Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CUCCOS Y DEMONIOS


El tiempo transcurrió y el invierno fue avanzando sobre las planicies a las afueras de Hyrule. Los verdes pastos se encontraban recubiertos por una capa blanca de escarcha que no era ni más ni menos que el rocío de la madrugada congelado por las frías noches. No obstante, Astor se sentía más feliz que nunca. Hood y Link trabajaban muchísimo. Todas las mañanas lo ayudaban con la granja y por la tarde se dedicaban a entrenar.

Algunos días los entrenamientos eran específicos de combate, ya fuera con arco y flecha; lanza; espada y escudo; espada de dos manos; martillos y hachas diversas, hasta la cerbatana tenía su espacio de vez en cuando.

Otros días, Hood proponía entrenamientos físicos usando lo que la naturaleza proveyera, trepando árboles cercanos, saltando cercas o nadando en una pequeña laguna que se encontraba cerca de la granja de Ordon, la cual se encontraba extremadamente fría en dicha época. Las cabras también eran objeto de entrenamiento, al igual que otros animales como los caballos, fieles aliados en la batalla, y los cuccos, unas aves de corral famosas por sus picotazos.

—Muy bien, hoy toca entrenar con los cuccos —dijo Hood luego de terminar de almorzar.

—¿¡Qué!? No, otra vez no... ¿No podemos hacer otra cosa? —objetó Link fingiendo estar terriblemente asustado.

—Vamos, Link, no seas llorón, ni que fueran tan bravos —dijo Astor mientras levantaba la mesa para ponerse a lavar.

—Prefiero bañarme de nuevo en el lago —dijo Link, minimizando el hecho de que bañarse en el lago hubiera sido una de sus peores experiencias con el frío.

—No, hoy tocan los cuccos. En el entrenamiento pasado te salvaste cuando empezó a nevar, hoy es un día soleado y pese al frío del invierno, el sol está agradable.

Hood se levantó y Link lo siguió detrás. Ambos salieron de la cabaña y caminaron hacia el corral de las aves más temidas de Hyrule.

Link saltó dentro de él. —¿Cómo la otra vez?

Hood sacó de un bolsillo un reloj de arena. —Sí, empecemos con uno. Tienes treinta segundos para meterlo en la jaula —dijo mientras señalaba un corral más pequeño, contiguo al sitio donde Link se hallaba.

Link movió las rodillas y dio tres saltitos cortos en el lugar a modo de entrada en calor. Se agazapó un poco y movió los dedos de las manos preparándose. —Bueno, cuando tú digas.

Hood dio vuelta el reloj y la arena comenzó a caer. —¡Ya!

Link saltó rápidamente y tomó al ave más cercana. El animal cacareó y le picoteó un poco los dedos, pero en menos de diez segundos, Link había cumplido su objetivo. —¡Pan comido! —exclamó al tiempo que soltaba al cucco dentro de la jaulita.

—Muy bien, con esto tenemos la primera lección del día: "Cuando el objetivo es uno solo y es claro, el resultado del trabajo, generalmente es mucho más efectivo de lo que se suponía" —dijo Hood dando vuelta el reloj y esperando que este quedara vacío de un lado.

—Sí, sí, como digas —dijo Link sonriendo satisfecho y con un gesto algo altanero.

Hood hizo caso omiso a la actitud de Link. —¿Listo para la segunda ronda?

—Nací listo —contestó el joven.

—Tienes un minuto para atrapar tres —declaró el veterano.

—Si para uno tardé diez segundos, para atrapar tres no necesitaré más de treinta... Pero como quieras, tú eres el que determina el tiempo —dijo Link sin un ápice de modestia.

—Preparado, listo, ¡ya! —dijo Hood sin siquiera prestar atención a lo que había dicho el muchacho.

Link saltó sobre el más cercano, alarmando a los demás cuccos. Depositó al ave que picoteaba sus dedos, dentro del pequeño corral. Corrió rápidamente agachado en busca de otro, este fue un poco más difícil que el anterior, sin embargo, Link consiguió atraparlo. Dejó al ave dentro de la pequeña jaula y por el rabillo del ojo, vio que el reloj de arena había sido volteado por Hood para iniciar los últimos treinta segundos. Con algo de presión por el tiempo, se lanzó sobre un cucco, pero este se le resbaló de las manos, escapando. Afortunadamente, para Link, otro cucco algo más distraído pasaba corriendo. Desde el suelo, Link atrapó una pata de la distraída ave y esta lo picoteó por todos lados. Haciendo malabares, Link dejó caer al último cucco en el corralito poco antes de que acabara el tiempo.

Hood no dijo nada, solo esperó.

Link sabía que Hood le diría algo como: "¿No era que con treinta segundos era suficiente?" Entonces se apresuró a comentar—: Justo a tiempo. ¿Siguiente prueba?

Hood sin inmutarse soltó—: Cinco en dos minutos.

Esta vez, Link no hizo ningún comentario al respecto. Se agazapó, tomó aire y esperó la señal.

Hood dio vuelta el reloj. —¡Ya!

Link corrió y consiguió atrapar a la primera ave, la dejó y continuó con la segunda. Saltó sobre ella aplastándola un poco y esta le picoteó la nariz, pero la lanzó dentro del corral sin perder el ritmo. Masajeando su cara, fue tras la tercera. Se tiró al piso consiguiendo sujetarla por las dos patas y así recibió varios picotazos en la cabeza.

—Solo dos más —se dijo Link para sí mismo, mientras dejaba al tercer animal atrapado junto a los otros.

Corrió sin éxito a dos cuccos cercanos. Luego se lanzó sobre otro, sin suerte. Logró acorralar a uno en una esquina y lo tomó de sus alas por detrás, este no pudo picotearlo.

—¡Al fin una buena para variar! —dijo Link en voz alta pero sin hablarle a nadie en particular.

Hood ni se mosqueó.

Link saltó sobre un cucco, pero este se le escapó. Otros dos lo pasaron por encima. Pero sin éxito, Link no consiguió interceptarlos. Se paró en menos de un segundo y se dirigió de un salto a otro animal, pero entonces...

—¡Tiempo! —gritó Hood señalando con un gesto el reloj con toda su arena en la parte inferior.

Link, que se hallaba en el piso, se levantó furioso por dentro pero reconociendo su error. —Está bien, ni lo digas, presumí demasiado y quedé como un idiota.

—¿Te interesa saber cuál es la segunda lección del día o no? —dijo Hood serio.

—S-sí, por supuesto —admitió a regañadientes.

—Está bien, pero... ¿Recuerdas la primera? —indagó Hood.

Link levantó la mirada. —Sí, sí. Si el objetivo es uno solo, mejor —resumió.

—Bueno, no es tal cual te lo dije recién, pero supongo que entendiste el punto —dijo Hood levantando ambas cejas—. ¿Y cómo podemos hacer para que el objetivo sea uno solo?

—No se puede si son cinco cuccos... —decía Link cuando Hood lo interrumpió.

—¡Error! Te estás enfocando en los cuccos como objetivos individuales y no te permite realizar una estrategia —objetó el veterano mientras pasaba los cuccos de la jaulita, nuevamente dentro del corral—. Lo que nos lleva a la segunda lección: "Si los objetivos son varios, ir del más fácil al más difícil, para lograr cumplir un objetivo que los concentre a todos".

Link se rascó la cabeza sin entender. —Bueno, ahora sí me mareaste.

Hood sonrió y comenzó a explicar. —Mira, supongamos que el objetivo es meter a todos los cuccos en la jaula y lo compararemos con salvar a Hyrule.

Link rio. —Ojalá fuera así de fácil salvar a Hyrule.

Hood levantó una ceja y lo miró. —Fácil o difícil no lo lograste, así que da igual. —Link borró la sonrisa de la cara y el viejo continuó—: Entonces, encerrar todos los cuccos, es igual que salvar a Hyrule. Cada cucco es un demonio, pero los demonios, no son todos iguales como los cuccos. —Link no dijo nada y Hood preguntó—: ¿Para salvar a Hyrule empezarías por matar a Ganondorf?

—Si pudiera... —contestó Link.

—Pero no puedes. ¿Por qué? —indagó Hood.

—Porque tiene secuaces y demonios por todos lados —dedujo Link como si fuera obvio.

—Entonces, comenzaríamos por los esbirros para llegar al rey, ¿no? —cuestionó Hood como tratando de que la respuesta llegase sola.

—Por supuesto. Empezaría por los enemigos más sencillos de doblegar —concluyó Link.

Hood, sonriendo, empezó a explicar su retorcida pero sencilla idea. —Esto es igual, Link, no todos los cuccos son fáciles de atrapar, pero algunos son más sencillos que otros. Mira, ese estuvo en una pelea con ese otro. Uno de ellos perdió la vista de un lado y el otro renguea. Son presas más fáciles que el resto —comentó Hood señalando dos cuccos—. Ese otro tiene un ala lastimada y cuando corra rápido lo hará en círculo. Con solo pararse en el lugar indicado, facilitarás su captura, tal cual como en una batalla —dijo señalando a otro cucco—. Ese del rincón, parece ser el líder de este grupito. Los cuccos machos, tienden a tener cierto número de hembras seguidoras. Si el macho es atrapado, las hembras se vuelven más vulnerables... A lo que voy, Link, es que tienes que planear una estrategia basándote en tus virtudes y desventajas, si no lo haces, comenzarás mal desde el principio.

Link asintió con la cabeza y reflexivo empezó a observar a todos los cuccos.

—¿Quieres intentarlo de nuevo? —preguntó Hood animando a Link.

—Claro, no pensarás que me voy a rendir tan fácil... Después de todo, de esto depende el destino de Hyrule —bromeó Link, aunque, salvando las distancias, algo de real había en aquel comentario.

Hood tomó el reloj. —Preparado, listo, ya.

Link se concentró. Le tomó dos segundos elegir su primer objetivo. Eligió al ave más distraída y la sujetó por detrás, esta no alcanzó a picarlo, que ya estaba dentro de la jaulita. Caminó hacia un costado flanqueando al cucco que veía solo de un ojo y, aprovechando la distracción del animal, lo sujetó para luego lanzarlo suavemente dentro de la jaulita.

—Muy bien, joven amigo, ahora estás usando la cabeza. Tienes mucho tiempo y ya solo quedan tres —afirmó Hood animando al muchacho.

Link encontró el ave de la pata mala, curiosamente esta no se resistió, dado que el muchacho se acercó tranquilo y lo tomó suavemente, depositándolo de igual forma en la jaulita, sin recibir ni un picotazo.

Hood sonrió. —Más vale maña que fuerza, bien hecho —dijo dando vuelta el reloj—. Solo dos más y te queda todo un minuto, ve tranquilo.

Link vio al ave del ala dañada y lo asustó. Este se echó a correr, pero sin éxito, dado que no consiguió escapar. Link estaba en otro lugar y la trayectoria del animal pasaba por allí. En este caso, sí recibió un par de picotazos, pero únicamente en las manos. Link lo soltó suavemente sobre la jaula adyacente y buscó su última presa, aunque ninguna parecía un blanco fácil. Entonces, el muchacho comenzó a gritar como un monstruo y caminó hacia un rincón acorralando a los cuccos que estaban en él. En ese momento, uno de los cuccos cacareó y se dio vuelta. Link lo levantó y vio, para su sorpresa, que este había puesto tres huevos. El joven soltó al animal en la jaula consiguiendo así su objetivo.

—Felicidades, superaste la misión con creces —dijo Hood risueñamente señalando los huevos recién puestos—, ahora ya tenemos algo para almorzar mañana.

El joven rio aliviado por lograr lo encomendado y sacarse la mala sensación del intento anterior.

El veterano lo notó y, sonriendo, volvió a reflexionar en voz alta. —Otra enseñanza que podría haberse apreciado aquí, es la de la tolerancia a la frustración. Es decir, un buen líder tiende a soportar la derrota varias veces. —El viejo hizo una breve pausa, rascándose la barba, para pensar sus próximas palabras—. El que nunca pierde, jamás suele ser el mejor rival. Por el contrario, es más vulnerable. No conoce el sabor de la derrota y no sabe cómo remontarla. El perder varias veces te fortalece. Soportarlo, te acerca a ser un mejor líder. Debes tenerlo en cuenta, muchacho, no siempre ganarás todo en tu vida.

—Pero creo que ya perdí bastante... no conozco a mis padres, no sé quién era, perdí la memoria y no pasó mucho tiempo desde que perdí a mi dulce Epona —dijo Link cabizbajo y, levantando la cabeza, continuó—: Me parece que es hora, de que empiece a ganar un poco, sin pretender ser egoísta, obviamente.

Hood asintió con la cabeza. —Si tú lo dices, ya es hora. ¿Continuamos con el entrenamiento de hoy?

—Por supuesto —contestó el joven entusiasmado, mientras liberaba de la jaula los cuccos recientemente atrapados.

—Tienes que atrapar diez en cinco minutos —dijo el viejo y, tomando el reloj, agregó—: Preparado, listo. ¡Ya!

Link comenzó a cazar con estrategia. Uno a uno los animales iban quedando en la jaula. Hood le gritaba el tiempo y lo animaba desde afuera del corral. Pronto, los diez cuccos estaban dentro de la jaula. Luego, Hood le pidió quince en ocho minutos, prueba que logró completar con casi un minuto de sobra.

—Bueno, último objetivo. ¿Cuántos cuccos hay? —Hood contó con la vista susurrando—: Dos... cuatro... y tres, siete... más cinco, doce... catorce... dieciséis y cuatro... —Y, levantando la voz, dijo—: ¡Veinte! Debes atrapar los veinte.

—Genial, ¿en cuánto tiempo? —preguntó el muchacho.

—En el que sea —contestó Hood—. No me interesa. Tómalo como otra enseñanza. A veces, no todo requiere de un tiempo. En ocasiones el tiempo no influye, simplemente, mientras mejor lo hagas, serás más eficiente.

—¿Y cómo sé cuándo lo voy a hacer mejor si no tengo un tiempo límite? —cuestionó el muchacho.

—Calculo que en esta ocasión te darás cuenta por los picotazos. Mientras menos te piquen, mejor —dijo Hood sonriendo—. De cualquier manera, te tomaré el tiempo para que, en otro momento, puedas practicar de nuevo y veas si lo haces más rápido o no —dijo Hood mirando la arena del reloj acomodarse de un solo lado—. Así como, el primer día de entrenamiento, aprendiste la diferencia entre miedo y estupidez y la importancia del equilibrio entre la actitud y la imprudencia, hoy, aprenderás sobre el equilibrio entre el tiempo y la eficacia.

Link escuchaba atento, puesto que el viejo hablaba con calma y seriedad. Sus palabras eran precisas y fácilmente razonables. Era admirable la calidad con que bajaba sus pensamientos a un vocabulario tan sencillo. Desde ya, tenía madera de maestro.

—Es importante que lo hagas rápido, pero no por hacerlo rápido significa que deba salir mal. Es allí donde está el equilibrio. Lo más eficaz posible, en el menor tiempo. Eso Link, eso es lo que te pido que logres. ¿Estás listo?

El joven dio un par de saltitos estimulantes, movió los pies y las manos como preparándose. —Sí, estoy listo.

—Perfecto —dijo Hood justo antes de dar vuelta el reloj—. Preparado, listo. ¡Ya!

Esa tarde, Link entrenó alrededor de dos horas más. Primero hizo nueve minutos y medio, luego fue bajando el tiempo. Nueve veinticinco, nueve veinte, nueve doce, nueve ocho, nueve tres, ocho cincuenta y cinco, ocho cincuenta y dos.

—¡Ocho cincuenta! —gritó Hood contento—. Hora de marcharse. Ya estás cansado. A partir de ahora, subirás los tiempos y no tiene sentido. Te desmoralizaría y sería un tiempo irreal... Así que, adentro. Hoy tu mejor tiempo, fue veinte cuccos en ocho minutos cincuenta. Una gran marca personal —exclamó mientras palmeaba la espalda del joven que recuperaba el aliento poco a poco. Este agradeció con un gesto de su mano mostrando el pulgar hacia arriba.

Ambos caminaron hacia la casucha, cuando de repente.

—¿Hueles eso? —preguntó el más joven.

El viejo, alertado por el joven, comenzó a oler con atención los aromas que lo rodeaban.

—¿Azufre?... ¿Ya están aquí? —dijo Hood y su cara se transformó—. Link, te explicaré rápido lo que haremos, necesito que confíes en mí y hagas todo tal cual te lo ordene, no podrás dudar ni un segundo. ¿Puedo confiar en ti?

—Pero no comprendo, ¿qué pasa?, ¿qué...? —preguntó Link preocupado.

—No, Link, preguntas ahora no, puedo confiar en que harás lo que te diga, así sea lo que sea —dijo Hood.

El joven asintió y Hood comenzó a explicar. —Tú entrarás a la casa por la ventana trasera. Busca en mi mochila una daga pequeña con una esfera celeste en el medio. Tómala y entra en acción cuando te diga. Yo entraré por la puerta de adelante fingiendo que no sé nada y te daré algo de tiempo.

Link estaba blanco, pero confiaba en Hood.

—Haré lo que digas —dijo Link con los ojos bien abiertos.

—Créeme que por más que así parezca, no te pediré nada que ponga en riesgo la vida de tu tío. Luego te explicaré todo con lujo de detalles —dijo el viejo inspirando seguridad.

Con un gesto, ambos hombres se pusieron en marcha. El joven fue por detrás de la casa y el mayor se quedó cerca de la puerta principal. Otro gesto más, para avisar que estaban listos a actuar.

«¡BUM!» Se oyó al cerrarse la puerta. —¡Astor, amigo, ya llegué! Link se fue a ver a Braulio. —Hood entró gritando y fingiendo que estaba solo.

En la habitación, dos seres tenían de rehén al tío de Link y se encontraban parados mirando al veterano. Uno de ellos, sostenía a Astor por la espalda, con una cuchilla en el cuello. El otro, al costado, listo para actuar.

—Si no quieres que muera, entréganos la piedra —dijo el demacrado malviviente que sometía al robusto hombre del bigote, asomándose por detrás y enseñando sus ojos rojos junto con algo de su cara. Su piel se encontraba anserina, le faltaba brillo y estaba reseca. Sus músculos estaban chupados y ambos parecían muy huesudos.

—¿Piedra? —preguntó Hood—. No sé de qué hablas —mintió mientras se acercaba lentamente a una de las esquinas del cuarto donde colgaba una espada.

—¡Sabemos que tienes la ocarina! —intervino el otro sujeto—. ¡Entrégala!

Link se encontraba detrás de la puerta del cuarto que daba a la habitación con los invasores y escuchaba atento para saber cuándo sería su momento de entrada.

—Yo no tengo ninguna ocarina. No sé de qué hablan, solo somos simples granjeros —dijo Hood.

El viejo tenía la espada de la pared justo detrás de él.

El demonio que sujetaba a Astor sonrió. —Si no me lo dices a mí, se lo dirás a él —y en ese momento, clavó toda su mandíbula en el cuello de Astor. Ambos pusieron sus ojos en blanco y empezaron a temblar.

Hood no desperdició la oportunidad, tomó la espada y corrió hacia el otro demonio al tiempo que gritaba—: ¡Link! ¡Ahora! ¡Clava la daga en un brazo de Astor!

Link salió, escuchó al viejo, dudó y, aunque sabía que no podía, quería preguntar "¡¿Qué?!", pero no había tiempo más que para actuar. Entonces, confió e hizo caso a las palabras de Hood. Clavando la daga en el brazo izquierdo de Astor, le pedía perdón al mismo tiempo.

Mientras tanto, Hood había logrado reducir al otro demonio, que yacía en el piso, y se dirigía hacia sus compañeros.

Link, vio cómo Astor y el demonio dejaban de temblar. La daga con la gema celeste se puso negra, como si la esfera fuera agua y se cayera una gota de tinta en ella. El cuerpo del demonio que había atacado al robusto herrero cayó al piso y ambos hombres sujetaron a Astor para que este no corriera la misma suerte.

—Tráeme unas vendas, alcohol, hilo y una aguja de coser y un trapo —dijo sin alarmarse el veterano.

Link corrió a buscar las cosas que Hood le había pedido. Cuando volvió con los elementos, el viejo vertió alcohol sobre la herida de Astor, tomó la daga y la retiró de su brazo—. Rápido, Link. Sujeta la herida con el trapo.

Link atendió a su tío y este abrió los ojos.

—Perdón, puse todo en riesgo —dijo el convaleciente Astor.

Hood no se quedó callado. —¿Estás loco? ¿Cómo vas a pedir perdón? Salió todo bien. Vamos a llevarte a la cama. —Con la ayuda de Link, Hood pasó a Astor a un lugar más reconfortante. —No toques la daga, muchacho. Aún tiene un demonio adentro —dijo el viejo, al ver que el joven observaba la filosa cuchilla con curiosidad.

—Bueno, Hood, creo que ahora sí necesito algunas explicaciones —dijo Link muy firme.

—Y te las daré, pero primero lo primero. —dijo Hood dirigiéndose hacia Astor para comenzar a coserlo—. Desde ya, muchacho, gracias por no dudar y no preguntar.

—Ganas no me faltaron —dijo este observando el trabajo de Hood sobre el brazo de Astor.

—Lo sé, pero no lo hiciste, Link —dijo Hood sonriendo de satisfacción—. Astor, ¿crees que puedes encargarte de ti, mientras nos ocupamos de aquello? —preguntó Hood dando una última puntada y señalando a los dos cadáveres que se encontraban en el piso.

Astor lo miró. —Vayan... y de pasada... Explícale todo al muchacho —dijo el robusto hombre con dificultad mientras se vendaba el brazo.

Hood se dirigió hacia la puerta de salida. —Sígueme —le dijo Hood al muchacho.

Link lo siguió en silencio, salieron y caminaron hacia el granero. Hood parecía estar pensando en lo que había ocurrido y en cómo explicárselo al joven. Link simplemente esperaba que el viejo dijera algo.

—Toma esa pala y sígueme —dijo Hood. Link lo siguió sin titubear—. Aquí. Debemos cavar un pozo. Descuida, no será muy profundo. No es necesario enterrarlos, hacemos el pozo para quemarlos —dijo Hood, que parecía frío, como si hablara de cosas que nunca hubieran tenido vida. Link no podía evitar pensar, que hace menos de diez minutos, aquellos cuerpos dentro de la cabaña, estaban vivos. Sin embargo, el joven empezó a cavar mientras procesaba en su mente los recientes acontecimientos a toda velocidad.

Fue allí cuando Hood comenzó a hablar. —Qué lástima, pobres personas... Si tan solo no se hubiesen vuelto vulnerables —dijo el veterano luego de las primeras paladas.

Link escuchó y no entendió. —¿Cómo dices? —preguntó tímidamente.

—Verás, Link, esa gente murió hace tiempo. Lo que nosotros vimos, son demonios —explicó Hood—. Demonios que poseen a los más débiles. No débiles de fuerza, sino de espíritu —aclaró secándose la frente—. Ante situaciones de miedo extremo, el espíritu queda vulnerable y es fácil abandonar el dominio del cuerpo si algún demonio lo invade. —Hood hizo una pausa, movió un poco los dedos y se masajeó las manos para luego continuar cavando—. Por un tiempo, el espíritu queda atrapado dentro del cuerpo y el demonio lo atormenta. Luego, el demonio toma completo control del cuerpo y ya no hay vuelta atrás... si el demonio muere, la persona también.

Link levantó la cabeza y, tratando de entender, preguntó—: ¿Es por eso que Astor pudo ser poseído?

Hood asintió con la cabeza. —Astor estaba preocupado por ti, por mí, por poner en riesgo el plan, la ocarina y quién sabe qué otras preocupaciones... Eso lo convirtió en blanco fácil —dijo el viejo.

—No sé qué es la ocarina, pero tampoco sé cómo es que esa daga lo pudo ayudar —comentó el joven.

—Esa daga, es una herramienta que conseguí hace mucho, y con el tiempo, tú conseguirás la tuya. Por lo pronto, es la única que tenemos y su función es la de absorber al demonio en cuestión... Si este no devoró lo suficiente a la persona, es posible que se salve al clavarle la daga en un lugar no letal —dijo el viejo mientras sacaba una palada cargada de tierra—. Si el demonio ya ha tomado por completo la vida de la persona, al clavarla solo conseguiremos encerrar al demonio dentro de la daga y liberar el espíritu reprimido fuera de su cuerpo. Obviamente, la persona en cuestión moriría.

El joven intentaba comprender cómo funcionaba todo, aunque parecía algo bastante confuso.

—Por otra parte, un cuerpo ya poseído puede ser poseído nuevamente —dijo Hood—. Verás, existen dos clases de demonios: los muertos y los oprimidos. Los oprimidos son los que viste recién. Los muertos son los que son poseídos después de haber perdido la vida... No todos los muertos pueden ser poseídos, sino solo aquellos que fueron poseídos en vida.

Al escuchar esto, Link salió corriendo hacia la cabaña.

—¡Tranquilo, muchacho! ¡Vuelve aquí! —gritó Hood.

—Pero mi tío está adentro con dos monstruos que quién sabe cuándo volverán a despertar —dijo Link asustado.

—Te prometo que no le pasará nada, déjame terminar de explicar. Vamos, toma la pala que el pozo no se hará solo —dijo Hood señalando la pala que Link había tirado—. Como te decía, solo aquellos que fueron convertidos en vida pueden ser poseídos después de muertos, pero únicamente por el mismo demonio. Cuando un demonio muere, pasa a otra dimensión, de la cual es muy difícil escapar. Es casi imposible que un demonio "muerto" vuelva a la vida —concluyó el viejo—. De cualquier manera, por respeto a las personas que alguna vez fueron, nosotros quemamos los cuerpos para que no puedan volver a ser alojados.

—¿Y por qué hacemos este pozo? Lo que quiero decir es, ¿no bastaría con quemarlos? —preguntó el joven.

—Eso haremos, joven amigo. Pero no lo haremos a la intemperie, no queremos que algún curioso se acerque. Imagínate, ni hasta la persona más sensata, se quedaría tranquila si le dijéramos: "No se preocupe, solo estamos quemando demonios" —razonó Hood con sencillez.

—Entiendo, entonces hacemos un pozo, tapamos con ramas, quemamos los cadáveres y tapamos con tierra —resumió Link.

Ambos hombres terminaron de cavar el pozo, trajeron los cuerpos y los taparon con ramas.

—Puedo hacerlo yo, si tú no estás listo —dijo Hood.

—No, creo que eventualmente debo tomar coraje —dijo Link sin titubear.

El muchacho tomó una rama, la embebió en aceite para convertirla en antorcha y la arrojó.

—Que el espíritu del bosque los acompañe —dijo el viejo, que se encontraba junto a la hoguera.

Ambos vieron el fuego consumirse. Sin pronunciar siquiera una palabra, terminaron la tarea tapando con tierra el hueco lleno de cenizas y entraron en la cabaña. Un silencio de misa reinaba en la sala. Astor preparaba algo de comer, pero solo se escuchaba el ruido de los utensilios y las ollas. Hood se hallaba sentado frente al fuego pensativo. Link igual que Hood, pero en la ventana, con la vista perdida en el montículo de tierra que se encontraba a unos metros de la cabaña.

Entonces el muchacho rompió el hielo. —¿Y qué pasa con la daga?

Hood sin voltear su vista del fuego, como si la pregunta hubiese sido la esperada, dijo—: Dónde claves, la daga irá a parar el demonio. Si la clavas en un pedazo de madera, esta se pudrirá, pero el demonio quedará atrapado en ella. Si luego quemas la madera, el demonio arderá con ella. Tal y como está haciendo el que atacó a tu tío.

Link volteó y vio que Hood, no miraba perdido el fuego, sino que miraba un tronco en especial que ardía de color azulado, propio del que emana el azufre al quemarse.

—Pero... si lo quemas, ¿no puede este... volver?

—Así como los espíritus buenos, los malos son inmortales. Son energías. Unos permanecen en la luz por elección. Otros, simplemente, intentan escapar de la oscuridad —dijo Hood y volteando hacia Link. —Se necesitan muchos sacrificios, miedo y magia negra para traer a los demonios a esta dimensión. Eso es lo que precisamente está generando Ganondorf. Le ha llevado tiempo, pero al parecer, estos demonios cada vez serán más frecuentes.

—Bueno, basta por hoy —dijo el robusto hombre del bigote—. Ahora vamos a comer y a pensar en otras cosas. Algo más positivo sí puede ser.

—Desde luego, Astor. Perdón, ya tuviste suficiente por hoy —dijo Hood rascándose la cabeza y poniéndose de pie para ayudar con la mesa.

—Perdón, tío. Hablemos entonces del entrenamiento de mañana —dijo Link para desviar la conversación—. ¿Lanzaremos sandías asesinas? ¿Esquilaremos ovejas rabiosas? ¿Caminaremos sobre brasas calientes? —agregó jocosamente burlándose de Hood y riendo para tratar de cambiar el ambiente.

—No, mañana cabalgaremos un rato —dijo Hood con una sonrisa, sembrando misterio.



➖ 🔺 ➖ 🔺 ➖ 🔺 ➖


Antes de seguir avanzando en la historia, por favor, pásate por el enlace que dejé en el primer comentario, cuéntame qué te ha parecido este capítulo y responde allí esta breve pregunta.

Hood siempre deja buenas enseñanzas. ¿Tú qué crees que es lo mejor?

Cumplir el objetivo a la perfección.

Cumplir el objetivo lo antes posible.

Hallar un equilibro entre lo bueno y lo breve.

En varias ocasiones he contado que para el entrenamiento de Link con los cuccos me inspiré en Rocky II y para la daga y los demonios me inspire en SUPERNATURAL. Si te gusta el arte visual podrías compartir un dibujo de cómo te imaginas a la daga, los demonios, o los cuccos, o bien, usa alguna I.A. para ver qué resultados genera.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro