Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

SARIA


Ambos hylianos cabalgaron adentrándose cada vez más en la frondosa arboleda, que tenía una amplia variedad en su flora. Era tan impresionante que Link no podía dejar de mirar hacia todos lados. El verde reinaba en todas sus tonalidades. Pese a la poca luz que iba dejando aquel ocaso, el muchacho vio frutos de colores tan diversos como los del mismísimo arcoíris. Las luciérnagas llegaron para darle algo de magia al bosque y este cobró una nueva vida nocturna. La luz del sol los abandonó por completo, pero la luna lo relevó para encargarse de alumbrar lo suficiente.

—Link, ¿qué te parece este lugar? —dijo Hood señalando un sitio en el bosque—. A este árbol parece haberle caído un rayo y está todo seco. Podemos usar algunas ramas para hacer un fuego y, aparte, si se larga una tormenta es poco probable que le caiga otro rayo... ya sabes lo que dicen: "Un rayo no cae dos veces en el mismo lugar" —agregó bromeando y haciendo reír al muchacho.

—Supongo que tienes razón, aunque dudo que llueva. Está bastante despejado —dijo Link deteniendo el caballo cerca del árbol—. Pero como tú dices, yo también creo que esta madera seca arderá rápidamente.

Ambos se bajaron de los caballos y los amarraron al tronco de un árbol cercano. Los cuadrúpedos comenzaron a pastar y beber de los charcos del lugar. Hood y Link se colgaron de una rama y entre los dos la partieron. Hood sacó la espada y la terminó de separar del árbol. Una vez en el piso, el viejo la marcó haciendo algunos cortes con su hoja. Ambos la levantaron, la pusieron contra el árbol y de unas patadas la partieron en tres pedazos grandes. Hood usó la espada nuevamente para sacarle las ramas pequeñas y usarlas de yesca para iniciar el fuego. El muchacho, que ya había acampado junto a él más de una vez, se dirigió al caballo del viejo y de su alforja extrajo el candil y una pequeña pala de mano.

—Aquí está bien, ¿no? —dijo señalando un sector del suelo.

—Sí, muy bien. ¿Te encargas del pozo mientras yo consigo una ramita para ensartar el pescado? —preguntó el veterano.

—Sí, sí, no hay problema. —El muchacho tomó la pala e hizo un pozo de unos treinta centímetros de profundidad y unos cuarenta de diámetro.

—Le hiciste los agujeros para que respire, ¿no? —le preguntó Hood al volver con la rama y el pescado.

—Sí, tres —contestó el muchacho.

La primera noche del viaje, el viejo le había enseñado varias formas de hacer fuego. Una de ellas consistía en hacer un hueco en el piso. Este debía ser pequeño, con algunos agujeros cerca del hoyo y que desembocaran en la parte más profunda de este. De esta forma, el aire entraría y el fuego no se apagaría.

—Muy bien. ¿Te expliqué por qué nos conviene hacer el fuego de esta forma? —preguntó el veterano.

—Sí, de esta manera lo controlamos para que el calor salga hacia arriba solamente, no se disipe tanto y genere la mínima cantidad de luz posible para no atraer ojos curiosos —contestó Link.

—Bien, veo que sí te expliqué —dijo Hood.

—Me gustaría saber quién te enseñó tantas cosas útiles sobre la vida en la naturaleza —dijo Link.

—La misma persona que te lo enseñó a ti, un profesor del Colegio de Hyrule —dijo Hood con una sonrisa.

—¡Wow! No sabía que también habías ido al colegio —dijo Link sorprendido.

—Sí, puedo decir que tuve la suerte de ir cuando era joven. Ayúdame con estas ramas —agregó Hood señalando un manojo de estas que se encontraba en el suelo.

—Por supuesto —dijo Link con amabilidad.

Juntos armaron una especie de brocheta gigante con el pescado entero ensartado en ella. Con otras ramas la colocaron encima de los troncos que Link había tirado en el agujero. Hood colaboró tirando un poquito de aceite sobre la yesca. Con una piedra y la espada, el viejo tiró algunas chispas y el fuego comenzó a arder. Link sacó de una mochila unos hierros finitos, algunos cordones y una tela grande y gruesa.

—Ahora te ayudo —dijo el veterano.

—Sí, no hay problema, voy estirando la carpa —dijo el muchacho.

Hood se aseguró que el fuego quedara bien encaminado para ir cocinando el pescado. Se acercó a Link para ayudarlo a armar la carpa y al cabo de unos minutos, ambos estaban junto al fuego, con la carpa ya armada a un costado.

—Creo que quedan unos tomates en el bolsillo del costado de la mochila chica —dijo Link. Dos días atrás habían encontrado un pequeño arbusto lleno de tomates maduros.

—A ver... —dijo el viejo yendo hacia el caballo—. Estás en lo correcto, mi joven amigo —comentó sacando una tablita para picar y los dos tomates—. Controla el pescado mientras yo pico esto, ¿sí?

Una hora más tarde ambos ya habían cenado y estaban sentados junto al fuego. Con el estómago lleno, ambos hacían "sobremesa" en silencio, simplemente contemplando el fuego. Permanecieron así por unos minutos hasta que decidieron entrar a dormir a la carpa. Una vez dentro, Link cayó redondo. Cabalgar durante todo el día lo había dejado agotado y cerrar los ojos fue algo que le costó muy poco. El sonido exterior era muy relajante. El viento soplaba y cesaba de vez en cuando para dejar oír a los búhos ulular. Algunos grillos se escuchaban de tanto en tanto. Habrían pasado unas siete u ocho horas cuando Link se despertó por un sonido extraño fuera de la carpa. Aún era de noche y quedaban varios minutos para que el sol comenzara a trepar por el horizonte. El joven pensó en volver a dormir, pero escuchó de nuevo aquel ruido. Un sonido extraño, similar al croar de un sapo, pero sin su monotonía, como si aquel ruido fuese una forma de comunicación. Entonces, el muchacho decidió salir a investigar su proveniencia, pero cuando asomó la cabeza por la carpa, vio otra vez al arbusto con las dos esferas color ámbar, brillando a menos de cinco metros y se quedó perplejo. Con movimientos sumamente lentos volvió a entrar la cabeza en la carpa.

—¡Psss!, ¡psss! Hood, despierta —le susurró—. Creo que hay algo raro observándonos fuera de la carpa.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —dijo el viejo entre sueños.

—Creo que hay alguien observándonos —repitió el muchacho.

—¿Cuántos ojos ves? —dijo Hood aún acostado y sin despegar sus pestañas.

Link se asomó apenas por la hendija de la carpa, pero ya no veía las dos esferas solamente, sino unas veinte lucecitas del mismo color parpadeando por todo el alrededor. Todas de a pares. Las que antes parecían estar a cinco metros, ahora estaban casi a tres. El joven pudo apreciar de cerca al arbusto de raíces sueltas acechándolo. El muchacho volvió hacia Hood sin saber qué pensar. —Antes eran dos, pero ahora son como veinte lucecitas... Son como arbustos, pero creo que se mueven.

Hood se sentó de un sobresalto. —Tu espada de madera, ¿dónde está? —preguntó rápidamente.

—En el caballo, ¿por qué? —se preocupó el muchacho.

—¿Recuerdas que esa espada sirve para practicar o ahuyentar sin herir de gravedad a tu oponente? —preguntó Hood.

—Sí, ¿por qué? —preguntó Link.

—Porque acaban de rodearnos unos oponentes que no podemos matar si queremos conseguir el respeto del Gran Árbol Deku —contestó Hood.

—¿Qué? —preguntó Link.

—Te lo explicaré más tarde, ahora tenemos que desenganchar la carpa y pararnos. Iremos con ella encima de nosotros hasta los caballos, como si fuéramos un solo monstruo gigante. Supongo que podemos salir ilesos si aprovechamos el factor sorpresa —dijo el viejo pensando en voz alta.

—¿Qué dices? ¿Salir ilesos? Hood, ¿cómo cuánto daño podemos recibir esta noche? —preguntó el joven algo asustado.

—Nada grave, espero. Pero puede que nos ganemos algún que otro moretón —dijo el viejo y poniendo las manos en la parte más alta de la carpa, agregó—: Ahora ayúdame con la carpa... a la cuenta de tres, ¿sí?

El joven asintió con la cabeza, puso las manos en el techo de la carpa y esperó el conteo regresivo.

—Tres... Dos... Uno... ¡Ahora! —dijo Hood.

De un tirón, la carpa se desprendió del piso y ambos salieron corriendo hacia los caballos.

—¡Uayayayaya! —gritó el viejo dentro de la carpa.

Link no entendía por qué, pero lo imitó. Pronto llegaron a sus caballos, lugar donde se hallaba su equipaje.

—Solo la espada de madera y el escudo Link. Volveremos por el resto, después —dijo el viejo.

Sacaron las manos por debajo de la gruesa tela y tomaron sus armas. Hood lanzó la tela hacia atrás y quedaron al descubierto. Como si se hubiesen multiplicado, unos veinte arbustos de diversos tamaños los rodeaban.

De pronto, uno de ellos se hinchó como si tomara aire por aquel agujero central. Las brillantes esferas color ámbar se apagaron en su interior. Parecía estar cerrando los ojos y haciendo fuerza. Entonces, por su trompa, disparó algo que, en principio, Link no llegó a ver. El joven se cubrió instintivamente con el escudo y aquello que el arbusto había escupido resonó haciendo vibrar la protección del muchacho.

—¡Wow! ¿¡Qué fue eso!? —preguntó Link.

—¡Nueces Deku! —contestó Hood—. ¡Ten cuidado! Basta con una de ellas bien colocada para perder un ojo.

—Qué tranquilidad me das —dijo el joven irónicamente—. ¿Y ahora?

—Y ahora contraatacamos —dijo el viejo yendo por el primer arbusto, al cual golpeó con la espada de madera.

Link lo siguió y atacó a otro arbusto. Este fue más ágil y esquivó el ataque del muchacho dando un salto hacia atrás, al mismo tiempo que se inflaba. Esta vez Link no llegó a levantar su escudo a tiempo. El arbusto había escupido un pequeño, pero macizo fruto que había dado justo en su hombro.

—¡Argh! ¡Maldición, cómo duele! —se quejó el joven.

—Te dije que tuvieras cuidado, un par de esas y estás frito. Ve a la defensiva y ataca solo cuando estés seguro de que acertarás —dijo el veterano cubriéndose de otro impacto.

El joven se cubrió y una vez más su escudo resonó «¡TOC! ¡TOC! ¡TOC!» Tres golpes más contra el escudo. Esta vez Link logró acercarse más y el arbusto no tuvo suerte. De un solo golpe, Link lo dejó tendido en el suelo.

—¿Qué rayos son estas cosas, Hood? —preguntó Link pegando su espalda con la del viejo, cubriéndole la retaguardia de unos cuantos disparos más.

—Son conocidos como "Matorrales Deku" —dijo el viejo tumbando a otro enemigo—. No todos son agresivos... A esta clase se las conoce como "Matorral Loco" porque son muy territoriales y atacan cuando se sienten invadidos —agregó levantando el escudo para cubrirse de un ataque inminente.

—Por más que me ataquen, no me siento del todo bien tumbándolos así, parecen muy débiles —dijo Link cubriéndose las piernas de un ataque bajo—. Siento que nosotros somos los que estamos mal.

—Sí, lo sé, no te preocupes. Ya tendrás tu tiempo para disculparte y ser aceptado. Ahora mismo, esto es lo que debes hacer —dijo Hood golpeando con el escudo a un matorral—. No les harás suficiente daño, Link. Pierden fácilmente el conocimiento, pero son muy resistentes. Para mañana estarán como nuevos.

El joven se alivió un poco y contraatacó. De tanto en tanto algunas nueces Deku les pegaban sin herirlos gravemente y con algo de paciencia uno a uno los matorrales locos fueron cayendo.

—Es difícil usar espadas con ellos —dijo Link—. Son de corto alcance y no son muy efectivas contra enemigos de largo alcance —agregó.

—Lo sé, pero le regalé una de mis cerbatanas a mi hijo y la otra se la quedó Astor. Por ello no tengo arma no letal de larga distancia en este momento —dijo Hood sin demasiada importancia mientras se cubría de otro ataque.

—No sabía que tuvieses un hijo —dijo Link asombrado.

—¡Link, cuidado! —El viejo había logrado cubrir a Link de un ataque lateral proveniente de un matorral muy bien camuflado—. Mejor concentrémonos en la batalla, ¿sí? —dijo, evitando contestar el comentario de Link.

Solo unos pocos matorrales quedaban, cuando de la oscuridad, el filo de una espada metálica se asomó de entre la maleza.

—Eres mío —dijo una voz de ultratumba.

Un demonio corría hacia un matorral.

—¡Nooo! —gritó Hood corriendo para interceptarlo en su trayectoria.

El viejo llegó en una centésima de segundo, antes de que el demonio atravesara al matorral con su espada.

«¡SHUINK!» Se escuchó cómo la espada golpeaba contra el metálico escudo. El matorral fijó sus dos esferas, de color ámbar, en los ojos rojos del demonio, notando que Hood no era su enemigo, sino aquel individuo de piel anserina. Todo ocurrió en un instante. El demonio había fallado su ataque y dejado su guardia baja. El matorral se infló y colocó con certeza una nuez entre medio de los ojos del malviviente.

Hood aprovechó el momento y lo empujó con el escudo. Soltando la espada de madera, le propinó tres puñetazos en la cara. El demonio soltó la espada al ser golpeado. El viejo no tuvo clemencia y de un cuarto puñetazo le rompió tres costillas tumbándolo por completo. Entonces, tomó la espada. —Eres libre —dijo el viejo clavándola en el corazón del poseído.

Los matorrales, que aún quedaban conscientes, vieron aquella secuencia y dejaron de atacarlos. Cinco demonios más aparecieron.

Tres de ellos se dirigieron a Hood y los otros dos a Link. El joven solo podía repeler los ataques con el escudo, dado que aún poseía la espada de madera y sabía que no aguantaría ni un choque contra una de metal.

Hood, por el contrario, se defendía usando su escudo y contraatacando con la espada proporcionada por el cadáver que se encontraba en el suelo.

Ambos hylianos se acercaban paso a paso repeliendo ataques. El joven notó que uno de sus agresores tenía problemas para controlar su cuerpo. Atacaba errático y entrecortado. Link sospechaba que ni siquiera usaba toda su fuerza y que sus ataques eran muy débiles. Mientras tanto, el otro demonio parecía no querer otra cosa que verlo morir dolorosamente.

—¡Hood! —gritó el muchacho—¡Una mano aquí no estaría mal!

—¡Resiste, Link! —dijo el viejo— ¡Usa el escudo!

—¡Eso hago, eso hago! —dijo Link.

Hood, logró empujar a dos demonios con el escudo y sorprendió al tercero clavándole la espada en el cuello.

—Descansa en paz —dijo el viejo retirando la espada del poseído. —¡Uno menos! —gritó acercándose aún más a Link.

Los matorrales parecían confundidos. Sin embargo, después de lo que pareció una breve discusión en un extraño idioma, estos empezaron a disparar nueces a los dos poseídos que atacaban a Link.

El joven sintió el zumbido de una nuez que rozó su oído e impactó en el peor de sus agresores. Todas las nueces pegaban en este demonio, como si los matorrales no quisieran herir al otro poseído.

—¡Grraaaarr! —gritó el demonio herido y como si se hubiera recargado de una cólera rabiosa, la boca se le llenó de espuma. Empujó a Link apoyando la mano pelada en el escudo del joven y salió corriendo hacia los matorrales locos. El muchacho trastabilló y cayó hacia atrás. El escudo se le soltó de la mano y, esperando el inevitable ataque del otro demonio, vio cómo este se le acercaba lentamente con una espada mellada en su mano. Parecía tener una edad similar a la de Link. Su piel aún tenía algo de color y sus ojos eran celestes con algunas salpicaduras rojas. Su ropaje era rústico. Vestía un chaleco verde y unos pantalones desgarrados del mismo color. Presentaba unas cuantas heridas que todavía no habían cicatrizado y otras cuantas que supuraban mal. Sin más, su espada descendió sobre Link y se clavó.

El joven estaba atónito. El demonio estaba inmóvil frente a él y la espada, enterrada en el suelo de tierra a pocos centímetros de su oreja izquierda. Conmocionado y con sus ojos abiertos de par en par, Link abrió la boca para decir algo, pero el demonio le ganó de mano.

—Ayu-ayuda a lo-los ma-matorrales —imploró tartamudeando.

Link notó que una de las manos del demonio intentaba volver a tomar la espada que recientemente había soltado, pero la otra mano tomaba su muñeca, como si el poseído tratara de controlarse a sí mismo.

—¡Link! ¡Rápido! ¡Es tu oportunidad, vete! ¡Haz lo que él dijo! —gritó Hood viendo la secuencia del joven entre contraataques.

Link se puso de pie. Tomó la espada de metal del poseído y el escudo que se le había caído anteriormente. Comenzó a correr hacia donde habían huido los matorrales, pero antes de irse se detuvo un instante y le gritó al veterano. —¡Hay algo extraño en este! ¡No estoy del todo convencido de que quisiera atacarme!

—¡Lo sé! ¡Ahora vete! —ordenó Hood.

Link, que corría a toda velocidad por el bosque, saltó una raíz y percibió que empezaba a amanecer. Entonces, observó a la carrera las pisadas del demonio y las siguió. Al mismo tiempo, uno de los agresores de Hood abandonó la pelea contra este y comenzó a seguir al joven, esquivando ramas y corriendo otras.

A veces agachándose, a veces saltando, el muchacho se abrió paso por la tupida arboleda siguiendo las huellas. De pronto se encontraba en una especie de cueva, sin saber en qué momento había entrado.

«¡CRUNCH!». Algo mordió su tobillo y lo tiró al piso.

—¡Ouch! ¿¡Pero qué demonios...!? —Link divisó una especie de planta de un tamaño importante sujetándolo. Intentó escapar, pero era imposible sin usar la espada. El joven no podía dudar. —Espero que al gran Deku no le moleste —dijo pensando en voz alta y, de un solo corte, separó el dientudo cáliz de la planta de su propio tallo.

El joven desenganchó el pedazo de planta que aún le sujetaba el pie y se reincorporó algo adolorido. Corriendo nuevamente notó que la oscuridad apenas le dejaba divisar el camino. Por fortuna las pisadas se terminaron para dejar ver los pies del agresor. El muchacho observó cómo el demonio tenía acorralados a los matorrales contra lo que parecía un callejón sin salida. Una pared de piedra llena de musgo que mostraba el final de aquella caverna.

—¡Eh! ¡Tú! —gritó Link—. Tu pelea es conmigo, ¿recuerdas?

—¡Grfs! —farfulló el demonio torciendo la cabeza de costado—. Entonces, primero me encargaré de ti, y luego, me desharé de esa molesta ensalada.

A unos cuantos metros de allí, Hood peleaba con los demonios restantes.

—Bueno, tal parece que uno ya cayó, dos se fueron y aquel ni siquiera puede ayudarte —le dijo Hood al único agresor que lo atacaba—. Creo que los números no te ayudan.

—Yo no estaría tan seguro. Teniendo en cuenta tu edad, diría que los números te ayudan menos a ti, vejestorio —se burló el demonio.

—Al contrario, la edad me ayuda bastante —dijo el veterano dejando caer el escudo de punta al suelo, justo en el pozo donde habían hecho el fuego la noche anterior—. Precisamente la edad fue la que me enseñó que siempre es preferible conocer el terreno de batalla —dijo Hood y dándole una patada con el talón al borde superior del escudo, para que hiciera palanca, levantó unas cuantas brasas que aún seguían calientes. Estas fueron a parar a la cara del poseído.

—¡Argh! —gritó el demonio—. ¡Maldito viejo tramposo!

Sin perder el tiempo, Hood empuñó con firmeza la espada y atravesó al demonio de lado a lado a la altura del pecho.

—Viniendo de un esbirro de Ganondorf, creo que voy a tomar eso como un cumplido. Y déjame decirte otra cosa, la edad me enseñó algo más que a reconocer el terreno. No me canso de decirlo. El factor sorpresa, siempre te da la ventaja y muchas veces hasta gana una batalla como, por ejemplo, esta —dijo Hood y, viendo una pequeña sonrisa en la cara del demonio, le sonrió y agregó—: Disfruta tu libertad.

De repente, como si su lado malo hubiese ganado, el otro malviviente se destrabó y se dirigió corriendo en dirección al viejo.

—¡Argh! —gritó el demonio.

Hood lo vio y sin pensarlo mucho le colocó un tremendo puñetazo en la cara que lo tumbó en el piso.

—Para ti tengo un tratamiento especial —dijo el viejo y tomándolo del chaleco lo arrastró hasta su caballo. —Veamos, ¿qué tenemos aquí? —dijo Hood hurgando en una de sus alforjas—. A ver, a ver... sí... aquí estás. —De uno de los bolsillos había sacado la daga de mango de cristal que días atrás había afilado Astor.

El viejo miró al muchacho poseído tendido en el piso.

—Mmm... si no me equivoco tú eras zurdo, así que será mejor que te clave esto por aquí. —Volteándolo le clavó la daga en el tríceps derecho. El cuerpo se retorció, el brazo se hinchó repentinamente y la empuñadura de la daga comenzó a oscurecerse. Al cabo de unos segundos, el cristal en la daga estaba completamente negra. El viejo retiró la hoja y, buscando en un bolsillo diferente de la misma alforja, extrajo una piedra, algo de agua, unas hierbas, hilo y una aguja.

El muchacho desmayado comenzaba a tomar más y más color, al tiempo que Hood le limpiaba y cosía el brazo. Faltaban solo dos puntos más de sutura cuando el sujeto recobró el conocimiento.

—¡Ouch! ¿¡Q-Qui-Quién eres y qué haces!? —dijo el joven al despertar, tratando de ponerse de pie.

—Soy aquel que acaba de salvarte la vida y lo que estoy haciendo es evitar que te desangres. Si no eres lo suficientemente cobarde para aguantar dos puntadas más, puedes dejarme terminar —dijo el viejo aún sentado en el mismo lugar.

El joven miró a Hood y luego vio su brazo. Haciendo memoria trató de recordar cómo había llegado hasta allí, pero la vista se le nubló y cayó de rodillas. Los ojos le pesaban y, sin poder mantenerse despierto, se desmayó hacia atrás nuevamente.

—Pfff... qué flojito —dijo Hood levantándose y yendo hacia el muchacho otra vez. El viejo terminó de coserle el brazo y frotó unas hierbas dejándole algo de savia. Luego aplicó un firme vendaje. Por último, lo cargó sobre el caballo de Link. Las piernas del joven caían de un lado y los brazos del otro. Hood, ordenó rápidamente las cosas que habían usado, tanto para acampar como para curar al joven poseído. Tomó la daga y se la clavó a un tronco a medio quemar que estaba en el hueco que Link había cavado el día anterior. El demonio salió de la daga y quedó atrapado en el tronco. Hood, lo tiró bien al fondo y tapó con tierra el agujero.

—Hasta nunca —dijo el viejo y se subió a su caballo. Con una mano en sus riendas y la otra mano en las riendas del otro caballo, comenzó a avanzar en la dirección que iban las pisadas de los matorrales, Link y los otros dos demonios.

Mientras tanto, en la cueva, Link luchaba contra el demonio. Él parecía hábil. Sus ropajes eran de soldado hyliano así que Link asumió que el invasor estaba aprovechando las habilidades de su recipiente.

—Creíste que sería más fácil, ¿no? —se burló el demonio.

—Para ser un subordinado hablas mucho, ¿no crees? —dijo el joven enfureciéndolo aún más.

—¡Ahhhrg! ¡Maldita rata! —El poseído lanzó tres golpes de espada llenos de ahínco.

Link se protegió con el escudo y si bien sintió los fuertes golpes en su antebrazo, aprovechó el momento exacto para usar su espada. «¡ZAZ!» La filosa hoja cortó el aire y se incrustó en la rodilla del poseído. Este cayó arrodillado del dolor.

—Ahora estamos a la misma altura, ¿no te parece? —dijo el joven al quedar cara a cara con el demonio, que cuando estaba de pie medía unos treinta centímetros más que él.

—Si no soy yo, alguien lo hará por mí. Somos muchos hermanos pequeña cucaracha —dijo el demacrado muerto viviente.

—Pues entonces reservaré una flecha para cada uno de tus hermanos —dijo Link y, tomando el escudo con ambas manos por la parte de abajo, le dio vuelta la cara de un golpe. Link soltó el escudo y se dirigió a los matorrales. —Bueno, espero que no me ataquen más —les dijo a los arbustos vivientes sin saber siquiera si lo entendían—, ya están a salvo.

Estos se estremecieron. Link escuchó un ruido detrás de él y giró sobre sí mismo para encontrarse con el último demonio del grupo que lo había seguido.

—Sin espada y sin escudo, ¡qué suerte la mía! —dijo el malviviente viendo a Link indefenso.

El demonio levantó la espada para atacar, pero entonces se quedó inmóvil. Llevando los ojos hacia atrás, cayó sobre sus rodillas y luego de cara al piso. Entonces, Link vio unos cuantos dardos clavados en su espalda. Mirando por encima del demonio y en la misma dirección por la cual la luz en la cueva, observó una silueta femenina que se acercaba caminando. En unos segundos, Link pudo reconocer que la silueta era una joven. Vestía de verde, usaba un cinturón marrón con bolsitas de cuero, unas dagas y dos cerbatanas. Su tez era clara y bastante brillosa. Sus ojos eran verdes, el pelo era rubio y verdoso. Parecía usar pintura en la cara con la intención de camuflarse, obviamente, también de un color verde oscuro.

—Veo que has salvado a unos cuantos matorrales que sin duda en algún momento te habrán atacado —dijo la joven—. El bosque te lo agradece. ¿Puedo ayudarte en algo más?

—Eh... sí, de hecho, sí —dijo Link levantando su escudo del piso, desenganchando la espada de la pierna del demonio y guardándola en su cinturón—. Estoy buscando al Gran Árbol Deku, para preguntarle si me puede ayudar a hallar a la sabia del bosque. Creo que su nombre es Saria —explicó el muchacho.

—Interesante —dijo la joven—. Estás en lo correcto, la sabia del bosque se llama Saria... pero propongo que te saltees la parte de preguntarle a Deku sobre su ubicación —agregó la señorita.

—¿Por qué? ¿Tú sabes dónde puedo encontrarla? —preguntó el joven entusiasmado.

La joven lo miró, sonrió y le respondió—: Por supuesto. La tienes frente a ti en este momento.



➖ 🔺 ➖ 🔺 ➖ 🔺 ➖


Antes de seguir avanzando en la historia, por favor, pásate por el enlace que dejé en el primer comentario, cuéntame qué te ha parecido este capítulo y responde allí esta breve pregunta.

Hood aprovecha cada ventaja cuando se trata de una batalla. ¿Cuál sería la mejor ventaja para ti?

Conocer la zona.

El factor sorpresa.

Tener el terreno más elevado.

Si te gusta el arte visual puedes compartir un dibujo de cómo te imaginas a la Saria que el libro describe, o bien, usa alguna I.A. para ver qué resultados genera.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro