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CLANES, RAZAS Y SABIOS


El día posterior al caos amaneció soleado y hacía que el invierno no fuera tan frío. Link tenía la misión de montar guardia para proteger a Zelda. Pero dado el gran esfuerzo que todos habían hecho el día anterior, el joven se había quedado dormido, con la espalda apoyada al costado de la cama, donde dormía la princesa. Sus cabezas no estaban a más de treinta centímetros. Dormía sentado en el piso, con una pierna estirada y la otra flexionada. Sobre la rodilla, le colgaba su brazo derecho, con la espada aún en su mano. El otro brazo, desmayado en el piso junto con el escudo, dejaba ver algunos raspones en su parte anterior.

El sol comenzaba a filtrarse a través de las pequeñas grietas de la resistente carpa de tela. A veces, algunos de estos haces de luz eran interrumpidos por gente que pasaba por fuera de la carpa. Gente que Hood, Astor y Coocker habían rastreado a últimas horas del día anterior. Sobrevivientes al ataque de la horda de demonios, que pocas horas antes, había azotado sin tregua el campamento más importante que tenía Hyrule.

Si bien Hyrule estaba dividida en varios asentamientos, este era el más numeroso y hasta el día de ayer, contaba con casi cincuenta mil habitantes, de los cuales, al menos cinco mil, eran soldados.

Tristemente, hoy no llegaban ni a la mitad. Algunos huyeron por temor. Otros, simplemente perecieron en la terrible batalla.

Los ojos de Zelda se abrieron. Vieron el techo de la carpa y entonces, ella recordó los sucesos del día anterior. Automáticamente, tanteó su bolsillo y sintió la piedra. Exhalando con tranquilidad, recorrió con los ojos su entorno en busca del báculo de las arenas que tan poderosamente había expulsado al mal del campamento. Rápidamente, lo divisó por encima de su hombro derecho, apoyado en el respaldo de la cama. Por último, movió su cabeza hacia el costado izquierdo y vio la nuca de Link rendida hacia delante. Entonces se incorporó sentándose sobre la cama. Contempló a su protector e intentó ponerse de pie sin despertarlo, pero fue inútil.

Link había sentido el movimiento de la cama. De un pequeño sobresalto había levantado la cabeza y abierto los ojos. Rápidamente, sintió la presencia despierta de Zelda y dijo—: Perdón, debí quedarme dormido cuando salió el sol y sentir que la gente fuera de la carpa, comenzaba a despertar... —dijo el muchacho.

—No hay de qué preocuparse, Link. Acuéstate en mi cama y descansa un rato más —dijo amablemente la princesa.

—No es necesario, puedo estar despierto —dijo Link.

—Link, te haré una pregunta. ¿Te consideras un buen hyliano? —preguntó la princesa.

—Sí, por supuesto —contestó este extrañado.

—Entonces, sabes que si tu rey o alguien de la familia real te da una orden, debes respetarla, ¿no? —razonó la muchacha.

—S-Sí... —dijo Link.

—Genial. Entonces Link, descansa un rato más, acostado en mi cama... Es una orden —dijo la princesa con una pícara sonrisa.

Link, se puso de pie despegándose del suelo y se sentó en la cama. En su cara había una expresión de incertidumbre. Sentía la situación paradójica. ¿Era correcto estar despierto, o lo correcto era obedecer? Pero su cansancio le ganó. Prefirió obedecer y se desplomó en la cama.

Zelda sonrió. Aprovechó que no había nadie en la carpa para bajar al escondite secreto y guardar la piedra y el báculo. Luego subió, pasó junto a Link, lo arropó un poco, se abrigó y salió de la carpa.

Afuera, varios habitantes la vieron salir y se arrodillaron.

—No es necesario —dijo la joven cuando vio ese gesto. A ella no le gustaban las reverencias.

Hood pasó caminando con algunas maderas bajo el brazo.

—Buenos días, Zelda —saludó este sin reverenciar.

—Hola, Hood —dijo ella notándolo—. Veo que tú no te inclinas. ¿No represento una figura de poder para ti? —preguntó la joven.

—Por supuesto, Zelda. Es solo que te he escuchado decir tantas veces que odiabas las reverencias, que no me gustaría hacer algo que te desagrade.

—Es curioso, dado que yo no recuerdo haberlo dicho tantas veces delante de ti, sin embargo, tienes razón. No me parece que el respeto sea reducir a alguien. No sé, siento que no es correcto.

—Eres noble, princesa. Y no lo digo por tu título jerárquico, sino por tu corazón —dijo el viejo.

—Hood ¿podemos caminar y hablar un poco? —preguntó ella.

—Desde luego, ¿podemos hacerlo en ese sentido? —dijo el veterano señalando hacia una atalaya—. Justo les estaba llevando estas maderas a unos hombres, para que refuercen la torre vigía. Si solo vamos a caminar y hablar, pienso que podemos hacerlo en esa dirección, ¿no crees?

—Oh, sí, por supuesto —contestó la princesa animadamente.

Ambos fueron caminando hacia la torre, cuando la princesa inició la conversación.

—La verdad, es que yo no sé quién eres. Pero hace mucho tiempo, alguien de mi completa confianza me dijo que podía fiarme de tu palabra y contar contigo para lo que sea necesario. Es por ello que me gustaría un consejo.

—Lo que sea por ti, Zelda —dijo Hood.

—Bueno. Siento que estoy perdiendo el respaldo de algunos hylianos. Los ataques son más frecuentes y cada vez más ciudadanos huyen... Sinceramente, estoy un poco asustada por futuros acontecimientos —dijo la muchacha.

—Zelda, tú eres una princesa joven, llena de sueños e iniciativa. Pero pedirles que no se inclinen ante ti, al igual que otros gestos que demuestran autoridad, hace que tu figura como líder, flaquee —explicó el veterano.

Hood, había dejado a la princesa con la boca abierta gracias a su brutal honestidad.

—No digo que esté mal lo que haces, pero debes encontrar la manera de que la gente que aún queda, sienta esperanza permaneciendo junto a ti. Deben apreciar tu sabiduría y sentir tu poder... Debes hallar la manera de ser algo más ruda, sin la necesidad de humillar o lastimar a nadie. Eres la figura de autoridad absoluta y debes demostrarlo... En mi opinión, debes hablar con tu pueblo, después de todo, eres la única que puede hacerlo —dijo el viejo.

Hood siguió caminando, pero Zelda se había detenido. El viejo hizo tres pasos más cuando lo notó y volteó para mirarla.

—¿Estás bien? —dijo el veterano. Pero la princesa no contestó. La joven se dio media vuelta y trotó hasta la atalaya central. De un salto, se colocó en el tercer escalón y continuó subiendo.

—¡Hylianos! —gritó Zelda—. ¡Acérquense!

Hood, que estaba a un metro de la torre vigía a la que llevaba las maderas, vio que los encargados de repararla bajaban de esta para ir al encuentro con su líder. Entonces, apoyó las maderas en el suelo y decidió acompañarlos. La gente acudió desde todas partes y en menos de cinco minutos, miles de personas se encontraban expectantes.

—¿Cuántos? —preguntó la princesa y esperó para generar suspenso—. ¿Cuántos más tienen que morir? —El silencio se apoderó del lugar—. ¿Es que no se dan cuenta? ¿Por qué creen que no me gustan las reverencias? —preguntó al público sin esperar que alguien respondiera—. Les diré por qué. La reverencia, es un símbolo de sumisión. Si ustedes piensan que siendo sumisos le ganarán a Ganondorf y a sus demonios, entonces ya están muertos. —La gente comenzó a mirarse entre sí—. Verán, las cosas irán de mal en peor con esa actitud. Pienso que me malinterpretaron. Mi intención es que me respeten por lo que soy y no por el miedo que me tengan. Esa es la forma en la que actúan los líderes legítimos. Eso es lo que diferencia un buen reinado de una tiranía como la de Ganondorf. Ustedes son sobrevivientes, actúen como tales... —La muchacha miró a los ojos a varios de los ciudadanos más cercanos y aprovechando su memoria se dirigió a algunos—. Shad, vi cómo te librabas de cinco demonios usando solo tus dagas.

La gente dirigió su mirada hacia un joven flacucho con las prendas rasgadas y un aspecto de intelectual que contrastaba irónicamente con el relato de Zelda

—Ele, tú sola, has logrado que tres demonios cayeran en una trampa de arena usando solo un par de cuerdas... —dijo Zelda.

Esta vez la multitud giró para ver, a una chica de corta estatura que parecía bastante ágil.

—Mark, sucio carnicero —adjetivó Zelda con una sonrisa maliciosa, pero de complicidad—, vi cómo usabas un demonio de escudo y, al mismo tiempo, matabas a otros dos con tu espada. Hubiese jurado que lo hacías para proteger a Ruddy, pero él tampoco se quedaba atrás... —dijo la princesa centrando la atención en un robusto hombre con delantal de cocinero con un joven a su lado.

—¿Qué puedo decir? —dijo el hombre, agitando el gran cuchillo de carnicero que tenía en su mano izquierda—. No voy a ver cómo matan a mi familia sin hacer nada que no haya hecho antes.

—¡Bien hecho! —gritó alguien de la multitud.

—¡Claro que sí, bien hecho! —repitió Zelda—. Eso es lo que somos. Una gran familia. Así nos mantendremos como tal, luchando codo a codo. A partir de hoy, no se reverenciarán más ante mí. Más bien agitarán el puño, harán sonar un escudo o alzarán una espada. No quiero más gestos de derrota.

El público comenzaba a sonar a bullicio eufórico

—A partir de hoy solo habrá gestos de victoria, solo así, sé que estarán conmigo. Solo así, sé que Hyrule está en buenas manos —dijo la princesa apretando un puño.

La gente empezó a levantar las manos y gritar excitada.

—Yo digo que ya es suficiente. Yo digo que pienso guiarlos y juntos tomaremos el castillo de Hyrule, que nos fue brutal e injustamente arrebatado. —Zelda contemplaba a su pueblo con un vibrante fuego en los ojos.

Ya se había encargado del respeto y la unión, solo faltaba darles esperanza y, entonces, levantó las manos pidiendo silencio.

—Como sabrán, ayer nuevos integrantes se unieron a nuestro campamento. Uno de ellos, fue mi profesor de esgrima en otras épocas —dijo Zelda apuntando a Astor con una espada que había encontrado arriba de la torre central—. Otro, con habilidades que aún no puedo creer —dijo señalando a Hood. La gente, miraba a los recién llegados asombrada. El hecho de que siguieran vivos y no hubieran huido, respaldaba fuertemente el liderazgo de Zelda—. Por último, alguien a quien conozco desde que tengo memoria, alguien de quien habrán oído miles de increíbles historias y puedo asegurarles que no las habrán oído todas. Alguien que está en este momento planeando la recuperación del castillo y la liberación de muchos inocentes. Alguien que aseguró nuestra victoria desde el momento en que puso un pie en este campamento. Sí, mis queridos hylianos, nuestro héroe del pasado ha regresado. Link ha vuelto para recuperar el esplendor de Hyrule y yo digo que los que estamos aquí... ¡Podemos ayudarlo! —gritó Zelda concluyendo su conmovedor discurso.

La gente estalló en gritos de euforia

—¡Por Hyrule! —gritó Zelda.

—¡Por Hyrule! —gritaron algunos hylianos.

—¡Viva Link! —gritaron otros.

—¡Larga vida a Zelda! —exclamaron otros cuantos.

—¡Ahora vuelvan a sus quehaceres, vamos a reconstruir este campamento! ¡Si saben de alguien que haya huido, búsquenlo! ¡Díganle que el pueblo de la esperanza, ha reencendido su llama con el fuego del heroísmo! —Y diciendo esto comenzó a bajar.

Cuando llegó al suelo, Zelda caminó en dirección a Hood. Al pasar, la gente no se agachaba más, agitaba su puño y expresaba en sus caras una ruda alegría. La joven llegó junto al viejo, este sonrió y le susurró al oído. —¿Está durmiendo, cierto? —preguntó refiriéndose a Link, quien supuestamente estaba planeando cómo recuperar el castillo.

—Por supuesto. Pero ahora, el pueblo tiene esperanza y el respeto sigue en pie. Todo gracias a que recordé un libro que leí hace mucho tiempo sobre reyes y reinas de la antigüedad —dijo la princesa—. Aparte, con la ayuda de Link, recuperaremos el castillo. Estoy segura, por lo que no siento que haya mentido.

—Ay, Zelda. Si tuviera tu edad, me casaría contigo. Tienes esa practicidad y soltura para resolver cualquier problema con semejante elegancia que seduce a cualquiera —dijo Hood.

La princesa se sonrojó un poco.

—Bueno. Respeto y esperanza listos. ¿Qué sigue? —preguntó Zelda.

—Veo que quieres terminar esto pronto... Ahora solo falta idear el plan —contestó Hood bromeando—. Ayudemos un poco con el campamento para darle algo de tiempo a Link y que descanse un poco más.

—Es una buena idea. Trataré de juntar las armas en buen estado, para llevárselas a Astor. Así, cuando tenga un momento, podrá afilarlas —dijo la princesa con optimismo—. Tengo entendido que ahora volvió a dedicarse a la herrería —afirmó sonriendo.

Pasaron algunas horas y el sol que había salido ya estaba sobre sus cabezas. El discurso de la princesa parecía haber logrado un efecto bastante positivo. Si bien el temor existía, ahora entre los hylianos, era más frecuente escuchar frases tales como: "Si sigo vivo, es porque, claramente, soy difícil de matar". "El filo de mi hoja está deseoso de liberar más almas en cautiverio". "¿Innombrable?... ¿Quién?... ¿Ganondorf? Innombrable es lo que le haría al bastardo, después de lo que sus demonios, le hicieron a mi hogar y familia". Y no solo esas frases se escuchaban, sino también las palabras como: "héroe", "elegido", "guía", "líder", "Link".

Zelda había puesto algo de presión en la figura del joven, pero este aún seguía dormido, al menos hasta que su nariz lo despertó.

—¿Qué es ese aroma? —preguntó el muchacho aún con los ojos cerrados.

—Buen día, primero. O mejor, deberías decir buenas tardes —dijo Zelda que se encontraba sentada a los pies de la cama.

El joven abrió los ojos súbitamente y se incorporó tratando de pararse rápido, pero se enredó en la frazada que le había puesto la princesa y fue de cara al piso.

—¿Siempre se levanta así? —le preguntó la joven a Hood, que se hallaba apoyado en uno de los pilares centrales de la gran carpa.

—No, a veces usa los pies. Aunque eso le demanda mucha energía mental —contestó el viejo burlándose.

Astor y Zelda rieron, al tiempo que Link se puso de pie con toda la cara colorada.

Por un momento nadie dijo nada y fue entonces cuando Zelda sintió que Link estaba inhibido. Tal vez porque la princesa sabía cuál era la opinión que el joven tenía acerca de ella, o tal vez, simplemente, por su rango jerárquico. Fue por eso, por lo que la muchacha habló primero.

—Link, quisiera dejar algo en claro —dijo Zelda.

El joven la miró, sin saber a qué se refería.

—Yo soy la princesa, la figura de mayor autoridad para los hylianos... de esa puerta para afuera —dijo señalando la entrada de la carpa.

Link miró, pero no encontró ninguna puerta. Entonces, la volvió a mirar a Zelda con un ojo medio entrecerrado y una expresión incómoda en su rostro.

La princesa lo notó y agregó—: En sentido figurado, Link —poniendo cara de obviedad—. Lo que quiero decir, es que fuera de esta carpa necesito que me trates como tu líder. Pero dentro de esta carpa, donde solo nosotros estamos, puedes tratarme como cuando éramos niños...

El joven abrió la boca y levantó levemente la mano como intentando decir algo, pero la princesa no lo dejó.

—Ya sé que no recuerdas lo que pasó, pero, antes, éramos muy amigos. Quisiera que me trataras como tal, dado que eres lo único vivo que queda de mi pasado... —La princesa terminó esta oración con dificultad y sus ojos parecieron brillar un poco más de lo normal—. En fin, dentro de esta carpa, para ti soy Zelda. Lo mismo que para Astor, a quien aprecio como si fuera mi propio tío. Y, obviamente, también para Hood, a quien si bien no conocía, le juré por mi vida a una persona muy importante para mí, que lo trataría como a un miembro más de la familia.

Luego de una breve pausa, Link decidió hablar. —Verás, princeeelda —dijo el muchacho corrigiéndose sobre la marcha—, desde que tengo memoria, lo cual es poco, mi tío me educó con un gran respeto hacia la familia real. Las cosas que me contaba sobre ella eran asombrosas y sinceramente me es difícil, de un día para el otro, sentirme parte de esta "majestuosidad" por así decirlo... Pero supongo que no hay tiempo para adaptarme lo suficiente, ya que la prioridad la tiene el hecho de cómo impedir que Ganondorf siga avanzando. ¿Qué les parece si nos abocamos a eso? —sugirió Link.

La princesa giró rápido hacia el lugar donde estaban Astor y Hood y señalando a Link con el pulgar dijo—: Por eso me gusta su estilo.

Astor y Hood se miraron sonriendo con complicidad.

—Bueno, creo que es una linda conversación para la sobremesa. ¿Nos sentamos a comer? —dijo Hood.

Luego de un abundante guiso de legumbres, los cuatro estaban satisfechos.

—¿Cómo está Coocker? —preguntó Hood.

—Bien —dijo Astor terminando de masticar—, la herida parecía más profunda de lo que era —agregó bebiendo un sorbo de vino—. Le di ocho puntos de sutura. En quince días va a estar como nuevo —comentó, y mirando a Zelda para cambiar de tema, dijo—: Me enteré de que le has dado el día libre a Gracielle. Es un lindo gesto.

—Era lo menos que podía hacer. Aunque no se lo di, se lo ordené. Esa mujer es terca como ella sola —dijo la princesa—, y es aún más leal que terca —agregó.

—Y tú, Zel —dijo Hood—. ¿Cómo estás, después de lo de ayer?

—¿Zel? Me gusta cómo suena, no lo escuchaba hace mucho... En fin, yo estoy bien. Si bien usé mucha energía, no me produjo ningún daño. Solo tengo que descansar. No creo que pueda usar esta "magia" por algunos días, pero con algo de meditación, buen sueño y unas comidas sanas, como las de Astor, calculo que me verán en acción de nuevo —dijo sonriendo—. De cualquier modo, no creo que sea necesario usar el báculo durante un buen tiempo. Un ataque como el de ayer requiere muchos demonios. Algo me dice que pasarán unos cuantos meses antes de que Ganondorf intente reducirnos nuevamente.

—Y eso de la energía... Digo, después te desmayaste... No recuerdas nada después de expulsar toda esa energía, ¿no? —preguntó Link, algo dubitativo hablando por primera vez del tema.

—De hecho, sí. Por un lado, recuerdo que te tengo que dar las gracias por sujetarme y traerme a mi cama. Por otro lado, recuerdo un interesante debate sobre la belleza de mi piel —dijo la princesa con picardía en sus ojos—. Por último, recuerdo que te dije, que era importante reunir a los clanes —concluyó la princesa con algo más de seriedad.

Link, sonrojado, omitió los primeros dos temas que recordaba Zelda y preguntó rápidamente por el tercero. —¿A qué te refieres con eso de los clanes?

La princesa restó importancia a la omisión de Link acerca de los otros dos asuntos y comenzó con una detallada explicación. —Asumo, Link, que sabrás que en este mundo hay diferentes especies, no solo de animales sino también de seres humanos. Esto, obviamente, es debido a su evolución según el entorno. Esta división ha sido estudiada por los historiadores de Hyrule con una increíble delicadeza. Es por eso que, dependiendo de quién cuente la historia, encontrarás diferencias y similitudes. Pero después de haber comparado unas cuantas, en mi opinión, son las de estos autores hylianos las que más me convencen. —Luego de una sensata introducción, la princesa se inclinó hacia delante moviendo algunas cosas de la mesa para apoyarse. —Existen varias razas, pero solo consideramos "clanes", a aquellas que presentaron una evolución cognitiva significante. —Al ver la cara de desorientación de Link, la muchacha acotó—: Lo cognitivo se refiere al conocimiento, es decir, aquellas razas que podían madurar mentalmente como para razonar... Esas razas, básicamente, son aquellas que poseen un sabio. Aunque existen más razas con una inteligencia similar a la nuestra, pero que no poseen un sabio, a veces por elección. De hecho, existe una raza que cognitivamente es muy superior a todos los clanes, pero rara vez se involucran en los asuntos... ¿Cómo decirlo?... terrenales. En fin, el sabio es la figura con las cualidades mentales o de liderazgo más importantes para defender los argumentos de su clan ante el consejo de los siete sabios. Gracias a ellos los clanes coexistían en armonía.

—O sea que hay muchas razas, pero solo las que tienen sabios son llamadas clanes—resumió Link para sí mismo.

—Correcto —afirmó la joven—. El consejo de los siete sabios se separó poco antes de que perdieras la memoria. En ese momento, se libró una batalla de tal magnitud que hizo temblar nuestro mundo. Algunos se refieren a este momento como "el inicio del cataclismo'', pero para mí el cataclismo no inicia allí, sino meses antes, durante el carnaval del tiempo.

—¿El carnaval del tiempo? —preguntó Link.

—Sí, era un festival de tres días que no duró exactamente lo esperado. Y aunque no quiera, lo recuerdo como si fuera ayer. Se perdieron muchas vidas valiosas. Algunas de ellas nos afectaron mucho, lo suficiente como para envidiar tu amnesia —dijo Zelda cabizbaja.

Link negó con la cabeza, acongojado.

—Volviendo a la batalla que te mencioné que no recuerdas, que si bien es considerada como ganada, también es conocida como la "batalla de la amarga victoria". Ese fue el momento donde algunos sabios desaparecieron, poniéndole un fin al consejo y desvinculando a los seis clanes entre sí —dijo la princesa.

—Perdón. Si el consejo es de "los siete sabios", ¿por qué hay seis clanes? —preguntó astutamente el muchacho.

—Las reglas del consejo obligan a cada sabio a tener un sucesor en caso de que ellos tuvieran algún infortunio y a un sabio extra que los lidere como grupo. El último gran sabio, líder del consejo, fue Rauru. Desconozco que habrá sido de su vida. Hay quienes afirman que murió en la batalla de la amarga victoria. Otros dicen haberlo visto, posteriormente, en el templo de la luz. Yo, simplemente, no sé qué pensar. En alguna ocasión fui al templo de la luz, pero no tuve la suerte de encontrarlo. Además, ese lugar me pone los pelos de punta. Más que dé luz, parece de oscuridad... Y ese búho, espeluznante... —a la princesa la recorrió un escalofrío—... Mejor ni me hagas recordar.

—Me imagino que este sabio pertenecía a algún clan, o sea que hay un clan que tiene dos sabios... ¿Qué clan tiene dos sabios ahora? —preguntó Link sacando algunas deducciones.

—Lamentablemente, Link, hoy en día, el consejo de sabios está disuelto. Es decir, no se sabe si todos los clanes, tienen al menos un sabio como para poder afirmar que uno de ellos tiene dos, ¿me explico? —dijo la princesa.

—Sí, supongo que es entendible... —dijo Link, pero su cara no mostraba satisfacción frente a la respuesta.

Zelda notó el gesto del muchacho. —Pero... si tu pregunta fuera: "¿Cómo estaba formado el consejo de sabios antes de su disolución?", o "¿De qué clan fue el último gran sabio?" Te podría contestar: "nosotros, los hylianos".

Link abrió los ojos de par en par.

—Casi un año antes de la susodicha batalla, el líder sabio de los sabios murió de causas naturales, dado que era una persona muy mayor. Esa persona era Gustaf, mi abuelo —dijo Zelda.

Link abrió la boca, pero las palabras no salieron de ella.

—Los sabios se reunieron una luna después y eligieron como líder a Rauru. Él, hasta el momento, había sido el sabio hyliano. Cuando Rauru ascendió, su sucesor, que era mi padre, pasó a ser otro sabio y me nombraron a mí como su sucesora. Entonces, Hyrule era el clan que contaba con dos sabios antes de la disolución del consejo —dijo Zelda.

—Increíble... no solo eras mi amiga y la princesa de todo Hyrule, sino que también eres la hija y sucesora de un sabio —dijo Link asombrado.

—Y aún hay más, muchacho —dijo Astor inclinándose hacia atrás en la silla y cruzándose de brazos.

—¿Más? —se asombró el joven.

Astor la miró a Zelda dando el pie para que esta continuará y ella sonrió.

—Además de Rauru, mi padre y yo, el consejo estaba formado por: el Rey Zora, con su sucesora, la reina Rutela, representando a los zoras de todos los mares; por Sherok, el sabio de los sheikahs e Impa, su sobrina y sucesora; por Darmani y su sucesor Darunia, en nombre de los gorons de las montañas; por Kuden el ermitaño y su niña, Saria, la sucesora del clan kokiri del bosque, y por Ganonfort, el Rey de Gerudia y su hijo, el joven príncipe Ganondorf, representando a los gerudos —dijo Zelda.

—¡¿Qué?! ¡¿Ganondorf es un sabio?! —preguntó Link sin salir del asombro.

—No te adelantes —dijo Zelda—. Al morir mi abuelo, los sabios se reunieron y decidieron nombrar a Rauru como líder, sin embargo, este no resultó ser el asunto más importante en dicha reunión. El deceso de mi abuelo era predecible y los sabios ya tenían una visión de lo que iba a pasar con respecto a la elección. Curiosamente, el tema central de la asamblea fue la sucesión del sabio gerudo.

Link torció el cuello y entrecerró los ojos, intrigado. Zelda miró hacia arriba tratando de recordar la historia que su padre, muy amigo de Rauru, le había contado.

—Pocas semanas antes de que falleciera mi abuelo, comenzaron a circular rumores acerca de Ganondorf. Al parecer, el príncipe quería llegar a ser sabio para manipular al resto y, con la ayuda de los demás, reunir las trifuerzas. Estas "acusaciones" fueron discutidas en dicha reunión. Al principio, Ganonfort se indignó, lo cual es perfectamente razonable. Imagínate lo duro que debe ser para un padre, que hagan una acusación así de su hijo —dijo Zelda con tristeza.

—Me resulta extraño que no estuviera al tanto de los rumores. ¿Que acaso no vivía con su hijo? ¿No se hablaban? ¿No sospechaba nada? —preguntó Link asombrado.

Zelda negó con la cabeza, apretando los labios y parpadeando lentamente. —Ve mucho más un ciego que quien no quiere ver —dijo la princesa poéticamente.

—Hmph —soltó Hood.

—¿Qué? —preguntó la princesa girando hacia el veterano.

—Nada, es solo que una vieja amiga solía usar esa frase —dijo el viejo—. No tiene importancia. Prosigue, por favor.

—Bueno —dijo Zelda para retomar el tema—, Ganonfort no era un mal sabio y, luego de esa larga reunión, decidió cambiar a su hijo por hija quien, en algún momento, había sido una joven ladrona.

—Linda familia. No se salva nadie —bromeó Link.

Zelda rio sutilmente. —No te apresures a sacar conclusiones, Link. Nabooru era increíblemente astuta y aún más noble que astuta. De niña había hurtado en el palacio real de Gerudia y, en un giro inesperado de la vida, Ganonfort la había atrapado y adoptado, acogiéndola en su seno familiar como si fuera su propia hija. Posteriormente, ella consiguió un lugar como miembro de inteligencia dentro del ejército gerudo.

—Curioso accionar el del rey —acotó Link.

—Sí —dijo Zelda—. Como verás, Ganonfort tenía una visión bastante objetiva de la vida y no se dejaba llevar por las emociones. No por nada era un sabio tan respetado. Aunque, imagino que esto fue lo que, en el futuro, desencadenó en todos los males causados por el joven príncipe Ganondorf.

Link no dijo nada, solo pensaba.

La princesa hizo una pausa para beber agua y continuó. —En fin, no sé si sabías, Link, pero ser sabio es muy diferente a ser rey. En ningún caso tu título muere contigo, sin embargo, siendo rey, el título viaja en la sangre y pasa a tu primogénito cuando mueres, mientras que, siendo sabio, se tiene la facultad de renunciar a su puesto si se piensa que alguien del clan posee más sabiduría, o si se siente que sus facultades cognitivas se vuelven más... ¿Cómo decirlo?... lentas —dijo Zelda—. Esto hizo que poco tiempo después de la muerte de mi abuelo, varios sabios decidieran ser reemplazados por sus sucesores, teniendo estos que encontrar sus propios suplentes, en caso de que les pasara algo. —Zelda, algo cansada de tanto hablar, bebió otro sorbo de agua y prosiguió—. Para resumir, el último Consejo de Sabios, estuvo conformado por aquellas personas que te nombré al principio como sucesores. Es decir, Nabooru, Saria, Impa, Darunia, Rutela y mi padre, liderados por Rauru.

Link se sobresaltó como quien descubre algo. —Pero si tu padre está incapacitado, significa que tú, eres la sabia representante de Hyrule —dedujo el joven.

—No creo que eso tenga importancia, ya que el consejo está algo disuelto...—expresó ella con tristeza.

—Perdón que te contradiga Zelda —dijo Link—. Pero solo requerimos de seis sabios para nombrar un séptimo, en caso de que este no esté. Por cómo yo lo veo, acá tenemos a una. Solo faltan cinco. Es solo cuestión de visitar los asentamientos de los clanes para unir fuerzas nuevamente y combatir al rey tirano Ganondorf. —Link se puso de pie y apoyó sus palmas sobre la mesa. —Entonces, yo te pregunto Zel, ¿por qué clan deberíamos empezar?



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Antes de seguir avanzando en la historia, por favor, pásate por el enlace que dejé en el primer comentario, cuéntame qué te ha parecido este capítulo y responde allí esta breve pregunta.

En esta historia cada raza tiene su ecosistema favorito, ¿cuál sería el tuyo y por qué?

Soy un kokiri, me gusta el verde del bosque.

Soy un goron, me siento bien en las montañas.

Soy un zora, sin agua no puedo vivir.

Si te gusta el arte visual puedes compartir un dibujo de cómo te imaginas a las razas de esta historia, o bien, usa alguna I.A. para ver qué resultados genera.


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