esculturas y pasadas de sal
[ CAPÍTULO I ]
El clima estaba templado, las hojas de los árboles se movían con el desplazamiento del viento, el sonoro canto de los pájaros se escuchaba por cada sitio, ¿Qué mejor cosa hay?
Veía luces por doquier, música que sonaba en mis oídos, una brisa que tocaba con delicadez mi rostro.
Hoy comenzaba el festival hotaru, mis amigos querían venir a ver las luciérnagas que habían en este festival, y bueno, yo acepte por tanta insistencia de su parte, no tenia otra opción.
— ¿Ray, en que tanto piensas? Ven, vamos a los puestos de comida. — dijo mi amiga de cabellera anaranjada, Emma.
— ¡Emma pero no vayas tan rápido! — intervino mi otro amigo, Norman, mientras trataba de ir al mismo pasó que mi amiga.
— Hazle caso a tu noviecito Emma, vamos a terminar teniendo un maratón en medio festival. — caminé de forma "tranquila".
— Primero que nada, ¡Norman y yo no somos novios! — las mejillas de Emma se comenzaron a tornar de un tono rojizo, no me van a hacer el tonto, es muy obvio que esos dos se traen algo. — Y segunda, ¡No seas tan sarcástico! — ella me saco la lengua, a veces Emma llega a ser muy pero MUY infantil.
— Si si como sea, quiero un yakisoba. — comencé a caminar para buscar algún puesto que vendiera la comida que quería, Emma y Norman me siguieron por detrás.
Había demasiados puestos, lo normal en estas ocasiones, aunque en cierta parte me estaba estresando al no encontrar un lugar donde vendieran yakisoba, buscaba y buscaba y no encontraba.
No supe que tanto caminamos hasta que llegamos a los puestos de artesanías, muy bien, lo que quería, ver aburridas artesanías, sin ofender a los ancianos que las hacían.
Seguí caminando, de seguro por algún lado tendría que volver a los puestos de comida; camine y camine, nada.
— Raaay, solo nos estamos perdiendo más. — habló Emma agotada de tanto caminar, pero eso no iba a quitarme las ganas de comer.
— Emma cállate, necesito buscar algún atajo, solo espera y no molestes.— miré por todos lados con la intención de encontrar algún lado para conectarme con el área de comida.
— ¡Oigan ustedes! — se escuchó a lo lejos, decidí no darle importancia y seguir con lo mío. — ¡Hey ustedes tres! — volvió a escucharse esa voz, voltee a ver para atrás, una chica en kimono corría hacía nosotros, ¿Qué carajos?
— Oigan creo que esa chica nos está llamando.
— Emma no digas nada y sigue caminando. — volteé a verla.
— Pero...
— ¡Dije que me hagas cas...
— ¡Hola disculpen! — dijo la chica del kimono, se encontraba atrás nuestro, al final nos había alcanzado. — Eh... Perdón por las molestias pero, ¿Podrían pasar por mi puesto? Por favor, no hemos vendido nada y si no vendo algo me van a ... — no continuó, guardó silencio mientras sus ojos se abrían por completo, como si estuviera avergonzada por casi completar la última palabra que iba a decir.
— Solo... ¿Por favor podrían pasar? Pueden comprar lo que sea realmente no importa, solo para al menos tener una ganancia hoy...
— Ah... — fue lo único que salió de la boca de Norman, Emma y yo nos quedamos en silencio.
— Hay que seguir no hagan caso. — susurré.
— ¡Claro! Vamos chicos. — mi amiga mostró al aire una de sus habituales sonrisas, gracias Emma, no sabes cuanto te agradezco.
— ¡Muchas gracias! — sonrió la chica. — Síganme, los guiaré a mi puesto.
Retrocedimos, sinceramente a veces odio que Emma sea tan amigable con gente que ni si quiera ha visto alguna vez en su vida.
Al llegar, paramos en un tablón donde encima había distintas figuras de arcilla, realmente no entiendo como está chica pensaba vender figuras de arcilla en un festival donde la mayoría de gente no se fija en cosas artesanales, es realmente ilógico.
— Que lindas, ¿Las hiciste tu? — preguntó Emma mientras observaba cada objeto con atención.
— No todas, en parte las hizo mi abuelo. — la chica sonrió.
— Emma solo escoge una figura y vámonos. — miré para otra parte, realmente quería irme.
— ¡Ray! No seas grosero y déjame ver con tranquilidad.
Duramos al rededor de unos 10 minutos esperando a que Emma escogiera una figura y terminara de hablar con la chica esa, ya hasta este momento el hambre iba aumentando cada vez más y más.
— ¿En serio también puedes hacer anillos de arcilla? — preguntó Emma.
— Sii, son muy rápidos de hacer, ¿Quieres que te muestre algunos? — dijo la chica, ay no...
— ¡Sii!
— ¡No! — alce mi voz.
— Ray pero yo quiero seguir viendo. — Emma me hizo un puchero.
— Y yo quiero comer desde hace 20 minutos.
— Oh... una disculpa por molestar, no hay problema pueden irse.
— ¡Espera no he comprado mi figura aún! — mencionó Emma, miro por última vez el puesto y por fin eligió una figura de un gato.
— ¡Muchas gracias por comprar! En serio, me hicieron un gran favor.
— No hay de que. — sonrió Emma — ¿Oye cual es tu nombr... — jalé de su brazo.
— Mientras menos hables más rápido comeré mi yakisoba.
Caminamos por un corto rato para lograr pasar por los puestos de comida, por suerte pudimos llegar a ellos, pasamos por varios puestos y por fin encontré un puesto de yakisobas.
Pedí mi comida y dentro de unos pocos minutos estaba lista.
Sentía la gloria en mis manos, con los palillos enrollé los fideos y metí un gran bocado a mi boca, comencé a saborearlo y una mueca de disgusto se formó en mi rostro.
Se habían pasado de sal.
Los días pasaron y el festival hotaru seguía en curso, Norman y Emma me habían invitado hoy de nuevo, pero yo rechacé su oferta, tenía pensado ir a la playa para leer ahí un rato, quería estar un momento solo y leer pacíficamente sin ninguna distracción.
Como a las 5:30pm me dirigí a la playa debido a que a esa hora no hay tanto sol, además es cuando la playa comienza a tener menos gente, es la mejor hora para el ambiente que estoy buscando ahora mismo.
Mis pies tocaban la suave arena mientras caminaba, las olas del mar sonaban una y otra vez, voces hablar a lo lejos, más y más caminaba esas voces se iban desvaneciendo hasta no escuchar ni un alma cercas.
Llegue hacía una roca de un tamaño más grande que mi cuerpo para apoyarme en ella, abrí mi libro y hojeé las páginas del mismo para hallar la página en la que me había quedado, al encontrarla comencé a leer.
Todo el ambiente provocaba que mi cuerpo y mente estuvieran relajados, realmente necesitaba esto, lo necesitaba.
No se cuanto tiempo había pasado ahí leyendo pero no me había dado cuenta que la puesta del sol iba a apenas a comenzar, así que deje mi libro a un lado y dirigí mi vista hacía la gran masa de agua que tenía a unos metros de mi, era muy linda.
El cielo se tornaba de tonos vivos que hacían que combinaran tan bien con el tono del océano, en verdad no podía dejar de ver el paisaje frente mío.
Una sola palabra podía definir lo que sentía ahora mismo.
Relajación.
— Oye tu eres el que tenía mucha hambre el otro día, ¿O me equivocó? — una voz se escuchó cercas mío, reconocía esa voz de algún lugar, giré mi mirada hacía donde provenía la voz, era la chica del otro día.
— ¿Tu qué haces aquí? — pregunté frunciendo el ceño, esa reacción ya era por instinto.
— Oh, vine a tomar algunas fotos, — mostró su cámara. — realmente sería un pecado no tomarle fotos a la playa en estos momentos. — dijo, yo solo miré hacía otro lado, sin embargo, la chica se sentó a un lado mío, aún así manteniendo distancia entre ambos. — ¿Cuál es tu nombre?
— No te lo diré.
— Soy Daila, mucho gusto. — pude notar como su mano fue extendida hacía mi, y yo, yo no la acepté. — ¡Oye vamos! Yo te dije mi nombre.
— Más nunca te lo pedí. — la miré de reojo para después observar la playa.
— Vaya, no creí que fueras tan amargado.
— No creí que fueras tan confiada. — volteó a verme, hice lo mismo, en sus labios se formó una pequeña sonrisa, emitió un sonido de risa poco auditivo.
— Bien, bien, me ganaste. — su mirada se fue a dirección al mar — ¿En serio no me dirás tu nombre? — que chica tan molesta.
— No.
— ¿Qué? ¿Por qué? — me miró devuelta.
— No veo la necesidad de decirte.— tomé mi libro para seguir con mi lectura.
— ¡Oh vamos! ¿Es acaso que sigues enojado por que entretuve a tu amiga?
— No.
— Puff, que difícil. — pude ver de reojo como abrazaba sus rodillas y miraba a mi lado opuesto.
Sin darle importancia "volví" a mi lectura, la chica no se movió de su lugar en ningún momento, había veces que la miraba de disimuladamente, seguía en su misma posición, ya hasta había creído que se terminó quedando dormida.
— Ray.
— ¿Mmh? — sentí cómo se giraba para verme.
— Mi nombre, Ray. — mi mirada seguía en el libro.
— Oh, queda con tu cara. — no dije nada.
Volvió el silencio.
— ¿Y qué tal lo que pediste en ese día?
— ¿No deberías estar vendiendo esculturas? — intervine.
— Primero responde lo que te pregunté y luego yo respondo a tu pregunta.
— Mal, toda la comida estaba salada.
— Ou, que mala suerte... oh sí y respondiendo a tu pregunta, después de ese día no me dejaron vender esculturas en el festival, como no vendí los las figuras suficientes, me dijeron que no servía de nada que yo fuera la que vendiera, — la miré, eso que me dijo fue algo ¿Cruel? — pero bueno, tal vez en el próximo festival pueda vender, aunque no creo que me dejen...
— Tenía razón, eres muy confiada.
— Tu me preguntaste,— ladeó su cabeza para mirarme. — bingo, vamos empate eh.
— ¿Desde cuando fue una competencia? — hice su mismo gesto.
— Al parecer me volviste a ganar, — salió una sonora risa de sus labios. — me caíste bien, Ray, te invito algo de comer, ¿Te parece?
— No, estoy leyendo.
— ¿Seguro? En ningún momento te escuché cambiar de página, solo digo. — sonrió de forma sarcástica.
— Depende, ¿Qué me invitas? — seguí su juego.
— ¿Qué fue lo que pediste la otra vez?
— Yakisoba.
— Pues un yakisoba será.— ella seguía viéndome como si estuviera esperando una respuesta de mi parte, sin embargo, una notificación se escucho en el lugar, parecía ser que venía de su celular, revisó su teléfono y su semblante cambió. — ¡Oh! me necesitan en casa, una disculpa Ray, para la siguiente vez que te vea te invitaré un yakisoba.
Tomó su cámara y se levantó, limpio algunos restos de arena que estaban impregnados en sus prendas y para finalizar me miró.
— ¡Adiós Ray! — sacudió su mano como signo de despedida, yo no hice nada, solo observaba como cada vez se alejaba cada segundo de donde yo estaba.
A decir verdad, era un poco molesta, ya ni las chicas del colegio son tan insistentes en querer armar una conversación conmigo. Si, era algo terca, así como Emma.
Era una chica algo ¿Rara? No lo sé... es raro que tenga tanta confianza en invitarle algo a un desconocido apenas teniendo una conversación, realmente es muy extraño. Pero bueno, tal vez dependa de cada persona, creo.
Quise seguir con mi libro, pero la concentración no ayudaba, no tuve mas opción que levantarme e irme a mi casa.
Tan pronto llegue a mi hogar me tire a mi cama, estaba exhausto, tanta serenidad y calma que me transmitió la playa hizo que me dieran tantas ganas de quedarme dormido, aunque se que de cualquier modo no lograría hacerlo.
Estúpido insomnio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro