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10. Mascota de Roman

Usualmente disfrutaba la hora del almuerzo, digo ¿quién no? Puedes comer algo y luego hacer lo que se te dé en gana, incluso si es que eres tan listo como yo podías lograr saltarte la clase y tener más tiempo para ti en lugar de pasar frente a un aburrido viejo hablando sobre cosas que a nadie le importa que ocurrieron en el pasado. 

Digamos que no era fanático de la historia y era precisamente la clase que seguía. Aunque debo admitir que poder ver a Layla y a las tetas de Nikki no sonaba nada de mal. 

Bueno, trato de no meterme mucho con la segunda por respeto al crush secreto que Paige ha guardado por ella durante años y...porque ya estoy harto de Corbin y que me golpee cada que le miro el escote a su ex. 

Y pasar el almuerzo con su mirada molesta sobre mí, la de Brock y la de varios de mis compañeros de la Lista F no lo hacían un lecho de rosas esa tarde. 

Mordía con fuerza el macarrón con queso que me había llevado a la boca, pero incluso el extraño sabor a queso y masa no era capaz de distraerme de lo que sabía pasaba a unos metros de mí. Corbin probablemente le había contado a todos que traté de defender a un Lista A y, a juzgar por sus susurros y miradas en mi dirección, planeaban destruirme la cara. 

No les temía, ellos a mí sí. No sería la primera vez que manchaba mis vendajes con sangre ajena tampoco.

— ¿Te he dicho cuánto odio a todo el mundo?

Aquella queja saliendo de los labios de la pálida chica con traje de porrista logró sacarme de esa guerra de miradas que mantenía con mis supuestos "amigos"

Paige tomó asiento frente a mí en la gran mesa vacía, colocando la bandeja de su almuerzo con brusquedad sobre esta y quitándose algunos mechones de cabello oscuro del rostro mientras suspiraba. Justo cubrió mi campo visual, lo cual, aunque no quisiera aceptarlo, le agradecí internamente. 

Usualmente me tenían miedo, después de todo era el rey. Pero Corbin y yo no pasábamos en buenos términos, así que hacía cualquier cosa con tal de hacerme caer y tomar mi lugar. 

Parecía más una mafia que el grupo de idiotas que resultábamos ser. 

— Hey.— gruñó Paige, chasqueando sus dedos frente a mí. Parpadeé, tratando de regresar en mis sentidos.— Tierra llamando a Ambrose ¿estás ahí?

— Eso creo.— respondí, agitando mi cabeza y dejando que varios de mis cabellos rebeldes se desordenaran más.— Solo pensaba. 

—¿Tú? ¿Pensando?— una pequeña sonrisa se le escapó, a la par en que tomaba su tenedor y se dedicaba a revolver un poco su puré de papas.— Ajá, claro. Y a mí me gustan los penes. 

— No sueles hacer bromas sobre ti misma. 

Rápidamente decidí cambiar el tema, pareciendo dar en el blanco cuando ella dejó de jugar con su comida y apoyó su mentón sobre su puño cerrado. 

— Dime ya ¿qué ocurrió? 

El que evitara mi mirada, ocultara sus labios bajo la manga negra de su sudadera cubriendo sus dedos pálidos y que el tic nervioso de su pierna moviéndose bajo la mesa me estuviese volviendo loco solo eran señales de algo. 

Eso tenía el nombre de Nikki por todos lados. 

Cuando estas cosas ocurrían realmente me preocupaba por Paige. Y aunque ella trataba de ocultarlo bajo esa faceta gruñona y de poco interés, sabía que ella se derrumbaba cada vez más. 

— Paige, entenderé si no quieres hablar.— dejé de revolver mi comida y la miré a los ojos, o al menos eso intenté.—  Pero en serio me preocupo por ti. 

— Hoy estás profundo, Ambrose.— murmuró con una pequeña risa naciendo de sus labios pintados de carmín.— ¿Acaso ya pasaste tiempo con los del club de periodismo y te crees poeta? 

Sabía que llegaríamos a eso, solo que no esperaba que el rumor llegara tan rápido y fuera otra condena para mí. 

Apreté mis labios, a sabiendas que Paige lo decía con ese tono para aparentar. Sin embargo, tras notar que los chicos detrás de nosotros por fin quitaban su interés de nuestra conversación, la fémina se inclinó un poco sobre la mesa apoyando sus antebrazos sobre esta. 

— Fue Corbin ¿no es así?— asintió, a lo que cerré los ojos y hablé con mi mandíbula apretada.— Hijo de puta. 

Paige había creado una distracción para que pudiéramos hablar. Bien pensado. 

— Se encargó de decirle a todos que estarías en el club junto a Reigns y el otro chico que siempre está segundo en la lista.— aclaró ella, susurrando lo mejor que podía.— ¿Es en serio? ¿En serio el entrenador Copeland te ha castigado con eso?

— ¿Acaso crees que lo haría por gusto?— bufé.—  Sabes que lo que menos quiero es más problemas. Estoy harto de Reigns y su grupo de nerds. 

— Lo sé, Ambrose. Pero Corbin quiere hacer lo posible por demostrar una imagen tuya que desprestigie y que te saquen las tripas. 

Arrugué la nariz, agitando mi cabeza con un gruñido y volviendo a sentarme en mi lugar. 

— Eso ya lo sé, Paige. —agarré una gran cantidad de macarrón con queso en mi tenedor, riendo un poco antes de agregar.— No le tengo miedo a Corbin. 

— No se trata de eso.— reclamó ella.— Me preocupo de que te metas en más peleas y puedan echarte de aquí a patadas. 

Una carcajada se me escapó, diciendo lo siguiente antes de echarme la gran cantidad de comida a la boca:— Tampoco le tengo miedo a eso. 

Paige suspiró, dejándose caer lentamente en su lugar una vez más. Mastiqué, pero realmente había perdido el apetito hacía bastante tiempo. 

Todo lo que ella me dijo lo sabía muy bien. Corbin quería mi lugar en la lista, quería ser el mejor en este asunto y se dedicaba a armar rumores que pudieran sacarme del camino. 

No iba a dejarlo. 

— ¿Y qué tal el asunto de Reigns?— retomó la conversación la pelinegra.— Eres el nuevo en el club A ¿no?

— Sí.— respondí, con la boca todavía llena de macarrones.— Y lo odio. Trabajan en una zona de ñoños y en sí los dos son un par de estirados aburridos. No sé cómo aguantaré estar cerca de Reigns por tanto tiempo...

— Pues parece que pensamos igual. Porque yo tampoco sé como voy a aguantar tan cerca de un idiota sin cerebro como tú, Ambrose. 

Mis palabras quedaron en el aire, a la misma vez en que Paige miraba por sobre mi hombro y una divertida sonrisa se dibujaba en su boca. 

Sabía de quién se trataba sin necesidad de voltear. Y odiaba incluso saberlo ya. 

— Uhm... 

La porrista me miró brevemente, pero al verme solo masticar con rabia y mala gana, hizo lo que menos esperaba. Se levantó y con una satírica sonrisa le ofreció su mano al rey de la Lista A.   

— Reigns ¿verdad?— preguntó, con aquel tono tan "amable".— Soy Paige, la mejor amiga de Dean. 

— Prefiero Roman.— aclaró, a la par en que por el rabillo de mis ojos veía que tomaba la mano de la fémina.— Es un placer conocerte.

Me sentía como un estúpido mocoso regañado, masticando la comida que ya ni siquiera saciaba mi hambre. Miraba a la mesa, tratando de ignorar la presencia de Reigns y que a Paige se le ocurriera la brillante idea de presentarse tan amistosamente con él. 

¡Se supone que ella es F también!

— Estábamos justamente hablando sobre ti. 

— Sí.— Reigns se aclaró la garganta. Podía sentir su mirada sobre mí incluso cuando apretaba el tenedor en mi mano y mantenía mi ceño fruncido en la mesa.— Eso noté. 

Hubo una pausa, en la que solo me debatía conmigo mismo si podría correr y simplemente dejarlos que hablaron lo que quieran. Pero Paige pareció leerme la mente cuando volvió a sentarse con cuidado de no arrugar su uniforme. 

— ¿Quieres sentarte? 

¿¡Qué!? 

La oferta de la fémina al moreno hizo que se me formara un nudo en la garganta y el corazón casi se me saliera por la boca, por muy repugnante que sonara. 

Mi rostro demostró claramente que quería correr, ya que no pude evitar levantar la cabeza y mirar a Paige con mis ojos plenamente abiertos. 

El rey A se veía perplejo, sosteniendo su bandeja cerca de sí mientras abría y cerraba la boca, notoriamente incómodo sin saber qué decir realmente. 

— Uhm...— balbuceó.— No sé si sea buena idea. 

Sabía que se refería a todos los chicos que habían a nuestras espaldas, los cuales lo miraban como si fuera la presa perfecta para el almuerzo en lugar de sus propios aperitivos. 

O tal vez solo se refería a mi presencia y mi mueca poco encantada.

— Vamos, Roman.— exclamó con una sonrisa la pelinegra.— Solo estamos nosotros, relájate. 

Reigns seguía notoriamente indeciso, incluso cuando la animadora palmeaba el lugar junto a ella con su mano de una manera bastante adorable. 

¡Tenían que estarme jodiendo!

— Yo me voy de aquí.— susurré bajito, al punto en que con suerte me escuché a mí mismo. 

—No.

Justo cuando traté de mover mis piernas por debajo de la mesa, recibí un fuerte golpe en la espinilla que me hizo gruñir y que mi trasero golpeara con fuerza el asiento otra vez. 

Miré con furia a la pelinegra, la cual solo sonrió de lado y dijo:— Tú te quedas y Roman se sentará aquí con nosotros a tener una bonita conversación. 

No podía creer que me hiciera esto. 

— Después de todo, van a tener bastante contacto ahora ¿no es así?

Quiero matarla. 

— No es por elección.— suspiró el rey de la lista A, para a continuación encogerse ligeramente de hombros.— Pero supongo que tienes razón. 

Ella sonrió encantada, satisfecha de ver al pelinegro caminar hacia ella y disponerse a tomar el lugar que ella le ofrecía. 

No tuve elección más que quedarme ahí, acariciando la zona en la que me golpeó con su zapatilla vans y tragando de mala gana lo que me quedaba en la boca. Escuché cómo Reigns se sentaba junto a mi mejor amiga, dejando su bandeja de almuerzo con suavidad sobre la mesa y causando que el tenso silencio comenzara. 

Corbin debía de estar mirando lo que ocurría y probablemente aprovecharía eso para reírse en mi cara en algún momento. Estaba seguro y el solo hecho de pensarlo me hacía enojar. 

Por primera vez me atreví a mirar a Reigns, encontrando sus ojos al instante y que mi ceño se frunciera junto con mi mandíbula ya apretada. Él se veía tranquilo, tal y como siempre, pero el recordar sus sonrisa cuando me asignaron el maldito castigo me sacaba de quicio. 

— Entonces...—la fémina interrumpió el tenso silencio. Mi mirada y la de Reigns se volvieron hacia ella.—¿Quieres algún consejo para tratar con mi mejor amigo?

— ¿Hola?— exclamé exasperado.— Sigo aquí, Paige. 

— En realidad creí que...— Reigns enarcó una ceja, mirando a Paige más que a mí al hablar.— Creí que ustedes salían, o eso escuché al menos. 

Mi boca se cerró, dejando mis labios en una fina línea y mi mirada en la de la porrista de mechones azules. Ella había dejado de sonreír, mirándome de abajo a arriba. 

Ambos fruncimos una mueca asqueada antes de decir al unísono:— Iugh.

— Ni aunque fuera el último pene que tuviera que ver en mi vida.— dijo Paige. 

— Ni aunque tuviera que restablecer la población y seas la última chica en el mundo.— contradije con una sonrisa.— Preferiría meterla en un tronco. 

Paige fingió una mueca ofendida, luego agarró uno de los tomates pequeñitos de su ensalada y me lo lanzó sin delicadeza alguna. Rebotó hacia otro sitio mientras reía entre dientes. 

— En serio, Roman ¿Por quién me tomas?— habló hacia el lista A, para a continuación revolver un poco la salsa en su puré de papas.— Tengo mejores gustos. 

No sabía si ofenderme, pero la razón de que dijera tal cosa era lo obvio. Yo no era su tipo, porque me faltaban tetas y llamarme Nikki. 

— Con eso aclarado.— continuó, luego de tomar un bocado de su comida y tragar.— ¿Crees que puedas con este individuo?

Reigns se encogió de hombros:— Creo en los milagros. 

— Dijiste lo mismo cuando te asignaron darme la tutoría.— comenté, con la clara intención de que aquella calma suya se fuera a la mierda. 

Conocía cómo era en realidad, y admitía que era divertido provocarlo por alguna razón. En especial cuando estaba en MI territorio. 

— Sigo creyendo en los milagros.— continuó el pelinegro, sonriendo un poco.— Incluso cuando se trata de ti, el ser con menos seso que puede existir. 

Reí, incluso sabiendo que la porrista ajena a nuestra trifulca parecía más y más incómoda. 

— ¿Eso es todo lo que tienes, Reigns?— le sonreí de lado.— Creí que tus trucos habían mejorado. 

— Aún puedo lidiar contigo, Ambrose. 

— No lo creo.

Lentamente me levanté de mi lugar, lo suficiente como para inclinarme y acercarme más a su rostro, su entrecejo fruncido estaba conectado al mío y mi sonrisa hacía juego con su expresión intranquila. 

Lo sabía, lo estaba sacando de casillas. 

Podía sentir su respiración contra mí, al igual que sus pupilas temblando y reflejando mi entretenida mirada.

— Espero tengas mejores tácticas que esas, Reigns.— murmuré, soltando una carcajada entre dientes.— Porque estás en mi territorio ahora mismo ¿lo recuerdas?

No me esperé que sus labios lentamente se ensancharan en una sonrisa, antes de decir: — Lo sé. Pero estarás en mi territorio por bastante tiempo, así que tus trucos no funcionarán conmigo ahí. 

Mis labios se volvieron una fine línea y podía apostar que Paige ahora estaba disfrutando del show. 

— Harás lo que diga, o estás fuera.— enarcó una ceja.— ¿Lo recuerdas? 

La sangre me hervía, y sabía que si me quedaba ahí por más tiempo terminaría causando alboroto por otra pelea. Mi puño quería encajar en su mandíbula y que no volviera a decirme palabra alguna. 

Por eso mismo decidí solo entrecerrar mis ojos y alejarme de él, para a continuación dar un rápido giro sobre mi lugar y disponerme a largarme de ahí de una vez. 

— Dean.— me llamó Paige, a lo que solo la miré por el rabillo de mis ojos luego de volver a estar sobre mis gastados converse.— Vamos, no has terminado de almorzar si quiera. 

No dudé en darle una última mirada a Reigns, este había cortado un trozo de su carne y lo masticaba con una notoria sonrisa y mirada triunfal hacia mí. Ya tuve suficiente. 

—A la mierda.— murmuré casi entre dientes, agarrando mi bandeja.— Ya perdí el apetito. 

No dudé en dar media vuelta sobre mis talones, incluso cuando los de la Lista F podrían estar viendo todo con muecas de idiotas y Paige se molestaría conmigo. Pero si de algo estaba seguro, era que Reigns y yo no seríamos capaces de convivir en el mismo lugar por más de dos minutos. 

Con brusquedad arrojé todo el resto de mi almuerzo al tacho de basura, lanzando la bandeja con poca delicadeza con las demás y retirándome a pisotones del comedor. 

***

Estás en mi territorio. Soy Reigns, el maldito rey de la puta lista A y vas a hacer lo que yo diga porque amo estar a los pies de los maestros. Ay, que perfecto soy. Blah, blah, blah, blah...

No había dejado de mofarme de Reigns a medida que caminaba por el pasillo, atrayendo varias miradas pero solo frunciendo el ceño hacia ellos para alejarlas. 

Llegué hasta mi casillero, siendo un placer el darle ese golpe habitual para que se abriera y pudiera ir por mi chaqueta. 

Estaba cansado de que todos me creyeran un simple títere de Reigns ahora, o que ese rumor se estuviera esparciendo como mantequilla. Al igual que el hecho de que todos congeniaran con Reigns como si él fuera tan perfecto como creía ser. 

Solo por ser el líder de una lista de ñoños. Ridículo. 

— Estúpido entrenador, estúpido Reigns...  

— ¡Muévete, estúpido idiota!

Escuché ese grito no muy lejos de mí, pero no fui capaz de reaccionar a tiempo cuando alguien chocó contra mí y por consecuente mi brazo chocó con la puerta del casillero, terminando por estrellarme de lleno en el suelo con un peso sobre mí. 

Gruñí por el dolor en mi brazo, al igual que el impacto en el piso no había sido para nada agradable. Sentí que quién fuera que se cayera encima de mí, jadeaba entre dientes por el dolor antes de que notara quién era. 

Sus ojos claros se encontraron con los míos a la par en que una nerviosa sonrisa se formaba en sus labios. 

— Hey, Ambrose.  

No tardé en tomar acción y empujarlo de encima. El rubio se estrelló de nuevo en el cerámico y me dio la oportunidad de levantarme fácilmente. 

— Joder, Jericho. ¿Qué demonios?— le dije molesto, acariciando mi brazo.

Me habían golpeado bastante ya. 

— Lo siento, viejo. Perdí el control muy fácil.

El miembro de mi lista pasó por delante de mí para recoger algo del suelo en el pasillo, una patineta para ser exactos. 

Lo miré enarcando una ceja en tanto él la examinaba en busca de daños. 

— No sabía que tuvieras una patineta. 

— No la tengo.— suspiró aliviado, para luego mirarme con una pequeña sonrisa en su boca.— Se la acabo de comprar a uno de la Lista A ¿No es genial?

Solo me encogí de hombros, jadeando un poco por el dolor que todavía no se aliviaba. Sin embargo, cuando pensé en ignorar al chico de chaqueta con brillos y concentrarme en continuar con mis rabietas internas, cambié de idea. 

Volteé sobre mis zapatillas, mirando a Chris. 

— Jericho.

— ¿Sí?

— ¿Me la prestas un momento? 

Parpadeó perplejo por un momento, mirando a la patineta y luego a mí. 

— M-Momento.— me apuntó con su dedo todavía incrédulo.— ¿Sabes usar una?

Mi sonrisa se extendió rápidamente, al mismo tiempo en que caminaba hacia él y tomaba la patineta con múltiples dibujos en la parte trasera. La empujé ligeramente para que cayera al suelo con un ruido que hizo eco por el pasillo, para luego poner uno de mis pies sobre la superficie oscura y mantenerla quieta. 

— Solía hacer muchos trucos cuando estaba en la primaria, pero varias de mis patinetas se rompieron. Pero sigo teniendo un equilibrio perfecto. 

— ¡Wow! ¿Lo dices en serio?—exclamó con cierta emoción que sabía era propia de él.—¿Crees que puedas enseñarme aunque sea lo básico?

Parecía que mi interior estaba misericordioso, o lo que sea. Pero fácilmente accedí encogiéndome de hombros y diciendo:—No puedes malgastar tu dinero en algo que no sabes usar ¿no lo crees?

Y así fue como terminamos yendo ambos sobre la patineta a lo largo de los pasillos. El único problema...

— ¡Creí que sabías cómo parar esta cosa!

— ¡Te dije que sabía hacer trucos y tenía buen equilibrio! ¡No que sabía cómo detenerme!

Ambos gritábamos  sin parar a lo largo de los corredores, reclamando alarmados que todos se movieran del camino para que no los chocásemos. 

Habíamos perdido por completo el control y nuestra única alternativa era girar en cada curva para que no nos diéramos de lleno contra los casilleros o nos rompiéramos algo. Incluso había visto a las porristas por ahí y se habían reído por completo de mí aunque les guiñara y sonriera. 

Necesitaba romper las reglas un poco, pero esta vez me había pasado. 

— ¡Chris!— llamé la atención del rubio por sobre mi hombro, teniendo cuidado de no perder la concentración en el frente.— ¿¡Por qué no llamas a alguien para que nos ayude!?

— ¡No puedo dejar de sujetarme de ti o me caeré!

Ahogué una respiración cuando sus brazos se apretaron con más fuerza en mi estómago, me estaba quitando el aire. 

— S-Sí, ya lo noté...—balbuceé con el poco aire que me restaba. 

Tenía que pensar en algo, aunque realmente no fuera lo mío. 

— Nos estamos acercando a la entrada...— murmuró Jericho tras mirar brevemente por sobre mis hombros y luego volver a ocultarse detrás de mí.— ¡Nos vamos a estrellar!

— Ni soñarlo.— apreté mis labios, procesando rápidamente la idea más loca. 

 La puerta estaba a tan solo algunos segundos de chocar contra nuestras caras, por lo que tomé una bocanada de aire antes de gritar:—¡Salta!

Chris confió en mí, agarrando con fuerza mi camiseta y siguiéndome al saltar de la patineta a toda velocidad. No tardamos en estrellarnos contra alguien, pero era mejor que la puerta y que todos terminaran fotografiándonos para el anuario. 

Si es que no lo habían hecho ya. 

Gritamos cuando chocamos con otra persona, cayendo de lleno al suelo con un estruendo y dejando que las risas comenzaran a nuestras espaldas. 

  — De acuerdo...Creo que sí debí decirte que no recordaba cómo parar...— susurré adolorido, levantando ligeramente mi cabeza del cerámico. 

 — ¿¡Tú crees!?

Ambos volvimos a golpear nuestros rostros contra el suelo, la verdad es que en serio había sido una mala idea. Las risas continuaban y quise levantarme para mirarlos a todos y se largaran. 

Sin embargo, el que alguien se removiera entre nosotros dos nos regresó a la realidad y levantamos la cabeza. 

Un chico de cabello castaño bastante largo estaba sentado en el suelo, moviendo su hombro con una mueca incómoda a causa del posible dolor. 

— Mierda...— susurré involuntariamente.— Sí que golpeamos a alguien. 

— Eso veo. 

Jericho se puso rápidamente de pie, casi tambaleando pero consiguiendo estar sobre sus botas brillantes. Alzó una de sus manos hacia mí y la otra al desconocido, este no dudó en dársela y ambos nos levantamos con dificultad. 

— Lo siento tanto, viejo. Perdimos el control.— habló Chris una vez que los dos estuvimos sobre nuestros pies. 

El castaño gruñó tras mover un poco su cuello, para a continuación abrir sus ojos y mirar al rubio. Por alguna razón, eso bastó para que los labios de este se paralizaran y pareciera perder cualquier control de su animada personalidad. 

  — Claro.— dijo el desconocido.— No hay problema, amigo. Me alegro de que no se golpearan contra la puerta al menos. 

Las risitas poco a poco habían cesado, sin embargo, la presencia de ajenos me molestó. No dudé en girar hacia los entrometidos y mirarles con el ceño fruncido. 

— ¿Qué ven todos?— exclamé casi en un gruñido.— Largo. 

Todo aquel que observaba la escena obedeció con terror, uno que otro murmuró algo sobre mí pero no me importó. Me crucé de brazos, en espera de que todos desaparecieran de mi vista.

Mi mal humor había regresado tan rápido como se fue. 

Una mano no tardó en colocarse en mi hombro, haciéndome girar con aquel semblante molesto. Tuve que dejarlo cuando me encontré con la mirada azulada de aquel chico que nos salvó de rompernos algún hueso. 

  — Eres el líder de la Lista F ¿no es así? — comentó, con una pequeña sonrisa en sus labios. 

Mi ceño se frunció automáticamente, a la par en que me quitaba su toque de encima y lo observaba desafiante. 

— ¿Y tú qué? ¿Acaso te importa?— soltó una pequeña risa, lo cual a mí no me resultó nada gracioso.— ¿Qué mierda te parece tan divertido?

— Sí que lo eres. Lo supuse por esa aura de "niñito malo" y la chaqueta de cuero.— siguió riendo por un momento, para luego alzar su mano hacia mí.— Me llamo Allen Jones. 

Miré su mano por bastante rato, para luego rendirme y darle un fuerte apretón al estrecharla con mi mano vendada. 

— Dean Ambrose, rey de la Lista F para tu información. No soy un líder, soy el rey. 

— En mis días aquí les decíamos líderes, y eso no fue hace mucho.— se encogió de hombros, para a continuación mirar a Chris.— Tú...Eres Christopher Jericho ¿no es así?

— ¿C-Cómo lo sabes?— balbuceó, pareciendo nervioso por alguna razón que no me di la oportunidad de averiguar. 

Ni que me interesara tampoco. 

 — Bueno, yo solía estudiar aquí.— alzó su mano hacia el rubio también, este la estrechó casi al instante sin quitarle los ojos de encima.— Soy un ex Lista A. 

Solté un bufido:—Lo imaginé. 

— ¿Disculpa? 

Lo miré con una ceja enarcada y mis brazos nuevamente cruzados sobre mi pecho.

— Hueles a niño ñoño y estirado. 

Parpadeó varias veces, para finalmente fruncir sus labios en una sonrisa para nada molesta. 

— Lo dice el que huele a alcohol y que probablemente no ha lavado esa chaqueta fiestera en semanas. 

¿¡Qué mierda!?

— El director me llamó y me pidió como favor que ayudara a algunos chicos de aquí.— siguió explicando como si nada.— Me he tomado un descanso de mis estudios  así que no tuve ningún problema. 

 No pude evitar abrir mi chaqueta y darle una pequeña olfateada. 

¿En serio olía tan mal?

— Me mostraron algunos de los estudiantes y...

— Ya sé.— lo interrumpió el pelirrubio con algo de exasperación en su cara.— Mi caso te pareció ridículo. 

— Interesante.— lo corrigió el castaño.— Quiero ayudarte ya que te ves tan empeñado en ser mejor. 

— ¡Eso quiero! ¡Quiero ser parte de la Lista A!

— Por favor. 

Mi balbuceo entre dientes volvió a interrumpir su conversación. Ya estaba teniendo suficiente de eso y no podía evitar demostrarlo. 

Ambos me observaban con perplejidad, en lo que negaba con mi cabeza y luego los mirada exasperado. 

— ¿Qué tiene de bueno ser un nerd y mascotita de los profesores?— solté una risa irónica desde el fondo de mi garganta.— No tienen idea de lo que es la diversión en realidad. Solo tienen la nariz entre los libros y se comportan como un montón de ególatras. 

Hubo un silencio algo tenso, en el que Allen no me quitó la mirada de encima. 

— Estoy seguro que tú no tienes idea de lo bueno que hay en estar en MI lista. 

— Y no me interesa.— me cortó el castaño. Mi ceño se frunció y mis labios se juntaron en una tensa línea.— Mira, amiguito.

El ex alumno se apoyó de mi hombro, creando en mí el deseo de empujarlo al instante. Pero lo ignoré y me quedé quieto a escuchar la basura que quisiera decirme. 

...Un segundo...

¿¡Amiguito!? Si él era más bajo que yo. 

— No se trata de esta lista en la que todos estuvimos atrapados.— sonrió de lado.— Se trata de pensar en ti y ser mejor contigo mismo. Chris quiere ser mejor consigo mismo y se nota. 

El rubio asintió hacia mí, a lo que solo rodé los ojos en silencio.

— Y estoy seguro...Que tú también puedes ser mejor que esto. 

Ya estuvo. 

Con brusquedad quité su brazo de mi hombro, mirándolo con gran molestia y mi mandíbula apretada. 

— Métete en tus propios asuntos, enano. 

Allen no hizo más que mirarme con seriedad, cruzando sus brazos y mostrándose relativamente calmado de mi reacción poco amistosa. Miré a Chris y murmuré:— Nos vemos luego, Jericho. 

¿Ser mejor? Vaya mierda. 

Estaba perfectamente bien en donde estaba. Era el rey, y nadie podía decirme lo contrario. 

Caminé a pisotones por los corredores una vez más, con las manos dentro de mis bolsillos y dispuesto a ir a cualquier parte para estar solo y tal vez dejarme llevar por los cigarrillos que guardaba en mi chaqueta. 

O eso hasta que, al girar una de las curvas, mi hombro chocó con el de Reigns y me tambaleé ligeramente sobre mis zapatillas. 

¿Qué le pasa a todo el mundo hoy que se entromete en mi maldito camino?

Con mi ceño todavía fruncido encaré al rey de la Lista A. 

— Okay, esto ya es demasiado...¿Ahora me estás siguiendo?

Tras un bufido, me dispuse a seguir mi camino. Pero él me detuvo por un brazo.

El moreno me observó con suma tranquilidad, para luego poner su brazo alrededor de mis hombros y con delicadeza hacerme girar sobre mis talones hacia la dirección contraria a la que me dirigía. 

— Mi clase, y la tuya también por cierto, queda para allá. 

Por alguna razón, una sensación extraña me recorrió el cuerpo al tener su tacto sobre mí, por lo que no tardé en alejarlo bruscamente de mí y mirarlo con mi alarmado semblante.

Sentía el corazón latiendo a mil y en serio no entendía por qué. 

Debía de estar furioso, eso tenía que ser. 

— C-Claro que lo sabía.— bufé con una risa, apartando un mechón de cabello de mi rostro y luego volviendo a meter mis manos en los bolsillos de mi chaqueta.— Aguafiestas. 

Reigns soltó una pequeña risita que hizo a algo tensarse en mi interior. ¿Acaso ahora le hacía gracia?

— Aguafiestas o no, creo que lo correcto es que vayas a la última clase.

— Ajá, claro.— me encogí de hombros con simpleza y volví a girar en mi dirección original.— Sabes que lo correcto no es lo mío. 

Empecé a andar, esperanzado de dejarlo con esas palabras en la boca y que me dejase en paz. Sin embargo, le escuché decir:— Has lo que quieras, Ambrose. Pero te quiero en el salón del club después de clases, o le diré al entrenador. 

Rodé los ojos, mordí levemente mi mejilla y continué lentamente con mi camino. 

En serio era un aguafiestas. 

En medio de mi camino pude ver a aquella morena, parecía ocupada en su teléfono hasta que apresuré mi paso y mostré mi mejor sonrisa en su dirección. 

— Hey, Layla. 

***

— ¿¡Qué demonios está pasando aquí!?

Eso fue lo primero que escuché cuando levanté mi cabeza del cuello de Layla y miré hacia la puerta ahora abierta. Me maldije por no haber puesto llave. 

La chica A que también era porrista y el chico de mechón rubio miraban la escena con sus ojos abiertos, al igual que Orton que se encontraba a las espaldas del Lista A. No dudó en golpearse la cara con la mano en tanto tragaba con suavidad. 

Layla comenzó a levantarse de mi regazo con sus mejillas coloradas y dedicándose a arreglar su blusa, en tanto me quedaba paralizado en mi sitio. 

— ¿Acaso...Acaso estás usando este lugar como motel, cabeza de repollo?— exclamó la morena, negando y arrugando su nariz.— Sí que eres asqueroso.

— Oye.— me quejé, a la par en que me levantaba de aquella silla giratoria detrás del escritorio con cámaras.— Ustedes se portaban como niños buenos estando en clases y nosotros nos aburríamos...¿verdad, Layla?

La fémina todavía estaba sonrojada, pero giró hacia mí y me sonrió tentativamente de lado. Naomi rodó los ojos exasperada ante la escena. 

— Agradece que Roman no está aquí o...

— No le temo a Reigns, chica A.— sonreí, rascando un poco mi nuca y arreglando mi chaqueta.— Soy parte de este club ahora ¿no? Puedo hacer lo que quiera. 

— Hay reglas también, Ambrose.— comentó el chico de mechón rubio.— Por si no lo sabías, estás bajo las reglas del club como todos. 

Una sonrisa se frunció lentamente en mi boca, al mismo tiempo en que hacía a un lado a Layla y me encaminaba hacia el bicolor. Su comentario lleno de valentía decayó al igual que el color de su rostro a medida que me acercaba. 

Recordaba lo mucho que le temía a los de mi lista, por lo que fue un placer ver cómo su ceño anteriormente fruncido desaparecía y su expresión se volvía nerviosa. Apartó su mirada de la mía, desviándola a donde fuera menos la mía llena de diversión. También dio un paso atrás. 

— ¿Qué dijiste, pequeñito?— me burlé, poniendo una mano en mi oreja y fingiendo inocencia.—  Creo que no oí tu intento de valentía. 

El bicolor solo se quedó en su lugar, relamiendo sus labios con nerviosismo y apretando sus dedos contra las cintas de su mochila. 

— Nadie me contradice a mí.— continué, acercando mi rostro al suyo y viendo cómo el suyo trataba lo posible por ocultarse.— Menos una mierda como tú. 

Pensé en continuar, tal vez jugar un poco más con él tomando en cuenta que tendríamos que "trabajar juntos", pero me vi interrumpido cuando el otro integrante de la Lista F aparte de mí se entrometió en mi campo visual. 

Orton había puesto al chico a sus espaldas y me miraba con seriedad. No dudé en sonreírle de lado. 

Ya me lo esperaba. 

— No me obligues a sacarte de aquí a patadas, Ambrose.— murmuró casi saboreando las palabras.— Porque si vuelves a tratar así a Seth, juro que no responderé a lo que te pase. 

Sonreí más grande y simplemente susurré:— Aterrador. 

Di marcha atrás, rindiéndome a mi juego de una vez. 

— Sí que te han convertido en un aguafiestas, Orton.— caturreé. 

— Cierra la boca, Ambrose.— se quejó Naomi, dejando una caja sobre el escritorio cerca de la puerta.— Layla, tú deberías irte antes de que Roman llegue. 

— Sí, claro...Yo solo...— balbuceó ella, mirándome y luego a Naomi.— Solo pensé que...ustedes podrían ayudarme a que Reigns le quitara el castigo a Dean. 

No me sorprendió que la morena se descojonara de risa, haciéndome fruncir el ceño y que prefiriera mover mi mirada a otro sitio. 

— ¿Tan bajo caíste, Ambrose? ¿Pedirle a tu juguete que actúe por ti?— se burló Naomi.—Ahora es la mascota de Roman, Layla. Lo lamento.

— Yo no le dije nada, cállate. 

— ¡Yo no soy su juguete!— casi chilló la fémina de blusa rosa. No tardé en sentir su mirada sobre mí.— ¿Verdad, Deanie?

Hice una pausa, mirándola y sintiendo que mi corazón dolía por primera vez en días. Me vi reflejado en sus ojos, por lo que no tuve opción más que girar y apartarme de su cercanía incluso cuando tocaba mis hombros con sus uñas llenas de brillos. 

— Lárgate, Layla. 

Sabía que estaba siendo un hijo de puta, eso era después de todo. Por lo que no tuve la necesidad de voltear a ver a la fémina que dio un pisotón con su tacón y, tras una maldición entre dientes, comenzó a caminar a pisotones fuera de la sala del club. 

Pero se vio interrumpida, volviendo a dirigirse en mi dirección solo para alzar su mano y que sintiera el familiar tacto caliente y ardiente de una bofetada contra mi rostro. Mi boca supo extraño, a lo que solo moví mi mano a la zona enrojecida sin tener otro tipo de reacción. 

—¡Eres un idiota, Ambrose!

Su grito entre llanto fue lo último que escuché antes de que abandonara el lugar con sus tacones resonando a nuestro alrededor, dejando un tenso silencio sin señal de romperse. 

Hasta que escuché a la morena hablar de nuevo:— Auch. 

Bajé mi mano de mi pómulo con cierta exasperación, tan solo tomando respiraciones por mi nariz con la esperanza de calmarme. 

— Sí que eres bueno con las chicas, Ambrose. 

Quise gritarle que se callara, pero en lugar de eso solo moví un poco mi mandíbula y giré hacia otra dirección. Pareció bastarle para dejarme en paz. 

Naomi suspiró. 

— Bueno equipo, es hora de ponernos a trabajar antes de que...¡Roman!

Lo último lo exclamó con alegría, la cual no me significó nada mientras me dejaba caer pesadamente en la silla giratoria y le daba la espalda a todo el mundo. 

— Lamento la demora, tenía que ir por algunas cosas.— escuché decir al rey de la Lista A. 

— Tranquilo, solo encontramos nuestro club infestado. 

Quería golpearle la mandíbula a ese bicolor. Deseaba hacerlo. 

— Sí, eso noté.— respondió Reigns.— Vi a Layla correr hecha un desastre y...— pareció tomar una respiración.— Algo me dijo que la causa estaba aquí. 

¿Ahora soy una causa? Haha.  

Escuché un poco de trajeteo, como si organizaran cosas mientras seguía inmerso en mi mundo. 

Siempre usé a Layla como se me antojó, incluso cuando seguía con Renee. Sin embargo, ahora se sentía distinto. 

Ahora...dolía. 

Ugh, parece que los aires de ñoño me estaban afectando.  

— Ambrose. 

Escuché la voz del líder de la lista de nerds llamarme, pero no hice caso. Mi mejilla todavía escocía y mis manos estaban tensas en los brazos de la silla. 

— Ambrose, te estoy hablando. 

Rodé un poco los ojos y, tras tomar lo poco de paciencia que me quedaba, giré lentamente sobre la silla detrás del escritorio. Mi mirada seria se encontró con la suya y con la del resto del club. 

Randall no me prestaba atención sin embargo, estaba ocupado organizando unas cosas en el escritorio del bicolor. 

Vaya mierda de mejor amigo resultó. 

— Te quiero fuera de ese escritorio ahora. 

Volví mi semblante hacia Reigns, frunciendo el entrecejo. 

— ¿Qué? ¿Por qué? Soy el fotógrafo ahora. 

— Lo eres, pero ese no es tu lugar. Es el de Rusev.

— ¿Y?— me encogí de hombros.— El grandote está ocupado con Corbin, supéralo. Yo estoy cómodo aquí. 

— No me importa tu comodidad.— dijo con brusquedad.— Tú te sentarás en en el lugar que yo diga porque yo soy el presidente del club. 

— Y yo soy el vicepresidente, así que digo lo mismo.— comentó el bicolor, alzando su mano a la noción de su amigo. 

— Cierra la boca, perdedor. 

No dudé en gruñirle aquello, a lo que cerró inmediatamente la boca y se concentró en sus asuntos. Ignoré la mala mirada por parte del tatuado, volviendo a concentrarme en el pelinegro. 

— Eso es ridículo, Reigns. 

— Acabas de romper una de las mayores reglas del club, Ambrose. No meter a personas ajenas al lugar sin permiso del presidente.— hizo una pausa.— Lo ridículo es que no te haya echado aún. 

Perfecto, lo que me faltaba. 

— Vas a sentarte junto a mí para que pueda supervisarte. Fin de la discusión, y si me contradices...

— ¡Ya sé, ya sé!— grité ya cansado.— Me largo de aquí, no necesitas repetir todo como si fueras un jefe controlador, maldita sea. 

Agarré mi mochila con un brusco movimiento y me encaminé a pisotones al que era su escritorio, el que más resaltaba en la habitación por estar lleno de torres de libros pero sin dejar de estar ordenado. 

Muy familiar en un Lista A. 

Me dispuse a lanzar mi mochila sin muchas pertenencias sobre la madera, pero el pelinegro apuntó a una mesa que había colocado a un lado. En ella había tan solo un ridículo florero con una margarita que parecía fresca. 

¿¡Qué carajos creen que soy!?

— Me estás jodiendo ¿cierto?

— No. Estoy muy en serio.— movió suavemente la silla detrás de la mesa.— Este será tu lugar por el tiempo que estés trabajando con nosotros. 

Lo miré completamente exasperado, sabiendo que ya no tenía opción a replicar nada. Incluso si lo intentaba amablemente, lo cual de todas formas sería imposible en mí. 

— Te recomiendo sentarte, tenemos mucho que hacer hoy. 

***

Eres un desastre y nunca cambiarás. ¿Por qué no te rindes ya y solo aceptas la mierda que eres?

Escuchaba esa voz constantemente cuando dormía, quitándome el sueño y haciéndome despertar con una presión en el pecho. 

Esa vez fue igual. Desperté con el sudor en mi frente y la respiración agitada, al mismo tiempo en que mi cuerpo temblaba por completo cuando traté de simplemente salirme de la cama. 

No hice más que tratar de calmarme inútilmente, mantuve una mano contra mi rostro y traté de contar múltiples veces hasta el número más alto. Sin embargo, eso no quitaba la dolorosa sensación en mi pecho y que sintiera algo que odiaba bastante. 

Me sentía solo. Aunque no quisiera aceptarlo, solía sentirlo. 

Luego de una mañana en la que intenté volver en mis casillas, pude ir a distraerme a la escuela. Tal vez podría hablar con Lana o con Paige para sentirme un poco mejor, o al menos para volver a ser yo. 

Sin embargo, lo que vi cuando llegué a la escuela me dejó helado en mi lugar en cuanto entré al comedor que solíamos frecuentar todos los de la Lista F cada mañana. 

Me acerqué a una de las paredes y arranqué bruscamente uno de los muchos carteles pegados ahí. En él se podía ver mi fotografía con varios dibujos burlescos y frases del mismo estilo, en la cima estaba el encabezado "Se busca mascota de Roman"

La sangre me ardió rápidamente, y sentí la urgencia de golpear los muros o a quién había hecho esta tontería. Podía escuchar los murmureos y risillas a mis espaldas, haciéndome perder los estribos más y más. 

Incluso pude sentir cómo los pasos de Lana se acercaban, pero estaba demasiado ocupado con mi respiración sonoramente tensa y mi corazón a punto de estallar por la furia. 

  — Dean...

Sus dedos alcanzaron mi hombro cubierto por la chaqueta de cuerina, pero no tuve ni un tacto al quitarlos de ahí y dar media vuelta. No sin antes arrugar ese cartel en una bola y dejarlo caer con rabia hacia cualquier sitio. 

Sabía quién había sido la responsable de esto. 

Mis enfurecidos pasos me llevaron al club de periodismo, pude escuchar algunas voces y risas desde afuera al momento en que giré el picaporte y abrí la puerta con un gran estruendo. 

— ¿Qué cara...?— chilló de inmediato la morena.— ¿¡Qué demonios te pasa, cabeza de repollo!?

— ¡Tú deberías saber perfectamente lo que me pasa!— grité sin preánbulo alguno.— ¡Todo es tu maldita culpa!

  — No tengo idea de lo que me hablas, lunático. 

— ¡Claro que la tienes!— la apunté con furia.— ¡Fuiste tú la que puso todos esos carteles de mierda por la escuela, estoy seguro!

— ¿¡Qué!?— exclamó con el ceño fruncido.— No sé de qué me hablas, Ambrose. 

— ¡Ya estoy cansado de que te hagas la inocente, chica A! ¡Esta me la vas a pagar!

— Wow, wow...

Reigns no tardó en entrometerce, poniendo una mano en mi pecho y deteniéndome de acercarme más de la cuenta a la Naomi. Probablemente ya me veía como una amenaza al estar preso de la furia. 

— Ambrose, cálmate ¿quieres? Estoy seguro que Naomi no te ha hecho nada.

— ¡Claro que sí, Reigns! ¡Tú siempre defenderás a los de tu lista!— le grité con molestia, estando a punto de empujarlo a un lado.— ¡Estoy cansado de que todos me crean tu mascota!

— Ambrose, solo estaba bromeando cuando te dije eso de la mascota de Roman.— agregó la morena, su perplejidad ahora era notoria en su rostro.— Pero te puedo jurar que no he hecho nada para molestarte como un cartel o algo. 

— ¿¡Esperas que te crea!? 

— Sí, créele. 

Mi ceño flaqueó, pero solo para concentrarse en mirar al tatuado que anteriormente se apoyaba de brazos cruzados contra el escritorio del alarmado bicolor que había dejado de comer su emparedado. 

— Créele, Ambrose. Porque sé que ella no fue la que hizo los carteles.— murmuró tranquilamente Orton. 

— No me digas que fuiste tú...— gruñí entre dientes, dando un par de pasos amenazantes hacia el de cabeza rapada. 

La sola idea de que mi amigo pudiera hacer eso, comenzaba a doler. 

— Admito que pienso que estás equivocado en actuar de esta manera, pero no haría tal cosa.— admitió, haciéndome sentir cierta oleada de alivio.— Soy tu amigo, lo creas o no. 

Randall mantenía su mirada en el suelo y yo solo respiraba agitado, lentamente Reigns retiró su mano de mi brazo que anteriormente había agarrado para controlarme. Lentamente la situación se volvía más tensa que una bomba de ira a punto de estallar.  

— ¿Quién fue entonces?— me atreví a preguntar.— ¿Lo sabes?

Orton levantó su mirada por primera vez, encontrando la mía antes de que suspirara con cansancio. 

— Fue Layla.— comenzó a decir y mi aliento se perdió.— Llegó con los demás de la lista con el rumor y a Corbin le pareció una idea perfecta para sacarte de casillas. Llenaron el lugar de panfletos anoche. 

¿Era un chiste? 

— ¿Por qué no hiciste nada por detenerlos, cerebro de músculo?— exclamó Naomi, notoriamente molesta por solo escuchar la discusión.— Ambrose es tu amigo y...

Se interrumpió cuando el tatuado levantó su puño cerrado, dejando ver sus enrojecidos nudillos con una mueca seria en su rostro. 

— Cuando llegué era tarde, pero saqué un poco de gusto al golpear a Brock y darle una lección a Corbin.— lentamente dejó caer su brazo. En ese momento solamente noté que su pómulo se veía algo hinchado.— Seth me encontró tratando de pasar el dolor y me escondió aquí antes de que alguien me viera. 

Moví mi mirada hacia el bicolor, él solo fue capaz de devolvérmela por unos momentos antes de volver a mirar a su regazo por el temor. 

Todo era un desastre por mi culpa...Todos me creían algo con lo que podían jugar, al igual que yo hice durante repetidas ocasiones.

Esto era solo lo que me merecía. 

— Lo siento mucho, Orton.— murmuré, luego de segundos casi eternos de silencio y llamando la atención de todos ahí.— Y...gracias, Seth. 

Podía apostar a que había levantado fuertemente la cabeza, sorprendido de que me supiera su nombre o que lo tratara con simpatía al agradecerle por algo. 

Estaba paralizado, pudiendo solo relamer mis labios y cerrar brevemente mis ojos. Dolía como un demonio. 

— Disculpen. Necesito aire. 

No dudé en hacer a un lado a Reigns y apresurarme por abandonar la sala del club. Casi corría, pero no quería que me vieran al sentirme de esa manera. 

Ese no era yo...

Me sentía solo otra vez, todos los que consideraba mis amigos...solo eran falsos. Estaba solo y era únicamente mi culpa. 

Llegué hasta mi casillero, agradeciendo que no estuviera nadie alrededor cuando estampé fuertemente mis puños contra la puerta de metal. Solté una respiración, recargando finalmente mi cabeza contra el metal y cerrando mis ojos con fuerza. 

Te lo mereces. 

Mi cabeza no dejaba de repetir aquello, al punto de doler y que quisiera darme un tiro para que se callara de una vez. 

El casillero se había abierto por el golpe, por lo que di una breve mirada al interior. Tenía algunas fotos pegadas, entre ellas con Paige y Lana, al igual que una con Orton. Pero en medio estaba una fotografía con todos mis amigos de la Lista F. 

Sus rostros solo me causaron repugnancia, tenía la necesidad de destrozar cada uno. 

No dudé en arrancarla de ahí con todas mis fuerzas, rompiéndola en pedazos que tiré a la basura antes de cerrar con fuerza mi casillero. 

Todos son falsos, todos lo son. 

La presión en mi pecho era tan fuerte que me costaba respirar, mis fuerzas también parecían ser débiles por lo que me dejé caer contra mi casillero y lentamente terminé sentado en el suelo del corredor. Atraje mis rodillas a mi pecho y las abracé, manteniendo mi frente contra ellas en busca de apoyo.   

Estaba tan sumido en mi desgracia que solo fui capaz de escuchar pasos acercarse a mí luego de un rato. 

— Ambrose. 

— Déjame solo, Lista A. 

Aunque fue lo único que pude murmurar, luego de una pausa lo escuché sentarse junto a mí y comencé a preguntarme internamente la razón. 

— ¿Vienes a burlarte de mí también?— balbuceé con mi cabeza todavía oculta. 

— ¿Qué? No, claro que no.— respondió rápidamente el rey de la Lista A.— Escucha, yo...Lo siento mucho, no quería que...

— No.— lo interrumpí, a la par en que levantaba la cabeza y dejé que mi mentón descansara sobre mis rodillas flectadas.— Reigns, tú no tienes la culpa de nada. Tengo amigos que...realmente ni puedo llamar así. No como tú. 

Sus ojos se veían preocupados, o al menos eso pude deducir mientras miraba al frente sin querer reflejarme en su mirada. 

— No te preocupes por mí, estaré bien. 

— Aunque no lo creas...— una pequeña risa se escapó de sus labios.— Ya me estoy preocupando por ti. 

No pude evitar girar hacia él, encontrándome con su mirada y un pequeño indicio de comprensiva sonrisa. Por primera vez, esta no me irrita. 

— Ambrose, ¿tú crees que soy perfecto?

— Eso creo.— respondí automáticamente, ya que no requerí pensar mucho en ello. 

— No lo soy. 

Lo miré con obviedad. 

— Lo eres. Todos lo saben, incluso tú. 

— No. La mayoría del tiempo, me siento igual que tú.— Reigns suspiró, recargando ligeramente su cabeza en el casillero detrás de sí.— Todos me ven como algo que no soy. 

No tenía palabras. ¿Él en serio pensaba eso de mí? ¿Pensaba que me veían como algo que no era? 

Mis ojos viajaron por el suelo un momento, pero lentamente mis labios comenzaron a fruncirse en una sonrisa. 

— Tal vez sí nos parecemos en algo después de todo. 

Una sensación cálida se formó en mi pecho cuando le escuché reír, para a continuación girar su rostro hacia mí. 

— Tal vez... 

El moreno alzó su brazo, mostrándome uno de los panfletos que había ocasionado todo esto. No tardé en fruncir el ceño. 

Con una sonrisa él completó:— Mascotita de Roman. 

— ¡Oye!

Traté de arrebatárselo de las manos, pero fue más rápido y lo alejó. Luego se levantó y gritó por sobre su hombro que teníamos mucho trabajo en el club y que me apurara. 

Dejé salir una respiración y, tras cerrar mis ojos un momento, me levanté del suelo y comencé a caminar en dirección a mi nuevo club.  

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