04
—Y ahí estás otra vez, ¿es tan interesante Hyungwon que no puedes sacarle los ojos de encima?
Jooheon gruñó arrojando la caja de jugo. —¿Por qué te importa lo que haga Hoseok? ¿Estás celoso? Si es así, ¿por qué no terminas conmigo y lo invitas a citas a él?
Y con eso último, el de hoyuelos tomó su mochila y salió de la cafetería empujando a quién se le atravesara en el camino.
—¿Qué fue eso?
Changkyun suspiró sacudiendo la cabeza.
—Ayer discutimos —mordió su labio inferior buscando las palabras correctas para explicarse. —Todo es un malentendido pero él piensa que me gusta alguien más y solo espera que yo de un mal paso para crear la tercera guerra mundial.
Hoseok frunció el ceño.
Kihyun y Hyunwoo era la definición de pareja disfuncional. El carácter del bajito y la tranquilidad de Hyunwoo provocaba peleas a diario y para sus amigos no era extraño verlos distanciados. Contrario a ellos, Changkyun y Jooheon rebosaban de amor y el diálogo formaba parte de ellos. Hoseok los veía como el ejemplo de pareja perfecta pero justo ahora entendía que nada era perfecto. Confiaba que sus amigos hablarían y resolverían sus problemas para antes de la tarde y de no ser así, tendría que alejarse de ambos. Porque sí, se negaba a jugar a escoger bandos.
—Pastel de zanahoria, Ice americano y un chocolatín —estampó el billete en la mesa y se dio la vuelta.
Hoseok miró el billete en la mesa y regresó sus ojos al muchacho. Tan solo vio una ancha espalda y una cintura pequeña.
—¿Qué fue eso? —preguntó Chang. Quizás el resto de su jugo salpicó su rostro por la presión de más ejercida sobre la caja o solo era una ilusión óptica.
Hoseok chasqueó la lengua, lanzándole una servilleta a Chang.
—Maldito idiota —gruñó. La silla cayó a su espalda debido al movimiento brusco que hizo al levantarse; cogió el billete y fijó su mirada en la mesa del centro. Caminó a zancadas hasta él y giró a Hyungwon por el hombro. —¿Qué demonios fue eso? No soy tu criado.
—¿Hmm? ¿Hoseok? —Ji Han parpadeó y limpió sus labios con una servilleta antes de sonreír.
El rostro de Hoseok pasó del rojo de furia al pálido de miedo.
—Hey, ¿cómo has estado? Siéntate —dijo Ji Han señalando la silla junto a Hyungwon.
Hoseok continuó de pie hasta que Won habló por él.
—No puede. Tiene cosas que hacer —chasqueó los dedos y señaló el mostrador de la cafetería.
La orden era clara y aunque quería escupirle una ronda de insultos a Hyungwon, no lo haría. Hyungwon había sido inteligente y Hoseok no tenía otra opción más que obedecer.
—Gracias, pero estoy con mis amigos —susurró llorando internamente por rechazar a Ji Han. Más tarde se las arreglaría con el hijo de puta de Chae. —Además, voy a comprar mi almuerzo.
Los labios de Hoseok se apretaron en una complicada sonrisa mientras Hyungwon ponía su expresión más aburrida.
Ji Han asintió con una sonrisa apenada.
—Descuida, será en otra ocasión.
Hoseok asintió y se alejó con la cabeza gacha.
—Te odio Hyungwon —murmuró apretando los puños.
No tardó haciendo fila y cuando menos lo pensó ya estaba volviendo con el pedido de Hyungwon. El coraje seguía latente en él y con cada paso que daba le costaba mucho más controlar las ganas de arrojarle el café a Hyungwon. Lo habría hecho si tan solo Ji Han no estuviera en la misma mesa que Chae; Hoseok no se perdonaría jamás ensuciar el suéter de Ji Han.
Respiró hondo y dejó el café, el recipiente trasparente y el chocolatín sobre la mesa cerca de las manos de Hyungwon.
—Listo —murmuró.
Hyungwon detuvo la conversación y tomó las cosas. Deslizó el vaso de café y el pastel al frente sonriéndole a su mejor amigo.
—Hoseok es tan dulce ¿no crees? —dijo sonriendo de oreja a oreja. —Te trajo el pastel que querías y tu café favorito. ¿Acaso no es encantador?
Hoseok encontró los halagos ridículamente falsos pero Ji Han no lo vio así.
—¿E-es para mí? —el bajito abrió los ojos mirando el postre y la bebida con anhelo. Recordaba haberle contado a Hyungwon sobre su dilema al escoger el postre y lo triste que estaba al no poder comprar el pastel de zanahoria.
—Lo es —aseguró Hyungwon. —¿Para quién más?
Ji Han rió tímidamente. —Muchas gracias, Seok.
Hoseok regresó a su mesa con un ligero cosquilleo en el estómago. La situación se había volteado completamente a su favor, su objetivo era encarar a Hyungwon y hacerle saber que no estaba a su plena disposición, como el resto, pero obtuvo una de las más hermosas sonrisas de Ji Han y su número.
Tal vez relacionarse con Hyungwon no estaba del todo mal. Convertirse en su amigo, tenía ciertos beneficios.
—¡Mmm! ¡Está delicioso! —exclamó Han saboreando el último pedazo de pastel.
Los ojos de Hoseok estaba sobre él, mirándolo desde la distancia complacido con sus reacciones sinceras.
—Es un pastel, no es la gran cosa —Won murmuró mirando la barrita de chocolate entre sus dedos. La esquina de su labio se curvó hacia arriba pero cayó al segundo siguiente. —¿Te comerás el chocolate?
Ji Han negó con los mofletes llenos de bizcocho. —No. Todo tuyo.
—Asqueroso.
Hoseok rodó los ojos por quinta vez. Sentía sus brazos entumecidos y los dedos acalambrados y nuevamente pensó en dejar caer todos los lienzos y la gran caja de pinturas y pinceles.
¿Cuánto tiempo más debía esperar? ¿Una hora? ¿Dos?
En dos días tendría un examen con el profesor más estricto que la universidad pudiera darle y no quería obtener una calificación desaprobatoria, otra vez, y sino se iba pronto a su casa a estudiar muy seguro la obtendría.
—¿Quieres apurarte? No tengo toda la tarde —exclamó, golpeó con el pie la puerta del salón y lo primero que oyó fue una risa chillona.
—Dame un minuto —gritó Hyungwon, con la voz más ronca de lo normal.
Le fue inevitable imaginar lo que ocurría dentro del aula de asesorías y su ceño no pudo fruncirse más. Todavía no terminaba de creer que había aceptado cargar los materiales de Hyungwon mientras él se encerraba con una morena alta de curvas sintéticas.
Cuando fue en busca de Hyungwon para agradecerle lo del pastel y devolverle el dinero no creyó que lo usaría como su tapadera. ¿No era más fácil irse a un motel? Si, pero la chica insistía en que su novio descubriría si se veía con alguien más y no quería presenciar ninguna escena de novio celoso.
—Hasta luego, bombón —la morena salió acomodándose el escoté y contoneando las caderas.
—No era lo que esperaba.
Hyungwon se limpió la boca con el dorso de la mano, pasando por enfrente de Hoseok.
—Y si no es lo que esperabas ¿por qué demonios tardaste tanto? —Hoseok apresuró el paso olvidándose del peso extra. —Tengo cosas que hacer.
El alto enarcó una ceja empujando la puerta del edificio. —¿Cómo qué? ¿Recitarle poemas a una almohada con la fotografía de Ji Han?
—Idiota.
Sintió vergüenza al imaginar que Hyungwon descubriera el cajón con las notitas que le escribía a Ji Han pero que nunca se atrevía a darle.
—Eso es para niños —masculló rebasándolo.
Hoseok se encaminó hacia el estacionamiento con Hyungwon detrás. Sentía la mirada de Hyungwon sobre él y eso comenzaba a ponerlo nervioso.
Los nervios se intensificaron cuando encontró vació el estacionamiento y reconoció el auto deportivo hasta el fondo.
—Bien, ya estás cerca de tu auto —se giró rápido y comprobó lo que tanto temía. Hyungwon lo había estado mirando y justo en ese momento lo hacía.
Hoseok siguió la línea de visión de Hyungwon y su cuerpo se calentó. Chae había estado mirando su trasero, cuando estaba de espaldas, y ahora observaba detenidamente su entrepierna.
—Ji Han siempre ha tenido pésimo gusto con los hombres —comentó levantando la mirada. —Tal vez haga una excepción contigo.
El mayor quedó mudo ante el comentario y no fue capaz de reaccionar hasta que Hyungwon se marchó con la caja y los lienzos.
—¿Eso que fue?
Al darse cuenta que estaba en medio del carril por donde saldría Hyungwon, Hoseok brincó hacia atrás a tiempo para que el auto gris pasara sin arrollarlo.
—Ten más cuidado, lo bueno debe conservarse —Hyungwon subió el cristal y arrancó dejando aun más desorientado a Hoseok.
Al llegar a casa, sus padres estaban discutiendo al teléfono, cada uno por su lado, y solo su madre se percató de su presencia.
—El almuerzo está en el horno —susurró apartando mínimamente el teléfono de su oreja. —Hablaré contigo más tarde.
Hoseok asintió pasando de largo. Ya estaba retrasado para estudiar y no pensaba perder más tiempo en la comida o el poco interés de sus padres. Muchas veces se preguntó por qué sus padres gastaban tiempo en volver a casa si tendrían que irse a la mañana siguiente. Él no tenía problemas en mantener una cuenta activa en el banco y recibir llamadas cada dos o tres meses. Siempre había sido solo él y ver a sus padres un par de veces al año era tan normal, que incluso olvidaba que los tenía.
Cuatro o cinco horas después de encerrarse en su habitación con los ojos pegados en los libros de economía, volvió a la realidad con el sonido de una llamada entrante.
—Ven a mi casa.
La llamada terminó tan rápido como llegó.
Hoseok frunció el ceño mirando el celular intentando descubrir el remitente y no lo encontró hasta después de que devolvió la llamada.
—Perdón, ¿eres? ¿y por qué quieres que vaya a tu casa?
Un gruñido fue su única respuesta y poco a poco todo fue encajando en su cabeza.
—¿Chae?
Hyungwon tarareó antes de hablar. —Tengo los dedos cubiertos de pintura, trae tu trasero aquí y después te explico.
—No pued.. —el pitido que el indicaba que la llamada había terminado cortó sus palabras. —¿Por qué? ¿Por qué tuve que escucharlo aquel día?
Arrastrando los pies se metió al baño. Iría a la casa de Hyungwon y aunque lo odiara profundamente no podía ir viéndose como un méndigo. El imbécil era millonario y su padre era un importante conocedor del arte y la estética. Hyungwon podía irse al diablo pero Hoseok no entraría a esa mansión con el orgullo y la dignidad por los suelos.
—¿Vas a salir? —su madre se plantó frente a él con el ceño fruncido y los brazos en jarra. —Tu padre hizo la cena.
—Excelente, disfrútenla —pasó a su lado peinando su cabello hacia atrás con los dedos. —Ya tengo planes.
—Lee Hoseok.
El aludido rodó los ojos abriendo la puerta. —Nos vemos el siguiente mes. —Y con eso salió.
Años atrás sentía pena por ellos, trabajando los 365 días del año más de 12 horas y sin tiempo para respirar; pero tiempo después se dio cuenta que los recurrentes viajes no siempre eran por trabajo. Su madre amaba la fotografía y las excentricidades, su padre era un nómada y no podía estar más de dos días en un solo lugar; incluso si su hijo único estaba ahí.
Sacudió la cabeza descartando todos los pensamientos que incluían a sus padres.
Subió a un taxi y tuvo que buscar en las redes la dirección de Hyungwon; había olvidado que no era tan cercano al idiota de Chae como para saber su dirección. Por fortuna el chofer conocía a la familia y lo llevó hasta ahí sin problemas.
—Gracias —inclinó la cabeza y bajó del auto.
—¿Por qué tardaste tanto?
El rostro perfecto de Hyungwon estaba salpicado de pintura azul y su short beige era una mezcla de colores. La remera suelta se veía tan gastada que Hoseok se sintió fuera de lugar con su camisa animal print de diseñador y su pantalón blanco ajustado.
—No te atrevas a acercarte a mí con esas manos —advirtió poniendo varios metros de distancia entre él y el delgado.
Chae rodó los ojos parándose del escalón del porche.
—Terminaras rogando que te toque —dijo mirándolo a los ojos.
Hoseok se echó a reír sacudiendo la cabeza.
—Lo siento, los imbéciles no me van —cruzó los brazos y enarcó una ceja. —¿Para qué me llamaste?
Hyungwon lo recorrió con la mirada y asintió.
—Necesito remodelar mi taller —se dio la vuelta y entró a la casa. —Te buscaré ropa, no quiero verte llorar cuando tu pantalón blanco se manche de pintura.
Y una vez más, Hoseok se sintió estúpido por obedecer. Hyungwon le había dado un par de consejos que en nada se comparaba con las cosas que Hoseok debía hacer como pago.
—Tonto —susurró cruzando la entrada.
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