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Capítulo 15

Él toma lugar, unos dos más adelante. Voltea a verme, y me dedica una sonrisa radiante. Siento aún más furia. ¿Es que acaso no puede estar enojado? ¿Puede ser negativo alguna vez en su vida?

Una terrible culpabilidad me invade. ¿Habré sido egoísta al rechazar su asquerosa oferta?

No puedo resistir ni un segundo más, así que escribo una pequeña nota para él, y me levanto, sin importar que la profesora ya esté escribiendo unos problemas en la pizarra. Camino hasta la puerta, y al pasar por su lado, se la dejo en el pupitre. Ruego que funcione, porque Hudgens es demasiado pesada con que salgamos más de uno a la vez.

—Tengo que ir al baño.

—No tardes.

Al salir, me quedo a un costado, esperando unos diez minutos. Y entonces cuando me asomo a la clase y digo:—Disculpe, pero el director dice que quiere a Thomas en su oficina.

Sus grandes cejas se mueven examinando y termina cediendo.

—Rápido.

Entonces el rubio dice:—No tengo idea de dónde es la dirección.

—Yo te acompaño.

Sin dejar pasar más tiempo para que pueda arrepentirse, ambos salimos a velocidad rápida y nos dirigimos al campus, en donde algunos alumnos se encuentran ejercitándose.

Una vez estamos ahí, puedo observar que aún tiene hinchado el ojo, y la boca tiene un corte de unos cinco centímetros. Dirijo mi mano hacia su ojo, y apenas rozo la yema de mis dedos. Una furia inmensa me consume al imaginarme la situación.

—¿Cuándo fue?

Su mirada parece tomar un tono muy parecida a la rabia y enojo. La voz le suena más baja de lo normal y dice:—Ayer, por la tarde. Estaba volviendo de la casa de Julián, porque no había podido traerme. Su coche se descompuso, así que tenía unos quince minutos hasta aquí, si me tomaba el bus. Cuando bajé, después de caminar unos pocos pasos, me encontré a Patt y sus garrapatas, se encontraban riendo en la esquina de un edificio. Tomaban cerveza, no pude ver, porque comencé a caminar rápido.

Apreto mi siento con los dedos y creo que la cabeza ha comenzado a dolerme.

—Me imagino su asquerosa risa, me imagino todo —digo, a lo que él prosigue.

—Empiezan a gritarme, y en poco tiempo, se encuentran persiguiendome. Eran cinco, no tenía oportunidad.

—¿Qué dijeron tus padres?

—Les dije que me habían robado.

—No, hay que decirles la verdad. Esto no puede seguir, tiene que parar.

—No voy a seguir empeorando nuestra situación. Voy a evitar volverme solo, ya sé que hacer ahora. —Thomas se pone firme, y al parecer lo enoja que quiera acusar la situación.

—No puede quedar como si nada, ellos te golpearon. No pueden... —los ojos se me cristalizan sin permiso, y muerdo mi labio, intentando calmarme.

—Prometo que no volverá a pasar. He sido descuidado.

—Es mi culpa.

Lágrimas me recorren las mejillas y no sé que me está pasando. Mi Peyton interior explotó de alguna manera, porque no soporto la injusticia que hay en este maldito lugar. Comienzo a dar zancadas y estoy dispuesta a encontrarlo. Quiero lastimarlo, quiero gritarle, quiero herirlo de cualquier manera. Sé sus puntos débiles, sé que ama a su madre. Sé que amaba a su hermano. Estoy dispuesta para apuñalar con mis palabras.

Sus blancas manos me detienen cuando me toma de los hombros y me voltea para quedar enfrentados.

—¿Por qué dices que es tu culpa? ¿Qué tienes que ver en todo esto?

Quiero soltarme, pero su agarre es fuerte y me lo impide.

—Me dijo que si salía con él, dejaría de molestarte. Si yo... Yo debía hacerlo. Soy una perra egoísta.

—¿Te dijo eso? ¿Intento comprarte con extorsión? —Niega con la cabeza y su mirada se pierde en el pasillo.

Escucho su risa. No tardo más de dos segundos en voltear y verlo caminar, sin percatarse de nuestra presencia. Va abrazado de una tipa, mientras mira su teléfono.

—Eres un maldito hijo de perra.

Sus ojos me enfocan. Su boca se abre solo un poco, y enarca una sonrisa de lado. La furia me quema. En el mismo instante que gira sus pupilas hacia Thomas, doy pasos largos para llegar y empujarlo con todas mis fuerzas. La zorra grita. No sé que hago, no sé porque tengo tanta rabia al sentir el dolor de ese dulce chico.

—Eh, yo te había advertido. No me hagas todo esto, preciosa.

Mi empujón no sirvió nada más que para desestabilizarlo.

—Tu odio no tiene límite. ¿Y sabes qué? ¡Tu hermano era una parásito exactamente igual a ti! —grito, y su respiración se agita al instante—. Es gracioso, porque una familia de parásitos termina de la misma manera, tarde o temprano, en la mier**. ¿¡Por qué no te pudres más rápido?!

—Maldita perra.

Me tira al suelo, apenas me toca. Todo demás ocurre demasiado rápido. Thomas le da un puñetazo al estómago, y los alumnos y profesores comienzan a salir de las clases. Ese corto espacio de tiempo, me parecen tres horas.

—Vamos, levántate.

Es la voz de Sasha, quién me ayuda a pararme. Los profesores se encuentran empujando a los alumnos de nuevo a los salones, mientras que dos chicos separan a los contrincantes. No logro ver cuan heridos se encuentran, pero los veo ser llevados a la enfermería.

—Thorn Peyton, ven conmigo.

El ayudante de dirección me dirige con él hasta allá. Me siento nerviosa. No he estado aquí desde hace varios años. Al menos no por algo que incluya peleas.

—Están en enfermería, luego vendrán para acá. La directora viene en un rato.

Tras decir eso, se va dejándome sola en la pequeña habitación. Sentada en el banco, me pongo a tamborilear los dedos sobre mí pantalón. Suspiro cada cinco segundos. No logro pensar en otra cosa más que en que Thomas no haya resultado demasiado herido. Estoy segura de que es una de las primeras veces que pelea.

Al rato llegan ambos. Patt tiene la mejilla hinchada, mientras que Thomas tiene el ojo morado, doblemente morado. La directora entra con tranquilidad y no puedo más que mirar al suelo. Es una mujer mayor, y aparenta el carácter más dócil del mundo. Pero cuando se enoja, sus gritos pueden llegar a callar todo un comedor estudiantil. Puedo sin embargo decir, que me tiene cierto aprecio.

—Quiero que me digan quién empezó.

Thomas levanta la mano.

—No del todo —digo, casi interrumpiendola—. Él me empujó, y Thomas salió en mi defensa.

—No estamos en la época de la cavernas, señorita Thorn. Lo adecuado hubiera sido haber llamado a algún responsable e informar de lo sucedido. —La mujer dirige los ojos hacia Patt—. Con respecto a usted, creo que las cosas están más que dichas.

Nuestros ojos se quedan en duda hacia la nuestra directora. Ella anota concentrada en un papel, algo que parece bastante importante.

—Ambos estarán suspendidos por tres días. Y no quiero quejas. Pueden retirarse.

Quiero refutar, pero me quedo callada. Patt pasa por nuestra lado y choca el hombro de Thom, para luego desaparecer de la oficina. Ambos nos miramos y nos encaminamos también a la salida.

—Alumno Foster.

El rubio voltea cuando nombra su apellido.

—¿Si?

—Venga a clases mañana. La suspensión no era más que para alejar a ese patán. —Nos reímos ante la forma de llamarlo—. Pero no quiero que vuelva a ocurrir.

—Gracias, así será.

Nos retiramos y me encuentro un poco demasiado alegre. Vuelvo a caer en la realidad al ver el ojo morado de mi compañero, pero al él no parece molestarle mucho. Los pasillos están solitarios y una paz nos rodea a ambos. Estamos parados allí, y en pleno silencio.

—Creo que prefiero ser tu amigo, porque me diste mucho miedo cuando estabas enojada.

Sonrío y le doy un leve empujón.

—No puedo verlo, es tan... Odio su forma de ser, creo que eso es lo que más me saca. Quizás si tan solo seguía caminando...

—Ya pasó, lo importante es que no me suspendieron, y por ende, mis padres no se enterarán.

—Tienes que decirles. ¿Cómo vas a esconder algo así? Él no se quedará conforme con esto.

Thomas cierra los ojos y toma mis manos. No puedo respirar por tres segundos. Me quedo quieta, y mis manos sudan.

—Solo quiero paz, por unos segundos. Quiero disfrutar de estar tranquilo sin sentir presión. —Él apreta un poco nuestro agarre y yo comienzo a relajarme. Me siento bien, me contagio de su tranquilidad—. Me tranquilizas, morocha. Sólo relájate conmigo.

Cierro mis ojos y enarco una sonrisa. Es raro estar haciendo esto en el pasillo del colegio, pero de alguna manera, veo la escencia de Thom fluir hacia afuera. Él es tranquilo, a él no le gusta demasiado la adrenalina. Ama el silencio. Eso lo ayuda a pintar. Solo basta con que mire un poco su forma de conducirse, en algo como caminar o sentarse en bancos de plaza. Me gusta la forma que tiene para bajar el estrés que sume su vida estos últimos meses. Y también me gusta como me tranquiliza de mi actuar nervioso e intenso.

...







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