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Capítulo 3

Son casi las siete de la tarde cuando salgo del local, y me encamino a casa. La noche quiere hacerse ya presente, así que apresuro mi paso para no llegar a oscuras. El frío está comenzando a ser cortante, y sé que no falta mucho para que la nieve haga su aparición en las calles de Brooklyn.

No me sorprende ver a diferentes grupos de chicos fumando en las esquinas, y como a algunos no les importa que puedan conocerme, para decir cosas de mi trasero. Siempre tienen la mirada tan perdida, como si estuvieran perdidos en otro cuerpo. En esos momentos suelo preguntarme en que pensarán. Algunos no deben sobrepasar los doce años de edad, y ya se encuentran siendo pequeños pandilleros, entrenándose para robar, para conseguir más de esas cosas que los esclavizan a una vida miserable de vicios. 

De repente, siento una nalgada. 

No puedo creer al grado que han llegado.

Volteo y puedo ver como se sobresalta, no sabiendo que reaccionaría así. Escucho a sus amigos soltar un "uhhh", seguido de algunas risas. Es algo que me hace hervir la sangre. Me acercó un poco más a él, y veo sus ojos abrirse de par en par, porque cree que voy a besarlo. Su ingenuidad es tan grande, que se queda de piedra cuando tomó su muñeca y comienzo a torcerla, dirigiéndola hasta su amigo.

—Ahora, espero que entiendas donde puedes guardar tu asquerosa mano, y te aseguro que no es sobre mi trasero.

El sujeto se queja de dolor y sospecho que aun sigue sin poder creérselo. 

—Eres repugnante —le digo, antes de soltarlo.

Puedo ver su mirada avergonzada, y las carcajadas de los demás. Queda solo una cuadra para llegar, así que me apresuro aun más. No pienso contarle lo sucedido a mi madre, porque ya me la imagino gritando horrorizada de que solo debí seguir caminando. Ella sigue sin entender que no tome esas clases de defensa personal para nada. Son tres veces ya, en las que fui acosada en estas calles, de forma tan directa, y llega un momento en los que no estoy dispuesta a seguir soportándolo. 

...

Me encuentro sentada en la mesa y terminando un trabajo sobre la química en los  alimentos. Mamá se dedica a trozar el pollo, mientras la veo mover sus caderas al ritmo de un viejo Blues de B.B. King.

Ella se mueve con tanta pasión, sintiendo como si la guitarra del mismo King estuviera en nuestra cocina. Lucille, mamá dice que Lucille es un instrumento magnífico, y luego se retracta para decir, "No, magnífico son las manos del que la toca". Esa mujer podría contarte toda la vida de su fallecido ídolo, y de como su música, es una de las pocas que valen la pena.

  —Mamá, nunca cambias ese CD. ¿No crees que podrías poner otra cosa?

Si bien me encanta la música que él hacía, llega un momento que necesito algo un poco más movido. Algo más como el hip hop. O incluso, puedo necesitar una onda más melancólica como viejas canciones de Coldplay. Sin embargo, la veo voltearse con el ceño fruncido, al mismo tiempo que niega con la cabeza.

—¿Para qué tienes tus audífonos? Si quieres escuchar otra cosa solo hazlo —dice, para luego seguir con sus movimientos.

Resignada, me obligo a aprovechar el suave ritmo del blues, para terminar el aburrido trabajo.

...

Hemos terminado la cena, y ya no hay música. Mamá la ha quitado. Su humor está de los nervios, y el motivo es Francis. Francis no llega.

—Son las once, ¿no tienes idea de dónde podría estar?

Mi hermano no tiene trabajo, y su único pasatiempo es jugar al baloncesto con sus amigos. Amigos los cuales nunca hemos visto. 

—Ya llegará.

Después de casi una hora más, cuando son pasadas las doce, la puerta se abre. Me había quedado dormida en el viejo sillón de la cocina, y mamá se levanta con rapidez. Francis parece nervioso, aunque tiene cara de insolencia, y eso no es lo más lógico, siendo que desapareció durante todo el día.

—¡¿Me quieres decir dónde rayos estabas?! —Los gritos de mi madre hacen vibrar casi toda la habitación, y yo cierro los ojos.

—No me grites, ya no soy un crío.

—¡¿Te piensas que puedes aparecerte a la hora que quieras?! Yo no sé de donde sacas la cara para venir a plantarte de esta manera. —Ella está muy molesta, y comienza a caminar nerviosa por la habitación.

—¡Ya! ¿Si? Quédate calmada.

Abro los ojos y miro a mi hermano sin poder creerlo. Ahora soy yo la que reacciona y grito:—¡Tienes dieciséis años, idiota! ¿Crees que eres la gran cosa? ¿Quién te crees para venir y hablar así?

—Al menos no soy tan enfermo como para meterme con uno de los chicos que trafican a toda la escuela.  

No puedo creer que haya dicho eso. No puedo creer que él me haya traicionado de esa manera. Aquello era algo que le había contado, y ya había pasado tiempo, pero seguía siendo intimo. Un secreto entre hermanos.

Reacciono por instinto y le doy una bofetada en la mejilla. Su piel suena contra mi mano, y parece que todo el mundo se ha callado. Sin tardar demasiado, corro y cierro la puerta de la habitación. Al parecer, ni siquiera mamá quiere tocar por ahora el tema, porque no viene, y no se escucha ningún sonido fuera

...

Despierto un rato antes de que mi despertador suene. Me incorporo en la cama, y veo a Francis durmiendo en el otro lado de la habitación. Al menos eso quería mostrar, porque él estaba mirándome mientras despertaba. Lo sé por la forma en que se ha movido, fingiendo descansar.

En mi mente, el hecho de que mi madre se haya enterado algo tan estúpido como lo que hice con quince años, era solo un mal sueño. Pero cuando bajo al baño, y la veo seria, desayunando sin el CD de BB King, sé que no lo fue. No sé porque sigue avergonzándome algo que pasó hace tres años, porque de hecho, mi ex novio ni siquiera sigue en Brooklyn. Quizás porque aveces mi autoestima se mantiene demasiado alto, y no soporto recordar que también cometí ese tipo de errores.

Un error que temí por tres meses, cuando mi periodo no venía. Aunque había sido solo coincidencia, y no era lo que imaginaba, yo podía ser una más. Una de esas chicas con bebes solo diez años menores a sus madres.

Después de contar hasta cien, me decido a salir del baño. Sin hacer nada más, tomo asiento en la silla de enfrente y le digo:—Eso fue a los quince. Él no sigue aquí.

—No tienes porque decírmelo, ya lo suponía.

—Sí, pero quería hacerlo.

—Has madurado mucho estos años, y no tengo razón para desconfiar de ti en nada. —Ella suspira, y sé que dirá algo que no quiere—. Tu hermano es el que me preocupa.

Duele escucharla decir eso, porque sé que ya lo ha pasado conmigo, y lo único que quisiera, es sacarnos de ese miserable barrio. Llevarnos lejos, donde estemos alejados de cualquier mala influencia. A un lugar donde la violencia, las drogas y los sujetos que hacen dinero con ella, sean más parte de las películas.

—Él es un buen chico, solo hay que acompañarlo. Para eso estamos nosotras dos.

...

Francis se fue a la escuela sin mí, porque sigue enojado. Ja, bastante iluso, siendo que él fue quien me delató. Mientras tanto, la voz rítmica de un rap retumba en mis oídos, al mismo tiempo que estoy por llegar. Y como si fuera magia o destino, un coche oscuro, deja al rubio en el instituto. Sonrió de forma irónica, mientras finjo no haberlo visto.

—¡Hey! ¡Peyton! —Puedo escucharlo, porque el volumen se mantuvo bajo todo el tiempo. Y recuerdo, que en realidad si sabía mi nombre, porque Patt me había nombrado.

Sigo caminando, hasta que lentamente Thomas me quita los audífonos, y resoplo exasperada. Lleva puesta una sudadera negra, jeans desgastados, y tiene su nariz roja por el frío. Lo miro con aburrimiento, aunque me interesa que pueda llegar a decirme hoy. Ayer ya me agradeció, así que...

—¿Qué pasa Thomas?

Lo veo dudar, como si buscar las palabras adecuadas le fuera un poco difícil.

—Un chico que se llama Wilbur me dijo que bailabas hip hop, y dabas clases. —Frunzo el ceño al escucharlo—. Quiero inscribirme.

Me río. Me río fuerte, y los de mi alrededor voltean a verme raro.

—Doy clases a niños, no hay adultos en mis horas. Sin embargo, en el mismo lugar, Kim da a los adultos. Hacen coreografías buenas, deberías ir a verla.

Comienzo a irme, y él se pone por delante, con una sonrisa de oreja a oreja. Suelto aire de forma sonora, y levanto los ojos al cielo. Me pregunto que parte del no quiero relacionarme contigo no entiende. 

—Soy demasiado malo bailando, creo que no podría estar a la altura de los adultos...

Sonrió en mi interior, y me acerco a solo unos centímetros de su rostro. Puedo ver como su cuerpo se tensa, y casi murmuro para decirle:—¿Qué te hace pensar que mis niños son malos?

Él solo parece nervioso  por un segundo, porque me sigue el juego y responde:—Demuéstralo hoy.

—Lo siento, no doy clases los jueves. —Sigo caminando, pero no me deja avanzar. Suspiro resignada.

—Y no puedes mostrarme algunos pasos fuera de tu espacio, ya sabes, después de aquí...

—Thomas, si con esto quieres... —él me interrumpe llevando las manos al aire, como si hubiera dicho algo muy tonto.

—Por favor, dime que no eres como las otras chicas que solo piensan en salir con sujetos para citas. Por favor, dame algo de crédito Pey. Solo quiero sentir el ritmo de un buen flow.

Río ante su forma de entonar las palabras y ya está hecho. Él me cae bien. ¿Así de simple? Si, creo que soy una persona conformista, bueno, tampoco para tanto.

—Está bien. Iremos a la plaza que se encuentra justo frente al supermercado. A las cinco, sé puntual.

No espero su respuesta, pero antes de echarme a caminar, sé que está sonriendo. Puedo sentir su mirada en mí, y algo minúsculo se mueve en mi interior. Tengo que guardar mi teléfono en el bolsillo, porque tengo las manos sudadas.

...






















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