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Las caricias de la menor tuvieron que terminar rápidamente después de que Jennie intentara quitarle la blusa a Lisa, quitándole el sujetador y no dejando nada más que las bragas de encaje; su novia estaba muy hermosa con ellas puestas.
Ante la necesidad de Jennie, Lisa detuvo sus provocaciones y le dió a la chica un último beso, para luego bajar a sus pechos y a su vientre, mientras Jennie observaba, deseando internamente que la húmeda tortura de la lengua de la menor llegara hasta allí abajo, para darle esa alucinante paz. Lisa, como de costumbre, tiró sin miramientos las bragas que llevaba Jennie, y se detuvo unos segundos para contemplar la visión de su novia con las piernas completamente abiertas.
Era una bella imagen aquella en la que Jennie se encontraba extendida en la cama con su larga melena castaña esparcida sobre el colchón, sus pechos erectos por los mimos ganados hasta hace poco o el aire frío que circulaba en el dormitorio, siendo Jennie a veces quien castigaba sus propios pezones con los dedos. Luego estaba la esbelta y curvilínea cintura de la chica, seguida de su pequeño y duro culo redondo que se aplastaba contra el colchón y que a Lisa le encantaba apretar o acariciar en mitad de la noche cuando su short acababa bajándose un poco– por culpa suya.
Por último, estaban las largas piernas y los muslos llenos que Lisa mordisqueaba y besaba lentamente oyendo a Jennie suspirar con los ojos cerrados. Además de todo esto, también estaba ese camino que conducía hacia la humedad suave y lista ya preparada para recibir la boca de Lisa.
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