Cuando Kouki despertó sintió todo extraño, se dio la vuelta en la cama, la cual por supuesto era muy suave. Una brisa fresca entraba por lo que parecía era un ventana abierta, las cortinas de un puro blanco se movían al compás de esta.
Era temprano por la luz que podía notar.
Se sentó con cuidado en la cama, tenía puesta una bata blanca, de mangas hasta los codos con muchos holanes y volantes, demasiado para su gusto. Salió de la cama y se quedó quiero en ella, tenía miedo de levantarse y ver por la ventana.
¿No era un sueño? ¿Qué era lo que estaba sucediendo a su alrededor? ¿Qué sería de sus amigos, de su mundo?
Recorrió con la mirada la habitación en la que se encontraba, la cama tenía un dosel ornamental de madera bellamente tallada y una tela que decora de color dorado brillante que colgaba atada a cada lado de la cama.
El color de las paredes era de un color nacarado con muchos detalles en varias columnas que se elevaban al techo y el suelo; Kouki no pudo evitar agacharse y tocarlo, no sabía cómo era o se veía el mármol, pero estaba seguro que el suelo estaba hecho de eso.
Había un enorme ropero que casi llegaba al techo, también tallado bellamente a lo cual no pudo contenerse de mirar y tocar, sabía que estaba mal ser metiche, pero si casi le habían casi suplicado por ir a ese lugar; cual fuera que fuera, tenía un poco de derecho de mirar.
Más un par de toques en la puerta evitaron ese movimiento, asustado tomo lo que parecía un candelabro con una vela dentro para defenderse y corrió a un lado de la cama cercano a la pared. Kouki era ingenuo más no estúpido.
Se volvió a escuchar el toque en la madera a lo que supuso que estaban pidiendo su permiso para entrar, por lo que con voz algo quebrada por el nerviosismo accedió a la entrada.
Sin embargo, sus ojos se llenaron de lágrimas por lo que vio.
Todo era una locura, todo.
La reunión que se llevaba a cabo en el departamento de Kagami eran solo gritos y llantos. Habían querido llamar a la policía pero las acertadas palabras del entrenador de Too los detuvieron.
—A pesar de que un puñado de adultos vieron lo mismo que ustedes jóvenes, quien va a creer en que un chico desapareció de entre un portal con la versión malvada de Kagami—
Kagami era el mas desolado. Había visto a su otro yo llevándose a quien se había convertido en su mejor amigo y soporte. Kuroko no dejaba de verle de cierta manera acusatoria, pero ¿Qué podía hacer el? Además estaba Aomine, que no se le separaba, con la excusa de que no fuera a hacer una tontería ¿Qué tontería iba a poder hacer?
La sala de hundió en un silencio doloroso y tenso. ¿Qué podían hacer ante algo que no entendían?
—¿Quién se lo dirá a sus padres?— pregunto de pronto con una voz algo grave por el llanto la entrenadora
—No haría diferencia— contesto Kagami, haciendo que con esas palabras Kuroko se levantara de su lugar para enfrentar al pelirrojo
—¡De alguna manera debes de saber algo Kagami-kun! ¡Ese eras tú!—
—¡Estás loco, yo estaba dentro del gimnasio! Y a menos que tenga un hermano gemelo con poderes de a saber que mierda ¡Ese no era yo!—
Ambos estaba agitados pese a los pocos gritos, Kagami intentaba contener las lágrimas por una acusación que sabía era infundada y por demás contradictoria. Kagami ni era o parecía un adulto y mucho menos tenía algún tipo de poder extraño. Ni siquiera decir o pensar en la palabra magia, porque era algo que hasta el momento en el que Kouki desapareció, no creía.
—Guarden la calma muchachos— hablo de pronto Kiyoshi —Pero si necesitamos saber por qué dijiste que el que los padres de Furi sepan no haría al diferencia—
—No puedo— les dijo sentándose una vez más en el sillón, dándose cuenta a penas de que se había levantado —Eso sería traicionar su confianza—
—¡Esta desaparecido!— grito la entrenadora —No es que no importe pero... —
Kagami pareció meditarlo un poco, mas no se decidía. Estaba no solo molesto, estaba nervioso, asustado, no sabía que sentir o hacer. Casi quería arrancarse el cabello por todo lo que sentía.
—El chihuahua comprenderá, además son sus padres, si no hace la diferencia ¿Cómo lo podremos encontrar? Debemos explorar todo Bakagami—
Kagami alzo la cabeza de entre sus brazos donde se había refugiado, viendo a su alrededor las caras asustadas, nerviosas y sobre todo preocupadas por su amigo.
—Furi... bueno... él y yo... comenzamos a tener un poco más de cercanía y eso me hizo notar ciertas cosas, sé que no soy el más inteligente en cuanto a notar lo obvio pero lo hice—
Kagami sintió las miradas de todos en su persona y se sintió nervioso pero la que no había creído suave mano de Aomine en su espalda le dio ánimos. Recordaba la mirada triste en algunas ocasiones en el castaño y Kagami había decidido no presionarlo, eso hasta que lo encontró solo y en medio de un doloroso llanto después de la confesión fallida.
—Furi lleva una relación tensa con sus padres desde el año pasado en que les dijo que no le gustaban las chicas como había creído— había decidido soltarlo todo de golpe, al menos una parte porque lo que seguía incluso a el le seguía siendo doloroso —Además... además ellos le dijeron que harían sus deberes como padres con su educación y esas cosas hasta que se graduará, pero que para ellos Kouki ya no existía más—
Un murmullo de molestia no se hizo esperar en medio del departamento, Kagami no había querido decirles el resto, las tantas palabras dolorosas que el castaño le había contado escuchaba de sus padres, la forma en la que lo trataban, la forma en lo que lo invisibilizaban en su casa al grado de no servir incluso su plato en la mesa, las noches de llanto.
Y su teoría de que había aceptado irse en mayor medida para alejarse de su amor no correspondido.
—Ojalá me hubieras llevado a mí también— pensó
Era demasiada información para su pobre inteligencia, hasta le había dolido la cabeza.
Kouki ya sabía la respuesta, el mismo no lo aceptaría pero tenía un corazón de oro.
Ver a Seijuuro aunque no fuera su Seijuuro, bueno; no era que fuera suyo, sino el de su mundo, pero había sido bonito y doloroso decirlo o pensarlo así.
Ya había comido, se había bañado y ahora estaba con un camisón nuevo pero similar al anterior. Se suponía que usaría ese tiempo para pensar en todo lo que se había enterado hasta el momento.
Este Seijuuro; el que por cierto ahí era un rey. Un rey de un gran reino. Estaba casado ¡Con el mismo! Bueno no el, sino que su otro yo de ese lugar. Eso le había perturbado de muchas maneras.
Pero lo más doloroso era su misión, la razón por la que se habían tomado tantas molestias en traerlo.
Era él bebe que llevaba en su vientre su otro yo; y su mismo otro yo, puesto que ambos...
estaban muriendo.
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