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Capítulo 2

Enfoco mis ojos café con los de él. Son claros y no distingo bien su color. Nunca había visto unos así de cerca.

—Está bien, ahora debo irme.

Él toca mi hombro y yo volteo brusca:—He dicho que ni se te ocurra volver a tocarme.

—Lo siento, lo siento de nuevo... —De un momento al otro quiero reír por verlo nervioso—. En serio, lo que hiciste allá, fue... wow. —Lo veo suspirar—. Sé que ahora será así, al menos aquí, por eso quiero agradecer a cualquier persona que se ponga de mi lado. Gracias chica.

—No quiero ser tu amiga. Solo hice lo que deberían haber hecho los demás.

—Por cierto, me llamo Thomas.

Hago un mueca, y comienzo a irme, pero lo escucho decir:—¿Como te llamas?

Niego con la cabeza, y decido ignorarlo, quizás así logre quitármelo de encima. Sin embargo, siento su presencia a mi lado, caminando por el pasillo. Las miradas de los chicos se clavan en nosotros, y solo quiero gritarles que no tengo relación alguna con él.

—Ya, en serio, solo quiero socializar con alguien.

Giro hacia su persona y me planto con mi mejor cara de pocos amigos, para decir:—-Nosotros dos no lo haremos. Déjame tranquila.

Luego de esas palabras, Thomas ya no me sigue.

...

Después de un par de clases, me encuentro caminando al comedor. Sasha va a mi lado, perdida en su teléfono. Unos chicos pasan corriendo y me chocan el hombro. Ríen al mismo tiempo que el director los persigue con paso lento y cansino. A unos pasos, veo a dos sujetos rapeando, al menos intentando hacerlo. Tienen algunos escuchas, pero nada del otro mundo. Algunas de sus rimas llegan a mis oídos, y ruedo los ojos. Pésimo.

—Mi hermana se fue con un tipo ayer por la noche, y aun no ha vuelto. Mi madre estaba como loca, pero terminó durmiéndose. Después de todo, debería estar acostumbrada a que su hija mayor sea una perra. —Los labios de Sasha se pegan con el brillo labial que acaba de ponerse.

—No creo que una madre se acostumbre a eso. Es algo un poco, difícil de asumir, supongo.

Ya estamos en la fila, así que tomamos una bandeja, y comenzamos a servirnos lo de siempre. Al menos lo más comestible. Hoy hay pastel de carne así que tomo una porción.

—Ya. Por eso me molesta tanto que espere perfección de mi...

Nos sentamos en la mesa usual, y es ahí cuando lo veo. Su tes clara resalta en la multitud. Al parecer ya tiene un almuerzo, porque lleva una bolsa de papel en las manos. Se mueve con la cabeza baja, y sé que está buscando donde sentarse. Me visualiza, así como la silla vacía a mi lado.

Colocó una manzana de mi bandeja y la ocupo. Él suspira y se va.

—¿Qué fue eso? —Mi acompañante no se ha perdido la situación, y mastica su sandwich, mientras estira su cuello para poder ver donde se ha ido—. ¿El blanco quería sentarse con nosotras?

Su pregunta me hace resoplar, así que me concentro en el pastel de carne. Sasha vuelve a perderse en unos mensajes, y yo miro a través de mis pestañas, intentando que nadie note que busco donde se ha quedado. Lo encuentro sentado en un banco de afuera. Lleva su capucha puesta, y mastica un sandwich. Me siento mal por haber sido tan ruda con él, pero me pregunto porque debería intentar ser amigable. Está bien así.

—Patt me contó lo ocurrido.

—Ya, ni que hubiera sido la gran cosa.

—O sea, sabes como es con respecto a todo. No quiere a ninguno de ellos por aquí, y se lo hará saber.

Abro la boca con exasperación. Patt me saca de las casillas, pero en este momento Sasha es la que no logra llegar a mi entendimiento. Así que digo:—Por favor, dime que no piensas como él.

—Yo sólo decía.

—Deja de conversar siquiera con él. Aveces creo que su cerebro está atrofiado. ¿En qué siglo vive? Mantiene su mente tan podrida con malditas cosas racistas que no piensa en otra cosa.

—Sabes porque es así... —comienza a decir, y yo cierro mis ojos para no gritar.

—Me tiene harta con su jodida historia, Sasha. Eso paso hace años. ¿Es que piensa odiar a cada infeliz blanco por el simple motivo de que uno mató a su hermano? Ni que el sujeto ese fuera un santo. Estoy segura de ambos terminaran igual.

—¡Peyton! —exclama horrorizada.

—En serio, no me digas que no te lo esperas. Vive a cuatro edificios del mío, sé lo que hace. Es cuestión de un momento para que lo alcance una bala. —De pronto se me quitó el hambre, así que me obligo a dejar el tema.

Después de toda la jornada, me encuentro saliendo del instituto, para subir tres calles arriba, y dirigirme al trabajo. El local que comparto con los otros chicos, esta cerca del instituto, y eso es bueno. Esta debajo de un bar, así que no es demasiado conocido. Al menos no por extraños al barrio. Sin embargo, los padres traen a sus niños para pasar el rato haciendo algo que no sea meterse en pandillas, desde edades tan cortas como los trece años.

—Buenas a todos —saludo.

—¡Hola Pey!

Los diez niños están practicando algunos pasos nuevos que aprendimos la clase pasada. Veo a Kim sentada en un banco, y me sonríe. Le digo:—Perdón, acabo de notar que me retrase diez minutos.

—No importa, estos acaban de llegar —dice con tranquilidad, mientras las dos los miramos moverse en diferentes tiempos.

—Tengo algo que contarte, espera que los pongo a trabajar un poco y vuelvo.

Ella se queda sentada y observa con atención como me dirijo al centro. Detrás mío está el nuevo espejo que ahorramos para comprar, y me alegro de que puedan verse mientras bailan. Fue todo un proceso el convencer al viejo que nos renta el lugar para ponerlo. Decía que no quería nada nuevo, y que nos lo llevaríamos en caso de mudarnos. Eso era algo obvio, porque nos había salido caro.

—Bien, creo que ya estuvieron calentando bastante. —Todos asienten con suficiencia y yo asiento—. En ese caso, vamos a seguir con nuestra coreografía. La clase pasada les dije que tenían que trabajar su sincronización, y por eso puse a Melissa como guía. Ella estará por delante, ya que cuando yo no esté, ustedes tendrán alguien a quien seguir.

Melissa es de baja estatura, y tiene unos diez años. Sin embargo, se mueve con una destreza increíble, y sincroniza perfecto cada paso, al ritmo de la canción.

—Haremos una juntos, y luego quedan ustedes, ¿si? —Todos me dan la razón y Kim pone nuestro tema.

Todos nos movemos al ritmo de esa mezcla musical y me siento viva. Me siento tan joven y plena que podría bailar por horas. Es algo que nunca me cansaría de hacer.

Por el espejo veo que el más nuevo se ha perdido en el paso de siempre así que le doy ánimos de que continúe. Él me sonríe y al instante continua moviéndose. Parecemos robots en cámara lenta, porque se nota que han practicado en casa. Me siento más animada y hago palmas, para luego salirme, al mismo tiempo que la canción termina. Kim aplaude, al igual que yo.

—Creo que no hace falta decirles lo mucho que me gusta como se esmeran por ser cada vez mejores. Sus padres estarán encantados cuando los vean bailar el viernes.

Nuestro local es lo bastante grande como para hacer un poco de espacio y añadirle un poco de emoción a la clase, haciendo dos coreografías para mostrarles a sus padres. Los niños se pusieron muy contentos con la idea, y pensaron en añadirle un extra. Les enseñaríamos algunos de los pasos básicos del hip hop, y todos nos reiríamos un rato. Me emociona la idea de verlos tan comprometidos con la danza.

—Bien, bien, ahora, no por eso vamos a dormirnos. Debemos practicar la parte del minuto dos, porque George sigue perdiéndose, al igual que Samantha. Así que esta vez, concéntrense más en ir junto a su compañero, y no de hacer carreras. —Me apartó lo suficiente del medio, y veo como la concentración invade sus rostros—. ¿Listos?

—¡Listos! —gritan.

La canción vuelve a sonar, y me pregunto como es que ya no la odio. De tanto escuchar algunas, termino borrándolas de mi celular. Sigo observando sus pasos, y los errores ya no están. Ellos son como uno solo, y eso me deja muy satisfecha. Es un logro como profesora de baile, ver como puedes sacar adelante a diez niños que empezaron viniendo con vergüenza, pereza, o incluso a expensas de sus padres. Ellos disfrutan haciéndolo, y eso es maravilloso.

—Sin palabras, ustedes ya están listos.

Todos aplauden felices y corren por sus botellas de agua.

—Descansen quince minutos.

Mientras tanto, me acerco a donde se encuentra Kim y me siento a su lado. Está leyendo una vieja revista, y se la ve un poco aburrida.

—Un blanco se presentó hoy en la escuela. Patt quería molestarlo, y me puse en medio para impedirlo. ¿Puedo ser más absurda? Después me tienen como la chica rescata ballenas, siendo que en realidad no lo soy.

—¿Ah no? —Su pregunta me hace torcer la boca.

—Vamos, no soy una santa supongo.

—El que hayas perdido tu virginidad con un idiota, no te hace la mujer más mala de Brooklyn, cariño. ¿Qué haces? Dime algo que hagas malo para que pueda considerarte alguna especie de pandillera... —Se ríe y yo asomo una sonrisa divertida.

—Está bien, quizás si soy un poco. Eso es raro, al menos aquí. Bueno, tú sabes. Basta con saber que la mayoría ha tenido sexo con Patt, y él solo tuvo que saludarlas. —Recuerdo lo que me dijo acerca de mi ex novio y quiero golpearla—. Dios Kim, ¿cómo pude estar tan enferma?

—Supongo que creías estar enamorada, de eso nadie se salva.

—Mi madre lo odiaba y yo solo quería seguir con él por pura rebeldía. Tenía quince años, y ahora tengo dieciocho. Creo que maduré demasiado en estos tres años.

—Eso es verdad. —La veo asentir, y luego se reclina un poco hacia atrás—. Quisiera volver algunos años atrás, y haría las cosas diferentes.

—Si, yo también.

Ambas nos quedamos un poco pensativas, así que me obligo a seguir con lo que resta del trabajo.

...

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