-Tú sabes perfectamente que lo hijos no son del espíritu santo, así que debió pasar algo para que naciera el padre o madre de Valentín.- sonrió de manera leve.

-Fue un acuerdo entre nosotros. Mira, ninguno de los dos nos casamos por amor, ella tenía un novio y la obligaron a casarse. Cuando acabé la universidad yo regresé con mis padres, pero estaba decidido quedarme en Valencia por si algún día volvías.- eso si llegó al corazón, me daba ternura y lastima. Nunca se dio por vencido a pesar de que yo no volvía. -Una noche llegaron los amigos de mis papás, querían ser socios en la compañía que pensaban hacer, así que para que se hiciera un acuerdo formal, solo nuestros descendientes podrían ser presidentes de la compañía, así que decidieron casar a Paula conmigo. Les conté de ti, pero no sirvió de nada. Ella y yo con el tiempo nos conocimos, le conté de ti.- fue interrumpido por el camarero que traía la comida de cada uno. 

-Gracias.- le dije al camarero al terminar de servirme el agua que pedí.

-Ok, le conté de ti y ella de su novio. Al final nos exigían tener un hijo, todo para que fuera el heredero. Por eso me casé, no por que yo haya querido.- le dio un sorbo a su bebida sabor fresa.

-¿Tu esposa e hijos están vivos?- 

-Paula falleció hace unos tres meses. Yo no sabía nada, todavía no hacía la regresión.- se le denotó en su mirada una tristeza inmensa.

-Lo siento mucho.-

-Ella me platicaba de mi abuelo que era un buen hombre y su mejor amigo. Le dolió perderlo.- 

-¿Y tus hijos?- 

-Ya no supe de ellos en mi regresión, pero era obvio quienes eran mis hijos. Yo soy el hijo menor del hijo menor de mi abuelo.- me dejó sorprendida.

-¿Qué no se supone que solo el hijo mayor heredaba? ¿para qué tenías otro?- sabía que algo no me cuadraba.

-Fue plan de mi papá por si uno moría el otro ganaría el puesto. Mi primer hijo nació en 1960, el segundo en 1963, cuando morí mi primer hijo tenía 14 años y el segundo 11 años. Siento que les hice tanta falta.- dejó el plato a un lado sin probar mas bocado.

-Lo siento mucho, o sea que falleciste en...- me interrumpió.

-En 1974, apenas tenía 39 años.- yo le tomé a mi agua.

-¿Dante tuvo hijos?- quería romper la tensión y cambiar de tema.

-Solo uno, después Teresa tuvo un accidente y ya no pudo tener más. La hija de Dante vive en Italia, su esposo es de allá. Tiene dos nietos, pero yo soy el más apegado. -él miró a la nada y luego me miró a mí.

-¿Por qué me miras así?- terminé mí ensalada, era lo único que conocía del menú.

-Hablemos de tu y yo.- volvió a tomar mi mano.

-¿Sobre qué?- era el tema que más quería evitar.

-Ya que Dante esta aquí, Diego no está. Así que no hay ningún conveniente en que tú y yo seamos algo más.- apretó mi mano con delicadeza y se clavó en mis ojos.

-Lo siento, no me siento lista para una relación.- me solté de su agarre y bajé la mirada.

-Dame la oportunidad, verás que te haré olvidar todo.-  negué varias veces. -Si él seguía vivo, en algún momento moriría, ¿no?-

-Es lo mismo que me comentó Mau.- cerré los ojos por 5 segundos y me levanté tomando mis cosas. -Me tengo que ir.- buscaba mi cartera en el bolso y él se levantó rápidamente de la mesa.

-Te llevo.- se ofreció, pero no quería.

-No, quiero estar sola.- dejé el dinero suficiente para pagar lo que comí.

-Déjalo así, yo te invité.- tomó el dinero de la mesa y me lo extendió.

-Gracias, pero puedo pagarlo. Nos vemos.- sin esperar respuesta alguna solo salí del lugar. No soportaría un minuto más.

Cuando salí del restaurante tome el lado derecho, sabía que allá estaba el centro comercial. Caminé y caminé con la mente perdida en mil recuerdos, quien diría que cuando quieres a una persona tienes que aprender a vivir sin ella, por que cuando se va no sabes si regresará. A veces me sigo haciendo la misma pregunta: ¿Por qué no me dijo nada? Solo se fue y no tuvo el valor de decírmelo. ¿Realmente quiero regresar con él? Necesito verlo, al menos una sola vez para pedirle una explicación. Aunque Dante deje de vivir.

Sin darme cuenta estaba afuera del centro comercial, así que entré para ver con que me distraía, pero no fue buena idea ya que en una de la tiendas estaba un oso, un oso que se parecía mucho al que me regaló Diego en nuestro segundo aniversario. Si estaba deprimida, aun mas quedé. 

Me senté en una de las mesas donde van a comer todos, parecía que el destino me odiaba, para cualquier lado que volteara había parejas. Así que entré al supermercado SuperMax para comprar mi medicina: una crema de avellanas, ese es mi único remedio. Después de haberla pagado, decidí tomar un taxi para que me llevará a mi casa. Fue muy fácil conseguir uno, en cuanto me subí solo miré por la ventanilla. 

¿Qué haré? Es que si no le hubiera dado la cadena, él no estaría aquí, pensé

La idea surgió en mi mente, sin cadena no hay cambio en el presente. Así que aunque me duela en el alma, pero Dante debía fallecer y si Diego regresa lo ayudo con su cáncer. Después de que el taxi se detuviera afuera de mi casa, fui directamente a mi cuarto a buscar lo que estaba pensando.

Llegué a mi armario, saqué la caja donde estaban mis vestidos de los años a donde viajamos. Saqué dos vestidos uno color rosa y el otro color amarillo con bolas grandes de color blanco, busqué una maleta pequeña y la encontré. Después de empacar todo, la guardé debajo de mi cama. 

-Caro, ¿quieres ver...?- Mau entró de repente a mi cuarto, pero yo estaba hincada escondiendo mi maleta. -¿Qué haces?- se acercó más a mí, pero no dejaría que viera la maleta y menos que descubriera mi plan.

-Nada, solo que se me cayó un anillo, así que lo buscaba y ya no lo encontré.- Me levanté en seguida. -¿Qué ibas a decir?- trataba de cambiar de tema.

-Oh, sí. ¿Quieres ver una película?- asentí. -Vamos.- salió de mi cuarto mientras yo iba detrás de él y antes de cerrar mi puerta eché un vistazo a la maleta.

Después de un atardecer lleno de películas era hora de iniciar con mi plan. Después de meterme a bañar, Mau se fue a su cuarto a dormir. Sí, él tiene cuarto en mi casa y yo en su casa, es para cuando se hagan pijamadas. En total, fui directamente a sacar mi maleta, me puse un vestido cincuentero. 

En medio de la noche, salí a escondidas de mi casa para llegar a la de Mau, era fácil entrar, ya que él dejó las llaves sobre el llavero en mi casa. Entré a la casa sin que nadie me viera, caminé hasta llegar al lugar secreto donde se escondía el reloj y la maquina. Con mucho cuidado tomé la maquina y la llevé sobre la mesa donde inicialmente estaba. Sin dudarlo sincronicé todo, al final me puse el reloj. En el microondas estaba 1953, en el GPS avanzado tenía la fecha 14 de abril de 1953 con la hora registrada 10:30 a.m. Además del lugar indicado. Un mes después para que no hubiera sospecha.

Suspiré, sincronicé la misma fecha en el reloj. Por último cerré los ojos y apreté el último botón del reloj. En pocos segundos, al abrir mis ojos estaba en una mañana fresca en el año 1953. 

El comienzo de mi plan ha llegado, pensé.