11. Yes I'm sure down deep inside
Lamento lo que pasó :( Wattpad está funcionando horrible estos días y me mandó el capítulo a borradores, además me borró los guiones largos dejando un desastre. Espero que no vuelva a pasar. Espero disfruten del capítulo ;)
— ¿Qué tal un artículo sobre la comida de la cafetería?
— Hicimos eso a principio de año, Seth.
— ¿La mascota de la escuela?
— Fue el mes pasado y descubrimos que es Ziggler.
— ¡Agh!
El bicolor terminó por arrojar su libreta sobre el escritorio, dejándose caer de brazos cruzados en su silla giratoria con una mueca molesta.
— ¡Ninguna de mis ideas sirve!
— Relájate, Seth.— le sonreí de lado antes de beber un trago de mi soda.—Ya se nos ocurrirá algo para el artículo de este mes.
— Sé que yo soy el de las ideas.—suspiró exasperado.— Pero juro que nada se me ocurre esta vez.
—Tal vez estás muy distraído.
—¿Por qué lo dices?
—Bueno...—pasé la página del libro entre mis manos, sin mirarle al continuar hablando.—Hay un chico nuevo que frecuenta mucho el club gracias a ti...
—Mejor sigue leyendo y de paso vete al demonio.
Solté una risa, obedeciéndole antes de que me lanzara su libreta o alguna de las latas que tenía sobre su escritorio.
La verdad es que las ideas solían nacer por sí mismas, pero aquella tarde parecía ser más complicado. En especial para el editor de nuestro club que solo se golpeaba la frente con su libreta o con el escritorio, o solo daba vueltas en su silla como si eso le despejara la mente de algún modo.
—Hablando de gente nueva en el club.—levanté mi mirada nuevamente en cuanto habló.—¿Dónde está Ambrose?
No pude evitar darle una mirada al pupitre improvisado junto a mí, vacío a excepción del pequeño florero con un diente de león recién cortado.
Tomé aire por la nariz y lo dejé salir con suavidad en tanto apoyaba mi espalda en mi silla giratoria.
—No lo sé...Creí que las cosas habían cambiado un poco luego de...
—¿Cambiado?—Seth enarcó una de sus cejas con perplejidad, sin quitarle la vista de encima a la pantalla de su laptop.—¿De qué hablas, Rome?
Apreté mis labios, sintiendo un pequeño nudo en la garganta pero arreglándomelas para responder:—Nada. Olvídalo.
Rollins solo me miró brevemente por el rabillo de sus ojos, para luego regresar a sus asuntos y que yo me dispusiera a enfrascarme en mi lectura una vez más. Sin embargo, no estaba concentrado en eso si era honesto.
¿Qué pensaba? Que luego de nuestra pequeña charla sin darnos un golpe en la cara...¿Él cambiaría?
Me dije a mí mismo lo estúpido que era de pensar aquello. Después de todo, nada había cambiado en realidad.
Yo seguía a la cabeza de la Lista A, Ambrose seguía liderando la F y todos sus seguidores hacían hasta lo imposible por hacernos la vida miserable cada día. Y con su rey en nuestro territorio, las cosas parecían aún peor aunque tratásemos de ignorarlas.
La única razón por la que Seth no llegaba con moretes al club era porque Randall se había encargado de cuidarlo cuando podía, pasaba por él cada mañana y luego volvían juntos a casa. Preferí dejarle esa labor, incluso si mi amigo se molestó y sonrojó cuando le dije que no quería ser un mal tercio en el asunto.
Rusev nos visitaba la mayoría del tiempo, a pesar de que Naomi le recordaba que tenía que volver al entrenamiento y él solo la insultaba en su lengua natal.
Y Ambrose...Bueno, desde que llegó solo se quedaba en silencio haciendo garabatos en un cuaderno que parecía siempre cargar en su mochila que hasta ese momento creí tan vacía como su cerebro. De alguna manera, agradecíamos que calmara su actitud petulante al menos por un tiempo.
Por alguna razón, incluso si había pasado una semana ya, no podía dejar de recordar ese día. Sus ojos tan solitarios cuando me dijo lo falsos que eran todos, la forma tan ficticia en que aseguró estar bien... Él hizo que me preocupara.
Yo estaba preocupado por Dean Ambrose. Pero más me preocupaban mis razones para estarlo.
¡Él no me agrada, joder!
Estuve enfrascado en mis pensamientos incluso más de lo que creí, hasta que el abrir de la puerta me hizo regresar a la realidad y centrar mi mirada en aquella dirección.
—Miren quién llegó.—murmuró el bicolor desde su lugar.—Pasa la media hora, Ambrose.
—Cállate, enano.—dijo con simpleza.—Anderson me dejó castigado un rato por no llevar el deber de hoy.
—Debiste entregar la tarea.
Pareció ignorar mis palabras, dejando su mochila con cansancio sobre la mesa y tomando asiento pesadamente en su lugar. A diferencia de su usual actitud ególatra y engreída, se veía algo exhausto.
Tan solo en ese instante fui capaz de notar algo nuevo. Mis fosas nasales pudieron detectar el incómodo hedor de tabaco, haciéndome mirar más detenidamente al miembro de la Lista F.
Efectivamente, el ojiazul mantenía un cigarrillo entre sus labios incluso con esa desganada mueca y apoyando su mejilla sobre sus nudillos vendados.
Seth ya se cubría la nariz por el aroma, probablemente haciéndosele más incómodo que a mí.
Apretando mis labios en una fina línea, no dudé en estirar mi brazo y acercarme a él para arrebatarle el objeto de nicotina de la boca. No fue difícil, pero su ceño fruncido fue rápidamente a parar en mi dirección.
—¿Qué demonios, Reigns?—se quejó molesto, dejando atrás rápidamente su mueca de cansancio.
—Está prohibido fumar aquí, Ambrose.
—¿Qué...? ¿Es en serio?—bufó.—No creí que fueran así de aburridos.
—No lo somos.—contradije, tomando uno de los lapiceros vacíos cerca de mi escritorio y usándolo para apagar el cigarrillo. Un pequeño dejo de humo fue señal de que estaba apagado.—Solo que entre nosotros odiamos el olor.
—También investigué que el tabaco es una adicción y que ha matado a más de la mitad de la población a lo largo del mundo, los pulmones se contaminan, y...
—¡Ya entendí, ya entendí!—exclamó enojado el castaño, interrumpiendo al bicolor que había empezado a hablar más de la cuenta.—¿Te callas ya, Einstein?
Rollins apretó el ceño, volviendo a girar en su silla para mirar a la pared una vez que tomó su laptop entre sus manos.
—Al menos sé más que tú, cerebro de goma.
Ambrose frunció el ceño, mirándolo sin entender y luego desviando su semblante perplejo hacia mí.
Definitivamente no entendía el humor científico de Seth.
—Lo importante aquí.—continué con lo que decía.—Es que cada vez que vengas al club, trata de fumar antes de llegar.
—O déjalo.—chilló Seth, incluso cuando nos seguía dando la espalda con su silla.
—O déjalo.—repetí con mayor suavidad.—Seth tiene razón. Esa cosa puede llegar a matarte.
Pasaron unos segundos antes de que el nuevo integrante del club dejase de entrecerrar sus ojos hacia mí y terminara por dejarse caer de lleno en su silla.
Con los brazos cruzados y frunciendo el ceño hacia la nada, murmuró:- No dejaré de fumar porque ustedes me lo digan.
Aquí vamos de nuevo...
—Pero...
Hizo una pausa, pareciendo pensar un poco lo que iba a decir.
—Pero intentaré fumar fuera, lo prometo.
Parpadeé con sorpresa, realmente estupefacto de haber escuchado esas palabras y comenzando a plantearme si realmente había escuchado bien o no.
Esperaba un berrinche sobre lo estirados que éramos o nerds como él solía decir, pero esto... No me lo esperaba.
Pasaron algunos minutos antes de que pudiera retomar mi compostura, teniendo que aclararme la garganta antes de volver a concentrarme en lo que estaba pendiente más allá de las reglas.
—Bueno, pasando de ese tema.—dije con seriedad, escuchando que el tecleo de Rollins paraba en cuanto retomé el habla.—Con Seth estábamos hablando sobre ideas para el próximo artículo y...
—¡Una campaña de firmas para que expulsen a Corbin!—chilló de pronto.
No dudé en gruñir exasperado, a lo que él volteó y me miró con inocencia.
—¿Qué?—Rollins se encogió de hombros.—Es una idea innovadora.
—Seth, esto es serio ¿quieres?—lo regañé.—Necesitamos un artículo que atraiga la atención, no como el de la mascota.
—Creo que vi a Ziggler siendo golpeado luego de eso.—murmuró el castaño, jugando con las hojas de su cuaderno con un semblante cansado otra vez.—Buen trabajo ahí, chicos.
Decidí ignorar su sarcasmo, centrándome en pensar en algo rápido.
Estuvimos en un cómodo silencio, incluso siendo algo perfecto para pensar en una buena idea para el artículo.
—¿Seguro que no quieres considerar la idea de lo de Corbin?
Quise golpear a mi escritor en la cara con un libro.
Pero me contuve lo suficientemente bien, solo dándole una mirada de pocos amigos y siendo eso suficiente para que se encogiera en sí mismo y girara sobre su silla de nuevo.
Vamos, Roman. Piensa...
—¿Qué tal un artículo sobre el próximo juego?
Seth giró lentamente su asiento hacia el frente, a la par en que miraba en dirección al miembro de la Lista F que había dicho eso. Incluso si no lo hizo con preciso interés, había hecho una muy buena sugerencia.
Aunque ni yo me lo creyera.
Ambrose no pareció notar nuestras estupefactas miradas hasta un par de minutos de silencio, a lo que no tardó en levantar la cabeza y pasar sus ojos de los de Seth a los míos con confusión.
—¿Por qué me miran así?—preguntó, para luego encogerse de hombros.—Estoy aquí para dar ideas ¿no?
—Explícate, Lista F.—habló el bicolor antes de que pudiera hacerlo.—¿A qué te refieres con eso del juego?
El ojiazul frunció su ceño por alguna razón.
—No me digan que no saben del gran juego en dos semanas.
Para su mala fortuna, ambos nos miramos sin señal alguna de saber lo que estaba hablando, volviendo a mirar al castaño y que este abriera sus ojos alarmado.
—¿Me están jodiendo?
—No somos de la Lista F, Ambrose.—dijo Rollins.—No sabemos más de lo que investigamos a través de fuentes confidenciales.
—Fuentes, mi culo.—se burló el chico de converse gastados y sonrisa incrédula.—Todos ya saben que sus "fuentes confederales" son la chica A y Bernard, el enano que tiene clases de Español conmigo.
—En primera, es Benjamin.—lo corregí tras aguantar una respiración.—Y en segunda, la palabra no es "confederal", Ambrose. Es confidencial.
Ambrose rodó sus ojos, a la par en que dejaba salir un gruñido exasperado antes de volver a su compostura inicial.
—¿Quieren mi idea o no, geniesitos?
Miré a Seth, parecía tan frustrado como yo, pero supe de inmediato el mensaje con solo verle suspirar y dejar caer sus hombros.
Tragué con suavidad y volví a observar al castaño:- Sigue hablando.
Orgulloso, él se levantó de su lugar y tomó asiento sobre su mesa. Casi volcó el florero, pero fue lo suficientemente rápido para cogerlo y dejarlo en su lugar de nuevo.
—En dos semanas será el partido más importante de la temporada, o más bien de toda la vida del equipo entero.—empezó a explicarnos.—Los eternos rivales de la escuela se enfrentarán por pasar al torneo que los llevará a la copa.
—¿Y qué con eso?—preguntó Seth, ganándose la mirada del castaño.—Nunca han perdido un partido ¿no?
—Pregúntale a Orton si quieres, Seth.—le respondió con suma facilidad, antes de negar suavemente con su cabeza.—Nuestra escuela nunca ha podido ganarle a su equipo, nunca jamás.
El bicolor pareció quedarse sin palabras, tragando y cerrando suavemente su laptop. Volvió su atención a las palabras de nuestro nuevo miembro.
—Incluso si tienen a su amigo grandote en el equipo desde el año pasado, los hicieron añicos y Orton terminó con un brazo lastimado casi por tres meses.—dejó salir una pequeña respiración por su nariz.—Es casi un hecho de que podrían hacerlos polvo otra vez.
—Entonces, tu punto es que ¿escribamos sobre eso?- comentó nuevamente el atento bicolor.
—Exacto. Puedo conseguirles fotografías muy fácilmente, y como fuente podemos entrevistar a Paige que está en el equipo de porristas.
—¿Quién es Paige?
—Una perra que no se calla jamás.—sonrió el ojiazul.—Estará encantada de ayudarnos.
—¿Tú qué piensas, Rome?
Probablemente me veía como un imbécil, o al menos así me reflejé en los ojos del rey de la Lista F al momento en que giró a verme y estaba más que paralizado. Pero rápidamente volví en mí, agitando un poco la cabeza y volviendo a hablar.
—Sí...Por mí está bien.—me aclaré la garganta una vez más, tratando de quitar aquel extraño sonido en el que mi voz había salido.—De hecho, me parece una idea brillante.
No pude evitar sonreír de lado al mirar al ojiazul, el cual me observó en silencio por un momento arqueando lentamente su ceja. Casi pude ver la forma en que sus labios lentamente se atrevían a curvarse en una sonrisa.
—¿Ves que pasan cosas buenas cuando usas ese minúsculo cerebro que tienes, Ambrose?
La sonrisa se esfumó y el ceño de Ambrose se frunció. No pude evitar carcajearme incluso cuando me golpeó con fuerza en el brazo.
Molesto, se resignó a volver a sentarse en su lugar e ignorarnos nuevamente.
—Agradéceme al menos.—gruñó por lo bajo.
Poco a poco mi risa se extinguió, incluso vi a Seth cubrirse la boca para no reír. Sin embargo, cuando volví a mis casillas, estiré mi brazo y dejé que una de mis manos cayera suavemente sobre su hombro cubierto por aquella sudadera de color negro.
Bajo mi tacto pude sentir lo paralizado que se quedó, e incluso creí escucharlo jadear por la sorpresa.
—Gracias, Ambrose. Buen trabajo.
Palmeé su hombro una última vez, para a continuación volver a centrarme en el asunto.
—Ya que ahora tenemos la idea, creo que necesitamos un incentivo para ponernos a trabajar.
—¡Al fin!—chilló emocionado el escritor, levantándose de su silla casi tan rápido como el viento.
—¿Incentivo?—murmuró el perplejo miembro de la Lista F, girando hacia mí.—¿De qué hablas? No me digas que beben alcohol en el club o algo, porque eso estaría estupendo.
—Claro que no.—dije, sin temor a calmar sus aires de esperanza. Busqué en mi mochila y saqué mi billetera.—Siempre compramos unas sodas de la máquina del subterráneo, además de galletas para pasar el resto de la tarde.
—¡Yo quiero patatas fritas!
Seth seguía gritando como un niño pequeño, buscando como loco entre sus cosas para encontrar su dinero. Solo sonreí un poco y volví a mirar al ojiazul todavía perdido en la situación.
—Nosotros te invitamos esta vez, no te preocupes.—le dije con amabilidad.—Pero quédate a cuidar del club ¿de acuerdo?
Hizo una pausa, pareciendo morder su mejilla y luego volviendo a girar hacia el frente.
—Claro, como sea.
—Bien.
Me alejé de mi escritorio, confiando por primera vez en Ambrose y siguiendo a Seth a las afueras del club de periodismo. Cerré la puerta detrás de mí y me dispuse a seguirlo hacia el lugar que siempre frecuentábamos.
—Rome.—me llamó el bicolor, pareciendo dejar de lado la alegría por un momento.
—¿Qué?
—¿Acaso acabas de confiarle nuestro club al rey del desastre y el puterío Dean Ambrose?
Me detuve por un segundo, pensando en que mi amigo tenía razón. Dentro del salón habíamos dejado al chico que todos calificaban como el desastre más grande de la escuela, aquel que era la pesadilla de los maestros y la destrucción personificada.
Dean Ambrose solía ser sinónimo de problemas.
Sin embargo, sonreí ligeramente de lado y luego dije:—Estará bien, confiemos en él aunque sea esta vez.
La alarma que resonó a tan solo pasos detrás de nosotros me hizo rápidamente retractarme de aquella decisión.
Ambos nos miramos para murmurar al mismo tiempo:—Ambrose.
Corrimos lo más rápido que pudimos, incluso si Seth casi tropieza con sus propios pies o casi se golpea contra la puerta antes de que la abriera.
Encontramos al castaño miembro de la Lista F empapado de los pies a la cabeza, con un cigarrillo entre sus dedos echando humo oscuro al ser apagado por el agua que caía sobre sí gracias a la alarma de humo que se había activado.
Seth se quedó helado, en especial al ver el desastre que había vuelto a ser nuestro salón a causa de toda el agua que cayó sobre los escritorios.
—¡Mi laptop!—gritó asustado, antes de hacerme a un lado y correr hacia su escritorio.
Ambrose dejó caer el cigarrillo al suelo, para luego agitar su cabello mojado como si fuera un perro. Cuando volvió su mirada hacia la puerta, solo me sonrió de lado con lo que parecía querer fingir como inocencia.
Con la misma seriedad tan familiar en mi rostro, caminé por el suelo mojado y me detuve frente a él. A continuación, estiré mi mano.
—Dámelos.
Ambrose se quedó viendo mi mano por un instante, pero captó rápidamente a lo que me refería. Y sin arrebatos, buscó en el bolsillo de su sudadera para tomar aquella caja que depositó en la palma de mi mano.
Negué brevemente hacia él, apretando mis labios y luego guardando la caja de cigarrillos en el bolsillo de mi pantalón.
—Tendremos que trabajar en eso de nuestra confianza en ti, Ambrose. Por ahora, vamos a limpiar.
***
Bebí el último trago de soda de moras sobre mi escritorio, apretando ligeramente la lata antes de arrojarla a la basura y disponerme a volver a la lectura frente a mí. Seth me había dejado su laptop, que milagrosamente se salvó del agua de la alarma de humo, para investigar un poco sobre la trayectoria deportiva de nuestro equipo de football.
Sin embargo, mis ojos ya comenzaban a doler y no pude evitar quitarme las gafas para cerrarlos con fuerza a causa de la incomodidad.
—Has leído suficiente por hoy, ¿no lo crees, geniesito?
Giré mi cansada mirada hacia el castaño. Seguía en su lugar junto a mi escritorio incluso cuando Seth se había ido hace más de dos horas, con sus pies sobre la mesa y aquel cuaderno que llenaba constantemente de garabatos sobre sus piernas cubiertas por sus gastados jeans color negro.
En sus labios se encontraba un palito blanco, lo cual me hizo fruncir el ceño.
—Ambrose, tardamos casi una hora en secar todo.—comencé a regañarlo, ganándome su perplejo semblante.—Creí que me habías entregado tus cigarrillos.
Por alguna razón, él sonrió.
Había fruncido mi entrecejo, sin dejar de acariciarme la sien por el cansancio cuando tomó el palito y me enseñó la paleta de color rojo que tenía en la boca.
—Solo es un caramelo, Reigns. Cálmate un poco.
Joder...
—Diablos...—murmuré casi entre dientes.—Lo lamento, Ambrose.
—En serio te ves exhausto, Lista A. Deberías darte un descanso.
Gruñí por lo bajo, volviendo a colocarme mis gafas y regresando mi mirada a la pantalla.
—No puedo. Tan solo nos quedan dos semanas para el juego, el artículo debe estar listo para entonces.—solté una respiración, pero eso no calmó para nada la tensión en mi ser.—No tenemos a Rusev, eso quiere decir que no tendremos fotos para esto y...Realmente siento que no estoy avanzando nada.
—Reigns...
—Siento que me explotará la cabeza.
—Reigns.
—¿¡Qué!?
No me di cuenta la fuerza con la que grité hasta que mis ojos furiosos se encontraron con los del castaño. Pero él solo me observaba, ahora de pie con sus manos sobre mi escritorio y algo inclinado sobre este para encontrar sus ojos con los míos.
Estaba portándome como un idiota sin razón aparente.
—L-Lo siento, Ambrose.—balbuceé, teniendo que aclarar mi garganta por la repentina sensación nerviosa.—No sé qué es lo que pasa conmigo.
—Odio decírtelo, Reigns. Pero yo sí lo sé.
Parpadeé, a la par en que veía al rey de la Lista F tomar una respiración y soltarla con lentitud. Movía un poco su pie en el suelo, como si se debatiera consigo mismo antes de hablar.
—He estado aquí...¿tres días?
—Ha sido una semana, Ambrose.
Rodando los ojos dijo:—Eso no importa.
Me encogí de hombros. Solo había respondido a su pregunta casual.
—Lo que decía.—continuó, luego de aparentemente tragar su exasperación.—En el tiempo que llevo aquí, me he dado cuenta de lo que formaste aquí. Incluso lo noté las pocas veces en que te vi con tus ñoños amigos.
Fruncí el ceño ante lo último, pero él no le dio mucha importancia al tomar una pausa y seguir hablando.
—Vi a un equipo.
Mis cejas se alzaron ligeramente ante sus palabras, a la par en que perdía las mías tan rápido como las ecuaciones que podía hacer.
—Ustedes son el club más aburrido en el que alguna vez he estado y estaré...
Solo susurré:—Gracias.
—Pero, Reigns.—volvió a mirarme directamente a los ojos, no pude evitar tragar con suavidad.—Tienes que entender que no estás solo en esto.—se encogió ligeramente de hombros.—Admito que soy un tonto de vez en cuando, y que realmente no te agrado al igual que tú a mí.
Una presión se coló en mi pecho, intenté ignorarla y seguí observándole.
—Pero si estoy aquí, trataré de dejar eso de lado al menos esta vez y ayudaré.—lentamente se separó de mi escritorio, caminando por ahí mientras seguía hablando.—No sé tomar fotos tan bien como el grandote, pero puedo tratar. También sé algunas cosas sobre los demás clubes y la trayectoria de los Lobos.
—¿Cómo es que tienes información? Creí que eras...
—Un idiota.—completó, sonriendo un poco de lado al girar sobre sus converse y encontrar mi mirada.—Lo soy. Pero trato de asegurarme de dos cosas respecto a la maldita falsedad que vivo todos los días, Reigns.
Me quedé sin palabras, frunciendo ligeramente mi ceño pero la curiosidad rogaba por brillar en mis ojos. No podía negarlo, quería saber más.
—Trato de decirme que algunos de mis pocos amigos no son falsos, uno de ellos juega en el equipo y nos puede ayudar.—se quedó en silencio por un rato, apoyándose en su mesa antes de volver a abrir la boca.—Y la chica que trato de decir que me amó alguna vez era representante del comité estudiantil, así que tengo información de los clubes también.
No pude ignorar el hecho de que mirara a otro sitio al hablar de Renee, como si realmente no pudiera aceptar todavía lo que sea que les haya pasado para que rompieran. Incluso me sentí curioso por ello, pero hice más caso a mi cerebro esta vez y me contuve.
—Gracias, Ambrose.—el castaño giró al escucharme. Con suavidad curvé mis labios en una sonrisa de lado.—Me alegra saber que cuento contigo en este equipo.
Momento...¿En serio acabo de decir eso?
El silencio rápidamente se volvió incómodo, al menos para mí que solo me había quedado como idiota viendo al rey de la Lista F rascar su nuca y mirar a sus pies.
—Uhm...De nada.—murmuró luego de segundos casi eternos.—Me alegro de servir de algo, supongo.
—S-Sí, claro.
Volví en mis casillas, parpadeando varias veces y tragando en tanto me decía mentalmente lo estúpido que debía de estarme viendo.
Me dispuse a volver a leer el artículo en la pantalla de la laptop, sin embargo, esta fue cerrada casi al instante. Alcé de inmediato la cabeza, encontrando a Ambrose con una mirada acusadora mientras jugueteaba con el caramelo en su boca.
—Ambrose, tengo que seguir trabajando...
—¿Acaso no escuchaste ni mierda de lo que dije?—me cortó con brusquedad, aunque aparentemente eso ni le importó.—Te dije que técnicamente soy parte de tu equipo de ñoños ahora.
—Nunca dijiste eso.
Entrecerró sus ojos hacia mí, parecía estarse exasperando y probablemente quería darme un golpe en la cara.
—No lo dije con exactitud ¿de acuerdo? Piensa más allá de lo específico.—me regañó. Nos quedamos en silencio, hasta que él bufó entre dientes y agarró la laptop de encima de mi escritorio.—A lo que me refiero es a que te des un maldito descanso, yo seguiré leyendo.
—¿Que tú qué?—no pude evitar enarcar una ceja y sonreír lentamente.—Disculpa ¿te golpeaste la cabeza?
—Sí, sí, muy divertido, Reigns.—murmuró con molestia, tomando la computadora contra su pecho y acomodando todo en su escritorio para poder ponerla ahí.—Esta será la única vez que verás al rey de la Lista F leer algo y tomar notas de ello, así que no le digas a nadie o todo este lugar va a terminar lleno de olor a nicotina ¿entendido?
Me hacía gracia, no lo podía negar. Pero en alguna parte de mí, la sonrisa en mi boca era de sincera entretención en lugar del sarcasmo o ironía que solía reinar entre nosotros.
—No le diré a nadie, no te preocupes.
Ambrose me dio una última mirada, para a continuación sentarse en su lugar y abrir la laptop para enfrascarse en la lectura.
Nunca creí que vería tal cosa, pero no podía evitar seguir sonriendo incluso cuando me daba la espalda. Sin embargo, una parte de mí comenzaba a gritarme qué demonios me ocurría.
¿Desde cuando era feliz con sus palabras? ¿Desde cuando confiaba en ellas? Por favor, era Dean Ambrose. No me agradaba, lo detestaba por su actitud de chico malo y egocéntrica, siempre había hecho mi vida un calvario cada que lo nombraban.
El dolor de cabeza comenzaba a aumentar, por lo que me dije a mí mismo que no era el momento de pensar en esas cosas y solo hice caso esta vez a lo que el rey de la Lista F me dijo y decidí descansar un rato.
Los minutos pasaban y me arrepentía de ello. Aunque ya no me doliera tanto la cabeza o la vista, comenzaba a aburrirme.
Pero Ambrose se veía realmente concentrado, anotando unas cosas con su letra poco comprensible desde mi lugar y gruñendo de vez en cuando no comprendía algunas cosas.
Mi vista solo viajaba por el lugar, en busca de algo de distracción. Fue en ese instante que mis ojos se encontraron con aquella radio en una de las estanterías detrás del escritorio de Rusev.
Me levanté de mi lugar y me dirigí en esa dirección, no tardé en sentir la mirada de Ambrose sobre mí antes de que preguntara:—¿Qué haces, Lista A?
—¿No te gustaría escuchar un poco de música?—dije mientras tomaba el aparato y soplaba un poco del polvo que se había acumulado.
Cuando volteé, solo encontré al castaño con una ceja alzada y el lápiz inmóvil sobre la hoja de papel bajo su brazo. Movió un poco sus labios, como si pensara en asunto mientras me observaba de pie instalando la radio.
—No creo que tengamos gustos parecidos.—dijo por fin, a lo que solo reí ligeramente sin abandonar mi concentración en los cables.
—Eso veremos.
—Por cierto ¿de dónde sacaste eso?—continuó, podía imaginarlo con su ceño fruncido.—Se ve como si tuviera mil años.
—Soy fanático de las cosas antiguas ¿de acuerdo?—golpeé mis palmas para quitarme el polvo una vez instalada la radio.—Mi padre me la dio cuando tenía once años, pero en casa mis primos siempre trataban de destruirla. Así que mejor la traje al club en cuanto me inscribí.
—Suena a una buena jugada, Reigns.
Un segundo...¿Acaso le estaba contando sobre mí?
Vamos, Roman, esto ya es demasiado.
Ignoré a esa vocesilla y comencé a jugar con las estaciones de radio, buscando entre los insistentes chicharreos por una canción buena. O al menos algo que pudiera oírse sin perforarte los oídos.
El castaño se había cubierto uno de sus oídos con su mano libre por el chicharreo realmente incómodo, en tanto trataba de apresurarme.
Fue en ese instante que cierta melodía comenzó a tomar sentido y cambió esa molesta acústica por algo digno de ser escuchado.
»I got chills
they're multiplying
and I'm losing control
'cause the power you're supplying
It's electrifying! «
Sonreí hacia la radio, para a continuación dirigirme a mi asiento en tanto tarareaba aquella melodía que me era tan familiar.
En realidad, era una de mis canciones favoritas dijeran lo que dijeran.
—You better shape up 'cause I need a man, and my heart is set on you you better shape up, you better understand...To my heart I must be true.
Me quedé paralizado ante aquel canto que se escuchó a la par con el de Olivia interpretando a Sandy, girando lentamente hacia mi escritorio y quedándome embobado al ver al ojiazul moviendo su cabeza al ritmo de la canción y cantando bajito sin quitar su mirada de la pantalla de la laptop.
Pasó un rato para que notara mi paralizada mirada sobre él, a lo que sonrió cómplice.
Ese fue el único momento en que no escuché a mi cerebro Lista A y sonriendo canté: —Nothing left nothing left for me to do.
Sin dejar de mirarnos el uno al otro, la melodía continuó y cantamos al unísono: —You're the one that I want. Oo-oo-oo, honey. The one that I want. Oo-oo-oo, honey. The one that I want. Oo-oo-oo, the one I need. Oh, yes indeed
Nuestras risas se escucharon por el salón del club, justo antes de que Ambrose cerrase la computadora y se levantase de su lugar con una sonrisa de lado a lado.
Con mi corazón latiendo a mil, continué.
—If you're filled with affection, you're to shy to convey, better take my direction...Feel your way...
Ambrose fingió como si le dieran un disparo, para luego, con gran facilidad, subirse de un salto a mi mesa y comenzar a cantar de nuevo.
—¡Estás loco!—chillé con risa.
—I better shape up 'cause you need a man.— cantó ignorándome.
Me acerqué a él tendiendo mis manos siguiendo con la canción: —I need a man who can keep me satisfied...
Ambrose me dio sus manos, el tacto hizo que algo extraño me recorriera la espalda pero solo pude sonreír.
—I better shape up, If I'm gonna prove.— cantó él, sin dejar de sonreírme o verme a los ojos.
—You better prove. — seguí cantando, a la par en que lo ayudaba a bajar y que sus pies volvieran a tocar el suelo. Sin embargo, no solté sus manos vendadas.—That my faith is justified...
—Are you sure?
Juntos cantamos: —Yes I'm sure down deep inside.
Nuestros ojos seguían en los del otro cuando dejamos de cantar, dejando que la melodía en la radio siguiera por sí sola.
Bastó ese momento para que todo cobrara sentido otra vez y mi razón volviera.
Estaba de pie en medio del salón del club, sonriéndole a Ambrose y sosteniendo sus manos luego de cantar una canción por la cual siempre me molestaron por ser más antigua de lo que algunos podían recordar.
Y lo más extraño de todo, no me sentí para nada mal de cantarla con él.
Mi respiración era agitada como la suya, mis ojos se reflejaban en los suyos. Hasta el momento en que ambos parecimos volver de nuestro ensueño y nos alejamos del otro con más brusquedad de la pensada.
Me apoyé de mi escritorio y él rascó su nuca mientras caminaba hacia el suyo aclarándose la garganta.
Diablos, diablos ¡Mil diablos!
—L-Lo siento.—me atreví a hablar, aunque resultara más un nervioso balbuceo.—Me dejé llevar.
—Sí...yo también. Lo lamento.
No quería lamentarlo, no entendía por qué, pero la disculpa no era en serio para mí.
—No creí que...—retomé el habla, tratando de pasar por alto el temblor en mi voz.—Que te supieras esa canción.
—Ni que tú lo hicieras.—Ambrose giró, sonriendo nuevamente.—Parece que tenemos gusto musical parecido también.
Maldita sea esa sonrisa que se formó en mi boca cuando le dije:—Eso parece.
No hablamos más sobre eso el resto de la tarde, solo dejamos que la radio continuara funcionando y en más de alguna ocasión tarareabamos las mismas canciones. Pero bastaba que nos miráramos para parar de cantar y desviar nuestro semblante hacia otro sitio.
Pensé que lo mejor era continuar trabajando sin necesidad de alterarse por ello.
***
—¡Reigns!
Salí de mi ensueño, parpadeando múltiples veces antes de darme cuenta que el miembro de la Lista F me llamaba desde el otro extremo del escritorio.
—¿Q-Qué?
—Te estoy diciendo que ya terminé de leer.—murmuró con seriedad.
Demonios, tenía que prestar más atención.
—C-Claro.—balbuceé como pude, alzando mis manos hacia él.—Dame la computadora, revisaremos luego lo que tienes.
Ambrose obedeció, entregándome el aparato con suavidad y metiendo sus manos al interior de los bolsillos de su sudadera. Miró brevemente hacia las ventanas del salón antes de volver a hablar.
—Se hace tarde ¿no crees?
Alcé mi mirada hacia él, para luego girar y seguir la dirección en la que estaba su campo visual. El cielo ya casi nocturno podía visualizarse, un color bastante bonito en el silencio pero demostrándome que no había sido capaz de darme cuenta de la noción del tiempo.
—Tienes razón.—dije, comenzando a guardar los archivos y la laptop misma.—Lo mejor será que nos vayamos, nuestros padres se preocuparán.
Ambrose bufó, todavía jugando con sus manos al interior de sus bolsillos para luego murmurar:—Los tuyos. De los míos no te preocupes.
¿Qué quería decir exactamente con eso?
El castaño pasó por alto su comentario, agarrando su mochila y dirigiéndose a la puerta del club. Decidí apresurarme, agarrando mi mochila y disponiéndome a hacer lo mismo.
—Uhm...¿Reigns?
—¿Sí?
—Creo...que estamos encerrados.
Fruncí el ceño a la par en que lo mirada. El ojiazul trataba de mover el picaporte de la puerta, pero no había caso y este ni siquiera giraba como debería.
—¿De qué hablas?—tomé con más fuerza mi mochila y me encaminé hacia él.—Vamos, déjame a mí.
Hice a un lado al rey de la Lista F, agarrando el picaporte e intentando lo mismo. Efectivamente, este no giraba, como si estuviese cerrado con llave.
Lo intenté un par de veces más, pero solo terminé frunciendo mis labios sin resultado alguno.
—Parece que sí está cerrada.—dije con un suspiro.—Tal vez Seth cerró mal o algo. ¿Tienes tu llave?
—Yep...
Ambrose metió una de sus manos a su bolsillo, buscando la llave que le había dado en cuanto comenzó a ser parte de nuestro club. Pero mi garganta se hizo un nudo cuando el horror coloreó su rostro y comenzó a buscar desesperado en todos sus bolsillos.
Luego de un rato, levantó la cabeza y se relamió los labios antes de murmurar:—Uhm...Nope.
—¿Qué diablos quieres decir con eso?—reclamé con mi ceño fruncido.
—Creo que no tengo la llave, debí dejarla en otro lado.
—¿Es una jodida broma?—me llevé una de las manos a la cara, comenzando a exasperarme.
—Relájate un poco, rey de los ñoños. Podemos usar tu llave ¿no?
—¡La llave que te di era mi llave!—exclamé, perdiendo la calma más rápido de lo que creí.—¿No sabes dónde has dejado tu llave?
Ambrose, incluso más tranquilo que yo por la situación, pareció pensar un momento sobre el asunto.
—Veamos... El enano me pidió que fuera por las sodas, así que abrí la puerta con la llave cuando volví con mis manos ocupadas y...—por alguna razón, se interrumpió cerrando su puño y cerrando fuertemente sus ojos y labios.
—¿Qué? ¿Qué hiciste?—pregunté ya algo desesperado.
—Creo, solo creo...Que tal vez dejé la llave por fuera.
Mis ojos se abrieron y el hilo que detenía cualquier forma de calma se rompió. Odiaba los espacios cerrados, por lo que esto comenzaba a alterarme más rápido de lo que quería.
—¡Oh, joder!—grité con fastidio.—¡Eso en serio es genial, Ambrose! ¡Muy buen trabajo!
—Oye, todos nos podemos equivocar, Lista A.—contradijo con su ceño fruncido.—No todos somos perfectos como tú.
—No se trata de eso, Ambrose.—gruñí.—Estamos encerrados quizás por cuánto tiempo.
El ojiazul se encogió de hombros.
—Llama al enano o algo, él debe tener otra llave.
—Dejé mi celular en mi casillero.—Ambrose me observó con su mandíbula apretada, volví a exasperarme.—¿Qué me miras así? Usa tu celular entonces.
Otra vez ese silencio repentino que solo traía malas noticias, en especial hoy.
—Anderson me lo quitó como castigo.
Agh. Perfecto, realmente perfecto.
—Genial.—bufé sarcástico, pasando mis manos por mi cabello y apoyándome de uno de los lados del escritorio de Seth.—Ahora sí que estamos jodidos.
—Solo estamos encerrados en tu madriguera de ñoños, Reigns. No es tan terrible.
—Sabía que no tenía que confiar en ti.—susurré, acariciando mi sien con uno de mis dedos.
—¿Desde cuándo confías en mí?—se burló alzando su tono de voz.—Lo único que sabes es actuar como si fueras el imbécil más perfecto de la tierra y a mí me tratas como un hijo de puta que no puede hacer nada bien.
—¿¡Que acaso no es así!?
Las palabras solo me salieron, culpando a la ira del momento pero doliendo en algún lado en cuanto miré a Ambrose a los ojos. El enojo se reflejaba en sus iris azules, pero podía ver que mis palabras mismas lo estaban afectando.
—¡Activas la alarma de humo, nos encierras a los dos aquí, causas que a Rusev lo expulsen del club y por poco causas que este se destruya!—continué con mis arrebatados gritos.—Por donde lo miremos, Ambrose, ¡Tú no sabes hacer nada bien!
Mis palabras eran tan letales como un cuchillo, por algún momento esperé que volviésemos a los puños y estos ya me ardían en tanto mantenía mis nudillos apretados a cada lado de mi cuerpo. Sin embargo, el castaño frente a mí que solo apretaba la mandíbula y esta llegaba a temblar por la fuerza y su ceño fruncido, no hizo aquello que esperaba.
Apartó la mirada hacia otro sitio y susurró casi inaudible:—Vete a la mierda.
Mis hombros cayeron y poco a poco sentí que aquella ira se desvanecía. Era como si el esperar algún golpe estuviera ya en mi rutina cada vez que discutíamos.
¿Por qué sentía aquello? Era como si, me doliera verlo ahora.
Ambrose lanzó bruscamente su mochila al suelo, para a continuación caminar a pisotones hacia el escritorio de Rusev. Solo observé cómo se sentaba en el suelo y, apoyando su espalda contra la madera, abrazaba sus rodillas cerca de sí sin dirigirme la mirada.
De todas formas pregunté:—¿Qué crees que haces?
—Estoy cansado.—gruñó con simpleza.—Intentaré dormir un poco hasta que podamos salir de aquí.
—No puedes hacer eso, Ambrose. Al menos usa una silla.
—Ya te dije que te fueras a la mierda, Reigns.—continuó hablando, dándome una mordaz mirada bastante breve.—Así que hazlo y no me hables hasta que podamos salir de aquí. Después de todo, no sé hacer nada bien.
Un segundo...Acaso ¿lo había lastimado?
—Ambrose, ¿qué...?
—Te dije que te callaras, Lista F.—me interrumpió, apegando su cabeza a sus rodillas y evitando mi mirada.—Ahórratelo ¿quieres?
No pude decir nada, solo quedarme en mi lugar mirándole. Parecía acostumbrado a estar en esa posición que a mí me resultaba personalmente incómoda, escondiendo su cabeza y manteniendo su respiración regular. Desde ese momento, no volvimos a compartir palabra.
Terminé quedándome nuevamente en mi escritorio y Ambrose se quedó dormido en aquel lugar. Me resigné a tratar de resolver algunos ejercicios de química, pero mi concentración era tan poca que miraba el cuaderno y tras escribir algunos números volvía a levantar mi semblante para observar al castaño en la misma posición.
No podía evitar pensar que tal vez, solo tal vez, lo había lastimado en serio con lo que dije.
Mordí mi labio inferior, cerrando el cuaderno con suavidad y dejándolo de lado lo más silencioso que podía.
La noche ya estaba avanzada, por lo que solo había encendido la lámpara de lectura en mi escritorio y agradecía que estuviese usando una chaqueta bastante gruesa. Entonces miré a nuestro nuevo integrante del club, notando al instante que algo malo pasaba con él.
Con cuidado me levanté de mi lugar, caminando silencioso por el club hasta llegar junto a él todavía abrazando sus rodillas. En más de alguna ocasión se había removido y ahora apegaba su cabeza hacia un lado del escritorio con sus respiraciones ligeras por el sueño.
Me coloqué de cuclillas hasta estar a su altura, debatiéndome por un momento pero acercando luego mi mano a una de las suyas.
—Ambrose...—me interrumpí, frunciendo mi ceño y luego alzando mi alarmado semblante.—Estás helado.
Efectivamente, algunas veces creí haberle visto temblar pero pensé que solo era mi imaginación. Además, se veía que esa sudadera que traía era mucho más delgada que la chaqueta que siempre solía traer consigo.
No dudé en levantarme y casi correr hacia uno de los estantes cercanos al escritorio de Rusev, rogando que lo que buscaba siguiera ahí.
Sonreí brevemente cuando mis dedos tantearon esa suave manta que más de alguna vez le arrebaté a nuestro fotógrafo en el invierno cuando no quería trabajar. Con ella entre mis manos, volví con Ambrose.
—No...
Escuché su balbuceo, justo cuando regresé junto a él y me dispuse a colocarle la manta. Pero comenzó a removerse, su frente brillaba por el sudor y su rostro se fruncía con dolor.
—No te me acerques...No...
¿Estaba teniendo una pesadilla?
Dejé de moverme, bajando mis manos con la manta y apretando mis labios al pensar en algo más. Se veía que estaba sufriendo por lo que sea que soñaba.
—Okay, no me dejas opción.
Echándome la manta al hombro, tuve cuidado al acercarme a él y pasar uno de mis brazos detrás de sus rodillas y apegar su cuerpo cerca de mi pecho con el otro.
Lo cargué con suavidad en mis brazos hasta mi escritorio, teniendo extrema delicadeza de no golpear sus piernas con algo y mirándole de vez en cuando para cerciorarme de que no se había despertado.
Recordaba que mi padre me llevaba a la cama cuando me ocultaba de mis primos y sus historias de terror, me dejaba quedarme en su regazo hasta que me quedase dormido y al día siguiente parecía que el miedo se había desvanecido por completo.
Volví a sentarme en mi silla giratoria, apegando suavemente el cuerpo del dormido castaño al mío. De vez en cuando lo escuchaba jadear entre dientes y sus manos se apegaban a mi camiseta, apretando esta a la par de su ceño.
Con la misma cautela nos cubrí a ambos con la manta, esperando que no se resfriara o algo luego de su brillante idea de dormir ahí.
Pensé que podría despertarlo, pero algo se sentía extraño en mí cada vez que le veía.
Me sentía culpable luego de lo que le dije.
Sin siquiera saber las razones, apreté mis labios en una fina línea y, todavía con el chico F durmiendo entre mis brazos, lo abracé cerca de mí y apoyé mi mentón en la cima de su cabeza.
Pensé en solo descansar un poco, pero la cálida sensación de su cuerpo cerca del mío que poco a poco se relajaba, me reconfortó tanto que terminé cediendo a los brazos de morfeo.
***
—Bienvenido, señor Reigns.— aquella mujer de cabello rubio y una diadema color negro me sonrió con amabilidad.— Mi nombre es Elizabeth Phoenix, soy la directora.
—Es un placer conocerla.— dije al estrechar su mano con suavidad.
Su sonrisa era realmente cálida, lo cual de alguna manera trataba de usar como incentivo para sentirme menos nervioso. Sentía que vomitaría en cualquier momento o me enredaría con mis propios pies en el suelo.
Debía de estarme viendo ridículo.
—Imagino que estás muy nervioso.— siguió hablando, interrumpiendo mi pequeño ensueño.—Te entiendo perfectamente. Cambiar de ciudad, ser el nuevo en la escuela y todo eso...— colocó una mano delicadamente sobre mi hombro.—Suena complicado.
—Lo es.—fue lo único que pude balbucear, teniendo que tragar antes de continuar.—Mi padre es parte del ejército, así que usualmente solo somos mi madre y yo, así que pensó que lo mejor era mudarnos aquí cerca de mis primos.
—Tu madre tiene razón en pensar en lo mejor para su hijo, cariño.
Eso lo sabía. Sin embargo, el hecho de saber que no había visto a mi padre en mucho tiempo seguía siendo la razón de que me sintiera inseguro con cada uno de mis pasos.
Lo necesitaba, pero él estaba defendiendo al país y todo eso. Eso me repetía mamá, por lo que ya era una cinta sin pausa y más repetición en mi cabeza.
—¿Quieres que te enseñe tu salón?—volvió a hablar la directora, nuevamente pillándome distraído en mis fantasías.—No queremos que llegues tarde a tu primera clase aquí después de todo.
— C-Claro.— rápidamente volví en mí, agarrando con más fuerza mi mochila.—Se lo agradezco.
La pelirrubia me dio una pequeña sonrisa, para a continuación hacerse camino por los pasillos con algunos alumnos frecuentando.
Me gané más de alguna mirada que me hizo sentir algo cohibido, pero me las arreglé para mantener mi mirada en alto y no flaquear sobre mis piernas temblando.
Se veía como una escuela común y corriente, con casilleros y amenas conversaciones entre estudiantes, o eso pensé hasta que cierto panel al final de uno de los pasillos me llamó la atención.
No pude evitar quedarme de pie en frente a aquel panel, mirándolo con curiosidad incluso cuando la directora notó que me había quedado atrás y volvió por mí.
— ¿Te ha llamado la atención?— preguntó con lo que pude notar un poco de diversión.
— ¿Lista A y Lista F?— murmuré bajito, frunciendo el ceño con perplejidad.— ¿De qué se trata?
— Le explicaré, señor Reigns.
La fémina dio un par de pasos más cerca, poniendo una de sus manos sobre la hoja de papel llena de nombres como en una lista.
— Nuestra escuela se rige por dos grupos muy diferentes.— comenzó a explicar, moviendo su mano a la izquierda primero.— En la Lista A tenemos a los buenos estudiantes, aquellos que consiguen buenas calificaciones y entregan valores a nuestra institución. La parte más enorgullecedora de nuestra escuela.
Mi mirada pasaba curiosa por los nombres. Por supuesto, no conocía a nadie. Pero pude ver que el primer puesto lo tenía un tal Seth Rollins.
— Por desgracia, todo equilibrio tiene su contraparte.— la directora suspiró, a la par en que movía su mano hacia el lado derecho del panel.— Aquí tenemos a los miembros de la Lista F.
Mi campo visual se movió hacia los nombres escritos en rojo, repasando todos ellos.
—Todos los que se encuentran en esta lista no se han destacado por un buen desempeño, pero espero cada día que los miembros se reduzcan y todos puedan estar en la Lista A en algún momento.
Mis ojos entonces se detuvieron en el primer nombre de esa lista.
Dean Ambrose.
¿Cómo podía existir alguien que encabezara dicha lista? Sentí curiosidad de preguntar.
Sin embargo, me vi interrumpido cuando la fémina junto a mí volvió a hablar: — Puedes pedirle a tus compañeros que te lo expliquen luego, pero estamos perdiendo tiempo.
— Claro. Lo lamento.
Bajé la mirada y con mi mano apretando la orilla de mi mochila le seguí por el resto de pasillo.
— ¡Vamos, chicos! ¡Todos a sus clases o tendrán que pasar el resto de la tarde en detención!— exclamó la directora al ver a unos cuantos chicos que todavía perdían el tiempo por los corredores.— Señor Orton, también le hablo a usted.
Un chico de cabello castaño corto solo la miró, para luego agarrar su bolso y comenzar a caminar tras darme una breve mirada. Tragué con suavidad, volviendo a observar el lugar hasta que cierta escena me llamó la atención.
Un chico estaba en su casillero no muy lejos de mí, lanzaba cosas al interior y gruñía de vez en cuando. A su lado había una chica bastante hermosa de cabello oscuro largo, su piel era más pálida de lo que creí haber visto en alguien alguna vez y sus ojos estaban perfectamente pintados de negro. Se encontraba apoyado a un lado de los casilleros, pareciendo sonreírle a aquel castaño que enfurecido decía cosas incomprensibles entre dientes.
Entonces hubo un momento en que se giró hacia su amiga para, al parecer, gritarle algo. Pero en ese instante, nuestros ojos se encontraron.
Sus iris azules causaron algo en mi pecho a pesar de la distancia, haciéndome temblar internamente y apretar con fuerza la mochila contra mi hombro.
Aquel desconocido, tras observarme en silencio por segundos que creí eternos, sonrió lentamente de lado. Y tras cerrar su casillero con un solo y brusco movimiento, giró sobre sus talones en tanto la pelinegra le seguía.
Tan solo en ese instante noté lo embobado que me había quedado, mirando al suelo y parpadeando varias veces con tal de volver en mis casillas.
Casi ni noté que la directora me observaba con una pequeña sonrisa antes de decir:— Veo que conoció al señor Ambrose.
¿Ambrose? ¿Él era Dean Ambrose?
Incluso si era mi primer día en aquella ciudad y escuela, la curiosidad ya comenzaba a consumirme, al igual que mi interés por él de alguna forma. No tenía razones para justificarlo tampoco.
— Señor Reigns.
Giré hacia la directora: —¿Sí?
— Le diré lo mismo que le digo a cada uno de mis estudiantes, sean nuevos o no.— asentí, en espera de lo que fuera que dijera con la ansia creciendo en mi estómago.— Si sabe lo que le conviene, no se acerque al señor Ambrose. Su nombre y su apellido solo significa problemas.
Muy dentro de mí, lo sabía. Sí que lo sabía.
Pero mi curiosidad y corazón parecían ignorarlo.
— ¿Señor Reigns? ¿Reigns?
— ¿Ah?
— ¡Roman!
Casi salté ante aquel grito. De un momento a otro miraba a la directora Phoenix, pero luego tuve en frente los ojos claros de aquel carismático rubio de la Lista F.
Estaba soñando.
— Chris...— hablé, casi en un murmuro adormilado. Logré ponerme un poco erguido, tratando de mantener mis ojos abiertos.— ¿Qué haces aquí?
— Esa es mi línea, cerebrito.— dijo con una pequeña risa de por medio. Entonces alzó una pequeña llave brillando entre sus dedos.— Encontré la llave por fuera, así que decidí entrar.
Me tallaba los ojos en un intento de recobrar la vista, sin embargo, dos cosas me hicieron paralizarme y dejar aquello de lado.
La primera, no podía ver sin mis anteojos.
Y la segunda, los hechos volvían a mi memoria y no hice más que alarmarme de inmediato.
— Mierda...¡Mierda!— exclamé de pronto, probablemente asustando al rubio.— ¿D-Dónde está...? ¿Dónde está Ambrose?
— ¿Ambrose?— preguntó perplejo de verme buscarlo por el lugar.— ¿Hablas de Dean Ambrose?
— Sí, él...
Recordé sus palabras, en especial aquella imagen que le gustaba mantener.
Tragué con dureza y recobré el habla.
— Sí...Me dijo que estaría aquí temprano.— mentí, tratando de ocultarlo con una sonrisa de lado.— Vaya mentiroso, eh.
— Muy normal en él.— afirmó Jericho, pareciendo creerse lo que decía.— Lo vi hace poco, me dijo que iría por un poco de ropa a casa y que trataría de volver para el segundo periodo. Yo solo estoy aquí temprano porque tengo sesión con mi tutor.
— Claro...
Chris enarcó una ceja.
— ¿Estás bien? Te ves preocupado, o muy tenso. ¿Acaso dormiste aquí?
Todos esos recuerdos del día anterior me golpeaban como pequeños dardos, doliendo en mi pecho y ayudándome a comprender ciertas cosas.
No pude decirle a Ambrose que lo sentía por lo que dije, incluso podía odiarme aún más luego de despertar entre mis brazos.
Vaya idiota que he sido.
Además, sentía que su imagen de él de alguna manera ahora me era...diferente.
Sí, dentro de mí estaba seguro. Él era diferente.
Pero la inseguridad seguía en mi interior, por lo que decidí no indagar más en el tema y retomar mi conversación con Jericho acerca de lo mucho que necesitaba otro sistema de cerraduras en el club de periodismo.
Gracias por todo el amor que le han dado a este fic :) Por alguna razón, me he inspirado mucho y las actualizaciones parecen ser muy frecuentes. Espero les guste el camino que está tomando la historia.
Nuevamente gracias ;) Todo el amor para ustedes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro