12. Culpa
Levanté la cabeza incluso cuando esta ya me dolía, por fin sacando mi atención de las hojas desparramadas a mi alrededor cuando escuché ese silbido seguido por los rechinidos que me resultaban ya familiares.
Paige se quedó de pie en frente de la mesa que ocupaba, con su mochila colgada en uno de sus hombros y su piel tan pálida como todos los días, haciendo resaltar sus labios pintados de carmín al sonreírme.
— No puedo creer lo que estoy viendo. —soltó con un aire divertido, pero sin llegar a ser sarcástico. — Dean Ambrose, el rey de la Lista F, está rodeado de papeles y con un lápiz en su mano. Wow, podría comenzar a creer en los milagros.
—Cállate de una vez y siéntate, ¿quieres?
Tras mi gruñido, la escuché bufar entre dientes.
—Hablé muy rápido. —la imaginé encogiéndose de hombros una vez que volví a mirar los papeles. —Estás de mal humor.
—Nope...—murmuré, tomando una última nota al rincón de la página bajo mi brazo y luego acercando como pude el milkshake que había pedido hace casi 20 minutos. —Solo estoy concentrado y no estoy para bromas.
No vi la cara de la pelinegra, pero la conocía tan bien que sabía que había abierto exageradamente sus ojos y hecho una mueca divertida incluso si mis ojos no estaban sobre ella.
—De acuerdo, señor ocupado con cabello después de follada. —bromeó, riendo brevemente a la par en que se sentaba en los lugares frente a mí en la cabina. —Tu mensaje era urgente, así que interrumpí mi sueño de belleza y vine aquí corriendo.
—Admite que también viniste por...—apunté por sobre su hombro, sin quitarle la vista de encima a la hoja de papel. —Esa razón de allá.
No dudaba en que había volteado, más que claro cuando la escuché soltar un suave suspiro y probablemente se apoyaba sobre uno de sus brazos en la cabina.
Nikki había sido la mesera que me atendió desde que llegué aquella mañana a la cafetería que nos gustaba frecuentar con algunos miembros de la Lista F de vez en cuando después de clases. O más bien, la que solía frecuentar con mis amigos.
Paige se había quedado embobada, mirando hacia el final de las mesas a nuestras espaldas a la chica de figura contorneada y cabello oscuro en una coleta. Escuché a mi amiga suspirar soñadoramente.
—Es tan hermosa...¿No lo crees?
—Ajá. Tiene buenas tetas, eso es seguro.
Tal y como varias veces en que dejaba salir uno de mis famosos comentarios, recibí un golpe en la espinilla que me hizo apretar la mandíbula con una pequeña sonrisa divertida.
—Eres repugnante. —gruñó la pelinegra, pero se le notaba a bruces ocultar su risita por lo bajo.
—Con mucho gusto. —sonreí. —¿Trajiste lo que te pedí?
Paige frunció el ceño por un instante, para luego alzar sus hombros con perplejidad.
—Me pediste que viniera.
—Exacto. —guiñé un ojo hacia ella, antes de comenzar a buscar en mi mochila. —Te necesito a ti y a tu gran boca que no deja de decir tonterías la mayoría del tiempo.
La porrista de medio tiempo dejó salir una respiración, justo antes de recostarse más cómodamente en la cabina y estirar sus piernas por el espacio que quedaba en su lugar.
—Tus comentarios están muy inteligentes hoy, tanto que me estoy pensando si lanzarte el milkshake a la cara y solo largarme. —solté una risa, todavía enfrascado en lo que hacía. —¿Demasiado tiempo con la Lista A te está friendo los sesos más de lo normal?
—Solo me está haciendo pensar más claramente. —respondí con simpleza. A continuación, saqué la cámara profesional que había estado buscando dentro de mi mochila. —Y me está ayudando con mis planes.
—Ese es el Dean Ambrose malévolo que conozco.
¿Realmente me conocía? Incluso cuando ella había estado conmigo desde que entré a esa fastidiosa secundaria...dentro de mí la duda había llegado a torturarme casi por completo.
Sentía que nadie me conocía en realidad, me sentía traicionado. Incluso...llegaba a pensar que Reigns tenía razón.
Tal vez no sabía hacer nada bien después de todo.
—¿Dean?
Parpadeé un centenar de veces, solo para salir de mi ensueño y darme cuenta de que había estado en las nubes más del tiempo usual.
Nikki estaba de pie en frente de nuestra mesa con su traje de mesera azul cielo, me miraba con preocupación al igual que Paige apoyando su brazo en la esquina de la mesa y con sus piernas estiradas a lo largo de los asientos.
Mierda.
—Perdona. —balbuceé. —Estaba pensando en algo.
—¿En serio? —preguntó curiosa.
—Sí. En lo grandes que están tus tetas.
Recibí un golpe en la frente, una fea mirada de parte de Paige y el ligero rodar de ojos de la capitana del equipo de las porristas.
—Ya me extrañaba no escucharte decir algo así. —murmuró exasperada. —No debo preocuparme más supongo.
—Tranquila, Nikki. —le sonrió Paige. —Déjame este idiota a mí, primor.
—Como siempre. —le sonrió de vuelta. Se quedó viéndola por un momento, para luego sacar la libreta en su delantal. —P-Por cierto, venía a ver si querías ordenar algo, Paige. Te debo una después de lo de...Baron.
No pude evitar contener mi sonrisa de lado, mirando a mi amiga aunque esta evitara mi mirada lo más posible.
—Uhm...Nena, no tienes que preocuparte por eso, en serio. —dijo la pelinegra, viéndose lo más calmada posible frente a la tímida y avergonzada mirada de la chica F. —Solo quise evitar más problemas con él.
—Pero me ayudaste. —la interrumpió Nikki, sonriendo de lado con cierto alivio hacia Paige. —Podrías haber hecho como el resto de las chicas en la escuela y simplemente fingir que nada pasaba conmigo.
Paige parecía encantada de poder mirarla a los ojos, con una pequeña sonrisa en sus labios antes de que la mesera siguiera hablando.
—Eres una gran amiga.
Mierda.
No era tan idiota como para entender que esa simple frase había destrozado una gran parte de Paige, aunque ella lo ocultara detrás de esa sonrisa que creció en sus labios color carmín.
—Claro, nena. Sabes que siempre contarás conmigo para quitarte a ese hijo de puta de encima. —agregó, a lo que Nikki sonrió agradecida. —Entonces, ya que insistes...Quiero unas patatas especiales con salsa.
—Bien...—chilló feliz Nikki, para a continuación tomar rápidamente notas en su libreta. —¿Y tú, rey de la Lista F? —se encogió de hombros. —¿Algo más que quieras además de decir tonterías sobre mis tetas?
—Haha, sí eres divertida. —me mofé. —Tráeme otro batido de chocolate.
Ella rodó los ojos, dando media vuelta sobre sus talones y comenzando a caminar lejos de nuestra mesa con ese vaivén de sus caderas tan familiar e irresistible para más de la mitad de la población masculina.
—¡Y con doble crema batida! —exclamé con una sonrisa de niño de 10 años.
—¡Solo si no vuelves a burlarte de mis pechos!
—¡No pasará!
Volví a sentarme erguido en mi lugar, mirando a la chica frente a mí que solo miraba la ventana a un lado de nuestra mesa con sus labios fruncidos.
—Ouch...—susurré bajito, casi inaudible. —Lo siento, Pai.
—¿Por qué? —se encogió de hombros. —Estoy acostumbrada, lo sabes.
Odiaba que hiciera tal cosa, esconderse detrás de ese encoger de hombros o la simple excusa de que sabía que las cosas siempre serían así con Nikki.
A ella le gustaba Nikki desde que entró al escuadrón de porristas, incluso antes le daba miraditas por los pasillos o se le acercaba a hablar de tonterías de chicas durante las clases en que me dedicaba a joder o dormir. Pero ella estaba con Corbin, eso la hizo dar marcha atrás y no meterse en asuntos delicados si eso incluso significaba romperse a sí misma su corazón.
Pero cuando terminaron, las cosas parecieron ser peores para Paige.
—Paige. —llamé su atención. Ella giró con lentitud, casi desganada pero mirándome de todas maneras antes de que hablara. —¿No has pensado...?
—¿Qué?
Hice una pausa, relamiendo rápidamente mis labios. O al menos en tanto trataba de encontrar las palabras adecuadas.
Okay, no era muy bueno en esto de la charla de chicas.
—¿No has pensado en decirle...cómo te sientes?
Incluso si fui lo más serio posible en lo que dije, ella soltó una pequeña risita entre dientes y miró hacia la ventana.
—¿Y que deje de hablarme por el resto de la vida? —negó con suavidad. —No pienso arriesgarme a que me odie.
—¿Entonces prefieres quedarte con ello y que Corbin haga lo que se le antoje?
—Prefiero que ella me considere su amiga en lugar de una persona que la hace sentir incómoda, Ambrose. —habló con dureza, sus ojos plenamente en los míos y dando a conocer su punto determinado. —Soy una cobarde, siempre lo he sido y así estoy bien. Acostúmbrate.
Mis labios se quedaron en una fina línea, tragué con suavidad y decidí quedarme en silencio. Como siempre, hablé demasiado.
Pero, aunque no se lo dijera, creía que era realmente injusto.
—Dean.
—¿Qué?
—Lo siento.
Mi mirada volvió a viajar a la suya, encontrando cierto arrepentimiento en sus ojos que solo observaban hacia sus piernas cruzadas en la cuerina de la cabina.
Con una sonrisa de lado, estiré un poco mi mano por sobre la mesa. Ella desvió ligeramente su mirada hacia mi palma vendada, entendiendo rápidamente el mensaje y colocando su temblorosa mano suavemente sobre la mía.
—Sabes que siempre puedes contar conmigo, Paige.
Ella sonrió lentamente, dejando que en su mejilla se marcaran sus hoyuelos y se ruborizara un poco bajo los tenues rayos de sol entrando por las persianas.
—Sin duda ese club te está cambiando.
Bufé, justo antes de que el ambiente tenso comenzase a disiparse y Paige se viera más animada.
—Para nada. —volví a concentrarme en la cámara junto a mí, enseñándosela por fin. —Solo es parte de mi estupendo plan.
—Plan del que no me has contado, por cierto. —rió ligeramente la pelinegra, mirando la cámara y a mí sucesivamente. —¿Desde cuando te crees fotógrafo?
—Soy un asco escribiendo, créeme. Reigns y Seth me lo dijeron. —le expliqué, tratando de no rodar los ojos al recordar dicho momento. —Pero el grandote accedió a prestarme su cámara para intentar sacar las fotos que necesitamos en el artículo.
—¿Rusev te prestó su cámara? ¿Es en serio?
—Se la prestó a Reigns. —me encogí de hombros. —Que yo la tenga es un pequeño detalle. Mi plan es cumplir lo antes posible con toda esta sentencia del club, ser un buen alumno, aunque quiera vomitar de solo decirlo. Pero pasar como un buen chico para que me dejen en paz lo antes posible.
Paige solo rodó los ojos todavía sonriendo, en tanto me dedicaba a acomodar la lente y todos los otros detalles que el rey de la Lista A me había enseñado hace tan solo un par de días atrás.
—De acuerdo...—murmuré casi inaudible, girando levemente la lente y luego llevando mi vista al lugar para poder ver bien en qué dirección apuntaba. —Posa.
Paige rápidamente colocó una de sus típicas muecas, a lo que solo sonreí brevemente de lado antes de presionar el botón y que el pequeño sonidito hiciera eco en mis oídos.
Quité mi vista del foco, para así poder mirar la pantalla y cerciorarme de que la foto había salido bien.
—Yep, perfecta. —fruncí mis labios de una forma bastante divertida a la par en que asentía complacido. —Gracias, tetas pequeñas.
—De nada, pene pequeño. —arrugué mi ceño, pero como siempre ella lo ignoró. —¿Solo eso querías? ¿Tomar una foto de esta belleza?
—Nah. Si hubiese querido una foto de una belleza, voy con Nicole y sus tetas.
Otra vez esa mirada. Creo que mejor parar antes de que me entierren un tenedor en la mano.
—El próximo articulo será sobre el juego.
—¿El partido contra Liberty? —preguntó con sus perfectas cejas enarcadas.
—Exacto. —afirmé, mirando la foto una última vez antes de guardar la cámara nuevamente en mi mochila. —Queremos hablar sobre nuestro equipo, sobre tu club y todo lo que se espera para la próxima semana. Y necesito el testimonio de alguien como tú.
—¿Alguien tan genial como yo? ¿Tan bella e inteligente que no puede quitarse la mirada de los babosos de la lista de encima? —decía con sus aires de superioridad y alzaba su pierna como si una modelo fuera.
—Una perra que no se calla jamás.
Nikki llegó sonriente con su bandeja de metal, dejó suavemente un canastillo de patatas fritas en frente de la pelinegra y un vaso lleno de batido de chocolate y crema batida frente a mí.
Me dispuse a darle una probada encantado, pero recibí el toque de una patata hirviendo en mi nariz y no tuve más opción que mirar a la fémina con sus dedos llenos de salsa de tomate y una sonrisa burlona.
—Te lo merecías.
La acompañé en su risa, al igual que Nikki que trataba de esconderse bajo su bandeja en tanto Paige trataba de atinar a mi boca con una de las patatas fritas. Solo terminé con salsa de tomate por todos lados y mi camisa hecha un asco.
Pero conseguí la entrevista que necesitaba y un buen rato antes de que los tres nos tuviésemos que ir a la escuela.
***
Luego de la clase, o más bien de una tarde en la que solo me dediqué a hacer trazos en mi cuaderno sin prestar atención aparente a lo que las partículas significaban en un compuesto, me encaminé por los pasillos con total tranquilidad.
Podía sentir las miradas sobre mí, incluso más que otras veces. Resultaba incómodo, pero me las arreglé para solo removerme un poco y continuar mi camino hacia mi casillero.
Necesitaba el mp4 en que había grabado la entrevista de Paige, el cual había lanzado en mi taquilla esa mañana antes de que tuviera que ser arrastrado a clases por la pelinegra y su crush.
Me dirigía por el pasillo cuando a lo lejos pude divisar a Corbin y Brock charlando apoyados en contra de mi casillero. El tatuado abrazaba a Layla, la cual solo sonreía por lo que sea que decían.
Mi estómago se sintió extraño y sentí cierta presión en el pecho, pero me las arreglé para solo apretar la mandíbula y seguir con mi camino.
Con una sonrisa en mis labios, me acerqué a ellos.
—¡Buen día, par de maricas! —saludé con alegría, haciendo que todos me miraran.
Baron mostró aquel semblante burlón de siempre en tanto Brock solo se quedaba de brazos cruzados.
—Ambrose, mi hermano. —habló con una sonrisa perfecta en su cara. —¿Cómo estás, mascotita de Reigns?
Ellos estallaron en risa ante eso, a lo que solo apreté mis labios y me quedé quieto en mi sitio en espera de que acabaran.
—Joder, eso fue tan divertido. —dijo Brock, justo antes de mirarme. —Oh, vamos, Ambrose. No nos digas que estás enojado.
—Sí, viejo. —lo acompañó el tatuado. —No puedes molestarte por esa broma.
Solo reí bajito, negando hacia el suelo antes de mirarlos con esa diversión en mis ojos.
—Claro que no, idiotas. —me encogí de hombros. —Solo son bromas ¿no?
—¡Claro que sí! —Corbin me golpeó el brazo. —Layla nos comentó lo tontito que estabas en ese club y que te habían regañado.
—Pero sabemos que eres el rey y que en algún momento destruirás a esos nerds.
El comentario de Lesnar me dejó perplejo, mis labios se volvieron una fina línea y mi entrecejo se frunció con confusión.
—¿Qué es lo que quieres decir? —pregunté hacia el pelirrubio.
—Vamos, Ambrose. —habló Corbin antes que él. Sonriente todavía, puso una de sus manos sobre mi hombro. —Es obvio que todo esto es parte de tu plan.
—¿Mi plan?
—Así es, Deanie. —Layla dijo palabra por primera vez en minutos, mirándome con una tímida sonrisa en sus labios pintados de rosa. —Tu plan para hacerles saber a los de la Lista F quienes mandan.
Estaba paralizado, tratando de procesar todo incluso bajo sus entretenidas y cómplices miradas.
—No...No entiendo de qué hablan.
Layla dio un paso adelante, acercándose a mí y poniendo juguetonamente su mano en mi pecho. Me congelé al instante y no pude escapar de sus cautivadores ojos castaños.
—Lamento si te traté mal, Deanie. También lo de la bofetada. —ronroneó sin dejar de observarme. —Pero entonces entendí que todo esto es un juego, para destruir de una vez por todas a esos nerds y su manía de hacernos a nosotros quedar mal.
—Reigns se merece un buen golpe, lo sabes. —comentó Brock.
—Y qué mejor forma de atacarlo que dentro de sus dominios. —continuó Baron, mirándome con una cómplice mueca. —Como nuestro rey, estoy seguro que tenías un plan desde el principio y solo estabas tratando de pasar desapercibido. ¿No es así amigo?
Yo no quería eso. No quería destruir a nadie, al menos no ahora.
¿Por qué no quería? ¿Qué es lo que me sucede?
Ellos querían que actuara como un infiltrado, que hiciera lo posible por lastimar a Reigns y a los demás chicos. Ellos, aquellos a los que solo podía considerar falsos.
Sus miradas seguían sobre mí y casi podía sentir las gotas de sudor caer por mi frente, pero tal vez era la sensación de nerviosismo jugándome una mala pasada.
No lo hagas, sé más que eso. Di lo que quieres decir.
Diles...
Diles que no lastimarás a Reigns ni a nadie.
—Claro que sí. —sonreí de lado. —Haré que ese Lista A pague por todo.
Incluso cuando recibí su aprobación y un beso en la mejilla por parte de Layla antes de que se fueran entre risas y empujando a un nerd, no podía evitar sentir lo que sentí estando solo sobre la suela de mis maltratadas converse.
Una sensación que te destroza a pedazos a cada segundo, que no te deja respirar y solo te hace querer gritar. Aquello que te hace sentirte como una real basura.
La culpa es un sentimiento ¿no?
—Toc-toc.
Un par de golpes me hicieron volver en mí rápidamente, encontrándome con la mirada divertida del tatuado que solía invadir la sala del club junto a mí. No dudé en empujarlo porque me golpeara la cabeza.
—Es un gusto verte, Ambrose. —soltó con burla. —Parecías distraído.
—Solo pensaba en lo hambriento que estaba.
Me resigné a guardar todo eso que sentía, tragarlo y seguir como si nada pasara.
Muy ridículo ¿verdad?
Fui libre de acercarme a mi taquilla, dándole un golpe para que este se abriera y pudiera buscar lo que necesitaba.
—¿Vas al club también, Orton? —pregunté, tratando de aligerar el ambiente.
¡Maldita culpa no me deja pensar bien!
—No lo creo. Tengo que terminar unos deberes de biología y luego ir al entrenamiento. —suspiró apoyándose en los casilleros de junto. — Seth va a odiarme.
Solté una risa irónica: —¿Desde cuándo haces los deberes, Orton? Somos los de la Lista F ¿recuerdas?
Pero Randall solo se encogió de hombros sin dejar de mirar al frente tranquilo.
—Desde que hablo con Seth me siento más...productivo.
Solo le di una mirada, para a continuación soltar una respiración entre dientes y seguir buscando el dispositivo con la grabación.
—A propósito, Ambrose.
—¿Hm?
—¿Qué hablabas con Corbin y Lesnar?
Casi me atraganté con mi propia respiración, teniendo cuidado de no demostrarlo demasiado y agradeciendo que mi rostro estuviese al interior de mi casillero.
—¿Yo? ¿Con Corbin y Lesnar?
—Sí, los vi charlando contigo cuando salí del salón. —aclaró, escuchándole girar hacia mí con su bolso deportivo al hombro. —¿Ocurrió algo?
Mi mano todavía se apegaba a una de las orillas de la taquilla, por lo que agradecí eso en busca de mantenerme calmado al apretar mi agarre y que mis uñas se apretaran contra la superficie de metal. Cerré mis ojos y traté de respirar.
Recordé lo que Orton hizo cuando ambos pusieron esos carteles tratando de humillarme y la culpa aumentó.
—Nada importante. —respondí con una pequeña risa desde el fondo de mi garganta. —Solo tonterías.
Era un miserable mentiroso.
—Si tú lo dices, Ambrose.
Hubo una pausa, en la que con manos temblorosas por fin encontré lo que buscaba y solté una última respiración que me ayudara a no colapsar.
—Seth dice que vayas pronto al club, tienen trabajo por hacer. —comentó Orton, justo cuando cerraba mi casillero y me quedaba mirando hacia mis zapatillas.
Dándome fuerzas como pude, levanté la cabeza y le sonreí levemente de lado.
—¿Seth lo dice? —reí suavemente. —Eso suena a algo que diría Reigns.
Los labios del tatuado se fruncieron en una sonrisa, para a continuación estirar su puño hacia mí. Habían algunos vendajes pero se veía menos hinchado.
O eso trataba de decirme para no sentirme tan miserable, o al menos más de lo que ya me sentía.
Siendo el idiota y mentiroso que era, sonreí y golpeé su puño con mis nudillos vendados. Tragándome el hecho de que le mentía a mi mejor amigo...o incluso al único amigo que me quedaba.
—Bueno, iré a terminar con la tarea y luego iré por Seth al club. Supongo que te veo luego.
—Claro. —asentí apretando brevemente mis labios y dejando caer mis brazos. — Suerte con la mierda de radiología.
—Biología.
—Es lo mismo.
Orton dejó salir una pequeña risa entre dientes, disponiéndose a alejarse por el pasillo sin decir más. Sin embargo, algo le hizo girar sobre sus zapatillas después de un par de segundos de silencio entre ambos.
—¿Ambrose? —me llamó, a lo que levanté la mirada todavía guardando el mp4 en el bolsillo de mi chaqueta.
—¿Sí?
Orton se me quedó viendo, como si buscase algo en mi rostro o en mis gestos. Mentiría si dijera que eso no me colocó nervioso.
—Está todo bien ¿cierto?
Para nada. Me sentía como la real mierda.
—Por supuesto, hombre. ¿Por qué no lo estaría?
—No lo sé...—se encogió ligeramente de hombros. —Te vi...algo raro.
—¿Raro? —bufé, negando y sonriendo como un real idiota. —Son imaginaciones tuyas, Orton. Estoy bien, soy el rey de la Lista F, estoy perfectamente.
El tatuado murmuró un "ajá" todavía de pie, pareciendo debatirse entre la verdad de mis palabras y haciendo que mi cuerpo se tensara más con cada segundo que tenía su mirada sobre mí.
—Ambrose...—lo miré, expectante por lo que sea que fuera a decir. Orton soltó un suspiro. —Respecto a lo que pasó...
—Prefiero olvidarlo. —lo interrumpí, recargándome sobre mi casillero cerrado con mis brazos cruzados. — En serio, Orton...Ya da igual.
—Dean. —me paralicé cuando usó mi nombre, lo cual extraña vez pasaba. —Eres mi amigo. Y espero que sepas que eso va más allá de que seas el rey de esta estúpida lista.
Culpa...vaya que podía destruirte lenta y tortuosamente.
En especial cuando engañas a alguien a quien aprecias.
***
—¡Ya llegué, idiotas! —exclamé, a la par en que abría la puerta con una sonrisa en la cara.
—Idiota lo serás tú, Ambrose. —respondió Reigns.
—¡Me has asustado! —chilló Seth, saliendo de debajo de su escritorio. — Creí que se trataría de alguno de tus compinches.
—Bueno, lamento decepcionarte. —dije con diversión, cerrando la puerta detrás de mí y luego caminando lentamente al interior del salón. —Solo soy yo...¡Buh!
No fue sorpresa que el bicolor volviera a saltar sobre sus pies, para luego mirarme con el ceño fruncido y las mejillas tornándose de un fuerte color rojo mientras me carcajeaba. Podía imaginar a Reigns negando en desaprobación a mis espaldas.
En tanto trataba de detener mis carcajadas, fui capaz de balbucear: — No puedo creer que les temas tanto a los de la Lista F.
—Yo no les temo. —corrigió casi al instante con un fruncir de ceño hacia mí. Luego miró al moreno en el escritorio de en frente. —¿Verdad, Rome?
—No, Seth. Claro que no les temes.
Rollins me sonrió orgulloso, a lo que solo giré hacia Reigns con una de mis cejas enarcadas. Él solo me miró brevemente antes de hacer una señal con su mano como si se cortara la cabeza.
Claro que les tenía miedo.
—¿Estás seguro, Sethie? —murmuré burlón, volviéndome hacia el chico con cabello amarrado en una desordenada coleta. — Porque siempre que pasa alguien por aquí te escondes o...
—Primero, no me vuelvas a decir así o te lanzaré el primer objeto contundente que encuentre a la cabeza. —levanté mis manos con inocencia, llevándome su mirada poco amistosa al interrumpirme. —Segundo, te repito que ellos no me asustan. Solo... me hacen sentir fuera de mis estándares de zona de confort.
Giré sobre mis talones, mirando por sobre mi hombro una vez más.
—Traducción, por favor.
Reigns suspiró, conteniéndose a rodar los ojos al bajar su cuaderno y mirarme.
—Si no cierras la boca, te va a lanzar algo. —dijo levantando uno de sus dedos, para a continuación bajarlo y levantar su dedo corazón. Solo le sonreí irónico. —Y que no le asustan, solo lo hacen sentir incómodo.
—¿Incómodo? —volví a mirar al bicolor. —¿Por qué?
—Tengo mis razones.
Me quedé de pie en el mismo sitio, solo parpadeando en espera de que siguiera hablando. Pero Seth me miró con sus cejas alzadas.
—¿Cuáles?
Lo admito, mi curiosidad podía ser muy hincha pelotas la mayoría del tiempo.
—Razones que ni a ti ni a nadie le importan, Ambrose. —exclamó, un poco más molesto. —Ni creas que voy a contarle mis secretos a su máximo rey de la estupidez.
—Cálmate, ñoño. Solo estaba preguntando y...
—Pues no vuelvas a preguntarme.
Auch.
—Ambrose. —la voz de Reigns me hizo volver a mirar a mis espaldas. —Tenemos que hablar, deja a Seth en paz y ven aquí.
—Ya voy, ya voy. —rodé un poco los ojos, agarrando mi mochila y volviendo a mirar al bicolor. —Hey, viejo, lo lamento.
Estiré mi puño frente a él, con la mera esperanza de que mi disculpa sirviera de algo. Pero Seth lo miró como si fuese la mayor estupidez en la tierra y luego su mueca llena de ironía estuvo en mí.
Con un negar de cabeza dijo: —¿Tú lo lamentas? Sí, claro que sí, Ambrose. Mejor piérdete y déjame en paz.
De nuevo, auch.
Apretando un poco mis labios, dejé caer rendido mi mano y me resigné a caminar a mi lugar a un lado del rey de la Lista A.
No pude evitar quedarme de pie por un momento con mis ojos en el florero que hoy tenía un lirio naranja, pero mi mente estaba en otra parte.
Recordaba las cosas que Reigns me dijo, al igual que el momento en que me quedé dormido sintiéndome como un inútil y luego... desperté con él abrazándome y una manta encima.
Intenté evitar pensar en eso, pero tenerlo cerca ahora me devolvía dichas memorias y hacía que mi estómago doliera de alguna manera.
Seguía sintiéndose mal.
—¿Estás bien, Ambrose? —preguntó el moreno.
Alcé la vista, encontrándome con su mirada gris que me hizo tragar con suavidad.
Sonreí: —Claro. ¿Por qué no lo estaría?
Tomé asiento en mi lugar, tratando de ocultar mi sonrisa tan falsa y mis labios temblando porque esta quisiera borrarse.
Cuando desperté entre sus brazos, decidí correr lo más rápido posible. Incluso me apresuré a huir de Jericho cuando abrió la puerta y nos vio.
Me sentí...raro.
—Creo que iré a sacar algunas copias de este artículo. —comentó Seth repentinamente, justo mientras sacaba mi cuaderno de la mochila y la cámara de Rusev.
—¿Quieres que te acompañen? —ofreció Reigns.
—Estaré bien, Rome.
—¿No quieres que vaya contigo, Seth? —agregué también sin intención de sonar irónico o algo. —Sé que el equipo no está entrenando a esta hora, por lo que los de mi lista andan completamente sueltos por la escuela.
—En ese caso, deberías ir con alguien, Seth...
—Dije que estoy bien. —gruñó, la exasperación estaba en su mirada cuando nos miró a ambos. — Dejen de meterse en mis asuntos ustedes dos.
No pude decir ni pío cuando él salió con un montón de hojas bajo su brazo y azotó la puerta.
—¡Seth! ¡Seth, vuelve! —pero los gritos de Reigns no sirvieron de nada.
El moreno terminó por dejar salir una rendida respiración y dejarse caer en su silla una vez más. Yo no sabía que decir.
—Wow...—escuché decir al chico con chaqueta del equipo de los lobos, llegando al club con cierta perplejidad en su rostro. —¿Qué le pasó al microbio?
—No es su día, ni el mío tampoco al parecer. —gruñó el capitán del club, acariciándose la sien y manteniendo sus ojos cerrados. — Déjalo, supongo que es lo mejor.
—Okay, jefesito...—murmuró inseguro, cerrando suavemente la puerta y luego caminando al interior del salón. De inmediato se dirigió a mí. —Hola, rey de los burros.
—Hola, grandote.
Ya era habitual esa forma suya de tratarme, incluso cuando me veía algunas veces por los pasillos.
—Supongo que cuidaste a mi querida Lana.
—¿Disculpa?
—¡A la cámara! —gritó de inmediato, sentí que me quedaba casi sordo.
—¡C-Claro que lo hice! —chillé de vuelta, poniendo rápidamente la cámara en perfectas condiciones sobre mi mesa. —Lo siento, no creí que tu obsesión fuera tan grande como para ponerle el nombre de mi amiga a una de tus cámaras.
—Cállate o te muelo a golpes. —me amenazó. Solo rodé un poco los ojos en tanto me acariciaba la oreja. Rusev tomó su posesión y la miró entre sus manos, para luego entrecerrar sus ojos hacia mí. —La revisaré, no confío en ti.
En tanto ya se alejaba en dirección a su escritorio en uno de los lados del salón, solo murmuré: —Como todos.
Nadie confiaba en mí, y comenzaba a creer que me lo tenía bien merecido.
Incluso si no quería, terminé girando en dirección al pelinegro que se veía agotado en su escritorio. Todavía revolviendo su sien con sus ojos cerrados como si eso fuese a ayudar.
Mierda, otra vez esa extraña sensación en mi pecho.
Debo de estar realmente loco, pero... Comenzaba a preocuparme por él.
—Reigns. —dije su nombre con suavidad, tratando de decirme a mí mismo que no era el momento de balbuceos o perder la voz.
—¿Qué quieres, Ambrose? —murmuró algo irritado.
No dejaba de debatirme, como si me fuese realmente difícil soltar aquellas palabras en mi cabeza.
¿Desde cuándo Dean Ambrose se ponía nervioso por algo? ¡Por favor!
—Lo siento...—solté sin más. Vi a Reigns abrir lentamente sus ojos y encontrar mi rostro, de todas formas continué hablando. —Es mi culpa que Seth reaccionara de esa manera. No debí preguntar cosas que no son asunto mío.
—Tú no sabes la verdad, Ambrose. Así que no te culpes. —me tranquilizó casi de inmediato. A continuación, tras un breve silencio y que no alejase sus ojos de los míos, una pequeña sonrisa comenzó a formarse en su boca. —Hay cosas que simplemente es mejor no saberlas ¿de acuerdo?
Pensaba lo mismo.
Solo asentí, sintiéndome aun más estúpido porque quería disculparme por más que solo mi actitud con el escritor del club de periodismo.
El resto de la tarde seguimos trabajando en el artículo, le enseñé a Reigns la entrevista que le había hecho a Paige y le pareció que estaba perfecta, solo necesitábamos más fotos del equipo practicando al igual que las porristas.
Cuando Seth regresó, no nos sorprendimos de que tuviera su cabello algo revuelto y su mejilla algo hinchada. Pero solo nos dijo que estaba bien e hizo como si nada incluso si Reigns se mostró preocupado el resto de la tarde.
Los de la Lista F a veces me asustaban...O más bien, actualmente me asustaban un poco.
Querían que hiciera lo que parecía correcto, que actuara como el líder que era en la lista. Querían que destruyera a los de la Lista A solo por demostrar que ellos mandaban... Que yo mandaba.
Pero las dudas en mi cabeza no me dejaban pensar claramente en ningún momento.
Tan enfrascado estaba que mi lápiz se había quedado sobre la hoja de papel, inmóvil al igual que mi mirada en una de las paredes del club.
—¿Ya acabaste, Ambrose? —preguntó el moreno detrás de mí, a lo que solo lo miré.
—¿D-De qué hablas? —balbuceé.
—Seth ya se ha ido con Randy, solo quedamos nosotros.
Fue tan solo en ese momento que noté que estaba en lo cierto cuando giré a ver el escritorio del bicolor. No recordaba mucho, salvo que Orton me dio una mirada y le dijo a Seth que podían irse. El bicolor parecía empeñado en ello de todas maneras y ni se despidió de Reigns cuando lo hizo.
En verdad lo había jodido.
—Es tarde, muévete ya o te dejaré encerrado en el club.
Su canturreo me hizo volver en mí de alguna forma, volviendo mi mirada hacia el cuaderno de bocetos bajo mi codo.
Pero mi corazón dio un vuelco inexplicable cuando mi mirada se encontró con ese retrato que ni siquiera había notado que había hecho.
¡Había dibujado el rostro de Reigns!
—¿Algo interesante ahí?
Pude sentir cómo asomaba su mirada por sobre mi hombro, por lo que alarmado cerré el cuaderno y oculté mi rostro lo mejor que pude.
—N-Nada. —balbuceé, teniendo que tragar rápidamente. —Solo trazos tontos.
—Bueno...—murmuró con cierta duda. —Entonces muévete, mis primos me están esperando para la cena.
—S-Sí.
Con torpes pero rápidos movimientos guardé mi cuaderno de bocetos en mi mochila y decidí que era tiempo de salir de ahí.
Ya no confiaba en mi capacidad de pensar, si es que realmente lo he hecho alguna vez. O al menos no confiaba en mi capacidad de mantener mis emociones donde debían quedarse.
Era de noche cuando abandonamos el lugar, y como no había traído mi camioneta ese día, caminé junto a Reigns en completo silencio por la acera. Ni siquiera había querido chistar en contra de ir junto a él de camino a casa, pero manteníamos nuestra distancia y yo procuraba mirar a cualquier sitio que no fuese a su rostro.
Era incomodo, sin duda. Pero una parte decía que era mi oportunidad de hablar sobre lo del otro día.
—Lo lamento.
Aquellas palabras, incluso si era yo quién quería decirlas desde un inicio, no salieron de mi boca.
Me detuve en medio de la calle, con mi mochila al hombro y mi curiosa mirada incluso bajo la capucha de mi chaqueta. Reigns estaba de pie firmemente sobre el suelo, mirándome con seriedad y apretando sus labios de vez en cuando.
Incluso bajo las pocas luces que alumbraban nuestro paso, sus ojos penetrantes eran capaces de encarar los míos y hacer que la presión en mi pecho aumentara inexplicablemente.
—Lamento lo que te dije el otro día. Yo...en serio no quería lastimarte.
La culpa aumentó y en algún momento me sentí realmente tonto.
—No es la gran cosa. —me encogí suavemente de hombros. — Todos saben que no hago nada bien.
—No es cierto, Ambrose. —habló de inmediato. —Tú...Tú puedes... Hacer otras cosas.
—Reigns, no es necesario que te fuerces a decir nada. —dije con una pequeña risa, una muy dolorosa en el fondo de mi pecho. —Todos saben que soy un completo desastre y que no sirvo para nada más que ser el rey de los idiotas.
Carajo ¿Qué estaba diciendo ahora?
—Ya lo acepto. —suspiré. —Está bien.
—Ambrose.
—¿Qué? —rodé levemente los ojos, algo exasperado pero dolido a la vez.
Me dolía verlo de esa forma, siendo que el único mentiroso y estúpido era yo.
—¿Qué, Reigns?
—¿Recuerdas... Cuando te dije que hay cosas que mejor no hay que hablar? —asentí, incluso si no sabía a qué quería llegar. — Confiaré en ti esta vez, porque sé que en eso sí eres bueno. Puedo confiar en ti... ¿No?
La culpa me mataba, ya no podía con ella.
Pero si de algo estaba seguro, era de lo que hice después.
Asentí.
Sin titubear ni dudar, asentí en serio.
En serio quería que confiara en mí.
—Seth...les teme a los de la Lista F por una simple razón. —comenzó a decir, pareciendo buscar las palabras adecuadas. —Él...sufre de abuso escolar desde que era niño.
—¿Es una broma?
—Ojalá lo fuera.
El moreno retomó el paso junto a mí, solo que esta vez no miraba el pasar de los autos ni yo golpeaba rocas en el camino, ambos teníamos nuestra atención en el otro.
—Él me contó una vez lo que pasó, desde entonces lo cuido como si de mi hermano pequeño se tratara. —siguió explicando. —Hubo...un chico. Un chico que abusó de él y lo maltrató como nadie en el mundo.
—¿Qué tanto?
—Una mano rota, cinco costillas y eso solo en un semestre. —se encogió de hombros mientras miraba hacia sus pies moviéndose al caminar— Parece que se divertía especialmente con Seth.
—Eso...—tragué con fuerza. —Sí suena doloroso.
No pude evitar tocar levemente las vendas en mis nudillos con mi dedo pulgar, pero regresé mi atención a Reigns al instante en que suspiró.
—Lo es. Y a veces tiene pesadillas por eso.
Parpadeé varias veces, pero sentía que algo no me calzaba.
—No entiendo. —miré a Reigns con mi ceño fruncido lleno de perplejidad. —Digo, sé que los de mi lista son unos matones y odiamos a los nerds, pero... ¿A qué viene que me digas esto ahora?
Parecí dar en el punto, a juzgar por la forma en que evitó mi mirada y apretó levemente la tira de su bolso sobre su hombro. Mordió su labio inferior, justo antes de disponerse a retomar la palabra.
—Porque ese mismo chico que lo hizo sufrir tanto...Está actualmente en la Lista F.
Momento...¿Qué?
—¿Qué? —exclamé, a lo que él solo calló. —¿M-M-Me estás jodiendo?
—No, Ambrose. No te estoy jodiendo. —habló con dureza. —Seth está aterrado día y noche por una sola persona. Y tú la conoces.
—Puede ser Corbin, o Brock...Incluso Bobby puede resultar aterrador a veces.
—No. —me cortó. —No es ninguno de ellos. Él estudió en la misma primaria que Seth, en Davenport.
Fruncí el ceño: —Imposible. La única persona que sé que estudio allá es Ra...
En ese momento todo hizo click, y mis ojos se abrieron con alarma.
—Orton...—susurré, mis palabras eran casi inaudibles por la sorpresa. — Orton se mudó a Davenport y luego aquí cuando terminó la primaria.
—Pues parece que tuvieron ideas parecidas. Aunque Seth tuvo que huir antes de que llegase a matarlo con sus "juegos".
No podía imaginarme tal cosa.
Sí, Orton era parte de la Lista F. Pero siempre decía porque así lo quería. Demostraba ser esforzado por todo lo que hacía, al igual que le gustaba leer la mayoría del tiempo. No podía ver en el esas acciones llenas de maldad hacia un niño.
—No...—negué, tratando de asimilarlo sin éxito alguno. —Eso no es posible.
—Lo es. —me miró con determinación. —Lo supe desde el momento en que Seth me describió al chico, también me enseñó una foto de su clase cuando fui a su casa hace un tiempo y lo noté. Incluso si ha cambiado con los años y los tatuajes, tienen la misma mirada, créeme.
—Entonces ¿por qué? —pregunté todavía incrédulo. —¿Por qué se ha esmerado en estar tan cerca de Seth?
Reigns frunció sus labios, justo antes de encogerse suavemente de hombros: —Tal vez la culpa lo está haciendo actuar.
Lo entendía perfectamente.
—P-Pero y Seth. —continué balbuceando en medio de la calle. —¿Cómo permite que esté cerca suyo?
—Porque no tiene idea. —contestó casi automáticamente. —Él no sabe que ese chico y Randy son el mismo.
—¿Ni siquiera se lo haz dicho?
—¿Estás loco? —me miró con incredulidad. —Si se lo digo sería el peor amigo del mundo. Le rompería el corazón.
—¿Y qué? ¿Prefieres verle sufrir de terror por los de mi lista todos los días? ¿Qué hay de ti? —seguí preguntando, incluso si en mi cabeza decía que ya era suficiente. — ¿Acaso no sientes un poco de culpa?
—¡Claro que sí! —exclamó casi de golpe. —¡Claro que la siento! ¡Me siento culpable cada maldita vez en que veo a Randy cerca de Seth!
Su respiración era agitada, e incluso bajo el cielo nocturno podía ver su pecho subiendo y bajando por ello.
—Pero prefiero verle sonreír cuando está con él a que se le destroce el alma de nuevo. Prefiero mil veces vivir con la culpa.
Eso...sonaba como a un cobarde. Como a un terrible desconsiderado y cobarde.
Pero al mismo tiempo me resultaba sumamente familiar.
Nos quedamos así, en medio de la acera con nuestras respiraciones siendo el único sonido entre el silencio de la noche y nuestras miradas en los pies del otro.
—Por favor, Ambrose...—rompió el silencio el pelinegro. —Te ruego que no se lo...
—No tienes que rogarme nada, Reigns. —lo interrumpí con suavidad, tomando una breve bocanada de aire y soltándola de la misma manera. —No voy a decírselo, te lo prometo.
Entendía lo que sentía, incluso si no me sentía capaz de hacerlo. Nunca creí que llegaría a entender lo que había en el corazón de Roman Reigns.
Continuamos caminando luego de un rato, en silencio. Salvo por el latido de mi acelerado corazón haciendo eco en mis oídos.
Quería decirle todo lo que pensaba, disculparme por lo que dije sobre él con los que supuestamente eran mis amigos. Quería... hablar con él con total sinceridad.
—Rei...
Fue en ese instante que escuché el rechinido de unas ruedas a nuestras espaldas, a lo que automáticamente pensé en voltear. Pero no me esperé que algo impactara de lleno en mi nuca y terminase de cara en el suelo con un ardor enorme bajo la capucha de mi chaqueta.
—¡Ambrose!
Escuché levemente la voz del rey de la Lista A bajo mis tapados oídos, al mismo tiempo en que trataba de levantarme. Todo era borroso y sentía mis piernas como gelatina.
Me habían golpeado en la nuca, claro está.
Conocía la sensación, pero seguía siendo un dolor de culo.
—¡Ambrose, deja de levantarte! ¡Tenemos que llamar a una ambulancia! —escuché más gritos por parte de Reigns, al igual que sus manos acogiendo mis brazos con fuerza pero estabilidad.
—Estoy... bien...
La verdad es que lo estaba, ya conocía ese mareo y la extraña sensación caliente de la sangre cuando te lastimabas. Era algo normal para mí.
Pude estar sobre mis zapatillas, todavía apoyado del moreno junto a mí cuando trataba de aclarar mi campo visual y ver qué había sucedido.
Entre lo borroso fue capaz de detectar una camioneta que se había detenido, la misma que escuché segundos atrás. Alguien se acercaba de entre todos los chicos que miraban atónitos lo que pasaba.
—A-Ambrose, hermano. Te juro que fue un accidente.
Conocía esa voz: —¿Sheamus?
—V-Vimos a alguien con el nerd y... C-Creímos que eras uno de ellos también, solo estábamos jugando. No sabíamos que eras tú... —siguió balbuceando nervioso. —N-No queríamos hacerte daño a ti y...
—Espero desaparezcan ahora ya antes de que les machaque la cara. —gruñó Reigns, podía sentir la furia en su voz y como sus toques a mi alrededor se tensaban.
No había duda en que alguien de mi lista, como era el pelirrojo, sacaría provecho de que el mismísimo rey de la Lista A le alzara la voz.
—¿Escuché bien? —rió el pálido sin pisca de verdadera diversión. —¿Acaso la mierda me acaba de amenazar? Eso sí es divertido...
Sabía que Reigns no dudaría en lanzarse sobre todos, incluso si parecían ser varios los que reían desde la camioneta. Por lo que, con las fuerzas que me quedaban, puse una mano débilmente sobre su pecho.
Él se quedó quieto en su lugar, mirándome perplejo cuando levanté la mirada hacia Sheamus. Incluso si todavía veía borroso, pude ver cómo sus ojos pasaban de brillar con diversión al mismísimo horror antes los míos.
—Lárguense ahora, o no dudaré en romperles el cuello de un golpe. —murmuré, más atemorizante de lo que planeaba. —¿Entendido?
Sheamus tragó, notoriamente asustado.
—S-Sí, ya nos vamos, jefe. L-Lo sentimos mucho.
—¡Fuera!
Casi se desmoronó sobre sus pies con mi grito, pero se las arregló para volver a su camioneta entre tropezones y desaparecer de ahí junto a sus amigos tan rápido como llegó.
Sonreí, justo antes de dejarme caer sobre mis rodillas sin fuerzas.
—¡Joder, Ambrose! —el moreno cayó junto a mí, haciendo lo posible por mantenerme consciente. —Tenemos que ir a un hospital ahora.
—N-No...—pude decir. —Voy a...estar bien.
—¿De qué hablas? Apenas puedes hablar o mantenerte en pie.
Solté una pequeña risa, al mismo tiempo en que alzaba la cabeza y mis ojos se encontraron con los suyos.
—Tranquilízate, Reigns... No es la primera vez que me golpean así.
—¿Q-Qué...?
—Solo necesito llegar a casa y...—traté de levantarme por mí mismo, pero no tuve éxito alguno. —Estaré perfecto.
Reigns se veía preocupado, nervioso tratando de mantenerme con mis ojos abiertos: —Ambrose, recibiste un golpe con una botella. Tienes que recibir atención médica.
—Te digo que me han golpeado peor. —le sonreí, poco a poco recobrando la visión pero no el resto de mis habilidades motoras. —Solo ayúdame a volver a casa, por favor.
Incluso si se veía indeciso y fuerte en la opción de llevarme con un profesional, suspiró y pasó rápidamente mi brazo por sobre sus hombros.
—De acuerdo. Pero ni se te ocurra dormirte.
—No lo haré, Roman. Tranquilo.
Puede haber sido por mi estado, al menos a eso le echo la culpa. Pero su nombre saliendo de mis labios no se sintió tan desagradable como lo creí.
El rey de la Lista A hizo lo que le dije, ayudándome a moverme sobre mis frágiles piernas a lo largo de las calles que le indicaba. Hasta que llegamos a mi casa.
Fui capaz de abrir la puerta a duras penas, casi parecía que fuera un borracho en brazos de su amigo que no bebía. Pero no.
La verdad es que la sangre comenzaba a pegarse a mi camiseta a causa de la posible herida y Reigns no era mi amigo.
—Casi llegamos...—murmuró entre dientes el pelinegro, encaminándome hacia el sofá. Finalmente me dejó caer ahí y fue un alivio para ambos. —Listo.
Dejé salir una pequeña respiración, pero el dolor rápidamente la interrumpió y me encorvé un poco al tocar mi nuca.
—Carajo. Déjame ver.
Reigns se apresuró a ponerse de cuclillas cerca de mí, para luego ayudarme a bajar la capucha y descubrir el lugar en que me habían golpeado.
—Está sangrando...
—Hay un botiquín en la cocina. —gruñí entre dientes a causa del dolor. —Algo de ahí tiene que servir.
—Deberíamos llamar a un médico.
—Hazme caso, Reigns.
Sabía que no quería, en especial en algo tan grave como una herida de ese estilo. Pero él no sabía que esto no era lo peor que me había pasado.
Agradecí internamente que se rindiera a mis jadeos de dolor atrapados en mi mandíbula apretada, corriendo hacia la cocina por el botiquín que le indiqué.
Fue difícil, pero fui capaz de aguantar al momento en que el miembro de la Lista A curó la herida en mi nuca, cerca de mi espalda. No era un corte profundo, pero la zona sangraba y podía ponerse peor si no era tratada.
—Tienes suerte que sepa de estas cosas.
—Tu padre trabaja en el ejercito. —recordé aquello que me había dicho el día en que sacó esa vieja radio. —¿Él te enseñó?
—Algo así. —lo imaginé encogiéndose de hombros. —El médico del escuadrón, desde que era niño curaba mis heridas jugando con mis primos. Una vez arreglé una nariz.
No pude evitar reír, aunque doliera un poco: —Auch.
—Sí, lo sé. Pero me alegro de que sirva de algo.
Seguía limpiando todo con delicadeza, su toque era tan suave que el dolor no era más que una punzada momentánea.
—Está listo. —habló luego de una pausa. —No se ve como una herida de guerra, pero sigues viéndote rudo.
—Verme rudo es lo que menos me importa ahora. —Intenté estirarme, tal vez para que mis músculos no dolieran tanto. Pero resultó mucho peor. —Ow, ow, ow...
—Hey. —actuó rápidamente, acercándose a mí. —¿Estás bien?
No había notado hasta ese momento que, además de tener su mirada directamente en la mía, una de sus manos había alcanzado una de las mías rodeadas por los vendajes.
Algo en mí se tensó y no pude hacer más que alejar mi mano de ahí temiendo ser demasiado brusco.
—Todavía duele un poco. —murmuré, sonriendo nerviosamente pero resultando más en una tonta mueca.
¿Por qué he sonreído? Demonios ¿por qué lo he hecho?
—Debería dejarte descansar. —el moreno se levantó del sofá. —Piensa bien si irás a la escuela mañana, debe doler bastante aún.
—Acabo de recordar. —lo interrumpí, de la nada la alarma me llenó el ser y todo concordó. —Demonios, tenías que cenar con tus primos. Mierda...No quería...
—Descuida. —sonrió el chico A de anteojos. —Ellos cenan sin mí la mayoría del tiempo y...—se encogió de hombros. —Si Naomi estaba ahí, estoy seguro que tengo un trozo de pizza asegurado para cuando llegue a casa.
Solté una leve risa en tanto él tomaba su bolso del piso, pasó la correa por sobre su hombro y volvió a mirarme.
—Descansa, Ambrose.
Se dispuso a irse sin más, y así debió ser. No debí detenerlo.
Pero no pude evitar llamarlo y que girara nuevamente sobre sus vans.
—Gracias...por todo, Reigns.
Reigns se quedó en silencio, como si no tuviera palabras. Yo tampoco las tenía.
Pero luego de un rato solo asintió, con un débil movimiento de cabeza. Y con sus labios apretados, volvió a dar media vuelta para abandonar mi casa.
Esa noche fue un gran culmine para mí, no porque me golpearan o algo por el estilo.
Sino porque la culpa era solo el inicio, sentirme tonto era solo una parte de ese pensamiento en particular que rondaba por mi cabeza a cada segundo que intentaba pegar ojo en ese sofá.
Roman Reigns no era tan mala persona después de todo.
Espero les gustara el capítulo y que no tengamos el mismo problema que con el anterior.
¿Sus opiniones sobre el secreto de Randy? Pronto verán más sobre eso.
Gracias por el apoyo y amor siempre ;)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro