EL ENTRENAMIENTO DEL HEROE
Al llegar, Hood se acercó y saludó al hombre que los esperaba en la puerta del granero. Un campesino de buen físico, producto de trabajar haciendo fuerza con las cabras. El sujeto tenía la tez apenas más oscura que Link. Su cabello era castaño y sus orejas eran redondeadas, características de los habitantes de Ordon, que se diferenciaban de las típicas orejas puntiagudas de la mayoría de los hylianos. Llevaba puestas unas botas altas hasta las rodillas, bastante embarradas, y un jardinero marrón claro, con un cinturón lleno de herramientas de granja.
—¡Braulio, querido, cuánto tiempo! —dijo Hood abrazando al hombre.
—¿Tiempo? No seas irónico —sonrió Braulio—. ¿Cómo estás, Link? Me dijo tu tío que vienes a entrenar de una manera un tanto inusual.
—Bien, creo. La verdad es que no tengo idea de lo que vengo a hacer —contestó este y, mirando a Hood, agregó—: Braulio es uno de los pocos en el pueblo que conoce mi verdadero nombre. Es una persona de confianza, aunque intuyo que eso ya lo sabes y por eso estamos aquí, ¿no?
Hood sonrió sin contestar.
Los tres comenzaron a caminar hacia el granero y Link volvió a dirigirse a Braulio.
—Este viejo loco apareció ayer en la taberna, me golpeó, me llevó a casa, me revoleó sobre una cama, me curó, me despertó de un golpe, me regaló ropa... La realidad es que, por cada buena acción que tiene conmigo, tiene otra mala, y por cada mala, otra buena. En definitiva... —Link miró hacia arriba y a la izquierda, como pensando en algo, y terminó su oración diciendo—: Si lo último que hizo fue regalarme ropa, supongo que ahora viene algo malo.
Los tres rieron.
Hood le puso una mano en el hombro a Link. —Nada es bueno ni malo, simplemente es un juicio de valor que les otorgamos a las cosas para asimilarlas de alguna manera.
Link miró al veterano, puesto que este hablaba con seriedad.
Hood había puesto cara de intelectual, como si aquella frase fuera una reflexión filosófica importantísima y entonces agregó—: Pero puede que esto no te parezca muy bueno, al principio —sonrió jocosamente.
Los tres continuaron caminando hasta que se toparon con una cerca de madera.
—Bueno, llegamos —dijo Braulio.
—Gracias, Braulio —respondió Hood.
—Perdón por no tener más cabras para ofrecer —se lamentó Braulio—. Si tan solo las cosas no estuvieran tan mal... Temo por los tiempos que se avecinan, temo por Hyrule y por su gente.
—Serán tiempos difíciles, Braulio, pero si estamos hoy aquí, es porque confiamos que hay una esperanza, ¿no? —agregó Hood esbozando una leve sonrisa.
—Supongo que tienes razón —sonrió apenas Braulio—. Los dejo solos, pero cualquier cosa que necesiten, yo estoy en la cabaña.
—Bueno, y nuevamente muchas gracias —dijo Hood.
Braulio se alejó haciendo un gesto de desinterés, como diciendo "por nada".
Hood y Link se hallaban frente a una cerca que contenía unos ocho animales salvajes, pero bien cuidados. Link contempló los especímenes que se encontraban pastando cerca de él. Eran lo suficientemente grandes y fuertes como para montarlos. Eran las cabras de las praderas de Hyrule, unos majestuosos cuadrúpedos de una cornamenta grande y peligrosa, la cual se enrollaba sobre sus cabezas y se unía en los extremos. Link dejó de mirarlos y cayó en la cuenta de que se encontraba con Hood muy cerca de las ocho cabras y le esperaba un entrenamiento. Su cara se transformó, su gesto de contemplación pasó a ser un gesto de duda y preocupación. —Solo por preguntar... ¿Qué se supone que vamos a hacer aquí?
—Guardar las cabras en ese establo del fondo —contestó Hood.
—¿Estás loco o la muerte te parece la solución al problema de Hyrule y demás? —preguntó Link.
—¿Loco yo? Nooo... bueno... nah... bueno... sí... tal vez... tal vez un poco —bromeó Hood.
—Estos animales se vuelven más dóciles de noche. Así y todo, a Braulio, que está bien preparado para realizar la tarea y las cabras lo conocen, sé que a veces se le complica bastante. Si nosotros entramos aquí ahora, de día, nos van a destrozar. Aparte no trajimos ningún elemento, ni caballos, ni nada—dijo Link.
—De cualquier manera, no es mi entrenamiento, yo no seré quien entre allí —dijo Hood.
—Claro. Ya entendí todo —dijo Link sarcásticamente—. De chiquito te golpeaste la cabeza y quedaste medio tonto, ahora pretendes que yo entre allí y guarde esas ocho cabritas en un establo para que quede igual de tonto que tú —se burló Link con cara de susto—. ¡Ni por todas las rupias del mundo voy a hacer semejante estupidez! —agregó Link—. Hace mucho tiempo atrás estaba... jugando con mi boomerang... —dijo Link dubitativo haciendo un gran esfuerzo por recordar—, o al menos eso creo. En fin, la cuestión es que mi boomerang cayó dentro de un corral idéntico a este. En ese momento no conocía bien este tipo de cabras y entré a buscarlo como si nada. No tenía idea de lo territoriales que son estos animales. No sé cómo pude conservar ese recuerdo, dado que es de mi niñez. Supongo que será porque en ese momento aprendí que por ninguna circunstancia tenía que volver a entrar a un predio lleno de cabras. —Link parecía estar desahogándose.
—¿Y cómo lograste salir? Digo, si estás contándome esta historia es porque estás vivo —dijo Hood usando la lógica.
—Un joven, un poco más alto que nosotros... No recuerdo su cara, ni su nombre —dijo Link y frunció el ceño—, solo recuerdo que entró saltando y corrió entre las cabras. Me levantó y me sacó de allí. Era increíblemente rápido, parecía tener unos reflejos felinos. Fue genial, lástima que no lo recuerde a él.
—Sí, es una pena. Pero mirándolo de otra forma, al menos sabes algo que aprendiste de él. Es decir, ya sabemos que es posible salir vivos de un sitio repleto de cabras, por más territoriales que sean —dedujo Hood.
—Sí, puede ser que tengas razón. Pero, aun así, es arriesgado para alguien que nunca lo hizo. Te repito, no me vas a hacer entrar allí, ni por todas las rupias del mundo.
—Link —comenzó a decir Hood—, voy a compartir contigo un pensamiento que aprendí de mí mismo y que a lo largo de la vida ratifiqué en varias ocasiones.
Link se hallaba con la vista en las cabras como calculando qué pasaría si entrase. Miró entonces al viejo de costado y escuchó atentamente.
—Hoy, puede ser que trabajemos en algo más que tu habilidad —afirmó Hood—. Aquel día que te "salvaron la vida", tu rescatista, tenía tanto miedo como tú lo tienes ahora.
—Un momento. ¿Acaso conoces a quién me salvó? —lo interrumpió Link.
—Por ahora solo te diré, que tú también lo conocerás —dijo Hood para frenar la posibilidad de irse de tema. Link abrió los ojos lo más que sus párpados le permitían—. En fin, el joven que te salvó tenía tanto miedo como lo tienes tú y él tampoco se había metido nunca en un corral lleno de cabras salvajes. Sin embargo, entró y te sacó. ¿Qué crees tú, que hizo que te pudiera sacar?
—No sé. ¿Se volvió loco tal vez? —dijo Link esbozando una tímida sonrisa.
—No, fueron dos cosas. Por un lado, miedo. Miedo a que no pudieras salir solo, a que te dañaras. Miedo a que pasaría algo muy grave si no intervenía. —El veterano hizo una pausa, pero Link no preguntó nada, parecía que quería que Hood dijera cuáles eran las dos cosas antes de interrumpir de nuevo. Entonces, el viejo prosiguió—: La otra fue la actitud. Él sabía que podía. Lo creía. Eso hizo que lograra moverse de esa manera. —Hood se acarició la barba y miró las cabras. —Link, no es malo tener miedo, al contrario, es muy bueno. El miedo es el que nos dice "hasta dónde". Sin miedo actuaríamos sin prudencia y no ser prudente, no es ser valiente, es ser estúpido.
Link sonrió, esta vez se notó más. Empezó a mirar las cabras de otra manera, calculando su altura y estimando su peso. Hood continuó.
—Yo lo llamo: "miedo sano". El miedo que te acompaña, que no te permite hacer estupideces. El miedo que está a tu lado aconsejándote —explicó el veterano—. Y justo delante de ustedes, me refiero, a ti y a tu miedo, se encuentra la actitud, que sabe cómo moverse y prevé todo para que salga de la mejor manera, que se anticipa. La actitud, Link, es vital. Sin ella puedes ir dando media vuelta y volver a lo de tu tío hasta que Ganondorf decida qué hacer con ustedes —dijo Hood extendiendo el brazo en dirección al camino por el que habían venido.
—¿Qué tengo que hacer con las cabras? —preguntó Link seriamente.
Hood sonrió contento. —Sabía que tenías madera de héroe. Tu misión es simplemente guardarlas en el establo corriendo entre ellas y esquivándolas antes de ser golpeado. Es decir, haces que te persigan hasta aquella rampa y una vez allí, te apartas del camino. Esa rampa funciona como un "sube y baja", cuando las cabras la pisen quedarán del otro lado y no podrán salir.
Link trepó la tranquera y miró hacia atrás. —Espero que esto sirva de algo viejo. —Saltó hacia adentro y encaró a la primera cabra—. ¡Eh! ¡Tú! ¡Vamos! —le gritó al animal como si lo entendiese.
Este lo vio y comenzó a correrlo. Los demás cuadrúpedos resoplaron y comenzaron a alterarse.
Link corrió hacia la rampa, pero tuvo que bajar la velocidad, puesto que la cabra no era precisamente la más joven. Cuando la cabra estuvo a punto de alcanzarlo, Link volvió a correr en dirección a la rampa y siguiendo de largo entró en el corral con cabra y todo. —Bueno, no salió como esperaba. Creo que tendré que improvisar —dijo Link en voz alta, aunque nadie lo escuchaba. Pudo esquivar fácilmente a la cabra que estaba medio cansada y saltó la cerca hacia afuera. —Bueno, eso salió bien —se dijo a sí mismo.
—¡Muy bien, quedan siete! —gritó Hood desde el otro lado de la cerca que rodeaba el recinto.
—¡Ja, ja, ja! —dijo Link, riendo irónicamente.
Entonces, observó dos cabras que se acercaban a toda carrera, respirando fuerte y largando vapor por sus hocicos. Corrió en paralelo al establo, en dirección a la rampa. El animal más cercano estaba a menos de un segundo de alcanzarlo. Link, saltó la rampa por el costado, y el animal, con todo su envión, siguió de largo atropelladamente, pisando la rampa y entrando al corral.
Se había levantado mucho polvo a causa de la tierra seca que se hallaba en el camino y la cabra, que se había quedado rezagada, entró en la nube de tierra encarando derecho a la rampa. Casi sin darse cuenta, Link tenía tres animales dentro del establo.
—¡Cinco! —gritó Hood alentándolo.
Link no le prestó atención. Tenía otros dos mamíferos acercándose de ambos lados al frente. Se tomó dos segundos para pensar lo que haría y comenzó a correr hacia delante. En la mente del muchacho la adrenalina hacía que todo pareciera avanzar lentamente y podía ver a los animales moverse con gracia hacia él. A menos de un segundo de que ambos animales lo aplastaran, Link, se tiró al piso, barriéndose unos tres metros por la velocidad que traía. Detrás de él, las cabras habían chocado entre sí. Habían quedado desplomadas y aturdidas.
Hood rio sonoramente— ¡Tienes que guardarlas, no atontarlas!
—Al menos esto me dará algo de tiempo —respondió Link—. ¡Ya sé!... —pensó mientras corría hacia una de las dos cabras tendidas, que se encontraba levantándose.
—¿Qué estás haciendo? ¿La vas a cargar encima de ti? —le gritó sarcásticamente el viejo al ver que el muchacho se dirigía directo al animal.
Link saltó sobre el lomo de la cabra y la tomó por los cuernos. Esta se levantó e intentó sacárselo de encima. Los otros mamíferos observaban atentos, entonces Link, pateó suavemente los costados de la cabra como si fuera un caballo—. ¡Arre! —gritó instintivamente el muchacho, y curiosamente la cabra comenzó a correr hacia delante. Sujetado firmemente de los dos cuernos, Link cabalgó hacia las otras gritando de un modo tal, que no se notaba cuál era el ser más agresivo, si la cabra o el joven encolerizado. El muchacho había entrado en personaje y la actitud le jugaba muy a favor. Con un poco de maña y destreza, logró acorralar tres de las cabras contra el establo. Link tiraba de un cuerno y del otro para moverse de lado a lado. Los cuadrúpedos acorralados fueron reculando hacia la rampa y cayeron uno a uno dentro del techado y reducido corral. Al ingresar el último de los tres mamíferos, Link notó que su propia cabra, tenía dos pezuñas en la rampa y, aprovechando la oportunidad, saltó hacia atrás dejándola avanzar y metiéndola dentro.
—¡Muy bien muchacho, solo una más! —gritó Hood eufórico.
Quedaba una sola cabra, la más feroz y tal vez la más astuta, dado que no había sido presa del rodeo anterior. La cabra clavó sus ojos pardos, oscuros y algo rojizos, en los ojos de color marrón claro del joven, desafiándolo. Pero Link, le devolvía la mirada, fija, fría y calculadora. La tensión entre ambos era electrizante, al punto tal, que pareciera que pronto se sacarían chispas. La cabra golpeó dos veces el piso con su pezuña delantera izquierda y se lanzó a correr a toda velocidad. Link podría haber corrido hasta la rampa, ya que se encontraba a unos veinte metros, mientras que el animal estaba, al menos, a cincuenta metros de él. Entonces el joven dejó ver una sonrisa algo temerosa y decidió correr, pero en sentido hacia la cabra. Cuarenta metros, treinta, veinte, diez. Link se dejó caer rodando hacia la derecha y la cabra lo rozó. Al animal le costó como diez metros frenar su envión. El muchacho corrió hacia la cabra gritando nuevamente y esta no se atemorizó pero tampoco avanzó. Simplemente, bajó la cornamenta esperando el impacto. Link ya estaba a un paso, la tomó por los cuernos empujándola hacia atrás unos pocos centímetros. El animal se afianzó al suelo, comenzó a hacer retroceder al joven y de un brusco sacudón con su cornamenta dejó a Link desplomado. Este recordó que sentía miedo y toda su actitud lo abandonó de repente.
—Correr ya no es una opción, me alcanzaría —pensó rápidamente—, moverme lentamente es una mala idea, su hocico no deja de largar vapor.
Entregado por completo, Link cerró los ojos para intentar soportar el dolor. ¡¡¡BUM!!! Un ruido sordo se escuchó en el campo. Link se hallaba en el suelo, la cabra al costado, también desplomada, y Hood parado ante ambos. El cuadrúpedo intentó levantarse antes de que algo más pasara, pero era tarde. Hood ya estaba sobre su lomo.
—¡Yah! —gritó el viejo montando a la cabra, que ahora corría velozmente hacia la rampa.
Link no tenía palabras, ni pensamientos. Solo observaba al viejo montando al animal como un profesional de equitación.
La cabra no parecía frenar muy rápido y ya estaban a veinte metros de la rampa.
—¡Cuidado, te meterás dentro con las otras bestias! —gritó Link.
El viejo lo ignoró. —¡Arre! Más rápido —dijo a solo diez metros.
La cabra pisó la rampa con suficiente fuerza como para saltar dentro del corral. Hood rápidamente puso sus pies sobre el lomo de esta y justo en el momento en que la cabra abandonó la rampa, el viejo saltó hacia arriba.
Link no podía creerlo. Hood se encontraba colgado de un tirante del establo. Dando un envión se había subido a él y caminó haciendo equilibrio hasta una superficie plana en un punto elevado del granero por donde le daban de comer a los animales. Luego bajó tranquilamente por unas escaleras que daban al exterior.
—Bueno, no me esperaba eso —dijo Link que se hallaba a pocos metros de esa escalera.
—¡Muy bien, muchacho! —felicitó Hood—. Lo has hecho genial.
—¿Estás bromeando? No lo logré, me faltó una cabra —dijo Link cabizbajo.
—Mira, Link, en mi opinión siete de ocho no es una falla, sino siete aciertos —sonrió el viejo—. Debes empezar a ver el lado positivo, es decir, da de ti todo lo que puedas, pero no esperes que todo salga como quieras, si no, el día en que algo no salga como lo has planeado, entrarás en pánico como con la última cabra.
El viejo había dado en el clavo. Link se había rendido en el último momento, dado que el miedo había tomado el control.
—No te desanimes —dijo Hood palmeando la espalda de Link—, repasemos el entrenamiento de hoy.
—¿Qué? —preguntó el joven.
—Sí, sí. A ver... ¿Qué me dices de la actitud? —preguntó el viejo.
—¿Eh? —dudó Link.
—Vamos muchacho, sígueme el juego —pidió Hood al mismo tiempo en el que comenzaban a caminar de regreso.
—Bueno... La actitud... Creo que me ayudó bastante, me sentí muy vivo y sentí que podía lograrlo cuando corría hacia las cabras, principalmente a la que monté con éxito.
—¿Y el miedo? —preguntó Hood.
—Al principio me ayudó, supongo. No me dejaba ser imprudente y repasaba las cosas que pensaba, a gran velocidad. Luego, en algún momento se extinguió por completo y creo que perdí el control —dijo Link.
—O sea, podríamos decir que te sería imposible sobrevivir sin miedo —reafirmó Hood.
—Sí, yo diría que sí —sonrió Link.
—Muy bien, entonces yo lo calificaría como un entrenamiento muy positivo —evaluó el viejo contento—. Además, creo que aprendiste algo más que ahora estás olvidando.
—Ah, ¿sí? —inquirió Link pensativo—. ¿Y qué es lo que aprendí?
—Que con tus apenas, cincuenta y cinco o sesenta kilogramos, no puedes hacerle frente a una criatura con cuatro apoyos, y con más de ciento cincuenta kilos —afirmó el viejo riendo—. A menos que tengas unas botas goronas.
—¿Botas qué? —preguntó Link sin entender lo último.
—Unas botas goronas —repitió Hood señalando su calzado—, yo las llamo así porque un amigo goron me hizo unas hace mucho tiempo.
—¿Te refieres a los gorons de las montañas? —indagó el joven sorprendido.
—Sí, a ellos mismos —dijo Hood.
—Pues lamento decirte, que si queda algún goron después del avance de Ganondorf por las montañas áridas, debe estar asustado, escondido y esperando a que su especie se extinga —dijo Link cabizbajo.
—Son muchos y su raza está creciendo nuevamente. En el paso de Ganondorf por las montañas áridas se perdieron tristemente importantísimas vidas, pero esas vidas tenían sucesores jóvenes que ahora son adultos y están dispuestos a lidiar contra las fuerzas de Ganondorf —dijo Hood con una gran sonrisa de satisfacción. —Solamente necesitan un héroe que los guíe.
—Siento que te estás refiriendo a mí, por favor dime que me equivoco —pidió Link.
—Link, no te voy a mentir —dijo el viejo y siguió caminando en silencio.
—No vas a mentir... pero no me dices nada —dijo Link.
Hood sonrió. —Dedúcelo tú mismo, genio.
—O sea que sí te estás refiriendo a mí —pensó Link en voz alta tomándose la cabeza—. Creo que estoy entrando en pánico de nuevo.
—Pues aprovecha lo que aprendiste hoy —remató Hood sonriendo.
Hicieron unos diez pasos en silencio y Braulio se asomó a la puerta.
—¡Listo, Braulio, nos vemos pronto! —le gritó Hood levantando una mano.
—¡No hay problema! ¡Cuando quieran! —respondió saludando desde la puerta.
Link no dijo nada, saludó con la mano y sonriendo, aunque cuando Braulio entró, este dejó de sonreír.
—Lo que no entiendo —comenzó diciendo Link—, es que todo el mundo sabe que luego del trágico evento en las montañas áridas, los gorons cerraron el paso bloqueándolo con enormes piedras. Hoy día si tienes cuidado, ya que es una zona tomada por las tropas de Ganondorf, y te acercas lo suficiente, ves las gigantescas rocas... —En ese momento Link fue interrumpido por Hood.
—Lo que todos saben es lo que todos deben saber. —El viejo sonrió y se rascó la barba mirando hacia arriba, reflexivo—. Te contaré un pequeño cuento real acerca de ese día, joven amigo. Después de todo, debemos hablar de algo en el camino a la casa de tu tío, si no, sería un viaje muy aburrido.
Link asintió con la cabeza, pero no dijo nada. Entonces, Hood comenzó su relato.
—Poco antes de esa batalla, se había filtrado información acerca de que una gran parte del ejército de Ganondorf, pasaría al pie de las colinas áridas. Darunia, rey de los gorons, había conseguido juntar un gran grupo de adultos preparados para luchar contra las irreversibles tropas de ese ejército. La estrategia era brillante. Aprovechando su aspecto físico, ya que su piel luce rocosa y cuando están quietos y agazapados parecen una gran piedra, el líder goron ordenó a sus hombres que se esparcieran por toda la zona, agachados en grupos de tres o cuatro y ocultando debajo de sí mismos sus hachas y martillos, clásicas armas goronas.
—Pero ¿qué? ¿Así sin más? ¿Solo ellos y sus armas? —preguntó Link sumamente sorprendido.
—Por más extraño que te parezca, joven Link, así fue y funcionó bastante bien al principio, aunque no me has dejado terminar el relato. No estaban solamente tirados por allí. Contaban con algo imprescindible. El factor más importante en una batalla y al que se le atribuye más de una victoria a lo largo de la historia. Eso, querido amigo, es el mismísimo factor sorpresa. Nunca lo olvides Link, "quien pega primero, pega dos veces". No soy de la clase de personas que intenta resolver las cosas mediante la violencia y te diría que si pudiera evitarla lo haría, pero Ganondorf es desalmado, solo le importa su propio beneficio y así también lo son sus tropas.
—¿Yo soy desalmado? —inquirió Link sonriendo.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Hood muy sorprendido.
Link puso una mano en el hombro del viejo. —No creo que en el bar, hayas intentado conversar conmigo de manera pacífica —dijo en tono de broma y ambos rieron.
—No creo que hubieses entendido en ese estado de ebriedad —contestó Hood.
—Bueno —dijo Link—, y entonces, ¿qué pasó con los gorons? Estaban todos dispersos por el paso de las montañas áridas e incluso dices que funcionó al principio. ¿Qué fue lo que funcionó?
Hood miró hacia su sien, señal de estar recordando la batalla tal cual había ocurrido.
—Darunia se sentó cruzado de piernas, en medio del camino, con su martillo sobre las rodillas. El famoso martillo "Megatón" que fue forjado por su antecesor como patriarca, con el cual obligó a Volvagia, un majestuoso dragón rojo de carácter bastante particular —agregó el viejo sonriendo irónicamente—, a permanecer encerrado en las cuevas volcánicas que están al norte de las colinas áridas.
—Hablas como si lo hubieras visto —dijo Link.
Hood permaneció callado.
Link abrió la boca, pero ninguna palabra salió de ella. Comenzó a balbucear algo, pero Hood lo interrumpió.
—Se podría decir que mi familia y yo hemos visto de cerca más de una pelea —el viejo rio heroicamente y continuó—. En fin, allí estaba sentado Darunia cuando las tropas llegaron y lo encontraron. Nadie se le acercó inicialmente, sino que lo rodearon para que no pudiera escapar. ¡Como si Darunia fuera a hacer semejante cosa! —acotó Hood indignado—. Una vez rodeado, un sujeto se le acercó. La verdad no sé quién era, calculo que sería el comandante de aquella tropa. De cualquier manera, no duró mucho, dado que Darunia, por más pesado que pareciera, se movió más rápido que una flecha. Se levantó empuñando el martillo y aquel pobre soldado no tuvo oportunidad alguna. Debe haber volado unos cinco o seis metros. Darunia aprovechó la conmoción causada en el enemigo y sopló por la punta de un cuerno que llevaba colgado de su robusto cuello. Un estruendoso sonido salió por el otro extremo y cientos de rocas cobraron vida. Los gorons salieron por todos lados y pronto miles de sirvientes de Ganondorf perecieron en unos cuantos minutos. Algunos pocos sobrevivieron y corrieron dándose a la fuga, pero lamentablemente no fue una retirada. Los gorons corrieron tras ellos, pero al pasar la primera colina, miles de enemigos más esperaban allí.
Link negó con la cabeza mostrando tristeza en su rostro. —Una trampa típica de Ganondorf. Imagino que filtró adrede una información que debía llegar a oídos de Darunia —acotó el muchacho.
Hood afirmó levemente con la cabeza. —Por alguna razón pienso igual, pero de cualquier forma nunca lo sabremos. En fin, cientos de gorons caían rendidos. Darunia gritó "¡retirada!", unas cuantas veces. Su hijo se encontraba acorralado y él se hallaba caído, defendiéndose como podía con su martillo.
Link tragó saliva y preguntó—: ¿Es allí donde murieron él y su hijo?
Hood dudó antes de responder.
—No, es allí donde dos misteriosos forasteros entraron en acción con una coordinación perfecta. Las flechas alcanzaban las cabezas de varios enemigos. Con sus escudos y espadas se abrieron paso hasta el patriarca. Desde el suelo, el líder goron gritó: "¡No, no vengan a mí! ¡Salven a mi hijo!". Entonces, levantándose eufórico, cinco soldados de Ganondorf salieron volando. Los valientes desconocidos vieron al goron joven, hijo del líder, y se dirigieron hacia él. Lo alcanzaron en poco tiempo, aunque luego se encontraron rodeados. Los tres se defendían sin asco y decenas de enemigos caían a sus pies, pero no aguantarían mucho. —Hood se detuvo para abrir la tranquera, puesto que ya habían llegado a la casa de Astor.
Link percibió el olor a pescado asado, sus pulmones se inundaron del exquisito aroma que despedían las especias que usualmente usaba su tío, pero si bien Link tenía un buen apetito, la historia que Hood relataba era su prioridad en ese momento. Por eso, lo tomó del hombro retrasando su caminata y le reclamó el final—. Entonces, ¿qué pasó? ¿Lograron escapar?
Hood contempló la expresión afligida de Link.
—Sabes el final, sabes que Darunia es un mártir muy icónico de la resistencia goron. Y lamentablemente uno no se convierte en mártir precisamente por... bueno, tú sabes.
Link se apuró a hablar.
—Sí, lo sé, pero el hijo y los otros dos quienquiera que sean... ¿Se salvaron?
Hood, ya con una mano en el picaporte de la puerta de entrada a la casa, lo miró.
—Lamentablemente, el pasado, a veces, suele ser tan incierto como el futuro. ¿Tú qué crees que pasó?
Imagino que se salvaron —contestó Link—. Si no, esta conversación no tendría sentido.
—Si tú crees que el sentido de la conversación está en el desenlace de la historia, entonces debes aprender algo más. No siempre el final es lo más importante. A veces, hay que comprender el desarrollo para poder aprender y apreciar cosas más esenciales. No subestimes el poder de los detalles, porque ellos son los grandes encargados de las historias. Solo cuando puedas estar atento a los detalles, razonarás de una manera absoluta y objetiva.
—¿Sobrevivieron? —preguntó Link rogando una respuesta.
—Ese es un detalle y la respuesta la encontrarás con el tiempo —respondió Hood seriamente.
Link tragó saliva y supo que Hood no le daría una respuesta. En el corto tiempo que había estado con él, dedujo que Hood, quienquiera que fuera, estaba allí como mentor para ayudarlo. Además, era el que decidiría qué cosas debía saber Link y qué cosas no. En conclusión, el muchacho asintió seriamente con la cabeza y esperó a que Hood abriera la puerta.
Hood se dio vuelta y antes de abrir la puerta, una leve sonrisa de satisfacción se le escapó por el lado izquierdo de su boca. Giró el picaporte y entraron.
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Antes de seguir avanzando en la historia, por favor, pásate por el enlace que dejé en el primer comentario, cuéntame qué te ha parecido este capítulo y responde allí esta breve pregunta.
El relato de Hood deja un final abierto, el cual Link no puede aceptar. ¿Crees que ha pasado con el hijo de Darunia?
Se salvó, no se puede morir. Si se muere no leo nada más.
Cualquier cosa pudo haber pasado, incluso lo peor.
No lo sé, pero como dice Hood, eso es un detalle.
Si te gusta el arte visual puedes compartir un dibujo de cómo te imaginas a las cabras de Ordon, o bien, usa alguna I.A. para ver qué resultados genera.
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