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XI

- ¡Mi amor! ¿Qué haces aquí? Pasa

Abracé a mi novio con mucha alegría, estaba al bordo de llorar un poco. Me hice a un lado para que pasara y cerrar la puerta.

-Pude venirme mucho antes, te estaba llamando, pero no respondiste.

Claro, el celular se quedó aquí cuando nos fuimos. Caminamos hasta la sala donde Mau se veía agitado.

-Es que... estábamos muy ocupados.

Sonreímos para disimular nuestros nervios. Además, no veía la carta por ningún lado. Según yo la había dejado en el sillón.

- ¿Con qué?

-Con cosas de mi escuela, ya vez que me iba a ir con mis padres y siempre no, ya no pude entrar este semestre, si no hasta el otro.

-Ok, préstame tu baño, amor. Vengo muy lleno.

Dejó caer la mochila que traía.

Asentí.

En cuanto entró al baño me giré hacia Mau.

- ¿Y la carta?, ¿dónde está?

-Es que no sé si es bueno que le digas a Diego sobre los viajes en el tiempo.

-No te entiendo, es bueno.

-Es que no sabemos cómo vaya a reaccionar, por eso escondí la carta. Por cierto, toma, escóndela.

Tomé la carta, para esconderla entre mi pantalón y blusa de mi pijama.

-Ok, mira yo le contaré en su momento. A lo mejor hasta nos puede acompañar a un viaje, tenemos pendiente 1910.

-Oye, mi vida. ¿Y tus papás?

-Em... Se fueron a Turquía a desenterrar sus viejos dinosaurios, pero hace 1 mes me hablaron y estaban bien.

Me deslizaba suavemente hasta llegar a la escalera sin que sospechara nada.

- ¿A dónde vas?

-Voy a mi habitación, espera.

Subí corriendo las escaleras, cuando estaba en mi cuarto escondí la carta en el botiquín de mi baño, nadie lo abre. Traté de calmarme un poco para que no se notara mi nerviosismo.

- ¿Entonces iban a ver una película de 1910?

Diego y Mau estaban sentados en el sillón en búsqueda de la dichosa película.

Asentí.

Me senté en medio de los dos.

-Sí, es para conocer un poco más.

-Amor, estas muy rara, ¿qué no te alegró que viniera?

Se acomodó para verme directamente a los ojos.

-No es nada. Claro que estoy contenta.

Lo abracé y me recosté en su pecho. Aun no debía saber nada, entre menos sepa mejor. Además, ¿cómo le iba a decir del beso que me robó Benjamín?

Empezamos a ver la película, yo no dejé de pensar en el contenido de la carta y cómo le diría a Diego sobre los viajes en el tiempo. Se acabó la película, Mau se quedó dormido, solo lo acomodamos y dejamos que durmiera ahí. Diego y yo fuimos a dormir, él en el cuarto de huéspedes y yo en el mío.

AL DÍA SIGUIENTE

-Mau, Mau, ¡Mauricio!

Saltó del sillón y terminó en el piso con la cobija que le dejamos en la noche en la cabeza.

- ¿Qué pasa? Vienen los agentes del tiempo a llevarnos por viajar en el tiempo.

Lo observé como bicho raro, creo que se estaba volviendo loco.

- ¿Qué?

Se sentó en el sillón aun adormilado.

-Es algo que estaba soñando, pero... ¿para qué me despiertas?

-Es sobre Diego, creo que hay que decirle. Puede encontrar la ropa, y no sé...creo que es buena idea.

Me senté a su lado, él se recostó en mis piernas para taparse de nuevo.

-Ya es cuestión de como reaccione. No me da miedo que reaccione enojado, si no que piense que estamos locos.

-Lo sé, pero tendré que decirle en algún momento.

En ese momento bajó Diego y dejamos el tema para otro momento. No quería confundirlo.

Desayunamos después de unos minutos, Diego hizo el desayuno. Cuando acabamos Mau se fue a su casa, dijo que volvería en la noche, porque tenía cosas que hacer, al parecer me estaba dando chance de quedarme sola con Diego y contarle todo.

- ¿Te parece si salimos? - Diego me preguntó entusiasmado.

-Claro, solo me arreglo y nos vamos.

Lo besé con un pico, subí a mi habitación para arreglarme. Me maquillé un poco, dejé mi pelo suelto y por la estación, me puse un pantalón de mezclilla y una blusa de manga larga con una chaqueta negra de cuero, botas largas con tacón un poco alto. Estaba lista, pero no tanto para decirle de la máquina del tiempo.

Escribí una nota a Mau por si volvía antes, salimos y tomamos un taxi que nos llevó a la plaza comercial, donde compramos unas cosas para él. Al último fuimos por un helado, a pesar de la estación, se antojaban esos helados, son los más ricos de la ciudad.

-Extrañaba este lugar.

-Yo también, extrañaba mi tiempo.

Me quedé callada cuando caí en cuenta por la tontería que dije. Lo observé para verlo con una ceja alzada.

- ¿Cómo?

-Nada.

Sonreí con nerviosismo. Continué comiendo mi helado.

UNA SEMANA DESPUÉS

Nos encontrábamos en el parque de diversiones, nos metimos a la casa del terror y estábamos disfrutando de un paseo por la montaña rusa. Al bajar de ella, fuimos al circo que se presentaba.

-Mira, tiro al blanco.

Me llevó hacia el juego, pagó y comenzó a jugar. Recordé un poco de la fiesta cuando viajamos al viejo oeste.

-Amor, es la última oportunidad -dije.

Tenía muy mala puntería, pero a él le gustaba hacerlo, aunque no hubiera ganado.

-Perdí. - hizo un puchero.

Lo abracé para consolarlo. Avanzamos muy poco porque una advertencia se escuchó detrás de nosotros.

- ¡Cuidado!

Un chico que traía cajas cayó casi encima de nosotros, pero a Diego le pegó en la cabeza por cubrirme. Cuando nos ayudaron a levantarnos entre tanta cajas, observé que a Diego le sangraba casi cerca de la cien. Así que avanzamos hasta a una de las ambulancias que se encontraba fuera del parque de diversiones. Lo revisaron de su pulso, sus ojos y reflejos.

-Con esto sanará, solo cuando lleguen a su casa que se tome una pastilla para el dolor de cabeza.

Indicó el paramédico mientras buscaba un curita para taparle la herida que tenía en la cabeza.

-Gracias.

Lo ayudaba a pararse de la ambulancia para irnos directamente a casa.

Subimos al auto, yo conduje hasta llegar a la casa, claro con cuidado para evitar las patrullas. Cuando llegamos a casa, solo se bajó del carro un poco mareado. Eso nos advirtió el paramédico, que se sentiría mareado, pero no habría problema si dormía.

Entramos a la casa, y lo ayudé a subir las escaleras, se metió a bañar en mi cuarto por si se le ofrecía algo. Mientras se bañaba, a mí me dio curiosidad buscar información sobre 1910. En estos días Mau y yo quedamos en que viajaríamos cuando se fuera Diego, aun no sabía cómo decirle. Pero se lo diría antes de que se fuera.

-Amor, ¿me das la pastilla de dolor de cabeza, por favor?

Estaba parado en el marco con la toalla en su cintura y agarrándose la cabeza.

-Claro, tengo una pastillas abiertas de la misma que te dieron, está en el botiquín.

Continué buscando información, estaba tan concentrada que no vi que Diego saliera del baño con algo en sus manos.

- ¿Qué es esto?

Cuando lo observé, abrí los ojos como platos. Lo olvidé por completo, ahora sí los problemas.

Ay, no. ¡La carta!

CONTINUARÁ...

Editado: 01/09/21







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