Tres
Debía haberlo sabido. Siendo vísperas de navidad, el centro comercial estaba atiborrado de personas haciendo sus compras de pánico navideñas, comprando comida para las cenas y regalos para los niños. Ni Mingyu ni Hansol parecían afectados, pero Seungkwan no dejaba de morder sus uñas, nervioso.
—¿Estás bien? —preguntó Mingyu cuando Hansol se adelantó para mirar una vitrina que exhibía un par de beannies fluorescentes y lentes de sol rojizos.
—Sí. Es solo que no creí que habría tantas personas, espero que no te moleste.
Mingyu negó con suavidad. —Para nada, estar junto a ti- ustedes —corrigió— es agradable.
—Me alegro que pienses eso —admitió el castaño de manera sincera—. A Hansol y a mi en realidad nos gustaría pasar más tiempo contigo.
—Oigan, ¿creen que sería mucho llegar con eso puesto al intercambio? —interrumpió el menor, señalando a lo lejos una sudadera realmente colorida.
Seungkwan no se aguantó la risa y Hansol hizo un puchero involuntario, Mingyu, en cambio, solamente sonrió enternecido.
—Supongo que no tiene nada de malo que vistas lo que quieres —animó el moreno.
Hansol solamente atinó a darle la razón. Obligó a los mayores a entrar con él a la tienda antes vista y los dejó sentados en un par de sillas mientras él se metía a uno de los probadores junto a la curiosa sudadera.
—Se ve emocionado —dejó salir Mingyu.
—Él no lo admite, pero le gusta la navidad tanto como a mi —explicó Seungkwan—. ¿No crees que es lindo?
Mingyu se lo pensó. —¿Es una pregunta capciosa?
Seungkwan negó algo apenado de su propio atrevimiento y decidió mejor dejar el tema para después.
Terminaron conversando unos minutos más hasta que Hansol salió del probador, emocionado. Compró la sudadera para él mismo y después se quedó pensando un rato mientras Seungkwan lo observaba curioso.
—¿Quién te tocó en el intercambio, Mingyu? —indagó Hansol como si no lo supiera.
—Me tocó... —Mingyu se lo pensó un momento y Seungkwan se aguantó la risa— Chan. ¿A ti?
—Jun —respondió Hansol tan seguro de sí que ni Seungkwan dudó de su respuesta.
—A mi me tocó Wonwoo —agregó Seungkwan, sintiéndose un poco excluido de la conversación.
—Lo sé —respondieron Hansol y Mingyu a la vez. Seungkwan solamente atinó a sonreír de manera maliciosa cuando las mejillas de ambos se tiñeron en rojo.
Eran las nueve de la noche y fue justo antes de salir del centro comercial cuando Seungkwan lo vio. Se trataba de un suéter tejido de lana tintada de amaranto, con un bonito reno blanco en el centro y detalles de copos de nieve boradados en gris. Se imaginó a Hansol usándolo e incluso a él mismo, aunque se lamentó al ver la etiqueta del precio de reojo. Ya después volvería por él.
Mingyu, quien no parecía haberle quitado los ojos de encima al castaño guardó la nota de mental de que aquella prenda parecía haberle gustado a Seungkwan.
Hansol hizo lo mismo. Observando a Mingyu examinar el suéter con interés.
Al final, los tres terminaron saliendo con las manos vacías (porque Hansol se había puesto su nueva sudadera encima) y ningún regalo para obsequiar en el intercambio.
—Bueno, podemos regresar otro día —sugirió Seungkwan.
—El intercambio es en dos días —le recordó Hansol—, y mañana tenemos un examen, así que no creo que sea buena idea salir.
—Igual yo ya encontré un buen regalo, creo —mencionó Mingyu mostrando sus blancos caminos en una sonrisa—. Les agradezco a ambos.
—Gracias a ti —devolvió Seungkwan, aunque el mayor realmente no hubiera dado ideas de regalos para Wonwoo.
—Nos vemos en el intercambio, Gyu —dijo Hansol. Se paró en las puntas de sus pies y dejó un beso en la mejilla del moreno.
Seungkwan imitó la acción, atreviéndose a acariciar con sus labios la comisura de los labios de Mingyu, quien no podía enrojecer más.
—¡Regresa con cuidado! —exclamó Seungkwan antes de tomar la mano de Hansol y desaparecer junto a él a través de la neblina.
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