XIV
Estábamos en la estación esperando al tren que nos llevaría a México. Llegó el tren, nos miramos al ver esa máquina de vapor. Mientras abordábamos, admiramos todo el vagón, ya que para nosotros esto era viejo y antiguo, para ellos era lo más nuevo y común.
A los pocos minutos de encontrar nuestros asientos, un hombre que se encargaba de sellar los boletos llegó a nosotros para hacer su trabajo.
-Buenas tardes, sus boletos, por favor.
Diego entregó los tres boletos, después de checarlos, él se retiró. Yo sin más que hacer veía el camino, poco a poco me fui durmiendo. No sé cuánto tiempo pasó, pero era de noche cuando llegamos, salimos de Monterrey casi amaneciendo. Me despertó Diego, ya que estaba a un lado de mí.
-Amor, ya llegamos.
Me sacudía un poco para que despertara un poco más.
-Ok, vamos.
Bajamos del tren con nuestras maletas. Comenzamos a caminar, cada vez más nos acercábamos al pueblo.
Carrozas pasaban por todos lados, no eran nada parecidas al año de 1895. Estábamos cansados de tener un viaje muy largo, era hora de descansar. La bisabuela de Mau era muy precavida, ella ahorró unas cuantas monedas de esta época, porque sabía que le serviría.
¿Para qué? No lo sé.
Teníamos hambre, no comimos en todo el día, solo unas manzanas que nos encontramos camino a la estación. Necesitábamos llegar al hotel para pedir comida o ir a un restaurante.
-Chicos, que tal si busco comida y ustedes un hotel, ¿les parece?
Ellos asintieron y Mau me dio un poco de las monedas para comprar la comida.
-Si puedes encontrar algo dulce mejor. - me pidió Mau.
Asentí.
Caminaba y caminaba, pero no encontraba puestos como en la actualidad. Pensé en entrar a un restaurante y pedir la comida, aunque no sabía si se podía pedir para llevar. Así que estaba a unos metros de un restaurante.
Entre más me acercaba, más olía a la comida, mis tripas sonaban como si estuvieran en una guerra conmigo. Así que caminé más rápido para saber precios e ir por los chicos para comer, ya que teníamos mucha hambre. Pero en el momento que comencé a caminar más rápido, topé con alguien e hizo que las monedas se me cayeran.
-Disculpé, no la vi, señorita.
Nos inclinamos a recoger todas monedas, ni siquiera nos habíamos visto.
-No se preocupe, tampoco lo vi.
Terminamos de recoger las monedas y nos levantamos.
-Tome, señorita.
Cruzamos las miradas en cuanto me daba las monedas que él tenía en su mano.
-Gracias, caballero.
Le sonreí, pero él solo me miraba con una expresión de sorpresa y sonrojo a la vez.
-Francisco, me llamo Francisco.
-Yo me llamo Carolina.
Tomó mi mano con delicadeza para darle un beso muy suave.
- Mucho gusto. ¿Es de por aquí?
-No, vine de visita. A conocer la ciudad, estaba buscando un lugar para comer. Mientras con las personas que vengo buscan un hotel.
-Está de suerte, precisamente soy dueño de un hotel y tiene un restaurante. Lo manejo junto a mi madre, fue la herencia de mi padre.
Eso me alegró mucho, no dudo en que a los chicos les agrade la idea.
- ¿Nos podría dejar hospedarnos en su hotel?
Asintió. Me extendió el brazo para tomarlo y caminar hacia su hotel, según yo.
- ¿De dónde vienen?
-De Monterrey, fue un viaje muy largo en el tren.
-Bienvenida. Es una ciudad muy bonita.
-Gracias, espero llevarme una buena experiencia de aquí - a lejos pude visualizar las siluetas de Diego y Mau. -Allá están los caballeros que vienen conmigo.
Caminé hacia ellos de una manera apresurada, llevándome al pobre chico conmigo.
- ¿Tu esposo y hermano?
Me preguntó antes de que Mau hablará, así que no pude responderle.
-Hasta que apareces, ¿conseguiste algo de comer?
Me reí por su desesperación, sí que tenía hambre. En cambio, Diego estaba muy concentrado en el hombre que me acompañaba.
-Algo así - miré a Francisco. - Él es Francisco, es el dueño de un hotel, además que ahí dan servicios de restaurante.
Mau lo saludó asintiendo la cabeza, mientras que Diego no le quitaba la mirada asesina que le daba, ¿acaso estaba celoso?
-Mucho gusto - comentó Francisco. Pero ante la reacción tan dura de Diego. No le agradó mucho.
-De acuerdo, él es mi mejor amigo - me acerqué a Mau y crucé mi brazo con el de él. -Y él es mi...
-Prometido.
Me interrumpió Diego, cuando lo observé, él miraba de forma retadora a Francisco, lo que hizo que Francisco se le borrara la sonrisa que traía desde que chocamos.
-El hotel está a una cuadra, síganme.
Lo seguimos hasta a un hotel que estaba super grande, abarcaba toda la manzana. Cuando llegamos, abrieron las puertas principales, quedamos impresionados. Había un jardín de por medio y un camino de piedras para que las carrozas entraran, a pocos metros había unas escaleras que hacían que te introdujeras dentro de la casa gigante. No casa, mansión. Era de color beige y tenía ventanas por todos lados. Había personas sentadas en el balcón de su habitación. Otros descansaban en el jardín. Varios paseaban por la zona con sus mascotas o hijos.
Estábamos en la recepción cuando una señora entró y abrazó a Francisco, supuse que era su madre. Francisco habló con ella, alejados de nosotros, después regresó para darnos las llaves.
-Estas son sus llaves, no las pierdan. Sus habitaciones están en el tercer piso, puerta 305 y 306. nos
-Espera, no sabemos cuánto nos costará - dijo Mau.
-No se preocupen, ustedes son mis amigos, no les cobraré. Gracias a su amiga Carolina - me guiñó el ojo.
-Prometida - Diego me acercó más a él tomándome de la cintura. -Pero si es así, nos vamos a buscar otro hotel - Diego levantó la maleta e iba a caminar hacia la salida, pero fue interrumpido por Francisco.
-Yo lo digo por la señorita, ya es de noche, no quieren exponerla. ¿O sí?
-Nos quedamos, es de noche y tenemos hambre. Pero te pagaremos cuando nos vayamos - dije.
Avanzamos a nuestras habitaciones, Mau se dormiría con Diego y yo aparte en la otra habitación. Cuando entré había adornos muy elegantes, todo era hermoso. La cama estaba muy bien tendida con colchas de color beige y unas almohadas pequeñas.
Después de darme una ducha, me vestí con un camisón largo de este año, que encontré en el baúl que Mau había sacado. No podía ponerme pijama del 2021, si alguien me veía podría ser peligroso. Llegó la comida que fue enviada por Francisco y me dediqué a llevármela al cuarto de mi novio y mejor amigo.
Al terminar, me retiré a mi habitación. Después de cerrar la puerta de mi habitación, a los 10 segundos tocaron la puerta. Así que regresé y la abrí.
-Francisco, ¿qué haces aquí?
-Sí, ¿qué haces aquí?
Diego le preguntaba en un tono de reclamación con los brazos cruzados. No sabía que estaba afuera de su habitación. Francisco, por su parte, solo lo miró.
Confirmo. Diego está celoso.
CONTINUARÁ...
Editado:01/09/21
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