Capítulo 13
Es entonces cuando noto lo poco que conozco a esta chica, y lo mucho que le he contado de mi en este tiempo. Lo del empleo de mi padre, era una de las cosas que pensaba dejar e intentar sobrellevar cuando nos mudaramos. Incluso llegué a sentirme preocupado por el qué dirán mis compañeros cuando sepan que en estos momentos era completamente pobre, a comparación de a hace un par de días. Ja, algo tan estúpido y recién puedo reconocerlo. En estos momentos me siento bien por tener a alguien con quién conversar. Sé que ella me entiende. Esos cambios que te llevan a cambiar tu vida por completo.
—Ahora entiendo porque pareces el príncipe de Inglaterra. —Su voz interrumpe mis pensamientos, y me arranca una sonrisa.
—Mi niñera era muy estricta con respecto a mis modales. La tuve hasta como los doce años, y creo que influyó mucho en mi forma de comportarme. Aunque... —Estiro mi mano para acariciar a Hulk— esto de tener una vida fuera de todo eso, creo que podría gustarme. A excepción de que esos gorilas quieran golpearme, claro.
Peyton niega con la cabeza, mientras aparta sus rizos del rostro. A veces me dan ganas de tocar su cabello, y comprobar su textura, porque es demasiado llamativo, me encanta. Pero sé que probablemente termine dándome un buen golpe. Auch, mejor me reservo.
—No dejaremos que siga molestando. Es cuestión de tiempo para que lo entienda.
—¿Por qué las tiene conmigo?
—No es eso. No sé, creo que sería con cualquiera que viniera del otro lado. —Sus ojos se mueven por el techo, como pensando. Hace un ademán rápido y me sigue contando—. Hace unos años, un policía asesinó a su hermano. Este chico era un poco mayor a él. Fue un tiroteo, él también estaba con las drogas, y los descubrieron con las manos en la masa. Salió en las noticias y toda la zona estaba en alerta. Muchos odiaron al sujeto que lo hizo, y muchos le dieron la razón. Ya sabes, la cosa fue la diferencia de piel.
—Pero, entonces el sujeto hacía cosas turbias, ¿o no?
—Si, pero siempre quieren buscar un inocente. Thom, es obvio que terminaría mal. —La veo rodar los ojos, como si el tema la cansara—. Lo peor de todo es que ahora se la agarra con cualquiera, y tiene el odio inyectado por todo el cuerpo.
—¿Crees que pueda ser peligroso?
—No, yo me aseguraré que deje de hacer estupideces. Lo importante es que aprendas a defenderte. ¿Sabes siquiera dar un golpe? —Veo un asomo de risa en su rostro, a lo que respondo enarcando una ceja.
—Muestrenme al profesor de karate que no lo veo.
—Ay, rubio, rubio, no sabes que estás frente a la mejor luchadora profesional de... —Se ríe, mientras se levanta, y toma mi mano para levantarme también— todo Brooklyn. Bueno, en realidad he ido a algunas clases de defensa personal, pero me ayudaron bastante.
—Eres buena para varias cosas, morocha.
Me da una cierta satisfacción el ver que cada vez que pronunció esa expresión hacia ella, logro volverla un poco más pequeña, nerviosa, vulnerable. El que una chica como ella pueda reaccionar así ante una palabra mía, casi puedo decir que me fascina demasiado. No quiero abusar, pero anoto un punto en mi marcador.
—La cosa va en ser rápido, pero eficaz. De nada sirve hacer miles de movimientos que no dañen nada y solo te hagan gastar energía.
Es bastante raro que me encuentre aprendiendo golpes a mano abierta, cerrada, rodillazos al estómago, de una chica que tiene a un conejo con anteojos en la sudadera. Aún así, reconozco que la mayoría de las cosas no las sabía. Punto para la morocha.
—Ahora, hagamos una que es demasiado típica en peleas callejeras. —Ella rodea con mi brazo su cuello y nos inclina un poco hacia abajo, para decir:—Si te ponen de esta manera, querrán golpearte aquí, quizás en el estómago. Lo que tú tienes que hacer es tirar un poco la cadera hacia atrás, para evitar que te derribe más rápido, y abrazarlo para que no suelte el agarre. Ahora, golpeas la zona del coxis, para debilitarlo, y luego, con la mano de adelante, das un golpe martillo en los genitales...
—Okey, creo que ya he aprendido demasiado por hoy.
Ella se ríe fuerte, al mismo tiempo que la suelto. En serio, creo que su práctica me daba un poco de miedo, sobretodo en la parte final.
—Aunque sea sabes lo básico. —La veo moverse hasta la cocina, y ponerse a beber un vaso de agua, a lo que yo vuelvo a sentarme.
—Prefiero verte bailar —suelto.
—¿Qué dices?
—Me gusta verte bailar.
La reacción es casi la misma a cuando le digo esa dichosa palabra. Mi marcador sube a dos y lo más bueno de todo es que no miento en ninguna de mis afirmaciones. Me gusta verla bailar.
—Ya, déjate de bobadas, rubio.
—Ah, ahora decir las verdad son bobadas.
Me levanto del sofá y camino hacia ella, para ponerme a medio metro de distancia y repetir:—Me encanta tu estilo, me gusta como bailas, me...
Su mano va hacia mi boca y me obliga a parar. Al sacarla, comienzo a reírme, y sé que o me odia, o la confunden mis palabras, porque se queda mirándome fijo, sin expresión alguna.
—Sea lo que sea que estés haciendo, detente de una vez.
Sus palabras me dan la vuelta. Me frustra que se ponga tan seria y antipática sin motivos, pero luego entiendo a lo que se refiere. Si luego examino a donde quería llegar con mis palabras, no sabría la respuesta, porque simplemente salieron sin razón.
—Decía lo que me salía, no era menos que eso. Crees que miento.
—No me importa si mientes o no. No me lo digas, solo sigamos charlando de problemas ajenos, intentemos resolver lo de hoy y no traigamos más problemas a nuestras vidas de los que ya tenemos.
Proceso la información, digiero cada palabra.
—Si hubiera seguido con eso, ¿hubiera sido un problema?
—Sabes que sí.
Un escalofrío recorre mi cuerpo, me siento raro.
—Sabes que lo único que haría de esto un problema es la continuación o respuesta. —Pongo voz femenina—. Me gusta cuando llevas gafas, Thomas, me gusta cuando me persigues como un maldito acosador. —Sonrío, y no sé hacia donde estamos llegando con todo esto.
—No sabes lo que pasa por mi mente, no sabes lo que podría haber respondido si quisiera. No soy tímida, rubio, no te creas que pasa por ese lado. —cierra los ojos fuertemente, como esforzándose a cortarlo todo—. Solo para.
Me quedo mirándola, examino su rostro y no contengo mi mano derecha, que se dirige a su cabello. Peyton no detiene mis dedos cuando se entrelazan con uno de sus rizos. Son suaves, voluminosos, únicos. Siento el aroma de su shampoo y es en ese momento cuando escuchamos la llave en la cerradura, y ella me empuja lejos. Maldigo por mis adentros. Y me pregunto porque lo hago, porque no quería ser interrumpido.
—Uf, tu abuela estaba insoportable hoy —dice Susan, mientras se quita el abrigo.
Volteo a verla, y respira un poco agitada. Está nerviosa. Y yo descubro que también lo estoy.
—Acompañaré a Thomas fuera.
Bajamos la escalera, y nuestras zapatillas hacen eco en el silencioso edificio. El frío nos empuja a ambos, y la nieve nos cae despacio en la cabeza. Ella se abraza a sí misma y sopla el aliento que sale como humo por su boca.
—Gracias por la tarde, fue muy buena —digo, sintiendome casi como un extraño —. Y lamento lo de recién, no volverá a ocurrir.
Una sonrisa débil asoma en su rostro, y levanta la mano para hacer el saludo de mano y puño. Sin saber que más decir, comienzo a irme con lentitud, esperando que todo esto no sea más que una equivocación.
—Rubio. —La escucho llamarme, así que volteo, intentando no parecer demasiado emocionado—. No lo lamentes, porque yo no lo hago.
No espera mi respuesta, porque desaparece dentro del edificio.
Me quedo casi toda la noche pensando. Y me repito que no debería hacerlo, no debería actuar como lo hago. Debería dormir y fingir que eso no fue nada, que ella no dijo esas cinco últimas palabras.
"...porque yo no lo hago."
Amigos, amigos, amigos. No más.
...
Repetirlo hasta creertelo, muchachito 7u7. Jajaja, perdón, necesitaba decir eso.
Gracias por leerme, en serio, no se dan la alegría que pueden llegar a darme *-*.
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