Capítulo 24
Estamos tomados de la mano cuando entramos al lugar. Siento el agarre sudado, y ruego que no le de mucha importancia. Sus manos están frías, al igual que las mías. Bueno, yo casi no las siento. El vestido es tan precioso que no quería opacarlo con ningún abrigo. Mamá siempre dice que la belleza cuesta, aunque esta vez me costará una buena gripe.
El ambiente está iluminado por lámparas en colores anaranjados. Hay un candelabro brillante en el centro de lo que parece ser la pista de baile, frente al escenario donde los músicos se preparan para tocar. Por el otro lado, están las mesas, con manteles blancos hasta el piso, y arreglos florales con pequeñas luces alrededor. Un aroma a perfume caro y cigarrillo se mezcla con el interior floral y un delicioso olor a comida. Es muy elegante, perfecto, así que comienzo a temer moverme y causar un desastre.
Un chico nos ubica en una mesa de dos. Thomas quiere acomodarme la silla, pero el mozo se le adelanta, dejándolo a un lado. Me río y él niega con la cabeza. Veo un menú en la mesa y abro los ojos alarmada.
—No voy a pedir nada, no tengo hambre.
¿En qué estaba pensando cuando ni siquiera se me ocurrió que debíamos pagar la cena?
Ah, y no hace falta aclarar que cada platillo está demasiado caro. Si, no es como si yo pudiera costearmelo.
El chico nos deja para que podamos elegir, y yo me siento avergonzada. Por parte del rubio, parece no estar impresionado por lo que ve en la carta. Como no entiendo nada de lo que está escrito ahí, desvío la mirada para verlo y me quedo examinando cada rasgo de su rostro. Está tan atractivo que quiero besarlo. Maldición.
—¿Y ya sabes que pedir? —pregunta, con fingido acento británico.
—¿No hay hamburguesas? —Hablo, logrando una sonrisa de su parte.
—No, porque te aseguro que ya habría pedido dos. —Él gira la carta hacia mí y señala mientras lee—. Esto es una maravilla, prometo que no tiene caracoles ni cosas raras. Es una carne de res, con salsa de hongos y un acompañamiento de pasta italiana.
Frunzo el ceño y niego con la cabeza. La verdad es que no quiero gastar ese dinero en una comida. Así que digo: —No tengo hambre.
—Te estoy invitando yo, ¿puedes elegir de una vez? —Me mira con supuesto aburrimiento.
Suspiro. En serio me siento mal por no tener recursos suficientes para costearme este tipo de comidas. Nunca me gustó pasar por interesada o algo parecido. Ya al recibir ese vestido, me sentí un poco mal, así que ahora vuelvo a lo mismo de siempre.
—Está bien, te lo...
—Relájate. Sólo respira y no pienses tanto. ¿Quieres eso entonces? —pregunta, enarcando las cejas. Asiento, mientras un leve calor sube a mis mejillas.
—Gracias, en serio, ya me siento una aprovechada.
—Déjate de estupideces. Si tu cita quiere pagar, no deberías resistirte —dice sonriendo, mientras levanta un dedo para pedir la comida.
Cita. Cita. Cita.
Lo veo pronunciar los extraños nombres de los platillos con fluidez. Pide champagne, y una botella de agua. Al culminar, voltea a verme, y creo que me encuentro en un trance porque esta noche me gusta más de lo que ya me gustaba. Pestañeo y vuelvo a la tierra.
—Gracias por pedirme venir esta noche, milady, por cierto, se encuentra radiante.
¿Qué le pasa al rubio hoy? Se comió una caja de dinamita.
—Tampoco estás nada mal. Se te ve bien la ropa de etiqueta.
—Si, quizás. —Su sonrisa es tan amplia que mis ojos desenfocan todo lo demás—. Hablando en serio, no quisiera que ésta sea la última noche. No tiene porque ser así, no hay porque complicarnos.
Asiento, aunque no porque le vaya a dar la razón.
—Sé que no hay porque complicarnos, así que solo sigamos lo que sigue. Comamos esa extraña comida, bebamos burbujas y bailemos hasta aprovechar la última canción. No vale la pena plantearse nada más por ahora.
Sus ojos me examinan con curiosidad y sé que intenta leerme. Y aún no sé si lo que estoy haciendo es lo correcto. Quizás después me arrepienta, pero al menos recordaré está noche como la que toda chica quiere alguna vez tener. Haré caso a su consejo de no pensar en lo siguiente.
—Sus deseos son órdenes.
Luego de unos cuarenta minutos, nuestra comida está lista. Le dije a Thomas que se tardaban mucho, pero el me explicó que era buena señal. Que lo mejor es la tardanza, porque demuestra que la comida no está recalentada, sino recién hecha. Me sorprendo de no haberlo visto de esa forma.
—Buen provecho. —Nos desea el mozo, para irse con su ágil andar.
—Esto es como que poca cantidad, ¿no? —pregunto, mirando mi plato con decoración basada en especias aromáticas.
—Ah sí, es gourmet. Mamá gusta de comer en restaurantes así para no engordar, pero mi padre se queja de quedarse insatisfecho.
Lo miro y él se encuentra de lo más normal. Yo no puedo creer que semejante precio para un pequeño pedazo de carne con una gota de acompañamiento rociado de salsa. Niego con la cabeza, y presiento que sería muy dificil acostumbrarme a esto.
Un suspiro se me escapa al probar el primer bocado.
—No estaba mal después de todo... —dice, mirándome con suficiencia.
Entonces me inclino para poder murmurar:—Esta carne es buenísima.
—Es una de mis comidas favoritas. Mi abuela solía prepararla en su casa, cada vez que íbamos a cenar. Creo que este sabor se queda corto. La presentación claro que no era la misma, ni la cantidad. —Sonríe, y mueve su tenedor—. Me recuerda a Ratatouille, cuando Ego prueba el platillo y no puede evitar pensar en el pasado. Y tiene razón, la mente te puede llevar a otro momento con solo un sabor y aroma.
—Claro, me ha pasado muchas veces.
Llevo otro bocado a mi boca, cuidando de no tocar el labial. Tarea difícil.
—¿Qué hay de ti? Cambiando de tema, ¿sabes a qué universidad irás?
Respiro profundamente y tomo una de las copas, la muevo y veo las burbujas explotar en la superficie.
—No estoy segura. Quisiera seguir con lo que me gusta, por eso intento mantener las notas altas.
—¿Juilliard?
—Oh, demonios, sé que apunto alto, pero no creo llegar hasta ahí.
—¿Te has visto moverte? No sé que tienes en el cuerpo, pero se te activa algo que coordinas mejor que un robot. —Me río fuerte al escucharlo—. Luego me pregunto si la chica que me gusta es en realidad un androide o algo parecido...
Muerdo el interior de mi mejilla y bajo la mirada. Escuché eso en un eco repitiéndose en mi cabeza. Haciendo un tic tac tic tac sobre todo mi cerebro, descendiendo al corazón. Alzo una ceja al volver a mirarlo.
—¿Lo último es un clickbait escurridizo o planeabas soltarlo?
Su boca tiembla al abrirse y puedo notarlo. Alza el dedo índice y habla:—Nada de clickbait. No importa, simplemente sigue con lo tuyo, que estaré convenciendote de que puedes entrar adónde sea que quieras.
Continúe contándole acerca de lo que sería ideal, fingiendo haber olvidado esa declaración. Charlamos hasta que se hicieron las diez y unos minutos más. Insistió en pedir postre, y comimos una mousse de chocolate con arándanos y cosas que eran muy deliciosas para saber sus nombres. La botella de champagne bajo a quedar en nada, y no, no llegamos a la borrachera, solo nos aliviamos un poco de tensiones pasadas.
La música en el escenario comienza a llamarnos. El sonido de la trompeta resuena por el gran salón, y todos callan para dejarla hablar. Es acompañada por el saxo y con eso, comienzan a caminar hasta la pista. Nos miramos y él es el primero en levantarse, para tenderme la mano, y caminar juntos hasta allá.
Su agarre me guía y es difícil concentrarme en otra cosa. Miro hacia donde los músicos tocan y me imagino a mamá bailando. Sonrío. Entiendo porque le gusta tanto este género. Me hace viajar a otra época.
Un hombre grande de piel negra se acerca al micrófono. Se escuchan aplausos y nos unimos también. El señor hace una breve inclinación de cabeza y su voz es tan grave y especial que la audiencia queda maravillada.
—Buenas noches, damas y caballeros. Es un honor estar con ustedes esta noche. Esperamos poder brindarles un buen repertorio, y poder verlos bailar en acompañamiento. —Aplauden de nuevo—. El primer tema de esta noche, va dedicado a mi esposa. Espero puedan disfrutar, Only You de nuestro maestro Louis Armstrong.
Y la noche comienza con una pieza demasiado maravillosa.
Me quedo viendo al señor, cantando con las luces iluminando apenas su rostro. Cierra los ojos, el sonido de los instrumentos lo acompaña y creo estar en 1970.
Thomas me lleva hasta donde todos los demás. Coloco ambas manos sobre sus hombros y el rodea mi cintura. Creo soñar, es todo demasiado irreal. Nos desplazamos por el lugar. No somos los mejores, claro que no, pero de alguna manera, siento algo muy especial en el pequeño espacio que nos separa. Intento respirar normal, no temblar, moverme con exactitud, pero es difícil cuando alguien te mira de esa manera. Thomas me mira de una forma que me deja tan al descubierto, y ruego no tener comida en mis dientes o el maquillaje corrido.
Él me tiene desarmada por completo. Por dios, ¿qué estás haciendo conmigo Foster?
Lo escucho tararear la canción. Repite "Only you". Ambos nos miramos y sonriendo le repito "Only you".
Only you.
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