LA ALDEA KOKIRI
Link abrió la boca, pero las palabras no le salieron. Se encontraba atónito y parado frente a la única persona que venía a buscar.
No podía ser tan fácil, pensaba por dentro, sin embargo, así era.
—Disculpa mi atrevimiento —dijo entonces la sabia del bosque— ¿Nos conocemos de algún lado?
—Ehhh... no lo sé. Tuve un problema hace tiempo. No sé muy bien cómo, pero perdí la memoria —explicó el muchacho—. De cualquier manera, mi nombre es Link, encantado de conocerte —agregó estirando la mano para estrecharla.
—¿Link?... ¿Link de Hyrule? —dijo Saria abriendo los ojos de par en par.
—Sí, ese mismo... ¿Nos conocemos? —preguntó Link.
El joven aún tenía la mano extendida para saludarla, pero la señorita la esquivó, fue directo a su pecho y lo abrazó con fuerza.
—¡Link! ¡No puedo creerlo! Has vuelto —dijo Saria.
El joven no entendía nada, pero esta clase de eventos ya no le parecían tan extraños.
Entonces la joven se apartó.
—Mírate nada más, cómo has crecido... Bueno, no mucho en estatura, pero... esa barba de algunos días te queda pintada —dijo la sabia bromeando—. ¿Y qué pasó con tu pelo? Antes lo solías usar largo, ahora veo que está bastante corto —agregó sacudiéndole la cabellera con la mano.
—Entonces parece que nos conocemos... Hace casi tres meses era un don nadie. Hoy, me entero de qué dos de los siete sabios ya me conocían y ambas resultaron ser muy afectuosas conmigo —comentó el joven sorprendido
—¿Ambas? ¿Dices que has visto a una sabia?—preguntó Saria.
—Sí, bueno, desafortunadamente vi a una sabia que asumió su rol, porque su padre quedó incapacitado para hacerlo... Imagino que se conocen, su nombre es Zelda.
—Ah... ya viste a Zelda —dijo la joven sin poner mucho entusiasmo.
El joven lo notó, pero trató de evitar que Saria se diera cuenta. —Sí, Zelda fue quien me mostró cómo llegar hasta ti.
—Las cosas deben estar demasiado mal en el mundo para que Zelda te envíe conmigo —dijo Saria—. ¿Tú y ella ya son algo?... Digo, ¿hay algo entre ustedes?... ¿Sentimental tal vez? —preguntó la sabia con fingido desinterés.
Link no era tonto, rápidamente unió algunos cabos y se dio cuenta de que, por alguna razón en la cual sentía estar involucrado, Saria estaba algo celosa de Zelda.
—Mmm no sé. Es una chica agradable, pero supongo que lo más sentimental que tenemos es una bonita amistad... —dijo el muchacho y, recordando la gruta detrás de la cascada, pensó: «una bonita amistad de tres días y algo dudosa».
—Veo —dijo Saria, entrecerrando los ojos y analizando a Link—, pensé que vendrías con alguien —agregó.
Link recordó que había dejado a Hood y rápidamente comenzó a correr de regreso. Pensando: «Bueno, si dos demonios me siguieron a mí, significa que a él le quedaron solo dos vivos... y uno de ellos parecía no querer pelear, así que no creo que le resulte muy difícil salir ileso de esa pelea...». Entonces, su pensamiento fue interrumpido al salir de la cueva y ver al viejo con los dos caballos y cuatro sujetos. Uno sobre su caballo y tres, que Link identificó como los demonios a los que Hood había derrotado, enganchados con una soga por los pies. El veterano los había arrastrado hasta allí.
—Te tomaste tu tiempo, ¿eh? —le dijo Hood al muchacho.
—Perdón... —dijo Link—... E-ella es Saria, la sabia del bosque —dijo señalando a la joven que salía de la cueva.
—Lo sé —contestó el viejo—. Hola, Saria.
—Él es... —dijo el joven mirando a Saria antes de que esta lo interrumpiera.
—Ya sé —y mirando al viejo dijo—: Hola, Hood.
El joven los vio saludándose.
—Ah... qué suerte que no es un momento incómodo... —dijo el muchacho con sarcasmo.
—Por el contrario, Link —dijo Saria—. Estuve esperándolos más de siete años. —La joven volvió a ver a Hood y luego al caballo con el hombre desmayado encima.
—¿E-es-ese hombre es Mido? —preguntó boquiabierta.
—En efecto, señorita —dijo Hood.
Link reconoció al joven que antes había luchado contra él.
—Él es el demonio que me atacó antes —dijo empuñando el mango de la espada.
—Era, Link. Era —dijo el viejo.
—¿Está muerto? —preguntaron ambos jóvenes a la vez.
—No, está desmayado y ya no está poseído —dijo el viejo—. Si pudieras traer a los dos demonios que están en la cueva y atarlos al caballo para llevarlos lejos de este lugar sagrado, te lo agradecería.
—Desde luego —dijo Link.
—Gracias —dijo la sabia—. Cuando vuelvas iremos todos a la aldea a dejar a Mido en su casa y conversar acerca de su misión.
Link asintió con la cabeza y corrió dentro de la cueva. Menos de un minuto le tomó llegar hasta los cuerpos y al menos cinco minutos salir de la cueva con los cadáveres. Al salir, vio que el veterano y Saria estaban hablando agradablemente.
—¿Puedes atarlos allí? —le preguntó Hood a Link señalando los pies de los otros cuerpos.
—Sí, no hay problema —contestó Link.
Una vez atados los demonios, los tres caminaron por el bosque hacia la aldea de los kokiris. Hood llevaba las riendas de ambos caballos en una mano. Saria iba en el medio, hablando con ambos hylianos a sus costados.
—No tardaremos mucho. No es más de un kilómetro hacia el norte —dijo la joven.
Los hombres asintieron con la cabeza y la siguieron.
Habían caminado unos quince minutos cuando de repente Link observó que delante de ellos se erguía una frondosa pared de árboles. Estos estaban muy pegados unos a otros y parecía que, mientras más se adentraban, más juntos estaban
—Qué tupido está esto —dijo el muchacho.
—Es un método de distracción —dijo Saria—. Cualquier ser pensante buscaría la simpleza de hallar un camino alternativo, uno en el que pudiera volver en sus pasos sin mucho esfuerzo. De esta manera mantenemos alejados a eventuales enemigos. No obstante, si sigues el camino pasando entre los árboles, te toparás con una muralla de troncos que los primeros kokiris han construido y los actuales preservamos día a día.
—Veo que están bien escondidos —comentó el muchacho.
—De eso se trata, Link, los kokiris somos... o al menos eso dicen los demás, la raza más pacífica. Siempre vamos a preferir huir antes que atacar, al menos la gran mayoría —y pensando un poco agregó—: Aunque también existen excepciones, que cada vez son más, como aquel que llevas en tu caballo —dijo señalando con el pulgar a Mido—. En definitiva, la mejor arma del kokiri es el camuflaje. La mayoría de nosotros sabemos imitar a más de cincuenta animales salvajes, lo cual nos ayuda en ocasiones de riesgo.
—Increíble, qué idea más astuta —halagó Link.
—Vengan, por aquí —dijo Saria.
Los tres comenzaron a caminar entre ciertos árboles y Link notó que Saria parecía guiarse por unas marcas en ellos como si fueran inscripciones. Todos tenían diferentes símbolos. Sin embargo, la joven se veía orientada como si fuera la palma de su mano. Al cabo de unos segundos, se toparon con una muralla de troncos. Saria la golpeó con una mano y del otro lado se escuchó el silbido de un pájaro. La joven apretó los labios y silbó imitando a otro pájaro distinto. Un sonido a madera retumbó y la muralla se abrió como si fuera una puerta de doble hoja, bastante angosta, dado que los caballos debieron pasar de a uno.
Al entrar al pueblo, unos curiosos kokiris se acercaron. Saria se pegó al oído del viejo.
—Que el caballo que arrastra los cadáveres, pase por detrás de esas maderas —le susurró a Hood señalando unos tablones apilados a su izquierda.
El viejo obedeció y escondió el segundo caballo haciéndolo tomar un camino alternativo hacia el establo.
Saria llamó con un gesto de la mano a tres kokiris.
—Ustedes dos ayúdenlo a él y cubran con una manta esos cuerpos para que los niños no los vean —les dijo a los dos más delgados—. Tú, ayúdame a llevar a Mido a su casa —le dijo al más corpulento.
—Sí, señora —respondieron los tres.
—Link, enseguida conseguiré algo de comida y agua para tus caballos, pero antes, quisiera que me acompañases —dijo Saria.
—Sí, por supuesto —dijo Link.
La sabia caminó unos cuantos metros hasta llegar a una especie de tarima y subió los escalones.
—¡Kokiris del bosque! —dijo en voz alta—. Temo que debo comunicarles que la guerra ha llegado a nosotros. —La multitud escuchaba atenta a la joven—. Sabíamos que algún día pasaría. Ayer, seis demonios atacaron a unos matorrales, a menos de dos kilómetros de aquí.
Algunos kokiris soltaron suspiros de horror.
—Uno de los poseídos, era ni más ni menos que Mido —dijo ella.
Unos murmullos de amarga sorpresa se hicieron escuchar entre el público. La gente miraba expectante a la sabia esperando que dijera algo acerca del joven parado a su lado, al cual nadie reconocía como miembro de la población.
—Pero los kokiris, tenemos suerte al tener apoyo de otras razas —dijo ella señalando a Link primero y a Hood después, que se acercaba caminando entre los kokiris. —Dos hylianos acabaron con la vida de todos los demonios, salvaron a los matorrales y milagrosamente recuperaron a Mido, extirpando el demonio que lo oprimía.
El bullicio empezó a hacerse sentir
—El gran mentor Hood y su pupilo, a quien tal vez muchos conocen, el joven Link, fueron los héroes encomendados para dicha hazaña —dijo Saria dirigiendo una mirada de confianza a los hylianos.
La gente levantaba cada vez más la voz y el nombre de Link se empezó a escuchar entre el público: «¿Ese es Link?». «¿Ha vuelto?». «Pensé que estaba muerto». «¿Dónde habrá estado todo este tiempo?», eran frases que se filtraban entre toda la turba.
—Sé que los kokiris somos una raza pacífica, pero uno de nosotros casi muere a manos de los demonios defendiendo la causa que los hylianos persiguen. Ellos vinieron en busca de nuestra ayuda para derrocar Ganondorf —dijo Saria señalando a Hood y Link—. ¡Ganondorf, el mismo cínico y desdichado hombre que hace tantos años agredió a nuestro Gran Árbol Deku con sus parásitos! ¡El soberbio tirano que ha estado oprimiendo a todo Hylia! ¡El sanguinario asesino que hoy trae su guerra hasta las profundidades del bosque! —dijo Saria con enojo en su voz, apretando el puño y, haciendo pausas al hablar para aumentar la euforia de sus seguidores, agregó—: ¡Yo digo... que ya es tiempo de que el bosque le enseñe a Ganondorf... que la naturaleza...! ¡Fue! ¡Es! ¡Y será sagrada!
La multitud estalló en gritos. Al parecer más de uno tenía la idea de rebelarse contra el malvado Ganondorf de Gerudia.
La joven levantó las manos pidiendo silencio y la multitud obedeció.
—Sé que algunos tendrán miedo —dijo la sabia comprensiva—, pero puedo asegurarles que es lo correcto. También deben saber que esto no será hoy mismo, sino que habrá tiempo para prepararse —agregó para apaciguar la ansiedad—. Tampoco atacaremos solos. Nuestros amigos, los gorons y los zoras estarán allí —aclaró Saria brindando esperanza—. Aldea kokiri, por ahora sigan con sus rutinas, yo les comunicaré todo lo necesario en tiempo y forma. ¡Ánimo! Pronto recuperaremos la paz de Hylia. No olviden que el Gran Árbol Deku nos protege y vela por nosotros. Vayan en paz.
La gente aplaudió y vitoreó a la joven. Esta bajó de la tarima y se dirigió hacia Hood.
—¿Qué opinión te dejó mi discurso? ¿Algo así esperabas escuchar? —preguntó con cara de satisfacción.
—Excelente. Tal y como te lo pedí —dijo el viejo, quien había planeado aquellas palabras junto a Saria durante todo el camino de regreso a la aldea—. Sé qué te he hecho "endulzar" un poco la verdad y has dicho cosas sin siquiera saber si son ciertas o no, pero te aseguro que, para el próximo gran enfrentamiento contra Ganondorf, al menos cuatro de las seis razas participarán en combate.
—Espero que así sea —dijo Saria—. Este pueblo es mi vida, no sé qué haría si algo le pasara.
Link, muy atento, observó toda la conversación. Admiraba la forma en que Hood construía el movimiento de la resistencia como jugada de ajedrez. Algo arriesgado y especulativo, pero siempre muy seguro en sus decisiones.
—Bueno, quisiera pasar un momento por la casa de Mido antes de ir a enterrar a los caídos —dijo la joven.
—Por supuesto —dijo Hood.
—Ningún problema —dijo Link.
Los tres caminaron hacia la casa del muchacho. En el camino, Saria le pidió a uno de los kokiris que les llevaran agua y alimento a ambos caballos, que los desensillaran y pusieran las mochilas, alforjas y demás equipaje en la casa de huéspedes. Al llegar a la casa de Mido, Saria entró sin tocar. El joven estaba acostado en la cama donde lo dejó el kokiri que la señorita había mandado. Este abrió apenas los ojos.
—¿S-Saria? ¿Cómo llegué aquí? —preguntó.
—Estos dos te salvaron la vida —dijo ella señalando a los hylianos con el pulgar.
—¿Eres Link, cierto? —dijo Mido viendo al joven.
—Sí —respondió el muchacho.
—Increíble, fui salvado por mi viejo amigo y rival —dijo con una sonrisa.
A Link no le extrañó que lo conociera, sin embargo, lo último, le había sonado raro. —¿Rival? —le preguntó.
—Es una estupidez sin importancia, Link —dijo Saria rápidamente con una sonrisita incómoda—. Háblanos del lío en que te metiste. ¿Recuerdas algo? —agregó mirando a su convaleciente compañero.
—Muy poco, no sé bien hace cuántos días fue. Salí a patrullar el bosque y me topé con cinco demonios —dijo Mido—. Al principio solo había visto a cuatro. Uno de ellos había sido más astuto y se había escondido. Este llevaba ropajes de guardia hyliano y era bastante más fuerte que los demás. Él fue quien me atrapó y me sostuvo para que otro de ellos pusiera un frasco con un humo negro en mi boca. Después de ese momento no recuerdo nada más... solo apenas algunas imágenes borrosas.
—¿Un frasco? —preguntó Link.
—Evidentemente, era un demonio atrapado —dijo Saria—. La pregunta que deberíamos hacernos sería, ¿por qué poseerlo a él?
—Supongo que no era precisamente a él a quien buscaban, sino a un kokiri cualquiera —dijo Hood.
Todos pusieron cara de asombro y lo miraron. Entonces, Hood supuso que esperaban una mejor explicación.
—Los demonios, una vez que logran oprimir totalmente al alma de su recipiente, pueden tener completo acceso al uso del habla, habilidades, memoria y demás. Asumo que lo que pretendían era lograr reducir a Mido y averiguar la manera de entrar en territorio kokiri —explicó el veterano.
Los kokiris dentro de esa casa se miraron rápidamente preocupados. Mido se sentía culpable por ser atrapado y Saria responsable por la situación.
—De cualquier manera, no hay nada de que preocuparse —dijo Hood tranquilizándolos—. Mido nunca fue controlado del todo... y si dices que solo eran cinco y un frasco con un sexto, significa que todos los demonios de ese grupo fueron eliminados.
Ambos habitantes del bosque respiraron aliviados.
—Lo que nos gustaría entender es cuántos días estuviste poseído —dijo Hood con una mano en el hombro de Link, como si él fuera la otra persona interesada en saber qué pasó.
—Realmente no sabría que... —dijo Mido antes de ser interrumpido por Saria.
—Tres días. Hace tres días salió a patrullar. Hace tres días que lo busco por el bosque —dijo la joven con los ojos un poco llorosos.
Mido se dio cuenta y se quedó perplejo. El joven no sabía que Saria estaba tan preocupada por su ausencia.
—Tres días, ¿eh? —dijo Hood—. Bueno, Link, parece que tu "rival" posee una gran resistencia —halagó dándole unas palmaditas en la rodilla al kokiri acostado.
Link no dijo nada, pues no sabía qué tan importante era aquella cifra. El viejo se percató y antes de que alguien dijese algo más, agregó—: Pensar que hay gente que no dura ni unas pocas horas en perder el completo dominio de sus cuerpos... y aquellos que más lo soportan, llegan a los dos días cuando mucho. Este sí que es rudo —dijo guiñándole un ojo al joven recostado.
Mido infló el pecho orgulloso y Saria puso una cara de asombro difícil de disimular.
—Bueno, tenemos trabajo nosotros, ¿no? —dijo la joven yendo hacia la puerta y llevando consigo a los hylianos.
—Espérenme, yo voy con ustedes... —intentó decir el joven kokiri.
—No, tú descansarás —ordenó la joven—. Tal vez, cuando estés mejor, veremos.
Los tres salieron de la casa de Mido y se dirigieron hacia el establo donde habían dejado los caballos. Los hylianos observaron que los corceles estaban en buenas manos y prosiguieron a la casa de huéspedes para tomar algunas de sus pertenencias. Una vez dentro, los dos hombres vieron una mesa servida con tres jarras de jugo de frutas, algo de pan tostado y queso. Hood miró a Saria y sonrió. Esta le devolvió la mirada.
—Luego de la mañana ajetreada que tuvieron... o, más bien, tuvimos... y sabiendo que queda una buena parte del día antes de que volvamos a la aldea, sugiero que desayunemos algo antes de salir de ella —dijo la joven.
Link miró a Hood esperando su aprobación.
—Por supuesto —dijo el veterano—, supongo que nuestro trabajo no va a ir a ninguna parte —agregó levantando las cejas irónicamente.
Los tres desayunaban mientras conversaban.
—¿Y las hadas? —preguntó Hood antes de beber un sorbo de su jugo.
Link miró sorprendido a Hood y luego a Saria que estaba comiendo una porción de pan con queso. Esta le hizo un gesto al veterano, como pidiéndole que la esperara a que terminase de tragar.
—Mmm... —dijo masticando—, es muy temprano. Suelen irse a la medianoche y vuelven a la aldea por la tarde poco antes de que caiga el sol.
—Ahhh. Me lo imaginaba —dijo el viejo—. Aunque, algunas de tanto en tanto se quedan, ¿no?
—Sí, supongo que hoy Tael pasará la noche aquí al ver que Mido está recuperándose —dijo la muchacha—. Desde que se perdió, no hizo otra cosa que preocuparse por él. El pobrecillo se culpa a sí mismo por no haberlo acompañado a patrullar.
—¿Y por qué no lo acompañó? —preguntó Hood.
La sabia bebió un sorbo de jugo. —Hace tiempo que el consejo de las hadas les pidió que volvieran día a día. Yo creo que es para tener un control. Supongo que los minish y las hadas saben que el mundo no está en su mejor momento.
Link miraba a uno y a otro sin comprender ni media palabra de lo que discutían hasta que encontró el momento para preguntar. —¿Hadas?
Los dos lo miraron.
—Sabes que los kokiris mantenemos fuertes lazos con las hadas y los minish, ¿no? —preguntó Saria.
—¿Minish? —preguntó ahora el muchacho.
—Qué mal Link. No recuerdas nada en absoluto de tu vida antes de la batalla de la amarga victoria, ¿cierto? —preguntó Saria.
Link se encogió de hombros y negó con la cabeza.
—¿Ni siquiera a Navi? —preguntó Saria.
—Me temo que no —dijo Link.
—Bueno, hablaremos de esto en el camino, ahora no quisiera iniciar una conversación tan extensa —dijo la señorita.
En ese momento, una joven entró por la puerta. —¡Saria! ¡Has vuelto!, ¿has encontrado algo? —dijo ella agitada.
—Sí, Fado. Mido ha aparecido y está bien —dijo la sabia comunicando aquella grata novedad con una gran sonrisa—. Ahora se encuentra en su casa.
La joven respiró aliviada, tomándose el pecho con una mano, como quien se recupera de un gran susto.
—Hood, Link, ella es Fado, la hermana de Mido. Fado, ellos son Hood y Link y son los que salvaron a tu hermano. —Los hombres saludaron a la jovencita.
—¿Link... de Hyrule? —preguntó Fado, sorprendida.
Hood se levantó, fue hasta su mochila y volvió mientras que Link y Fado se saludaban.
—Estaba chequeando que no me haya olvidado nada en el campamento —le dijo el viejo a la sabia que lo miraba como preguntando "¿qué haces?".
—Bueno, Link, muchas gracias... es una suerte tenerte de regreso. Iré a visitar a Mido por si necesita algo —dijo la joven Fado.
—Disculpa —dijo Hood—, podrías llevarle esto a tu hermano —dijo cortando una rodaja de pan y una de queso—. Ah... y esto también —agregó alcanzándole un vaso de jugo—. Sabiendo que estuvo poseído tanto tiempo, estoy seguro de que debe tener mucha hambre.
La joven miró a Saria.
—Hazle caso —dijo la sabia con una sonrisa—, este hombre es de confianza y parece saber bastante del tema.
Fado volvió la mirada hacia Hood. —Muchas gracias, señor, es usted muy amable —dijo tomando una bandeja que había en una alacena cercana para llevar aquellas cosas.
Los tres terminaron de desayunar y antes de salir, Hood le dio a Link unas cuantas indicaciones. —Toma la espada, el escudo, el boomerang, el arco y unas cuantas flechas.
El joven obedeció y tomó solo esas cosas. Al salir de la casa de huéspedes, los hylianos observaron que los cuerpos estaban envueltos en una tela sobre un pequeño carruaje.
—Parece que estás en todo —dijo el viejo mirándola a Saria.
—Mi gente me conoce, saben que me gusta ser expeditiva —dijo ella.
—Link, sujeta las riendas, ¿sí? —pidió Hood.
—De acuerdo —aceptó el joven sin ningún problema.
Al salir, ambos hombres siguieron a Saria a pie.
—El cementerio está un poco lejos. Tardaremos cerca de dos horas. Afortunadamente, eso me dará tiempo a que te cuente un par de cosas —le dijo la joven a Link.
—Ah, ¿sí? ¿Y qué clase de cosas? —preguntó Link.
—Cosas como por ejemplo: qué fue de la vida de Navi, tu hada acompañante.
➖ 🔺 ➖ 🔺 ➖ 🔺 ➖
Antes de seguir avanzando en la historia, por favor, pásate por el enlace que dejé en el primer comentario, cuéntame qué te ha parecido este capítulo y responde allí esta breve pregunta.
Los kokiris son hábiles para mantenerse ocultos. ¿Si tuvieras que ocultarte, cuál sería tu método preferido y por qué?
Camuflaje.
Oscuridad.
Movimientos lentos.
Si te gusta el arte visual puedes compartir un dibujo de cómo te imaginas a la aldea Kokiri, o bien, usa alguna I.A. para ver qué resultados genera.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro