¿Qué quieres decir con eso?
Ambrose se encogió de hombros.
— Le dije al grandote que me prestara su cámara y...he estado tomando algunas fotos desde que empezó la práctica. Es todo, nada importante en realidad.
— ¿Bromeas?— exclamé, incluso un poco más fuerte de lo que pretendía. Sus ojos se encontraron con los míos, pero no pude evitar sonreír algo emocionado.— Eso es algo importante, Ambrose. Necesitábamos las fotos, gracias.
Por alguna razón, ver el brillo en sus ojos en ese momento hizo que mi corazón doliera.
¿Acaso... era eso dolor en su mirada?
Se quedó en silencio por un momento, hasta finalmente relamer sus labios y dejar que su mirada cayera a sus pies. Una de sus manos acarició su nuca a pesar del desconcierto todavía notorio en su expresión.
Casi en un susurro le escuché decir:— En serio... No es nada.
Iba a decir algo cuando un jadeo se escapó entre sus labios, justo antes de quitar bruscamente la mano de su nuca con el ceño fruncido.
— H-Hey, ¿te encuentras bien?— me acerqué de inmediato, alarmado al verle reaccionar de esa forma.
— Sí...— murmuró entre dientes, arrugando brevemente el ceño y mirando irritado su mano vendada.— Creo que no ha sanado del todo la herida aún.
La herida en su nuca de esa noche.
— ¿Qué...?— balbuceé, casi enredándome con mis palabras.— ¿Acaso te has vuelto loco, Ambrose?
— ¿Huh? ¿Qué estás diciendo?
— Sigues herido y viniste hasta aquí.— hablé con exasperación.— En serio eres un imbécil.
El ojiazul frunció el entrecejo, colocándose erguido nuevamente y con la molestia pintando su rostro frente a mi mirada regañándolo.
— ¿Qué mierda, Reigns? Hace menos de un segundo me estabas tratando como a un héroe y ahora me estás insultando. ¿Tienes el período como Paige o algo así?
— Pues eres un héroe muy idiota.
Preferí no ofenderme con su comentario y agarrar su brazo, jalando de este por las escaleras para que las bajara.
— O-Oye.— se quejó, pero no ponía gran resistencia al menos.
— Cierra la boca y siéntate.— dije con simpleza por sobre mi hombro.— Puede que se haya infectado tu herida.
— Te dije que estoy bien, Reigns.
— Y yo te digo que te calles y te sientes. No quiero que te pase algo peor.
¿Estaba preocupado? No podía mentir más, sí que lo estaba.
El chico F no dijo otra palabra, solo gruñó algo entre dientes y dejó que lo guiara hasta una de las zonas de la tribuna. Se desparramó molesto en el asiento, pero me bastó con eso para que me dejara revisar la herida bajo el parche que recordaba haberle puesto días atrás.
Tuve cuidado al bajar un poco la chaqueta que llevaba, tratando de no tocar demasiado la piel de su nuca. Sin embargo, no lo pude evitar en más de alguna ocasión.
El cabello cayendo hacia su nuca tanteó la yema de mis dedos algunas veces, y no pude evitar pensar en lo suave que era al igual que la tierna piel de su nuca bajo mis dedos. Traté de concentrarme en el asunto otra vez.
Ambrose soltó un suspiro en tanto quitaba delicadamente el parche en silencio, se movió un poco, pero solo para volver a tomar la cámara y dedicarse a apuntarla en dirección al campo. Probablemente repitiendo lo que había estado haciendo antes de que llegara.
Le di una breve mirada y volví a lo que hacía.
Una vez que levanté un poco la delicada tela, pude ver el rastro de piel cicatrizándose bajo esta. Apreté mis labios y volví a dirigirme hacia el ojiazul:— No se ve infectado, solo sigue un poco hinchado.
— Bien.
— Tienes que guardar reposo de todas formas.— continué, a la par en que volvía a poner el parche en su lugar con delicadeza sobre su piel.
— No me gusta estar en mi casa.
El tono con el que hablaba dejaba cierta perplejidad en mí, como si de verdad lo odiara. No lo decía como si fuera algo casual y comencé a preocuparme. Pero sus ojos estaban en el campo, sus labios tensos y parecía no haber señales de que fuera a voltear hacia mí para que le hablara del tema.
Preferí no hacerlo por ahora.
En silencio, apreté un poco el parche para asegurarlo, justo antes de bajar mi mirada a lo que había escrito en la espalda de su chaqueta.
— ¿Acaso... Es una chaqueta del equipo?— pregunté, esperando que esto sirviera para evadir lo tenso del ambiente.
— Yep.— contestó simplemente, a la par en que el disparador soltaba un pequeño sonidito por el flash.
— Pero tú no estás en el equipo.
— Buena observación, cerebrito.— se burló, para a continuación girar por sobre su hombro por primera vez y con un indicio de sonrisa en sus labios antes tensos. — Era de Randy, pero le empezó a quedar pequeña y me la dio a mí. Paige me ayudó a darle un estilo más... parecido a mí.
Usaba una chaqueta igual que la de los miembros de los Lobos, negra y con las mangas de color rojo oscuro y el símbolo del equipo en el lado izquierdo de su pecho. Detrás tenía bordado su apellido y bajo este, en lugar de haber un número, solo había una F gigante de color rojo.
Sonreí.
— Sí que es tu estilo.
Ambrose se me quedó viendo en silencio, como si no tuviera palabras por un momento. Luego de unos segundos en que mis ojos se reflejaron en los suyos, una sonrisa se formó en sus labios y sentí cómo mi corazón latía con fuerza.
¿Qué demonios...? ¿Por qué me sentía de esa manera?
No tardé en volver en mis sentidos, alejando mis manos se sus hombros y solo apresurándome a sentarme en el lugar junto a él con tal de evitar su mirada.
Al igual que mostrar cualquier indicio de mi rostro tornándose del color de su chaqueta.
— P-Pero.— me aclaré la garganta, tratando de no pensar en lo tonto que estaba sonando al balbucear y con mi voz en un hilo.— ¿Por qué usas algo así? Digo, creí que te gustaban más las chaquetas de cuero.
Hizo una pausa, tras relamerse los labios y bajar la cámara otra vez, respondió.
— No lo sé.— Ambrose se encogió levemente de hombros, al mismo tiempo en que fruncía sus labios.— Tal vez... con ella me siento realmente parte de algo importante.
¿Qué quería decir con eso? ¿Qué acaso no se sentía parte de la Lista F?
Otra vez ese incómodo silencio, al menos para mí. Ambrose parecía derrotado, como si todas esas palabras se escaparan de su boca sin que siquiera pudiera evitarlas y el dolor que venía con ellas. Mi pecho dolía de solo ver la manera en que expresaba aquello, dando paso a la preocupación y al mismo tiempo la curiosidad.
— Ambrose, yo...
— Carajo ¿qué estoy diciendo?— me interrumpió, pero parecía hablas más consigo mismo. Una risa se escapó de sus labios y agitó su cabeza levemente antes de retomar la palabra.— Lo siento, Reigns. Solo...— hizo un ademán con su mano.— Olvida cualquiera de esas cosas ridículas que dije, no hablaba en serio.
— ¿Estás seguro?— mis ojos se encontraron con los suyos, su rostro incluso se vio algo aterrorizado por ello.— Porque para mí no son ridículas, o no son algo que no valga la pena.
Sus ojos se abrieron, al igual que sus labios se separaron de la fina línea en la que estaban. Parecía sorprendido, incluso al momento en que tragué con suavidad y me dispuse a hablar.
— Escucha, uhm... Hay un examen dentro de poco.
Ambrose rodó los ojos con un gruñido, extinguiendo por completo esa mueca de horror y perplejidad que antes tenía.
— Ambrose, te dije que me escucharas.— murmuré algo incómodo.
— ¿Otra vez me vas a hablar de exámenes? Vamos, Reigns, es fin de semana. Por favor ten un poco de comp...
— ¡No es eso lo que quiero decir!
No supe por qué grité, tal vez porque el pulso acelerado en mi pecho me estaba matando o porque sabía que mis mejillas se tornaban más y más calientes a cada instante que pasaba mirando su rostro.
Su estúpido y atractivo rostro.
Joder... ¿¡Qué acabo de pensar!?
— ...compasión.— completó el ojiazul, como si sirviera de algo. Yo solo podía morderme el interior de la mejilla y apretar mis puños a ambos lados de mi cuerpo. Rogaba que no me viera raro por estarme sonrojando sin control alguno.— De acuerdo, Reigns. Te escucho, pero no vuelvas a gritarme o te partiré la cara.
Lo miré, parecía tranquilo y toda su atención estaba en mí. Respiré suavemente por la nariz, tragando una última vez y dándome ánimos lo mejor que podía.
— Pensaba que...Ya que pareces estar haciendo un esfuerzo por dejar de ser un idiota...
— Oye...
Continué de todas maneras:— Aunque eso realmente es imposible, porque tienes estampada la palabra "idiota" en la frente...
— Oye.
Vamos, Roman. No es nada complicado, deja de pensar demasiado por primera vez en tu maldita vida.
— Pensé...— las palabras se me quedaron en el aire al cometer el error de mirar a sus ojos azules en los míos.
¡Mierda!
— P-Pensé... que podría ayudarte a estudiar para el examen hoy en la noche.
¡No! ¡Eso no era! ¡El único idiota eres tú, Reigns! ¡Agh!
Quería darme una patada en el culo. Ambrose solo parpadeó, para luego enarcar una ceja a la par en que su boca se fruncía en una pequeña curvatura de lado.
— Sabes que me importan una mierda los exámenes ¿verdad?
¡Claro que lo sé! ¡Por eso no quería sugerir aquello! ¡Sino algo distinto! ¡Tonto, tonto, tonto!
En serio, solo quería caerme por las escaleras o algo, tener una excusa para dejar de sonar como un completo tonto.
— Pero...
Mi miseria interna se interrumpió, por lo que no tuve opción más que levantar la mirada, incluso si la vergüenza seguía a lo largo de mis mejillas y mi rostro en general. El rey de la Lista F ladeó un poco su cabeza, mirando hacia otro sitio antes de volver a abrir la boca.
— Pero podría hacer un esfuerzo al menos, para tener una respuesta correcta al menos.
Mi corazón volvió a saltar y casi sentí que perdía el aliento.
Hasta que cierta voz nos interrumpió a ambos e hizo que me tragara todas mis esperanzas por alguna razón: — ¡Ambrose!
El castaño volteó con curiosidad, mientras que preferí desviar mi mirada hacia otro sitio. Sabía que se trataba de Corbin, y no quería ser objeto de burlas en ese mismo instante.
— ¿Qué pasa, Corbin?— exclamó el rey de la Lista F, a la par en que desviaba su atención completamente hacia él.
Comencé a moverme sin que él lo notara, incluso quería evitar hacer ruido y que el segundo de la Lista F me molestara.
— Bobby acaba de decirnos que hará una fiesta estupenda esta noche. Tienes que ir, viejo.
¿Esta noche?
Mis pasos se estancaron, deteniéndome en medio de la escalerilla en medio de las tribunas.
— ¿Esta noche dices?— murmuró el castaño a mis espaldas.
No voltearía, claro que no.
Pero podía imaginar o incluso sentir su mirada sobre mí, haciéndome respirar profundamente y que todo mi cuerpo se tensara en cosa de segundos.
— ¿Qué te pasa?— volvió a exclamar Corbin.— Siempre estás de humor para fiestas, hombre. Vamos, no te vas a echar para atrás ahora ¿no es así?
Una parte de mí, deseaba que así fuera. Que dijera que no a la fiesta.
— Claro que no. Ahí me vas a tener, hijo de puta.
Vaya idiota que fui.
No dije palabra alguna, tampoco giré a mirarlo. Solo agarré mi mochila y decidí que era tiempo de dejar de tener esperanzas en algo tan falso e ir a casa.
— ¿Estás seguro de que estarás bien, Romie?— preguntó mi mamá por milésima vez, todavía sosteniendo la puerta incluso cuando yo lo hacía por el picaporte.— Lamento esto, en serio. Tu tía solo llamó y necesita mi ayuda.
— Ya te dije que lo estaré, mamá.— le sonreí de lado.— No es la primera vez que me quedo solo ¿recuerdas?
— Sabes el número de tus primos ¿verdad? ¿El de emergencias también?
Solté una pequeña risa, al mismo tiempo en que colocaba gentilmente mi mano en su espalda y la animaba a salir de una vez:— Estaré bien, mamá. Cuida bien de mi tía.
Ella solo dio vuelta sobre sus tacones una última vez para besarme la mejilla, regalándome una pequeña expresión llena de dulzura y luego retomando su camino fuera de casa hacia su auto. Tras un agitar de mano detrás del cristal, desapareció de mi campo visual y yo fui libre de cerrar la puerta de entrada.
Solté un suspiro una vez que estuve nuevamente en ese silencio, completamente solo en casa.
No podía evitar pensar en lo tonto que aún me sentía, y era peor porque Ambrose no dejaba de aparecer en mi cabeza hasta el punto de que esta dolía.
¿En serio creí que abandonaría aquella faceta suya y querría salir conmigo?
Bueno, no salir pero...
Agh, ¿a quién quiero engañar con todo esto?
Otra respiración, pero seguía sintiendo mi pecho igual de vacío, incluso más que antes. Recargado todavía en la puerta, miré hacia la isla de la cocina. Había dejado varios de mis libros de matemáticas junto a algunos cuadernos, al igual que el plato con lasagna recalentada que mi madre me había dejado para cenar antes de comunicarme que me dejaría por unas horas.
Supongo que sería una noche normal de estudios.
Me despegué de la puerta, dispuesto a volver a mi pequeño lugar de estudios. Sin embargo, unos golpeteos contra esta me hicieron volver mi mirada hacia ella.
Apreté el ceño. ¿Mamá había olvidado algo? Pero si ella tenía llaves.
Confundido, di el par de pasos que me separaban del picaporte y tras girarlo, abrí la puerta una vez más.
Sentí como si los mismísimos diablos se llevaran mi aliento y pensé rápidamente en cerrar la puerta. Pero mi cuerpo estaba paralizado ante el rostro de aquel castaño de cabello desaliñado, sudadera negra y camiseta roja con una guitarra estampada en su pecho. Sus ojos parecían tímidos, mientras que sus labios se abrían en busca de lo que sea que quisiera decir.
Esta vez me le adelanté.
— ¿Qué haces aquí, Ambrose?
— ¿Disculpa?— fruncí el ceño, él solo soltó una pequeña risa mezclada con un iracundo bufido.— Me miras con esa cara e incluso preguntas qué hago aquí ¿no te parece un poco hijo de puta?
— El único hijo de puta eres tú.
Okay, estaba enojado. Ya no lo podía ocultar, menos a semejantes horas en que tuve que lidiar con mi confusión toda la tarde.
Hice una pausa, cruzando los brazos sobre mi pecho y apoyándome ligeramente en la puerta a medio abrir que nos separaba el uno del otro. Ambrose seguía de pie en el pórtico, con las manos en sus bolsillos y una iracunda mirada en su rostro.
— Creí que estarías en tu famosa fiesta.
El rey de la lista F enarcó una ceja.
— ¿Acaso estás enojado, Reigns?
¡Sí!
— No.
— ¿Estás seguro?
— Que te den.— gruñí, pero a él parecía seguir siéndole muy divertido.— Dime ya qué mierda haces aquí.
Ambrose se encogió de hombros.
— Me invitaste a estudiar ¿no?
¿Qué...? ¿Acaso él...? ¿Prefirió venir en lugar que a su fiesta?
— P-Pero, yo creí que irías a la fiesta con Corbin.— el ojiazul bufó, incluso con mi perpleja mirada en él.— Le dijiste que estarías ahí.
— Lo que diga y lo que haga no es asunto tuyo, Reigns.— canturreó, a la par en que daba un par de pasos y sin más se encaminó al interior de la casa.— Estarán bien sin mí, así que deja de regañarme.
Él... en serio había venido.
Me quedé sobre mi lugar durante segundos casi eternos, en los que solo intentaba asimilar lo que pasaba. Pero, aunque pudiese hacer un intento por detener el acelerado corazón latiendo en mi pecho, la sonrisa en mi boca fue genuina antes de que dejara salir una pequeña risa y cerrase la puerta otra vez.
Ambrose me explicó que Seth había sido el responsable de que supiera mi dirección, que luego de llamarlo hijo de puta con voz extraña a través del teléfono, le mandó mi dirección y vino de inmediato.
Probablemente Seth seguía victima de los efectos de la anestesia del dentista.
Con un par de vasos de juego y en completo silencio comenzamos nuestra sesión de estudio. Me dedicaba a hacer algunos ejercicios que había preparado, en tanto Ambrose se mantenía balanceándose en la silla y mordiendo un lápiz mientras leía la hoja en sus manos, probablemente sin entender nada.
Mi vista se separaba de lo que hacía de vez en cuando, solo para darle un vistazo y observar su aburrida expresión a cada minuto que pasaba. Pero también quería estudiar, por lo que decidí concentrarme de una vez.
— ¿Reigns? — habló el castaño, luego de varios minutos de silencio.
— ¿Qué?
— Esto apesta.
Levanté la vista, encontrándole arrugando la hoja en una bola y causando que mi mandíbula casi cayera.
— O-Oye, ¿qué es lo que...?
— Hagamos algo divertido ¿quieres?— dijo después de lanzar la bola de papel sobre mi cabeza. Arrugué mi ceño.— Es Sábado, no podemos pasárnosla encerrados aquí con un montón de sumas y números raros.
— Son ecuaciones.
Él rodó los ojos: — Lo mismo.
Dejé mi lápiz a un lado y cerré ligeramente mi libro, mirándole en espera de la locura que pudiera sugerir.
— Vamos al parque de diversiones.— mis ojos se abrieron como un par de ventanas, incluso si él solo sonreía animado.— Vamos, no me digas que nunca has ido, Reigns.
— Solo cuando era niño, con mis primos.— respondí de inmediato. Parpadeé un par de veces, al mismo tiempo en que cerraba el libro de una vez por todas.— No sé... suena bastante loco.
Ambrose alzó sus brazos, sonriendo orgulloso y recargándose en la silla para balancearse.
— ¡Ese es mi lema! Ahora, vamos.
Ya se había levantado bruscamente de la silla, alarmándome e imitándolo pero más torpemente.
— E-Espera un poco.— el chico F giró un poco por sobre su hombro.— N-No podemos ir simplemente así nada más. El examen...
— Oh, por favor, Reigns.— exclamó con cierta exasperación pero la sonrisa todavía pegada a sus labios.— Diviértete aunque sea una vez.
Mi mirada flaqueó y sentí que un nudo de indecisión se me hacía en la garganta. No era propio de mí hacer semejantes cosas como dejar el estudio para luego, incluso si ya bastaba con mis conocimientos durante la clase.
Pero bastó que Ambrose estirase su mano vendada hacia mí para que toda mi mente se quedase en blanco.
Y con esa sonrisa a la que mi corazón culpaba por sus rápidos latidos, agregó:— Vamos. Será divertido, confía en mí.
¿Si quiera confiaba en él? No, para nada. Ni en mí tampoco.
Incluso con eso en mente, fue en vano y terminé con mi mano en la suya y sonriendo nervioso.
— ¿Crees que esté abierto a estas horas?— murmuré con cierta timidez, pero su sonrisa me transmitió la única confianza que necesitaba.
— Te lo aseguro.— guiñó hacia mí, comenzando a caminar por la sala.— Vámonos, Lista A.
— ¡Te dije que no me chocaras!
— ¡Es un juego de chocar al otro!— otro golpe contra mi auto que me hizo mover mi cabeza tan fuerte que pensé terminaría mareado.— ¡Eres una gallina, Reigns!
Fruncí el ceño, apretando el volante de aquel pequeño auto azul que había escogido y luego sonriendo hacia el castaño en el auto rojo.
— ¡Ya verás quién es la gallina!
Habíamos decidido, luego de casi pelearnos la mayoría del camino, subir a varias de las atracciones que seguían abiertas para el público. Entre ellas una mansión encantada que resultó dar más risa que otra cosa, unos patos en el agua y finalmente la atracción favorita de Ambrose, los autos chocones.
No era mi cosa preferida en el mundo, especialmente porque la fuerza con la que recibía sus golpes hacía que me doliera la cabeza. Pero no podía mentir, me estaba divirtiendo con solo perseguirle para enseñarle que no era una gallina. A lo lejos podía escucharle reír cuando fallaba y terminaba chocando con alguien más, teniendo que disculparme antes de seguir persiguiendo a mi presa.
Terminé tal y como esperaba, con mi cabeza dando vueltas y sin poder pillarle en ninguna ocasión. Por lo que abandoné el juego lo antes posible y me detuve unos pasos más allá para tomar aire.
— Hey ¿a dónde crees que vas?— escuché a Ambrose detrás de mí, casi saltando las puertas de la salida del juego.— Todavía nos queda mucho que... ¿Estás bien?
Su tono jovial pasó a ser de preocupación, a la par en que se detenía cerca de mí y su mano tocaba suavemente mi espalda moviéndose por mis constantes respiraciones.
— Sí... estoy bien.— le aseguré, abriendo los ojos luego de un rato.— Solo...— sonreí de lado.— Creo que te veo el doble.
— ¿Doble?
— El doble de imbécil.
No tardé en recibir un golpe en el brazo, a lo que solo reí y vi una sonrisa juguetona en los labios del castaño. Ambrose se cruzó de brazos.
— ¿Ahora qué?— preguntó, mirándome con cierta preocupación.— ¿No quieres ir a casa?
— Me arrastraste hasta aquí ¿recuerdas?
— Sí, pero no esperé que fueras tan nena como para marearte con un par de choques en un ridículo auto.
¿Un par? ¡El desgraciado me chocó como diez veces seguidas!
— ¿Qué tal un juego más?— ofreció nuevamente, llamando mi atención.— Tú escoges. Luego te llevo a casa y dejo de molestarte.
No podía decir que me molestaba, en lo absoluto. Pero decidí pensármelo antes de asentir.
— Okay.— mis labios se estiraron en aquella curvatura.— Vamos a la montaña rusa de la entrada.
Casi pude ver cómo su rostro cambió de color, como si le hubiesen lanzado un bote de agua fría encima y ahora simplemente estaba aterrado.
Fruncí mi ceño y pregunté: —¿Qué tienes, Ambrose?
Su horrorizada mirada y rostro pálido se volvieron hacia mí, incluso sus labios parecían temblar aunque tratara de ocultarlo detrás de balbuceos.
— N-Nada. N-N-No me pasa nada.
— ¿Seguro?— enarqué una ceja con la sonrisa aún en mi boca.— Estás balbuceando mucho.
— ¡T-T-Te digo que no es nada, joder!— gritó, apretando sus puños antes de pasar por delante de mí y caminar casi a pisotones.— ¿V-Vienes o no?
Confundido, solo me encogí de hombros y decidí alcanzarle. Incluso si estaba tenso, le sonreí de lado y casi le vi responderme con una sarcástica mueca en su cara retomando el color. No entendía semejante reacción.
Caminamos en silencio hacia la atracción, haciendo la fila que tan solo nos separaba por algunos minutos hasta tener nuestro turno de montar la montaña rusa. Gritos, risas y más de algún improperio se escuchaba cuando las personas en el recorrido pasaban por los rieles por sobre nuestras cabeza, tan solo haciéndome contener las risas. Pero Ambrose seguía con su mirada en el suelo por alguna razón, jugueteando con su gastada zapatilla converse contra el suelo.
Ya tuve suficiente.
— Ambrose.— puse suavemente mi mano sobre su hombro, sintiendo cómo daba un pequeño saltito antes de mirarme alarmado.— En serio me estoy volviendo loco aquí.— enarcó una ceja pero continué hablando.— ¿Qué es lo que te sucede?
— Ya te dije que nada.
— Pues no te creo.— suspiré suavemente.— ¿Por qué no me lo dices?
— Como si te importara.
Sentí el sarcasmo, y me molestó por una milésima de segundo. Pero no dudé en tragarme mis palabras y buscar otras nuevas.
— Me importa.— vi cómo volvía su semblante hacia mí con cierta timidez.— Haz estado callado, eso no es propio de alguien que habla hasta por los codos como tú.
— Muy gracioso, Reigns.
— A lo que me refiero...— tomé aire por la nariz, manteniéndome calmado.— Es que me preocupo por ti, y quiero saber qué te ocurre.
Esa mirada otra vez, como si mis palabras golpearan algo dentro de él pero de alguna manera estuviese feliz. Sus ojos brillaban reflejando los míos, al igual que sentí sus músculos menos tensos bajo la palma de mi mano.
— ¿Me prometes que no vas a reírte?— murmuró con cierta timidez luego de un largo silencio.
— ¿En serio quieres que te lo prometa?
— Te golpearé si no lo haces... Y si te ríes también, te prometo que quemaré el club.
— ¡Okay, okay!— lo detuve, alzando mis manos como gesto de rendición.— Lo prometo. Prometo que no me reiré
Ambrose me miró con recelo, como si siguiera debatiéndose consigo mismo. A continuación, apretó sus labios y soltó un respiro.
— De acuerdo.— asintió para sí, para luego volver a mirarme con una insegura mueca.— Yo... tal vez le tengo un poquito de miedo a las alturas.
Apreté mis labios, pero eso lo hizo enojar de inmediato y agarrarme de la camiseta para amenazarme con su otro puño.
— ¡Te vi! ¡Te estás riendo! ¡Maldito mentiroso!
— No lo estoy...
— ¡Pero quieres hacerlo! ¡Tan tonto no soy!
— ¿Admites que sí eres un poco tonto entonces?
Okay, terminaría golpeándome a este ritmo. Pero al diablo. Solo que no podía creer que Dean Ambrose, el rey de una lista de matones y malas personas que disfrutaban arruinar la vida del resto, aquel que siempre desafiaba a todo aquel que se interpusiera en su camino, el mismo que casi causó muchos de los desastres de la escuela y peleaba con pandillas a diario... ¿Le temiera a algo tan insignificante como las alturas?
— Sabía que sonaría como un estúpido.— gruñó entre dientes, soltándome de mala gana y cruzando los brazos sobre su pecho. Su mirada otra vez fue hasta el piso, notoriamente exasperado al soltar una rendida respiración.— ¿Por qué confié en ti?
— Porque yo confié en ti antes.— me observó por el rabillo de sus ojos azules, a lo que solo levanté un poco la curvatura de mi boca.— ¿Recuerdas?
No dijo nada, ya que la fila comenzó a avanzar luego de que varios adolescentes salieran riendo, o gritando aún, pálidos como papel e incluso uno que otro corría fuera del juego para poder vomitar.
— ¡Los siguientes!
Comenzamos a movernos luego de que el chico encargado gritara y, para mala suerte del Lista F, éramos los siguientes en subir.
Vi cómo sus pasos se hacían lentos y algo temblorosos, pero seguía sumido en la idea de mostrarse fuerte y apretar sus labios sin dejar de mirar al suelo. Una vez que estuvimos en las puertas, se detuvo y me encontré solo avanzando hacia el juego.
Pero volví por él, incluso si la posibilidad de golpearme fuerte en la cara estaba ahí.
— Oye.— lo llamé con suavidad, pero siguió quieto.— Oye, Ambrose. Mírame un segundo.
— Te vas a seguir burlando de mí, Reigns. Ya tengo suficiente con querer vomitar.
— Eso es... repugnante.— admití, negando con la cabeza rápidamente.— Pero no, no voy a hacer eso, así que mírame.
Luego de unos segundos, así lo hizo. Seguía molesto, apretando la mandíbula y con sus brazos tensos sobre su abdomen.
— Tú fuiste el de la idea de venir aquí.
— Y tú eres un imbécil.
— Confié en ti, dejé mis estudios de lado. Me estoy divirtiendo como dijiste.— exclamé con una sonrisa creciendo en mis labios.
— ¿En serio?— bufó con ironía.— Pues, sigue así. Sube a esa cosa y déjame aquí, estarás mejor sin mí.
— Ese es el punto, cabeza de repollo.— me burlé de él, aunque me mirara con poca simpatía. Pero esto cambió cuando se encontró con mi sonrisa de lado y mis ojos justo en los suyos.— No puedo divertirme sin ti.
Mi corazón dio un fuerte golpe cuando sus labios se abrieron y se mostró perplejo, como si realmente lo hubiese pillado con la guardia bajo.
Bastó tan solo un momento para que esa socarrona sonrisa volviera a aparecer y finalmente dejase caer sus brazos a cada lado de su cuerpo.
— Veo que alguien en serio necesita de mi compañía. Eres muy considerado, Lista A.
Rodé los ojos, conteniendo una risa:— Lo soy, Lista F.
Me regaló una última sonrisita y se encaminó hacia el juego, saltando la puerta incluso cuando el encargado iba a abrirla por él.
— A un lado, perras. Que este juego es mío.
Resignado a tenerlo de vuelta en sus sentidos, le seguí en dirección al gran carro que recorrería el circuito de metal.
Vaya dolor de culo que era.
Una vez que tuvimos los cinturones de seguridad puestos, el encargado dio la orden y comenzamos a movernos, pude sentir el brazo de Ambrose tensarse junto al mío. No pude evitar mirarlo ligeramente por el rabillo de mis ojos.
— Okay... Puedes hacer esto...— se repetía a sí mismo, respirando una y otra vez.— Eres Ambrose, rey de la Lista F. Puedes hacer es... Reigns, no puedo hacer esto, joder.
— Sí puedes.— le respondí con tranquilidad.
— ¡No! ¡No puedo!— comenzó a gritar, incluso cuando el juego ya alcanzaba la cima y comenzaría con el rápido recorrido.— ¡C-Creo que mi cinturón está suelto! ¡Reigns, no voy a poder!
— ¡Sí!
Le agarré del rostro, solo para que dejase de gritar hacia la nada y me mirase de una vez. LO miré decidido, sin pizca de duda en mis palabras.
— ¡Sí vas a poder, Dean! ¡Confía en ti esta vez!
— Ajá, claro.— asintió, aunque era claro el sarcasmo.— Si muero, irás conmigo a la tumba.
— No vas a morir...— vi cómo llegábamos al inicio de todo, sonriendo ampliamente y volviendo a mirarlo.— ¿Listo?
Ambrose estaba pálido otra vez, congelado en su asiento y apretando la barra de metal frente él al negar frenéticamente.
Por muy loco que suene, e incluso culpo el dejarme llevar por el momento, me acerqué y agarré una de sus tensas manos vendadas y la apreté un poco.
Ambrose me miró, sin palabra alguna. Luego, sin quitarme los ojos de encima, sonrió retadoramente y murmuró:— Listo.
Y, justo antes de que el juego iniciara su marcha, me di cuenta de un par de cosas.
Una; Dean Ambrose era más que un matón de preparatoria y desastre andante.
Dos; Estaba más jodido de lo que yo pensaba...Y no quería hacer nada por evitarlo.
— ¡Eso fue asombroso!— gritó con fuerza, todavía caminando delante de mí con una sonrisa en la cara.— ¡La velocidad, los gritos, la adrenalina...! ¡Genial!
— Parece que sí te gustó.
— ¡Necesitamos ir otra vez! ¡Esta vez, subiré tres veces y en el vagón delantero!
Solo reí, siguiéndole por la acera incluso cuando la duda me llenó la cabeza. Habló en plural, quería ir conmigo de nuevo.
Agh. No pienses tonterías, Reigns.
Llegamos a mi casa. Ambrose seguía saltando sobre sus zapatillas emocionado, a lo que solo podía carcajearme por lo bajo hasta que abrí la puerta de mi casa y giré a verle.
— Bueno...— suspiré ligeramente.— Parece que superaste tu miedo después de todo.
La incognita pareció recorrer su mente, justo antes de empezar a sonreír orgulloso.
— Sí... ¡Oh, mierda! ¡Lo hice!— exclamó cerrando uno de sus puños.— Chúpate esa, trauma de la infancia.
Solo sonreí, mirándole algo... ¿enternecido?
La verdad es que sí lo pensé antes, era bastante adorable verle hacer esas cosas.
— Pero...— se aclaró la garganta.— No lo habría logrado sin ti, Reigns.
Me quedé estático, pero él siguió hablando.
— Gracias.
Diablos... ¿Por qué mi corazón late tan fuerte en este momento?
Me relamí los labios, tratando de mostrarme calmado incluso cuando mi pecho se sentía extraño.
— Claro... No te preocupes, Ambrose. Me alegro de que lo lograras.
El castaño asintió, dejándonos nuevamente en ese silencio que pareció casi eterno. Hasta que le escuché gruñir exasperado.
— Ugh... Al diablo.
No esperé que estirara su brazo, agarrando suavemente mi muñeca izquierda con su mano vendada y acercándola a sí. Me quedé paralizado, incluso cuando lo veía buscar algo en su bolsillo.
— Ambrose ¿qué estás...?
— Shh.
Cerré mi boca al instante, dándome un golpe interno por hacerle caso tan automáticamente. Pero me distraje al ver al ojiazul sacar un marcador del bolsillo de su sudadera. Le quitó la tapa con sus dientes, para a continuación acercarlo a mi brazo y comenzar a escribir algo.
El tacto me daba cosquillas, pero estaba tan perdido en ver su concentrada mirada que no me afectó realmente. Parecía morderse la mejilla, al igual que sus ojos estaban sumamente enfocados en lo que hacía.
Dejó de escribir y, luego de quitarse la tapa del lápiz de la boca, me devolvió mi brazo.
Bajé de inmediato la mirada, encontrándome con un montón de números escritos con su desordenada caligrafía.
— ¿Qué es esto?
— Pensé que eras un genio.— se carcajeó, pero solo levanté mi cabeza sin decir nada.— Es mi número, ñoño. Por si quieres apresurarme para llegar al club o algo.
Parpadeé múltiples veces, como si no pudiera procesarlo. Sin embargo, no tardé en sonreír y murmurar:— Interesante. Lo tomaré en consideración.
Ambrose sonrió brevemente, causando ese silencio otra vez. Dios, ya no me gustaba tanto eso, me ponía cada vez más nervioso.
— Bien... Buenas noches.
— Buenas noches.
Como si me leyera el pensamiento, fue el primero en echar a andar dándome la espalda. Continué apoyado de la puerta, todavía sintiendo el cálido contacto de sus dedos apretando mi brazo al escribir su número en mi antebrazo.
Sin embargo, escuché sus zapatillas chillar.
— De hecho...— exclamó el rey de la Lista F, volviendo sobre sí y caminando en mi dirección otra vez.— Quería ir al cine la próxima semana, así que... ¿Quieres venir?
Momento... ¿me estaba invitando otra vez?
— ¿Por qué?— Ambrose me miró sin entender.— Creí que me odiabas. ¿Por qué quieres ir conmigo?
El castaño me miró mordiendo su labio, tomándose un momento para retomar la palabra.
— Bueno, no te odio... tanto.—dijo con un ligero encoger de hombros.—Sigues siendo un estirado.
Una risa se me escapó, al mismo tiempo en que revoleaba los ojos.
— Pero no quiero ir al cine solo.
— ¿Qué hay de tus amigos?
— Quiero ir contigo, Reigns.— me miró con seriedad, causando que algo se agitara en mi interior.— ¿Sí o no?
Maldición.
Fingí pensarlo, apoyándome del marco de la puerta. Sabía que estaba impaciente y no dudé en sacar provecho de eso.
— Yo compro las palomitas.
— Ugh...— arrugó la nariz con desagrado.— Odio las palomitas.
— A mí tampoco me gustan.— luego de una pausa, me encogí de hombros con duda.— ¿Qué tal unos Skittles?
Una sonrisa se extendió por su boca antes de que dijera: — Ahora sí hablamos el mismo idioma, Reigns.
Le sonreí de vuelta, cuando recordé aquello que había guardado en mi bolsillo.
— Oh, casi lo olvido.
Busqué rápidamente en mi bolsillo, encontrando fácilmente el par de objetos de color azul que alcé frente a mí. Se trataba de un par de pulseras trenzadas con hilos azules, creando un bonito patrón.
Tomé una de ellas y la dejé en la palma de Ambrose.
— Compré estas antes de que saliéramos del parque.— le enseñé la que había dejado en mi mano, idéntica a la que le había dado.— Yo me quedaré con la otra.
El ojiazul parecía confundido, casi petrificado en su sitio. Comencé a retractarme de la simple idea de haberlas comprado para ambos.
— N-No tienes que usarla si no quieres.— negué, más para mí y el nerviosismo en mi pecho.— Lo sé, es una cosa tonta y no es tu estilo...
— ¿Qué mentiras dices?— se quejó, ganándose mi perpleja mirada.— Yo no he dicho que no me gustaran, deja de asumir cosas.
Y sin que pudiera decir nada, él tomó su pulsera y fácilmente la ató a su muñeca izquierda.
Le dio una pequeña miradita antes de volver a mí, frunciendo su ceño al encontrarse conmigo.
— ¿Qué?— enarcó sus cejas.— ¿Tengo un payaso en la cara?
— Tienes cara de payaso.
Ambrose rodó los ojos, pero creí verle aguantar una sonrisa: — Nos vemos, Roman.
El escuchar mi nombre, sin tono burlesco y más como una despedida natural, hizo que algo cálido me llenara el pecho y me incitó a responderle de vuelta.
— Nos vemos el Lunes, Dean.
— No prometo nada.— exclamó por sobre su hombro, levantando su mano y enseñándome su dedo corazón.
Solo aguanté una carcajada mientras negaba con desaprobación, cerré la puerta detrás de mí y me quedé de pie en la entrada sin señales de moverme.
Mi corazón latía con fuerza, mi cabeza daba vueltas y sentía que mi mente no sería capaz de pensar en nada más que aquella noche en la que decidí divertirme con el rey de la Lista F.
Y, a diferencia de otras veces, sentía que no había sido del todo una mala decisión.
roman emperor: ¿Llegaste a casa a salvo?
unstable F: ...
unstable F: En serio ese es tu nombre de usuario?
roman emperor: Eso no es tu asunto.
unstable F: Auch.
unstable F: Sí, señor emperador romano. Llegué a casa sano y salvo.
unstable F: Tú no deberías estar dormido?
roman emperor: Estaba estudiando para el examen.
unstable F: ...
roman emperor: ...?
unstable F: Eres tan estirado, Reigns.
roman emperor: Y tú un pedazo de idiota.
unstable F: Auch :) Estás mejorando.
roman emperor: Supongo.
roman emperor: ¿Asustado?
unstable F: Hahahaha. De ti? Por favor.
roman emperor: Deberías, gallina.
unstable F: Ignoraré ese comentario por ahora, rey de los ñoños.
roman emperor: ¿Qué hay de ti? ¿Ya vas a dormirte?
unstable F: Ya quieres que te deje en paz? Pues no, ya que mostraste interés en mis planes nocturnos ;)
Rodé los ojos. Vaya idiota.
unstable F: Solo estoy... practicando un poco.
roman emperor: ¿Practicando?
roman emperor: ¿Cómo jalartela antes de dormir?
unstable F: Ya quisieras ;)
Reitero, idiota.
unstable F: Pero no. Solo estoy practicando un poco...
unstable F: Uhm...
unstable F: Roman, puedes guardar un secreto?
roman emperor: ¿Acaso mataste a alguien y no me quieres decir?
unstable F: Solo responde, quieres?
roman emperor: ...Claro que sí.
unstable F: ...
unstable F: Okay.
unstable F: Yo... Toco la guitarra.
roman emperor: ¿En serio?
unstable F: Sí. Pero nadie lo sabe, probablemente me creerán un idiota.
roman emperor: Eres un idiota, sin necesidad de saber eso.
unstable F: ...
roman emperor: Pero tranquilo.
roman emperor: Tu secreto está a salvo conmigo :)
unstable F: ...Gracias, Roman.
roman emperor: Ni lo menciones.
unstable F: Tal vez... Un día podría tocar tu canción favorita, si es que tienes alguna.
roman emperor: Claro que tengo una. ¿quién me crees que eres?
unstable F: Un nerd que no sabe divertirse.
roman emperor: ...
unstable F: Solo bromeo.
roman emperor: Lo sé.
unstable F: :)
roman emperor: Mi canción favorita es Can't help it.
unstable F: La de Anarbor?
roman emperor: ¿Acaso hay otra?
unstable F: Buena elección.
¿Por qué sonreía? Ni idea.
roman emperor: Uhm...
roman emperor: Creo que debería ir a dormir.
unstable F: Es la hora de que los niños se vayan a dormir ;)
roman emperor: ... Claro. Como digas.
unstable F: Buenas noches.
roman emperor: Buenas noches.
unstable F: ...
unstable F: Roman?
roman emperor: ¿Sí?
unstable F: :)
roman emperor: :)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro