10
Escuchó la puerta principal cerrarse y suspiró mirando el pasillo liso. Subió sus piernas al sillón y las abrazó escondiendo su rostro entre las rodillas. Una risa amarga resonó entre las cuatro paredes. El aire frío entró por la única ventana abierta, recorrió su piel desnuda haciéndolo estremecer, una vez más. Había esperado que unos fuertes brazos lo rodearan y que unos suaves labios acariciaran los suyos con anhelo. Un estúpido sueño.
Los sueños se cumplen.
Y algunos otros no. Desear un beso, una caricia, una mirada, no era nada más que una vana pretensión.
Horas, días, semanas esperando captar su atención y lo único que obtuvo fue su desprecio y rechazo. Todos lo amaban, entonces. ¿Por qué él lo odiaba? No tenía ni un solo problema de autoestima o inseguridad, confiaba en él y en su atractivo rostro. Siempre había logrado conquistar a quiénes se proponía. Incluso su personalidad despreocupada lograba cautivar hasta el más difícil, pero con él nada funcionaba.
Tantas palabras y al final lo que más duele es él te quiero que no dices.
La primera vez que sus ojos se cruzaron témpanos de nieve caían con elegancia sobre sus cabezas. El frío hacía temblar sus cuerpos y la bufanda roja no bastaba para mantener caliente su cuello y boca. Él usaba un gorro negro de lana, una chamarra que duplicaba la dimensión de su espalda y hombros, unos jeans ajustados que le robaron el aliento por casi un minuto. Los estudiantes que pasaban junto a él con prisas lo empujaron hasta acercarlo lo suficiente para que Hyungwon descubriera sus ojos color avellana que se ocultaron en el momento exacto en que sonrió con timidez por la repentina cercanía. Un ligero rubor pintó la piel pálida y tersa, Hyungwon culpó al frío por tan magnificó espectáculo.
—Lo siento —susurró apenado. La voz gruesa pero a la misma vez suave al oído, un contraste perfecto. Hyungwon lo vio hacer una corta reverencia antes de darse la vuelta y, desesperado, comenzar a buscar a sus amigos. O eso supuso.
Hoseok partió del instituto acompañado de dos chicos, uno bajito de piel muy blanca y otro más de mirada filosa. Este último lo estudió un par de segundos antes de retomar su caminata junto al precioso joven de musculatura prominente.
Una semana después del encuentro en el jardín central de la universidad, lo volvió a ver cruzando los pasillos de su facultad. Su belleza contrastando con la estética del recinto. Sus manos protegían un vaso de café helado y al juzgar por la mirada curiosa, estaba sorprendido por las pintorescas paredes.
Él también lo estuvo la primera vez.
Hyungwon soltó una risa enternecido por la emoción plasmada en el rostro del mayor. Quiso correr y ofrecerse como guía, pero entonces lo entendió.
Él estaba ahí por Ji Han.
Su amigo le pasó enfrente y en segundos el rostro del pálido se tornó rojo hasta las orejas. Movió los labios como pez, seguramente queriendo hablarle, y se apartó escondiéndose como un vil cobarde. La siguiente semana no fue diferente, al parecer todas las tardes Hoseok llegaba a su facultad con la idea de cortejar a Ji Han, sin embargo, al tenerlo cerca se arrepentía y huía en la primera oportunidad.
Es lamentable tragarse el suspiro profundamente exhalado.
—¡Hoseok!
Giró en dirección a la animada voz y su cuerpo se tensó. Curvó los labios hacia arriba, a pesar que temblaban, obligándose a mantener la sonrisa firme mientras se acercaba el lindo joven.
Olvida el beso de anoche —se repitió.
—Ji Han. Hola —susurró. Miró detrás del bajito y su cuerpo se relajó. Estaba solo. Nunca antes se había sentido tan tranquilo de ver a su chico sin compañía.
Su chico... ¿Por qué ahora sonaba tan extraño?
El artista le sonrió tomándolo del brazo.
—Me debes una cita, ¿lo recuerdas? —comentó divertido. Hoseok no tuvo tiempo de responder cuando fue, prácticamente, arrastrado a la cafetería. Ji Han sostenía su brazo con suavidad entretanto le contaba lo difícil que había sido encontrarlo. Después de todo quién era famoso ahí era Hyunwoo y no él.
Sus amigos. Desde que se volvió cercano a Hyungwon los había olvidado por completo, aunque ellos no tenían derecho alguno para reclamarle. Cada uno se mantenía embelesado en su pareja y con suerte le correspondían una sonrisa en clases. Lo saludaban, si, pero su mesa ahora permanecía vacía a la hora del almuerzo. No necesitaba salir al jardín para comprobar que Kihyun estaba alimentando a Hyunwoo con miles de comidas distintas; siempre priorizando los vegetales, o ir al gimnasio y ver a Jooheon discutiendo con Changkyun por cualquier banalidad que incluía tres cosas; hip hop, videojuegos y Michel Jackson. Era así todo el tiempo.
Necesitaba amigos nuevos cuanto antes.
—¿Qué te pido? —Ji Han ladeó la cabeza y su cabello, ahora plateado, cayó con gracia sobre su hombro izquierdo. La sonrisa del artista lo hizo sonreír y al mismo tiempo robarle las palabras. —¿Gaseosa?
Hoseok encogió los hombros apresurándose a buscar una mesa vacía. Su facultad podía ser muy aburrida y la cafetería no tenía un menú exquisito pero aun con todo eso, siempre estaba abaratada.
No siempre había mejores opciones mejores.
—Espero que no seas igual al tonto de mi amigo —bromeó dirigiéndose al mostrador.
El comentario no debió importarle pero lo hizo. Hasta el momento sabía que a Hyungwon le gustaban los chocolates y cualquier fritura.
Muchas grasas para alguien de complexión larguirucha.
—No sabía que galletas te gustan así que traje varias —dijo colocando la bandeja en el centro. Al menos estaban sus favoritas.
Probablemente si hubiera hablado más de él en la cita, y no sobre Hyungwon, Ji Han conocería un detalle tan simple como sus galletas favoritas.
—Naranja —dijo levantando una galleta.
Ji Han asintió con una sonrisa.
—¿Cómo te ha ido?, ¿estás en época de examen? —preguntó verdaderamente interesado. En su especialidad casi no tenían exámenes, todo era práctico y mil veces más estresante.
Hoseok resopló.
—¿Qué te parece? El profesor de Derecho Internacional llegó con un examen sorpresa —sacudió la cabeza y Ji Han rió con las mejillas llenas —, todos los exámenes eran diferentes.
Las cejas del menor se alzaron con sorpresa y sonrió enternecido por la expresión cansada del pálido.
—Espero que obtengas una buena nota —lo animó acariciándole el dorso de la mano.
Hoseok asintió aclarándose la garganta. Estaba nervioso. Muy nervioso.
—Yo también. Este... profesor, no suele dar segundas oportunidades.
—¿Por qué? No son tan malas —dijo observándolo de reojo —, yo te di una y hasta el momento no me arrepiento.
Las orejas de Hoseok se colorearon ligeramente, pero el sonrojo no se esparció como esperaba. La plática fluyó con naturalidad, probablemente Hoseok no era muy bueno sacando temas de conversación, pero lograba seguirle el ritmo al artista. Pronto se encontró disfrutando de la compañía del otro y pensó que estaba retomando el rumbo inicial.
Descubrió a un grupo de chicas cuchicheando en la mesa continua de la izquierda mientras usaban sus celulares para, disimuladamente, fotografiar a Ji Han. No pensaba prestarle mayor importancia, porque bueno, Han parecía no importarte, sin embargo, el flash de una de las cámaras logró distraerlo lo suficiente.
—¿Estás cómodo? —preguntó.
—¿Hmm?
Hoseok señaló con la quijada hacia la mesa donde la discreción brillaba por su ausencia. Han siguió su mirada y sonrió divertido.
—Ignóralas. Acabarán aburriéndose después de un rato —soltó encogiéndose de hombros.
El mayor enarcó una ceja todavía mirando hacia la mesa. Una de las chicas interceptó su mirada y avergonzada bajó la cabeza invitando a sus amigas a imitarla.
—En serio, admiro tu increíble amabilidad y la paciencia con que manejas cualquier asunto —reconoció volviendo su atención al artista —, y-yo no podría.
Han rio robando otra galleta del plato. Era la primera vez que probaba las galletas de naranja y estaba seguro de que se habían convertido en sus favoritas.
—Es más simple de lo que piensas —dijo con una sonrisa amable —. Aprendí que no tengo el poder para controlar todo cuanto me rodea, eso incluye sucesos y personas. La vida misma es impredecible y solo nos queda sonreír y continuar avanzando.
—Cierto —Hoseok aclaró la garganta removiéndose incomodo. Un bello rostro aterrizó en su memoria, sin embargo, se obligó a lanzarlo de regreso. —¿Siempre ha sido así?
Ji Han asintió lentamente.
—Al iniciar la carrera era mil veces peor —comentó frunciendo los labios. Hoseok se interesó en el relato. —Eran muchas las chicas tras de mí que ya no podía con el acoso. Me dejaban notas en mi casillero, rondaban las aulas donde me encontraban, ocupaban las mesas a mi alrededor y nunca faltó un dulce o un detalle en mi escritorio.
Hoseok alzó una ceja.
Su enamoramiento por Ji Han se había mantenido en las sombras hasta que Hyungwon lo descubrió, y de no haber sido por él ahora no estaría compartiendo una bandeja de galletas.
—Lo siento mucho.
Han sacudiendo la cabeza todavía sonriendo. —No tienes porque disculparte.
—Yo... me disculpo si llegué a incomodarte en algún momento.
El menor negó.
—Está bien. No recuerdo haberme sentido incómodo por tu presencia —Han entrecerró los ojos, recordando —. Admito que me sorprendiste con las flores.
Las orejas de Hoseok se calentaron en tan solo un segundo. Aclaró la garganta y sonrió.
—Pensé que era buena idea comenzar por un detalle que realmente te gustara.
—Y lo hizo. Nadie antes me había regalado flores —dijo arrugando la nariz —Todo son chocolate y dulces.
Satisfecho con la respuesta del menor lo motivó a continuar con su pequeña historia.
—Un chico me siguió después de clases hasta mi casa e intentó besarme. Logré quitármelo de encima y entonces pensé que debía ponerle un alto a él y al resto de las chicas que me seguían como una sombras —. Por primera vez, Hoseok vio un gesto más real en el menor. Sus labios se torcieron hacia un costado en una sonrisa traviesa. —Esperé el momento correcto y estampé mi boca con la de Hyungwon. Al principio Hyungwon intentó separarse, pero le tomó menos de dos segundos entender el juego y se incluyó.
Hoseok rió. Se escuchaba como algo que claramente Hyungwon haría.
—Por mi cabeza pasaron mil cosas. Pensé que el idiota iba a tragarme con esos labios gigantescos que se manda.
Ji Han sacudió la cabeza inmerso en sus propias carcajadas.
—Lo mismo pensé. Al principio sentí que me comería el alma, pero no fue así. Su técnica es única. Aún más cuando incluye la lengua — soltó, jugueteando con las migajas del plato.
La cafetería pareció quedarse en silencio o quizás fue su imaginación. Levantó la mirada del plato y Ji Han lo observaba fijamente; los ojos completamente abiertos y sus labios separados por milímetros. Hoseok curvó sus labios ligeramente hacia abajo y frunció el ceño removiéndose incómodo.
¿Por qué lo miraba así?
—¿Qué?, ¿dije algo malo? —preguntó inocente.
Ji Han le lanzó una mirada ilegible. —No, nada malo —dijo con el labio temblando. —Tengo clases en diez minutos y me toma cerca de ocho llegar hasta mi edificio. Creo que debo empezar a despedirme.
Hoseok se levantó al tiempo que Ji Han lo hizo, todavía confundido por la reacción del otro.
—Hmm.
—Nos estamos viendo —dijo Han recogiendo su mochila de la silla. Vaciló en despedirse de Hoseok pero éste lo miraba expectante. Maldiciendo internamente, se inclinó al frente besando la mejilla del mayor. —Hasta luego.
Cuando Ji Han se fue, Hoseok esperó sentir su ausencia, pero no fue así. Su corazón apenas y reaccionó al beso.
Un beso que había esperado con ansias.
Un beso que no necesitaba.
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