EL PODER DE LAS HADAS
—¿Qué fue todo eso? —preguntó Link sin poder creer lo sucedido.
—Eso fue piedad —dijo el viejo envolviendo la ocarina en el manto y atándola con los cordones nuevamente—. Un acto de misericordia que tenía pendiente desde hace mucho tiempo atrás.
El viejo soltó la ocarina envuelta dentro de la caja de piedra y la cerró nuevamente. El ruido metálico resonó en la tubería y este colocó una piedra para disimular aquel tubo.
—¿Qué has hecho? —preguntó el joven—. Ahora debemos abrirlo de nuevo.
—Ya lo abrirás en otro momento. Ahora, es tiempo de volver... antes de que sea demasiado tarde —dijo caminando hacia la sección donde Saria se encontraba.
—Saria está por aquí —señaló el joven kokiri al salir de la sección de los poes.
Los tres llegaron hasta donde estaba la muchacha y el kokiri la alzó. Link notó que la joven estaba seca y confirmó que aquella tormenta pasajera, no había sido, ni más ni menos, producto de la conmovedora melodía.
—Puedo llevarla en mi caballo —dijo el joven kokiri.
—No —le dijo Hood—. Link irá en tu caballo y yo te llevaré a ti y a Saria en el carruaje donde trajimos los muertos. Espero que no te moleste, pero de esta forma podrás ponerle más atención a la niña —explicó Hood.
Link recordó que aún no habían cubierto con tierra a los cadáveres que habían dejado quemándose. —Todavía tenemos trabajo por terminar, ¿volveremos después?
—No lo creo —dijo Hood, señalando el lugar donde habían enterrado a los muertos. Estos ya habían sido tapados por alguien más.
—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién demonios estuvo aquí? ¿Y por qué habría de terminar nuestro trabajo? —preguntó Link sin entender.
—No te preocupes, Link. Te dije que tengo más de dos décadas que ti... Es obvio que te llevo algo de ventaja —dijo Hood tomando la otra pala, aquella que previamente habían dejado allí.
—¿Tú sabías de esto? —preguntó Link.
—Como tantas otras cosas que no puedo contarte —contestó el viejo sujetando las riendas del caballo para salir—. Pero ya hemos hablado de eso y sé que confías en mí.
El joven asintió con la cabeza y juntos atravesaron la sección hasta llegar al destechado hall de entrada. Iban camino a la salida cuando una voz se escuchó desde las sombras.
—La pala, por favor. —Dampé se había asomado por detrás de un mausoleo.
Link se quedó pasmado. Había recordado aquella tumba en la cripta de la última sección.
—¿Qué pasa, muchacho? —dijo el hombre de prendas harapientas—. Acabas de salir de un lugar lleno de fantasmas... Al menos yo tengo un cuerpo —dijo Dampé deduciendo que el joven había visto su tumba.
Link desenganchó la pala de su cinturón. —L-la lla-llave está adentro —balbuceó el joven.
—Se agradece, pero yo no puedo sujetar nada —dijo soltando una carcajada—. ¿Podrías apoyarla en esa tumba?
—S-sí, señor —tartamudeó Link.
Dampé miró al temeroso Link y luego a Hood sonriendo.
—Tengo curiosidad. ¿Cuándo fue que tú dejaste de tenerme miedo? —le preguntó a Hood bromeando.
—Hace mucho tiempo atrás, Dampé. Antes de que me vaya, ¿tienes alguna noticia para mí? —preguntó el viejo—. Todo marcha bien, ¿cierto?
—Todo parece ir de acuerdo a tu plan —contestó Dampé—. De hecho, ya están dentro.
Los jóvenes se miraron sin entender de qué hablaban Hood y Dampé, pero a estos no pareció importarles.
—Perfecto. Bueno, nos vemos Dampé —saludó el viejo.
—Espero que no, viejo amigo... Espero que no —dijo Dampé y, saludando con la mano, se desvaneció en la oscuridad.
El viejo pasó por el costado de Link. —Con el tiempo entenderás —dijo al verle la cara.
Link se encogió de hombros como diciendo "qué más da" y lo siguió.
—¿No deberíamos devolver esa pala también? —preguntó Link, viendo la otra pala en manos de su compañero.
—No es necesario. A Dampé solo le interesa su "amiga" —dijo el viejo—. Esta podemos quedárnosla.
El viejo subió al caballo que conducía la carreta. Mido le pasó la joven desmayada a Link y se acomodó en el carruaje para recibirla de nuevo. Link le devolvió a la sabia y le preguntó sobre el paradero de su caballo. El joven kokiri señaló su ubicación con el dedo. Link fue a su encuentro, subió y, con unas suaves pataditas, se puso en marcha. El viejo hizo lo mismo con la carreta. Los jinetes dejaban cabalgar a los caballos a rienda suelta, ya que conocían el camino de regreso a la aldea. Algo de luz comenzó a filtrarse entre los árboles y Link notó que habían abandonado los terrenos de aquel cementerio.
—Se nota la diferencia entre las tierras de la Aldea Kokiri y las de la Villa Kakariko, ¿cierto? —dijo Mido al ver que Link miraba el cielo.
—¿La Villa Kakariko? —preguntó Link.
—Sí, ¿no sabes nada sobre la Villa Kakariko? —preguntó Mido asombrado.
El joven arquero se encogió de hombros.
—Hace mucho tiempo, cuando las cosas se pusieron peligrosas, mucha gente migró a Villa Kakariko. Este era un lugar reconocido por levantarse rápidamente después de cada catástrofe y estaba lleno de gente emprendedora. La mayoría de los habitantes eran hylianos, pero también vivían varios kokiris y gorons por la cercanía de sus tierras. En fin, como era de esperarse, un día nefasto, Ganondorf fijó su mira en ella. La población migró nuevamente... Al menos la que logró escapar —dijo Mido cabizbajo y negando tristemente con la cabeza.
—Déjame adivinar. Ahora es un pueblo fantasma, ¿cierto? —dijo el joven hyliano imaginando con resignación.
—Yo diría que sí —dijo el joven kokiri—. Alguna que otra vez alguien acampa en aquellas casas abandonadas. Se presume que, de tanto en tanto, algunas personas van en busca de ciertas opciones. Cuenta la leyenda, que en Villa Kakariko hay una bruja capaz de crear brebajes para todo tipo de cosas... Aunque para mí son puras patrañas.
—¿Y el cementerio pertenece a la villa? —preguntó Link.
—Sí, recuerda que los cementerios son cosa de los hylianos y los Sheikah. Los gerudos tienen ritos similares según tengo entendido... Pero los gorons, kokiris y zoras no tenemos cementerios —explicó el kokiri.
—No tenía ni idea de eso —dijo Link.
El tiempo transcurrió y los valientes viajeros estaban cerca de su destino.
—Tienes que seguir las marcas de los árboles —dijo el joven kokiri al ver que casi habían llegado.
—Lo sé, Mido —contestó Hood.
Ambos jóvenes se sorprendieron al ver cómo Hood seguía un camino específico. De pronto se detuvo, bajó del caballo y trotó hasta la puerta de troncos. Golpeó tres veces. Alguien silbó del otro lado y él devolvió un silbido similar. Ambas personas parecían pájaros cantando y, sin embargo, aquel código sirvió para que la puerta se abriera.
Al abrir, el kokiri protector de aquella entrada se sorprendió.
—¡Saria está mal! —dijo Hood—. Necesita atención. Un redead la mordió.
—¡Rápido! ¡Entren! —dijo el guardia preocupado.
Hood corrió al caballo y subió para entrar a la aldea. Link entró detrás. Varios kokiris se acercaron al ver que Mido corría con Saria en brazos. El muchacho entró a una rústica cabaña con sus troncos pintados hasta la mitad de blanco y su techo rojo.
—Tú, acompáñalo —dijo Hood—, yo voy a buscar algo.
—De acuerdo —obedeció Link siguiendo a Mido. Adentro, había apenas dos kokiris. Un anciano encorvado apoyado sobre su bastón y una joven rubia de tez blanca y ojos grandes azul cielo. Llevaba puesta una musculosa, una pollera y una vincha, todo de color verde. Por encima de todo, vestía una túnica blanca y larga que dejaba ver sus tobillos.
—¿Mido? —preguntó Fado, extrañada.
—Fado... es Saria... está mal... un redead... —dijo el joven agitado y con dificultad al hablar.
—Tranquilo, sígueme —dijo la joven con mucha calma caminando hacia una habitación impecable—. Acuéstala allí —dijo señalando una cama de sábanas blancas bien tendidas.
La bella kokiri comenzó a revisar a Saria con algunos instrumentos. Mido y Link estaban parados junto a ella a unos pasos de la cama. Mido vio a Link preocupado.
—Mi hermana es la mejor médica kokiri —dijo el joven—. Si alguien puede decirnos qué hacer, es ella.
En ese momento Hood entró corriendo por la puerta y le dio a Fado el frasquito con el poco líquido azul que tenía.
—Toma, esto nos dará algo de tiempo —dijo el viejo.
La joven examinó el frasquito de cerca. —¿Acaso esto es lo que creo que es? —preguntó Saria con los ojos muy abiertos agitando suavemente el frasquito.
—Sí, poción "Sangrespíritu" —dijo el viejo—. También conocida como la "poción azul" o la "pócima de vida y energía".
—¿Quién...? ¿Cuándo...? ¿Cómo conseguiste esto? —dijo Fado, anonadada.
—Es una larga historia para la cual no creo que tengamos tiempo —dijo el veterano.
Fado asintió y le suministró aquella droga a Saria. Esta abrió apenas los ojos y balbuceó—. M-mido... gr-gracias... si tan solo... me hubiese dado cuenta antes... de a quién tenía a mi... la-lado —pero la joven había vuelto a desmayarse.
—Necesitamos algo tan fuerte como la poción azul, pero en mayor cantidad —dijo Fado.
—Pero lo único tan fuerte como eso es... —dijo Mido sin atreverse a terminar la frase, dado que era prácticamente imposible de conseguir.
—El "Rocío de Hada" —dijo el viejo completando la oración—. La sustancia curativa más potente en todo Hylia.
—¿Más potente que tu poción azul? —preguntó Link.
—¡Oh, sí! ¡Bastante! —dijo Fado—. Una lágrima de la Gran Hada equivale a un frasco entero de poción azul.
De pronto una lucecita pasó rápido por la ventana.
—Hablando de ellas... —dijo Mido.
Link miró por la ventana y notó que estaba oscureciendo. Su estómago le hizo ruido, para recordarle que desde el desayuno, no habían comido nada.
—Yo creo que deberíamos comer algo antes de salir, creo que tendremos una larga noche —dijo Hood, que parecía haberle leído la mente.
—¿Salir adónde? —preguntaron los muchachos.
—Link y yo iremos en busca de una lágrima de la Gran Hada del bosque —dijo el viejo abandonando el cuarto.
Todos salieron detrás de él.
—Pero, señor... no creo que pueda hacer eso —dijo Fado.
—Sí, para empezar ni siquiera tienes un Hada —dijo Mido.
—No, pero sí tuve una alguna vez... y Link también —dijo el viejo saliendo de la cabaña.
Link pudo ver cómo varias hadas llegaban de todas partes.
Toda la aldea, estaba cubierta por unos postes de madera de unos dos metros y medio, que a su vez, tenían dos semiesferas huecas de vidrio distanciadas entre sí por apenas diez centímetros. Maravillado, Link observó cómo muchas hadas volaban a ubicarse dentro de cada uno de estos refugios transparentes. En el centro de aquella copa techada de treinta centímetros de diámetro, había una mesita y varias sillitas diminutas. Al parecer, las hadas comían allí, proveyéndoles, al mismo tiempo, una buena cantidad de luz, a toda la aldea.
—Muy ingenioso —dijo Link.
—Sí, fue una gran idea aprovechar la luz que emanan las hadas para iluminar la aldea mientras ellas vienen a comer algo y relajarse —dijo Fado.
—Fue idea de Saria —dijo Mido.
—Es por eso, por lo que las hadas comprenderán por qué necesitamos de su ayuda —agregó Hood.
En eso, un destello azul llegó volando.
—¡Liiink! —un hada se había clavado en el pecho del muchacho con los dos brazos abiertos como si pretendiese abrazarlo.
Al joven le dio una gran puntada en la cabeza y una imagen se dibujó en su mente.
Se encontraban en un pasillo natural. Dos grandes paredes de piedra cubiertas por frondosa vegetación se erguían a ambos lados. Estas estaban agrietadas y decenas de tentáculos surgían desde el interior de las grietas. La joven hada corría peligro. Él tenía su escudo en la espalda cubriéndolo como el caparazón de una tortuga. El hada era tan solo una niña. Él... también. Una criatura parecida a un pulpo con la cabeza de piedra lanzó un ataque dirigido hacia el hada. Ella no podía evitarlo.
—¡Naviii, nooo! —gritó Link saltando para protegerla de aquel ataque.
Un potente silbido reverberó en aquel pasillo, haciendo que los monstruos se escondieran.
El hada miró a su protector adolorido.
—Link... ¿Link?... ¡¿Liiink?!... ¿Sigues allí adentro? —dijo el hada revoloteando cerca—. Me parece que lo perdimos —le dijo el hada a Fado, moviendo su pequeña mano frente a los abstraídos ojos del muchacho.
—No, no —dijo Link, recobrando su sentido de la realidad—. Solo tuve una visión de mi pasado... de cuando éramos niños, Navi...
Todos se quedaron callados menos el viejo.
—Veo que el lazo que une a un hada con su protegido es un vínculo tan fuerte que, simplemente, nada ni nadie puede borrarlo.
El Hada se percató de la presencia de Hood. Voló hacia él y lo examinó de arriba abajo. Ella parecía sorprendida.
—Tú... —comenzó a decir.
—Yo soy producto de la ocarina del tiempo —dijo el viejo—. Por eso tú me conoces y confiarás en mí como confías en él —dijo Hood señalando a Link y guiñándole un ojo a Navi—. Él no sabe quién soy yo y así debe permanecer si no queremos afectar negativamente esta delicada línea temporal —explicó Hood enmudeciendo a todos allí—. No obstante, no es eso lo que más nos preocupa en este momento —dijo mirándolos a los ojos—. Lo que nos concierne a todos ahora, es la salud de Saria que está en peligro. Necesitamos del poder de las hadas para salvarla.
En ese momento, otra hada llegó volando. Un brillo violáceo llegando a rojo la recubría. Era un hada de sexo masculino.
—¡Tael! —dijo Mido contento.
—¡Mido! —dijo el muchacho alado de no más de tres centímetros de alto—. ¡Qué alegría que estés bien!
El hada parecía no haber dormido bien en días. Hasta su vuelo denotaba cansancio.
—Navi, veo que Link ha vuelto después de tanto tiempo —dijo este—, imagino que estarás contenta.
—Sí, por supuesto —contestó la joven hadita.
Tael saludó a todos y Navi le repitió lo que Hood les había dicho hasta el momento sobre Saria.
—Entonces, ¿estás diciendo que debemos llevar a Mido con la Gran Hada? —le preguntó Tael a Navi.
—No —intervino Hood—. Él, recién vuelve de una aventura muy poco agradable para su salud y nosotros, en menos de un día, lo metimos en otra —dijo el viejo señalando a Mido—. Además, tú tampoco has dormido en días —le dijo a Tael—. Lo más lógico, sería que ustedes se pongan al corriente y descansen mientras nosotros vamos por el "Rocío de Hada". Navi puede guiarnos, ¿cierto? —le dijo Hood a la pequeña señorita de brillo azulado.
—Por supuesto que sí —dijo Navi, deseosa de poder ayudar.
Todos se miraron y asintieron con la cabeza aceptando aquel plan.
—Bueno, cambiando de tema. Supuse que tendrían hambre, por lo tanto, le dije a la cocinera de Saria que preparara varios sándwiches para cuando llegaran —dijo Fado—. En el salón de huéspedes podrán comer algo y reequiparse. Sus cosas están en el armario junto al perchero.
Los hylianos y Navi se dirigieron hacia la sala de huéspedes, comieron casi sin sentarse y, cuando terminaron, Hood tomó algo de aceite y recargó su candil.
—No es aceite goron, pero servirá para prender algún que otro fuego.
Luego fue hasta una pileta y retirando la venda se lavó la herida del antebrazo.
—Link, alcánzame la aguja e hilo de la alforja aquella —dijo señalando su equipaje. El joven obedeció y vio cómo el viejo se cosió la herida. —Tan solo serán dos puntos de cada lado del brazo —explicó Hood al ver la cara de asco del joven. Por último, se aplicó la savia de una hoja. —No te preocupes, muchacho, esto es provisorio. Para mañana, no tendré nada —dijo sonriendo.
El joven tomó su escudo y espada.
—No, muchacho. No puedes llevar eso —dijo el viejo—. Lleva solo la espada de madera, el boomerang y, si no me equivoco, allí adentro hay dos cerbatanas —dijo señalando el armario—. Te enseñaré a hacer dardos en el camino. Navi, ¿podrías ir a pedirle a Mido los escudos de madera que usa para entrenar?
—¿Cómo sabes que entrena? Se supone que es un secreto entre Mido y Tael —dijo Navi.
—¿Y tú? ¿Quién de los dos eres? ¿Mido o Tael? —preguntó el viejo jocosamente para que el hada se diera cuenta de que, si era un secreto entre ellos, no habría manera de que ella lo supiera.
La joven se sonrojó al notar que había sido descubierta, sonrió y salió volando.
—Bueno, Link, tenemos casi un día de viaje —comenzó a explicar el viejo—. Acamparemos a mitad de camino, pero, probablemente, uno de nosotros tendrá que hacer guardia porque el pantano puede presentar algunos riesgos.
—¿Pantano? —preguntó Link.
—Sí. Si no me equivoco, la cueva de la Gran Hada queda al sureste, atravesando el pantano.
—¿Cómo sabes eso? —Link.
—No hace falta saber mucho, para tener conocimiento acerca de la topografía. Basta con leer un mapa, muchacho —contestó Hood guiñándole un ojo.
El viejo tomó su silla de montar y, con un gesto de su cabeza, le sugirió a Link que hiciera lo mismo. Ambos salieron de la sala de huéspedes con provisiones y se dirigieron a los establos. Link llegó hasta su caballo, le colocó una manta y la silla de montar. Acarició el cuello del bello animal y le puso el bocado en el hocico. Este se lo acomodó solo como si supiera que saldrían a cabalgar. El joven puso un pie en el estribo y subió.
Al mismo tiempo Navi llegó junto con Fado. La joven kokiri tenía dos escudos de madera en sus manos. Cada uno con un logo pintado de rojo, tallado en el medio.
—Veo que no es solo un secreto de Tael y Mido —dijo el viejo al ver a Fado.
Esta sonrió. —Un soplón guarda mejores secretos que mi hermano —bromeó Fado—. Toma, Link —le dijo al joven, entregándole uno de los escudos.
—Gracias, trataré de devolverlo sin uso. Al menos eso es lo que a mí me gustaría —dijo graciosamente el muchacho.
—Hood —dijo la joven acercándole el escudo.
—Gracias, Fado —le dijo Hood.
La joven se quedó parada frente al viejo, analizándolo.
—Puede que tenga una idea de quién eres —le dijo ella y los tres se quedaron en silencio un breve instante. —Te felicito, es una buena curación —dijo Fado mirándole el antebrazo a Hood—. ¿Quién te enseñó a coser así? —preguntó riendo pícaramente.
El viejo rio. Parecía que ambos escondían algo y Link no sabía qué era.
—Creo que ambos lo sabemos —dijo Hood poniendo a andar al caballo.
Ella también rio. Fue hasta la puerta de la aldea para abrirla y despedirse.
—Vuelvan pronto. Saria está estable, pero realmente necesita esa medicina lo antes posible —dijo la joven agitando el brazo mientras estos salían.
—Dos días, máximo —dijo Hood y comenzó a galopar
Link lo siguió y pronto estaban fuera de la aldea.
—Navi, ve dentro de la capucha de Link, debemos esconder tu luz —explicó el viejo—. Indícale a él el camino, yo los seguiré.
—Bueno, solo para estar segura. Iremos por el camino corto, ¿cierto? —preguntó Navi.
—Sí —dijo Hood sin más.
—¿El del pantano? —volvió a preguntar el hada.
—Ese mismo —ratificó el viejo.
—Bueno, como gustes —dijo la luminosa joven colocándose dentro de la capucha de Link.
Por un largo rato cabalgaron siguiendo las indicaciones del hada. La noche había caído del todo y estaba bastante nublado como para que la luna alumbrara algún sendero. Hood se puso al costado de Link y, al trote, le pasó el candil prendido.
—Toma, muchacho, engánchalo de tu caballo para ver dónde pisas, yo seguiré exactamente tus pasos —dijo el viejo y ralentizó el caballo para colocarse nuevamente detrás.
El joven obedeció y continuó galopando. De cada tanto, Link miraba hacia atrás para revisar que el viejo siguiera allí, aunque en la mayoría del viaje era innecesario porque oía perfectamente el galopar del caballo de Hood.
Pasaron unas tres horas de cabalgata, cuando Link se percató de que el terreno comenzaba a ponerse más lodoso. Cada vez escuchaba más el sonido de las herraduras salpicando en incontables charcos. Link disminuyó la velocidad de su caballo y se puso a la par de Hood.
—Creo que ya hemos llegado al pantano —dijo el joven.
—Sí, muchacho. Hace media hora, por lo menos, que entramos en los terrenos del pantano del sur. ¿Estás cansado? —preguntó el viejo.
—Para serte totalmente franco, estoy exhausto... hemos cabalgado gran parte del día, caminamos, corrimos, cavamos un pozo, luchamos... más de una vez —dijo el muchacho.
El viejo rio. —Entiendo, entiendo, yo estuve allí, ¿recuerdas? —dijo Hood—. Dame el candil. Iré adelante y buscaré un lugar para acampar. ¿Te parece bien? —preguntó este.
—Me parece excelente —contestó Link agradecido.
El joven le devolvió el candil y se puso detrás de Hood, quien cabalgó un poco hasta llegar a un terreno algo más elevado que el resto.
—Aquí es perfecto —dijo Hood.
—¿No hay charcos? —preguntó Link.
—Ni charcos, ni nidos de arañas, ni hormigueros, ni babas deku, ni pozos, ni... —contaba Hood bajando del caballo, cuando Link lo interrumpió.
—¿Babas deku?
—Sí, babas deku. Son unas plantas carnívoras capaces de mover su tallo, lo cual le permite alimentarse a mayor distancia —explicó el viejo.
—¡Sí! —dijo el muchacho recordando—. Creo que ya vi una, olvidé ponerlo en "la lista de lo que hice en el día" —dijo sonriendo y bajándose del caballo—. Hoy por la mañana, cuando estaba persiguiendo a aquel demonio, una planta carnívora me mordió el tobillo y tuve que cortarle la... ¿Cabeza? —dijo este sin saber cómo llamar a la parte de la planta que poseía los dientes.
—Cáliz —dijo Hood sonriendo—. Esa parte de la flor se llama cáliz. Lástima que no estaba contigo, hubiese sido una buena oportunidad para enseñarte a hacer dardos.
Ambos comenzaron a preparar el campamento mientras Navi inspeccionaba curiosa aquel lugar.
—¿Cómo es que haces dardos con...? ¿Cómo le dices...? ¿Babas deku?
—Sí, babas deku. Con ellas puedes hacer unos lindos dardos: venenosos, narcóticos o hasta curativos.
—¿Puedes curar haciendo daño? —preguntó Link asombrado.
—Digamos que sí. Con un mínimo daño, puedes suministrar una poción y mejorar la salud mediante un dardo —dijo Hood.
—¿Y qué parte de las babas deku usas para hacer dardos? ¿Los dientes? —intentó adivinar Link mientras clavaba una estaca de la carpa.
—Exacto, Link —respondió el viejo clavando otra estaca—. Los dientes de las babas deku son huecos. Verás, cuando estas plantas mueren, pierden los dientes y estos se desintegran en la tierra luego de unos días, como cualquier ciclo de vida. Pero, si tú los recoges y los limpias, pueden durar bastante tiempo más —dijo Hood colocando uno de los tensores de la carpa—. La razón por la que hay que lavarlos, es el pegamento. Las babas deku generan una savia pegajosa que largan a través de esos dientes. Por ello, estos son huecos. Si tú los lavas, quedan unas púas vacías que puedes rellenar con alguna sustancia. Luego, en la parte más gruesa, haces un tapón con barro, al cual le colocas una pluma muy pequeña y lo dejas secar —explicó como quien da una clase de botánica.
Link prestaba atención mientras cavaba una zanja alrededor de la carpa. Si bien el terreno era elevado, la zona era también bastante húmeda y, de esa manera, evitarían que se les inundara el interior de la carpa en caso de que lloviese.
—¿Y para qué la pluma? ¿Es como en las flechas, o sea, por la dirección? —preguntó Link muy intrigado.
—No y sí. Verás. Por una parte, sí, es necesaria la dirección. Pero en los dardos, la pluma cumple una función más esencial. Al clavarse la púa, la inercia del dardo, hace que la pluma también contribuya con la inyección de la sustancia que has colocado en él. Es decir, la pluma empuja el veneno o poción hacia el exterior de la púa —explicó el viejo graficando la idea con un gesto de sus manos.
—Interesante —dijo Link—, entonces de esa manera entra todo el contenido del dardo y no solo lo que está en la punta —dijo Link comenzando a cavar un pozo.
—¿Para qué es eso? —indagó el viejo, al ver al muchacho con la pala.
—Para el fuego —dijo Link.
—No, espera —lo detuvo Hood—. Hoy haremos el fuego refractario. ¿Lo recuerdas?
—Sí. Es un fuego normal con varias piedras encerrándolo para que el calor y la luz salgan en un solo sentido —contestó Link recordando una enseñanza previa de su compañero.
—Perfecto —felicitó Hood y agregó—: Te diré por qué: si haces otro tipo de fuego, en una zona como esta, es posible que se humedezca la parte más profunda del pozo y el fuego sea más difícil de prender.
—Ah, tiene sentido... Bueno, entonces voy por unas piedras.
—Recuerda que deben ser piedras preferentemente grandes y con un lado plano.
—Sí, sí, lo recuerdo —dijo Link—. Navi, ¿me acompañas?... ¿Navi? ¿Navi? —En ese momento, Link se percató de que hacía varios minutos que no sentía la presencia del hada y no la encontraba por ningún lado—. Hood, no veo a Navi.
El viejo lo miró. Link pudo ver que la expresión en la cara de Hood cambió radicalmente.
—Vamos —dijo el viejo sin dudarlo un segundo.
—¡¿Navi?! ¡¿Navi?! —gritó Link.
—¡¿Naviii?! —gritó Hood.
De repente, a la vuelta de un árbol, encontraron a la pequeña hada tirada en el piso, con el cuerpo escaso de brillo. Link corrió y se arrodilló embarrándose las piernas.
—¿Navi? ¿Navi? —intentó comunicarse el joven, sin éxito lamentablemente—. Hood, ¿qué le pasa? ¿Qué tiene? —preguntó muy preocupado.
El viejo tocó el agua con los dedos pulgar, índice y mayor. Los frotó analizándola y la olió.
—Link, sé que estás cansado, pero hay que desarmar la carpa y seguir cabalgando... Navi está mal... Esto está mal... El agua estaba envenenada.
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Antes de seguir avanzando en la historia, por favor, pásate por el enlace que dejé en el primer comentario, cuéntame qué te ha parecido este capítulo y responde allí esta breve pregunta.
Habiendo leído hasta aquí, ¿cuál es el kokiri que más te gusta y por qué?
Saria.
Mido.
Fado.
Si te gusta el arte visual puedes compartir un dibujo de cómo te imaginas a Navi o a los kokiris, o bien, usa alguna I.A. para ver qué resultados genera.
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