Capítulo 1
La escuchó respirar profundo y veo sus fosas nasales abrirse y cerrarse con brusquedad. Ella está molesta, y yo también. No me gusta discutir con mi madre, pero aveces, solemos tener diferentes opiniones. Francis deja su tazón contra la mesa, y luego de tomar sus cosas, sale resoplando de la casa. Él se irá sin mí.
—Hemos hablado este tema más de diez veces, Peyton, y sabes lo que pienso. Soy tu madre y aunque no tengamos mucho, me esfuerzo para que tú y tu hermano tengan un futuro.
—¡No lo niego! No entiendo porque no puedo dar clases solo por dos horas más, si no descuidaré mis tareas... —Su resoplido me hace callar porque ya me encuentro al límite.
—He dicho que no más de cuatro horas a la semana y no seré flexible. ¿Qué más necesitas? —La voz le suena dolida, y me arrepiento de haber sacado el tema.
—No necesito más, mamá, eso lo sabes. Solo creí que ese dinero extra nos sería de ayuda —respondo ya con calma, y un pequeño dolor en el pecho. Lo que más quiero es quitarle peso de encima, y aveces solo logro empeorar las cosas.
Ella avanza hasta mi, y veo sus ojos de madre. Una mirada tan tranquilizadora, pero cansada a la vez, que no puedo más que abrazarla. Las dos nos estrechamos fuerte, y suspiramos con pesar. En ese preciso momento, quisiera resolver cada problema que ocupa su mente. La mente de la mujer que más amo en la tierra. Porque la razón por la que ella trabaja tan duro, es por Francis y por mi. Sus dos hijos, a los cuales prometió nunca abandonar como habían hecho con ella. Como había hecho papá con todos nosotros.
—Sabes que soy feliz con ustedes. Sé que siempre necesitamos dinero, pero no quiero que ese sea tu problema, al menos no el principal. —Siento como sus delgados dedos se enredan por mis rizos y cierro los ojos relajada—. Sabes lo importante que son las notas para entrar en la universidad, algo que yo nunca pude cumplir, y por eso me cuesta todo de esta manera. No tuve la oportunidad de estudiar, por eso quiero que mis hijos tengan lo que yo no tuve. —Acuna mi rostro que tiene lágrimas bajando silenciosas—. Serás mi orgullo.
En situaciones así, no sé cual es el camino correcto. Por momentos creo que debería dejar la escuela, y dedicarme solo a las clases de hip hop, aportando más a nuestra economía. Luego está mi madre que dice que no dejaré los estudios, y que si sigo insistiendo, me prohibirá seguir bailando. Sé que lo correcto a mi edad, es terminar la preparatoria, más cuando ya me encuentro en el último año, pero no puedo evitar sentirme egoísta. Como que odio pensar que mientras yo armo el futuro, mi madre trabaja una larga jornada en el hotel lavando sabanas sucias. Telas que ricos quieren cambiar porque derramaron un poco de agua en uno de los costados.
Sin embargo, siempre su mirada con esperanza es la que me obliga a seguir. Su sonrisa cuando traigo buenas notas notas en los exámenes, y cuando me siento a hacer la tarea, mientras ella nos prepara la cena.
—Prometo serlo. ¿Te dije hoy cuánto te quiero?
—De hecho, creo que me lo dirás cuando bajemos ya las escaleras, porque es hora de irnos...
Miramos el reloj en la pared despintada y nos apresuramos a buscar los abrigos. La conversación melancólica quedará para después, porque ninguna quiere llegar tarde. Bajamos las escaleras del antiguo edificio y al abrir la puerta a la calle, el frio nos choca con violencia en la cara.
—Ay, olvidé traer mi bufanda —dice con exasperación. Cuando estoy por buscársela, me detiene negando—. No, es demasiado tarde para mí, debo correr. Adiós, cuídate y no vuelvas tarde.
Por tarde se refiere a que no haré más que esas dos horas de clases, de todos los miércoles y viernes. Y por ende, deberé rechazar la propuesta que me hizo la señorita de trabajar un mes en esa escuela. Era algo sustituto, pero ella acordó no ser flexible. Y no, no hay más tiempo para discutir, porque ya está corriendo hacia la parada del bus.
Saco los viejos audífonos del bolsillo en mi abrigo, y los conectó al teléfono, para comenzar mi ida al instituto.
Mientras camino por la acera, unos pasos por delante, veo a algunos chicos que solían ir a mi clase. Están sentados en las escaleras de una vieja fabrica, mientras escuchan un rap nuevo, que no es de mi gusto. Uno está fumando marihuana, y el olor me llega cuando paso justo frente a ellos. Ninguno dice nada, porque saben quien soy. Ellos respetan a los vecinos de la zona. Al menos no hablan, y me conformo con eso, aunque siento sus miradas en mi cuerpo.
Sigo caminando. Algunas personas ya salieron para su trabajo, y otros van al mismo lugar que yo. Un instituto donde el 99% por no decir 100% son estudiantes negros. Aun no he visto nadie blanco, no, y no creo que los haya. Vivimos separados como ratas, al menos los que no tenemos para algo más. De cierta manera me alegra no tener que lidiar con racistas, aunque eso no fuese lo ideal. Somos humanos, pero algunos nos hacen ver que nosotros somos inferiores, negros después de todo.
Por fin llego, porque ya me habían dado ganas de ir al baño. Apresuro mi paso, al ritmo de Lil Mama, y no me dejan pasar. Me saco los audífonos molesta, pero hay demasiada gente. Forman un tumulto y están empujándose para ver algo. Debe ser una pelea. Hasta el día de hoy, no sé que le ven de interesante a dos sujetos pasados de droga golpeándose, e insultándose. Que su madre está esto, que su padre lo concibió con una... ustedes saben.
—Pey. —Mi amiga se encuentra también en la lista de personas que aman ver peleas.
—Quiero ir al baño, ¿quién es hoy? Estos negros no tienen más razones de pelea que faltas de pago en su hierba para el desayuno.
Puedo escuchar los insultos por delante.
—Esta vez es diferente. Le dan la bienvenida al nuevo. —Estiró mi cuello confundida, intentando ver, y no puedo creerlo—. Es un blanco, en nuestra escuela...
Sin dar más vueltas al asunto, reacciono por instinto. Estúpido instinto que ni yo entiendo aveces. Me acerco hasta el tumulto y empujo para hacerme paso. Mis audífonos siguen colgando de mi cuello, y cuando logro llegar, lo veo en el suelo. Conozco a los chicos responsables de comenzar todo eso, y a uno de ellos, demasiado bien. Jodido Patt.
—Así que aun no nos explicas como tus lindas piernas blancas están pisando territorio de negros. ¿Para qué quieres esto, eh? —el otro saca una carpeta con dibujos y la arroja al suelo. Los ojos del sujeto viajan a ella casi con dolor—. ¿Vienes a retratarnos en nuestra miseria?
Él no emite una palabra y comienza a ponerme más nerviosa. No se está defendiendo para nada.
—Vamos, blanquita, ven aquí y muéstranos de que estás hecho.
Patt lo toma de la muñeca y lo levanta de forma brusca. Los otros dos se ríen, así como algunos de los espectadores. Quieren presenciar una pelea injusta, porque es obvio que el blanco no sabe ni lo básico de peleas callejeras. Lo veo limpiar la sangre de su nariz, y mirar con odio a su contrincante.
Vamos, ¿nadie pensaba hacer nada? Niego con la cabeza, al mismo tiempo que avanzo hacia adelante, levantando mis manos arriba.
—Hey, hey, ¿qué no les da pereza? Es temprano y ya quieren comenzar con sus revolcadas. Dejen al chico, al parecer no sabe como son las cosas aquí. —Miro a Patt, con cansancio, y él ríe sarcástico.
—Peyton, hermosa, ¿por qué proteges a una blanca? —dice con desprecio—. Solo estábamos divirtiéndonos.
Ruedo los ojos y me bajo para tomar los dibujos y ponerlos de nuevo en la carpeta. Aun de espaldas se la extiendo al chico. Patt aprovecha la situación para acercarse a mi, y pasar su brazo en mi hombro. No tardo mucho en quitármelo de encima, haciendo un movimiento rápido, que lo hace resoplar.
—Ya vete —le digo, esta vez dirigiéndome al desconocido por primera vez.
Veo su cabello rubio moverse con rapidez y brusquedad, tomando sus cosas, para desaparecer entre los demás estudiantes, que ya se han dispersado.
—En serio, ¿por qué haces estas cosas tan estúpidas Peyton? Él no pertenece aquí, ninguno de esos pálidos. Nos quieren alejados de su sociedad, y así lo tienen. —Él habla con rapidez, casi como si estuviera rapeando. Es obvio que sigue intentando impresionarme. Como si sus movimientos de macho drogadicto con swag me dejaran como perra a sus pies.
—Y sales tú demostrando que las teorías sobre nuestra forma de ser cavernícola y subdesarrollada, son ciertas.
Comienzo a alejarme de ese grupo y Patt no tarda en detenerme, tomando mi hombro. Suspiro con pesadez y volteo de mala gana, mostrándole cuanto me sigue desagradando su persona. Su sonrisa sin mostrar los dientes me exaspera.
—Prométeme que veré tu rostro más seguido, no me hagas siempre ir a buscarte —dice, haciéndome dudar de su capacidad para captar indirectas.
—Solo piérdete.
La idea de que Patt siga insistiendo para que seamos una extraña especie de pareja, me repugna. Digo extraña porque seguro él no dejaría a sus zorras por una novia. Además, nunca podríamos coincidir, nunca podríamos estar más de veinte minutos juntos, al menos no yo. Patt vende cocaína, de la cara, así como marihuana, para los que no tienen tanto. Odio la droga, la odio por hacer lo que hace. Es raro que una chica de mi clase este en contra de esas cosas, cuando en este ambiente es imposible no cruzarse con esas sustancias, pero hago lo posible para que nunca lleguen a nadie que amo.
Estoy a punto de entrar, cuando siento un "Chhh" desde alguna parte. Lo encuentro apoyado en una pared, con la espalda recostada, mientras sostiene un pañuelo en su nariz. Simulo no haberlo visto, y cuando estoy a punto de correr, su mano rodea mi muñeca, y me atrae detrás de un arbusto. Estoy a punto de golpearlo, pero se apresura a soltarme. Miro a mi alrededor, y ruego que nadie nos haya visto.
—No vuelvas a tocarme. ¿Qué quieres? —le pregunto con rapidez, y molestia en la voz.
—Lo siento. —casi podría decir que me tiene miedo, pero es difícil descifrarlo—. Quería agradecerte por lo de recién.
...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro