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13

—Creo que también estoy enamorado. 

Hae guardó silencio por varios minutos. Sus ojos nunca se apartaron del rostro de Hyungwon y aquello empezaba a incomodar al menor. 

—¿Crees? —preguntó con cautela. 

Asintió mirando algún punto al azar en la mesa de café. 

—Dudar de tus propios sentimientos no es una buena señal, Hyungwon. 

Una de las pocas desventajas de hablar con su padre era la seriedad con la que trataba cualquier asunto. Por muy insignificante que fuera, para Chae Hae In era relevante. 

Cada detalle cuenta —solía decir cuando Hyungwon se quejaba por su manera de actuar. 

—No lo es.  

La mirada oscura de Hae lo siguió mientras él se ponía de pie para buscar su celular. 

—¿Recuerdas a Ji han?

Él asintió, todavía con los ojos puestos en él. 

—El chiquillo que rompió la oreja del león de piedra que estaba en mi oficina. 

Hyungwon rodó los ojos. Año y medio había pasado de ese suceso y su padre todavía lo traía a la conversación en cada oportunidad que se le presentara. 

—Si, él. 

—¿Te enamoraste de él? —preguntó, mínimamente asombrado.

—No. 

Ji Han era exactamente el tipo que no quería para su primera relación seria. Demasiado dulce. 

—No, sin embargo, Ji han tiene tras él a quién quiero. 

La mirada oscura lo encontró a través de la pared falsa de cristal donde se escondía. Desde que tenía memoria usaba esa pared como un refugio, nunca funcionaba pero continuaba fiel a ella. 

—El corazón antes que el honor —repitió. 

Hyungwon sonrió bajando la cabeza. 

—Los tiempos del abuelo era diferentes. Pudo perder la cabeza por seguir su corazón. 

Hae asintió. —Pero no lo hizo. 

El abuelo Chae, un soldado fiel a su bandera, que en más de una ocasión estuvo al borde de la muerte por defender su nación. Sin embargo, su mente y corazón fueron robados por una bella mujer japonesa, activista de su país de origen. Las críticas y prejuicios lo siguieron desde que decidió entregarle el corazón a la mujer de su vida. El corazón antes que el honor.

—No me gusta sentirme así —exclamó resignado —. Me molesta demasiado la necesidad de estar cerca de él, escucharlo hablar o reír. Lo miro y mis manos arden por tocarlo —frustrado se jaló los cabellos —¡Joder! Parezco un maldito puberto calentándome cada vez que lo tengo cerca.

—Felicidades, hijo. Fuiste bendecido con la experiencia del primer amor —se burló.

Hyungwon lo fulminó con la mirada saliendo por fin de su escondite.

—¿Qué debo hacer?

—¿Qué debes hacer? Es una buena pregunta, más no la ideal —aclaró poniéndose de pie. Sacudió las pelusas invisibles de su pulcra camisa negra y lo miró brevemente —. ¿Qué quieres hacer? Mientras encuentras la respuesta, prepara las maletas.

Los viajes imprevistos ocupaban un lugar en la vida cotidiana de Hae In y pocas veces Hyungwon se unía a su personal de compañía. Prefería quedarse en casa y matar su tiempo libre en su taller de artes, sin embargo, esta vez no tenía oportunidad para negare. Era casi un deber acompañar a su padre. 

Debía estar contento y relajado. Había pasado una semana completa sin tener a la molesta mosca, de apellido Chae, rondándolo como carne putrefacta. Sus sesiones de estudio transcurrieron sin interrupciones y las repentinas apariciones en el almuerzo cesaron. Cinco días y un fin de semana completo sin señales de Chae Hyungwon. La tranquilidad se respiraba por los pasillos sin el aura abrumadora de Won. Los pasillos de las facultades no eran más pasarelas de moda y los casos de coqueteos desvergonzados habían desaparecido. La universidad por fin parecía una casa de estudios y no el reino de Chae Hyungwon. 

Entonces, ¿por qué Hoseok se sentía tan ansioso? 

Cada minuto revisaba su celular en la espera de una notificación. La semana pasada había intercambiado números con Hyungwon para coordinarse e ir a trabajar como su modelo, aunque los mensajes se resumían a horarios y ubicaciones, Hyungwon solía dejar uno o dos stickers sugestivos. 

Un golpe en la madera de la mesa y una caja de jugo de durazno le dieron una pequeña esperanza. Quizás por fin desarrolló el poder de llamar a la gente con su mente, tendría que intentarlo un par de veces más para estar seguro. 

Hoseok levantó la mirada alegre con una respuesta sarcástica picando en sus labios.

—Supongo que voy a extrañar mi paz con tu jodido regreso —escupió sacudiendo los mechones lacios que le obstruían la vista. Reconoció la sonrisa tímida de Ji Han y se maldijo internamente —. Oh, Han. Lo siento, pensé que eras... 

—¿Hyungwon?  

Ji Han encogió los hombros ocupando la banca de madera frente a Hoseok. —No creo que veas a Hyungwon por un días. Tendrás que conformarte con mi jodida presencia. 

El rostro colorado de Hoseok hizo reír al artista. Ji Han estiró la mano y acomodó un mechón de cabello rosa detrás de las curiosas orejas pálidas. Bajó la mano y cogió la caja de jugo y la dejó sobre la mano abierta de Hoseok. 

—Gracias —susurró, muerto de la pena —. Perdón por lo que dije hace un momento. No eres una molestia, me gusta estar contigo. 

Han asintió, mirando vagamente las hojas de apuntes. 

—Lo sé. Por eso vine —sonrió buscando conectar miradas —. Creí que necesitarías compañía sin Hyungwon. 

Hoseok se mordió el labio inferior. No iba a preguntar. No le interesa que había pasado con Hyungwon como tampoco lo necesitaba para hacer divertidas sus sesiones de estudio. Pero aun así lo hizo. 

—¿Por qué no ha venido a la universidad? —ladeó la cabeza, fingiendo su mejor expresión de desinterés —. El viernes pasé casualmente por el estacionamiento de su facultad y su auto no estaba ahí. 

Ji Han enarcó una ceja, pero no hizo ni un solo comentario negativo. La relación no relación de esos dos lo llenaba de ternura y diversión. 

—Hyungwon está fuera del país. ¿No te avisó? 

La noticia lo tomó desprevenido. Hoseok había esperado de todo, menos un viaje. Lo miró a lo ojos, esperando una explicación. Ji Han simplemente le sonrió, trasmitiendo una calma que Hoseok rechazó. 

—¿Qué? ¿Por qué? ¿A dónde fue? —Hoseok se levantó de un salto comenzado a recoger sus cosas. Recordó la última conversación con Hyungwon y se sintió tonto. Era su culpa, no debió decirle a Ji Han sobre el beso que compartió con su mejor amigo —. Es mi culpa. 

Como peso muerto, regresó a la banca con la mirada perdida y una culpa creciendo en su interior. 

—¿Te preocupa que él se haya ido? —preguntó el delgado, alargando un brazo para tomar su mano —. Yo estoy aquí todavía. 

Los ojos de Hoseok se clavaron en la delicada mano que acariciaba su dorso. 

—No necesitas responder, lo entiendo —lo tranquilizo. Ji Han alejó su mano sin quitar la sonrisa de su rostro —. Ustedes son amigos, ¿no es así?

—¿Amigos? —el pelirrosa encogió los hombros —, más bien somos conocidos. Socios por un bien común —se sentó derecho y alzó el mentón —. Trabajo como modelo para uno de sus proyectos y él me ayuda a... a conquistarte. 

Hoseok no pudo evitar sonrojarse. Su vaga explicación tenía más sentido dentro de su cabeza, una vez abandonó sus labios quiso que la tierra se abriera en una gigantesca grieta y lo absorbiera hasta el último cabello fucsia. 

Ji Han rio bajito, luciendo encantador  a los ojos de cualquiera. 

—Vaya forma de conquistarme. De verdad, es única —bromeó echándose hacia atrás en el banco, pasó una pierna sobre otra y humedeció sus labios con la lengua —. Increíble técnica, ni siquiera fui capaz de darme cuenta que estabas cortejándome. 

—Yo lo hacía —susurró. 

—¿Si? —Han ladeó la cabeza con una ceja levantada —. Más allá de las flores y el pastel, no recuerdo algún otro movimiento. 

El orgullo de Hoseok estaba yendo en picada pues no encontraba manera de salvar su honor con el chico que le gustaba. 

—Las citas. 

—Oh, ¿en serio quieres mencionar las citas? —cuestionó sorprendido—. No me lo tomes a mal, pero aquellas dos ocasiones no tuvieron una sola chispa de romanticismo. 

Han suspiró desviando la atención a un costado. Reconoció a un par de amigos y los saludó con la mano antes de volverse hacia Hoseok, quién esperaba pacientemente un reclamo, o en su caso, un golpe. 

—Eres un chico increíble, Hoseok. Conozco gente de tu facultad y me han contado los increíbles proyectos que has hecho y tus envidiables calificaciones —dijo con calma, hojeando de nueva cuenta los apuntes —. Hyungwon también me habló de ti. 

El pelirrosa sintió que el corazón se le detenía. Él figuraba entre los temas de conversación con Hyungwon. ¿Quién lo creería?

—Piensa que eres el prototipo infravalorado de novio perfecto. ¿Tienes idea de las veces que ha intentado convencerme de aceptarte? —Hoseok negó, avergonzado —. Las suficientes para darme cuenta que tu búsqueda sigue el camino incorrecto. 

—¿Mi búsqueda? 

Ji Han aplastó sus manos en las mejillas de Hoseok y zarandeó su pelirrosa cabeza. 

—Abre los ojos y encuentra el camino correcto. Yo no soy tu persona ideal. 

Con esas palabras, Ji Han soltó su rostro y sonriéndole se alejó hasta desaparecer de la vista de Hoseok. 

"Hyungwon viajó a Alemania por el aniversario luctuoso de su madre. Esta noche debería estar de vuelta. "

El mensaje de Ji Han funcionó como una bala más a su inconsciencia. Perdió una semana creyendo que Hyungwon había huido como un cobarde, pero el único cobarde era él. No tuvo el valor suficiente para llamar y preguntarle como se encontraba. Una sola vez lo buscó en la universidad, pero usando una estúpida excusa. Le pareció más sencillo crear universos alternos que preguntarle directamente dónde estaba o siquiera buscarlo en su casa.

Luego de la charla con Ji Han no consiguió concentrarse en las notas y decidió volver a casa, con la confianza de encontrar tranquilidad de sus pensamientos dentro de cuatro paredes. Desafortunadamente no logró su objetivo. Con cada palabra que leía lo asaltaba el recuerdo de la sonrisa coqueta de Hyungwon. Harto de los mismos, cerró sus libros y cogió una chaqueta para salir a la calle. Pensó en visitar un bar, pero al salir olvidó su cartera. Ir donde sus amigos, aunque estos mismos no conocían su problema con el hermoso hombre alto.

Metió las manos en los bolsillos de sus jeans rotos y dobló en la primera esquina. Siguió en línea recta tres cuadras más y tomó un callejón corto. Esperaba que apareciera un ladrón y le diera una razón para dejar de pensar en Hyungwon. Sin embargo, salió al otro lado de la calle sin incidentes o rasguños. Inhaló profundamente y expulsó el aire por la boca culminando en un pequeño puchero. Continuó caminando, atraído por los elegantes faroles de luz amarilla que le recordaba mucho a la ciudad de Londres. 

Hermosas edificaciones que solo una familia de clase alta podía darse el lujo de mantener. Sus pies lo llevaron hasta una residencia que recordaba perfectamente. Cruzó la calle y se plantó frente al intimidante portón negro de hierro, miró hacia un costado encontrando las rosas silvestres, de la misma especie que Hyungwon solía poner en su taller. 

Curiosamente logró imaginar a Won con el cabello hecho una maraña, una enorme camisa lisa negra y probablemente en bóxer, cortando las rosas para su rincón de arte. Sonrió ante su pequeña tontería. 

Tan concentrado estaba que no escuchó la camioneta que se detuvo a unos metros de él y tampoco al hombre alto que se bajó del vehículo y acercaba a pasos firmes.

—Sabes que tenemos cámaras de seguridad, ¿cierto? —dijo, enarcando una ceja—. Mi padre está en la camioneta, con una señal mía puedo hacer que te encierren por allanamiento de morada o asalto a mano armada. 

—¿Allanamiento? ¿Asalto? —Hoseok siseó, apartándose el fleco con una mano —. ¿De qué demonios hablas? Solo salí a caminar y pasé por aquí sin querer. Ni siquiera recordaba que vivías aquí. 

Hyungwon bajó la mirada riendo. Mordió su labio inferior y sonrió. 

—¿No recordabas mi dirección? ¿Esperas que crea eso? —sacudió la cabeza y dio un paso hacia adelante —. Hace una semana estuviste aquí, comiéndome la boca. ¿Ya lo olvidaste?

Hoseok se puso rojo de la vergüenza y lo empujó con ambas manos en el pecho. 

—¡Increíble! —exclamó cruzando los brazos —. Recordaste el beso que compartimos, pero te olvidaste de avisarme que saldrías del país. Idiota. 

Las últimas palabras de Hoseok hicieron que el pecho de Hyungwon se inflara rápidamente. 

—¿Por qué debía hacerlo? ¿Acaso me extrañaste? —preguntó con cinismo, acentuando sus palabras con los labios a propósito.  

El pelirrosa negó. Dejó caer los brazos y se echó a reír. —¿Qué si te extrañé? Ni siquiera me percaté de tu ausencia. Ji Han y yo nos la pasamos genial, tanto que olvidé que existías. De no haber sido por el comentario de Ji Han, de esta mañana, no me hubiera dado cuenta de que habías desaparecido. 

La mandíbula de Hyungwon se tensó, aunque con esfuerzo mantuvo su sonrisa. 

—Que bueno. Me alegro de que por fin te hayas acercado a Ji Han —dijo como si nada —. Ya era hora que abandonaras las faldas de tu madre. 

Hoseok chasqueó la lengua. 

—Y dime, Hoseok, ¿ya son novios? —aunque aparentaba ser una pregunta casual, Hoseok podía sentir el doble significado —. Si estaban tan cómodos, es porque ya son pareja. 

—Que te importa —escupió. 

—Es verdad, no me importa —suspiró deshaciendo el nudo de su gabardina —. Lo único que me interesa es entrar a mi casa y dormir doce horas seguidas.

Dándose la vuelta, Hyungwon caminó hacia el muro con el panel de acceso e ingresó el código de seguridad. 

—¡Eres un idiota, Chae Hyungwon! —gritó Hoseok desde atrás. En dos zancadas cortó la distancia y giró a Hyungwon con una mano en el antebrazo —. Eres peor de lo que pensaba. Mira que irte a otro país sin dar explicaciones o un hasta luego, es descortés. No se te ocurrió enviarme siquiera un mensaje para saber que estabas bien o al menos un maldito emoji. 

—Hoseok, cálmate. 

El aludido sacudió la cabeza, con la cara roja de furia. 

—¿Tienes idea de las noches que pasé imaginando miles de sucesos en los que te alejabas de mí? Creí que estabas molesto, pero todavía guardaba la esperanza que me llamarías para venir a tu casa y servir de tu jodido modelo —Hoseok lo liberó y retrocedió lo suficiente verlo a los ojos—. Te esperé en las horas libres, al final de las clases para que arruinaras mi tranquilidad. No estabas en los pasillos irradiando con tu estúpido hermoso rostro y oliendo a café. Tu molesta voz no me seguía, no robabas mi almuerzo y... y yo te extrañé. 

Los ojos de Hyungwon nunca se apartaron de él mientras recitaba su monólogo y cuando terminó, su rostro perfecto era ilegible. 

—Atrévete a llorar frente a mí y voy a arrastrarte por tus coloridos cabellos de vuelta a tu casa. Hablo en serio.  









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La vida es un riesgo, y por eso me arriesgue a subir el cap sin consultar lo último como mi beta reader (se durmió). Si encuentran un error, no duden en notificarmelo.

Dos cosas antes de despedirme;
1. Hay un nuevo concurso por parte de la editorial TD_Editorial y es para las historias con temática de Halloween.
2. La misma editorial, abrirá una nueva sesión con el fin de ayudar a lxs escritorxs

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