LA ESTRATEGIA
Astor se levantó y comenzó a recoger los utensilios usados para comer. Hood fue hasta su equipaje que se hallaba junto al resto, apoyado sobre uno de los tirantes que sostenía la carpa. Zelda se quedó sentada y, con un gesto de la mano, le indicó a Link que hiciera lo mismo. El joven, que se había puesto de pie, volvió a sentarse, viendo cómo los demás se movían en sincronía, como si hubiera dicho algo que pusiera en marcha una planificación esperada por todos. Hood volvió con un par de piedras, algunos pergaminos, una brújula y una carbonilla. Astor terminó de juntar lo que quedaba y sacudió las migas con un repasador. Hood desplegó un pergamino que resultó ser un mapa, aparentemente, un planisferio de todo Hylia y colocó cuatro piedras en las puntas para que no se doblara.
Zelda bebió un sorbo de agua, tomó una bolsita con piedras de colores y apoyando una en el mapa dijo—: Habitamos en un mundo extenso, conformado por un principal gran continente y sus islas aledañas. Algunos consideran que esta isla es otro continente —dijo Zelda señalando una porción de tierra, al norte, rotulada "Yermo"—, pero la realidad es que el estudio de nuestro planeta al día de hoy es, según creo yo, incompleto.
Link asintió ante la introducción de Zelda.
—El Castillo de Hyrule se encuentra prácticamente en el centro —explicó la joven señalando la primera piedra que había puesto—. Hacia el sureste, a unos veinte días de viaje a caballo, pasando un significativo afluente del gran río Zora, se encuentra el campamento donde estamos ahora —dijo marcando aquella posición con otra piedra—. Más al sur están los prados de Ordon que, si no me equivoco, es de donde vienen. —Zelda hizo una pausa y tomó más piedras—. Básicamente, la división de los distintos países, se hace mediante los ríos que separan las tierras, dejando a la tribu gerudo al noroeste. Más allá del bosque del mismo nombre, a los sheikahs, al sudoeste; los gorons al noreste; los zoras en el extremo este del océano oriental, y más cerca de aquí, pero también al este, están los kokiris, yendo para el sudoeste del gran Árbol Deku. —Zelda había puesto todas las piedras que tenía en el mapa para enseñar la ubicación de cada clan.
Link estudió brevemente el mapa.
—Bueno —dijo Link reflexivo—, estratégicamente, supongo que ir hacia el noroeste sería lo más lejano y, sabiendo que Ganondorf es un gerudo, no veo muy viable que quien esté al mando vaya a colaborar sin que antes le demostremos que tenemos la suficiente fuerza para hacer un cambio.
Zelda abrió los ojos de par en par. —¡Excelente, Link! Veo que se te da bien la estrategia. Desde ya los gerudos, en lo que a mí concierne, deberían ser la última opción. Los Sheikah, sin embargo, no están tan lejos, pero por motivos que te explicaré más adelante, serían la opción previa a los gerudos. Por último, nos quedan los kokiri, zora y... los goron, tal vez... —dijo Zelda torciendo la boca—... Si es que quedan algunos.
—Estoy seguro de que quedan unos cuantos, Zel —dijo Hood optimista.
—Entonces, ese sería el recorrido: vamos por los kokiris primero, luego los zoras y gorons. ¿Cierto? —preguntó Link.
—Me temo que no, Link. Los zoras y los gorons fueron razas muy amigas entre sí, pero luego del episodio trágico de Darunia, tanto los gorons como los zoras bloquearon sus entradas. Pocos logran hoy en día acceder a la ciudad de los zora y quienes lo hacen, cuentan toda clase de historias acerca de su expansión en mar abierto. Historias que otros interpretan como un alejamiento de los lugares conquistados por Ganondorf. —Zelda hizo una pausa mirando el mapa—. En fin, si me lo preguntan a mí, diría que los zoras serían la tercera opción.
—Entiendo —dijo Link—, sabiendo que encontrar un camino alternativo hacia la ciudad goron sería complicado sin algo de ayuda, nos deja como única opción empezar por los kokiris, ¿no es así?
—Desde luego los kokiris son la opción más viable para empezar, pero hay algo más acerca de ellos —dijo Zelda.
—No me digas, ¿qué pasa con los kokiris? —preguntó Link con cara de resignación.
—Bueno, básicamente los kokiris están intrínsecamente arraigados con la naturaleza, siendo esta su madre y principal autoridad. Por lo cual, para llegar a ellos, deberás ganarte la confianza del bosque —explicó Zelda.
—Ohm, claro, no hay problema —dijo Link irónicamente—. Significa que lo único que tengo que hacer es llegar al bosque, ir directo a un árbol y decirle: "Hola, señor árbol, mi nombre es Link y quiero pedirle una audiencia con el sabio o la sabia que lo represente". —El joven se echó a reír y miró con complicidad a Hood esperando que este riera, pero esto no pasó.
—Mmm, de hecho, sí —dijo Zelda—. Debes hacer algo por el estilo.
—¿Qué? ¿Esperas que vaya al bosque y me ponga a hablar con los árboles? —preguntó Link sin poder salir de su asombro.
—No, no con todos los árboles... solo con Deku —dijo la princesa.
—Cuando anteriormente hablaste del "Gran Árbol Deku" me imaginaba un árbol emblemático, pero no imaginaba que iba a tener que establecer una conversación con un pedazo de madera —respondió Link.
—Respeto, Link —dijo Astor con una mirada fulminante, elevando la voz pero sin gritar.
Link miró a su tío y se quedó perplejo, hacía mucho que Astor no lo trataba como un niño y eso lo hizo recapacitar sobre sus palabras.
—Lo siento —dijo el joven.
—¿Qué te enseñé yo sobre las creencias de los demás? —preguntó Astor.
—Tienes razón, tío. No medí mis palabras —dijo Link—. Es solo que me sorprendió el hecho que tenga que hablar con un árbol.
—No tiene importancia. Te has retractado y sé que no es tu intención burlarte de las creencias de los kokiris. Pero ten cuidado, para llegar a ellos, tu mentalidad deberá estar más abierta. La Naturaleza no te dejará entrar, si tú antes, no te abres a ella —dijo Zelda—. No verás a un solo kokiri hasta que Deku no te acepte o ellos decidan dejarse ver. La salvaje naturaleza del bosque te estará observando todo el tiempo. Sobrevivir a ella y ganarte su confianza será tu primer gran objetivo. Pero no te preocupes, no es algo que no hayas hecho en el pasado.
Link abrió los ojos de par en par, pero no dijo nada. Miró a Hood y luego a Astor como si buscara algo de información en sus expresiones, pero ni una palabra salió de sus bocas. Sabiendo que su pasado permanecería en misterio, no tuvo otra opción que pensar en el futuro, por lo que, con una sonrisa de valentía, dijo—: Entonces, no hay más que decir. Tenemos nuestra estrategia y ya podemos fijar nuestro rumbo. Nos vamos al bosque, la salvaje naturaleza aguarda.
El resto del día fue mero preparativo para el viaje. Astor afiló las armas. Hood construyó varias flechas. Zelda preparó algunos mapas mejor detallados y con una cartografía más específica. Link revisó su atuendo y armamento, puesto que debía estar bien preparado para la travesía que se avecinaba. En el campamento había una agradable vibra positiva.
Al caer la noche, Zelda, Astor, Hood y Link se reunieron dentro de la carpa para cenar. El tío de Link había preparado una exquisita ensalada de papa y huevo para acompañar un cucco a la parrilla que se veía sabrosísimo. Link ayudó a Zelda que estaba poniendo la mesa y todos juntos se sentaron. Ya habían comenzado a cenar y Link parecía pensativo.
—¿Tú... vendrás con nosotros tres, Zel? —preguntó el joven.
Todos dejaron de masticar, tragaron y se miraron. Parecía que algo aún no se había dicho y decidían en silencio quién de ellos respondería aquella pregunta.
—No, Link. No iré con ustedes... dos —dijo Zelda.
—¿Dos? —preguntó Link
—Link, espero que no te sientas mal, pero... yo voy a quedarme en el campamento. —El robusto hombre se echó hacia atrás sobre el respaldo de la silla. —Te he educado lo mejor que pude, sobrino. Ahora tu camino no está junto a mí, sino junto a tu mentor —dijo mirando a Hood—. Creo que seré más útil aquí, ya que no tienen ningún herrero que se dedique a las armas y tienen más probabilidades de ser atacados que tú.
Link miró a su tío. —¡Qué mala suerte! La comida no será lo mismo —dijo bromeando para hacer reír a todos y, quizás también, para esconder el hecho de que extrañaría a su tío.
—No te preocupes —dijo Astor—. Además de afilar todas sus armas, también le enseñé un par de recetas a Hood.
—Bueno, Hood, somos solo nosotros. Dos jóvenes valientes... Quiero decir, un joven valiente y un viejo cascarrabias emprendiendo la aventura de sus vidas, ¿no? —bromeó el muchacho.
—Link, no lo tomes a mal, pero aún no has vivido ni la mitad de las aventuras que yo viví —dijo Hood haciendo caso omiso al comentario acerca de la vejez—. Y sinceramente todavía no has demostrado tu valentía lo suficiente. Apenas te jugaste la vida en la batallita de ayer. No tienes ni idea de las batallas que te faltan, campeón —se burló el viejo.
Todos rieron simpáticamente, Link incluido. Cuando terminaron de comer, todos colaboraron con la limpieza y se fueron a acostar. Zelda en su cama y los otros tres en el suelo, sobre unas mullidas bolsas acolchonadas.
Ya envueltos en completa oscuridad, Hood habló. —Mañana saldremos con el sol, Link y, con suerte, nos tomará un mes llegar al Gran Deku. Así que descansa, hay un largo viaje por delante. —El viejo bostezó—. Hasta mañana a todos.
Los tres respondieron "hasta mañana" y pronto todos estaban dormidos.
—¡Co, coco, cocoooo! —se escuchó cacarear al cucco macho de la bandada, despertando a todo el campamento. Astor fue el primero en ponerse de pie y comenzó a preparar el desayuno. Zelda lo siguió y lo ayudó con unas tostadas. Link y Hood se levantaron unos minutos después, casi al mismo tiempo. Los cuatro desayunaron y hablaron amenamente de cualquier otra cosa menos del viaje. Al terminar de comer, Hood se puso de pie.
—Voy a preparar los caballos y el equipo —dijo haciendo un gesto con la mano.
Luego Astor también se levantó. Comenzó a limpiar la mesa y salió de la carpa para lavar las cosas en un caldero con agua que tenían afuera. Zelda se puso de pie, fue hasta la cama que estaba a no más de dos metros y se sentó en ella. Link vio que a la princesa se le pusieron más brillosos los ojos y notó en ellos más agua de lo normal. El joven se levantó y fue caminando hasta la muchacha.
—Ze-Zelda... ¿Qué pasa? ¿Estás llorando? —preguntó sorprendido el muchacho.
—No... bueno, sí... no... tal vez un poco —dijo esta—. Link, te extrañé tanto... tenía tantas ganas de verte... y estos míseros dos días se fueron volando... —dijo acongojada la princesa.
—Ay, Zel... no estés triste... Si bien yo no tengo los mismos recuerdos que tú, también siento que estos dos días fueron muy cortos. Sumando que la mitad de uno te lo pasaste desmayada y yo me dormí la mitad del otro —bromeó Link para sacarle una sonrisa a la joven—. No creas que la idea de quedarme no es tentadora... hablar, pasear y demás... Pero si me quedo, solo sería para resistir unos ataques más, ¿y luego qué? —inquirió Link.
—Sí, lo sé... El viaje que emprendes es la clave para darle un giro a esta historia desafortunada que vivimos —comprendió Zelda—. Lo que no quita que me gustaría no ser la princesa para poder ir contigo —dijo tomándole la mano a Link que se había sentado junto a ella.
—Zel, te aseguro que estarás conmigo a cada paso. Haré lo más rápido posible en conseguir aliados para volver a verte cuanto antes. Después de todo, creo que, entre nosotros, algo quedó sin decirse —dijo el muchacho recordando múltiples episodios dentro de la caverna.
—De eso no me cabe la menor duda, pero no sería la primera vez que nos pasa. —La princesa soltó la mano de Link y lo abrazó recostando su cabeza en el hombro del muchacho—. Vuelve pronto, por favor.
El joven que había quedado con la guardia baja no sabía dónde poner las manos y decidió que devolver el abrazo no estaría mal.
—No te preocupes, estaré antes de que puedas imaginarlo —dijo este haciendo que Zelda lo abrace con más fuerza.
La joven, aún recostada en el hombro, dio vuelta la cara hacia la cara de Link y le dio un beso en la mejilla, tan cerca de la boca del joven, que este no pudo evitar sorprenderse y abrir los ojos de par en par.
Ella se puso de pie, se secó las lágrimas con la manga de la camiseta y lo acompañó hasta la entrada de la carpa.
—Voy a buscar los mapas para que lleven —dijo la joven. —Nos vemos en un rato.
—De acuerdo, no me iré sin despedirme —dijo el muchacho.
Link salió y vio a su compañero, Hood tenía dos caballos equipados con alforjas bien cargadas. Link acarició el que iba a cabalgar, recordó a Epona y sonrió nostálgico. Un murmullo se empezó a levantar entre los curiosos hylianos que se acercaban. De pronto, de la multitud, salió corriendo un niño de unos ocho años.
—¡Señor Link! ¡Señor Link! —gritó.
Link se dio vuelta y vio al nene con una espada de madera bastante rígida. Link sonrió pensando en la nobleza de aquel niño que pretendía ayudar trayendo una espada, aunque esta fuera inútil, o al menos, eso pensaba.
—Mis padres me contaron que es posible que vaya al bosque del gran árbol. Yo lo conozco y sé que no es malo, pero no le gusta que maltraten a su familia —dijo el niño—. Sin embargo, si usted se defiende con esta espada de madera, el árbol no lo verá cómo alguien que quiera lastimarlo. Lo sé porque el mismo señor árbol Deku fue el que ofreció la madera a mi padre para hacer la espada.
Link se quedó pasmado. Con los ojos fijos en la espada y la boca entreabierta, miró a Hood para ver la expresión en la cara del viejo. Este le devolvió una mirada con una sonrisa.
—Qué buena suerte. Yo que tú la aprovecho. Parece ser una linda espada. De hecho, yo llevo la mía —dijo apartando un poco su túnica y dejando ver una espada idéntica a la del niño pero con unos grabados bastante peculiares.
—¡Iván! ¡Iván! —gritó una señora que llegaba de entre la multitud—. Iván, no molestes al señor Link —le dijo la mujer al niño—. Disculpe, señor, mi hijo a veces es muy entusiasta.
—No se preocupe —dijo Link—, no molesta.
—Mamá, solo le estoy dando la espada que papá hizo con madera deku —dijo el niño.
—¿Y tu padre sabe? —preguntó la madre.
—Ahora sí —dijo un hombre que se acercaba sonriendo. Traía unas cajas de madera en las manos, algo que parecían provisiones. El sujeto era quince o veinte centímetros más alto que Link y de tez clara como su hijo. El cabello de su cabeza y el pelo de su barba candado eran rubios, sus ojos eran marrones y sus orejas no eran tan puntiagudas como la de los hylianos originarios de Hyrule, sino más bien redondeadas como las de los habitantes de los prados de Ordon. Al verlas, Link recordó a su vecino Braulio, dueño de las cabras con las cuales él había entrenado. El hombre se veía muy enérgico, pero con algunos magullones del día anterior.
—¡Papá! —dijo alegremente el niño.
—Hola, Iván. Juli, querida, ¿cómo están? —dijo el hombre. Dándose vuelta en dirección a Link y estirando la mano para estrecharla agregó—: Mi nombre es Moy, un gusto conocerlo, señor.
Link estrechó su mano. —El gusto es mío —dijo el joven educadamente—. Veo que su hijo es muy amable, pero no puedo aceptar tan bella artesanía.
—Oh, no se preocupe, tengo algunas más en casa. Puede quedársela, para mí sería un honor —y tomando la espada de las manos del niño la puso en las manos de Link—. Sé, que pensará que una espada de madera es obsoleta, teniendo una de metal, pero le aseguro que le resultará verdaderamente útil si no quiere herir a su agresor de gravedad, lo cual es muy bueno para entrenar.
—Pues, no sé qué decir, muchas gracias. Yo no tengo nada para darle a cambio... —dijo Link antes de ser interrumpido.
—De ninguna manera, señor. Usted ya ha hecho suficiente por nosotros en el pasado —dijo Juli.
En ese momento, la princesa salió de la carpa con los mapas. Juli agachó la cabeza sonriendo y el niño también. Moy apretó el puño e hizo un gesto firme de fuerza, demostrando su apoyo a la causa que la princesa dirigía.
—Hola, Moy, veo que conociste a Link —dijo la joven—. Link, Moy es un buen ciudadano con fuertes convicciones. Tal vez lo hayas visto alguna vez, su familia proviene de Ordon.
Link hizo memoria mirando a Moy y Juli.
—Mmm... no, no lo recuerdo, pero de cualquier forma veo su entusiasmo y me alegra que esté en el campamento. Hace falta gente así para darle una paliza a Ganondorf —dijo Link subiendo al caballo después de ver que Hood ya estaba montado en el otro—. Bueno, creo que ha llegado la hora de partir, no podemos perder mucho tiempo si queremos estar pronto de regreso —soltó el muchacho sonriéndole a Zelda.
Al verlo subir al caballo, un miembro de la curiosa multitud que se había aglomerado gritó—: ¡Viva Link! —Casi por contagio otros gritos se escucharon—: ¡Suerte, Link! ¡Que viva la resistencia! ¡Larga vida a Zelda! ¡Bravo por Link! ¡Eres nuestra esperanza! —Link miró a la multitud, emocionado. Hacía dos días que había llegado sin conocer a nadie y, aun sin conocer a muchos todavía, todos depositaban esperanza en su travesía.
—¡Qué viva Hyrule! —gritó Zelda.
—¡Qué viva! —gritó Link al ver su cara llena de satisfacción con una mezcla de euforia y esperanza.
La gente estalló de excitación y los valientes héroes comenzaron a cabalgar. Algunos niños corrieron unos metros siguiendo a los caballos, muchos adultos, incluyendo a la joven Zelda, agitaron sus manos saludando a los jinetes y al cabo de unos segundos estos habían desaparecido entre la vegetación.
Durante una semana y media Link y Hood cabalgaron sin cesar. Mientras era de día paraban solo para comer y dar de comer a sus caballos. Por la noche buscaban el arroyo más cercano para recargar agua, pescar, hacer un buen fuego y acampar. A menudo conversaban y Hood le daba algunos consejos sobre cómo enfundar una espada o tomar flechas del carcaj para optimizar la técnica de Link en caso de conflicto. En general, el clima estaba despejado. Solo la primera semana estuvo algo nublado, alrededor de dos o tres horas en la tarde, pero contrariamente a ser esto algo desfavorable, les sirvió para poder cabalgar frescos durante los mediodías. Por fortuna, el invierno les había dado unos días de tregua y, si bien el bosque quedaba al sureste del castillo de Hyrule, desde el campamento, la orientación era hacia el noroeste, por lo tanto, el invierno no era tan crudo como en el sur.
Ya en el décimo tercer día de cabalgata, habiendo pasado algunas horas desde el mediodía, Hood sugirió un breve receso.
—Link, ¿ves el claro allí adelante? —preguntó este disminuyendo la velocidad.
—Sí, lo veo y veo un arroyo, ¿puede ser? —preguntó Link.
—Sí, si no me equivoco, no encontraremos un arroyo así durante varios días. ¿Qué te parece si pescamos algo antes de continuar? —dijo el viejo— Aparte, mi caballo parece algo cansado. Estuvimos cabalgando bastante a buen ritmo.
—Bueno, es una buena idea —dijo el joven—. Hablando de eso, sé que pescar no es ninguna ciencia, pero podrías darme un par de consejos, ¿no? Desde que salimos tú has pescado todas las presas.
En ese momento llegaron al claro.
—Desde luego, curiosamente lo que voy a enseñarte, es algo que ya te han enseñado en el pasado. Solo que fue anterior a tu incidente con la memoria.
—Perdón, Hood, pero... o dejamos de hablar de mi pasado, o hablamos sin que me digas "eso no te lo puedo decir", o algo por el estilo. Tú eliges —dijo Link un tanto bromeando, un tanto en serio.
—Bueno, bueno, no te enojes. Evitaré hablar de tu pasado —contestó el viejo con una sonrisa mientras sacaba de la alforja izquierda de su caballo un hilo finito, una especie de metal ovalado y retorcido con forma de pececito, y un anzuelo unido a él. Entonces, caminó hacia un pequeño árbol y se detuvo. ¿Puedes sostener esto un momento? —preguntó entregándole a Link el hilo con el pececito y el anzuelo. Link asintió y colaboró. El viejo desenfundó la espada y cortó una rama del árbol. Guardó la espada y sacó su daga de mano para pelar la rama quitándole los tallos que salían de esta—. No es una caña como la mía, pero este árbol es bastante flexible, así que supongo que servirá.
—Y por qué no tienes tu caña —dijo Link mirando de reojo el equipaje del veterano.
—La dejé en el campamento para viajar más ligero —contestó—. Toma, debes atar el cordón con la "cucharita" a la rama que te di. Sígueme —dijo el viejo caminando hacia el arroyo.
—¿Cucharita? —preguntó Link.
—Sí, cucharita —dijo Hood preparándose para explicar—. Verás, hay diferentes formas de pescar, pero como nosotros no tenemos carnada, aprovecharemos este elemento que es similar al señuelo y que es llamado vulgarmente cucharita por su forma cóncava.
—Ah, ya entiendo... ¿Y cómo pican los peces sin carnada? —preguntó curioso.
—Este método de pesca no siempre es el mejor. Pero dadas las circunstancias, como el clima, el sentido en que corre el arroyo y demás, puedes intuir que en estas aguas es más probable encontrar truchas, salmones o peces similares en su naturaleza, la cual es ir en contra de la corriente —explicó el hombre de la canosa barba—. Sabiendo eso, lo único que te queda, es elegir el método más adecuado y, ya que no tenemos carnada, podemos usar a ese pequeñín para atraer algunos peces. Verás, la cucharita imita el movimiento del pez cuando tiras del cordón. Generalmente, se logra con un pequeño carrete que enrolla el hilo. Como nosotros no tenemos dicho equipo, usamos la propia corriente del arroyo para simular el movimiento del pececito.
—¡Wow! Hood, eres bastante sabio. ¿Cómo es que nunca intentaste representar a Hyrule? —dijo Link halagándolo—. Es decir, no es que esto te haga el ser más inteligente de todo Hylia, pero es imposible no darse cuenta de que todo lo que dices y haces tiene un razonamiento interesante y no es por mera casualidad.
—Gracias por el cumplido, pero existen miles de hylianos más sabios que yo. Sin ir más lejos, sería imposible competir con el resto de mi familia —dijo Hood—. Arroja la cucharita y jala la línea hacia allí donde se forma el remanso —agregó señalando hacia un sector del arroyo—. Mientras, yo voy a hacer pastar a los caballos.
Link obedeció y no dijo nada, solo se quedó pensando cómo sería la familia del veterano.
Pasaron unos minutos. El joven tenía apoyada su espalda sobre una gran piedra y la caña improvisada clavada en el suelo junto a él. En la tranquilidad de la tarde comenzó a contemplar el paisaje apreciando la vista de la tupida vegetación. De pronto se detuvo en una planta que no conocía. Esta estaba al otro lado del arroyo, por lo que le costaba verla detalladamente. Link enfocó toda su atención en aquel extraño arbusto. No veía sus raíces, pero sí el tronco principal, el cual era bastante ancho para la corta longitud de la planta. Lucía una copa de unos cincuenta centímetros de diámetro, muy tupida y de hojas verde claro, llenas de vida. Estas contrastaban notoriamente con el verde oscuro de la vegetación aledaña. Link concentró toda su atención en el medio del tronco. Este tenía tres agujeros, uno que parecía una especie de trompa y que estaba por debajo de los otros dos, que se hallaban un poco más arriba, ubicados simétricamente. El joven hubiese jurado que era una cara, dado que los agujeros de arriba parecían tener algo brillando en su interior como si fueran dos ojos hechos de savia de un color ámbar muy particular. El muchacho no podía dejar de pensar lo extraño que era aquel arbusto. Sentía que este lo observaba con el mismo detenimiento. De repente, Hood interrumpió sus pensamientos.
—¡Link! ¡La caña! —Hood espabiló al muchacho, haciéndole notar que había pescado algo.
El joven se apresuró a desenganchar la caña de las rocas en las que la había sujetado. La tomó con ambas manos y comenzó a luchar con el pez.
—Parece grande —dijo Hood observando al muchacho forcejear—. Cuando sientas que no tira más, da un fuerte tirón hacia el costado y sácalo del agua.
Link sintió que el pez dejó de forcejear y contraatacó. Era un pez suficientemente grande como para que los dos comieran de él.
—¡Muy bien Link! —vitoreó Hood—. ¡Tenemos la cena para más tarde!
Link miró a Hood sonriente y volvió su vista hacia la orilla de enfrente del arroyo. El joven quedó estupefacto al no encontrar el arbusto que había visto antes. Miró hacia un lado y hacia el otro, pero nada.
—¿Qué pasa, campeón? ¿No te alegra haber pescado semejante pieza? —preguntó el viejo.
—Sí... es solo que creí haber visto algo. Juraría que un arbusto al otro lado del arroyo me estaba mirando justo antes de que picara —comentó el muchacho.
—Ah... Qué raro. Bueno, no debe ser nada, lo mejor es que sigamos adelante. Cabalguemos dos horas más y hagamos un fuego para que el pescado no se ponga feo —dijo el viejo restándole importancia a lo que Link había contado—. Calculo que para ese momento ya habrá caído la noche por completo y podremos dormir para reponer energías hasta mañana.
Link obedeció, pero tuvo una extraña sensación. Sentía que Hood podía estar escondiendo algo de información. De cualquier manera, no le pareció demasiado importante y decidió juntar las cosas para marcharse.
Hood se puso en marcha y Link se subió al caballo, pero al hacerlo observó nuevamente la costa opuesta del arroyo y divisó dos arbustos muy similares al que había visto antes, inmóviles. Ahora cuatro brillantes manchas color ámbar parecían acosar al muchacho.
—¡Link! ¡Se hace tarde! —gritó Hood a lo lejos.
Link vio al viejo.
—Es que ahora hay dos... —dijo Link, pero entonces, volvió a ver la costa opuesta y notó que, otra vez, los arbustos ya no estaban allí.
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Antes de seguir avanzando en la historia, por favor, pásate por el enlace que dejé en el primer comentario, cuéntame qué te ha parecido este capítulo y responde allí esta breve pregunta.
La naturaleza no siempre es salvaje. A veces ofrece sonidos relajantes. ¿Cuál de estos te transmite más calma?
El crepitar de un fogón (hoguera) a la orilla de un río.
Un bosque lleno de animales por la noche.
El mar.
Si te gusta el arte visual puedes compartir un dibujo de cómo te imaginas a las criaturas que Link vio al otro lado del río, o bien, usa alguna I.A. para ver qué resultados genera.
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