XV
-Venía a corroborar que todo se encontrara bien. Además de que el día de mañana será el cumpleaños de mi madre y haremos una ceremonia en el salón del hotel por la noche.
Francisco se giró a ver a Diego con una sonrisa de lado. Parecía que estuvieran en una guerra de miradas. Nunca había visto a mi novio celoso, se ve tierno. Mi novio embozó una sonrisa falsa y abrió la boca.
-Gracias por la invitación, ya veremos si queremos ir.
-De acuerdo. Descanse, señorita.
Se giró a verme, me tomó la mano para besarla. Rápidamente Diego se pasó a mi habitación y se posó detrás de mí para espantar a Francisco.
-Mi prometida y yo tenemos que descansar, ya puedes irte.
-Claro. Linda noche.
-Linda noche – respondí.
Antes de irse me dedicó una sonrisa y observó de manera rápida a Diego para irse con una sonrisa de triunfo, aunque no sé qué haya ganado.
-Oye, deberías ser más amable.
Me giré para ver a Diego y cruzarme de brazos, aunque el otro me estuviera coqueteando, no debió darle el gusto de verlo celoso.
-Es que no voy a dejar que te pretenda.
Reí.
Era tierno ver a mi novio así, pensaba que me podría enamorar de cualquiera y no es así. Lo besé para que viera cuanto lo amaba y que por nadie lo dejaría, que solo él es dueño de mi corazón. Solo puedo dejar de amarlo si no existiera, pero sí existe y está conmigo.
Me separé de él, aun con mis manos en su cuello, recargué mi frente en la suya y sonreí como tonta por verlo tan cerquita de mí. Me tiene muy enamorada.
-Anda, ve a tu cuarto.
-Mejor me quedo aquí, que tal si vuelve.
Se acercó para abrazarme, yo me acurruqué en su pecho mientras sentía su barbilla sentada en la parte de arriba de mi cabeza.
-No, sabes que no. Estamos comprometidos, dará una mala interpretación en esta época.
Asintió.
Salió de mi habitación, me dio un beso de despedida y cerré la puerta en cuanto él entró a su habitación. Yo entré en mi cama para reunirme con Morfeo.
A la mañana siguiente, me levanté y enseguida me vestí. Necesitaba desayunar así que pensaba en bajar a la recepción para preguntar sobre el restaurante y traerles la comida a los chicos.
Salí de la habitación, me asomé en la habitación de los chicos, ellos aún no despertaban. Mau estaba acostado en el suelo y Diego en la cama. En cuanto cerré la puerta, choqué con una persona y resonó el ruido de los platos y vasos estrellándose contra el suelo.
-Disculpe, señorita.
Una mucama joven, más bien parecía una adolescente, era pelinegra y de tez morena por lo que le observé de su perfil. Estaba recogiendo los platos tan apurada y preocupada, parecía asustada. Me incliné para ayudarla a recoger el desastre que hice.
-No te preocupes, no vi que viniera alguien.
-Es que venía a dejárselo al huésped de la habitación 305.
Con los platos y vasos recogidos, bueno lo que quedaba de ellos, nos levantamos. Le entregué los que tenía en mis manos con cuidado de no cortarme con algún pedazo de vidrío.
-Esa soy yo.
- ¡Ay, no! Ahorita se lo traigo.
No me dio tiempo para decirle que no se preocupará, pero antes de que diera vuelta en el siguiente pasillo chocó con Francisco. Me acerqué para ver si estaba todo bien.
- ¿Qué ocurre?
Cuando me acerqué, la cara de la mucama estaba color roja, pero no por la vergüenza del choque, había un brillo especial en sus ojos al verlo.
-Nada, Francisco. Lo que pasa es que choqué con la señorita y tiramos todo. Pero no la regañes, fue un accidente.
Sonreí hacia la mucama, ella me regresó una sonrisa similar. Cuando lo observó, se le borró la sonrisa al ver que me sonreía a mí.
-Hortensia, ve a llevar eso a la cocina y regresas con el desayuno de la señorita, por favor.
Ella asintió.
-No, no es necesario. Yo voy, quiero ir personalmente.
-Como usted lo desee señorita, Carolina - me guiño un ojo. -Adelante.
Yo seguí a Hortensia, pero quería quitarle la culpa por haber tirado el desayuno, ambas tuvimos la culpa. Además, se ve que está enamorada de Francisco, y verlo así conmigo, no creo que ayude mucho que se sentía en confianza conmigo.
- Te gusta Francisco, ¿verdad?
-Señorita, ¿cómo puede decir eso?
-Lo sé, por tu mirada. Tus ojos brillaban cuando lo mirabas.
- ¿Se nota?
Se tornó de color rojo. Pobre chica.
Asentí.
-A kilómetros, ¿por qué no se lo dices?
-Piénselo bien, señorita. A él le gusta usted.
Me observó con una mirada cabizbaja.
- ¿Por qué dices eso?
Entramos al pasillo que daba a la cocina y la detuve antes de adentrarnos más, quería que viera que no debe darse por vencida, algo me decía que esta chica debería ser muy feliz con él.
-Por como la mira. En cambio, a mí, solo me ve como lo que soy, una simple empleada.
-Sabes, yo estoy comprometida. Mi prometido está aquí, Francisco no puede enamorarme, pero tú a él sí.
-No, yo soy la mucama de su hotel, él es el dueño.
- ¿Cuándo descansas?
-Hoy por la noche salgo a casa.
El foco imaginario que estaba arriba de mi cabeza se prendió. Tenía mi plan perfecto para esta noche.
Sonreí.
-Bueno, eres mi amiga ahora, ¿no?
-No, los empleados y los huéspedes no pueden convivir.
-Por favor, ven a mi habitación por la tarde. Además, eres mi amiga y te invito a venir. Y no acepto un no de respuesta.
Asintió.
Seguimos caminando, nos introducimos un poco más a la cocina y pude pedirle al chef que cocinara algo sencillo para el desayuno. Me lo entregó y yo misma lleve el desayuno, todos miraban de una manera rara. Tal vez no estaban acostumbrados que los huéspedes fueran por su comida.
Llegué a la habitación con una bandeja llena de comida en mis manos, toqué la puerta y Mau la abrió, sus ojos le brillaron al ver lo que traía conmigo.
Es un comelón.
*****
-Bien, ¿quieren ir a comprar trajes?
Después de terminar de comer, comenzamos a hablar sobre qué haríamos en este viaje. Hablamos de salir a conocer la Ciudad de México antes de la fiesta.
-Sí, porque a pesar de que he traído no son adecuados para una cena importante.
Mau recogía la cobija en la que durmió. Acomodaba todo en su lugar para sentarse a mi lado derecho en la cama.
-Yo no sé si es buena idea ir – habló Diego. -No quiero que Francisco se te acerqué mucho.
Se recargó en el tocador que se encontraba frente a Mau y yo. Cruzó los brazos en modo de desaprobación.
-Yo sé que le gusto, pero sabe que estoy comprometida – crucé los brazos sobre mi pecho.
Encogí mis hombros.
-Conozco ese tipo de hombres, no se va a rendir tan fácil. Para él todavía no estás casada, puedes cambiar de opinión.
Nos observamos directamente por unos segundos antes de que él bajara la mirada. Mau observaba la escena sin saber que hacer o decir.
Era la primera vez que veía como en los ojos de Diego se reflejaba el odio y rabia hacia Francisco. Al parecer le ha afectado que estemos distanciados por su universidad. Debe temer que pueda enamorarme de alguien más.
-Precisamente invité a una amiga nueva que hice.
Ambos me observaron con confusión.
- ¿Una nueva huésped? - Preguntó Mau.
-No, es una mucama, pero se nota que le gusta Francisco, la voy a ayudar - les guiñé el ojo.
-Por eso vendrá con nosotros, ¿cierto?
Diego suavizó su mirada de rabia a una de tranquilidad. Me da ternura ver eso, que sea celoso, pero no al extremo.
-Así es. Le prestaré un vestido.
-De acuerdo – respondió Mau. -Mucho blabla y nada de acción. Debemos irnos para regresar a tiempo a la cena.
Era hora de buscar su atuendo para esta noche, antes de salir, nos recomendaron un lugar barato y cerca. Fuimos a esa boutique donde estaba lleno de trajes elegante y económicos.
Mau y Diego se probaban uno tras otro, hasta que ya acabaron por decidir uno. Estaban peor que las chicas. Cuando íbamos a pagar, la señora que atendía me ofreció un vestido que tenía guardado y que no sabía que hacerle. Me lo regaló por que habíamos sido sus únicos clientes en el día.
Al llegar al hotel, nos fuimos a preparar, en cambio yo opté por darme una ducha. Después de que hiciera mi rutina higiénica, me probé el vestido, era hermoso. A Diego le encantará verme así, me puse los accesorios adecuados. Tocaron la puerta, sabía que era Hortensia, efectivamente era ella. Se vistió con lo que indiqué que era para ella. Me estaba maquillando cuando salió del baño Hortensia, se veía muy bonita. La ayudé a maquillarse y peinarla, al mirarse en el espejo quedó muy impresionada y me agradeció con un abrazo.
-Ya, señorita, debemos bajar – miré con molestia. -Perdón, Carolina.
Sonreí.
No era necesario que me dijera señorita si éramos amigas.
-Sí, solo encuentro el collar que necesito y te alcanzo - Mau y Diego ya habían bajado. Solo faltábamos nosotras. Así que ella hizo caso, se adelantó a la cena.
Ella salió de la habitación, revisé debajo de la cama y ahí estaba mi collar. Ya estaba muy retrasada, así que caminé súper rápido, bajaba las escaleras cuando tropecé por ponerme el collar, no veía el camino. Pero alguien pudo atraparme justo a tiempo y quedamos en el suelo.
Cuando abrí lo ojos era Francisco quien estaba arriba de mí. Él me había atrapado.
De todas las personas de este hotel por qué tenía que ser él.
CONTINUARÁ...
Editado: 19/10/21
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro