XIII
Valentín tomó mi mano fuerte, las turbulencias se calmaron. Mau se levantó de su asiento para venir hacía mí.
- ¿Estás bien? - negué con la cabeza. - Pásame su bolsa, por favor. -
Valentín tomó mi bolsa y se la entregó. Yo tenía mi respiración a 1000 por hora y la boca seca. Giré un poco mi cabeza para ver como extraía mis pastillas tranquilizadoras, abrió el pequeño frasco con el contenido y volteo éste para sacar una pequeña pastilla y extendérmela. Temblorosa recibí la pastilla y tomé un poco de agua.
Pasaron unos pocos minutos cuando mis ojos se hacían pesados, sentía que el cansancio me inundaba. Pronto todo oscureció.
Perdí la conciencia, perdí la noción del tiempo, perdí el miedo que tenía. Una voz al fondo sonaba, pronunciaba mi nombre de una forma suave y dulce. Sentía una caricia en mi mejilla que bajaba y subía.
Al recobrar el sentido, un ángel bello estaba frente a mí. Un bello ángel con ojos color avellana. Sonreí cuando se acercó a darme un beso en la mejilla.
- Ya casi llegamos, pequeña. -
- ¿Cuánto falta? - me incorporé en mi asiento y evitar mirar por la ventana.
- Un par de minutos, ¿estás más tranquila? - asentí.
- Lo siento, debí decirte antes. Es algo que pasa desde que soy una niña. -
-No te preocupes, cuando lleguemos puedes dormir más tiempo. -
Asentí. Me sentía un poco mareada, es un efecto del tratamiento.
Unos cuantos minutos más fue anunciada la llegada a Valencia. Un movimiento en el avión al aterrizar me calmó un poco. Cuando el avión se detuvo y nos dieron la indicación de bajar. Me sentí aliviada.
Tomamos nuestras maletas, caminamos a la salida del aeropuerto. Cuando salí, una brisa recorrió mi rostro, hacía frio y era de noche. Subimos a un taxi, Valentín murmuro una dirección para llegar a una casa grande con dos pisos, una fachada color durazno y un portón negro que detenía a cualquiera que quisiera entrar. Bajamos del taxi con nuestras pertenencias.
María presionó un interruptor con botones, había una bocina. Se escucho la voz de una mujer, María respondió y el portón se abrió dando pasó para entrar. A la par de nuestros pasos, la puerta principal color blanca se abrió. Visualicé una señora de edad media, Maria corrió para abrazarla. Cuando estuvimos cerca de ella, María giró para vernos y sonreír.
-Mamá, te presento a mi novio y una amiga de los tres. -
Veo como Mau se pone pálido al saber que está frente a su suegra.
- Así que tú eres novio de mi hija, más te vale que la cuides bien. - Mau tragó grueso. Asintió. -Me llamo Blanca, pero no tienen que decirme señora, por mi nombre estaría bien. -
- Hola, tía. -
-Hola, mi niño. Tu mamá está en la ciudad, deberías verla. -
Un gesto de disgusto se formó en el rostro de Valentín.
-Tía, ella es mi casi novia. Se llama Caro. -
Me tomó de la cintura. Sonrío al no saber que hacer.
-Mucho gusto. Tu casi novia es muy bonita. - me sonrojo. - Adelante, están en su casa. Hace frío.-
Nos adentramos en la casa para asombrarnos con la decoración hermosa que hay e el lugar. No puedo creerlo está hermoso. Nos detuvimos en la parte posterior de la sala. Admiramos todo el lugar.
- Tengo sus habitaciones listas. -
La señora Blanca nos lleva al segundo piso, nos dirige a dos puertas que están frente a frente. En la puerta que está en derecha es la habitación de María y la puerta que está del lado izquierdo es de vistas. María y yo compartiremos habitación. Mi mejor amigo y casi novio dormirán en la misma habitación.
- Si gustan pueden bajar a cenar después que terminen de hospedarse. - asentimos. -Yo iré a descansar, mañana en la mañana nos vemos.
María abrazó a su madre, ella avanzó a su cuarto y desapareció. Entré en la habitación para acomodar mi ropa en los lugares que me asignó mi compañera de habitación. Me duché, al terminar de acomodar todo. Para cenar solo opté por ponerme la pijama.
Ambas bajamos para encontrarnos a los chicos en la cocina preparando un par de huevos para cenar. Conversábamos en voz baja para no molestar a la señora Blanca. Mau y María se fueron a los sillones para hablar más cómodos, mientras Valentín y yo conversábamos sobre nuestros gustos. Un poco cansados por el viaje, decidimos descansar para salir al día siguiente.
Me despedí de Valentín con un beso en la mejilla. Al cerrar la puerta, observé que María se peinaba y se arreglaba un poco. Fruncí el ceño al verla.
- ¿Qué estás haciendo? - pregunté con los brazos cruzados.
- ¿Me haces un favor?-
Llamaron a la puerta, abrí ésta encontrándome con un Valentín sonriente. Giré para ver a María quien le guiñaba un ojo a su primo y pasaba por mi lado para entrar al cuarto donde Mau dormiría. Oh, ya entendí.
- Tranquila, solo dormirán. Pero tú y yo quién sabe. -
Me ruboricé, claro aun tenía esa personalidad de Benjamín. Negué con la cabeza y le di paso. Al entrar, cerré la puerta, me acosté en la cama y él me imitó.
-Tan rápido, creí que primero nos besaríamos.-
-Sigues así y me voy a dormir al suelo. -
-No, no. Así está bien. -
-Sabes tienes unas personalidades que me recuerdan a ti, en tus vidas pasadas.
- ¿En serio? Solo espero gustarte así. -
Sonreímos como unos tontos enamorados.
- Te quiero. -
Me tomó por sorpresa su muestra de cariño, me quedé muda. ¿Yo lo quería? ¿Qué debo hacer? No quiero romper su corazón.
-No tienes que responder.-
Su voz triste me saca de mis pensamientos. Giró para verlo, me inclinó y le doy un beso. Sin saber porque, pero las palabras salen de mi boca.
- Te quiero. -
Una sonrisa hermosa se forma en su rostro, tanto que lo vuelvo a besar con mucha ternura y antes de que pase de más. Me separo para admirarlo por unos segundos.
- Tenemos que dormir. -
- Mientras sea contigo, todo está bien. -
Nos dimos un beso corto, me acosté en la cama, dándole la espalda y sintiendo su brazo pasando por mi cintura para que después se pegué más a mí.
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Desperté con un brazo atravesado por encima de mi cintura, sonrío ante el contacto. Me remuevo en la cama sin despertarlo, se ve tan hermoso dormido. Me levanto de la cama para vestirme según el clima. Observo por la ventana para ver un cielo nublado. Así que tomo unos jeans, una blusa de manga larga blanca y un suéter con cuello de tortuga color blanco y unos botines oscuros un poco altos.
Valentín sigue en el paraíso de Morfeo, así que decido bajar para hacer el desayuno. Cuando abro la puerta de la habitación, echo un último vistazo al hombre que durmió conmigo. Salgo, cierro la puerta con cuidado y antes de que avance se abre la puerta donde durmieron los novios.
Me encuentro con una María con ojeras, despeinada y su blusa está mal acomodada. Nerviosa me sonreí. Sale de la habitación y se acerca.
-No digas nada, pero sí necesito que me acompañes hoy por la tarde a la farmacia. - Asentí.
¡Oh, por dios! Y solo iban a dormir.
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