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TIEMPO AL TIEMPO


Un golpe contundente despertó a Link de un sobresalto. Hood había tirado un paquete mullido sobre su estómago. Link se incorporó poco a poco y miró al viejo que estaba en el umbral de la puerta por donde el sol entraba resplandeciente.

—Un "buen día", es mucho pedir, ¿no? —preguntó irónicamente Link.

—Andando, no hay tiempo que perder. Lleva ese paquete en tu mochila. —El viejo estaba listo para partir. Vestía una chaqueta larga con mangas cortas y verde oscuro, hecha de cuero de lo que parecía un reptil. Asimismo, llevaba puestos unos pantalones oscuros y botas marrones de cuero. Sus guantes eran largos, pero dejaban ver sus dedos y estaban fabricados del mismo material y color que las botas.

El hombre ya había traído dos caballos hasta la puerta.

—¿Y a dónde vamos con tanta prisa? —indagó Link.

—Inicialmente, voy a convertirte en un hombre. Luego volveremos para desayunar con tu tío y después... Bueno, ya verás. —El viejo caminó hasta el caballo y se subió.

Link pudo negarse, pero tantas preguntas sin respuestas, tantas dudas, tanta curiosidad, eran el motor suficiente para seguirlo. Aparte, el viejo había dicho que estarían para el desayuno, por lo tanto, no había sospecha de que pudiera proporcionarle otra paliza. Así que, Link tomó el morral del tío que a él no le quedaba precisamente chico y metió el paquete que Hood le había dado. Salió de la casa y observó el cielo despejado. Acarició al caballo que Hood había traído y se subió.

Hood lo miró. En sus ojos había un brillo de picardía juvenil. —¿Crees que puedes seguirle el ritmo a este viejo? —preguntó.

Antes de que Link pudiera repasar las palabras del veterano, este le dio una palmada a su caballo y salió levantando el poco polvo que había, dado que la mayor parte de la tierra seguía húmeda del día anterior y del rocío matinal.

—¡Yah! —gritó Link y el caballo echó a andar a toda velocidad. Pronto alcanzó al viejo, que parecía haber desacelerado un poco.

Ambos se encontraban corriendo por las vastas planicies de las afueras de Hyrule. Hood esquivaba algunos árboles. Link saltaba arbustos, piedras, charcos y todo lo que se le cruzaba. Parecían dos hermanos corriendo una carrera. Hood, que tomó por un camino sinuoso, esquivó una rama baja de un árbol, mientras que a Link, las hojas de este le cachetearon la cara.

El viejo rio al ver a Link.

—¿No viste venir esa, cachorro? —lo molestó.

—Sí, viejo. Solo que no tengo problema en aguantar los golpes de unas hojitas —mintió Link después de escupir dos hojas que le habían quedado en la boca.

—Tienes razón. Los únicos golpes que no puedes aguantar son los de un viejo en un bar —bromeó Hood regocijándose.

—Pegarle a un ebrio es cosa fácil, ¿quieres probar ahora si tienes la misma suerte? —preguntó Link riendo desafiante. Aunque por dentro una parte de él prefería que el viejo no se bajara del caballo y lo increpara de nuevo.

El viejo rio nuevamente. —Ya casi llegamos. Seguiremos ese arroyo.

Link vio a unos metros un arroyo angosto.

Ambos comenzaron a seguir el caudal de agua que poco a poco fue creciendo. Link observó cómo el viejo miraba hacia arriba, parecía disfrutar enormemente el viaje a caballo. En ese momento, su piel se estremeció.

—¿Señor? —dijo el muchacho.

—Puedes llamarme Hood.

—¿Usted y yo tenemos algo que ver? Es decir, noto ciertas cosas en usted que me recuerdan a mí mismo, y dado que no recuerdo nada de mi infancia, me preguntaba si... —pero entonces Link fue interrumpido.

—Lo siento, Link. Créeme, sinceramente lo lamento, pero no soy tu padre —contestó Hood antes que Link terminara su pregunta. Un silencio incómodo se produjo brevemente —Aunque, si me dejas expresar mi opinión, tu padre fue un gran hombre... con el tiempo puede que averigües más cosas sobre él, pero no será de mi boca.

Link tragó saliva.

—Gracias —dijo Link.

—¿Gracias por qué? —preguntó Hood.

—Gracias por recordar a mi padre así, aunque yo no pueda hacerlo. De hecho, debería agradecerle por muchas cosas. Entre ellas, el haberme traído a casa y haberme dado ese té que curó varias de mis heridas, pese a que temo preguntar, qué fue lo que me dio —bromeó Link.

—No te preocupes, no te di nada malo. De hecho, nos vendría bien tener más. Lástima que sea tan difícil de conseguir... —dijo Hood rascándose la barba—. Como sea, no te hablaré de eso ahora. Así que, no insistas, ¿entendido? —preguntó Hood.

—Supongo que sí. Es decir, no sé por qué el suspenso todo el tiempo, pero intuyo que tendrá sus motivos —contestó Link—. En fin, gracias por todo. Sabe... yo no soy así... —comenzó a excusarse Link.

—¿Así cómo? —preguntó el veterano.

—Como ayer... Es solo que ayer... —intentó decir Link.

—Sé lo de Epona. Bonito animal. Pero no es que la hayan matado, simplemente la han vendido. Esa no es excusa para beber de esa manera —dijo el viejo, hablando del tema como si supiera todos los detalles de una historia que nunca había sido relatada—. Además, esa yegua necesitaba algo de entrenamiento, más aún si te va a acompañar en tu larga travesía.

Link tenía la boca abierta de par en par, pero ningún sonido salía de ella. Epona, era la yegua que lo acompañó toda su vida. La había visto nacer y crecer. El cariño que le tenía Link era comparable al de una madre con un hijo.

—Tú la compraste, ¿no? —lo increpó Link.

—¿Me ves con tu majestuoso corcel en este momento? —preguntó Hood, con cierta ironía en la voz.

—Si tú no la compraste... ¿Cómo es que sabes tanto del tema? —indagó Link, como si fuera la pregunta ganadora de aquel argumento.

—Pude haber hablado con tu tío, ¿no? —remató Hood, desbaratando las ideas del muchacho.

Link se cruzó de brazos y lo miró fijamente pensando que en algún lugar de aquel relato había algo que no cuadraba.

Ya no se encontraban galopando, más bien era un trote suave al costado del caudal de agua que ahora era un río. Siguieron trotando lento hasta que el viejo se detuvo junto a unos arbustos. Una porción del río pasaba por debajo de dichos arbustos y la otra seguía colina abajo.

—Ven, Link, es por aquí. —El viejo corrió unas ramas y siguió a pie tirando del caballo dentro de los arbustos. Link siguió sus pasos bien de cerca. Luego de no más de diez pasos, se encontraron a los pies de una roca donde una parte del río generaba una pequeña cascada. A los pies de la cascada se había formado una laguna algo profunda. El veterano ató los amarres del caballo al árbol, dejó su mochila, se tiró al agua entrando de cabeza y salió a la superficie flotando.

—¡¿Te da miedo el agua?! —le gritó a Link, que se hallaba parado en la orilla más elevada.

Este, que estaba maravillado por el lugar, dejó el morral, ató el caballo, se quitó sus botas, la camiseta y se lanzó también de cabeza al agua.

—Creí que esa camiseta apestosa era parte de tu cuerpo —se burló el viejo.

—Sí, llevo días sin sacármela. Creo que debería quemarla, antes de que se queme sola con mi sudor —afirmó Link y ambos rieron.

Pronto, Hood salió del agua y fue hasta la mochila. Sacó una especie de pan de jabón y se la arrojó a Link.

—Úsalo, hueles terrible. Luego sube... yo tengo que armar una cosita... —dijo Hood mientras hurgaba en su mochila—... Ah-ham, aquí estás, mi vieja amiga —y extrajo de la mochila tres pedazos de caña, los cuales incrustó uno dentro de otro formando una gran caña. A continuación, sacó un cordel y un gancho. Tomó un pedacito de pan y lo enhebró a ese gancho que servía de anzuelo. Cuando todo estaba listo, Link ya había terminado de asearse. Salió del agua y se dirigió hacia el viejo. Este clavó la caña en la tierra y colocó una piedra por delante.

—Siéntate allí, Link —dijo el viejo señalando un pedazo de tronco.

—Como quieras —dijo Link sacudiendo la cabeza para secarse.

El veterano hurgó nuevamente en su mochila y sacó una manta gruesa.

—Toma, sécate. —Se la arrojó a Link y siguió buscando algo más.

Link se estaba secando la cara y para cuando terminó, el viejo no estaba más frente a él. Una mano cayó sobre su hombro y una cuchilla, que parecía lo suficientemente filosa como para cortar un pelo a lo largo, rodeaba su cuello.

—Si te mueves, lo más probable es que te corte la garganta, la hoja de esta daga está demasiado afilada —dijo el viejo que se encontraba detrás de él.

—¿Q-Qué estás haciendo? —preguntó Link tartamudeando con preocupación.

—¿Qué parece que estoy haciendo? —dijo Hood. Pero no esperó una respuesta por parte del joven y continuó—: Voy a arreglar un poco tu aspecto de indigente. No puedes seguir andando así, con esa barba toda anudada y esos pelos... No entiendo cómo no te pica.

Link respiró aliviado y contestó—: Nah... con el tiempo te acostumbras.

—¿A la barba? —preguntó Hood.

—No, a la picazón —dijo Link riendo.

El veterano también rio —Bueno, de cualquier manera, en breve, no habrá más barba que te pique.

Link podría haberse negado, tal vez sin éxito, pero podría haber dicho "No" inicialmente. Sin embargo, algo en sí mismo le dijo que podría ser una buena oportunidad de sacarle al viejo algún dato más, cualquier cosa que Hood le dijera acerca de su propia infancia, de Epona, de la relación con su tío, cualquier cosa era más interesante que negarse a la "poda" de su barba. Después de todo no era tan malo, quizás, hasta lo necesitaba.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Link

—Ya lo estás haciendo —bromeó Hood—, adelante, pregunta.

—¿Por qué me has traído a lo de mi tío después de cómo me comporté anoche? —indagó Link.

Hood suspiró. —Bueno, aquí vamos de nuevo. Mira, Link, sabemos que no eres una mala persona, que no sueles beber en demasía y entiendo que lo de Epona...

—Sí, sé que no es excusa que justifique mi comportamiento de ayer —lo interrumpió Link—, pero no es solo el tema de Epona. Últimamente, el hierro para las herraduras que el tío obtiene de las minas, es cada vez más caro. Desde que Ganondorf y sus tropas tomaron las ciudadelas cercanas a Hyrule, todo ha ido en picada. —El rostro de Link demostraba desesperanza—. Las cosechas no alcanzan, los animales mueren de hambre...

—Créeme que entiendo tu situación perfectamente. No tienes idea de todo lo que sé del tema, pero no lograrás nada agrediéndote de esa manera. Te necesito lúcido para contraatacar —explicó el viejo.

—¿Para contraatacar? —dijo Link corriendo la mano del viejo, que en ese momento le estaba afeitando la mejilla izquierda—. No sé qué tiene en mente, señor, pero yo soy solo un granjero.

El viejo se enderezó y caminó hacia el caballo donde colgaba su mochila. Extrajo una flecha y un arco rudimentario, y volvió hacia donde Link se encontraba sentado.

—¿Ves el hueco en el árbol de enfrente? —dijo el veterano mientras señalaba un ombú que se encontraba al otro lado de la laguna.

—Sí —respondió Link.

—Quiero que metas esta flecha en ese agujero —dijo Hood.

—¿Qué? ¿Estás bromeando? Es imposible. El hueco no mide más que mi puño y a esta distancia... No, no puedo, le haría malgastar una flecha.

El viejo le dio la flecha y el arco al muchacho, se puso detrás y le murmuró al oído como si fuera su conciencia. —Imagina que ese hueco es el pequeño y corrupto corazón de Ganondorf. Y esa rama, la espada con la que matará a tu tío. "Todos morirán, Link. No puedes hacer nada para detenerme, Astor será el primero de muchos y tú lo verás, mientras yo me cobre sus vidas" —dijo Hood impostando la voz.

—¡No! —La mente de Link se había puesto en blanco.

Sumergido en el breve relato recién contado, apuntó y disparó. La flecha cortó el aire, silenciosa, filosa y precisa. Ahora se encontraba en el centro del hueco que cumplía su función como blanco. Cuando Link volvió en sí, no podía creer lo que había sucedido. Temblando por la adrenalina del momento. —No lo puedo creer, nunca había disparado una flecha en mi vida, pero tu voz y esa frase...

—No que recuerdes —dijo el viejo, mientras hacía un gesto para que se sentara nuevamente en el tocón del árbol y seguir afeitándolo.

—¿Qué hacía antes de perder la memoria? —preguntó Link al viejo.

—Lo siento, muchacho, eso es algo que descubrirás con el tiempo —le retiró el arco y lo apoyó en el suelo—. Por lo pronto, voy a reentrenarte, para que tu cuerpo se afiance con técnicas que ya sabías.

Hood siguió afeitándolo y luego arregló su cabello. De cada tanto miraba su caña, para ver si esta picaba. Siguieron conversando de cualquier cosa durante toda la sesión de "barbería". Cuando el viejo había terminado, Link se veía como nuevo.

—Abre el paquete que te di antes de salir de la casa —dijo Hood señalando la mochila de Link.

—¿Qué es? —preguntó Link.

—Si no lo abres, nunca lo sabrás... —Hood no pudo terminar su frase porque un pez había mordido el anzuelo—... ¡Caramba, parece grande!

Link dejó el paquete y corrió a ayudarlo. Juntos sacaron un pez que medía lo mismo que todo un brazo de ellos.

—Bueno, hoy tendremos un gran almuerzo —afirmó Hood mientras examinaba la presa, ahora en sus manos.

Link afirmó con la cabeza, luego volvió hacia el paquete que había soltado en el apuro y lo abrió.

—¡Wow! ¿Esto es para mí? —preguntó Link

—Si te queda... —dijo el viejo como minimizando el gasto.

Link tenía ahora en sus manos una chomba blanca de cuello corto redondo y de mangas largas, que se ajustaba al cuerpo perfectamente como si esta fuera elástica. Se la puso y del paquete extrajo también unos pantalones de montar, color marrón claro, muy resistentes y de muy buena calidad.

—Genial —dijo Link—. ¡No mires! —le gritó a Hood, aunque en realidad mucho no le importaba. Había algo en ese viejo que le resultaba paternal y que hacía que no le preocupara estar en paños menores frente a él.

—Perdón, Link, pero ya tengo a alguien especial en mi vida —contestó con sarcasmo el viejo soltando una carcajada.

—Ja, ja, ja —dijo Link, riendo irónicamente—. ¿Cómo me quedan?

—Supongo que bien —dijo Hood sin darle importancia.

Link, que seguía con el paquete aún en sus manos, sacó dos cosas más: un gorro puntiagudo bastante abrigado y una chaqueta cerrada. Esta era larga, de mangas cortas y color verde musgo como el gorro, ambos hechos de la misma tela. En la parte posterior del cuello colgaba una capucha. Link se quedó contemplando su nuevo atuendo.

—Es abrigado en invierno y fresco en verano —dijo Hood señalando las prendas que el muchacho tenía en las manos—. Es una tela rara, ya casi ni se consigue. El gorro es una antigüedad, no creo que lo uses teniendo en cuenta la capucha de la chomba, pero, aun así, es útil cuando hace mucho frío. Aparte me genera nostalgia.

Link sintió también esa nostalgia, pero no sabía muy bien por qué, entonces se dio cuenta del costo de aquel presente. —No creo que pueda pagarlo.

—Yo creo que sí —sonrió Hood—. Considéralo un adelanto por los servicios que próximamente prestarás a la comunidad de Hyrule.

—¿Y qué es lo que haré precisamente por Hyrule? —preguntó Link, moviendo la mano en círculos, como dándole pie a que Hood continuara con su relato.

—Tiempo al tiempo, joven amigo —contestó Hood tomando las riendas del caballo—. Por lo pronto, volveremos a desayunar con tu tío. Luego comenzaré a explicarte algunas cosas acerca de tu entrenamiento.

—¿Entrenamiento? —indagó Link levantando una ceja.

—Sí, señor, todo héroe necesita un entrenamiento. Luego, haremos una pausa para almorzar lo que pescamos —agregó Hood al mismo tiempo que ataba la presa al lomo del caballo—y, por último, entrenarás un poco más.

—¿No será demasiado entrenamiento? —bromeó Link.

—Mira, chico, lo de recién no fue casualidad. Tienes potencial, pero si no lo explotamos difícilmente puedas repetirlo. —Hood se subió al caballo y, con unas pataditas y un chasquido con la boca, este comenzó a trotar suave.

Link aún tenía la prenda obsequiada en sus manos. Rápidamente, se puso la nueva chaqueta, el gorro y saltó sobre el caballo. En unos segundos estuvieron a la par. Ambos cabalgaron bordeando el río de regreso. Conversaron de varios temas irrelevantes, bromeaban y se reían. Aquella sincronía no era la misma que la de la taberna algunas horas atrás. Pese a que, según Link, recién se conocían y tenían una diferencia de edad de no menos veintitantos años, parecían ser amigos de toda la vida. Pronto se desviaron del río y siguieron colina arriba.

Al llegar, vieron a Astor alejándose de una vaca en dirección hacia la casa. En su mano izquierda llevaba una cubeta llena de leche recién ordeñada. Este los vio acercarse, los saludó con la mano libre y entró a la casa. Hood y Link desensillaron sus caballos y guardaron todo en el establo. Hood puso algo de alfalfa en el recipiente de la comida de los caballos, mientras que Link bombeó algo de agua para dejarles el estanque lleno. Al salir del establo, Link, astutamente, recogió seis huevos que había cerca de él. Afortunadamente, los cuccos estaban distraídos y no lo notaron. Cuando entraron en la casa hallaron a Astor con un delantal que en contraste con su cuerpo parecía ínfimo.

—Hood, ¿dónde has dejado a Link? ¿Quién es este joven elegante? —preguntó Astor sarcásticamente al ver al joven con su nueva apariencia. Link hizo una mueca de satisfacción e infló el pecho. —Veo que trajeron el almuerzo —agregó el robusto hombre señalando con los ojos el pescado que Hood traía en sus manos.

—Veo que llevas ropa como para prepararlo —dijo rápidamente Hood—. Aunque deberías dejar de lavar ese delantal con agua caliente. Si se sigue encogiendo no alcanzará para cubrir toda esa panza —agregó bromeando.

—Muy gracioso. Debe ser que ya no quedan tiendas de ropa para hombres de verdad, o sea, robustos —reafirmó Astor.

—Es eso, o es que estás buscando ropa en tiendas para niños —se burló Link.

—¡Ay! Miren quién se dignó a hablar, si no es otro que "el príncipe verde musgo" —se defendió Astor—. Si ya terminaron de burlarse de mi delantal, pueden sentarse a la mesa, en un minuto salen unas tazas de leche con cacao caliente.

—¿Cacao caliente? —repitió Hood emocionado—. Hace cuánto que no bebo eso. Encima se viene el invierno, cómo extrañaba tu hospitalidad, Astorcito querido.

—No me digas —dijo irónicamente Astor—, pero yo nunca te eché, te fuiste solo, ¿no?... Bueno, solo, solo no. Tengo entendido que te fuiste bien acompañado —rio Astor.

—¿Y eso cuándo pasó? —preguntó Link, como quien no quiere saber.

—¿Crees que vamos a "pisar el palito" así de fácil? Hace falta mucho más que eso para que me tomes con la guardia baja —dijo riendo el veterano—. Te repito, "tiempo al tiempo". Pronto entenderás ciertas cosas.

Link se sentó sin ánimo de seguir indagando más. Aquel secreto que guardaban no parecía ser algo malo, por lo que no había de qué preocuparse. Además, su preocupación se centraba en el entrenamiento que se avecinaba, el cual desconocía totalmente. Se quedó pensando en ello con la vista perdida en el pequeño fuego que calentaba la olla con leche. Hood y Astor recordaban una anécdota de un día de invierno muy frío en el que, luego de mucho trabajo pesado, pudieron sentarse a tomar una taza de cacao caliente. A Link le resultaba familiar esa historia, pero no le prestó atención. Tal vez su tío se la había contado antes, pensó. Tal vez, solo era su imaginación. Pronto la leche estaba lo suficientemente caliente como para que las barras de cacao que Astor tenía, se disolvieran en ella. El tío sirvió tres tazas grandes y unos pancitos con jalea de durazno. Link y Hood tomaron la taza con ambas manos para calentarlas. Si bien el día estaba soleado y había amanecido algo caluroso, la temperatura empezaba a bajar.

La granja se hallaba muy al sur de Hyrule, en un pequeño pueblito llamado Ordon. Este era uno de los más sureños del continente y del mundo, junto con el territorio sheikah, al oeste. A su vez, el viento, en el transcurso de la mañana, había cambiado de noreste a sudoeste. Por ello se esperaba que bajara la temperatura. En conclusión, el primer día de invierno se encontraba ante ellos.

—Ya hablé con Braulio para que Link pueda empezar a entrenar según tus planes Hood —comentó Astor mientras se limpiaba el bigote lleno de leche.

—Bueno, entonces cuando terminemos el desayuno ya tenemos un destino —sonrió Hood.

—¿Braulio? ¿El pastor de las cabras? —preguntó Link.

—Ese mismo, mi joven amigo —dijo Hood sonriendo aún más.

Link estuvo muy cerca de preguntar ¿para qué?, pero supuso que el viejo le diría "tiempo al tiempo" o alguna respuesta del estilo, por lo que volvió a poner sus labios en la taza de cacao caliente y siguió bebiendo.

Hood notó que Link quería preguntar algo y que se había callado la boca, por lo que le dijo—: Veo que vas entendiendo cómo funciona esto.

Los tres continuaron desayunando cerca de la chimenea que apenas ardía. Las brasas que calentaron la leche, se habían consumido casi completamente. Link terminó primero y seguidamente Astor. Hood tardó apenas un minuto más, parecía estar tomándose su tiempo para disfrutarlo. Cuando este último apoyó la taza en la mesa, se levantó y se desperezó ruidosamente levantando ambos brazos. Astor lo vio con una mirada de reproche, pero sonrió.

—Nadie pudo, puede o podrá corregir ciertos malos modales —dijo el robusto hombre del delantal.

Link rio. —Veo que no soy el único al que molestas con esas cosas, tío.

—Bueno, vamos —dijo Hood caminando hacia la puerta—. Estamos bastante cerca, así que iremos a pie. Volveremos en un par de horas, Astor.

—De acuerdo, no se preocupen. El pescado estará listo para entonces —dijo el hombre del bigote.

Hood abrió la puerta y le hizo un gesto a Link como para que este saliera primero. Al pasar por su lado, Hood le susurró a Link—: Damas y niños primero.

Ya afuera de la casa, Link le respondió—: Me parece que ya estoy lo suficientemente grande para ser un niño —y en su cara se formó una mueca de satisfacción, como quien gana un reto de argumentos.

Hood hizo exactamente el mismo gesto y le dijo—: Puede que estés grande para ser un niño, pero no lo suficientemente barbudo para ser un hombre —y se echó a reír.

—¡Eso es injusto! Tú fuiste quien me afeitó —replicó Link haciendo que ambos rieran.

Antes de abandonar el terreno de Astor, Hood pasó por el establo y tomó de su mochila unas botas pesadas. Luego, junto a Link, salió caminando por un sendero de tierra seca. Habrían transcurrido unos diez minutos cuando llegaron hasta otro establo, donde alguien los esperaba en la puerta.


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Antes de seguir avanzando en la historia, por favor, pásate por el enlace que dejé en el primer comentario, cuéntame qué te ha parecido este capítulo y responde allí esta breve pregunta.

Hood parece ser un sabio veterano y ágil guerrero.

¿Quién crees que sea este "viejo"?

Link de viejo

Algún antepasado o familiar de Link

No está relacionado con Link

Si te gusta el arte visual puedes compartir un dibujo de cómo te imaginas el viejo y el nuevo aspecto de LINK, o bien, usa alguna I.A. para ver qué resultados genera.

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